martes, octubre 19, 2010

La recuperación de E.H. Carr: se edita Los exiliados románticos en Anagrama


Aún reciente la publicación de la bografía que le dedicó Jonatham Haslam: E.H. Carr. Los riegos de la integridad, traducción de Belén Quintás de la edición británica de Verso, y que ha publicado la Universitat de València, como parte de una colección de publicaciones que merecen la más ala consideración), y de la reedición de su obra ya clásica, ¿Qué es la historia?, ahora.Anagrama reedita "Los exiliados románticos" (traducción de Buenaventura Vallespinosa). En el prólogo, Pere Gimferrer advierte que se consumieron "en dos pasiones: el amor y la revolución. En ambas fracasaron.". Puede que ellos se sintieran fracasados (una vida mortal no da para grandes éxitos), pero su legado continuó y se acrecentó al menos desde el punto de vista existencial: durante muchas generaciones y mucho más tarde el amor y la revolución colmaron vidas, las extasiaron, las disiparon y algunas hasta las enaltecieron.
En esta obra, Carr transita por esos dos ejes. Por un lado, la doctrina del romanticismo puro y duro, heredada de Rousseau, de que los sentimientos y las pasiones dignifican y son irresistibles, más allá de obstáculos y de convenciones sociales. Por otro, una proclama democrática en tiempos fluctuantes y autocráticos que se fue por una deriva anarquista. La pulsión amorosa (más que la pasión) hizo de sus vidas un vertiginoso paseo entre el dolor y la muerte, convencidos de una fe que convertía los deseos en delirios. En cuanto a las ideas revolucionarias, tuvieron el penoso defecto de que estaban tan guiadas por los sentimientos y los impulsos como la doctrina del corazón. Hubo de llegar Marx para poner un poco de orden en el galimatías de aquellos seres encendidos (y un poco iluminados). Pero, a pesar de todo, insistamos en el legado (del que Marx es también heredero).
El retrato amplio que ofrece Carr toma como núcleo a un personaje, bastante deconocido para los neocatecúmenos, como es el ruso apátrida Aleksandr Herzen (en la ilustración), cuya obra "Pasado y pensamientos" le sitúa entre las grandes cabezas de la época, así como entre las más contradictorias. Léanlo si pueden y lo encuentran. Alrededor, giran otros exiliados de la misma nacionalidad (Ogarev, Bakunin, con quienes formó uno de esos triángulos tan románticos), así como el finlandés de origen sueco Arist Engelson o el idiota de la familia, el poeta comunista alemán Georg Herwegh (a pesar de todo, un prototipo).
Se trata de una buena noticia para los amantes de la hermosa historia del “pensamiento socialista”, de tres personajes que marcaron su tiempo con una huella indeleble…
El más veterano del trío fue Alexandr I. Herzen (Moscú, 1812-París, 1867), filósofo, economista y novelista ruso, muy influyente en la tradición populista. En un famoso discurso ante su tumba, Lenin dijo sobre el origen de Herzen que «pertenecía a la generación de revolucionarios de la nobleza terrateniente de la primera mitad del siglo pasado. La no­bleza ha dado a Rusia los Biron y Arakchéiev, un sinnúmero de oficiales borrachos, de camorristas, de jugadores de naipes, de héroes de feria, de perreros, de espadachines, de verdugos, de dueños de serrallo y de almibarados Manílov» «y entre ellos -escribía Herzen-, se formaron los hombres del 14 de diciembre --los decembristas--, una falange de héroes, criados, como Rómulo y Remo, con leche de fiera... Fueron como héroes de leyenda, forjados de limpio acero de los pies a la cabeza, guerreros de una causa noble, de una muerte segura, para despertar a una nueva vida a la genera­ción joven, y purificar a los niños nacidos en un ambiente en donde imperaban los verdugos y el servilismo.» Puente entre los decembristas y las generaciones que protagonizaron la revolución rusa, Herzen, hijo de un no­ble volteriano cuya herencia le sería arrebatada como re­presalia por el poder zarista para serle devuelta gracias a la intervención de Jacobo Rothschild que la puso a su nombre y el de una alemana reaccionaria. A los trece años asiste a la ejecución de los decembristas y jura, jun­to con su eterno amigo Ogarev, «dedicar su vida a vengar a los ejecutados, y luchar contra la corona, los patíbulos y los cañones». Juramento que cumplió al pie de la letra. Estudiante de ciencias naturales, físicas y matemáticas en la Universidad de Moscú, entra inmediatamente en contac­to con los círculos rebeldes que bebían en las fuentes de la filosofía alemana y del radical-socialismo francés. Fue Hegel entre todos los autores que estudió --Saint-Simon, Schiller, Goethe, Feuerbach, etc.-, el que le causó una mayor impresión. Del pensamiento de Hegel dijo que era «el álgebra de la revolución».
El clima inquisitorial del zarismo le llevó a emigrar en 1847 a Europa, París, ciudad que com­paró con la Meca y con Jerusalén, y que para él encar­naba todas las virtudes de la civilización democrática. Pero pronto tuvo tiempo de comprobar más directamente la realidad que escondían sus sueños liberales. El año 1848 marcó una línea divisoria en la vida de Her­zen. El miedo a la libertad -así lo interpretó- de la bur­guesía, que después de aliarse con la clase obrera retroce­día y utilizaba contra ella la mano de hierro de Cavaignac, le llevó a abandonar toda su fe en las instituciones demo­cráticas occidentales. Por ello escribió: «La última palabra de la civilización es revolución». De esta rec­tificación de Herzen, dice Lenin: «La bancarrota moral de Herzen, su profundo escepticismo y pesimismo después de 1848, era la degradación de las ilusiones burguesas en el so­cialismo. El drama moral de Herzen fue fruto y reflejo de una época histórico-universal, en que el revolucionarismo de la democracia burguesa moría ya (en Europa), mien­tras que el revolucionarismo del proletariado socialista aún no estaba maduro». Dedicó su esfuerzo central cara a Rusia y a tal efecto creó Kolokol (La Campana), que duró diez años (1857-67), y que se convirtió en el órgano de expresión de la demo­cracia rusa, sirviendo como plataforma a los mejores escritores de su época y como instrumento de organización y denuncia. Su eco llegó hasta el trono de Alejandro II y limitó en no pocas ocasiones muchas injusticias. En esta revista explicó Herzen sus críticas a las democracias bur­guesas y sus ideas sobre la política interior rusa -consi­deradas justamente como posibilistas, ya que esperaba una posición reformadora desde la corona- y el socialismo que pensaba, precediendo con ello a la corriente populista, debía de evitar los grandes trastornos de la revolución in­dustrial y apoyarse en las comunas campesinas a las que idealizó totalmente. En estas últimas concepciones unía po­siciones occidentalistas -Herzen siempre un amante apa­sionado de la cultura europea-, con un cierto mesianismo que situaba en Rusia el paso decisivo para una nueva hu­manidad.
Lleno de contradicciones, Herzen mantuvo siempre -a pesar de su moderación y sus ilusiones- una posición clara y honesta ante los acontecimientos. Cuando Chernyshevsky fue detenido clamó contra «La pandilla de bandidos y canallas que nos gobiernan», denunció la entrega simbólica que hizo Turguenev de dos monedas de oro para los sol­dados heridos por sofocar la rebelión polaca. Demócrata e internacionalista, apoyó incondicionalmente la causa de una Polonia libre. Sus diferencias con su amigo Bakunin fueron tácticas, mientras éste, según la propia imagen de Herzen, confundía el noveno mes del embarazo de la re­volución con el sexto, Herzen no veía el parto más que en un horizonte muy lejano... Sobre su polémica con Baku­nin --efectuada en sus Cartas a un viejo camarada--, Le­nin dice en el mismo discurso: «Bien es verdad que Herzen repitió allí las viejas frases democrático-burguesas respecto a que el socialismo debe desplegar una propaganda igual­mente dirigida al trabajador y al patrono, al labrador y al pequeño burgués, y sin embargo, al romper con Bakunin, Herzen no volvió los ojos hacia el liberalismo, sino hacia la Internacional». Murió en 1867, y en la actualidad su vida y su obra vuelve a atraer la atención tanto en Rusia como en Occidente.
…En cuanto al más dinámico e influyente, ese fue Mijhail Bakunin, (Premukbino, Tver, 1814-Berna, 1876). Una de la figuras mítica más apasionantes de la historia del socialismo y de la historia universal.
Bakunin, con sus grandezas y contradicciones, fue uno de los grandes revolucionarios del siglo XIX y uno de los más consecuentes representantes del romanticismo político. Militante profesional más que teórico --su obra carece de cohe­rencia, continuidad y rigor--, recorrió Europa en lucha permanente contra el orden establecido. Apasionado defensor de la libertad como condición previa para el socialismo, ha sido presentado como la víctima calumniada y la contrafigura de Marx al que admiró y combatió en la AIT facilitando el primer gran cisma de la historia internacional del movimiento obrero. Vino al mundo en una familia de terratenientes liberales. Tercero de los nueve hijos del matrimonio, heredó de su padre un espíritu indomable, una gran fortaleza física y una gran curiosidad intelectual. Para seguir la tradición familiar, su padre elige la carrera militar para él y a los 15 años ingresa en la Escuela de Artillería de San Peters­burgo. Ascendido a oficial tres años más tarde, la rebeldía le impidió seguir por este camino.
Cuando contempla la represión de los polacos se rebela y la influencia de la familia impide que sea juzgado como desertor. Tenía 19 años cuando fue trasladado a un alejado regimiento de Lituania donde descubrirá que el "hombre está hecho para vivir en sociedad. Un círculo de relaciones y de amigos que le comprendan y que compartan sus alegrías y sus penas es indispensable para él...". De nuevo en su casa, se niega a reingresar en la milicia y, en 1835, se marcha a Moscú donde con el falso título de "profesor de matemáticas" vivirá una vida bohemia hasta que, en la Universidad, entra en relación con dos intelectuales inconformistas que serán, con el tiempo dos de sus más fieles amigos: Herzen y Ogarev.
En este período, Bakunin será influenciado por diferentes pensadores como Saint Simon y Fichte, hasta que descubrirá a Hegel. También traba amistad con Belinski. En 1840 se traslada a Berlín y estudia durante año y medio filosofía, viviendo una alegre bohemia. Al principio se mantiene fiel a Hegel en su interpretación izquierdista. En uno de sus artículos de la época (La reacción en Alemania), escribe: "Confiemos pues, en el espíritu eterno, que no destruye y no aniquila porque es la fuente insondable y eternamente creadora de toda vida. El deseo de destrucción es al mismo tiempo un desea creador". La lectura de este trabajo causó una gran conmoción en su país, y comienza su vida de perseguido. Después de pasar por Suiza y Bélgica huyendo, desemboca en París, la capital de las ideas revolucionarias.
Socialista "instintivo", Bakunin recibe la influencia del babouvismo y conoce a Marx ("Nunca hubo una franca intimidad entre nosotros dos; nuestros temperamentos no lo permitirían. Me llamaba idealista sentimental y tenía razón; yo le llamaba vano, pérfido y astuto, y yo también tenía razón"). Su descubrimiento intelectual será Proudhom, del que dirá años más tarde, que "a pesar de todos los esfuerzos que ha hecha para sacudirse de las tradiciones del idealismo clásico, no por ello dejó de ser toda su vida un idealista incorregible, inspirándose, como le dije dos meses antes de su muerte, ya en la Biblia, ya en el Derecho Romano y metafísico hasta el extremo. Su gran desgracia está en no haber estudiado jamás las ciencias materiales y en no haberse apropiado de su método. Ha tenido instinto de genio que le hicieron entrever lo justo, pero, volvió a caer siempre en los viejos errores, lo cual hizo que Proudhom haya sido la contradicción perpetua, un genio vigoroso, un pensador revolucionario que se debatió siempre contra los fantasmas del idealismo y no ha llegado jamás a vencerlos".
Bakunin intervino activamente en la revolución de febrero de 1848 en París. Escribe que nunca había visto "tan noble abnegación, tan emocionante sentido del honor, tan natural delicadeza en la conducta, tan amistosa jovialidad, unido todo ello en tanto heroísmo, como en aquellos trabajadores incultos". En abril, se encuentra en las barricadas de Berlín, donde proclamará: "Nuestro estado de ánimo era tal, que sí alguien nos hubiese anunciado que Dios había sido expulsado del cielo y proclamado la República allí arriba´, le hubiéramos creído a pies juntillas y a ninguno le hubiera sorprendido tan fabulosa noticia". En la lucha se relaciona con los conspiradores que preparan la insurrección polaca. De mayo a junio, se haya en Praga asistiendo al Congreso paneslavo, representando en su seno la democracia extrema. Cree que "la nueva vida --de los pueb1os eslavos-- debía de estar basada en los tres principios: igualdad para "todos, libertad para todas y amor fraterno entre todos", y que, "la nueva política no habrá de ser una política estatal, sino una política del pueblo, de los individuos libres e individuos libres e independientes".
En esta época. Bakunin hace su famoso Llamamiento a los eslavos, del que Carr hace la siguiente síntesis: Primero: la burguesía se había revelado como una fuerza contrarrevolucionaria, por lo que en adelante había que cifrar las esperanzas en la clase trabajadora. Segundo: la condición fundamental de la revolución era la destrucción del Imperio austríaco y la subsiguiente instauración en la Europa central y oriental de una federación de repúblicas eslavas libres. Tercero: el campesinado y particularmente el campesinado ruso, estaba llamado a ser la fuerza decisiva que determinaría el éxito final de la revolución". Ya en 1849, interviene en la revolución de mayo en Dresde, junto con el músico Richard Wagner, siendo apresado cuando el movimiento empezó a declinar.
Este será el "último acto" de la "primavera de los pueblos", y después vendrá un profundo reflujo. Bakunin, en manos de la policía austriaca, es, a instancias del gobierno zarista, expatriado a Rusia y encerrado en las mazmorras a. Pedro y Pablo donde muchos revolucionarios antes y después suyo se pudrieron en las más infames condiciones. El mismo contará que se repetía una versión del mito de Prometeo, en la que el titán bienhechor de los hombres estaba atado por orden del Zar en una roca del Cáucaso. Poco a poco vio decrecer su extraordinaria vitalidad y desesperó. A los apremios de su madre, el Zar responde que nunca conocerá la libertad en vida y las amnistías pasan una tras otras. Entonces aparece la pe­tición de clemencia en forma de una "confesión" de arrepen­timiento. Para Bakunin (que se niega a informar sobre sus colaboradores), se trata de una posibilidad de escapar, y no duda en que el medio, aunque íntimamente le pueda parecer humillante, está justificado. Posteriormente, en medio de la lucha política, algunos adversarios se le echarán en cara innoblemente porque se trataba de un ejercicio posibilista para sobrevivir y continuar su lucha.
A pesar de sus rogativas, el Zar no ve arrepentimiento alguno y se niega. Su sucesor no será menos inflexible, pero la insistente presión de su familia consigue, finalmente, que Bakunin sea deportado a la Siberia bajo la responsabilidad de un militar pariente suyo. Allí podrá respirar de nuevo cuando se en­contraba al final de sus fuerzas. En el destierro se prenda de la hija de unos humildes polacos que alterna y se casa con ella. Su nombre era Antonia Kviatkuska y será la única mujer con la Bakunin compartirá sus avatares. Se fuga en 1861 y recorre un periplo que va desde Siberia al Japón, y desde allí hasta Norteamérica hasta aparecer en 1862 en la mansión de Herzen en Londres. Inicia entonces una nueva etapa de su lucha política que le lleva, primero a romper con el nacionalismo democrá­tico eslavo y, después, con la democracia pequeño burguesa socializante.
En un primer momento trabaja con Herzen y Ogarev en la redacción de La campana, pero busca nuevos caminos. En enero de 1863 estalla la insurrección polaca y Bakunin se pone a su servicio. Entre en contradicción con la mode­ración del Comité Nacional patriota y establece relaciones con el general Mieroslawsky. El movimiento fracasa, y Bakunin atribuye la responsabilidad a la aristocracia. En 1864 se instala en Italia y conecta con la extrema izquierda de este país. Su sueño entonces es formar una "sociedad secre­ta internacional socialista y revolucionaria" y trata de hacer un trabajo de captación en el seno de la masonería. En 1866 redacta el Catecismo revolucionario en el que la influencia anarquista es ya clara. En sus frases finales se puede leer: "Los objetivos de la revolución democrático social pueden definirse en pocas palabras. Políticamente, la abolición del derecho histórico, del derecho de conquista y del derecho diplomático, la emancipación total de los individuos y las asociaciones del yugo de la autoridad divina y humana. La destrucción absoluta de todas las uniones y aglomeraciones forzadas de las comunas en las provincias, y de las provincias y países conquistados en el Estado.
Finalmente, la disolución radical del Estado centralista, tutelar, autoritario, con todas sus instituciones militares, burocráticas, gubernamentales, administrativas, judiciales y civiles. En una palabra, la devolución de la libertad a todo el mundo, a los individuos y a las corporaciones colectivas, asociaciones, comunas, provincias, regiones y naciones y la garantía mutua de esta libertad a través de la federación". Durante cierto tiempo trata de ganar a la Liga de la Paz y la Libertad (en la que se encuentran personalidades como Victor Hugo, Herzen, Stuart Mill, Garibaldi), y en su primera alocución brinda por ella porque mediante "la aplicación y desarrollo de sus principios y, de la hermandad de los republicanos dispersos en todo el mundo, precipitaran la instauración de la verdadera democracia por medio del federa­lismo, del socialismo, del ateísmo" , pero resulta evidente que estos deseos chocan con la democracia pequeño burguesa que anima el grupo.
Bakunin conseguirá sin embargo atraer a determinados miembros de la Liga (Reclús, Rey, Keller, Fanelli), y formar un nuevo grupo, la Alianza Socialista y Democrática, que se delimita de las demás corrientes socialistas por su total oposición al Estado y a la Iglesia: "La Alianza se declara atea; quiere la abolición de los cultos, la sustitución de la fe por la ciencia y de la justicia di­vina por la justicia humana. La Alianza quiere ante todo la abolición completa y definitiva de las clases y la igualdad económica y social de los individuos de ambos sexos. Para llegar a este objeto, quiere la abolición de la propiedad individual y del derecho a heredar (...) Enemiga de todo despotismo, no reconoce ninguna forma de Estado, y rechaza toda acción revolucionaria que no tenga por objeto inmediato y directo el triunfo de la causa de los trabajadores con el capital; pues quiere que todos los Estados políticas y autoritarios actualmente existentes se reduzcan a simples funciones administrativas de los servicios públicos en sus países respectivos, estableciéndose la unión universal de las libres asociaciones, tanto agrícolas como industriales".
La Alianza se concibe como una fracción organizada en el seno de la AIT. Buscaría sus militantes entre "los miembros más sinceramente consagrados a la causa y a los principios de la Internacional". Su misión será "la preparación de propagandistas, apóstoles y; finalmente organizadores", y los prepararía para que "ingresaran en masa en la Internacional, al tiempo que continuaran manteniendo la más estrecha liga­zón entre ellos difundiendo la Alianza de los socialrevolu­cionarios bajo la forma de sociedades secretas", las que tendrán como doble misión "ante todo serán el alma inspiradora vivificante en este inmenso cuerpo que se llama AIT, en Italia como en otras partes, y en segundo lugar, se ocu­parán de las cuestiones imposibles de considerar públicamente".
El propio anarquista suizo James Guillaume definiría a la Alianza como " el tipo clásico de sociedad secreta en la que uno tenía que obe­decer órdenes emitidas desde arriba. Un capítulo ilustrador de las concepciones organizativas conspirativas de Bakunin es el que le relaciona con el siniestro Natchaev. Basándose en su propios sueños, Bakunin llegó a acoger con entusias­mo confiando en que el joven conspirador pudiera crear una sección de su Internacional en su propio país. Por su nobleza, Bakunin era de una naturaleza completamente opuesta a la de Netchaev; el capítulo no revela más que su ingenuidad y su proclividad en confundir los sueños con la realidad. Antes de ingresar en la AIT, Bakunin se proclama como amigo y discípulo de Marx, aunque en su correspondencia con Herzen explica que su objetiva es desbancarlo. Dentro de la AIT, Bakunin tratará progresivamente de derrotar a Marx desde un doble ángulo, el organizativo oponiendo a la "dictadura" del Consejo General sus concepciones sobre la libre federación, y en el político contraponiendo la libertad y la espontaneidad de las masas contra los conceptos de la dictadura revolucionaria y el partido político de la clase obrera.
La lucha será dura y difícil, y las diferencias políticas se confundirán con las intrigas y las incriminacio­nes personales. La victoria de Marx será una victoria pírrica porque significará el fin de la AIT y, en un primer momento, el triunfo transitorio de Bakunin para capitalizar a los descontentos en un proyecto de una nueva Internacional federalista y antiautoritaria que, en el Congreso de Saint ­Imier proclama sus principies:
"...1º Que la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado.
2º Que toda organización de un poder político pretendido provisional y revolucionario para traer esa destrucción no puede ser más que un engaño y sería tan peligroso para el pro­letariado como todos los gobiernos que existen hoy.
3º Que, rechazando todo compromiso para llegar a la realización de la Revolución Social, los proletarios de todos los países deben establecer, fuera de toda política burguesa la soli­daridad de la acción revolucionaria..."
Durante la guerra franco-prusiana, Bakunin toma parte en el Comité de Salvación Nacional de Lyon donde prepara la toma insurreccional del municipio, pero fracasa y debe huir. Se refugia en Italia donde sigue luchando, hasta que tras insurreccional de Bolonia de 1874, tiene que huir, esta vez a Suiza, donde fallecerá un poco más tarde.
Finalmente, Carr también dedica una cierta atención a Nicolai Ogarev (San Petersburgo,1813-Greenwich, 1877), poeta revolucionario, amigo inseparable desde la infancia de Herzen, pero más conocido por su relación con Herzen que por sus propios méritos. Su vida transcu­rre a la sombra de éste, y su fidelidad fue tan profunda que llegó a consentir el adulterio de su esposa con su ami­go. Colaboró en Kolokol y en otras actividades revolucionarias del exilio. Estaba convencido de que el fin de la poesía era ayudar a la revolución.
Notas bibliográficas. En relación a Herzen, existe una biografía reaccionaria y (posibemente olvidable) olvidable de Indro Montanelli (subtitulada en España Vida equivocada de un expatriado). Que yo sepa, se han publicados dos obras suyas:: Cartas sobre el estudio de la naturaleza, introducción de Alberto Miguez (Ciencia- Nueva, Ma­drid, 1968) y El desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, que comprende algunos de sus mejores escritos. Es una edición de Franco Venturi, uno de los especialistas más notables sobre la Rusia del siglo XIX (Siglo XXI Madrid, 1980). Anotemos que Emilio Castelar le dedicó una sus Semblanzas contemporáneas.
Entre las biografías más elaboradas de Bakunin está la del historiador inglés E .H. Carr es el autor de Bakunin ­(Grijalbo, Col. Gandesa, Madrid, 1974), que sería duramente de­nostada por diversos autores anarquistas. Otras biografías son las de E. Kaminsky, Bakunin. La vie de un revolutionnai­re (Belibaste, París, 1971); la de Helene Iswolsky, La vida de Bakunin (Ulises, Madrid, 193l); Viatxeslav Polonski (Atena, Barcelona, 1935, tr. de Andreu Nin); James Guillaume (Alcón, Madrid, 1968); la breve de C.L. Cortezo (Zero, Madrid, 1967). E]. "affaire" Natchaev fue estudiado por Michael Confino, Violence dans la violence (Maspero, París, 1967). Sam Dolgoff hizo una selección de sus escritos, La anarquía según Bakunin, que cuenta con una introducción biográfica de Guillaume (Tusquets, Barcelona. 1977). Dos editoriales (La Piqueta y Júcar) emprendieron hace años la edición de sus Obras traducidas por Abad de Santillán con notas introducidas de Max Nettlau, autor de MB, la Internacional y la Alianza (La Piqueta, Madrid, 1977). Alianza publicó sus Es­critos de filosofía política, en dos partes, l. Crítica de la sociedad, 2. El anarquismo y sus tácticas. De sus obras sueltas cabe mencionar: Confesión al Zar y otros escritos (Labor, Barcelona), Tácticas revolucionarias, La libertad, Consideraciones filosóficas, Federalismo, socialismo antiteologismo (todas en Anatema, Madrid), Cartas contra el patriotismo de la burguesía (ambas en Júcar, Madrid), El sistema del anarquismo (Proyección, Buenos Aires). La controversia entre Marx y Bakunin ha servido de base para una extensa selección de textos de George Ribeill, con el título apriorístico de Socialismo autoritario (Marx), Socialismo libertario (Bakunin) (Madrágora, Barcelona, 1978). Este mismo tema es utilizado por Michael Cranston para crear Un debate imaginario (Tusquets Cuadernos Infimos, Barcelona. 1976) entre ambos contendientes, y en la que, finalmente, se impone Bakunin…

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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