martes, mayo 29, 2012

Ahmed Ben Bella, un gigante de la revolución


Cuatro meses antes de conmemorarse el quincuagésimo aniversario de la independencia de Argelia (5 de julio), murió en Argel, a los 95 años, Ahmed Ben Bella, quien fuera su primer presidente.
Ben Bella nació en 1916 en Maghnia, cerca de Tlemcen; fue hijo de campesinos marroquíes que se habían instalado en esa región fronteriza. A los 21 años hizo el servicio militar en el ejército francés, en Marsella. También allí jugará en el Olympique, equipo de fútbol de la ciudad. Luego de la derrota de la Wehrmacht (el ejército nazi) en Africa del Norte, se alistó en el 5° Regimiento de Fusileros Marroquíes. Combatió con arrojo en la campaña de Italia, distinguiéndose en la batalla de Monte Cassino. Cuatro veces citado por mérito militar, fue condecorado por el general De Gaulle en persona.
Como otros independentistas africanos (Bourguiba, su vecino tunecino, por ejemplo) había creído en las promesas de independencia de la potencia colonial una vez terminada la guerra. Pero se desencantó rápidamente, en 1945, cuando tuvo lugar la matanza de miles de patriotas argelinos por el ejército francés en Guelma y Setif.
Ben Bella al comprometerse por la independencia de Argelia participa en el Partido del Pueblo Argelino y luego, en el Movimiento por la Libertad Democrática, formando parte de su brazo armado, la Organización Especial (OS). Detenido por las tropas francesas en 1950 -por haber organizado una expropiación armada en el Correo Central de Orán-, se evade dos años después de la prisión y se refugia en El Cairo. El 1° de noviembre de 1954 estalla la insurrección contra la larga ocupación francesa, que databa de 1830.
El 22 de octubre de 1956 Ben Bella aparece a la luz pública gracias al primer acto de piratería aérea cometido en Europa. Proveniente de Marruecos en ruta hacia Túnez, junto a otros dirigentes argelinos Ben Bella fue detenido por los servicios secretos franceses. Desde ese momento, y durante largos años, la lucha independentista argelina tuvo un nombre: Ahmed Ben Bella. En las mazmorras francesas seguirá siendo uno de los dirigentes del FLN y su opinión pesará cuando se constituya el GPRA (Gobierno Provisorio de la Republica Argelina) y comiencen las negociaciones secretas con De Gaulle.
Años más tarde se firmarán los Acuerdos de Evian (18 de marzo de 1962) que consagran la independencia argelina. Ben Bella es liberado e inmediatamente propugna la creación de una expedición de cien mil hombres para combatir contra Israel. Tienen lugar a su vez luchas intestinas y el presidente del GPRA, Mohamed Boudiaf es desplazado por Ben Bella, gracias a su alianza con el jefe del Ejército del Oeste, Houari Boumedienne. Ben Bella entra triunfalmente a Argel en agosto de 1962. Permanecerá en el poder durante casi tres años, siendo derrocado en junio de 1965 por Boumedienne, el jefe militar que lo había ayudado a instalarse en el poder. Durante esos tres años Ben Bella concentró en sus manos gran parte del poder: presidente de la República, secretario general del FLN, ministro del Interior y RR.EE.
Musulmán, Ben Bella quiso conciliar socialismo e Islam. En esa época hizo sus célebres y controvertidas declaraciones: “El Islam es profundamente socialista, condena la usura… El Islam nos ayuda a construir el socialismo, no hay ninguna contradicción entre ellos”. Durante su mandato debió hacer frente a la insurrección ka-byla y reprimió con dureza a los colaboracionistas argelinos que habían combatido por Francia.
Luego de ser derrocado, sufrió ignominiosa prisión durante catorce años, sin ser sometido a juicio alguno. En 1990 el presidente Chadli Benejedid le concedió la libertad pero debió exiliarse en Suiza. Volvió a Argelia diez años después y fundó el Movimiento por la Democracia, inclinándose desde entonces por la ecología. Argelia se debatía a comienzos de los años noventa en una guerra civil entre el gobierno del vetusto FLN y el FIS, el Frente Islámico de Salvación. Partidario de la reconciliación, Ben Bella trató sin éxito de poner término al conflicto y logró al menos reconciliarse con el actual presidente, quien le rindió un homenaje nacional con ocasión de su deceso.
Ben Bella y Argelia establecieron estrechas relaciones con Cuba desde el inicio de los años sesenta. En el curso de su vida conoció a los dirigentes cubanos, a Raúl Castro, a Fidel, al Che. A fines de los años 90, Ben Bella escribió una semblanza del comandante Guevara: “Sí, sólo la revolución puede a veces hacer del hombre un ser luminoso”. Para el ex presidente argelino era imposible hablar del Che sin mencionar las estrechas relaciones entre sus dos países. Conoció al Che en 1962, en plena crisis de los cohetes, luego de un viaje a la ONU: “Decidimos que había que expresar públicamente nuestra solidaridad con Cuba y cuando me entrevisté con Kennedy, éste me dijo que no fuera a La Habana porque mi avión podría ser interceptado por aviones cubanos de la oposición. Yo le respondí que era un fellagah (guerrillero, combatiente) y que ni las amenazas de harkis (colaboracionistas argelinos que combatieron contra el FLN en el ejército francés) ni de los cubanos me inquietaban”.
Los lazos solidarios se profundizaron cuando en octubre de 1963 el recién creado ejército argelino debió hacer frente a un ataque marroquí, teleguiado por Washington: “Fue entonces que el presidente Nasser nos envió cobertura aérea y Cuba un batallón de 22 blindados y varios centenares de soldados al mando del comandante Efigenio Ameijeiras, veterano del Granma ”. Fue también en Argel, en febrero de 1965, durante la Conferencia Afro-Asiática, que el Che expresó públicamente su desacuerdo con la URSS y el campo socialista por practicar “las reglas implacables de la ley del mercado y de la racionalidad mercantil” en sus relaciones con los países del Tercer Mundo.
El ex presidente argelino reveló: “Durante una de sus estancias en Argel, el Che me transmitió una solicitud de Fidel para encaminar armas y cuadros militares que habían recibido entrenamiento en Cuba a América Latina… Es así como conocí a varios revolucionarios latinoamericanos”, escribió.
Con emoción recuerdaba el 9 de octubre de 1967, día de “la muerte de mi hermano en Ñancahuazú”. También la soledad de su prisión, donde se enteró que Fidel había visitado una granja-modelo argelina, ignorando que a pocos metros estaba confinado.
El recuerdo del Che y de los luminosos primeros años de los procesos revolucionarios cubano y argelino nunca lo abandonaron: “En la pared de mi celda había puesto una foto del Che. Esa foto está hoy en mi pueblo natal. Es la foto del Che con el torso desnudo, de cuyo cuerpo irradia tanta luz. Tanta luz y esperanza”.

Paco Peña
Punto Final



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