La obra y la vida de Chico Buarque estuvo cruzada por el derrotero político del Brasil y sus luchas sociales. Sus primeras canciones se asociaron a la vida de los explotados: “Esta tumba en que estás / a lo largo y a lo ancho/es la parte que te toca de este latifundio” (Funeral del labrador). O “Pedro Pedreiro”, el picador de piedras que espera el tren que lo devuelva al nordeste. El nombre de Chico se volvió universal después de componer “La Banda”, una exaltación agridulce de la fiesta popular que ayuda a mitigar, al menos por unas horas, la carga de la miseria social y la tristeza: “mi gente sufrida se despidió del dolor/ al ver la banda pasar cantando cosas de amor”.
Ya como celebridad, Chico animó la saga de los festivales de música popular que, en los años posteriores a la dictadura militar instaurada en 1964, se convertían en grandes manifestaciones juveniles de oposición al régimen. El compromiso con la causa antidictatorial le valió el exilio, que fue azaroso. El episodio más risueño de su periplo, según su propio relato, ocurrió cuando fue “adoptado” por la cantante y filántropa Josephine Baker junto al guitarrista Toquinho. En esas tournés, acababa inevitablemente cantando “La Banda”, que el público de todos los países del mundo celebraba en cualquier idioma. De esa época es su “Samba de Orly”, que relata una despedida entre exilados en el aeropuerto parisino: “Besa a mi Río de Janeiro, antes que un aventurero le eche mano”. En esa letra, se asoció a otro gran poeta brasileño -Vinicius de Moraes.
De regreso a Brasil, Chico compuso una de las más extraordinarias “construcciones” poéticas del siglo: “Aquella vez amó como si fuese la última, besó a su mujer como si fuese la única”. “Construcción” relata la jornada trágica de un albañil trepado a los andamios de una obra, antes de terminar “muriendo de contramano, interrumpiendo el tráfico”. Como los ladrillos intercalados de una pared, los versos de este tema se intercambian en sucesivas reiteraciones, al cabo de las cuales construyen el concepto y la imagen del trabajador devastado. “Construcción” marcará una de las improntas de la obra de Buarque: el mundo de la clase obrera en todas sus manifestaciones. Del labrador y pedrero al albañil; del trabajador migrante que llama a su mujer desde un teléfono público en el Norte del país (Bye Bye Brasil) a la pareja atravesada por la rutina (“Cotidiano”) o, a la inversa, desgarrada por los horarios cambiados: “yo soy funcionario, ella es bailarina”.
La lucha política y los atropellos represivos iluminaron varias otras obras memorables, que desafiaron a la censura de la dictadura. Un samba que, supuestamente, aludía al amor no correspondido, se convirtió a comienzos de los 70 en un estandarte contra el régimen: “A pesar suyo” (A pesar de vocé). La impronta pretendidamente amorosa de la letra logró que eludiera inicialmente a la censura, la cual terminó abalanzándose sobre el tema y asegurando su popularidad. Para superar ese cerrojo, Chico apeló a seudónimos. Con uno de ellos compuso el samba “Despierta amor”, que relata un allanamiento policial y su conclusión elemental: “llamen al ladrón” (para que me defienda de la policía).
Chico sumó otra condición sobresaliente en su obra poética y musical: compuso decenas de canciones desde el `lugar de la mujer´. Probablemente nadie haya retratado en forma tan certera la doble opresión del trabajo y del hogar en forma de poesía y de canción, o, sencillamente el amor desencantado. “La vida es siempre aquella danza, donde no se escoje el par, por eso a veces ella se cansa y se sienta un poco a llorar”, escribe en “Unas y otras” para retratar la vida de la prostituta. “Lloré, lloré, hasta sentir piedad de mí” (Camarines, el retrato lacerante de una cantante despechada).
Chico rechazó siempre la autoexaltación y el respeto excesivo: “Aunque los poetas sean falsos como yo, sus canciones no dejarán de ser bonitas”, escribe en el “Choro Bandido”, el tema compuesto con otro gran músico de su generación -Edu Lobo.
La impronta política de Chico recorrió la saga de las revoluciones de nuestra época. Encontró versos para retratar las expectativas y las grandes desilusiones políticas. “Ya marchitaron tu fiesta, amigo”, cantó en “Tanto Mar”, el `fado” sobre la revolución portuguesa de los claveles (1974y su posterior reflujo. Chico acompañó al castrismo y al sandinismo. El derrumbe de esas experiencias lo refugió en la política de su país, donde acompañó a los gobiernos petistas, la posterior persecución a Lula y la campaña que llevó a su actual presidencia. En un reportaje reciente, guarda una cavilación silenciosa cuando es interpelado sobre Cuba. Al igual que toda su generación de poetas o artistas -la de Viglietti, Pablo Milanés, Caetano o Silvio Rodriguez- Chico no elaboró una conclusión superadora sobre los procesos revolucionarios continentales, estrangulados por el nacionalismo, el stalinismo o la pequeño burguesía cooptada por la democracia imperialista.
Como los grandes creadores, su obra retrata la riqueza y los limites de su tiempo, y por eso mismo lo trasciende. Seguimos esperando nuevas obras maravillosas de Chico Buarque después de estos primeros “80”.
Rita Marchesini
21/06/2024
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