Juan Bernassa, secretario de Educación del PCU, en un intercambio con EL POPULAR en Radio (*), compartió algunas pistas y reflexiones sobre la obra de Marx y su impacto en el presente.
Al igual que en la niñez, cuando llega a la etapa de preguntarse el porqué de las cosas, las preguntas del por qué militamos, el por qué trabajamos, incluso el por qué amamos de la forma que lo hacemos, pueden contestarse a partir de la teoría de Marx.
Las explicaciones de Marx permitieron pasar de la resignación y el sufrimiento a entender que es posible tener esperanzas y perspectivas de lucha si entendemos las razones históricas del por qué estamos como estamos. Es una revolución teórica que permitió pasar de reclamarle a los cielos una esperanza a sencillamente tener que organizarnos para luchar.
Marx era un hombre apasionado, al punto que algunos lo confundían con obcecado, pero era de fuertes convicciones y esas convicciones estaban llenas de una enorme sensibilidad. En sus primeros escritos se preguntaba por qué no juntar la leña en los bosques que son públicos si la gente con eso se calentaba. Podría pensarse que es una pregunta tonta pero no es nada tonta. Marx no tenía preocupaciones únicamente intelectuales, sino que siempre estuvo desesperadamente intencionado en cómo se convertían sus ideas, que no eran sus ideas sino la explicación de por qué funcionan las cosas cómo funcionan, en actividad de lucha y para eso escribe la magnífica obra “Manifiesto del Partido Comunista” junto con Engels para que los trabajadores puedan organizarse y tener un programa que les permita alcanzar la “pública felicidad”.
Hoy todo lo que dijo Marx se discute, pero esa misma discusión no hace más que reivindicar su vigencia.
Quienes le tienen alergia a las ideas de Marx, porque implican un cambio revolucionario del sistema en el que vivimos, suelen decir que quienes reivindican a Marx y la lucha de clases tienen un pensamiento anacrónico. Hablar de comunismo es anacrónico, pero el capitalismo, que también tiene una cantidad de años, parece que no es anacrónico.
Sin embargo, es todo lo contrario. Más que nunca, la explicación más cabal, más nuclear, más conceptual de lo que pasa hoy, llámese esta guerra comercial, el problema de los aranceles, llámese los conflictos en Europa o los otro cuarenta o cincuenta que hay en el mundo, si uno quiere entender, efectivamente, por qué sucede eso, por qué las búsquedas espaciales, las luchas por los recursos naturales, la depredación de la naturaleza que llega casi hasta límites absolutos, cuando se pregunta el por qué, efectivamente tiene que ver con la lógica de la naturaleza del propio capitalismo.
Capitalismo que está agotado conceptualmente, pero que aún es extraordinariamente fuerte, y cada vez más sofisticado en los mecanismos por los cuales sigue distrayendo a la gente y sometiéndose cada vez más a un poder extraño, diversificador, pero extraordinariamente muy bien elaborado que captura miles y miles de estímulos que hacen que los sujetos no puedan levantar la cabeza para pensar un minuto.
Por eso, junto a la prédica constante de decir que ya fue. ¿Si ya fue para qué se preocupan tanto y está en el discurso de casi todos hoy?
La incertidumbre del presente tiene explicación y se entiende a través de las contradicciones más elementales que explican la vida de la sociedad; esas contradicciones pueden ser resueltas históricamente, no son inevitables. Que un puñadito de seres humanos, respecto a los 7 mil millones de habitantes que somos en el planeta hoy, se apropien de cifras inimaginables que resolverían los problemas de casi toda la humanidad, eso no es inevitable, es un mecanismo, un conjunto de dispositivos muy fuertes que se han ido probando con el paso del tiempo y que cada vez que hay un intento progresista o un intento transformador, inmediatamente salen con todo el arsenal posible para frenarlo; claro es posible explicarlo y Marx nos dio las pistas para ello.
El desconcierto que proponen algunos frente al presente más bien es un miedo que quieren instalar en la gente de tal manera que el mecanismo defensivo les diga «bueno, si el mundo es apocalíptico y se viene todo abajo, me quedo con lo que hay».
Mark Fisher, un escritor, filósofo, profesor, crítico cultural británico y un gran estudioso de Marx dijo que hoy nos es mucho más fácil pensar el fin del mundo que un mundo alternativo y tiene razón, tenía razón. Es el mecanismo capitalista, el “realismo capitalista” que implanta la idea de que no hay otra cosa.
Esta idea está instaurada en la cultura y en nuestra forma de vida que es algo en lo que Marx también insistía; en cómo el capitalismo “subsume”, la palabra que utiliza es esa, penetra en todas las esferas de la vida y que uno puede emocionalmente querer como un burgués, aun cuando no quisiera serlo. Cuando nos encontramos con muchas plagas sociales, comportamientos abusivos horribles de las personas, autoritarios, violentos, también penetra las formas de vida, el capitalismo con sus lógicas depredadoras hace de la sensibilidad algo inútil y de las formas de vida un mecanismo para imponerse. Por eso algunos hablan hoy del triunfo del “yo tirano”, cada uno es una esfera de nosotros y pretende que lo que él cree es bueno es bueno para todos y tiene derecho a imponerlo.
Otro elemento del presente que nos interpela es la revolución tecnológica. Hace varios siglos algunas manifestaciones dolorosas de protestas se enojaban con los imprenteros y rompían las imprentas porque ahí se publican los edictos que prohibían una movilización. Extrapolando al hoy, no podemos enojarnos con el teléfono y la computadora, el problema es que estos dispositivos son más poderosos que aquellas imprentas, colonizan nuestra voluntad, pero, como nos enseñó Marx, revolucionar constantemente y cada vez más intensamente el modo de producción mediante la tecnología es una característica de nuestra época y del capitalismo.
Si uno recorre hoy las escuelas de verano que se están haciendo en varias partes del mundo sobre la caracterización de nuestra época dicen que el capitalismo ha entrado en una aceleración tan intensa, con una aceleración tecnológica tan potente, que efectivamente tiende a sustituir hasta la imperfección humana que es imposible de poder resolver.
Pero hay otras formas posibles de organización para que la tecnología esté al servicio de las necesidades humanas. El ejemplo de las vacunas en la pandemia es claro. Mientras las empresas multinacionales especularon con la vacuna en una lógica de mercado, Cuba desarrolló su propia vacuna y la puso al servicio de los pueblos que no podían acceder a las vacunas privadas. Pero no son opuestas la técnica y la tecnología al servicio del bienestar de los pueblos y el incremento de la ganancia, el punto está en qué se prioriza. Mientras el mercado prioriza la maximización de la ganancia, los pueblos requieren el interés humano por sobre la maximización de la ganancia sin límites.
Si Marx apareciera hoy y observara el mundo y su desarrollo polemizaría con todo el mundo. Diría “¿cómo que el movimiento sindical ha «agachado la guampa»? ¿Qué locura es esta? ¡De ninguna manera eso es cierto!”. El siempre polemizó con los liberales, con los socialistas utópicos, con los anarquistas, con todos los que de alguna manera equivocaban, efectivamente, el rumbo de lo que se necesitaba. Y ahí está la cuestión, en qué es lo que se necesita efectivamente para las transformaciones históricas.
A Marx hay que leerlo y ese es un gran problema de esta época en que el tiempo parece que no alcanza cuando en realidad muchas veces estamos alienados en los mecanismos de entretenimiento y control que nos propone el propio sistema capitalista. Los textos de Marx pelean por sí mismos y siempre dan ganas, luego de leerlos, de juntarse con otros para dar batalla.
mayo 10, 2025
(*) Programa emitido los lunes, miércoles y viernes de 10.00 a 11.00 horas por Radio Fénix.
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