martes, mayo 15, 2012

Europa: la dimensión política de la crisis



Frente a la brutal política de austeridad que contienen los ajustes estructurales, un malestar popular generalizado recorre el continente y cuestionan tanto la existencia del euro como moneda común como el mismo proyecto de integración continental.
Cada día es más evidente que la crisis europea no es de corto plazo y que la política de ajustes estructurales impulsados por la Troika no hace más que agravarla. Esta realidad se expresa con fuerza en el plano de la política, donde por derecha e izquierda se cuestiona el régimen político.
Los recientes resultados electorales en Francia y Grecia muestran como la crisis -cuya solución no aparece en el horizonte- se manifiesta de diversas maneras en el plano político -caída de gobiernos, ascenso de la izquierda y la ultraderecha- y en el económico -se ha abierto un debate sobre ajuste y crecimiento.

La crisis no es solo financiera

Los mentores del carácter estrictamente financiero de esta crisis -en la que el capítulo europeo tendrá rasgos propios pero que no puede separarse de las tendencias mundiales- ponen el acento en la deuda de los Estados y en el déficit público como causante de la crisis.
Y no es para menos. Grecia encabeza el ranking, su deuda del 165 por ciento de su PBI fue reducida al 120 por ciento luego de las quitas a cambio de un brutal ajuste, otro lote de países -Italia, Irlanda, Portugal- oscilan entre el 114 y el 116 por ciento de esa relación, mientras que un tercer grupo -Francia, Alemania, Inglaterra- oscilan entre el 80 y 90 por ciento. Esto explica porqué el BCE ha tirado miles de millones de euros al mercado, no para ayudar a la economía real sino para salvar a los bancos, que son los acreedores de esa monumental deuda de los Estados.
La situación fiscal no le va en zaga. El ajusteen los diversos países impuesto por la Troika -FMI, BCE, CE- deberá alcanzar hasta el 2016 a los 524.5 mil millones de euros. Para medir el impacto país por país hay que tener en cuenta el tamaño de cada economía, pero tomada de conjunto es una magnitud que golpeará en toda la actividad de la región. Es la brutal política de austeridad que contienen los ajustes estructurales lo que empuja al bloque a una espiral recesiva y prolongada.
Sin embargo hay un trasfondo mucho más profundo que no es financiero y que afecta a la economía real. Y no es otro que la profunda reestructuración que está atravesando el sistema productivo mundial, donde se verifica un traslado del eje económico -productivo y comercial- desde occidente hacia la China y el sudeste asiático. Así la contribución de Europa al PBI mundial que supo ser del 40 por ciento, apenas alcanza ahora al 20 por ciento y va en descenso.
No es de extrañar entonces que varios países hayan ingresado en lo que se conoce como la segunda oleada recesiva -España, Grecia, Irlanda, Portugal- y en el resto el crecimiento esperado sea mínimo. Se estima que en el mejor de los casos la eurozona crecerá este año un tímido 0,5 por ciento.

Indignación toma expresión

¿Qué pasará cuando los sacrificios no acaben con la crisis? Se preguntaba una periodista española meses atrás. Su pregunta fue anticipatoria, un malestar popular generalizado recorre el continente y tanto la existencia del euro como moneda común, como el mismo proyecto de integración continental, están fuertemente cuestionados.
Fuertes sentimientos de identidad nacional, de políticas basadas en objetivos nacionales, cobran fuerza entre los jóvenes, los más golpeados por la crisis, y se levantan contra las propuestas integracionistas pensadas desde hace más de seis décadas y el corsé monetario del euro. El desempleo, los recortes a los programas de la seguridad social, las incertidumbres sobre el futuro impulsan el ascenso de las fuerzas de izquierda en sus numerosas tendencias. También alientan la xenofobia, el racismo y el rechazo al inmigrante, esto se muestra en el ascenso electoral de las derechas en numerosos países europeos.
Es este malestar ciudadano el que provocó durante el 2011 la caída de seis gobiernos. El holandés fue el último, pero antes lo fueron el griego y el italiano, el español, el portugués y el rumano, al mismo tiempo.

Elecciones

Los resultados electorales de estos días son la prueba más palpable del cambio del humor político europeo. En Francia el candidato socialista, Hollande, triunfó en segunda vuelta con el 51,7 por ciento de los votos sobre el conservador Sarcozy, que logró el 48,3 por ciento. Completan el cuadro el Frente de Izquierda, a la izquierda del PS, y sobre todo una expresión de ultraderecha, el frente Nacional de Marie Le Pen, que recibieron en primera vuelta nada despreciables 11 y 19 por ciento de los votos. También hay un 9 por ciento de votos centristas y un 2 por ciento que obtuvo la izquierda anticapitalista (NPA-LO).
En Grecia las elecciones parlamentarias han testificado el derrumbe de la coalición que gobernara durante los últimos siete años y el vertiginoso ascenso de la izquierda radical, Syriza, verdadero triunfador en estas elecciones con un con un 16,8 por ciento de los votos y 52 diputados, que desde hace tres años hace campaña por el no pago de la deuda. La derechista Nueva Democracia se alzó con solo el 18,9 por ciento de los votos, pero la ley le otorga al partido más votado una prima de 50 diputados, mientras que el Pasok, socialdemócrata, apenas alcanzó un 13,4 por ciento y 41 representantes. También ingresa al parlamento por primera vez Aurora Dorada, un grupo neofascista que obtuvo el 7 por ciento y 21 parlamentarios, a esto deben sumarse otras fuerzas de izquierda que sumadas han obtenido 14 por ciento y 45 diputados.
Esta misma semana las fuerzas oficialistas en Gran Bretaña (liberales y conservadores) y en Italia (neoliberales) han sufrido fuertes derrotas en las elecciones municipales que constituyen verdaderos test a futuro.

¿Nuevos tiempos?

En pocas semanas más habrá en Francia elecciones parlamentarias, como se sabe es el Parlamento quien elige allí al primer ministro. Si los socialistas logran aumentar su caudal electoral y por lo tanto sus representantes, Hollande podrá colocar su próximo ministro, pero si no lo logra, una alianza entre la derecha y la ultraderecha, Sarkozy-Le Pen, puede forzar una cohabitación entre un presidente socialdemócrata y un primer ministro de derecha.
En Grecia con la fragmentación de las fuerzas políticas que arrojaron las urnas se hará dificultoso formar gobierno y sobre todo sostener las políticas de ajuste impuestas por la Troika, que la alianza de conservadores y socialdemócratas garantizaba. Al momento de escribir este artículo Nueva Democracia ya fracasó en formar gobierno y el presidente encargó la tarea a Syriza, que propone una moratoria de la deuda y rechaza la política de ajuste. Si no lo logra es posible se marche a nuevas elecciones. Los primeros sondeos dicen que se profundizaría la caída de los partidos tradicionales y crecerían la izquierda radical y la derecha.

Europa en debate

Así las cosas el futuro de Europa está en debate. Puede abrirse un nuevo tiempo. Hollande prometió en su campaña que no ratificará el Pacto de Estabilidad Fiscal, firmado a fines del año pasado por los 27 jefes de Estado europeos. Condiciona la ratificación a que se lo acompañe con un Pacto de Crecimiento.
En contrapartida la canciller alemana, Angela Merkel y el titular del BCE, Mario Draghi, se niegan a instrumentar políticas de expansión económica, en el mejor de los casos las supeditan a "reformas estructurales" parecidas a las que impuso en los ’90 el Consenso de Washington en América latina.
En paralelo el primer ministro italiano, el tecnócrata Mario Monti, declaró que "el ajuste no resuelve la crisis" y que "Europa necesita políticas de crecimiento", antes el destituido presidente Enrico Berlusconi adelantaba que el triunfo de Hollande sería "un viento fresco en Europa", mientras que otras voces también se alzan contra la austeridad y a favor del crecimiento.
Es que muchos dirigentes políticos han tomado nota que los resultados en Francia pueden alterar los equilibrios políticos alcanzados por Merkel y Sarkozy, y cada vez cuestionan más las políticas que han llevado la desocupación en Europa al record de 25,5 millones de personas.
El debate entre ajuste y crecimiento recién ha comenzado y una vez más su resolución dependerá de la movilización popular.

Eduardo Lucita

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