Acosta era chofer de Fanchiotti, prácticamente su mano derecha, cuando ocurrió la masacre de Avellaneda, el 26 de junio de 2002. Ambos fueron responsables del asesinato de Darío y Maxi. Durante el juicio oral, se presentaron pruebas irrefutables, entre testimonios y filmaciones, de cómo rompían filas para disparar con sus escopetas Itaka hacia ambos militantes, perseguidos y rematados dentro de la estación ferroviaria de Avellaneda. Ambos pagaron el ´pato de la boda´ de un operativo represivo mucho más amplio, que no dejó más muertos por obra del azar. Ese día, en una tentativa brutal para quebrar al movimiento piquetero, el gobierno Duhalde dispuso una movilización extraordinaria de fuerzas federales y locales, incluidos Prefectura y los servicios de inteligencia de la SIDE. Se apostaron francotiradores en los altos de los edificios. La represión se extendió en un radio de varios kilómetros, dejando decenas de heridos de bala. La versión oficial, tramada con anterioridad, pretendía achacarles a los mismos piqueteros que intentaban cortar Puente Pueyrredón la autoría de las muertes y los disparos. Todo eso se derrumbó gracias a la vigorosa respuesta popular del día siguiente exigiendo castigo a los culpables.
Las únicas penas severas que se dictaron por este atropello fueron las que recibieron Fanchiotti y Acosta. Otros policías recibieron penas menores. Un piquetero fue condenado por tomar a golpes a Fanchiotti delante de las cámaras de televisión. Los responsables políticos de la operación salieron indemnes y su impunidad se extiende hasta el día de hoy.
Acosta fue objeto de denuncias durante su paso por la cárcel de Gorina, acusado de recibir un trato privilegiado por parte del Servicio Penitenciario y de participar incluso de negocios con las autoridades del penal. Este es el último favor que le hacen en devolución “por los servicios prestados”.
Jacyn
18/10/2024
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