Esta declaración representa el mayor boicot cultural contra instituciones culturales israelíes de la historia. Los firmantes se comprometen a no trabajar con “instituciones culturales israelíes que sean cómplices o hayan permanecido como observadores silenciosos de la abrumadora opresión de los palestinos”.
“No cooperaremos con instituciones israelíes, incluidas editoriales, festivales, agencias literarias y publicaciones que: Sean cómplices de la violación de los derechos de los palestinos, incluso mediante políticas y prácticas discriminatorias o encubriendo y justificando la ocupación, el apartheid o el genocidio de Israel.
Nunca hayan reconocido públicamente los derechos inalienables del pueblo palestino consagrados en el derecho internacional.”
Autores de la mayor jerarquía como la escritora irlandesa Sally Rooney, la peruana Michelle Alexander, la pakistaní Fatima Bhutto, la máxima filósofa del feminismo queer, Judith Butler, la Premio Nobel Annie Ernaux, el premio Nobel Abdulrazak Gurnah, la poeta norteamericana Marilyn Hacker, la famosa socióloga canadiense Naomi Klein, el escritor británico Owen Jones, la mexicana Valeria Luiselli, Arundhati Roy, Cecilia Vicuña y muchos otros han firmado el documento, ante “la crisis moral, política y cultural más profunda del siglo XXI”. Dicen: Colaborar con estas instituciones significa dañar a los palestinos, por lo que hacemos un llamado a escritores, traductores, ilustradores y creadores de libros a unirse a nosotros en este compromiso”, afirma la carta entre cuyos firmantes se cuentan ganadores y finalistas de casi todos los premios literarios más importantes del mundo.
La carta abierta, que ha sido descrita como una de las declaraciones de condena más fuertes y el mayor compromiso de la comunidad literaria con el boicot cultural, informa que su objetivo es protestar contra la “crisis moral, política y cultural más profunda del siglo XXI”, tal como en su momento adoptaron innumerables autores contra el apartheid en Sudáfrica. Los firmantes subrayan que lo que ocurre en Gaza es “un genocidio, como llevan meses afirmando destacados expertos e instituciones. Los funcionarios israelíes hablan sin rodeos de sus motivaciones para eliminar a la población de Gaza, imposibilitar la creación de un Estado palestino y apoderarse de tierras palestinas. Todo ello tras 75 años de desplazamiento, limpieza étnica y apartheid”.
Y denuncia: “La cultura ha desempeñado un papel integral en la normalización de estas injusticias. Las instituciones culturales israelíes, que a menudo trabajan directamente con el Estado, han sido cruciales para ofuscar, disfrazar y blanquear con arte (artwashing) el desposeimiento y la opresión de millones de palestinos durante décadas”. Ante esta crisis, los autores destacan que “no podemos en conciencia comprometernos con las instituciones israelíes sin cuestionar su relación con el apartheid y el desplazamiento”.
Ponen de relieve que ni siquiera es posible saber exactamente cuántos palestinos ha matado Israel desde octubre de 2023, porque Israel ha destruido todas las infraestructuras, incluida la capacidad de contar y enterrar a los muertos.
En este contexto, la acusación señala también a Estados Unidos por mantener un respaldo absoluto al genocidio de Israel en Gaza, ya sea mediante el poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) o con la entrega de enorme armamento al ejército sionista.
Olga Cristóbal
01/11/2024
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