lunes, junio 21, 2010

Saramago, Braga, Maurín y el iberismo democrático


Aunque su momento pienso decir la mía sobre Saramago, hoy me gustaría al menos decir unas pocas cosas, por ejemplo, que en un escritos o artista siempre hay que diferenciar entre su obra y sus posiciones cívicas… Segundo, que Saramago se vio inmerso en un papel de “intelectual comprometido”, haciendo de “portavoz” de uso movimientos y unas voces críticas con las que se identificaba, pero que no siempre fue todo lo coherente que debiera, tomando partido sobre cosas en las que estaba obligado a ser más prudente, sobre todo porque los “medias” que lo utilizaban estaban pendiente de cualquier contradicción…
También resulta del mayor interés repasar todas las declaraciones necrológicas, por ejemplo, leer la de Rajoy junto con lo que José dijo de su “hermano mayor” Aznar, amén de la suma de generalidades obligadas del circo mediático. Entre todas ellas, seguramente las más auténticas sean las provenientes del Vaticano, hasta se les podría tachar de sinceras si no fuese porque esta principio está reñido con la tal institución. En cuanto a las más hipócritas, la palma sin duda se la llevan las provenientes del PSOE, empezando por el comunicado oficial ("Su defensa permanente y constante de los más desfavorecidos, de los que menos tienen y de las clases más humildes son un ejemplo difícil de repetir"), luego casi calcado por e presidente del gobierno, Zapatero ("Su imaginación y su conciencia crítica le ha convertido muy a menudo en la voz de los más débiles"), y por Ángeles González-Sinde, ministra de Cultura ("Su compromiso ideológico y vital con las víctimas y con los conflictos era también parte de su vocación"). Un buen psicoanalista sacaría provecho de estas referencias sobre los “humilde” desfavorecidos, “víctimas”, etc, y lo primero que destacaría es que se quieren convencer de que o han hecho lo que todo el mundo sabe que han hecho: darles a todos ellos con las puertas en las narices…
En cuanto al “iberismo”, quizás alguien se piense que las cosas que dijo Saramago eran de cosecha propia, cuando en realidad se trata de un ideal inherente a nuestras tradiciones republicanas y socialistas comunes a ambos países, o mejor dicho, a todos los países que conforman la península ibérica, no olvidemos que la separación de Portugal de “España” pudo haberse reproducido en Galicia (“hermandiños”), la “Generalitat” de Catalunya, las “Germanias valencianas…
Y no es que sepa mucho sobre el tema, pero alo he leído, principalmente unos pasajes memorables del la obra de Joaquín Maurín Hacia la segunda revolución, que fue editada por Ruedo Ibérico en 1966 como Revolución y contrarrevolución en España, y de la que he extraído fragmentos sobre el arraigo del anarquismo, y sobre el viaje de Ángel Pestaña a la Rusia soviética, dos trabajos aparecidos en Kaos…
En las páginas 68 y 69 de este libro, Maurín desarrolla una crítica a la República por no haber asumido como le correspondía la defensa del derecho de las nacionalidades histórica, y dice entre otras cosas:
“Si España ha de hacer no un simulacro de revolución, sino una verdadera revolución que después de sacudirlo todo violentamente, destruyendo lo que es parasitismo y roña, abra cauces a una nueva vida, a una nueva organización, ha de hacer su unidad espiritual, unidad que la Monarquía cesarista ha alejado. España es hoy un conjunto de pueblos prisioneros de un Estado gendarme. Una cohesión forzada, coaccionada, es germen permanente de rivalidades y antagonismos. España está unida por fuerza, no por su voluntad propia. Además, España ha sido rota, precisamente a causa de la opresión de su Estado. Portugal es, como Cataluña, como Galicia y como Vasconia, una parte del edificio ibérico. Portugal rechazado hacia el Atlántico, añora, interiormente, su confraternidad con el resto de la Península. Portugal se perdió por culpa del Estado centralista. Y Portugal, voluntariamente, no se reincorporará mientras que el actual Estado se mantenga en pie.
Teófilo Braga, presidente que fue del gobierno provisional de la República de Portugal, escribía antes de proclamarse la República en su país, a propósito de una posible unión de España y Portugal:
`Si la República en la Península hispánica quiere tener un destino firme y progresivo tendrá que seguir las tendencias separatistas, que son inmortales, con la forma disciplinada de un pacto federativo, reconstituyendo la autonomía de estos pequeños Estados de la Edad Media. Cuando la República habrá dividido España en los Estados autónomos de Galicia Asturias, Vizcaya, Navarra, Cataluña, Aragón, Valencia, Murcia, Granada, Andalucía, Extremadura, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja y León, entonces solamente Portugal podrá constituir con ella una Federación, teniendo asegurada su independencia contra toda anexión ibérica entonces solamente podrá Constituir, sin obstáculos, el Pacto Federal de los Estados libres peninsulares e ibéricos. Lo contrario es un absurdo, una violencia, que no se hará sin verter sangre, y cuyo resultado se vería destruido poco tiempo después, como lo fue en 1640´.
Y dirigiéndose a los republicanos españoles, Teófilo Braga añadía:
`El régimen republicano mientras los dos países se gobiernen por sí mismos, no puede, sin viciar su esencia, atacar el principio de las autonomías nacionales. Gracias a la República. España será emancipada, de este unitarismo político que la ahoga; una nueva savia circulará entre las diferentes partes que componen este país; sus energías heroicas, sus capacidades artísticas y científicas encontrarán un nuevo aliciente. Lo mismo Portugal, atrofiado por sesenta años de un liberalismo bastardo, verá surgir en el régimen republicano sus nuevos hombres que tendrán conciencia de llenar una misión social. Los dos países confederados formarán una potencia europea, verdadero punto de apoyo de la Confederación Latina u occidental, la Federación Ibérica, teniendo como propósito una acción común, tendrá una gran influencia internacional bajo el triple punto de vista científico, económico y jurídico´.
Es un hecho indiscutible que durante los últimos treinta años, el movimiento de secesión en Cataluña —el Portugal del Este— ha tomado gran incremento. Parecía que con la República, este separatismo latente quedaría desvanecido, ya que la República cabía esperar que fuera federal. Mas la no alteración de las bases del Estado ha dado, por el contrario, nuevos bríos al separatismo catalán. Sería ridículo pretender que este movimiento es artificial. No. Responde a una realidad histórica. El separatismo es la respuesta que abajo se da al Estado cesarista, al Estado unitario y gendarme. Las razones que hace tres siglos determinaron la separación de Portugal y la insurrección de Cataluña harán que mañana, si la política española no sufre una transformación radical, Cataluña se separe y después Vasconia, Galicia, las Baleares...
La nación responde a un proceso histórico necesario. Antes de que el mundo haga su unidad definitiva, antes de que desaparezcan completamente las fronteras —gran idea socialista—, la nación es un peldaño, una parte de ese grandioso movimiento de integración en el espacio y en el tiempo. Pero lo que no tiene razón de ser, lo que se hunde inevitablemente en un momento de crisis, es toda estructuración artificial opuesta al rumbo progresivo de la Historia. Se deshizo el Imperio austro- húngaro; quedó descuartizado por la guerra porque allí también, como en España, el Estado hacía imposible la libre coordinación nacional. A España que, en suma es lo que queda de un viejo imperio, le está reservado un fin semejante, siguiendo el proceso de desmoronamiento, si no se tritura el Estado para hacer sobre sus ruinas una estructuración enfocada hacia adelante y no hacia atrás, como ocurre ahora.
La aspiración de un español revolucionario no ha de ser que un día, quizá no lejano, siguiendo su impulso actual, la Península Ibérica quede convertida en un mosaico balcánico en rivalidades y luchas armadas fomentadas por el imperialismo extranjero, sino que, por el contrario, debe tender a buscar la libre y espontánea reincoproración de Portugal a la gran unidad ibérica”…
Esto sería posible según Maurín, por una Unión Socialista de Repúblicas Ibéricas…
¿Y quién fue Teófilo Braga?
Tomó nota: Joaquim Teófilo Fernandes Braga (Ponta Delgada, Azores, 1843 - Lisboa, 1924)) político y escritor portugués, introductor del positivismo en Portugal y principal figura de la escuela de Coimbra. Como político participó en el movimiento republicano y presidió hasta agosto de 1911 el gobierno provisional instaurado por la revolución de octubre de 1910; fue presidente de la República Portuguesa en 1915 y 1919.
Se doctoró en derecho por la Universidad de Coímbra en 1868 y en 1872 obtuvo la cátedra de Literatura Moderna en la Universidad de Lisboa. Su notable erudición destacó en el ámbito de la literatura portuguesa y la historia del pensamiento portugués, con un hito indiscutible en su História da Literatura Portuguesa (1870-1873) y sólidas aportaciones al estudio del folklore como el Cancioneiro popular (1867), el Romanceiro geral (1867), su Floresta de vários romances (1868), Contos tradicionais do Povo Portugues (1883) o bien O Povo Portugues nos seus costumes, crenças e tradições (1885).
Escribió diversas obras eruditas de contenido filosófico, como Traços gerães de Philosophia Positiva (1877), y fundó la revista O Positivismo, publicada entre 1878 y 1882; también la Sociología le interesó, como vemos en As origens poeticas do Christianismo (1880) y As Lendas Christãs (1893).
Como creador literario, en fecha muy temprana publicó su poemario Folhas verdes (1859); le siguieron Visão dos tempos (1864), con clara influencia de Víctor Hugo; Tempestades sonoras (1864), Ondina do lago (1866), Torrentes (1869), Miragens seculares (1884), Os doze de Inglaterra (1902), Frei Gil de Santarem (1905) y otras obras. Entre otros honores, fue miembro de la Academia de Ciencias de Lisboa y de la Real Academia de la Historia de Madrid…
Seguramente no estaría de más un buen debate sobre todas estas cuestiones “ibéricas” porque a veces parece que Portugal está en las antípodas y estaría muy bien que, por ejemplo, se pensara en un anticapitalismo “iberico”…

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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