viernes, julio 28, 2006

El tanguero fusilado por Franco

La olvidada historia de Antonio Seoane, a 70 años de la guerra civil española

Llegó a Buenos Aires a los cinco años. Trabajó en el diario La Prensa, fue directivo de la Federación de Sociedades Gallegas y bailarín de tango. Volvió a su país como jefe de la guerrilla de Galicia. Aquí, la historia del vecino de San Telmo, fusilado por republicano en el '49. Y el testimonio de su hijo Jorge, ahora de 75 años.
A las ocho y media de la noche del 10 de julio de 1948, Eduardo Alfonso Cruz, jefe el Servicio de Información de la 140 Comandancia de la Guardia Civil, se sentó como un parroquiano cualquiera en una de las mesas del Barlovento, el bar más concurrido de La Coruña. Tenía la esperanza de ser quien atrapara a "Julián", el jefe de la guerrilla gallega o, como escribió en el parte, de las "partidas de bandoleros que actúan en esta región". Al cabo de un rato, una pareja se aproximó al local. El hombre respondía a las características físicas de "Julián". En un abrir y cerrar de ojos, los efectivos de la "benemérita" que vigilaban en las inmediaciones rodearon a los dos clandestinos. Comenzaba así un proceso absurdo que iba a culminar en las primeras horas del 6 de noviembre, cuando en el Campo de las Dormideras "Julián" fue colocado frente al pelotón de fusilamiento. "Julián" era en realidad Antonio Seoane Sánchez, un español llegado a los cinco años a la Argentina, trabajador del diario La Prensa, directivo de la Federación de Sociedades Gallegas, bailarín de tango, habitué de un café de Defensa y Estados Unidos, vecino de San Telmo. Tenía 43 años. Las firmas, las movilizaciones realizadas en Buenos Aires pidiendo la conmutación de la pena no habían servido de nada.
No fue la única condena a muerte: con él murió José Gómez Gayoso, alias "López", ex comisario político de los ejércitos republicanos y regresado para asumir la secretaría general del ilegalizado Partido Comunista de Galicia, dirección política de la guerrilla. La joven apresada con "Julián" en el Barlovento era su nuevo amor, Josefina González Cudeiro, Fina para sus familiares. Ella permaneció quince años detenida en las cárceles de Alcalá de Henares, Burgos y Segovia. Antes, igual que su amante, había sido brutalmente torturada, colgada de las manos y quemada con ácido en los genitales, quizá porque así castigaba la España de la cruz y la espada a la muchacha de izquierdas que acababa de hacerse un aborto con una comadrona de Madrid y practicaba el amor libre.
Fue la hermana de Fina la que a su pedido mandó una carta a la madre de Antonio, a Buenos Aires, avisándole de su detención. También le recomendaba que golpeara todas las puertas, que movilizara todo lo movilizable porque el final del proceso se avecinaba y quedaban pocas esperanzas. Asunción, la madre de Antonio, una gallega que se había afincado en San Telmo y alquilaba habitaciones para ayudar a los escuálidos ingresos del marido, carpintero y dueño de una carbonería que estaba frente al cine Cecil, siguió al pie de la letra las indicaciones que le llegaron del otro lado del mar. "Pidió incluso una audiencia con Eva Perón para rogarle que intercediera, pero la señora no la recibió -recuerda ahora Jorge, el hijo de Antonio-. Mi abuela era una vieja heroica, que a pesar de su pobreza les dio de comer a muchos compañeros que llegaban de España muertos de hambre."
Jorge cree que la única depositaria del secreto que rodeó el viaje de Antonio a España fue su abuela Anunciación. De él, en cambio, se despidió un día que no alcanza a determinar, con un abrazo y la promesa de mandarlo a buscar muy pronto; tal vez no fuera una mentira, puede que Antonio Seoane pensara, como muchos republicanos entonces, que el final de la Segunda Guerra iba a ser también el fin de la dictadura franquista.
Lo cierto es que Jorge no imaginó que ése sería el último contacto entre ambos. Tenía ideas imprecisas acerca de la causa que impulsaba a su padre y a los hombres y mujeres con quienes Antonio se reunía en el local de la Federación de Sociedades Gallegas. Y le llevaría un tiempo descubrir que había sido recién en 1939 cuando resolvió afiliarse al Partido Comunista de España, una decisión tardía pero no inesperada: estaba inscripta en la atmósfera familiar y en el contacto con los exiliados republicanos.
El expediente que hace unos años le enviaron desde Galicia le permitió reconstruir un tramo de aquel viaje: tras fallarles los contactos establecidos en Pamplona y en Barcelona, Antonio pidió instrucciones a Buenos Aires y le ordenaron dirigirse a Madrid. Desde entonces utilizó un documento extendido a nombre de Aureliano Barral, ciudadano argentino; su seudónimo en el Ejército Guerrillero de Galicia, adonde arribó en el '45, fue "Julián". La comunicación con la familia se cortó. El silencio estaba impuesto por la cerrada clandestinidad y por los aires políticos gubernamentales que, en la Argentina de los '30, los '40 y los '50 no soplaban en favor de la República. La prosa fascista del atestado instruido por la Guardia Civil describiría el periplo de manera diferente: "El procesado, que vivía en la Argentina, se afilió al Partido Comunista Español al llegar a la Nación hermana los refugiados huidos de la zona roja".

Cuestión de honor

Hoy, Jorge admite que el matrimonio de sus padres estaba roto desde hacía mucho, pero que pese a todo Saladina Cruz, su madre, comprendía y apoyaba el sacrificio del marido. Era una obrera esclarecida, delegada de la Fábrica Argentina de Alpargatas, "en la época en que iban a trabajar con sombrero". Y gallega. Fue a ella a quien Antonio le dirigió las cartas fechadas en la "Prisión Provincial, Primera Galería, Celda 6". En una de ellas, le advirtió: "Fui detenido el 10 de julio, acusado de ser el jefe guerillero de Galicia. Ya te puedes imaginar lo que esto supone en un Consejo de Guerra sumarísimo. Tenía noticias de que este Consejo se llevaría a cabo el 7 del corriente, pero hace unos días nos enteramos de que había sido aplazado para mediados de este mes. No sé a qué obedece este aplazamiento. De todas formas, para mí esto significa unos días más de vida. Aunque sobre esto no tengo seguridad ninguna. Perdóname la crudeza, pero es que debemos ser realistas. En cuanto a mi estado de ánimo, es perfectamente normal, porque esto no me ha tomado de sorpresa y en los últimos momentos, no te quepa duda alguna, sabré comportarme como lo que siempre creo haber sido. No digo más...".
En la siguiente, casi en capilla, Antonio explicaba a su mujer: "Los tres (él, Gómez Gayoso y un tercer combatiente, José Bartrina) estamos ya aislados, en régimen de condenados a muerte, salimos una hora al patio, bajo la vigilancia de un oficial; no permiten que nos envíen comida de la calle y nos han retirado el papel, pluma, lápiz, etc. El desenlace no es posible preverlo, ya que pudieran existir determinados factores que modifiquen la sentencia. No nos hacemos ilusiones y sin infundados pesimismos prevemos que habrá ejecuciones. ¿Cuántas? Lo que está claro es que los altos jefes de la Guardia Civil presionan ferozmente y que han hecho de nuestra ejecución cuestión de honor. La presión del exterior puede decidir el desenlace de una forma u otra. Sobre esto no creo necesario insistiros. La Argentina, por las relaciones que mantiene con el régimen de Franco, puede decidir muchísimo. Tenemos confianza absoluta en lo que nuestro P. (partido) y los P. hermanos hagan para movilizar a la opinión democrática mundial en nuestro favor. Aunque aislados, conocemos el volumen de la campaña de solidaridad".
La muerte, sin embargo, no conseguía hegemonizar el texto; el condenado la ponía a raya con una vuelta sistemática a la vida cotidiana: "Y ahora algo de lo nuestro -escribía-. Estoy asombrado con las fotos que me mandáis. Francamente te confieso que al verlas me sentí viejo y hasta ahora presumía de no serlo. ¿Pero es posible que ya tenga nuera? ¡Vamos, esto sí que es para caerse de espaldas! ¡Y qué guapa Elsita! Cuando me contestes dime de qué barrio es y cuál es su apellido". La correspondencia, el único vínculo del reo Antonio Seoane con el mundo exterior, era el producto de un balance solitario. Lo dice de manera explícita en la nota que le dirige a Roberto Gastelú, su jefe en la sección distribución de La Prensa: "Usted sabe que aunque me he criado en la Argentina, a la que amo como mi segunda patria, en la que reposan los restos de mi padre y residen mi anciana madre, mi esposa y mi hijo, yo he nacido en España (...). Al hacer mentalmente un recuento de los seres por quienes he tenido siempre gran cariño y respeto no podía olvidarme de usted, que me ha conocido siendo casi un pibe".
A fines de octubre, el Consejo de Guerra presidido por el teniente coronel de Ingenieros Ramón Rivas Martínez dictó para Seoane y Gómez Gayoso (a) "López" la pena capital por el delito de "actividades comunistas". El defensor militar, más piadoso o más realista, no había solicitado el sobreseimiento sino 30 años de prisión mayor. El 5 de noviembre, el ministro de Ejército confirmó las sentencias; el 6 se dispuso el envío de un médico que constatara las muertes, dos ataúdes, los permisos del cementerio para el entierro, requiriéndose, además, la presencia del defensor militar, capitán de artillería José Lago Vizoso. Se ordenó, asimismo, que los condenados fuesen entregados a la Guardia Civil, que se haría cargo de ejecutar la sentencia. A las cuatro de la mañana, luego de leérseles la resolución, "Julián" y "López" fueron colocados en capilla. Ambos se habían negado a firmar la notificación. Una nueva cédula dejó constancia de que "a las ocho del día de hoy ha sido ejecutada por fusilamiento la pena de muerte en las personas de los reos José Gómez Gayoso y Antonio Seoane Sánchez en el Campo de Dormideras de esta Plaza".
El 8 de febrero de 1949, el defensor militar hizo entrega de las pertenencias de Antonio Seoane que, por todo concepto, consistían en una pluma estilográfica "Parker", un mechero de metal blanco, un reloj de caballero "Omega" con su pulsera, un alfiler de corbata de oro con tres perlas y un sujetador de cuello dorado. Como se ve, ni las medidas excepcionales ni la pena capital estaban reñidas con la burocracia.
El ejército había dejado un registro formalmente perfecto de cada uno de los pasos cumplidos, incluso de las parcelas del camposanto en que serían depositados los cuerpos. Un pequeño olvido les hizo omitir que Seoane tenía los pies y las manos destrozados y había adelgazado veinte kilos; que a Gómez Gayoso le habían vaciado un ojo y su cuerpo había sufrido innumerables ultrajes. Fina le comunicó a Asunción la muerte de su hijo, Antonio Seoane. En la breve esquela y con enorme dignidad le pedía que la perdonara si la confesión de la "intimidad" que la había unido al jefe guerrillero la molestaba y le aseguraba que a través de "Julián" había aprendido a quererlos a todos. Con los años, Fina le entregaría en propia mano a Jorge la estilográfica y el encendedor que habían pertenecido a su padre. También le legó el retrato que, a lápiz, le había dibujado uno de sus camaradas en la prisión. "Ella y los suyos son nuestra familia ahora", dice Jorge Seoane a Página/12.
La figura del tanguero Antonio Seoane, jefe máximo del Ejército Guerrillero Gallego, quintaesencia del sacrificio militante, fue olvidada por los argentinos. No se mencionan siquiera los versos que le dedicó Rafael Alberti: "¿A quién nombraré primero?/Nadie es segundo en mi lengua/ cuando es de acero el acero/ Si uno es glorioso, en glorioso/ al otro no hay quien le gane/ Si digo Gómez Gayoso,/ya estoy diciendo Seoane (...) ¡Sangre de Gómez Gayoso/ sangre pura, sangre brava/ sangre de Antonio Seoane (...)/¡Mar de sangre derramada!". Y si se prefiere un homenaje más porteño, están los versos de Raúl González Tuñón: "Le prendieron al alba de la lucha/junto a Seoane, el frente de su pueblo,/hijos de la esperanza, honor de España/camaradas del día. Guerrilleros (...) Si cae Gayoso, si Seoane cae,/sus compañeros y sus compañeras,/no doblarán a muerte las campañas/ni le pondremos luto a la bandera". En su departamento de Almagro, Jorge Seoane, el hijo que hoy tiene 75 años, no reclama homenajes. Su deseo es tan modesto como incumplible: "No me perdono no haber estado con él durante el Consejo de Guerra". Quizá, por esas cosas, no haya reparado en que Antonio Seoane, además de "Julián" y "Aureliano Barral", se había rebautizado con un tercer nombre, "Jorge", el suyo.

Susana Viau
Página/12
26-07-2006

domingo, julio 23, 2006

ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA.


CLASE,PARTIDO Y DIRECCIÓN.
¿POR QUÉ FUE VENCIDO EL PROLETARIADO ESPAÑOL?

Este artículo está inacabado y ha sido reconstruido según las notas y los fragmentos encontrados en un dossier tras el asesinato de Trotsky en agosto de 1940. Fue publicado en New Internacionalen diciembre de 1940.

Se puede juzgar hasta qué punto ha retrocedido el movimiento obrero no sólo a través del estado de las organizaciones de masas, sino también estudiando los reagrupamientos ideológicos en curso y las investigaciones teóricas que han emprendido tantos grupos. En París aparece el periódico Que faire? que, por una u otra razón, se considera marxista pero que en realidad se sitúa enteramente dentro del marco del imperialismo de los intelectuales burgueses de izquierda y de esos trabajadores aislados que han cogido todos los vicios de los intelectuales.Como todos los grupos que no tienen ni base teórica, ni programa, ni tradición, este pequeño periódico ha intentado agarrarse a los faldones del POUM que parecía ofrecer a las masas un atajo para la victoria. Sin embargo, el resultado de la revolución española es, a primera vista, inesperado: este periódico no ha progresado, sino que ha retrocedido. En realidad esto está en la esencia de las cosas. Las contradicciones entre la pequeña burguesía y el conservadurismo por una parte y la necesidad de la revolución proletaria por otra se han tensado al máximo. Nada más natural que los defensores e intérpretes de la política del POUM hayan sido relegados muy lejos tanto en el plano político como teórico.Que faire? no tiene en sí mismo y por sí mismo ninguna importancia. Pero tiene interés en cuanto síntoma. Es por lo que nos parece útil detenernos en sus apreciaciones sobre las causas de la derrota de la revolución española, en la medida en que clarifica las características actuales del ala izquierda del pseudomarxismo.

‘Que faire?’ explica

Empezamos reproduciendo literalmente esta cita extraída de un resumen del folleto L’Espagne livrée de nuestro camarada Casanova: "¿Por qué ha sido aplastada la revolución? Porque el PC, responde el autor, llevaba una política errónea que era, por desgracia, seguida por las masas revolucionarias". ¿Pero por qué diablos las masas revolucionarias que han roto con sus antiguos dirigentes, se han alineado bajo la bandera del PC? "Porque el auténtico partido revolucionario no estaba maduro". Es una pura tautología. Se trata de una política falsa seguida por las masas de un partido no maduro, o más bien se trata de la manifestación de una determinada disposición de las fuerzas sociales (falta de madurez de la clase obrera, falta de independencia del campesinado) que hay que explicar a partir de los hechos relatados, entre otros, por el propio Casanova, o se trata más bien del efecto de las acciones de ciertos individuos o grupos maléficos no contrarrestadas por los esfuerzos equivalentes de "individuos sinceros" únicos cualificados para salvar las revoluciones. Después de haber tratado superficialmente la primera vía, la no marxista, Casanova emprende resueltamente la segunda. Estamos en una pura demonología. El responsable de la derrota es el diablo-jefe, Stalin, secundado por los diablillos anarquistas y otros: la desgracia ha querido que el dios de los revolucionarios no haya enviado a España un Lenin o un Trotsky como hizo en Rusia en 1917.La conclusión que se deriva es: "Esto sucede cuando se quiere imponer, cueste lo que cueste, a los hechos, la ortodoxia petrificada de una pandilla".Esta retahíla teórica es tanto más espléndida en cuanto que es difícil concebir cómo se pueden concentrar en tan pocas líneas tantas observaciones banales, triviales o falsas.El autor del párrafo antes citado se cuida muy bien de dar la más mínima explicación de la derrota de la revolución española: se contenta con indicar que hay que recurrir a explicaciones más profundas como "el estado de las fuerzas sociales". No es casual que evite así cualquier explicación. Todas estas críticas al bolchevismo están hechas por teóricos timoratos por la sencilla razón de que no tienen nada sólido sobre lo que basarse. Para evitar tener que revelar su propio fracaso deben hacer juegos de manos con los hechos y vagar en torno a las opiniones de los demás. Se limitan a alusiones y semiopiniones como si no tuviesen tiempo de dar definiciones sacadas de su propio juicio. En realidad es que no tienen ningún juicio. Su altivez es inseparable de su charlatanería intelectual.Analicemos una a una las alusiones y semiopiniones de nuestro autor. Una política errónea de masas no puede explicarse, según él, más que como la "manifestación de un determinado estado de las fuerzas sociales", es decir, "la falta de madurez de la clase obrera" y la "falta de independencia del campesinado". Si le gustan las tautologías, sería difícil encontrarlas más vulgares. ¿Una "política errónea de masas" se explica por su "falta de madurez"? ¿Pero qué es la "falta de madurez" de las masas? Evidentemente es su predisposición a seguir una política errónea. ¿En qué consistía esta política errónea? ¿Quiénes eran los iniciadores? ¿Las masas o los dirigentes? Nuestro autor no dice nada al respecto. Y por esta tautología, traspasa la responsabilidad a las masas. Este clásico truco, utilizado por todos los traidores, los desertores y sus abogados, es especialmente irritante cuando se trata del proletariado español.La sofística de los traidoresEn 1936 ¾ por no remontarnos más lejos¾ los obreros españoles han rechazado el ataque de los oficiales, que habían puesto a punto su conspiración bajo el ala protectora del Frente Popular. Las masas han improvisado milicias y han levantado comités obreros, ciudadelas de su propia dictadura. Por su parte, las organizaciones dirigentes del proletariado han ayudado a la burguesía a disolver esos comités, a poner fin a los atentados de los obreros contra la propiedad privada y a subordinar las milicias obreras a la dirección de la burguesía y, para colmo, con el POUM participando en el gobierno, tomando así directamente su responsabilidad en el trabajo de la contrarrevolución. ¿Qué significa, en tal caso, la falta de madurez del proletariado? Es evidente que significa simplemente que, aunque las masas hayan adoptado una línea correcta, no han sido capaces de romper la coalición de socialistas, comunistas, anarquistas, y del POUM con la burguesía. Este modelo de sofisma proviene del concepto de una especie de madurez absoluta, es decir, de una condición de perfección de las masas en la cual no tienen ninguna necesidad de una dirección, o mejor aún, son capaces de vencer contra su propia dirección. Pero una madurez tal ni existe ni puede existir."¿Pero por qué los obreros que han mostrado un instinto revolucionario tan seguro, y aptitudes tan superiores en la lucha, irían a someterse a una dirección traidora?", alegan nuestros sabios. Responderemos que no ha habido la más mínima señal de tal sumisión. El camino de lucha seguido por los obreros cortaba en todo momento bajo un determinado ángulo el de las direcciones y, en los momentos más críticos, este ángulo era de 180º. La dirección entonces, directa o indirectamente, ayudaba a someter a los obreros por la fuerza de las armas.En mayo de 1937, los obreros de Cataluña se sublevaron, no sólo a pesar de sus propias direcciones sino en contra suya. Los dirigentes anarquistas ¾ burgueses patéticos y despreciables, disfrazados malamente de revolucionarios¾ han repetido cientos de veces en la prensa que si la CNT hubiese querido tomar el poder en mayo, lo hubiese hecho sin dificultad. Y esta vez, lo que dicen los anarquistas es la pura verdad. La dirección del POUM se colgó literalmente de los faldones de la CNT, y se contentó con cubrir su política de una fraseología diferente. Debido solamente a esto, la burguesía consiguió aplastar la sublevación de mayo de este proletariado "falto de madurez". Es necesario no haber comprendido nada de lo que se refiere a las relaciones entre clase y partido, entre las masas y sus dirigentes para repetir la frase hueca según la cual las masas españolas no han hecho nada más que seguir su dirección. Todo lo que se puede decir sobre esto es que las masas, que han intentado sin cesar abrirse un camino hacia la vía correcta han descubierto que la construcción, en el fragor mismo del combate, de una nueva dirección que respondiera a las necesidades de la revolución, era una empresa que sobrepasaba sus propias fuerzas. Estamos en presencia de un proceso dinámico en el cual las diferentes etapas de la revolución se suceden rápidamente, en el curso del cual la dirección, es decir distintos sectores de la dirección, desertan y se pasan de un solo golpe al lado del enemigo de clase, y la dirección en que se empeñan nuestros sabios se mantiene puramente estática: ¿por qué la clase obrera en su conjunto ha seguido una mala dirección?

La manera dialéctica de abordar este problema

Existe un viejo dicho que refleja la concepción evolucionista y liberal de la historia: un pueblo tiene el gobierno que se merece. La historia nos demuestra, no obstante, que un solo y mismo pueblo puede tener durante un período relativamente breve, gobiernos muy diferentes (Rusia, Italia, Alemania, España, etc.) y además que el orden en que éstos se suceden no tiene siempre el mismo sentido, del despotismo hacia la libertad, como creen los liberales evolucionistas. El secreto de este estado de cosas reside en que un pueblo está compuesto de clases hostiles y que estas mismas clases están formadas por capas diferentes, parcialmente opuestas unas a otras y que tienen diferentes orientaciones. Y además, todos los pueblos sufren la influencia de otros pueblos, compuestos a su vez de clases. Los gobiernos no son la expresión de la "madurez" siempre creciente de un "pueblo", sino el producto de la lucha entre las diferentes clases y las diferentes capas en el interior de una sola y misma clase y, además, de la acción de fuerzas exteriores ¾ alianzas, conflictos, guerras, etc.¾ . Hay que añadir que un gobierno, desde el momento en que se establece, puede durar mucho más tiempo que la relación de fuerzas del cual ha sido producto. Es a partir de estas contradicciones históricas que se producen las revoluciones, los golpes de estado, las contrarrevoluciones.El mismo método dialéctico debe emplearse para tratar la cuestión de la dirección de una clase. Al igual que los liberales, nuestros sabios admiten tácitamente el axioma según el cual cada clase tiene la dirección que merece. En realidad, la dirección no es, en absoluto, el "simple reflejo" de una clase o el producto de su propia potencia creadora. Una dirección se constituye en el curso de los choques entre las diferentes clases o de las fricciones entre las diversas capas en el seno de una clase determinada. Pero tan pronto como aparece, la dirección se eleva inevitablemente por encima de la clase y por este hecho se arriesga a sufrir la presión y la influencia de las demás clases. El proletariado puede "tolerar" durante bastante tiempo a una dirección que ya ha sufrido una total degeneración interna, pero que no ha tenido la ocasión de manifestarlo en el curso de los grandes acontecimientos. Es necesario un gran choque histórico para revelar de forma aguda, la contradicción que existe entre la dirección y la clase. Los choques históricos más potentes son las guerras y las revoluciones. Por esta razón la clase obrera se encuentra a menudo cogida de sorpresa por la guerra y la revolución. Pero incluso cuando la antigua dirección ha revelado su propia corrupción interna, la clase no puede improvisar inmediatamente una nueva dirección, sobre todo si no ha heredado del período precedente los cuadros revolucionarios sólidos, capaces de aprovechar el derrumbamiento del viejo partido dirigente. La interpretación marxista, es decir dialéctica, y no escolástica, de las relaciones entre una clase y su dirección no deja piedra sobre piedra de los sofismas legalistas de nuestro autor.

Cómo se efectuó la maduración de los obreros rusos

Éste concibe la madurez del proletariado como un fenómeno puramente estático. Sin embargo, en el curso de una revolución la conciencia de clase es el proceso más dinámico que puede darse, el que determina directamente el curso de la revolución. ¿Era posible en enero de 1917 o incluso en marzo después del derrocamiento del zarismo, decir si el proletariado ruso había "madurado" lo suficientemente como para conquistar el poder en el plazo de ocho a nueve meses? La clase obrera era, en ese momento, totalmente heterogénea social y políticamente. Durante los años de guerra, se había renovado en un 30 o 40% a partir de las filas de la pequeña burguesía, a menudo reaccionaria, a expensas de los campesinos atrasados, a expensas de las mujeres y los jóvenes. En marzo de 1917, sólo una insignificante minoría de la clase obrera seguía al partido bolchevique y además, en su seno reinaba la discordia. Una aplastante mayoría de obreros sostenía a los mencheviques y a los "socialistas revolucionarios" es decir a los socialpatriotas conservadores. La situación del ejército y del campesinado era todavía más desfavorable. Hay que añadir además, el bajo nivel cultural del país, la falta de experiencia política de las capas más amplias del proletariado, particularmente en provincias, por no hablar de los campesinos y de los soldados.¿Cuál era el activo del bolchevismo? Al comienzo de la revolución sólo Lenin tenía una concepción revolucionaria clara, elaborada hasta en los más mínimos detalles. Los cuadros rusos del partido estaban desperdigados y bastante desorientados. Pero éste tenía autoridad sobre los obreros avanzados y Lenin tenía una gran autoridad sobre los cuadros del partido. Su concepción política correspondía al desarrollo real de la revolución y la ajustaba a cada nuevo acontecimiento. Estos elementos del activo hicieron maravillas en una situación revolucionaria, es decir en condiciones de una encarnizada lucha de clases. El partido alineó rápidamente su política hasta hacerla responder a la concepción de Lenin, es decir, al auténtico curso de la revolución. Gracias a esto encontró un firme apoyo por parte de decenas de millares de trabajadores avanzados. En pocos meses, basándose en el desarrollo de la revolución, el partido fue capaz de convencer a la mayoría de los trabajadores del acierto de sus consignas. Esta mayoría, organizada en los soviets fue a su vez capaz de atraerse a los obreros y a los campesinos. ¿Cómo podría resumirse este desarrollo dinámico, dialéctico, mediante una fórmula sobre la "madurez" o "inmadurez" del proletariado? Un factor colosal de la madurez del proletariado ruso, en febrero de 1917, era Lenin. No había caído del cielo. Encarnaba la tradición revolucionaria de la clase obrera. Ya que, para que las consignas de Lenin encontrasen el camino de las masas, era necesario que existiesen cuadros, por muy débiles que éstos fueran en principio, era necesario que estos cuadros tuviesen confianza en su dirección, una confianza fundada en la experiencia del pasado. Rechazar estos elementos de sus cálculos, es simplemente ignorar la revolución viva, sustituirla por una abstracción, "la relación de fuerzas", ya que el desarrollo de las fuerzas no cesa de modificarse rápidamente bajo el impacto de los cambios de la conciencia del proletariado, de tal manera que las capas avanzadas atraen a las más atrasadas, y la clase adquiere confianza en sus propias fuerzas. El principal elemento, vital, de este proceso es el partido, de la misma forma que el elemento principal y vital del partido es su dirección. El papel y la responsabilidad de la dirección en una época revolucionaria son de una importancia colosal.

La relatividad de la ‘madurez’

La victoria de Octubre constituye un serio testimonio de la "madurez" del proletariado. Pero es relativa. Algunos años más tarde, es este mismo proletariado el que ha permitido que la revolución fuese estrangulada por una burocratización surgida de sus propias filas. La victoria no es el fruto maduro de la "madurez" del proletariado. La victoria es una tarea estratégica. Es necesario utilizar las condiciones favorables de una crisis revolucionaria a fin de movilizar a las masas; tomando como punto de partida el nivel determinado de su "madurez", es necesario empujarle a ir hacia adelante, enseñarle a darse cuenta que el enemigo no es omnipotente, que está desgarrado por sus contradicciones, que reina el pánico detrás de su imponente fachada. Si el partido bolchevique no hubiese conseguido llevar a buen término ese trabajo, no se podría hablar ni de revolución proletaria. Los soviets hubiesen sido aplastados por la contrarrevolución y los pequeños sabios de todos los países habrían escrito artículos o libros cuyo motivo hubiese sido que sólo visionarios impenitentes podían soñar en Rusia con la dictadura de un proletariado tan débil numéricamente y tan poco maduro.

El papel auxiliar del campesinado

Igual de abstracta, pedante y falsa es la referencia a la "falta de independencia" del campesinado. ¿Dónde y cuándo ha visto nuestro sabio en una sociedad capitalista, un campesinado con un programa revolucionario, independiente o una capacidad independiente de acción revolucionaria? El campesinado puede desempeñar en la revolución un papel importantísimo, pero sólo un papel auxiliar.En muchos casos, los campesinos españoles han actuado con audacia y luchado con valentía. Pero para que toda la masa campesina se sublevara, habría sido necesario que el proletariado diese el ejemplo de un levantamiento decisivo contra la burguesía e inspirase a los campesinos confianza en la posibilidad de la victoria. En cambio la iniciativa del propio proletariado era paralizada a cada momento por sus propias organizaciones.La "inmadurez" del proletariado, la "falta de independencia" del campesinado no son factores decisivos ni fundamentales en los acontecimientos históricos. Lo que sostiene la conciencia de las clases son las propias clases, su fuerza numérica, su papel en la vida económica. Lo que sostiene a las clases es un sistema de producción específico que está determinado a su vez por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. ¿Entonces por qué no explicar que la derrota del proletariado ha estado determinada por el bajo nivel de su tecnología?

El papel de las personalidades

Nuestro autor sustituye el condicionamiento dialéctico del proceso histórico por un determinismo mecánico. De ahí esas burlas fáciles sobre el papel de los individuos buenos o malos. La historia es un proceso de lucha de clases. Pero las clases no miden su peso, ni automática ni simultáneamente. En el proceso de la lucha las clases crean órganos diferentes que juegan un papel importante e independiente y están sujetas a deformaciones. Es esto lo que nos permite, igualmente, comprender el papel de las personalidades en la historia. Por supuesto, existen grandes causas objetivas que han engendrado el régimen autocrático hitleriano, pero sólo pedantes y obtusos profesores del "determinismo" podrían hoy negar el papel histórico que ha desempeñado el propio Hitler. La llegada de Lenin a Petrogrado, el 3 de abril de 1917, ha hecho girar a tiempo al partido bolchevique y le ha permitido llevar la revolución a la victoria. Nuestros sabios podrían decir, que si Lenin hubiese muerto en el extranjero a principios de 1917, la revolución de Octubre hubiese ocurrido "de la misma forma". Pero no es cierto. Lenin constituía uno de los elementos vivos del proceso histórico. Encarnaba la experiencia y la perspicacia de la parte más activa del proletariado. Su aparición en el momento preciso en el terreno de la revolución era necesario a fin de movilizar a la vanguardia y de ofrecerle la posibilidad de conquistar a la clase obrera y a las masas campesinas. En los momentos cruciales de los giros históricos, la dirección política puede convertirse en un factor tan decisivo como el de un comandante en jefe en los momentos críticos de la guerra. La historia no es un proceso automático. Si no ¿para qué los dirigentes? ¿para qué los partidos? ¿para qué los programas? ¿para qué las luchas teóricas?

El estalinismo en España"

¿Pero por qué diablos", hemos oído preguntar a nuestro autor, "las masas revolucionarias que han roto con sus antiguos dirigentes, se han agrupado bajo la bandera del PC?" La cuestión está mal planteada. Es falso decir que las masas habían roto con sus antiguos dirigentes. Los obreros que habían estado antes ligados a unas determinadas organizaciones han seguido agarrados a ellas, siempre observando y controlando. En general, los obreros no rompen fácilmente con los partidos que les han despertado a la vida consciente. Y mucho menos cuando han sido engañados con el sistema de protección mutua que existía en el interior del Frente Popular: si todo el mundo estaba de acuerdo, es que todo iba bien. Las nuevas masas, recientemente despertadas, se volvían naturalmente hacia la Komintern, el partido que había hecho la única revolución proletaria victoriosa y que, se suponía era capaz de suministrar armas a España. Y además, la Komintern era el más celoso defensor del Frente Popular, y esto inspiraba confianza a las capas de obreros sin experiencia. En el seno del Frente Popular, la Komintern era el más celoso defensor del carácter burgués de la revolución: esto inspiraba confianza a la pequeña burguesía y a una parte de la media. Por eso las masas "se alinearon bajo la bandera del PC".Nuestro autor trata esta cuestión como si el proletariado se encontrase en una tienda bien surtida para escoger un par de botas nuevas. Pero ya se sabe que incluso una operación tan sencilla como ésa no se liquida siempre con éxito. Cuando se trata de una nueva dirección, la elección es muy limitada. Sólo poco a poco y sólo sobre la base de su propia experiencia a través de las distintas etapas, las capas más amplias de las masas acaban por convencerse de que la nueva dirección es más firme, más segura, más leal que la antigua. Es cierto que en el curso de una revolución, es decir, cuando los acontecimientos se suceden a un ritmo acelerado, un partido débil puede convertirse en un partido poderoso, con la única condición de que comprenda con lucidez el curso de la revolución y de que posea cuadros probados que no se dejen exaltar por las palabras o aterrorizar por la represión. Pero es necesario que un partido de estas condiciones exista desde mucho antes de la revolución en la medida en que el proceso de formación de cuadros exige plazos considerables y que la revolución no deja tiempo para ello.

La traición del POUM

El POUM estaba en España a la izquierda de los demás partidos y contaba, incontestablemente, en sus filas, con sólidos elementos proletarios revolucionarios, con fuertes ataduras con el anarquismo. Ahora bien, este partido desempeñó, precisamente, un papel funesto en el desarrollo de la revolución española. No ha conseguido convertirse en un partido de masas, porque para conseguirlo hubiese tenido que destruir antes a los otros partidos, y esto sólo era posible mediante una lucha sin compromisos, una denuncia implacable de su carácter burgués. Ahora bien, el POUM, aunque criticaba a los antiguos partidos, se subordinaba a ellos en todas las cuestiones fundamentales. Participó en el bloque electoral "popular"; entró en el gobierno que acabó con los comités obreros; luchó por reconstruir esta coalición gubernamental; capituló en todo momento ante la dirección anarquista; en función de todo lo precedente llevó en los sindicatos una política errónea; tomó una actitud dubitativa y no revolucionaria con respecto a la insurrección de mayo de 1937. Bajo el ángulo de un determinismo general se puede admitir, por supuesto, que su política no era casual. En este mundo, todo tiene una causa. A pesar de todo, la serie de causas que han conferido al POUM su carácter centrista no constituye en absoluto un simple reflejo del estado del proletariado catalán o español. Dos series de causas han avanzado juntas bajo un cierto ángulo, y, en un determinado momento, han entrado en conflicto. Teniendo en cuenta su experiencia internacional anterior, la influencia de Moscú, la de un cierto número de derrotas, etc., es posible explicar, política y psicológicamente, por qué el POUM ha sido un partido centrista.Pero esto no modifica en nada su carácter centrista. Ni el hecho de que un partido centrista desempeñe, inevitablemente, el papel de freno de la revolución, que debe, en todo momento, romperse el cráneo, y que puede conducir la revolución a su derrota. Esto no cambia en nada el hecho de que las masas catalanas eran mucho más revolucionarias que el POUM, que a su vez era mucho más revolucionario que su dirección. En estas condiciones hacer recaer el peso de la responsabilidad de la política errónea seguida sobre la "irresponsabilidad" de las masas, es meterse en la más pura charlatanería: un camino al que frecuentemente recurren los fracasados de la política.

La responsabilidad de la dirección

La falsificación histórica consiste en hacer recaer la responsabilidad de la derrota española sobre las masas obreras y no sobre los partidos que han paralizado, o pura y simplemente aplastado, el movimiento revolucionario de las masas. Los abogados del POUM responden sencillamente que los dirigentes siempre tienen alguna responsabilidad, con el fin de evitar así tener que asumir sus propias responsabilidades. Esta filosofía de la impotencia, que intenta que las derrotas sean aceptables como los necesarios eslabones de la cadena en los desarrollos cósmicos, es incapaz de plantearse, y se niega a plantearse, la cuestión del papel desempeñado por factores tan concretos como son los programas, los partidos, las personalidades que fueron los responsables de la derrota. Esta filosofía del fatalismo y de la postración es diametralmente opuesta al marxismo, teoría de la acción revolucionaria.La guerra civil es un proceso en el que las tareas políticas se cumplen con medios militares. Si el resultado de una guerra semejante, viniese determinado por el "estado de las fuerzas de clase", la propia guerra sería innecesaria. La guerra tiene su propia organización, sus propios métodos, su propia dirección, que determinan directamente su resultado. Naturalmente el "estado de las fuerzas de clase" sirve de fundamento a todos los demás factores políticos, pero, de la misma forma que los cimientos de un inmueble no disminuyen la importancia que puedan tener los muros, las ventanas, las puertas, los tejados, el "estado de las fuerzas de clase" no disminuye en nada la importancia de los partidos, de su estrategia y de su dirección. Disolviendo lo concreto en lo abstracto, nuestros sabios en realidad se han parado a medio camino. La respuesta más "profunda" al problema planteado hubiese sido el declarar que la derrota del proletariado español se había debido al insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas. Pero una explicación semejante está al alcance de cualquier imbécil.Al reducir a cero el significado del partido y de la dirección, estos sabios niegan la posibilidad de una victoria revolucionaria en general. Ya que no hay ninguna razón para pensar que se puedan dar condiciones más favorables. El capitalismo ha dejado de progresar, el proletariado no aumenta en número, al contrario, lo que aumenta es el número de parados, lo que no estimula sino reduce la potencia combativa del proletariado, y produce, igualmente, en su conciencia, un efecto negativo. De la misma forma, no existe ninguna razón para creer que el campesinado sea capaz, en un régimen capitalista, de alcanzar una conciencia revolucionaria más elevada. La conclusión del análisis de nuestro autor es pues el más total pesimismo, el abandono progresivo de las perspectivas revolucionarias. Pero, para hacer justicia, hay que añadir que nuestros sabios no comprenden ni ellos mismos lo que dicen.De hecho, lo que reclama de la conciencia de las masas es absolutamente fantástico. Los obreros españoles, al igual que los campesinos españoles, han dado el máximo de lo que las clases son capaces de dar en una situación revolucionaria: y lo que tenemos en mente es justamente una clase compuesta de millones y decenas de millones de individuos como ésos.Pero Que faire? no representa más que una de esas pequeñas escuelas, iglesias o capillas que se asustan del curso de la lucha de clases y del asalto de la reacción, y publican sus periodiquillos y sus revistas teóricas en su rincón, en caminos apartados, lejos del desarrollo del pensamiento revolucionario, por no hablar del movimiento de masas.

La represión de la revolución española

El proletariado español ha sido víctima de una coalición formada por imperialistas, republicanos españoles, socialistas, anarquistas, estalinistas y en el ala izquierda por el POUM. Todos juntos han paralizado la revolución socialista que el proletariado español había efectivamente comenzado a realizar. No es fácil acabar con la revolución socialista. Todavía nadie ha encontrado otros métodos para ello que no sea la represión feroz, la matanza de la vanguardia, la ejecución de los dirigentes, etc. El POUM, por supuesto, no quería esto. Quería, por una parte, participar en el gobierno republicano e integrarse como oposición pacífica y leal en el bloque general de los partidos dirigentes, y, por otra parte, mantener con ellos apacibles relaciones de camaradería en una época de encarnizada guerra civil. Justamente por ello, ha sido víctima de las contradicciones de su propia política. En el interior del bloque republicano han sido los estalinistas los que han llevado la política más coherente. Han sido la vanguardia combatiente de la contrarrevolución burguesa-republicana. Querían eliminar la necesidad del fascismo, demostrando a la burguesía española y mundial que ellos mismos eran capaces de estrangular la revolución española bajo la bandera de la "democracia". Ésta era la esencia de su política. Los liquidadores del Frente Popular intentan hoy hacer recaer las injurias sobre la GPU No creo que se nos pueda acusar de indulgentes con los crímenes de la GPU Pero vemos claramente, y se lo decimos a los trabajadores, que la GPU, en este caso, solo ha actuado como el destacamento más resuelto al servicio del Frente Popular. Ahí residía la fuerza de la GPU. En eso consistía el papel histórico de Stalin. Sólo un filisteo ignorante puede apartar esta realidad con bromitas estúpidas sobre el "jefe de los demonios".Estos señores ni tan siquiera se plantean la cuestión del carácter social de la revolución. Los lacayos de Moscú, al servicio de Inglaterra y de Francia, han proclamado que la revolución española era una revolución burguesa. Sólo este fraude ha levantado la pérfida política del Frente Popular, política que además hubiese sido completamente falsa, aunque la revolución española hubiese sido realmente una revolución burguesa. Pero desde el principio, la revolución ha manifestado, con mucha mayor nitidez que en la revolución de 1917 en Rusia, su carácter proletario. En la dirección del POUM hay gente hoy que considera que la política de Andrés Nin fue demasiado "izquierdista", que la línea realmente correcta hubiese sido mantenerse como ala izquierda del Frente Popular. Víctor Serge, que se ha apresurado a comprometerse, dada su actitud frívola en todas las cuestiones serias, escribió que Nin no quería someterse a las órdenes procedentes de Oslo o de Coyoacán. ¿Puede verdaderamente un hombre serio reducir la cuestión del contenido de clase de la revolución a comadreos tan mezquinos? Los sabios de Que faire? no tienen ningún tipo de respuesta a esta cuestión. No comprenden ni tan siquiera el significado de la cuestión en sí misma. ¿Cuál puede ser en verdad, el significado del hecho de que el proletariado al que le "faltaba madurez" haya creado sus propios órganos de poder, haya intentado regular la producción tras la toma de las empresas, mientras que el POUM empleaba todas sus fuerzas en no romper con los anarquistas burgueses que, aliados con los republicanos burgueses y con los no menos burgueses socialistas y estalinistas, atacaban y estrangulaban la revolución proletaria? Evidentemente, semejantes bagatelas sólo tienen interés para los representantes de una "ortodoxia petrificada". Los sabios de Que faire? poseen, en su lugar, un instrumento especial que les permite medir la madurez del proletariado y la relación de fuerzas, independientemente de todas las cuestiones de estrategia revolucionaria de clase...

DISCURSO DEL PCT EN EL HOMENAJE AL COMANDANTE SANTUCHO



COMPAÑERAS Y COMPAÑEROS

HOY NOS CONVOCAMOS PARA RENDIRLE HOMENAJE AL COMPAÑERO SANTUCHO, AL COMANDANTE, AL REVOLUCIONARIO, EN EL 30 ANIVERSARIO DE SU CAÍDA EN COMBATE. CASI SIEMPRE QUE SE HOMENAJEA A ALGUIEN SE TIENDE A UTILIZAR HERMOSAS PALABRAS, Y LA COSA NO VA MÁS DE ESO. NOSOTROS, DESDE EL PCT, QUE BIEN LLEVAMOS EN NUESTROS CORAZONES LA FIGURA ESENCIALMENTE HUMANA DE ROBI, BIEN LEJOS ESTAMOS DE UNA POSTURA SEMEJANTE: QUEREMOS REIVINDICAR AL COMPAÑERO, A SUS VIRTUDES REVOLUCIONARIAS, Y QUE LAS PALABRAS NO QUEDEN EN EL VACÍO, SINO QUE TENGAN CONTINUIDAD Y COHERENCIA EN LOS HECHOS. Y ESO ES, PRECISAMENTE, LO QUE VENIMOS A REIVINDICAR DEL COMANDANTE SANTUCHO: SU DIGNIDAD, SU ÉTICA REVOLUCIONARIA, SU COHERENCIA, ESAS QUE LE HACÍAN DECIR LO QUE PENSABA Y HACER LO QUE DECÍA, DESDE LA PERSPECTIVA DEL PROLETARIADO. ROBI, A TREINTA AÑOS, ES UNA PRESENCIA TALADRANTE PARA MUCHOS QUE DICEN SER LO QUE EN LOS HECHOS NO SON. ESTAMOS CANSADOS DE AQUELLOS QUE EN EL DISCURSO ENCIENDEN LAS HOGUERAS DE LA REVOLUCIÓN, Y EN LOS HECHOS CLAUDICAN PERMANENTEMENTE ANTE EL IMPERIALISMO Y LAS BURGUESÍAS. ESTAMOS CANSADOS DE AQUELLOS QUE SE DICEN PROLETARIOS Y FORMAN PATRONES EN SUS ORGANIZACIONES. ESTAMOS CANSADOS DE AQUELLOS A LOS QUE DE VEZ EN CUANDO SE LES ESCAPAN LAS PALABRAS CLASISMO, REVOLUCIÓN Y SOCIALISMO, PERO PERMANENTEMENTE EJECUTAN POLÍTICAS DE CONCILIACIÓN DE CLASES.
A ESO HAY QUE DECIRLE ¡BASTA!
SANTUCHO DIO LA VIDA POR LO QUE PENSABA, ABRAZADO A AQUELLAS PALABRAS DEL CHE: "EN LA LUCHA REVOLUCIONARIA, O SE TRIUNFA O SE MUERE". LOS DOS, COMO TANTOS MILES DE COMPAÑEROS, PROTAGONIZARON EL ACTO DE AMOR MÁS GRANDE QUE PUEDE LLEVAR ACABO UN SER HUMANO, QUE ES ENTREGAR LA PROPIA VIDA PELEANDO POR UN MUNDO JUSTO. ESA ES LA CUALIDAD MÁS GRANDE DE UN REVOLUCIONARIO.
ESA ES LA COHERENCIA QUE DESDE EL PCT INTENTAMOS ENARBOLAR EN ESTE Y EN TODOS LOS DÍAS.
COMO ROBI, PRETENDEMOS CONTRIBUIR A LA LUCHA DE NUESTRO PUEBLO POR ROMPER SUS CADENAS. EN ESE SENTIDO, ESTAMOS CONVENCIDOS QUE LA DISPERSIÓN ES ABSOLUTAMENTE FUNCIONAL A LOS INTERESES DE NUESTROS ENEMIGOS DE CLASE. POR ESO BUSCAMOS COMO PREMISA LA UNIDAD DE LOS REVOLUCIONARIOS, PORQUE SOLO A PARTIR DE LA UNIDAD PODREMOS ASPIRAR A REFERENCIARNOS Y LEGITIMARNOS ANTE NUESTRA CLASE Y NUESTRO PUEBLO, PARA PODER MARCHAR JUNTOS HACIA EL HORIZONTE SOCIALISTA.
JUSTAMENTE, CON EL COMPAÑERO SANTUCHO COMO GUÍA, DECIMOS QUE NO QUEREMOS QUEDARNOS SÒLO EN LA DENUNCIA Y EN LOS RECLAMOS.
QUEREMOS PRONUNCIARNOS TAMBIÈN POR LA POSITIVA, POR LA OPCIÒN POLÌTICA QUE NOSOTROS VISLUMBRAMOS COMO LA ÙNICA PARA TERMINAR CON LA BABRBARIE CAPITALISTA, Y ESA OPCIÒN ES EL SOCIALISMO.
HOY ESTÀ MÀS CLARA QUE NUNCA AQUELLA CONSIGNA QUE LANZÒ A PRINCIPIOS DEL SIGLO PASADO ROSA LUXEMBURGO: "SOCIALISMO O BARBARIE": LA BARBARIE CAPITALISTA QUE HUNDE SUS GARRAS EN PALESTINA, EN IRAK, EN AFGANISTÁN, EN HAITÍ Y EN CUALQUIER LUGAR DONDE ALGUIEN ALCE SU VOZ ANTE LA OPRESIÓN Y LA EXPLOTACIÓN.
Y REPETIR UNA Y MIL VECES QUE ANTE CADA SER HUMANO QUE PADECE LOS HORRORES DE LA GUERRA IMPERIALISTA NOSOTROS OPONEMOS LA PALABRA SOCIALISMO
QUE ANTE CADA CHICO DE LA CALLE VÌCTIMA DEL SISTEMA, ANTE CADA ANCIANO ABANDONADO A SU SUERTE, NOSOTROS DECIMOS QUE LA ÙNICA SOLUCIÒN ES EL SOCIALISMO
QUE A CADA INJUSTICIA SUFRIDA POR LOS PUEBLOS DEL MUNDO, ANTE LA DESOCUPACIÒN, EL HAMBRE, LA MISERIA Y LA MARGINACIÒN DE MILLONES, NOSOTROS OPONEMOS EL SOCIALISMO COMO ÙNICA SALIDA, PORQUE ES EL SOCIALISMO EL FUTURO DE LA HUMANIDAD, O SINO, LA HUMANIDAD SERÀ LA NADA.
ESE ES EL CAMINO QUE NOS SEÑALA EL COMANDANTE: ÉL ESTARÁ VIVO EN CADA LUCHA, PORQUE EL QUE MURIÓ PELEANDO VIVE EN CADA COMPAÑERO QUE SIGUE LUCHANDO.

¡VIVA EL COMANDANTE SANTUCHO!

¡VIVA LA CLASE TRABAJADORA!
¡VIVA LA UNIDAD DE LOS REVOLUCIONARIOS!
¡VIVA EL SOCIALISMO!

PARTIDO COMUNISTA DE LOS TRABAJADORES

A 30 AÑOS DE LA CAÍDA EN COMBATE DE MARIO ROBERTO SANTUCHO.


El 19 de julio de 1976, en Villa Martelli, provincia de Buenos Aires, cayó en combate contra una fuerza de tareas del Ejército el Secretario General del PRT y Comandante en Jefe del ERP, Mario Roberto Santucho, junto a otros compañeros del PRT: Benito Urteaga, Domingo Menna, Fernando Gertel, Ana María Lanzilloto y Liliana Delfino.
En las últimas décadas se han hecho muchas interpretaciones y lecturas sobre Santucho, sobre sus ideas y sobre su práctica, pero de todo eso queda una sola verdad: que fue un notable dirigente político, un valiente comandante guerrillero, un marxista leninista convencido, un internacionalista, un hombre que fue guevarista sin necesidad de explicar que lo era.
En un artículo de 1974, escribió Santucho:
“En la mayor parte de los países capitalistas latinoamericanos sometidos a la dominación del imperialismo yanqui, los pueblos mantienen una lucha enconada y han acumulado valiosas experiencias revolucionarias. Es cierto que se han sufrido dolorosas derrotas en la mayoría de nuestros países. Pero esas mismas derrotas han sido fuente de profundas reflexiones, de fundamentales aprendizajes, y en el seno de las masas y de sus vanguardias maduran dinámicos elementos que anuncian la generalización de un poderoso auge de luchas revolucionarias en varios de nuestros países, favorecido por la profunda crisis de la economía capitalista latinoamericana. Tal es el marco en que se librará la lucha revolucionaria en nuestra patria, enriquecida y apoyada por el desarrollo paralelo de similares experiencias de nuestros hermanos latinoamericanos. Como San Martín y Bolívar y como el Che, como revolucionarios latinoamericanos, los mejores hijos de nuestro pueblo sabrán hacer honor a nuestras hermosas tradiciones revolucionarias, transitando gloriosamente sin vacilaciones por el triunfal camino de la segunda y definitiva independencia de los pueblos latinoamericanos”.
Aún cuando hizo y puso en práctica autocríticas profundas, Santucho mantuvo siempre el objetivo explícito de terminar con el poder burgués y su democracia liberal capitalista para construir un poder revolucionario socialista.
En nuestra convocatoria a este acto señalamos a los presidentes civiles y militares que desde 1974 dirigieron políticamente a la Argentina: Isabel Martínez, Jorge Videla, Roberto Viola, Leopoldo Galtieri, Reynaldo Bignone, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando De la Rúa, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Lejos estamos de hacer una simplificación torpe, diciendo que fueron o son todos lo mismo.
Sin embargo, todos ellos tienen algo muy profundo en común, que es el sistema económico, filosófico, político que defienden y, cada uno a su modo y en circunstancias históricas diferentes, han administrado.
Hay quienes desde la postura oportunista y en el mejor de los casos ingenua de los oráculos, suelen decir que si Santucho no hubiera muerto habría hecho esto o aquello, se habría adecuado a las nuevas condiciones del mundo, habría cambiado sus ideas.
Nosotros no pretendemos decir lo que hubiese hecho Santucho en caso de no haber muerto, y ni siquiera estamos homenajeando su muerte heroica. Nosotros queremos homenajear su vida, y lo que hizo en ella.
Precisamente porque eso es lo que sí sabemos sobre Santucho: que denunció al populismo y al reformismo durante el período democrático previo a la dictadura iniciada en 1976; que se opuso con tenacidad a las políticas antipopulares de Juan Perón y a su esposa Isabel en ese mismo período; que combatió al capitalismo con todos los métodos de lucha, tanto en su versión militarizada como las de los generales Onganía, Levingston, Lanusse y Videla, como en su versión civil, Juan Perón e Isabel Martínez; que construyó una organización revolucionaria (el PRT – ERP) y persistió en el combate hasta caer combatiendo.
Y que uno de sus objetivos centrales fue siempre la unidad de los revolucionarios, tanto a nivel nacional como en toda América, algo que reconoció sinceramente Rodolfo Puiggrós cuando el 19 de julio de 1977, en México, dijo en un acto en su homenaje: “Santucho nos dejó un ejemplo que perdurará a través de los siglos. El ejemplo de los revolucionarios auténticos, de los que se entregan a su causa con pasión integral, de los que no miden los riesgos, ni esperan que otros se jueguen por ellos en nombre de una falsa superioridad intelectual. Santucho creyó en la unidad de la teoría y la práctica, y si entre nosotros pudo haber diferencias tácticas o hasta ideológicas, no existen fronteras que nos separen en la guerra contra el enemigo común. Las únicas fronteras son las que aíslan a los oportunistas, a los acomodaticios y a los especuladores”.
Las razones por las que Santucho hizo lo que hizo durante su vida, están indudablemente vigentes en América latina.
En nuestro país, Néstor Kirchner administra el estado capitalista y proimperialista tal como lo ha recibido. No hubo cambios de fondo en los últimos 3 años. No es casualidad que su gabinete esté conformado como está, ni que el clientelismo político y la corrupción sea un rasgo de la estructura que maneja desde la presidencia. Tampoco es un dato menor la persecución judicial a miles de compañeros que están presos o procesados por mantener una postura digna ante la continuidad de las políticas explotadoras del gobierno encabezado por Kirchner.
La presencia de tropas argentinas en Haití para sostener la política imperial de los Estados Unidos en el Caribe y la recepción en el Edificio Libertador al general de brigada Purl Ken Keen, jefe del Ejército Sur de los Estados Unidos, por parte del general Roberto Bendini el pasado 29 de junio, son señales claras del tipo de política exterior del gobierno actual en materia militar.
En lo que hace a política económica exterior, el pago de la deuda externa fraudulenta contraída por Martínez de Hoz y aumentada por sus sucesores, se realizó con el dinero de un pueblo hambreado.
Quienes dicen que el país está mejor que hace 3 años pueden esgrimir como argumento solamente los fríos números de la macroeconomía y el poder adquisitivo de una parte de la llamada clase media para arriba.
Pero siguiendo el ejemplo de Santucho no es eso lo que nosotros buscamos: queremos más, pretendemos más, los argentinos merecemos más.
No queremos el capitalismo, no queremos la opresión imperialista, no queremos hambreados y excluidos, no queremos corrupción ni represiones al pueblo.
Nosotros no creemos en la aparente “libertad" de elegir cada 4 años quién será el encargado de administrar la miseria en Argentina o en cualquier otro país.
Y si realmente queremos ganarnos el futuro, que no consiste en un aumento salarial menor cada tanto que ya fue previamente superado por la inflación, en bolsas de comida, en planes miserables, en las migajas de un banquete ajeno, tenemos que seguir pensando que hay que ir por todo, de la manera en que se pueda, de la manera que sea necesario.
Aprender de los errores cometidos en las luchas pasadas es imprescindible, pero no para caer en nuevos errores.
Esos que nos han señalado en los últimos 23 años: que no se puede, que no se debe, que "pobres hubo siempre e injusticias también", que los que luchábamos estábamos equivocados, cuando en realidad, si hay un error que no cometimos es el de no habernos rendido ante la evidencia brutal de un capitalismo que siempre fue salvaje y que sigue siendo el centro de las injusticias de todo tipo.
Hoy, cuando algunos quieren darle a la vida y a la lucha de Santucho un carácter romántico despojado de política y de ideología, como se pretende hacer desde hace décadas con Ernesto Guevara, resulta imprescindible recordar que seguir el ejemplo de Santucho no es intentar la modificación parcial de un sistema, sino cambiarlo de raíz por otro distinto, completamente diferente.
Ese objetivo sólo es posible de alcanzar estableciendo un hilo conductor entre el pasado y el presente y proyectarlo hacia el futuro.
Estamos convencidos de que entre las luchas contemporáneas a Santucho y las actuales hay claros puntos de encuentro.
Los alevosos asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en Puente Pueyrredón en el contexto de una masiva movilización, tienen un correlato con el asesinato en 1967 de la cocinera de ollas populares de la Federación Obrera Tucumana de Ia Industria Azucarera (FOTIA), Hilda Guerrero de Molina, en el marco de un enfrentamiento con las fuerzas represivas que fue liderado por los obreros del Ingenio San José. El método usado por la policía bonaerense conducida políticamente por Eduardo Duhalde y los capitanejos del PJ de Buenos Aires aquel 26 de junio en el Puente Pueyrredón, fue el mismo que utilizó la policía cordobesa cuando mató al obrero y estudiante Santiago Pampillón en Córdoba en 1966.
Los pobladores de Cutral Có, que comenzaron a mostrar que los excluidos podían organizarse y tomar las rutas y las calles para enfrentar un sistema injusto, tienen también un precedente en los obreros y estudiantes que ganaron las calles de Rosario e iniciaron el Rosariazo, donde cayeron asesinados el obrero Luis Blanco y el estudiante Adolfo Bello.
Esa resistencia tenaz es lo que expresó el pueblo de Las Heras, encabezado por los trabajadores petroleros, cuando se opuso con justa furia a los planes de las multinacionales y sus socios oficialistas, como en otras épocas lo hicieron los protagonistas del Rocazo en Río Negro.
Las sublevaciones populares del 20 y 21 de diciembre de 2001, en las que cayeron 30 compañeros, entre ellos Carlos Almirón, tuvo su antecedente cuando los trabajadores argentinos le doblaron el brazo al gobierno de Isabel en 1975 durante los episodios conocidos como “el Rodrigazo”, que obligó también a las burocracias sindicales a abstenerse de negociar un plan económico antipopular.
La movilización contra Bush en Mar del Plata,a su vez, fue un repudio al imperialismo norteamericano, similar a otros del pasado, como el de la visita de Clinton en 1997 y los ataques a 15 locales de supermercados Mínimas pertenecientes a Rockefeller, días antes de su llegada a Buenos Aires.
Esa continuidad histórica es lo que expresan todas y cada una de las luchas políticas y reivindicativas que llevan hoy a diario los argentinos, continuidad histórica también de las ideas de Santucho integrada por las huelgas y movilizaciones de los obreros y trabajadores en general, quienes siguen siendo la punta de lanza de una revolución inconclusa, y a quienes se sumaron en los últimos años los desocupados, los piqueteros que quieren volver a la producción para encarar desde sus propios puestos de trabajo el camino hacia una sociedad justa, hacia una sociedad socialista.
En esos términos, la unidad de los revolucionarios tantas veces reclamada y trabajada por Santucho, se convierte en un desafío hacia el futuro, imprescindible para alcanzar una victoria popular contra los enemigos de siempre, que abra paso a la definitiva independencia de la Argentina y a la construcción de una sociedad socialista.

A 30 AÑOS DE SU CAÍDA EN COMBATE....COMANDANTE SANTUCHO...¡PRESENTE!

POR LA UNIDAD DE LOS REVOLUCIONARIOS, LA CLASE OBRERA Y EL PUEBLO EN ARGENTINA Y EN TODA AMÉRICA LATINA

HA MUERTO UN LUCHADOR POR EL SOCIALISMO : TED GRANT.


Esta mañana nos hemos encontrado con la trágica noticia de la muerte del compañero Ted Grant, justo unos días después de su 93 cumpleaños. La noticia ha causado una gran conmoción en todos nosotros. A pesar de su edad y del deterioro obvio de su estado en el último período, nos habíamos hecho a la idea de que siempre estaría ahí, una figura permanente en medio de toda la turbulencia y cambio.
El propio Ted parecía estar convencido de que nunca se haría viejo, no importaba la muerte. Eso explicaba su aversión bien conocida a los cumpleaños. Cuando fui a visitarle el día de su cumpleaños era completamente indiferente a los adornos de la puerta de su habitación. Sólo quería escuchar de política, de la lucha revolucionaria y del trabajo de la Corriente Marxista Internacional. Era un hombre que sólo vivía para la causa de la clase obrera y la revolución socialista. Esa fue verdad hasta el final. Aunque pasó la mayor parte de su vida en Gran Bretaña, Ted Grant era sudafricano de nacimiento y nunca perdió su acento natal. Nació en 1913 en Germiston, a las afueras de Johannesburgo. Me dijo que despertó por primera vez a la vida política por el trato que recibían los trabajadores negros. Desde una edad muy temprana estuvo interesado en el marxismo. Me dijo que había comenzado a leer El Capital cuando tenía 14 años. Ese fue el principio de una pasión por la teoría marxista que duraría toda la vida.
Inspirado por la Revolución Rusa, fue ganado al trotskismo por Ralph Lee, un militante del Partido Comunista Sudafricano, expulsado por apoyar a la Oposición de Izquierdas. Debido a las condiciones tan difíciles que había en Sudáfrica, los compañeros decidieron trasladarse a Gran Bretaña, donde veían más perspectivas para la construcción del movimiento. En 1934 Ted se trasladó a Londres donde vivió desde entonces. Poco antes de la guerra, encabezó la formación de la Liga Internacional de Trabajadores (WIL), que es el grupo original del que descendemos. Más tarde, la WIL se fusionó con otros trotskistas para formar el Partido Comunista Revolucionario (PCR). Ted siempre estuvo muy orgulloso del trabajo hecho por la WIL y el PCR. Las publicaciones de este período, incluido Socialist Appeal, contienen una riqueza de valioso material político que hoy merece la pena leer. Algunos de ellos se pueden encontrar en ‘The Unbroken Thread’, una importante antología de los escritos de Ted y que pretendemos reeditar en su mayor parte en nuestra página web, www.tedgrant.org

El asesinato de Trotsky

El asesinato de Trotsky en agosto de 1940 fue un golpe devastador para las jóvenes e inexpertas fuerzas de la IV Internacional. Desgraciadamente, los dirigentes de la Cuarta no estuvieron al nivel de las tareas planteadas por la historia. Privados de la dirección de Trotsky cometieron una serie de errores fundamentales. Sólo la dirección del PCR en Gran Bretaña fue capaz de readaptarse a la nueva situación a escala mundial después de 1945.
Esto fue el resultado de la capacidad teórica de Ted Grant. Sus escritos sobre economía, la guerra, la revolución colonial y particularmente el estalinismo, fueron, y aún son, clásicos del marxismo moderno. Sobre esta base las fuerzas del genuino marxismo fueron capaces de reagruparse y construir en unas condiciones difíciles. Ted siempre insistió en el papel vital de la teoría marxista, por la que tenía una verdadera pasión. En cada etapa importante del desarrollo de los acontecimientos siempre regresaba a los clásicos, a los escritos de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, a los que conocía como la palma de su mano. Esta fue la base de todo su trabajo y el secreto de su éxito. Eso explica cómo fue capaz de mantener unido a un pequeño grupo de compañeros leales en los oscuros y difíciles años del auge capitalista que siguió a la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerzas del genuino marxismo quedaron reducidas a un minúsculo puñado, y nuestra tendencia consistía en sólo grupos aislados de seguidores en Liverpool, Londres y el sur de Gales. Hay que tener una clase especial de coraje para mantenerse en un período de reflujo y apostasía general, como fueron los años cincuenta. Pero Ted siempre fue totalmente incontenible. Tenía una completa confianza en el futuro del socialismo y los transmitía a todo aquel que entraba en contacto con él. Siempre tuvo un maravilloso sentido del humor que era contagioso. Con Ted alrededor, uno no tenía derecho a sentirse pesimista o abatido. Pero, en última instancia, este espíritu invencible de optimismo siempre descansaba en la teoría marxista.
Con la ayuda de compañeros como Jimmy y Arthur Deane, Pat Wall y otros seguidores, Ted consiguió no sólo mantener viva la tendencia, sino fortalecerla. Él elaboró la perspectiva de que las fuerzas del marxismo sólo se podrían construir a través del trabajo sistemático y paciente en las organizaciones de masas de la clase obrera. En Gran Bretaña eso significaba los sindicatos y el Partido Laborista, particularmente las Juventudes Socialistas.

La Tendencia ‘Militant’

Mi primer encuentro con Ted fue en 1960, cuando fue a hablar a las Juventudes Socialistas de Swansea, de las que yo era miembro. Yo estaba pasmado por sus conocimientos de marxismo, la forma clara que tenía de expresar incluso las ideas más complicadas con un lenguaje sencillo. Poco a poco desarrollamos una base en las JS, no sólo en Liverpool, también en Londres, Tyneside, Swanes y Brighton.
En 1964 decidimos publicar un nuevo periódico llamado Militant. Celebramos nuestra primera reunión en la pequeña habitación de un pub en Brighton. En aquel momento yo dudaba de que mucha gente reparara en nosotros. Pero cincuenta años después, la Tendencia Militant era un elemento importante en la política británica y era un nombre familiar. Algunos la describieron como el cuarto partido político de Gran Bretaña. Aunque realmente no éramos un partido como tal, en esta afirmación hay algo de verdad. En su punto álgido, Militant tenía unos 8.000 militantes, un gran local en Londres, tres parlamentarios y más liberados que el Partido Laborista. Gracias al trabajo de Militant, las ideas del marxismo ganaron apoyo en el Partido Laborista y los sindicatos. Esta era la expresión concreta de la corrección de las ideas, tácticas y métodos elaborados por Ted Grant. El ala de derechas y sus partidarios capitalistas, estaban fuera de sí. Ellos se podían permitir reírse de las payasadas de los grupos sectarios en los márgenes del movimiento obrero, pero esto era algo diferente. Inevitablemente, el ala de derechas lanzó una feroz caza de brujas contra Militant, culminando en una oleada de expulsiones. En 1983, Ted fue expulsado del Partido Laborista, junto con los demás miembros del Comité de Redacción. En una intervención desafiante en el Congreso Laborista, Ted dijo lo siguiente: “¡Regresaremos!” Y les dijo que no habría manera de separar el marxismo del movimiento obrero.
Sin duda era la única posición correcta que se podía tomar. Ted siempre solía decir: “¡Fuera del movimiento obrero no hay nada!” La verdad de esas palabras se ha demostrado en mil ocasiones. Pero hay personas que nunca aprenden. Desgraciadamente, un sector de la dirección de Militant permitió que nuestros éxitos se les subieran a la cabeza. Decidieron seguir el camino trillado de las sectas y apartarse del Partido Laborista. Para hacer esto, primero tuvieron que expulsar a Ted y a quienes le apoyaban. Aquellos que fueron responsables de este acto criminal de locura, lo justifican diciendo que era un “atajo” hacia las masas, al que Ted, con su sentido del humor habitual respondía: “Sí, un atajo sobre un acantilado”. Y así fue. Recuerdo aquellas reuniones de un pequeño grupo de compañeros en mi apartamento de Bermondsey. Recuerdo como si fuera ayer el extraordinario buen humor de Ted. Después de que fuéramos expulsados de Militant él bromeaba: “Bien, ¡ha sido la escisión más fácil por la que he pasado!” Pero en realidad, nos encontramos (en Gran Bretaña al menos) en una posición bastante difícil. Después de la caída de la Unión Soviética, existía un ambiente general de pesimismo en la izquierda. El marxismo recibía ataques de todas partes. ¿Cuál era nuestro deber en tales circunstancias? Siguiendo el ejemplo de Ted, decidimos que nuestro primer deber era defender las ideas fundamentales del movimiento. Publicamos Razón y Revolución (que ha sido un tremendo éxito internacional), después el libro de Ted: Rusia, de la revolución a la contrarrevolución. Ted y yo colaboramos en muchos más libros, panfletos y artículos, pero esos dos los considero el punto culminante de una colaboración política y estrecha amistad que ha durado 46 años, hasta esta mañana.

Las memorias de Ted

Los lectores de Socialist Appeal y www.marxist.com conocían a Ted como un teórico marxista de talla. ¿Y de Ted Grant el hombre? Era una persona muy humana, no como el estereotipo de un siniestro revolucionario. Siempre era accesible y conversaba de todo tipo de temas con cualquier que tuviera a mano, un poco como Sócrates en el Ágora de Atenas, sólo que era más probable que fuera la parada del autobús o en la tienda de fish and chip. Su lema podría haber sido: “No considero a ningún humano como alguien extraño a mí”.
Recuerdo cuando yo estaba en la universidad en Sussex y ganamos a un par de estudiantes de la organización de Healy. Eran chicos muy inteligentes y querían hablar con Ted, así que fijé una reunión. La conversación duró mucho tiempo y obviamente ellos estaban hipnotizados. Después les pregunté como había ido y dijeron que estaban asombrados por el alcance enciclopédico de sus conocimientos. En determinado momento ellos le preguntaron si conocía algo de Escandinavia, a lo que él respondió: “No mucho” y después comenzó un largo discurso de una hora sobre la política, la historia y la vida económica de Noruega, Suecia y Dinamarca. Tenía una amplia gama de intereses y podía hablar de fútbol o de carreras de caballos (él disfrutaba apostando ocasionalmente) así como de literatura o de cultura en general. Sus autores favoritos eran Jack London y Galsworthy. De ‘La Saga de los Forsyte’ en una ocasión me comentó: “él [Galsworthy] demostró a la burguesía como eran ellos realmente, y nunca se lo perdonaron”. ¡Qué maravillosa y perceptiva crítica literaria! Sin embargo, él y yo nunca estuvimos de acuerdo sobre James Joyce. Ted siempre fue muy cuidadoso con su salud. “Marx y Lenin no se cuidaban”, solía decir, con una miraba reprobatoria, como si estuviera riñendo a los fundadores del socialismo científico por su falta de atención. Siempre fue muy particular con su dieta. Comía enormes cantidades de fruta para desayunar, por ejemplo. No fumaba y sólo comenzó a tomar un poco de vino tinto con las comidas en los últimos años porque leyó en alguna parte que era bueno para la salud. Por otro lado, tenía un apetito voraz y más de un compañero se lo encontraba comiendo fuera de casa después de una visita fugaz de Ted. Sin embargo, no se reflejaba en su peso debido a su vigoroso programa de ejercicio que realizaba religiosamente durante al menos una hora cada noche antes de irse a la cama.
Ted no se cohibía en absoluto por su apariencia. La excepción era cuando visitaba a su hermana mayor Rae en París. Rae (que murió el año pasado), a diferencia de su hermano, era muy consciente de la moda y no estaba contenta a menos que su hermano apareciera ante ella vestido convenientemente. Por lo tanto, algunas semanas antes de ir a París, Ted pedía a algún compañero que le ayudara a comprarse un traje nuevo. Tenía que ser un traje azul de sarga (explicaba), porque era el que le gustaba a Rae. Después de muchos años de esta representación, alguien le pidió a Rae que pensaba del traje nuevo de Rae, a lo que ella respondió: “¡Espero que por bondad alguien le diga que deje de comprarse esos horribles trajes azules de sarga!”

Ted como compañero

Ted no era el hombre más fácil para trabajar con él. Sus profundos conocimientos de marxismo y su insistencia en el cien por cien de corrección, le hacían ser muy exigente, especialmente aquello relacionado con la escritura. Repasaba un manuscrito docenas de veces, con un lápiz rojo en una mano, tachando, subrayando y garabateando comentarios indescifrables al margen, mientras que el desafortunado autor miraba horrorizado. Esto molestaba a algunas personas, pero yo personalmente lo consideraba una formación útil. Después de todo, lo importante son las ideas y no el ego personal de los aspirantes a autor. Aquellos que planteaban las ideas primero aprendían mucho.
Ted tenía un apetito ilimitado por el trabajo y la discusión política. Pero tenía su propia rutina y no permitía que nadie le desviara de ella. No leía los periódicos diarios, devoraba cada línea. Cada día leía The Financial Times, The Morning Star y (por razones que nunca pude comprender) The Daily Express. “Debes leerlos todos, desde la primera página hasta la última”, decía. “Esto es historia contemporánea”. En las manifestaciones siempre estaba allí, caminando arriba y abajo junto a las líneas de manifestantes, con su Socialist Appeal ofreciéndolo audazmente. Normalmente vendía más que cualquier otro compañero. Había algo en él a lo que no podías decir no. Pero lo que realmente le gustaba era hablar en público. Normalmente hablaba durante una hora a veces más y siempre mantenía la atención de las personas. Sus discursos mostraban un profundo conocimiento de la materia, con muchos datos (“datos, cifras y argumentos es lo que se necesita” solía decir, cuando aconsejaba sobre escribir o hablar en público). En sus discursos no había ningún elemento negativo, mezquino o rencoroso de lo que tan a menudo caracteriza los desvaríos de las sectas. No había ataques personales, pero a menudo daba rienda a su sentido del humor, especialmente cuando hablaba de los burgueses o dirigentes del ala de derechas. Algunas veces incluso estallaba en carcajadas cuando hablaba de las estupideces de estas damas y caballeros, y era tan contagioso que todo el mundo terminaba doliéndole la cara. Ted estaba particularmente interesado en economía y filosofía marxistas. Su panfleto: ‘¿Habrá una recesión?’, es una pequeña obra maestra, mientras que ‘La teoría marxista del Estado’, era una de esas pocas obras del marxismo moderno de las que se puede decir que han añadido y desarrollado las teorías de Marx y Engels. Con relación a su apasionado interés por la filosofía marxista, él seguía muy de cerca todos los acontecimientos de la ciencia moderna. Hubo un comentario que me impactó por particularmente profundo. Él decía que en la mente humana “la materia finalmente es consciente de sí misma”. La forma más maravillosa que se puede imaginar para expresar el materialismo filosófico.

El último período

En el momento de la escisión de Militant, Ted ya era un “joven” de 78 años. Pero como había hecho antes, viajaba a otros países, daba discursos de una hora y media. Parecía decidido a continuar de esta manera para siempre. A veces parecía convencido de que esto sería así. Era un rendimiento verdaderamente formidable. Pero la naturaleza tarde o temprano se impone.
Ted estaba hablando hace unos años en una reunión en Londres cuando de repente se detuvo en seco. Más tarde se dio cuenta de que había tenido un pequeño ataque. Se recuperó bien pero ya se encendió la luz roja. Un grupo dedicado de compañeros ayudaban a Ted tanto como era posible, pero su condición física claramente se deterioraba. Este deterioro se aceleró después de una operación por un problema de próstata. Ya no era capaz de realizar su trabajo como antes y raramente hablaba en las reuniones.
Al final necesitaba un cuidado profesional durante todo el día y entró en una residencia en el campo cerca de Romford. Aquí tenía sus libros y era visitado por los compañeros para garantizar que estaba bien cuidado. Estaba suficientemente cómodo, aún era capaz de caminar por sí solo y sin dolor, pero él quería estar activo de nuevo. Quería saber del trabajo de la organización (la cháchara nunca le interesó lo más mínimo). Le conté los éxitos de la CMI en Venezuela. Él remozaba: “¿Entonces lo estamos haciendo bien? Sí, Ted, lo estamos haciendo muy bien. Y todo gracias a ti”. Aunque en general su concentración y su memoria se estaban deteriorando, tenía momentos de lucidez en los que era capaz de participar en discusiones políticas. Yo me aprovechaba de esos días para hacerle algunas entrevistas sobre la historia del movimiento que publicamos en www.marxist.com. Hace unas semanas le pregunté: “Si te encontraras con Chávez que le dirías?” Inmediatamente respondió: “Le diría que tome el poder”. La última vez que Ana y yo le visitamos fue el domingo pasado (el día de su 93 cumpleaños). Parecía un poco más bajo de lo habitual y no hablaba mucho, pero todavía fue capaz de andar con nosotros hasta la puerta principal. Hablé con él por teléfono casi cada día desde entonces. Ayer por la tarde le telefoneé de nuevo y preguntó cuando iría a visitarle, respondí que iría el viernes por la mañana y que esperaba llevar a Manzoor Ahmed, el parlamentario marxista de Pakistán, para que le viera. Estaba muy contento y así fue como quedamos.
Esa reunión estaba destinada a no celebrarse nunca. Ted Grant ya no está con nosotros. El hombre que hizo tanto por defender las ideas del marxismo, que casi sin ayuda salvó la herencia del trotskismo del naufragio, se ha ido. Para todos aquellos que fuimos educados por Ted, que trabajamos y luchamos a su lado para construir el movimiento revolucionario, que hemos permanecido leales a él hasta el final, este es un golpe amargo. Era el último representante vivo de una generación excepcional, una generación de gigantes revolucionarios que lucharon bajo la bandera de León Trotsky y que salvaron el honor de la Revolución de Octubre, que preservaron su herencia y la mantuvieron intacta e inmaculada para la nueva generación. Ted Grant era el representante más excepcional de esa generación. Nos ha entregado la bandera a nosotros, el programa, la teoría, los métodos y las ideas que sólo pueden llevar a la victoria. Ted Grant nunca fue un sentimental. Nunca quiso que malgastáramos nuestro tiempo en lamentaciones y quejas inútiles. Nos sentimos apenados por la desaparición de un gran hombre, compañero y amigo, pero honraremos su memoria de la única manera que él aplaudiría: aumentando el trabajo, luchando por las ideas del marxismo y construyendo la Corriente Marxista Internacional. Construiremos un monumento a la memoria del compañero Grant, un monumento imperecedero de organización proletaria, un monumento que es capaz de transformar el mundo.
No hubo nadie como Ted Grant cuando estaba vivo y nadie puede sustituirle ahora que se ha ido. Pero en las filas de la Corriente Marxista Internacional hay muchos cuadros experimentados que han absorbido sus ideas y métodos, que están plenamente equipados para llevarlo a la práctica. Hoy nadie puede dudar de que tendencia creada y alimentada por Ted Grant está avanzando a velocidad constante y haciendo una conquista tras otra a escala mundial. La autoridad y el prestigio de estas ideas nunca ha sido tan alta como en el momento actual. Ese es el mejor testimonio de la corrección de las ideas y posición de Ted. Es la justificación del trabajo de su vida al cual estaremos todos eternamente agradecidos.

Alan Woods, Londres, 20 de julio de 2006

viernes, julio 07, 2006

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL GRAN POETA REVOLUCIONARIO VLADIMIR MAYACOVSKI.


El 7 de julio de 1893, en la aldea georgiana de Bagdadi, no lejos de la ciudad de Kutaisi, cuyas antiguas edificaciones se reflejan en las aguas del río Khanis-Tshali, vino al mundo el gran poeta y dramaturgo Vladimir Maiakovski, cuya vida intensa y fugaz, como la de un brillante meteoro, se convertirá en uno de los símbolos culturales más importantes de la Revolución de Octubre en la que tendrán lugar las más radicales transformaciones sociales y se ensayarán las más audaces iniciativas artísticas.
Hijo de un humilde inspector forestal, su padre apenas pudo darle una educación elemental. Sus primeros años van a transcurrir en contacto constante con la naturaleza, que forjará una poderosa personalidad de montañés caucasiano. El trato íntimo con los campesinos, el conocimiento de sus problemas y de las injusticias que tenían que soportar, desarrolló en el niño sensible y apasionado que era entonces Maiakovski, un desgarrado amor por el pueblo, que llegará a convertirse en la nota dominante de la sinfonía multicolor de sus futuras composiciones literarias.
La muerte del padre, acaecida en 1906 provocó un cambio radical en las circunstancias ambientales en las que hasta entonces se había desarrollado la vida del poeta. La madre, al enviudar, decide trasladar la residencia de la familia a Moscú, a donde Maiakovski, apenas de 13 años, llega en compañía de sus hermanas, Olga y Ludmila. El impacto emocional que la gran ciudad causó en el poeta fue extraordinario, hasta el punto que muy pronto sus esencias campesinas quedan relegadas a un segundo plano y Maiakovski acabará siendo un escritor típicamente urbano. Partiendo de cero, venciendo toda clase de dificultades, gracias a su tenacidad y a la fuerza de su genio, va completando su formación intelectual.
Cuando llega a Moscú, estaba muy cercana la revolución de 1905. Los ánimos estaban encrespados, las huelgas y manifestaciones se sucedían y Maiakovski se lanzó a ellas con el calor y la furia que ponía en todo: militante del partido bolchevique, detenido por primera vez en 1907, apenas con 13 años, acusado de formar parte de la imprenta clandestina del Partido. A causa de su edad, fue puesto en libertad bajo vigilancia especial de la policía que le controla estrechamente y sigue sus pasos por todo Moscú. Luego será detenido otras dos veces, la última de ellas en 1909 por organizar una fuga de unas mujeres encarceladas, por lo que cumple un año de prisión. Tenía sólo 17 años de edad.
En prisión entra en contacto con hombres vencidos y humillados, pero que, al contrario de los campesinos, no se resignan con su suerte y soportan la adversidad con un gesto de orgullo. Lee con desesperación, de una forma indiscriminada, todos los libros que caen en su mano, los permitidos y los que circulan clandestinamente entre los reclusos. Medita largamente sobre el contenido de sus lecturas y saca de ellas conclusiones que compara con su propia y peculiar manera de concebir la vida y con la situación caótica de su país. Ostrovski le resulta decadente, a través de la expresión naturalista de sus dramas puede percibirse la descomposición de la burguesía rusa, pero en ellos no se abre ninguna puerta a la esperanza ni al futuro, ese futuro con el que Maiakovski comienza ya a soñar, el mundo de sus posteriores obras literarias en el que el hombre, liberado de sus ancestrales tendencias destructoras, podrá aliarse con las máquinas, sin el temor de que éstas puedan llegar a esclavizarle. En cuanto a Tolstoi, no puede comprender el nihilismo místico del autor de Resurrección, que contrasta violentamente con su exuberante vitalidad. Dostoievski, en fin, le asusta por lo que deja entrever en sus obras, ese mundo abisal de anhelos subconscientes que impiden el desarrollo del pueblo ruso impulsándole, como a los Karamazov y a Raskolnikov, hacia posturas delirantes y atormentadas. Le quedan Pushkin y Blok, sobre todo Blok, cuyo difuso simbolismo resulta un grato estimulante para la desbordada imaginación del joven Maiakovski, y cuya poesía suavemente melancólica venía a ser para él como un sedante que calmaba en parte sus frenéticos deseos de rebeldía.

La aventura del futurismo

No todo en Rusia se reducía a inquietudes de tipo político, sino que relacionadas con ellas, habían aparecido otras inquietudes de tipo artístico y literario que se concretaban en un violento deseo de acabar con las viejas fórmulas estéticas rutinarias y convencionales. Stanislavski y Némirovitch-Dantchenko habían inaugurado en Moscú su Teatro del Arte en 1898, haciendo dar un paso de gigante a la escena rusa y descubriendo, gracias a sus nuevas técnicas escenográficas e interpretativas, la íntima poesía de los dramas de Chejov, convirtiendo, gracias a ellas, el fracaso inicial de La gaviota en un ruidoso éxito. Poco después, Diaghilev y Benois fundan la agrupación El Mundo del Arte, en la que iban a tener su origen los maravillosos Ballets Rusos. En Petrogrado, Meyerhold comienza por su parte a aplicar sus revolucionarias teorías biomecánicas a la puesta en escena de los dramas simbolistas de Alejandro Blok, y de Nicolás Evreinov.
Antes de ser el Poeta de la Revolución Rusa, Maíakovski lo fue de la revolución formal. A los diecinueve años firma el manifiesto futurista titulado Bofetada al gusto público. La vida se presenta para él, físicamente enorme, como una gran exaltación, una larga e insolente euforia. La embriaguez de la destrucción de la palabra, de la forma, de la sociedad, de la cultura, es sólo un modesto anticipo de la plenitud de lo nuevo. Poesía, amor y revolución están tan estrechamente unidos en el potente movimiento de este espíritu que la revolución se hace poesía y el amor se convierte en revolución. La rebeldía desmesurada de un adolescente coincide con la convulsión colectiva de una gran subversión histórica. Vanguardia formal y vanguardia revolucionaria se confunden por un instante, fugaz y grandioso. Anchamente abiertas quedan las puertas de lo nuevo. Y las voces que por tanto tiempo habían reclamado el futuro se encuentran de repente instaladas en él. El ritmo febril de la visión que ajustarse a la exasperante resistencia de lo cotidiano. El impulso vital choca violentamente con la inercia y más tarde tiene que pactar con ella. El amor, la poesía y la revolución no son sólo un gran momento de iluminación, sino también una ardua y prolija tarea cotidiana.
Al salir de la cárcel, Maiakovski suspende, en parte, sus actividades políticas y se plantea el problema de cuáles son en realidad sus últimas apetencias vitales. Su personalidad artística no está todavía completamente definida: le atraen casi por igual la pintura y la poesía, no sabe por cuál de las dos artes decidirse. Un azar, la impresión que causa en su espíritu la contemplación de una colección de cuadros impresionistas expuestos en Moscú, le lleva a inclinarse por la pintura, matriculándose en 1910 en el Instituto de Pintura, Escultura y Arquitectura, de donde, paradójicamente, acabará por salir convertido en un poeta. el secreto de esta transformación hay que buscarlo en su encuentro en las aulas del Instituto con el pintor David Burliuk, al que muy pronto se siente unido por una firme y duradera amistad.
Burliuk tiene palabras amables para los ágiles dibujos de Maiakovski, mordazmente intencionados y llenos de gracia expresiva, pero no les da demasiada importancia, considerándolos casi como la obra de un aficionado. Maiakovski, un poco desilusionado, vuelve de nuevo los ojos hacia la poesía e intenta llevar a sus poemas el espíritu de sus dibujos para de ese modo poder marchar decididamente detrás de la pintura, a la que sigue considerando en primer lugar. Pero no se encuentra seguro de sí mismo, y guarda celosamente durante algún tiempo sus primeras producciones literarias sin enseñárselas a nadie, hasta que, al fin, durante el otoño de 1912, paseando una noche con Burliuk, lee al pintor sus ensayos poéticos, aunque ocultando su paternidad y diciéndole que se trataba de los versos de un amigo.
Maiakovski, en su autobiografía, nos ha dejado fiel testimonio de lo que supuso para él aquella noche, que resultó crucial para el desarrollo de su personalidad artística: Tras escucharme, David se para y me mira. Grita, desaforado: 'No lo niegues, eres tú quien has escrito esas composiciones. Tengo ante mí a un poeta genial'. El empleo por mi amigo de un adjetivo de tal magnitud para calificarme, me llenó de inquietud y de alegría. Desde entonces me consagré a la poesía por entero. Aquella noche, de una manera completamente inopinada, yo me había convertido en un poeta.
Tras abrazar a su amigo, Burliuk habla largamente con él sobre las diversas tendencias estéticas que entonces predominaban en Rusia. Los dos coinciden en que hay que arrinconar a los clásicos: Tolstoi, Dostoievski, Chejov... Alejandro Blok y los simbolistas pueden pasar, pero tampoco serán ellos los representantes del arte del mañana. Sólo queda el futurismo. Ese es el camino que Maiakovski debe seguir, pero para poder poner de manifiesto su genio en su total intensidad es necesario que estudie, que se perfeccione, sin que se vea perturbado por ninguna clase de preocupaciones económicas. Burliuk, llevado de su entusiasmo, ofrece entregarle cincuenta kopeks diarios para que pueda hacer frente a sus necesidades sin tener que recurrir a ningún trabajo extraliterario.
Al día siguiente, el pintor presenta a Maiakovski a sus amigos como el gran poeta Maiakovski.
El movimiento futurista acaba de escindirse en Rusia en dos grupos contrapuestos que se atacaban denodadamente: el egofuturismo y el cubofuturismo. A la cabeza del primero se encontraba el poeta Severianin, autor de poemas insulsos y preciosistas en los que desarrollaba una temática convencional e intranscendente: los amores de opereta, la descripción de las alcobas de las damas, los paseos equívocos en los primeros automóviles... Expresivamente resultaba confuso a fuerza de querer manifestar una falsa elegancia, abusando para conseguirlo de los términos franceses. Según la posterior definición de Maiakovski, Severianin era el cantinero de la poesía rusa y sus poemas una serie de refresco de lilas. A su lado se encontraban un grupo de mediocres poetas deseosos de notoriedad, que veían en las ideas estéticas de Marinetti una fórmula fácil y segura para llamar la atención sobre ellos, pero que suavizaban al máximo las teorías del poeta italiano porque, a pesar de todo, se encontraban a gusto entre los burgueses que les rodeaban, donde no querían desentonar demasiado.
Los cubofuturistas, en cambio, pretendían llevar las teorías de Marinetti a sus más audaces y últimas consecuencias. El iniciador del cubofuturismo había sido precisamente David Burliuk, quien, con un grupo de colaboradores, entre los que se encontraban su hermano Nicolás y los poetas Klebnikov y Kamenski, habían lanzado el nombre de cubofuturismo en una revista que empezó a publicarse en 1910, bajo el título de El Grupo de los Sentenciados; más tarde se unirían a su empresa renovadora nombres tan representativos como los del pintor Chagall, el futuro cineasta Eisentein, el traductor y poeta Boris Pasternak y el director de escena Usévolov Meyerhold. Al conjuro de las palabras mágicas de Burliuk, el gran poeta Maiakovski, éste fue recibido en el grupo con todos los honores y muy pronto acabó convirtiéndose en una de sus figuras más representativas.
Sin embargo, su adhesión al cubofuturismo planteó a Maiakovski un profundo problema de conciencia: el de cómo conciliar sus deseos de ayudar al pueblo, de convertirse en un poeta popular, con las formas expresivas, intelectualistas y refinadas. Una serie de interrogantes debieron perturbar su espíritu en la hora crucial de su nacimiento como poeta: ¿Podrían los obreros y los campesinos comprenderle, llegar a captar el último sentido renovador que se escondía en aquellas metáforas suyas, que parecían estallar en el aire como un estrepitoso fuego de artificio? ¿No sería Gorki, con su realismo a ultranza y sus problemas concretos quien había escogido el verdadero camino a seguir para lograr la comprensión y el acercamiento del pueblo?
Por otra parte ¿es que acaso Burliuk no se consideraba a sí mismo como un artista proletario? ¿Es que acaso no afirmaba su amigo que precisamente las fórmulas expresivas del futurismo eran las más adecuadas para lograr despertar al pueblo, para hacerle reaccionar por medio de agresión metafórica, sacándole de ese modo de su soñolencia burguesa?
Maiakovski no llegó nunca a contestar de una forma concreta a estas preguntas. Las borró simplemente de su conciencia, elaborando un mecanismo de defensa basado en una serie de condicionamientos sofisticados. Marinetti era un burgués, no cabía duda, y sus fórmulas estéticas estaban particularmente concebidas para agradar a grupos minoritarios y refinados, pero el cubofuturismo nada tenía que ver con las ideas del poeta italiano, era una creación original rusa, un intento de trasladar el espíritu revolucionario a la pintura y a la literatura. Los términos rebuscados, las imágenes dislocadas que utilizaban los poetas del grupo venían a ser algo así como los gestos desgarrados de Petmchka, la marioneta popular de los teatros de feria, tan querida de los campesinos. El, con sus metáforas audaces, llegaría también al corazón del pueblo, como Petruchka lo había hecho con su cínico desenfado. La literatura burguesa, con sus problemas falsos y decadentes, era la que el pueblo no podría llegar a comprender nunca, la que le impedía darse cuenta de su verdadera situación.
Aparentemente, Maiakovski había resuelto su problema. Nada le impedía ya identificarse totalmente con el cubofuturismo, con el futurismo proletario del que su admirado Burliuk era el padre espiritual Aparentemente, nada más, porque en lo más hondo de su subconsciente quedó siempre agazapada la duda, y un oscuro sentimiento de inseguridad comenzará a perturbar al poeta, sentimiento que irá haciéndose más intenso a medida que vayan haciéndose más frecuentes los ataques al futurismo y la frase, tan odiada por él, de que aquello no podían comprenderlo los obreros, esgrimida por los partidarios del realismo, vaya teniendo más ecos en la conciencia del país. La unidad de su personalidad se rompe. Acaba haciéndose ambivalente, y esta ambivalencia es la que va a explicar la paradoja de que en sus composiciones poéticas podamos encontrar frecuentemente las situaciones atormentadas y los paisajes grises, a lo Dostoievski, que tanto había censurado; la paradoja de que, siendo tan grande su fe en el porvenir de la humanidad, aborde, no obstante, en ocasiones el tema del suicidio; la trágica paradoja, en fin, de su propia autodestrucción.
Impulsados por Maiakovski, los cubofuturistas deciden en 1913 dar un paso adelante, mostrándose en público, para de ese modo ampliar el escaso campo de acción que podían alcanzar con sus revistas minoritarias. El poeta Vasilio Kamenski nos ha dejado un fiel relato de lo que fue la primera salida de los cubofuturistas a la vida pública, de su presentación en sociedad, por así decir:
Burliuk llevaba una levita forrada de telas de diversos colores, un chaleco amarillo con botones plateados y un sombrero de copa. Yo, un traje color cacao bordado en oro y también, como Burliuk, un lustroso sombrero. Maiakovski había dibujado, con un lápiz de maquillaje, en la mejilla de Burliuk, un perrito con el rabo levantado, y en mi frente, un aeroplano. Formábamos en conjunto una pintoresca mascarada... A las doce en punto nos presentamos en el Kuznetski. Todos llevábamos una cuchara de madera en la mano y avanzábamos lentamente; luego, con el aire más natural del mundo, comenzamos a recitar nuestros versos uno detrás de otro... Serios, solemnes, sin una sonrisa.
Los cubofuturistas realizaban todas estas excentricidades de una forma conscientemente calculada. Estaban convencidos de que era necesario deslumbrar a los filisteos, golpear la conciencia adormecida de los burgueses no sólo con una agresividad artística, sino también con una agresividad vital.
A pesar de lo cual, Maiakovski no cayó nunca en las extravagancias indumentarias de sus compañeros. Estaba de acuerdo con ellos en que era necesario herir el sentido conformista y rutinario de la mayoría, echarle en cara y hacerle comprender que se preocupaba únicamente por lo accesorio, olvidando lo fundamental, pero, sin embargo, un inconcreto sentido del pudor, le impedía aparecer en público con aquellos atuendos estrafalarios. Por eso, para poder mostrarse a salvo, sin sentirse al mismo tiempo en ridículo, decide utilizar como única indumentaria la blusa tradicional de los campesinos rusos. Una blusa de color amarillo, precisamente amarillo, porque, como escribiría más tarde su hermana Ludmila: El amarillo fue siempre nuestro color preferido; venía a ser para nosotros como un símbolo de la soleada Georgia...
En cuanto al origen de aquella blusa que llegó a ser casi legendaria, es el mismo Maiakovski quien nos lo explica: Un día, estando sin dinero y deseando llevar una corbata espectacular, cogí a mi hermana un ceñidor amarillo y lo anudé en mi cuello. Tuve un éxito loco... Entonces pensé que aumentando el tamaño de la corbata mi éxito aumentaría en igual proporción. Desgraciadamente, las dimensiones de una corbata son limitadas, por lo que no tuve más remedio que echar mano de mi astucia: convertí la corbata en una blusa y la blusa en una corbata. El efecto fue irresistible.
Lo que comenzó siendo una burla acaba convirtiéndose en una especie de rito. El poeta termina por identificarse con su blusa amarilla, se siente orgulloso de ella. Un secreto instinto le dice que resulta de una detonancia mucho más positiva que la levita de Burliuk o la chaqueta bordada de Kamenski. Los atuendos de sus compañeros resultan, desde luego, provocativos, pero su blusa no sólo es provocativa, sino también insolente. Insolente, ésa es la palabra, que al referirse a ella, le gusta a él emplear: De ese modo resulta insolente. Mi mayor placer es presentarme con mi blusa amarilla en una reunión de personas elegantemente vestidas, haciendo resaltar su noble modestia y su distinción sobre los convencionales trajes de ceremonia.
Esta es la descripción que del poeta dibuja un periódico de la época: Maiakovski es grande y potente como sus metáforas. Una arruga vertical sobre las cejas, un mentón macizo, ligeramente prominente. Una silueta de descargador del Volga. Una voz de tribuno. Un humor sin sonrisas. Es audaz y tímido a la vez. La depresión o la euforia le dominan alternativamente. Puede mostrarse duro en su lucha contra los que no comprenden sus ambiciones cósmicas de futuro, y tierno y sensible en su correspondencia con Lili Brik. Esas cartas rebosantes de ternura, muchas de las cuales van firmadas solamente con la palabra Chtchen, diminutivo de Chtchénok (perrito) debajo de la cual puede verse el dibujo de uno de esos encantadores perritos que tanto le agradaba pintar.
En el almanaque de los cubofuturistas comienzan a aparecer por esta época los primeros poemas de Maiakovski: En auto, Los teatros, De una calle a otra. En ellos se nos presenta el Moscú nocturno, como una delirante acumulación de objetos, animados al resbalar sobre ellos la luz reverberante de los arcos voltaicos y de los faros de los automóviles. Aunque un poco vacilantes todavía sin embargo, su forma expresiva presenta ya las características peculiares del poeta: metáforas brillantes, definiciones tipo consigna rotundas y demoledoras, juegos de palabras, vocablos que parecen romperse al conjuro de una fuerza mágica.
La frase entusiástica de Burliuk el gran poeta Maiakovski, que al principio resultaba hiperbólica, comienza a ser una realidad.

La mentalidad cósmica de Maiakovski

Entre las principales figuras del grupo de los cubofuturistas sobresalía, por su originalidad, el poeta Klebnikov, hombre extraño, dotado de una curiosidad sin límites que trataba de desarrollar en sus poemas toda serie de fantasías, de proyectos utópicos y de inverosímiles invenciones. Maiakovski, que desde niño se había sentido atraído por los objetos inanimados, hasta el punto de considerarlos dotados de vida propia, enamorado de la técnica y al que las máquinas llegaban casi a fascinar, se sintió muy pronto atraído por las desconcertantes teorías del poeta vagabundo y escuchaba con avidez sus proyectos, casi siempre descabellados, pero muy de acuerdo con la visión fantástica que del mundo del mañana iba concibiendo el futuro creador de la Mujer fosforescente.
Los utópicos devaneos de Klebnikov, al ser tamizados por el genio creador de Maiakovski, parecían perder su carácter de sueño enfebrecido para convertirse en concretas posibilidades concebidas a escala planetaria. Maiakovski sentía crecer su confianza en la técnica, su convicción de que las máquinas lograrían librar al hombre de todas sus servidumbres. Ante los ojos de su espíritu se abría un deslumbrante porvenir, sólo ensombrecido por el peligro de que las máquinas, los objetos, pudieran un día rebelarse contra el hombre si éste abusaba de ellos y pretendía emplear su fuerza para la destrucción. Si Burliuk hizo nacer a Maiakovski como poeta, Klebnikov le convirtió en el poeta cósmico e iluminado capaz de adelantar una visión clara y luminosa del futuro:
No nos es posible imaginar todo lo que nos reserva el futuro: el polvo gris que envuelve nuestras ciudades se convertirá en una atmósfera luminosa en la que brille un arco iris de cien colores, envuelto en una suave música que descenderá de las montañas... Los distancias se acortarán, el océano perderá su dimensión, podrá irse de Europa a América en unas cuantas horas... Es más, quizá dentro de cincuenta años nuestras naves aéreas emprenderán la conquista de los planetas.
Dentro de cincuenta años nuestras naves aéreas emprenderán la conquista de los planetas. Y esto escrito en 1921, cuando Rusia vivía las horas dramáticas de la guerra civil y el hambre y la desorganización imperaban sobre todo el país.
Klebnikov inició también al poeta en la lectura de las obras de Wells y Einstein, que serán siempre sus autores preferidos e influirán en él hasta el punto de que sus obras resultarán en algunas ocasiones una especie de síntesis de la fantasía del novelista inglés, de la rigurosidad científica del filósofo alemán. En el poema Quinta internacional, publicado en 1924, Maiakovski definía así el lugar que le gustaría ocupar en el mundo en los siguientes versos:

Yo me encuentro en la línea
de los creadores del mañana.
En la línea de los Edison,
la línea de los Lenines,
En la línea de los Einstein.

En 1913 Maiakovski y los otros componentes del movimiento cubofuturista logran disponer de un lugar propio de reunión, el cabaret La Linterna Roja, una gran sala con una mesa en el centro y otras alrededor para formar una más grande en las que se sentaba el público. Las paredes del local estaban decoradas con una profusión de dibujos absurdos: tordos de mujer, cerdos y caballos voladores... Encima de la puerta de los lavabos, una inscripción en semicírculo: Palomo despliega las alas... Palomos, desplegad las alas. Adherida al muro podía verse una lata de sardinas vacía. Mezclados con el público corriente, los futuristas se hacían notar por sus atuendos extravagantes, discutían acaloradamente entre ellos y con los clientes del local. Maiakovski subía al escenario; los asistentes se ponen de pie y comienzan a cantar el himno de los cubofuturistas:

Comamos piñas,
bufones estúpidos,
mientras quede con vida
el último burgués.
Maiakovski, con un plato de carne en una mano y una campanilla en la otra, comienza a recitar:

Hoy nuestras palabras
apenas si pueden llegar a la calle,
escapando por las chimeneas de los teatros.
Mañana
la calle se llenará de nuestras voces.

Tras la apertura del cabaret de La Linterna Roja, y en el mismo año de 1913, los futuristas van a intentar llevar el futurismo al teatro. Maiakovski había lanzado la idea en un artículo publicado al comenzar el año: La radical transformación que pretendemos realizar en los dominios de la estética en nombre del arte del porvenir, del arte de los futuristas, no puede respetar el teatro ni detenerse ante sus puertas.
Para realizar un ensayo general de sus posibilidades teatrales, los cubofuturistas deciden montar un espectáculo agresivo ante el que los espectadores no tendrían más remedio que reaccionar también de una forma agresiva. El espectáculo fue anunciado bajo el pomposo título de Primera actuación en Rusia de los creadores del lenguaje. Los decorados habían sido pintados por David Burliuk y Casimiro Malevitch. El programa se abrió con la presentación del poeta Krutchonyk, que recitaba una serie casi interminable de extravagantes versos mientras arrojaba té caliente a los espectadores de las primeras filas de butacas, y se cerró con la actuación de Maiakovski, que pronunció una conferencia, El guante, en el transcurso de la cual simulaba sacar de cada uno de los dedos de un gigantesco guante que llevaba en su mano derecha, al estilo dé un prestidigitador de circo, los temas candentes del momento, para definirles y sintetizarles en una catarata de paradójicas metáforas.
El resultado de este primer experimento teatral, aunque no resultó del todo satisfactorio, animó a los cubofuturistas a seguir el camino emprendido para lograr fundar el que más tarde llamarían con orgullo El Primer Teatro Futurista del mundo, teatro cuya realidad anuncian ya el 17 de julio de 1913 en un manifiesto publicado con ocasión de celebrarse en la capital de los zares el que se denominó Primer Congreso panruso de los rapsodas del futuro. Poco después, el teatro se inaugura, poniendo en escena un pequeño juego escénico de Klebnikov, La muchacha de nieve, a la que siguió en el cartel un drama del mismo autor, El error de la muerte. En esta última el poeta había fiado a lo sobrenatural la consecución de sus propósitos agresivos. En el drama nos presenta a la Muerte bailando con doce cadáveres, a los que lleva luego a beber a una taberna; cuando están dispuestos a consumir unas copas de jugo de cerezas, otro cadáver llama con fuerza en la puerta del local, pretendiendo tomar parte también en la libación. La Muerte se excusa asegurando que únicamente cuenta con doce vasos, pero en el calor de la discusión comete el error de decir que a fuerza de hablar se le está quedando la cabeza vacía como un vaso de cristal; entonces el cadáver exige que le dejen entrar, ya que puede beber en el cráneo de la Muerte. Obligada por sus propias palabras, la Muerte termina por servir en su cráneo el jugo de cerezas al inso1ente cadáver. Pero al desprenderse de la cabeza, la Muerte cae al suelo muerta, mientras los cadáveres resucitan.
Tras los dos dramas de Klebnikov vinieron otros, escritos por diversos poetas del grupo, que no lograron convencer al escaso público asistente, compuesto sobre todo por curiosos. En lugar del impacto que los futuristas querían lograr, estas primeras representaciones sólo consiguieron provocar la burla y aumentar la aureola de extravagantes que rodeaba a los habituales contertulios de La Linterna Roja. Para triunfar en el teatro, el movimiento necesitaba la colaboración de un gran dramaturgo, un dramaturgo que además de conocer los secretos de la escena, fuese capaz de plantear verdaderos problemas, capaces de horrorizar verdaderamente a los espectadores en lugar de hacerles reír, herirles en los puntos flacos de su seguridad conformista. Entre los poetas que formaban parte del grupo cubofuturista, sólo Viadimir Maiakovski era capaz de conseguirlo.
Maiakovski comenzó a trabajar en su primer ensayo teatral en el otoño de 1913; algunos meses después le tenía ya terminado. La obra llevabaprimero el título de El ferrocarril, que más tarde el autor cambió por el de La rebelión de los objetos y, finalmente, por un divertido azar, acabó titulándose escuetamente Vladimir Maiakovski. La razón de este título fue una equivocación del censor, que al leer en la primera hoja del manuscrito el nombre del autor, confundió éste con el título de la obra y concedió su autorización para representar una tragedia denominada Vladimir Maiakovski. El poeta aceptó este título para no tener que someter la obra por segunda vez a la censura y además porque, según la opinión de Pasternak, El nuevo título resultaba un descubrimiento de una simplicidad genial, ya que el propio poeta viene a ser, más que el autor, el objeto mismo de la obra, y de este modo el título no sólo es el nombre del autor, sino también el nombre que conviene al contenido.
El estreno de la tragedia Vladimir Maiakovski tuvo lugar el 2 de diciembre de 1913 en el teatro Luna Park de Petersburgo, por la compañía del aficionados, representando el propio Maiakovski el personaje principal.
La obra constaba de dos partes, y venía a ser un monodrama al estilo de los que preconizaba Evreinov. Al lado de Maiakovski, se movían una serie de siluetas fantásticas, de horrendos muñecos: el hombre joven, el hombre al que le falta una oreja, el hombre descabezado, el milenario Matusalén, la mujer de las lágrimas grandes, la mujer de las lágrimas pequeñas, que venían a ser como la deformación de las ideas del poeta y de la realidad que le rodeaba. Apenas existía una verdadera acción dramática. El telón, al alzarse, dejaba ver la plaza de una ciudad en la que se estaba celebrando una ruidosa fiesta de mendigos, pero la alegría es sólo aparente, porque, en realidad, una sombra de tristeza se extiende sobre la ciudad. Muy pronto los mendigos se rebelan contra los poderosos y los objetos se rebelan contra los hombres. Maiakovski se mezcla entre los pobres, les exhorta a resistir, dándoles consejos desconcertantes para remediar su impotencia, como el de que acaricien los gatos para aprovechar de ese modo la energía eléctrica acumulada por estos animales. El hombre joven acusa a los amotinados de crueldad y barbarie. En el segundo acto, la revuelta se disuelve por sí misma. Los mendigos, llenos de inquietud, se agrupan en torno del poeta, entre un estruendoso ulular de sirenas y el ronco son de los disparos de fusilería; tienden sus brazos hacia su protector en espera de las palabras salvadoras. Maiakovski, de pie en medio del grupo de los horribles maniquíes, vierte palabras de amor y de consuelo, pero su amor hacia los humildes no puede por sí solo transformar la cruel realidad. El poeta lo comprende y se duele de ello:
Yo he escrito todo esto para vosotros,
pobres ratas.
Pero yo no tengo pechos
con los que poder amamantaros como una buena nodriza.

Finalmente, el poeta recoge las lágrimas que derraman las mujeres y parte con ellas hacia el infinito, para arrojarlas a los pies de algún dios primitivo.
Boris Pasternak expresó del siguiente modo la sensación de inmensidad que la tragedia de Maiakovski había producido en él: El poeta ha logrado reunirlo todo en su tragedia. Las calles de la ciudad, los perros, los álamos y las mariposas. Los peluqueros, los panaderos, los sastres, y las locomotoras... La obra tiene las mismas últimas dimensiones lejanas y misteriosamente vagas que la Tierra. Toda ella se encuentra llena de esa inspiración insondable sin la cual no puede haber originalidad, de ese infinito, que parte de no importa qué momento de nuestra vida y en no importa qué dirección, sin el cual la poesía no es otra cosa que un bello conjunto de palabras vacías.
El público había acudido al teatro predispuesto en contra del espectáculo que los futuristas iban a ofrecerle. Cuando en el prólogo comenzaron a aparecer los personajes, saliendo de los puntos más oscuros del escenario, para desfilar lentamente con su aspecto de muñecos vivientes, de maniquíes animados, el público intentó reir, pero la risa se quebró en sus labios. Aquello no resultaba divertido, sino verdaderamente horrible. Pocos entre los espectadores pudieron al principio comprenderlo, y era lógico su desconcierto. Si yo acudo a un espectáculo con la intención de reír y de pasar el rato, si voy a ver a un payaso para divertirme con sus payasadas y de repente este payaso se pone a hablar seriamente de mis más ocultos problemas, la risa no logrará aparecer en mis labios. Eso era lo que al público le ocurría. En la sala se respiraba una atmósfera desagradable. Los espectadores querían reír a pesar de todo; la mayoría sólo había acudido al teatro para eso, pero aun en contra de sus deseos, no podían distraer su atención de lo que ocurría en el escenario.
Respecto a la actuación de Maiakovski, uno de los actores, Mguebrov, narra: Maiakovski -escribe el actor- llevaba su habitual blusa amarilla; iba de un lado para otro, fumaba de una forma natural, como si no estuviera en un escenario. A su alrededor se movían los muñecos. En sus movimientos y en sus palabras había algo de incomprensible y terrorífico, pero ¿es que acaso la vida no resulta también incomprensible y no está a veces llena de aconteceres terroríficos? Los espectadores se veían forzados a escuchar con atención y con sus comentarios llegaban casi en algunos momentos a representar el papel del coro. En efecto, cuando el poeta se dirige a los miserables muñecos gritando con su voz potente: 'Vosotros, pobres ratas...', la sala se llenó de murmullos y risas contenidas que parecían sugerir el tímido arañar de las ratas a una puerta cerrada. Y en la escena final, el público comenzó a gritar: 'No te vayas, Maiakovski'. Cuando el poeta, tras recoger en una gran bolsa las lágrimas de las mujeres, se disponía a partir, lleno de una auténtica emoción, hacia la eternidad, hacia los vastos espacios infinitos, hacia el mar.
Cuando el telón cayó tras la última escena, marcando el final de la obra, la tempestad contenida estalló y el escándalo se produjo. No las risas despectivas que habían acompañado hasta este momento a las representaciones de los futuristas, sino el escándalo rabioso que el poeta había querido provocar.
La obra fue silbada -dice Maiakovski, con orgullo, en su autobiografía- desesperadamente silbada.
El público se había sentido confundido y más tarde herido en sus puntos más sensibles, porque la tragedia estaba llena de un calor humano que es difícil encontrar en los textos dramáticos de la vanguardia europea. A pesar de su esquematismo y de la rigidez de sus gestos, los personajes de la obra reflejaban la miseria y los sufrimientos de aquella época. A pesar de las hipérboles y de las situaciones extravagantes, la tragedia nacía de una concreta situación social.
El estreno de esta primera obra dramática permitió descubrir sus extraordinarias dotes de actor. En esto todos estuvieron de acuerdo, hasta los críticos más conservadores, que calificaron su ensayo teatral como una impúdica estupidez. Así, Alejandro Kugel, escribía a este respecto: El señor Maiakovski tiene muy buena voz, un rostro expresivo, un aspecto teatral. Si se decidiese a dejar a un lado sus extravagancias literarias, para dedicarse completamente al oficio de actor, podría llegar a ser, con toda seguridad, un excelente galán joven.
Por su parte, Boris Pasternak escribe lo siguiente en Salvoconducto, refiriéndose a las cualidades de actor del poeta: Su talla gigantesca y su voz tonante constituían, casi por sí solas, un verdadero espectáculo. Las gentes acudían a verle para reir con las mordientes agudezas de sus sangrantes metáforas, para contemplar a aquel hombre que desafiaba e increpaba a los espectadores, buscando provocar su reacción violenta, que luego soportaba con un gesto de estoica resignación, como si se tratara de un sacrificio necesario... Maiakovski no encarna distintos personajes por separado; es capaz de encarnarlos todos a la vez... No representa papeles aislados, sino a la misma vida en toda su tumultuosa complejidad.
A raíz del estreno de la tragedia, Maiakovski, Kamenski y David Burliuk deciden emprender una gira por provincias para dar a conocer las ideas del cubofuturismo. La habilidad histriónica del poeta era un estimulante que hacía que el público acudiese a escucharlos. En todos los lugares donde actuaron, su presencia provocaba siempre las mismas tempestades. Los dardos metafóricos de Maiakovski se clavaban en el punto más sensible de la adormecida personalidad conformista de la mayoría de los espectadores, que primero reían, para terminar protestando ruidosamente.

Los cubofuturistas rusos contra Marinetti

A principios de 1914, Marinetti visita Rusia con el propósito de dar unas conferencias en Petrogrado y en Moscú. El creador del futurismo quería ver con sus propios ojos el extraordinario desarrollo que sus ideas estéticas habían alcanzado en el imperio de los zares. Sin embargo, la realidad con que se encontró no pudo ser más desagradable para él, ya que, contra toda razón, los cubofuturistas no estaban dispuestos a reconocer su paternidad y seguían aferrados a la idea evasiva de que el cubofuturismo, el futurismo proletario, nada tenía que ver con los decadentes y burgueses movimientos de vanguardia que impulsados por las ideas del poeta italiano, habían aparecido en los diversos países de Europa. Para convencerse a sí mismos, más que para convencer a los demás, de la realidad de sus afirmaciones, acordaron adoptar una actitud intransigente. En Petrogrado, Klebnikov y Livchits, molestos por la deferencia que la alta sociedad había tenido con el creador del futurismo, hicieron circular un manifiesto en el que le atacaban duramente, tras haber pretendido demostrar la total independencia estética del cubofuturismo.
A pesar de ese ambiente hostil, la primera conferencia anunciada para el 27 de enero pudo celebrarse con normalidad, pero la segunda, programada para el 13 de febrero, no tuvo igual suerte. Burliuk y Maiakovski, ya de regreso de su gira por provincias, se presentaron ese día en el teatro donde iba a tener lugar, dispuestos a dar una lección al farsante italiano. Maiakovski iba vestido con su habitual blusa amarilla, mientras Burliuk, que pretendía parodiar a Marinetti, lucía una lustrosa levita y jugaba con un monóculo, adoptando poses de ridícula elegancia. En la mejilla derecha había dibujado un camello con tinta china, y en la izquierda un extraño signo cabalístico. Cuando Marinetti se dispuso a hablar, se alzó sobre la suya la voz potente de Maiakovski, que con gestos desmesurados y ampulosos pedía permiso para rebatir lo que el poeta italiano no había empezado a decir todavía. El presidente del acto, desconcertado, no sabia qué camino tomar hasta que al fin echó mano del fácil recurso de negar la palabra al interruptor, alegando que debía expresarse en francés, ya que Marinetti no comprendía el ruso a la perfección. Burliuk y Maiakovski, con gestos de afectada dignidad, abandonaron entonces la sala entre los aplausos, más o menos burlones, de gran parte de los asistentes. Marinetti no encontró ya las palabras adecuadas para continuar. Aparentemente, el poeta ruso había vencido al italiano. Aparentemente nada más, porque en el fondo de su subconsciente Maiakovski seguiría siempre sintiendo la dolorosa espina de no ser otra cosa que una rama del árbol podrido de Marinetti.
El enfrentamiento de los cubofuturistas con Marinetti tuvo un amplio eco en las revistas humorísticas rusas. El nombre de Maiakovski, aunque envuelto en una aureola de burlas, fue haciéndose cada vez más conocido. El poeta llega casi a ponerse de moda, se le admira por su ingenio desenfadado y los jóvenes provincianos, que acuden a Moscú en busca de la fama literaria, pretenden imitarle, naturalmente sin conseguirlo.

Maiakovski y el circo

Por esta época, poco antes de que estalle la guerra, Maiakovski conoce en el cabaret de los poetas al gran payaso Lazarenko, y entre los dos nace muy pronto una verdadera amistad.
Lazarenko descubre al poeta el maravilloso mundo del circo. Durante una temporada, Maiakovski no se separa de su nuevo amigo. Asiste a las representaciones en que aquél interviene, a los ensayos, convive con los artistas, que llegan a considerarle como uno de los suyos. Lazarenko le anima a salir a la arena, y un buen día Maiakovski, luciendo su blusa amarilla, aparece en la pista, de pie sobre un elefante blanco, comienza a recitar sus versos ante el asombro de los espectadores y acaba interviniendo directamente en el espectáculo, ayudando a Lazarenko en el desarrollo de sus entradas cómicas. En aquellos números improvisados Maiakovski y Lazarenko rivalizaban en ingenio.
El poeta no podrá ya apartarse del circo por completo. Las amazonas, los trapecistas, los payasos... un mundo trepidante y colorista puesto al servicio de un espectáculo único, capaz de ser comprendido por todos. El espectáculo verdaderamente popular con el que Maiakovski había soñado siempre y que más tarde, ayudado por Meyerhold, intentará introducir en el teatro, intercalando su fuerza de expresión primitiva en el desarrollo de la línea argumental de sus dramas.
Tras la revolución, la colaboración circense entre Maiakovski y Lazarenko se reanudó, en unos años de intensa actividad creativa. El circo se había convertido en el periodo posrevolucionario en el espectáculo predilecto de los escritores rusos de vanguardia, que veían en él el marco ideal para desarrollar sus fantasías literarias. Los grandes directores de escena de este momento: Radlok, Meyerbold y Eisenstein dejarán notar de una manera clara en sus espectaculares montajes la influencia de la dinámica técnica circense. En cuanto a Maiakovski ya vimos cómo su amistad con Lazarenko le había acercado a las pistas en las que había llegado a actuar personalmente. No puede por lo tanto resultar extraño que desde la revolución su afición por el circo sea más intensa llevándole a escribir una serie de guiones cómicos y de pantomimas para que Lazarenko las representase. Desgraciadamente, la mayoría de estas pequeñas obras literarias se han perdido pero las pocas que nos quedan nos permiten darnos cuenta de que se trataba de simples esbozos intrascendentes en los que el genio del poeta deslizaba de vez en cuando sus deslumbrantes metáforas y sus paradojas desconcertantes. Tal ocurre, por ejemplo, en El alfabeto soviético una guión cómico, en el que a manera de los alfabetos sazonados de la Edad Media, siguiendo las letras del abecedario, iba pasando revista y satirizando con dureza a los que boicoteaban la construcción del socialismo.
Lazarenko escribió en sus memorias que Maiakovski se interesaba por el circo cada día más; discutía a menudo conmigo sobre la forma más directa de conseguir llegar al público, me proporcionaba temas para mis entradas cómicas; pronto tomó la costumbre de acudir a mi camerino durante los entreactos [...] Yo encontré siempre en Maiakovski un apoyo constante; desgraciadamente, no tuve la precaución de conservar los guiones que él me proporcionaba. El circo exige una constante renovación; las parodias de un payaso no deben nunca repetirse [...] Hoy comprendo que aquellos guiones, que, después de haber sido utilizados por mí, quedaron seguramente olvidados en mi camerino, hubieran tenido un gran interés para el mejor conocimiento del poeta.
La culminación de la colaboración de Maiakovski con Lazarenko fue el estreno, en 1927, de un completo espectáculo circense, Moscú incendiado, escrito y dirigido por el poeta.