“El apartamento estaba en el séptimo, y Winston, que tenía treinta y nueve años y una úlcera varicosa en el tobillo derecho, subió despacio, parándose a descansar varias veces. En cada rellano, enfrente del hueco del ascensor, el cartel con el rostro gigantesco le contempló desde la pared. Era uno de esos carteles pensados para que los ojos te sigan cuando te mueves. ´El Gran Hermano te vigila´, decía el eslogan al pie”. Esto es parte de lo que se puede leer en el segundo párrafo de “1984”, novela escrita por George Orwell y que está cumpliendo 75 años.
Totalmente lejana de las interpretaciones ligadas a las abstracciones idealistas que apuntan a la crítica del “totalitarismo” o de comparaciones entre los mecanismos de control de las telepantallas orwellianas y las redes sociales con su exhibición personal cotidiana, propias de lecturas posmodernas, “1984” en su esencia, apunta a algo completamente distinto.
"En la guerra de trincheras, hay cinco cosas importantes: la leña, la comida, el tabaco, las velas y el enemigo. Aquel invierno, en el frente de Zaragoza, este era el orden de importancia". La frase la firma George Orwell en las páginas de “Homenaje a Cataluña”, libro que registra sus pasos, entre diciembre de 1936 y junio de 1937, por Barcelona y el frente de Aragón, tanto como la sierra de Alcubierre, por donde pasó como miembro de una milicia del trotskista Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM).
Orwell fue testigo directo de los hechos de mayo de 1937 en Barcelona, los choques en la retaguardia republicana entre las fuerzas de orden público de la Generalitat y milicianos del entonces estalinista PSUC, por un lado, y milicianos anarquistas de la CNT, FAI y trotskistas del POUM, del otro. Con la victoria de los primeros, el clima de persecución contra anarquistas y trotskistas que se impone, y que le afecta a él mismo, explica en gran parte su decisión de volver a Inglaterra. Esto lo marcará para siempre. No se explican “1984” ni “Rebelión en la granja” sin la experiencia que tiene de la persecución estalinista de los compañeros anarquistas y del POUM en Catalunya. Por ejemplo, en “Homenaje a Cataluña” habla del pánico a las ratas y así es como se tortura en “1984". La función de esas torturas y asesinatos de los que Orwell se referencia fue la de desangrar a la Revolución Española, allanándole de esa manera el camino a la Guerra Mundial que desataron Hitler y Mussolini.
En “1984” se introduce el refinamiento tecnológico y los helicópteros desde los que la policía vigila los hogares de los ciudadanos de Oceanía en los primeros pasajes de la novela, en la que también el amor está prohibido: las relaciones sexuales están estrictamente racionadas y sólo se permiten como un acto sin emociones. En ese contexto, Winston Smith comete el crimen de enamorarse de Julia y ambos se dan el gusto de beber "café de verdad con azúcar de verdad" en su escondite sobre el negocio del señor Charrington. El cuadro en el que la novela indaga en la enajenación del ser humano dentro de un sistema de opresión y violencia, retrata a fondo la degeneración del Estado obrero y su fetichización de las relaciones sociales, como si fueran una mercancía más, propia de la que se da bajo el imperio del capital.
En “1984” ni siquiera escapa de la opresión la familia, ya que “se animaba a la gente a querer a sus hijos casi a la manera antigua. Pero, por otro lado, se ponía sistemáticamente a los niños en contra de los padres y se les enseñaba a espiarles y a informar de sus desviaciones”. Esto no solo da cuenta de como las delaciones y la represión a manos de la GPU impregnaban todos los poros de la sociedad, sino también de como el estalinismo aniquiló conquistas fundamentales de la Revolución de Octubre referidas a la mujer trabajadora con la socialización de las tareas domésticas, el nuevo Código de familia, el derecho al divorcio, el aborto legal, entre otras tantas, como también fomentó la formación política de las mujeres (a través del departamento Zhenotdel).
Indudablemente, la Policía del Pensamiento, parte del Ministerio de la Verdad, es uno de los hallazgos más destacados de la aguda crítica de Orwell, tanto como los Dos Minutos de Odio y la siniestra “Habitación 101” destino final para aquellos condenados a las purgas del Partido. Diáfano como el cristal. Del mismo modo en que el asesinato de Trotsky es la culminación de una cadena: los juicios de Moscú, el asesinato de todos los miembros vivos del Comité Central del Partido Bolchevique que dirigió la Revolución de Octubre, el asesinato del estado mayor del Ejército Rojo que al lado de Trotsky había peleado en la guerra civil y en la guerra internacional y salvado a la Unión Soviética. Todo el mundo sabía, no había que ser trotskista ni siquiera para eso: que la guerra iba a llevar a la revolución. Allí están, en 1984, claras las alusiones a las que se refieren Emmanuel Goldstein, “el Enemigo del Pueblo”, la “red clandestina de conspiradores que se llamaba la Hermandad”, o el “compendio de todas las herejías de las que era autor Goldstein, la gente lo llamaba sin más ´el libro´”.
Winston es consciente de que Oceanía estaba en guerra con Eurasia y era aliada de Esteasia. Sin embargo, Winston sabía muy bien que apenas hacía cuatro años que Oceanía había estado en guerra con Esteasia y aliada con Eurasia. “El enemigo de cada momento representaba siempre el mal absoluto, y de ahí se deducía que cualquier pacto pasado o futuro con él fuese inconcebible”. Cabe traer a colación en esa manipulación de la historia y su profundo sentido contrarrevolucionario, el famoso pacto Ribbentrop-Molotov, por el cual Hitler y Stalin, entre otras cosas, hicieron ´desaparecer´ a Polonia, repartiéndose la ocupación.
En Oceanía el desarrollo tecnológico ha alcanzado un nivel tan alto que la sociedad bien podría satisfacer todas sus necesidades materiales y establecer la igualdad entre sí. Pero la desigualdad y la pobreza se mantienen para mantener al Gran Hermano en el poder. En ese sentido, algunos de los logros del Gran Hermano hacen explícita esa contradicción, en referencia a una noticia que escucha Winston. “Era solo un breve anuncio del Ministerio de la Abundancia. Por lo visto, en el cuatrimestre anterior la cuota de cordones de botas del Décimo Plan Trienal había tenido un superávit del noventa y ocho por ciento”. Esta descripción, puede pensarse como un retrato del grado de desarrollo de la ciencia y la técnica que, en la época del cese del crecimiento de las fuerzas productivas y la decadencia del capital, someten a las masas a una creciente pauperización. Trasciende, de este modo, la representación del Gran Hermano, con su “rostro de un hombre de unos cuarenta y cinco años, con un espeso bigote negro”, que se asimila a Stalin. “Quien controla el pasado controla el futuro”, sostuvo Orwell en “1984”.
Los trabajadores podemos caer, pero nunca de manera definitiva y nunca callados porque nosotros somos los que creamos y recreamos el mundo que unos pocos quieren apropiarse. La lucha por un mundo bajo control de las manos que lo construyen, por una vida digna de ser vivida, por el derecho al pan, pero también por el derecho al ocio, al amor, a vínculos humanos desmercantilizados se nos impone como urgente frente a la deshumanización imperante. “Si queda alguna esperanza -escribió Winston-, está en los proletarios”.
Sergio Escalas
12/06/2024
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