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lunes, mayo 14, 2012
¿Dónde está Andreu Nin?
Las jornadas de mayo de 1937 y el desarrollo final de los hechos echan por tierra dos de las mentiras mil veces repetidas y que han pasado, a pesar de la Historia, a la conciencia colectiva.
"...el Gobierno de Largo Caballero envió 5.000 hombres a Barcelona y se hizo cargo del orden público, hasta ahora en manos de la Generalidad. En el frente, la División 29, poumista, fue disuelta. Juan Negrín sustituyó a Largo Caballero. La CNT, en todo momento a favor de la pacificación de la retaguardia, salió del Gobierno de la Generalidad, y posteriormente del de la República. Las aspiraciones defendidas por Treball, pues, se habían materializado pocos meses después de los hechos."
Las jornadas de mayo de 1937 y el desarrollo final de los hechos echan por tierra dos de las mentiras mil veces repetidas y que han pasado, a pesar de la Historia, a la conciencia colectiva: que existen medios de comunicación objetivos, y que todas las fuerzas del bando republicano luchaban por la democracia.
Barcelona, la ciudad que se mira en las postales, hace 75 años cedía sus adoquines para levantar barricadas, mientras las balas silbaban por el aire la triste melodía de la descomposición del bando republicano. Estos hechos fueron bautizados por la historiografía con el nombre de fets de maig, probablemente la perogrullada más grande de la historia. Las jornadas que vivió Barcelona entre el 3 y el 7 de mayo de 1937 constituyen, sin duda, uno de los acontecimientos fundamentales para comprender qué sucedió en la retaguardia republicana durante la Guerra Civil española.
La conflictividad de esos días en Barcelona y en otras ciudades y pueblos de Cataluña responde, a grandes rasgos, a la pugna por la hegemonía en el seno del bando republicano de dos visiones. Por un lado, la visión que podemos denominar socialista-comunista, que anteponía el objetivo de ganar la guerra, para lo cual se pretendía canalizar las milicias hacia un Ejército Popular, así como controlar las distintas organizaciones obreras que habían protagonizado la revolución social en julio de 1936. Por otro lado, la visión anarco-sindicalista, partidaria de continuar con la revolución (colectivización de fábricas, campos, medios de transporte, etc.) y el mantenimiento de las milicias en el frente.
El 3 de mayo de 1937, tras unos meses de provocaciones mutuas, se produjo el enfrentamiento abierto en la retaguardia catalana. Artemi Aiguader (ERC) y Rodríguez Salas (PSUC) ordenaron y dirigieron la ocupación del edificio de la Telefónica en la Plaza de Cataluña de Barcelona, controlado por la CNT-FAI y la UGT desde julio de 1936. A partir de aquí y hasta el 7 de mayo CNT-FAI y POUM, por un lado, y PSUC, ERC, Estat Català y los gobiernos de la Generalidad y de la República, por otro, se enfrentaron directa o indirectamente en las calles de Barcelona y otras localidades de Cataluña.
Los hechos y las fuentes
‘Mai no serà possible d’obtenir una versió completament acurada i desapassionada dels fets de Barcelona, perquè no existeixen els documents necessaris. Els futurs historiadors no comptaran amb altre material que una massa d’acussacions i de propaganda de partit‘. George Orwell, en Homenatge a Catalunya. Un testimoni sobre la revolució espanyola
La prensa de estos años está, obviamente, condicionada por la guerra. La prensa se constituyó como un arma más para la consecución de las victorias militar e ideológica. Durante el trienio 1936-1939 se produjeron múltiples incautaciones de diarios con el fin de orientarlos y depurarlos ideológicamente (un caso paradigmático lo constituye el diaro Abc, de tendencia monárquica desde su creación en 1903, durante la guerra la unión editorial desapareció, conviviendo dos ediciones de Abc con ideologías opuestas: Abc, Órgano de Unión Republicana, en Madrid, y Abc en Sevilla, de la cual se ocupaba la familia propietaria).
En Cataluña, por ejemplo, el PSUC incautó El Matí, afín a Unió Democràtica de Catalunya (UDC) para crear Treball; el POUM hizo lo propio con El Correo Catalán para convertirlo en Avant, diario que desde agosto de 1936 será La Batalla.
En muchos casos el diario era el verdadero órgano propagandístico del partido, sindicato, etc. Por un lado, esta ‘massa d’acussacions i propaganda de partit‘ nos aleja de una interpretación objetiva de los hechos; por otro lado y mucho más interesante, nos permite observar claramente la postura de cada una de las partes en conflicto.
Un ejemplo ilustrativo lo constituye Pere Ardiaca, director de Treball en mayo de 1937 y a su vez responsable de propaganda del PSUC. Para el acercamiento a las jornadas de mayo a través de la prensa diaria nos hemos centrado en dos diarios, La Batalla y Treball. POUM y PSUC, respectivamente, reflejaban en estos diarios sus distintas posturas políticas.
Trotskismo-fascismo contra estalinismo
Una de las claves interpretativas más difundidas se basa en la identificación del POUM como el representante del trotskismo en España. Se trata de la versión dada por los vencedores, y es por tanto la que ha perdurado en el tiempo. El coronel comunista David Alfaro Siqueiros escribió en sus memorias: ‘El POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), el partido troskysta de España, [...] produjo una sublevación’. Igualmente el diario Pravda definirá al POUM como ‘banda trotskista fascista’ (el 9 de mayo de 1937).
Tendrá tal importancia esta identificación entre el POUM y Leon Trotsky que el propio Siqueiros justificará su intento de asesinato, por lo sucedido en Barcelona. En esta misma línea no debemos olvidar que Ramón Mercader, asesino de Trotsky, había militado en las Juventudes Socialistas Unificadas en Cataluña. De esta manera las jornadas de mayo quedan reducidas al binomio trotskismo contra estalinismo.
En las fuentes cercanas al socialismo-comunismo, como el diario Treball, el término trotskista es, más que una definición real, un concepto peyorativo con el que se pretende criminalizar al adversario: ‘Bandes d’espies, agents de sabotatge, terroristes, provocadors, agents de la policia al servei del feixisme alemany i de la política militar japonesa, seguint les instruccions dels serveis d’espionatge feixista, els trotsquistes, realitzen un treball de sapa contra el país del socialisme [URSS]‘ (Jordi Dimitrov, secretario de la Internacional Comunista, Treball, 7 de mayo de 1937).
El POUM se relaciona al trotskismo, no tanto por una aproximación real, sino por una crítica al estalinismo y la degeneración que por su culpa la revolución había sufrido. Incluso las máximas figuras poumistas negaban su implicación con el trotskismo. Julián Gorkin, dirigente del POUM y director de La Batalla durante los sucesos de Barcelona, insistió en que su partido no era trotskista, y no duda en advertir que el ‘leninismo’ y el ‘trotskismo’ eran un invento de Stalin. La Batalla (el 14 de mayo de 1937) ironizó al respecto. De la misma manera, desde la esfera poumista se acusaba a las fuerzas comunistas de conjuradas con el fascismo. Gorkin sentenció: ‘El fascismo y el stalinismo eran el anverso y el reverso de la misma medalla’.
Durante las jornadas de mayo podemos observar una doble acusación de conspiración, provocación y contraespionaje. Por un lado la esfera del POUM hablaba de provocación contrarrevolucionaria de la burguesía republicana y el reformismo psuquista. Por otro lado y como ya hemos comprobado en declaraciones de Dimitrov, si la identificación entre POUM y el trotskismo internacional no era suficiente para justificar su purga y eliminación, tanto ideológica como física, la prensa filocomunista presentará al POUM de una forma tan contundente como la siguiente: ‘El fascismo lanza contra el Gobierno y contra el pueblo a tres clases de miserables servidores de Hitler, Mussolini y Franco: los trotskistas, los fascistas emboscados y los incontrolables, [es decir] el POUM, la quinta columna y los facciosos’, escribe Mundo Obrero (reproducido por Treball, el 9 de mayo de 1937).
La conflictividad respondía a la lucha entre dos maneras de entender la guerra y la revolución social. Para el POUM, primero la revolución y después la guerra. Desde La Batalla es muy recurrente el recuerdo y la llamada al espíritu de las jornadas de julio de 1936. Para los partidos comunistas de la órbita soviética lo principal era ganar la guerra, a través de un Ejército Popular Regular regido por un mando único, el control de armas por parte de un cuerpo único de Orden Público, etc., para defender así el ansiado Frente Popular Antifascista.
Las consecuencias de los sucesos
Las consecuencias inmediatas de un conflicto armado son las víctimas que genera. Sobre este aspecto de los enfrentamientos está generalizada en la bibliografía la cifra de 500 muertos y 1.000 heridos. Sin tener en cuenta ni las víctimas en otras poblaciones ni las represalias que se llevaron a cabo con posterioridad. Solé y Villarroya en Les víctimes dels Fets de Maig detalla las 235 víctimas mortales, una cifra inferior a los 500 muertos y 1.000 heridos, y muy alejada de los más de 5.000 muertos de los que se hace eco el general Siqueiros.
La prensa constituye una fuente fundamental para la configuración estadística de las víctimas. Tanto Treball como La Batalla aportaron cifras al respecto. Treball afirmaba el 7 de mayo que el número de víctimas mortales era cerca de 230, mientras que para La Batalla el número de muertos era de 165. También constituyen una fuente primordial para la identificación de las víctimas (nombre, afiliación política, profesión, lugares de hospitalización, etc.).
George Orwell percibirá con gran claridad en su Homenaje las repercusiones de los hechos: ‘Vaig entreveure, vagament, que, un cop acabada la lluita, tota la culpa seria atribuïda al POUM, que era el partit més feble i, per tant, el cap de turc més adequat‘. La Batalla, órgano principal de difusión de las ideas poumistas, también pagará con su suspensión. Mundo Obrero y Treball, entre otros diarios, reclamaban al Gobierno la suspensión de La Batalla: ‘El POUM ha d’ésser dissolt i els seus mitjans de propaganda contrarrevolucionaris suspesos; aquesta és una exigència popular que el Govern ha de tenir en compte‘.
Desde el 6 de mayo La Batalla ya informaba a sus lectores de tener dificultades para salir a la calle, para evitar la censura y para difundirse. El día 5 de mayo fueron registradas sus instalaciones y suspendida su publicación. El 28 del mismo mes La Batalla fue prohibido. El propio Orwell escribirá: ‘Acusaven el POUM de ser una organització feixista disfressada [...]. Evidentment, la versió oficial dels disturbis de Barcelona ja era decidida: havien de ser presentats com un alçament de la ‘cinquena columna’ feixista, maquinat exclusivament pel POUM‘.
La interpretación de los hechos correspondió a nivel internacional a la que difundían los diarios como Treball. Los periódicos filocomunistas disponían de los mecanismos de censura y el apoyo del Gobierno de la República para influir en los diarios europeos, no sólo soviéticos como Pravda sino también ingleses o franceses, suficiente para imponer su visión de los hechos, señalar a los culpables y ocultar su depuración ideológica y física.
Si Mundo Obrero publicaba el 19 de junio: ‘Nuestra magnífica policía popular ha asestado en Barcelona un nuevo golpe a nuestros enemigos de la retaguardia. Una amplia red de espionaje trotskista-fascista que facilitaba noticias a Franco ha sido descubierta’, pocas semanas más tarde era asesinado Andreu Nin, máximo dirigente del POUM. Los procesos de Moscú, por los cuales el régimen estalinista asesinó a múltiples supuestos disidentes, como Zinoviev o Kamenev, llegaron a Barcelona.
Por su parte, el Gobierno de Largo Caballero envió 5.000 hombres a Barcelona y se hizo cargo del orden público, hasta ahora en manos de la Generalidad. En el frente, la División 29, poumista, fue disuelta. Juan Negrín sustituyó a Largo Caballero. La CNT, en todo momento a favor de la pacificación de la retaguardia, salió del Gobierno de la Generalidad, y posteriormente del de la República. Las aspiraciones defendidas por Treball, pues, se habían materializado pocos meses después de los hechos.
Las jornadas de mayo y el desarrollo final de los hechos echan por tierra dos de las mentiras mil veces repetidas y que han pasado, a pesar de la Historia, a la conciencia colectiva: que existen medios de comunicación objetivos, y que todas las fuerzas del bando republicano luchaban por la democracia. ¿Dónde está Andreu Nin? Obviamente ni en Salamanca ni en Berlín.
Francisco M. Toro
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