El intento de una tercera vuelta es desafiante; el pergamino no la ayuda. En 2013, Sergio Massa liquidó el sueño de la “Cristina eterna” cuando derrotó a Daniel Scioli en las parlamentarias de ese año y frustró la posibilidad de una reforma constitucional que habilitara otra reelección; encima de esto, el exmotonauta perdió las presidenciales de 2015 y ella misma las parlamentarias de 2017, frente a Esteban Bullrich. Cuando el derrumbe de Macri le abrió las puertas del retorno en 2019, la tesis de que “con Cristina no alcanza y sin Cristina no se puede” la empujó a una alianza con Massa y Alberto Fernández. El fracaso del gobierno de los Fernández fue abrumador. Luego de un intento de voltearlo, como consecuencia de la derrota del peronismo en 2021, la exvice se recluyó en un inmovilismo sin atenuantes, sin antes promover la caída del exministro Guzmán.
Más que un intento de retorno, la maniobra pejotista de CFK es una tentativa de resurrección. Pero tiene un punto a favor: el vacío de liderazgo de la oposición a Javier Milei y los síntomas de descenso de la cotización electoral del liberticida. En este contexto, el desafío del riojano Quintela, que ya ha defolteado parte de la deuda de la Provincia, es absolutamente secundario. La puntada en el riñón se la ha dado su pupilo preferido, Axel Kicillof. Los argumentos del gobernador de la provincia de Buenos Aires son atendibles: una candidatura de CFK no unifica al peronismo y propiciaría nuevas derrotas. El 1 de Mayo pasado, en el interior de la CGT, la burocracia exhibía un acuerdo con Kicillof, que asistió en compañía de Ferraresi, el intendente de Avellaneda, en una manifestación que fue acompañada por la mayor parte del FIT-U. Es lo que volvió a ocurrir el 17 de Octubre en Berisso, en el acto al que concurrieron tanto Pablo Moyano como el entregador de los trabajadores del Estado Andrés Rodríguez y varios "gordos" más. Las “nuevas melodías’ que reclama Kicillof apuntan a atraer a un frente a la oposición "dialoguista" y a desandar el camino de las reestructuraciones de deuda. Kicillof ha disputado la aplicación del régimen de grandes inversiones de Milei en su provincia, frente a Río Negro, lo que supone la promoción del extractivismo petrolero. También lleva adelante una estricta política de ajuste con el apoyo de la CTA (Baradel). En este emprendimiento, el pupilo sigue la línea de su tutora, cuyo gobierno se caracterizó por proyectos mineros y destrucción de glaciares.
El único interrogante que plantea la interna pejotista es el nivel de asistencia de los afiliados; es de presumir una abstención del bloque "renovador" o incluso un boicot. Advertida de esta posibilidad, la ex quiere preservar la presentación de su rival; es lo que buscarían algunos que firmaron la habilitación de ambas candidaturas, para animar la concurrencia a las urnas. No sería el caso del "Coqui" Capitanich, que ya encontró trabajo en la administración de la UCR en Chaco.
La construcción de un liderazgo político en las fuerzas en pugna pasa, en primer lugar, por la capacidad para unificar a la burguesía y poder convertir esa unidad en un polo de atracción para una mayoría de las masas. Es lo que intenta preservar Milei con el "ajuste" y el apoyo de los fondos internacionales, aunque use para este objetivo acciones disciplinadoras con la misma burguesía. En la oposición, sólo aparece este intento de CFK, manifiestamente precario. Pero la inmensidad de la crisis presente ofrece una nueva oportunidad para librar una lucha principista a fin de emancipar a la clase obrera de la política patronal y construir un real partido obrero. A este objetivo debe apuntar el trabajo de propaganda, agitación y organización.
Jorge Altamira
23/10/2024
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