martes, agosto 09, 2022

Líbano en el tembladeral


A dos años de la explosión del puerto en Beirut La crisis libanesa alcanzó nuevas dimensiones en los últimos meses. El impacto de la crisis mundial, potenciado por la guerra en Ucrania, profundizó la tendencia inflacionaria, la escasez de agua y alimentos, los cortes en el suministro de energía y la pobreza generalizada de la población. 
Tras el estallido de la rebelión popular en 2019 se desarrolló una crisis en el régimen de poder sectario que gobierna Líbano desde hace décadas. Se trata del reparto del gobierno entre diferentes grupos confesionales: el primer ministro es musulmán sunita, el presidente del parlamento es musulmán chiita y el presidente del país es católico maronita. La debacle económica, el saqueo y los escándalos de corrupción de las facciones que administran el Estado desataron una ola de movilizaciones que continúa hasta la actualidad. 

 Inflación y desabastecimiento

El alcance de la crisis mundial, y su agravamiento debido a la guerra, golpea en mayor medida a los países menos desarrollados. Líbano llegó a este panorama en condiciones calamitosas. Con una deuda externa que se acerca al doble de su PBI, una inflación del 154% en 2021, casi tres cuartas partes de su población bajo la línea de pobreza y un desempleo del 40%, la realidad del país empeora cada vez más. 
 La crisis alimentaria profundizó una inflación que ya era descomunal y que, según un informe del Banco Mundial, fue récord en la primera mitad del 2022. Se trata de una suba del precio de los alimentos del 332% en el primer semestre del año, la mayor del planeta. La expresión de este cuadro crítico incluyó el desabastecimiento, con largas filas en las panaderías, y hasta la aparición de un mercado paralelo de pan en algunas regiones del país. 
La  situación energética es incluso peor. Los apagones y el racionamiento de la luz en los hogares, durante apenas unas pocas horas del día, ya eran una constante desde el año pasado. La crisis desatada por la guerra llevó a Líbano, que importa gran parte de su energía, a considerar el cierre de los establecimientos educativos en la segunda mitad del año.
 La falta de suministro eléctrico dificulta también el bombeo de agua en las centrales, lo cual desató un desabastecimiento que, según Unicef, pone en riesgo la salud de millones de personas en el país. La escasez de agua, incluso en hospitales, centros de salud y escuelas, agrava la crisis humanitaria y el deterioro de las condiciones de vida.

 El puerto de Beirut, dos años después

 La explosión del puerto de Beirut, el 4 de agosto de 2020, tuvo enormes consecuencias sociales y políticas. La rebelión popular, que tiró abajo al primer ministro, se dio en medio del escándalo de corrupción y negligencia que rodea al caso, el cual envuelve al poder político. A la muerte de 218 personas se le sumaron más de 7000 heridos, y alrededor de 300.000 desplazados producto de las miles de casas destruidas. 
 Dos años después, las familias de las víctimas reclaman que los culpables no han sido juzgados, que los responsables políticos han hecho todo lo posible por desviar la investigación, y que incluso varios de ellos han sido candidatos en las elecciones parlamentarias de mayo de este año. 
 La situación empeoró en las últimas semanas, por el incendio de los silos de granos del puerto, lo cual provocó el colapso de parte de la estructura que había resistido a la explosión. La falta de respuesta de las autoridades chocó con el reclamo de la población, debido a que el derrumbe implica la destrucción de parte de las pruebas de una investigación abierta. 

 El camino de la rebelión 

El alcance de una crisis cada vez mayor desató movilizaciones y huelgas en los últimos meses. La lucha elemental por el acceso al agua, la electricidad, los alimentos y la vivienda son parte de la realidad de una población sometida a la miseria generalizada.
 El reparto del imperialismo en la región, las disputas por el control político, económico y militar de Medio Oriente, y los planes de saqueo del FMI y el Banco Mundial, son el telón de fondo de este panorama provocado por las élites que dirigen Líbano hace décadas. 
 En el camino de la rebelión desatada en 2019, y en una escalada global de las movilizaciones frente a la crisis energética y alimentaria, sigue vigente la pelea por las reivindicaciones de las masas libanesas, contra el régimen político sectario y contra el ataque permanente a las condiciones de vida de la población. Por la expulsión del imperialismo de Medio Oriente y por la unidad socialista de todos sus pueblos. 

 Federico Quintana

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