lunes, julio 23, 2007

Los jóvenes que asaltaron el Moncada.



Trataron de tomar el cielo por sorpresa

Fragmentos del artículo de Raúl Castro Ruz, publicado en julio de 1961, en ocasión del VIII aniversario del 26 de Julio.

Hace ocho años, Cuba entera fue conmovida por una noticia que la prensa censurada y vendida publicó tan solo a medias y tergiversada: la noticia del asalto al cuartel Moncada, la fortaleza militar de la provincia oriental.

Lo que la mayoría de la gente supo entonces, aquel 26 de julio de 1953, fue que un grupo numeroso de jóvenes, capitaneados por Fidel Castro, se había lanzado a una audaz operación militar para adueñarse del cuartel Moncada, que había habido fuerte lucha, que más de 80 jóvenes, una vez prisioneros, habían sido asesinados y que otros, en los días siguientes, habían sido apresados y encarcelados.

El 26 de julio de 1953 abrió una nueva fase en la historia de Cuba: la fase de la acción armada como método principal de lucha contra la tiranía batistiana y contra el dominio semicolonial extranjero sobre nuestro país.

Fidel, que en el juicio fue su propio defensor y acusador implacable de la tiranía y del régimen económico-social existente en Cuba, expuso, en el discurso ante el tribunal, conocido con el nombre La historia me absolverá, las razones que movieron aquel asalto heroico que se convirtió en sangrienta inmolación y los fines políticos que se proponían alcanzar y desarrollar.

Aquel no era el asalto a una fortaleza para alcanzar el poder con la acción de un centenar de hombres: era el primer paso de un grupo decidido para armar al pueblo de Cuba e iniciar la Revolución.

No era un putsch que tuviera el propósito de buscar un triunfo fácil sin masas; era una acción de sorpresa para desarmar al enemigo y armar al pueblo, a fin de emprender con éste la acción revolucionaria armada.

No era una acción para quitar simplemente a Batista y sus cómplices del poder; era el inicio de una acción para transformar todo el régimen político y económico-social de Cuba y acabar con la opresión extranjera, con la miseria, con el desempleo, con la insalubridad y la incultura que pesaban sobre la patria y el pueblo.

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Estábamos de acuerdo, y teníamos conciencia de que era necesario para destruir la tiranía, poner en marcha un movimiento de masas; pero con los antecedentes expuestos, ¿ cómo lograrlo? Por aquellos tiempos Fidel decía: “Hace falta echar a andar un motor pequeño que ayude a arrancar el motor grande”.

El motor pequeño era una acción inicial con aquellos jóvenes que, marchando casi militarmente, lo seguían aquel 28 de enero de 1953 y que, unas veces, en pequeños grupos introducidos en la universidad y, otras, en pequeñas fincas propiedad de campesinos amigos en el interior de la provincia de La Habana, habían ido recibiendo instrucción militar elemental, con manejo de armas y algunas prácticas de tiro.

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Ya Fidel lo tenía decidido: el motor pequeño sería la toma de la fortaleza del Moncada, la más alejada de la capital, la que, una vez en nuestras manos, echaría a andar el motor grande, que sería el pueblo combatiendo, con las armas que capturaríamos, por las leyes y medidas, o sea, el programa que proclamaríamos. Solo había una parte débil del plan: si fallábamos en la toma del cuartel, todo se vendría abajo. Una cosa dependía de la otra, el motor grande del pequeño; pero era una posibilidad, y detrás de ella nos lanzamos.

Se escogió el 26 de julio, domingo de Santa Ana, porque, como es sabido, durante esa fecha se encuentran en su mayor auge y desenvolvimiento los carnavales de Santiago de Cuba. Con tal motivo, miles de cubanos de otras partes del país, incluidos numerosos turistas de La Habana o santiagueros que, sencillamente, acuden a su ciudad natal para divertirse durante una semana en las tradicionales fiestas populares, lo que haría pasar totalmente inadvertidos a los hombres que se trasladarían desde La Habana hasta Santiago de Cuba como unos turistas más, de la misma forma que facilitaría, con el exceso de pasajeros y equipaje, el traslado de las armas.

Había transcurrido más de un año desde que Fidel inició su tarea de ir aunando en un movimiento, hasta entonces sin nombre y conocido solo por “El Movimiento”, a los mejores de los jóvenes ortodoxos que pudieron tener contacto con él.

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El ataque al Moncada falló y el motor pequeño en ese momento no pudo echar a andar al grande. No pudimos vencer la entrada, y fueron prolongándose los años de lucha, que resultaron de vital importancia para forjar bajo el fuego a la nueva generación, de donde surgirían probados y valiosos cuadros.

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Para llegar a nuestros días, fueron de vital importancia los resultados históricos de aquel fracasado ataque al cuartel Moncada:

En primer lugar, inició un período de lucha armada que no terminó hasta la derrota de la tiranía.

En segundo lugar, creó una nueva dirección y una nueva organización que repudiaban el quietismo y el reformismo, que eran combatientes y decididas, y que en el propio juicio levantaban un programa con las más importantes demandas de la transformación económico-social y política exigida por la situación de Cuba y que, como consecuencia, rechazaban el plattismo de los viejos dirigentes que fueron dejados atrás, perdiendo influencia entre las masas.

Como una muestra concreta de tal pérdida, apareció en la sección “Cabalgata política”, de la revista Bohemia, de fecha 4 de diciembre de 1955, lo siguiente: “Fidel Castro resulta un competidor demasiado peligroso para ciertos jefes de la oposición que durante estos tres años y medio no han acertado a tomar una postura correcta ante la situación cubana. Esos jefes lo saben muy bien. Se sienten ya desalojados por el volumen que va alcanzando el fidelismo en la batalla antimarcista...

“La reacción lógica de los políticos de la oposición ante este hecho evidente debiera ser enfrentar una acción política resuelta a la acción revolucionaria del fidelismo.”

En tercer lugar, destacó a Fidel Castro, como el dirigente y organizador de la lucha armada y de la acción política radical del pueblo de Cuba.

Y en cuarto lugar, sirvió de antecedente y experiencia para la organización de la expedición del Granma y la acción guerrillera de la Sierra Maestra.

Fidel no se eleva a la dirección nacional de Cuaba solo porque demostrara valor y arrrojo, firmeza y decisión en la organización del asalto al cuartel Moncada, sino porque expuso, junto a eso, el programa de la patria, el programa del pueblo. Y no solo expuso ese programa, sino que demostró la voluntad de realizarlo, y enseñó el camino para conquistarlo.

Si Carlos Marx expresó que los comuneros de París estaban “...prestos a asaltar el cielo...” del ataque al Moncada por varias docenas de jóvenes armados con escopetas de matar pájaros, alguien debiera decir que “trataron de tomar el cielo por sorpresa”.

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