domingo, febrero 09, 2014

El declinar del Imperio



Las injustas, ilegales y criminales guerras lanzadas por el imperio-sionismo contra los pueblos árabes e islámicos, bajo el falso argumento de combatir el terrorismo, han contribuido a provocar lo que se puede considerar el inicio de su definitivo declive.
Su aventura bélica en Iraq, ha costado cientos de miles de muertos al pueblo iraquí y prácticamente la destrucción del país, pero las tropas invasoras han debido retirarse después de tener casi 5 mil muertos y varios miles de heridos y traumatizados, sin poder alcanzar sus objetivos de controlar el país e imponer un gobierno títere. Ante el fracaso, promueven su división y la guerra sectaria.
En realidad, está guerra no ha terminado al igual que la que iniciaron anteriormente en Afganistán, convertido en verdadero pantano para los invasores extranjeros.
El costo económico de ambas, devenidas en las más largas en que se ha visto envuelto, según estudios del economista estadounidense y Premio Nobel, Joseph Stigliz, supera los 3 millones de millones de dólares y ha sido uno de los factores determinantes de la crisis económica, que iniciada en los Estados Unidos, hoy se extiende a una buena parte del mundo. Excepto los gastos de la Segunda Guerra Mundial, el saldo de lo gastado en las aventuras de Afganistán e Iraq, superan ampliamente lo desembolsado en las guerras de Corea y Viet Nam, con la salvedad de que en los dos primeros escenarios el conflicto armado no ha llegado a su fin y siguen demandando importantes erogaciones.
John W. Dower, profesor emérito de Historia en el Massachusetts Institute of Technology y laureado escritor y periodista, afirma en su libro “Culturas de Guerra”, que “el grupo que se mantenía en el poder en Washington durante el gobierno de George W. Bush, actuó guiado por un fanatismo increíble al lanzar lo que llamaron “guerra contra el terrorismo”, obviando todo tipo de análisis histórico, y existió una predisposición total en ellos, que los hizo desconocer la realidad y ver solo lo que querían ver. El dogma superó al análisis objetivo e impidió una correcta previsión y planificación de las acciones que debían acometerse. Antes, habían desconocido la información de inteligencia que les indicaba el posible ataque terrorista que ocurrió en septiembre del 2001. (Fidel Castro, en un profundo análisis sobre estos hechos, había señalado casi lo mismo en su discurso en Santiago de Cuba el 8 de junio del 2002).
No tuvieron en cuenta la herencia negativa dejada por décadas de participación e intervenciones europeas y estadounidenses en el Cercano Oriente, que influía en la visión de conjunto que poseía la mayor parte de los musulmanes y árabes.”
Según estudios realizados por Frank Slijper, miembro de la campaña neerlandesa contra el comercio de armas, investigador y colaborador del “Transnational Institute”, está demostrado también que en el origen de la crisis económica actual que sacude a los países europeos, se encuentran los crecientes gastos militares en que han incurrido en la última década. Gastos por demás injustificados, debido a que no han estado sometidos a reales amenazas de guerra y solo obedecen a nuevas ambiciones neocoloniales, a veces inducidas o promovidas desde Washington, como la aventura realizada contra Libia por la OTAN.
Por otra parte, la política del imperio estadounidense en el Cercano Oriente y el Norte de África, es capaz de ocasionar gran destrucción, daños materiales y enormes sufrimientos a sus pueblos, pero está demostrando su incapacidad de dominarlos e imponer sus intereses. Lejos de esto, sus acciones promueven el odio y la venganza, nunca la seguridad ni la estabilidad, además de proporcionar serios daños a su economía.
No obstante, su complejo de gran potencia imperial y el empeño de los dirigentes de la estructura financiera-militar-industrial por dominar el mundo, (influida en buena medida por intereses sionistas), continúa llevándolo por el camino equivocado. Por ello cada vez son más evidentes las señales de decadencia y resquebrajamiento como primera potencia mundial.
El fracaso de la guerra contra Siria y de su empeño en eliminar el importante papel que juega Irán en la región, para imponer el absoluto dominio de los intereses sionistas imperialistas, dan evidencia adicional del declive de su política hegemonista.
El imperio comenzó su momento de crecimiento en el siglo XIX, cuando consolidó la expansión de las originales 13 colonias hacia el oeste a costa de desplazar y casi aniquilar a los pobladores originarios y desmembrar buena parte de México, después de obtener por diferentes vías, los territorios de la Florida, la Luisiana, y Alaska. Lenin calificó como la primera guerra imperialista, la lanzada por el gobierno de Washington en 1898 contra España, que lo llevaría a ocupar la Isla de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Antes, habían promovido el desgajamiento de parte de Colombia, para establecer y dominar en el istmo de Panamá, la estratégica Zona del Canal, vía indispensable para las comunicaciones marítimas entre los océanos Atlántico y Pacífico. Sus marines intervinieron después en diferentes países de América Latina y El Caribe para imponer sus intereses comerciales y financieros, así como para establecer numerosas bases militares. Era entonces la época dorada del imperio, “su primavera”, cuando llegó a desplazar a Gran Bretaña como potencia hegemónica durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta etapa se había consolidado con la imposición del dólar como moneda privilegiada por los acuerdos adoptados en la Conferencia de Bretton Woods en 1944, en la cual se crearon también el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, devenidos rápidamente en instrumentos de explotación y dominación financiera.
América Latina y el Caribe, eran en realidad en esos tiempos, lo que recientemente el Secretario de Estado, John Kerry, cometiendo un fatal desliz, calificó como “el actual patio trasero” de los Estados Unidos. En efecto, durante buena parte del siglo XX, los gobernantes de Washington hacían y deshacían lo que querían en todo el continente: cambios de régimen a su antojo; golpes de estado; desembarco de sus marines y ocupación de tierras; dominio casi absoluto del comercio; imposición de privilegios para sus empresas transnacionales; control bancario y financiero, y dominio económico a través del manejo de una deuda externa impuesta según sus intereses, etc.
El pensamiento del Sr. Kerry, al igual que el de otros políticos estadounidenses, parece haber quedado atrapado en el pasado y no se ha dado cuenta del declive del poder estadounidense en la región, el cual se iniciaría con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, país que por estar a solo 150 kilómetros de sus costas, atado a la economía de la gran potencia y donde sus empresas eran propietarias de los principales recursos, parecía poseer las más alejadas posibilidades de llevar adelante, con éxito, una revolución antimperialista.
Este acontecimiento histórico y el hecho de que la Revolución Cubana demostrara la capacidad de resistir de forma exitosa la guerra que le hacía la gran potencia, y además fuera capaz de resolver problemas básicos para su población, como el otorgamiento general y gratuito de los derechos a la educación, salud, empleo, seguridad social y otros, sirvió de ejemplo y estímulo a otros pueblos de la zona, donde a partir de la segunda mitad del siglo XX, se iniciaron similares procesos liberadores, los cuales aunque no llegaron a tomar el poder, crearon las condiciones para los profundos cambios populares que se han producido en las dos últimas décadas, en las que, a pesar de lo manifestado por Kerry, dejamos de ser “el patio trasero” del imperio.
Gobiernos independientes, que trabajan por producir transformaciones básicas en las estructuras de poder, reducir las desigualdades económicas y sociales, coordinan hoy sus intereses para consolidar una integración regional al margen y en contra de la histórica política hegemónica de los Estados Unidos.
La Revolución Bolivariana en Venezuela, con el importante liderazgo de Hugo Chávez, que aún después de su muerte sigue inspirando a los pueblos de la región y de otras partes del mundo, vino a fortalecer de forma decisiva la línea independentista latinoamericana.
Así han surgido la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA); la Unión de Naciones Sudamericana (UNASUR); la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC); PETROCARIBE Y MERCOSUR. Los exitosos resultados de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en La Habana los pasados días 28 y 29 de enero, donde no participan Estados Unidos ni Canadá, dan otra muestra muy importante del declinar de su poder.
La República Popular China ya está sobrepasando a los Estados Unidos como principal socio comercial del subcontinente latinoamericano y caribeño, que en un proceso no exento de dificultades, pero al parecer irreversible, avanza y tiene condiciones para convertirse en un factor importante en un nuevo mundo multipolar.
El grupo de países, integrados en el llamado BRICS, también marcha en esta dirección y es sin dudas, otro elemento que menoscaba el predominio de los Estados Unidos como única potencia hegemónica.
De las turbulencias políticas y sociales que han generado en el Cercano Oriente, no podrán esperar resultados positivos para sus intereses, pues lo que realmente se fomenta es el odio de los pueblos hacia su política y hacia las élites corruptas que ellos protegen. Desde hace más de medio siglo, la política exterior de los Estados Unidos para la región, ha sido secuestrada por el sionismo y esto no cambiará hasta que el pueblo estadounidense tome conciencia de que ha estado siendo manipulado en contra de sus intereses. Solo entonces se crearán las condiciones para alcanzar la paz.
Rusia y China han mantenido su posición firme para evitar que la política antisiria de los EEUU, logre el aval del Consejo de Seguridad y la ayuda militar de Moscú a Damasco juega un papel importante.
El imperio estadounidense todavía puede causar mucho daño y destrucción en su empeño hegemónico, pero sin embargo cada vez es más incapaz de imponer su dominio. El propio pueblo estadounidense está tomando conciencia de que una élite privilegiada de banqueros, financieros y empresarios de los sectores más poderosos, como la industria armamentista, energética y farmacéutica, que también controlan los grandes medios, obtienen crecientes y multimillonarios ingresos, mientras hacen recaer sobre los trabajadores y los miembros de las clases bajas, las consecuencias de la crisis económica.
No creemos ser demasiados optimistas si afirmamos que el declinar del imperio es indetenible.

Ernesto Gómez Abascal, escritor y periodista. Fue embajador en varios países del Oriente Próximo y durante muchos años atendió las relaciones con partidos, organizaciones y movimientos de liberación de la región.

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