La derrota de la candidata Clara López en los comicios para la alcaldía de Bogotá siembra el desconcierto en la gama heterogénea de la izquierda legal y augura incidencia negativa en el proceso de paz gobierno-insurgencia.
Los factores que se vislumbran en una lectura más allá de las urnas y del domingo 25 de octubre van desde el desmonte de logros democráticos hasta el abstencionismo que rebasa el 55 por ciento en la capital.
La composición política variopinta explica en principio por qué la propuesta no cala en los sectores populares: antropofagia de líderes en el Polo Democrático Alternativo, desorden en la política que desdibuja la propuesta desde alas progres, o progresistas, verdes, animalistas, etc., hasta visiones electoreras en sentido estricto: el comportamiento de la izquierda no puede, no debe ceñirse sólo a la coyuntura pre-electoral. La búsqueda de votos en vísperas de las fechas clave desperdicia acumulados y arrojan resultados como el de las urnas el domingo 25 de octubre.
Si se juega el partido de la democracia formal tradicional, la maquinaria sistémica y la avalancha del establecimiento sepulta los cambios y desnaturaliza la esencia de la izquierda: generar conciencia y organización popular para avanzar y sostenerse en el gobierno capitalino, por lo menos. Dejar al azar de las urnas un proyecto nos lanza al abismo de la derrota. La autocrítica y valoración de la izquierda debe ser una premisa para recomponer logros o al menos sostenerlos.
La derecha y el centro seudo-socialdemócrata, verde, o renovador, es decir, las clases dominantes y su soporte en la clase media, también juegan: la ofensiva mediática a través de los monopolios informativos son un factor relevante. ¿Pero qué esperaban las organizaciones de izquierda: que la oligarquía se porte democrática y permita el juego de las ideas sin recurrir a todos sus mecanismos de dominación?
La presentación de dos candidaturas desde las filas de los de arriba (Pardo y Peñalosa) más el candidato de la ultra derecha Francisco Santos, primo del presidente, hacen lo suyo, dividieron el voto en tres y lograron recuperar el gobierno de la capital colombiana. Las encuestas, la desinformación, la denostación a la candidata López, la persecución y deslegitimación de Gustavo Petro, ese es el juego de la democracia, maestro…
La composición social del voto es importante, podemos aventurar que la clase media y alta sufragó por los tres candidatos del establecimiento. Sin duda habrá sectores populares embaucados por la desinformación y manipulación, tanto por el desencanto como por la manipulación mediática, las acusaciones diversas e infundadas al gobierno de Petro más las recientes acusaciones al senador Iván Cepeda, punta de lanza de los ataques reaccionarios del procurador, y la campaña anti izquierda durante años por la supuesta ineptitud basada en errores administrativos y hechos de corrupción como el carrusel de las contrataciones. En el campo del voto por Clara el derrotado evidente fue el progresismo, mientras que otros sectores como la Unión Patriótica y Marcha Patriótica, hicieron aportes bajos en votos.
De un total de 5 millones 453 mil 86 de sufragantes potenciales, votó el 51 por ciento, con una abstención alta. 903 mil 764 de votos por Peñalosa, 750 mil por Pardo, 327 mil 852 por Santos, arrojan 2 millones 9 mil votos por las fuerzas tradicionales, mientras que la votación por la candidata López sumó 498 mil 718, más de 150 mil votos menos que los obtenidos por Petro en 2011. Más de 200 mil votos fueron por otros candidatos. Poco menos de cien mil bogotanos sufragaron en blanco en un acto de inconformidad, mientras que 120 mil votaron por otros candidatos y hubo 57 mil sufragios anulados.
Los resultados electorales en Bogotá inciden en dos hechos relevantes para el país: el proceso de paz y el proyecto de Bogotá Humana desarrollado en el trienio del alcalde Petro como continuidad del sentido social de la izquierda, que gobernó 12 años en la urbe de 8 millones de habitantes.
Bogotá Humana llega a una encrucijada, al menos en su parte medular, por la derrota en las urnas. Avances democráticos en la información (Canal Capital), disminución de la pobreza a través de generación de empleo, dignificación de los trabajadores del aseo, programas ecologistas, proyecto de construcción del metro, “desprivatización” de servicios públicos, participación ciudadana en diversos frentes, se intentarán desmontar ante el proyecto oligárquico-peñalosista: reprivatización de sectores con intereses privados del nuevo alcalde, a posesionarse el 1 de enero de 2016, neoliberalización de los servicios citadinos y ola de obras para cumplirle a sus patrocinadores, empresarios inmobiliarios y empresas constructoras. Después de todo no se puede esperar menos de un político nacido en Washington, a quien los medios ensalzan como un “gran urbanista”. Transmilenio, gran carta de presentación de Peñalosa, aunque modernizó de modo temporal el transporte citadino, se convirtió en un gran negocio de particulares con infraestructura financiada por el erario público, monopolizó el servicio, descartó el metro para la megaurbe y creo el caos actual en la movilidad, achacado como muchos males a la administraciones de Garzón, Moreno y Petro.
El proceso de paz con la guerrilla de las FARC, y el que se perfila con el ELN, será afectado por la pésima señal lanzada estas elecciones: la izquierda partícipe de la legalidad (la insurgencia apunta a esa meta en el 2016) es sometida a un despiadado bombardeo mediático, a la truculencia del poder para imponer sus dirigentes y atacar todo intento democratizador en la política colombiana desde todos los frentes: la información, las leguleyadas persecutorias desde la Procuraduría, las elecciones amañanadas, corrompidas o financiadas por grandes sumas de dinero legal o “caliente”, e inclusive las amenazas de muerte orquestadas desde las cloacas del poder y sin duda con origen en la derecha recalcitrante amparada en paramilitarismo y sectores militaristas.
En últimas, la paz dentro de la vía legal parece ser para la insurgencia un asunto de vida o muerte política, mientras que la clase dirigente goza de aparente cabal salud en materia de manejo político-electoral y controla el espectro del Establecimiento.
Yahir Contreras
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