Su geografía compleja y la distancia de puntos más amigables para la vida humana (como la cercana isla de Santo Tomé y Príncipe) la habían vuelto inhabitable durante siglos. Hasta que exploradores de Portugal la descubrieron en 1473, mientras buscaban una ruta marítima hacia las Indias bordeando África como alternativa tras la caída de Constantinopla. Distintos relatos coinciden con lo mismo: en los 550 años sucesivos hasta la actualidad, el islote fue víctima de colonizaciones violentas. Luego de los portugueses sobrevinieron holandeses y también británicos, aunque el que más insistió para anexarla orgánicamente a sus posesiones fue el reino de España, quien tardó más de cincuenta años en lograrlo. Así es como, de rebote, terminó perteneciendo al Virreinato del Río de la Plata, por lo que durante unas tres décadas y media el cabildo de Buenos Aires fue el centro administrativo de esta isla africana a 8 mil kilómetros de distancia.
Se supone que su población fue construyéndose a partir de los negros que los distintos mercaderes traían especialmente de Angola y zonas aledañas como escala previa al traslado a Cuba, Cartagena, San Salvador de Bahía, Colonia de Sacramento o la propia Buenos Aires, entre otros puntos coloniales. Durante tiempos intermitentes la isla fue parte del sistema de comercio esclavista que conectaba África con las Américas a modo de peaje intermedio en una ruta marítima sensible. En el medio, los que quedaban allí de rezago y sus descendientes sobrevivieron librados a su suerte en una región completamente aislada, lo cual fue modelando una cultura propia en base al sincretismo entre las creencias africanas ancestrales y el cristianismo introducido por portugueses y españoles. De eso surgió el Fa d’Ambô, dialecto criollo que convive actualmente en la isla con el castellano, y también un notable espíritu de resistencia.
Entre 1776 y 1778 se constituye el Virreinato del Río de la Plata y se celebra el Tratado de El Pardo, a través del cual Portugal le cede a España dos islas en el golfo de Guinea que el rey Carlos III automáticamente coloca bajo la administración de la Intendencia de Buenos Aires. Una es Fernando Poo, hoy conocida como Bioko y donde está Malabo, la capital de la actual Guinea Ecuatorial. La otra es Annobón.
Hasta la Revolución de Mayo, lo que hoy es Argentina supo tener dos enclaves en el Atlántico africano que la corona española intentó ocupar para consolidarlos como base de su propia ruta comercial de esclavos hacia las Filipinas. A esos efectos, el virrey Pedro de Ceballos ordenó una expedición desde Montevideo con tres buques que fue un total desastre: piratas ingleses intervinieron en las rutas, los colonos portugueses no estaban enterados del cambio de soberanía y los africanos se opusieron ante los que consideraban invasores. Como si eso fuera poco, distintas enfermedades arreciaron las tropas y dos de los tres barcos sufrieron roturas insalvables. Los pedidos de socorro a España tardaban meses en llegar y otros meses en ser respondidos, por lo que la situación se volvía cada vez más calamitosa. Finalmente, en 1783 regresaron a Montevideo apenas 26 de los 247 expedicionarios que habían zarpado cinco años antes y con nada más que 60 esclavos, todos ellos obtenidos no por méritos de captura, sino tras comprárselos a los portugueses.
Las aspiraciones españolas por ocupar ese archipiélago quedaron suspendidas hasta mediados del siglo XIX, cuando todos sus dominios americanos ya se habían emancipado y la corona encima tuvo que disputarle las islas a los británicos, quienes las habían intrusado aprovechando el estado de abandono administrativo en el que se hallaban. En 1968, al cabo de una década de descolonización en casi toda África, el dictador Francisco Franco le concedió a esa zona la independencia pero con la condición de que se agrupara bajo un mismo estado artificial, el de Guinea Ecuatorial, único de habla hispana en el continente. Como en los 500 años anteriores, Annobón volvió a pasar de manos en un continuum sin fin de sometimiento, en este caso el del ecuatoguineando Teodoro Obiang, presidente desde 1979 y tutor de la autocracia más longeva de la actualidad en todo el planeta.
Como habían hecho sus ancestros con los portugueses, los españoles y los británicos, la etnia ambó que habita la isla resiste ahora ante un régimen acusado por distintos organismos internacionales de diversas violaciones a los derechos humanos. Un informe ante la Organización de de Naciones y Pueblos No Representados asegura que Obiang autorizó que esas costas sean utilizadas por empresas multinacionales vertedero de residuos tóxicos. La primera revuelta fue en 1993, la segunda dos años después. Antes de eso habían sufrido una larga epidemia de cólera sin asistencia humanitaria alguna. La respuesta desde Malabo, la capital de Guinea Ecuatorial, fue una dura represión militar, además de cerrar el acceso y la salida de Annobón y cercenar las comunicaciones por teléfono y por internet.
Las estimaciones indican que por cada poblador de la isla hay dos annobonenses exiliados, especialmente en España, donde realizan manifestaciones públicas para visibilizar su caso. En 2022, un grupo autonomista proclamó la ruptura con el gobierno ecuatoguineano con una fecha que vuelve a aparear coincidencias: el 9 de julio. En los hechos, es una expresión de voluntad a la espera del análisis del caso en el Comité de Descolonización y del reconocimiento internacional. La isla quiere seguir el mismo camino que se inició hace dos siglos a este lado del Atlántico frente al cabildo del cual supo depender.
Juan Ignacio Provéndola
25 de junio de 2025 - 00:01
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