martes, junio 18, 2024

Después de las elecciones europeas: se aceleran los preparativos para la guerra


La Unión Europea no logró crear un ente supranacional donde reine la concordia entre los pueblos 

La primera acción importante del canciller –y cabeza de gobierno- alemán Olaf Scholz, tras las elecciones europeas fue oficiar de anfitrión en la cumbre “por la reconstrucción de Ucrania”. Allí, la renovada peregrinación del mandatario ucraniano Volodímir Zelensky parece haber sido escuchada. Hoy la Unión Europea debate un amplio paquete de ayuda económica a Ucrania de 50 mil millones de dólares, que serían tomados de los fondos presupuestarios no asignados. 
 El mecanismo para el envío de estos nuevos fondos se vehiculiza con el apoyo de los poderes ejecutivos de los países miembros, lo cual se da por descontado. Así, se evita el farragoso paso por los parlamentos, donde algunas iniciativas podrían naufragar. Muchos analistas evalúan que este sería el destino de la propuesta inicial estadounidense de proveer a Ucrania con los dividendos de las cuentas rusas congeladas por las sanciones. 
 El resultado de las elecciones europeas, tomadas analíticamente como un todo, volvió a ratificar la primacía de la derecha tradicional englobada en el Partido Popular Europeo, la primera minoría por amplia diferencia, que suma una docena de escaños en forma directa, a la cual se unirá u orbitarán otros tantos de los bloques aún no constituidos. La derecha tradicional también se comió una buena parte del retroceso de sus aliados liberales, que fungían en algunos casos como variantes recambio de régimen. La socialdemocracia retrocedió, igual que las variantes intermedias como los Verdes y sectores a la izquierda sufrieron retrocesos. 
 Las diversas fuerzas de ultraderecha tuvieron un crecimiento importante, en general hacia todas sus variantes, que se estima en un 25% en el Parlamento Europeo, consolidando su presencia de los últimos años. Su alza electoral no puede obviar que constituyen bloques separados con posiciones encontradas en temas sensibles como la guerra en Ucrania (recostándose sobre la Otan o sobre Putin) y que de momento no marchan hacia un trabajo común. Aunque sean fuerzas igual de reaccionarias, no puede contarse como el mismo espacio el triunfo de Marine Le Pen en Francia que el de Giorgia Meloni en Italia. Por otro lado, también sufrieron reveses, como el retroceso en los países orientales, en especial en Polonia, donde la ultraderecha ya fue gobierno, en Finlandia y Suecia donde se integraron no hace mucho a los gobiernos. 
 Con los resultados comenzando a asentarse, las fuerzas europeas están dando rienda suelta a todo tipo de especulaciones, maniobras y acuerdos tras bambalinas en función de obtener un bloque de mayoría en el Parlamento Europeo para fin de mes. El centro del debate es si continuará la alianza actual liderada por la derecha tradicional con liberales y socialdemócratas, probablemente incorporando en forma plena a los verdes, que aun mantendría una mayoría, o se procede a una reconfiguración aceptando un sector de la ultraderecha encabezado por Meloni. 
 Meloni ha dado sobradas muestras de fe europeísta. Ha optado abiertamente por la Otan, por la Unión Europea, por una política consensuada sobre la inmigración, y por el pago de las obligaciones de deuda. Pero su incorporación sin más podría implicar un golpe demoledor para las constelaciones de la socialdemocracia, una de las patas de los lineamientos europeístas generales, que deberán responder en sus respectivos países qué los lleva a unirse con quienes han defenestrado. 
 La incorporación plena de los verdes también puede ser problemática. Reclaman el cumplimiento firme de la agenda 2030 de transición energética, lo cual ha venido derivando en un aumento de costos que los estados europeos descargan sin piedad sobre sus trabajadores. Su retorno a guarismos electorales del pasado está atado a este desencanto, al cual se suma su colaboración con todos los gobiernos. El periódico Financial Times (12/6) registra las declaraciones del Partido Popular Europeo (derecha tradicional) en las cuales afirma que la cesión del comisariado de agricultura, uno de los ejes del debate ambiental, “no está en discusión”. 
 En el eje climático también se cuela la guerra. La preocupación de las automotrices ante las directrices que plantean sancionar o hasta eliminar la producción de transporte a combustión para 2035 está siendo “compensada” con la elevación de los aranceles a los autos eléctricos chinos en un 38%. 
 La cuestión de la mayoría en el parlamento no es fácil de resolver. Si bien los números favorecerían el sostenimiento de la coalición actual sin demasiados aditamentos, es sabido que algunos parlamentarios europeos no son del todo leales a sus bloques. En muchos casos, sirviéndose del carácter secreto de las votaciones parlamentarias, han puesto trabas o matices que bloquean el proceso. Algunos estiman que, por ello, es necesario tener la mayoría “más un 10%” para cubrirse ante eventualidades. Es una hipótesis que abona la posibilidad de acuerdos o guiños con la ultraderecha. 
 Las campañas políticas de la ultraderecha estuvieron teñidas de violentos ataques, dirigidos especialmente contra los migrantes, las minorías y a la totalidad de los derechos democráticos. Esto les permitió capitalizar en forma reaccionaria el descontento con la política tradicional. Pero hay que decir que, con habilidad, el régimen también se sirve de su crecimiento para naturalizar políticas contrarias al interés de los trabajadores y regimentar a la población. Esto es especialmente relevante en el contexto de la guerra donde, a la par del envío de dinero, armamento y tropas, se discute la reintroducción del servicio militar y la ampliación del presupuesto bélico. Tópicos estos que la ultraderecha apoya e impulsa. 
 No es casual, sin embargo, que las medidas de profundización de los ataques a Rusia votados por la Otan (autorización para usar los misiles en bombardeos a Rusia, etc.) y las propuestas de envío directo de regimientos militares a Ucrania haya sido hechas por gobiernos de centroderecha y centroizquierda que han sido golpeados en el resultado electoral. Macron perdió y ha debido convocar a elecciones legislativas nacionales anticipadas en Francia. Scholz fue desplazado en el resultado electoral europeísta al tercer puesto. 
 Las elecciones no trajeron el reacomodamiento esperado, sino nuevos giros políticos. Francia convocará a elecciones legislativas anticipadas, una jugada arriesgada de Macron tras el triunfo de Marine Le Pen, que gana homogéneamente en todo el territorio, con excepción de las grandes ciudades. Macron le abre las puertas a la ultraderecha, no la combate. La renovación del parlamento también implica la elección de un nuevo primer ministro, lo que puede dar lugar a un régimen de cohabitación, con el segundo funcionario en manos de la oposición. Existe un amplio abanico de posibilidades. No puede descartarse ni un triunfo de la ultraderecha, ni una recomposición, con muchas muletas políticas del campo que sostiene a un presidente europeísta. Otra variante es que sea ungido un representante de la centroizquierda, dando lugar a un esquema de salvataje del régimen tipo frente popular, que hace recordar a lo ocurrido en 1997 en la cohabitación del presidente derechista Jacques Chirac con el socialista Lionel Jospin. 
 Otro caso especial que debe ser seguido con atención es el rumbo de la ultraderecha en Alemania, los neonazis de AfD. A pesar de los reiterados intentos por aislarlos políticamente, obtuvieron un resultado mejor de lo esperado, orillando los 16 puntos. Este grupo se opone a la migración y también a la guerra en Ucrania, colocándose en forma velada dentro del campo de Putin. La elección también favoreció al grupo de Sahra Wagenknecht, una ruptura de Die Linke (Izquierda) con una línea política “rojinegra”: de reclamos obreros y contra la guerra (buscando acuerdo con Putin), en combinación con líneas reaccionarias y antimigrantes. La coalición de gobierno, además, sufrió un nuevo retroceso. En Italia, Meloni amplió su resultado, mientras que sus aliados mantuvieron números equivalentes a los previos. Esto legitima a la mandataria tanto como cabeza de su espacio como a nivel nacional, con una oposición dispersa. 
 La Unión Europea no logró crear un ente supranacional donde reine la concordia entre los pueblos. Se ha convertido en una cárcel donde los países más ricos extienden sus influencias. Ahora, se preparan para una nueva guerra a gran escala en territorio europeo. La ausencia de un balance en la izquierda, que se adaptó o tomó como propias las ilusiones europeístas, es la base de su estancamiento y retroceso. La actualidad los encuentra, en la inmensa mayoría de los casos, apoyando al bando de la Otan y las políticas guerristas de sus gobiernos. Una recomposición política del movimiento obrero y de la izquierda que se reclama revolucionaria solo puede venir de la mano de la emergencia de un fuerte movimiento de masas que luche contra la guerra y contra los gobiernos de la guerra, y que brinde una salida superadora a la Unión Europea, rompiendo con esta construcción imperialista, para luchar por gobiernos de trabajadores como un paso hacia una unidad socialista de Europa, incluyendo Rusia.

 Luciano Arienti

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