La Organización Mundial de la Salud ha pedido hoy más pruebas antes de recomendar el uso general de la vacuna de la malaria. La agencia sanitaria de la ONU ha recomendado que hasta un millón de niños reciban la inmunización en estudios piloto para demostrar la viabilidad del tratamiento. (Fuentes: Reuters, El País)
Aún con sus evidentes límites se trata de un empeño loable, si tan acostumbrados estamos a los estragos globales que causa la enfermedad, que presas de insensibilidad pasamos por alto que solo en 2013 se registraron 198 millones de casos de malaria y 584 mil muertes, la inmensa mayoría en África y entre niños de menos de cinco años.
Al propio tiempo se dilapidan millones de millones de dólares en armamentos y guerras.
De esta asesina paradoja depende en el fondo el lento proceso para abreviar una prometedora fórmula inmunizadora, que necesariamente tiene que pasar por los estudios pilotos de viabilidad, sus efectos secundarios y probable eficacia, con todo el tiempo que lleva, ya que se concibe con la aplicación de cuatro dosis necesarias.
Expertos de la OMC dijeron aspirar a que se convierta en una de las medidas más efectivas desde el punto de vista del coste y el beneficio que puede imaginarse, y que la vacuna se venda a un precio de unos cinco dólares por dosis, esto es 20 dólares por tratamiento completo. Sin embargo de lograrse esta meta, con toda certeza continuará lejos del alcance de extensas poblaciones en condiciones paupérrimas y al margen de los sistemas sanitarios, en África y otras regiones del mundo.
Sin duda será meritorio que se consiga ese relativo abaratamiento, pero surgen dudas razonables cuando la agencia de Naciones Unidas ha tenido que asociarse a una multinacional farmacéutica que como sus iguales se rige por la máxima ganancia a costa de la salud.
Qué quedará entonces, en particular, para los países pobres involucrados en el pacto comercial del Pacífico (TPP), impulsado por Estados Unidos.
Hugo Ríus
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