sábado, marzo 31, 2007

Asaltar los cielos.



Documental de José Luis López Linares y Javier Rioyo

Jose Luis López-Linares y Javier Rioyo han dirigido, bajo la forma de documental cinematográfico, un ensayo sobre el estalinismo visto a través de la familia Mercader. Un experimento insólito en nuestro cine, que merece, sólo ya por ello, un aplauso. Además, lo han realizado con seriedad y con un notable esfuerzo de documentación.

En su aproximación a Ramón Mercader como agente totalitario los autores abordan la doble personalidad, fanática y conformista, del asesino de Trotski. La figura de Ramón queda diluida frente a la de su madre, Caridad del Río, a la que se le atribuye un protagonismo en los actos de su hijo. Éste, por tanto, queda identificado con la figura de un ejecutor, preparado para realizar con frialdad y premeditación un trabajo para Stalin, una labor de profesional que obedece órdenes, más que de creyente, aunque, indudablemente, también fuera un estalinista convencido.
Víctor Serge afirmaba que no todos los medios conducen a un fin; un fin exige siempre medios determinados, ya que la elección de las armas depende del objetivo del combate. En el caso Mercader, medios y fin se unen. La vileza del criminal, preparado en una escuela del KGB, capaz de utilizar a otros -pensar en la cruel utilización de Sylvia Ageloff-, se corresponde con el significado de la política totalitaria de Stalin, para el cual la muerte del autor de La revolución traicionada era una necesidad en el camino de la aniquilación de toda conciencia independiente en la izquierda, que se le pudiera oponer.
Más de medio siglo después, cuando se contemplan las ruinas morales y materiales del imperio estalinista, puede, incluso, quedar algún resquicio de piedad hacia sus agentes. Ciegos, pero completamente responsables de sus actos. Quizás los autores de Asaltar los cielos han querido enfatizar ese aspecto. La comprensión no implica justificación. Hannah Arendt lo explicó muy bien. Que los estalinistas hayan perdido su batalla, que su asalto a los cielos haya sido un sórdido fracaso, no es lo decisivo. Cuando era una fuerza en ascenso, también era la misma mierda. Porque la esencia del estalinismo, su "asalto a los cielos" invertía el significado de la famosa expresión de Marx, en lugar de poder de los trabajadores según el ejemplo de la Comuna de París, dominio totalitario sobre los de abajo.
En la órbita estalinista había reparto del trabajo, diferentes papeles, pero la misma sumisión a Moscú y una común colaboración con sus crímenes (justificación en unos, participación en otros). Conviene no olvidar que hay asesinos que no empuñan el piolet o la pistola. Por ello es imposible intentar salvar a Dolores Ibarruri mientras se condena a Ramón Mercader.
Los crímenes del estalinismo, como los del nazismo, cuando son explicados por quienes se movieron en su círculo totalitario, quedan envueltos en la nube mágica y ambigua de "aquellos tiempos eran muy diferentes", "todo el mundo pensaba así", " si hubiéramos sabido entonces...". No puede haber justificación moral ni política para Mercader ni para los que, como él, por fanatismo o, más frecuentemente, por sumisión, son los agentes que precisa todo totalitarismo. Pero tampoco, claro está, para los dirigentes de esa fuerza tenebrosa, en aquellos tiempos sombríos. Por ello es importante recordar que, en el apogeo del estalinismo, no todos en la izquierda fueron estalinistas, no todos sucumbieron a su "magia"; hubo quienes resistieron, quienes denunciaron, quienes dijeron la verdad y lucharon por ella, pagándolo en ocasiones con la vida, como León Trotski o Andreu Nin.
Creo que el enfoque de Rioyo y López-Linares se aleja de cualquier justificación larvada del estalinismo. Tampoco incurre en ese intento de "salvar a los autores, a pesar de sus hechos", en el cual son expertos algunos historiadores comunistas. Es un intento de acercarse a la mentalidad del asesino de Trotski, a partir de su ubicación en el contexto del estalinismo. Posiblemente, el deseo de evitar el maniqueísmo haga que a algunos espectadores les pueda parecer insuficiente, que echen de menos un mayor protagonismo de las víctimas. Sin embargo, si se entiende correctamente el proyecto de sus autores, era necesario que el protagonismo les fuera concedido a Mercader y a su familia. Es una película sobre el asesino, no sobre Trotski.
No hay reconciliación entre víctimas y verdugos. Cada cual queda en su sitio. El asesino, con su crimen, con ese grito. Quienes se opusieron al estalinismo quedan donde siempre estuvieron, con su dignidad, su ejemplo frente a la ignominia.

Juan Manuel Vera

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