El choque con la Corte
Aunque el trumpismo cuenta con una mayoría clara (de 2/3) en la Corte Suprema, ha venido sufriendo algunos traspiés. La Corte le dio la autorización, por un lado, para continuar con las deportaciones, pero por una mayoría mínima. Aplicó un tecnicismo que reserva para la Justicia estadual la jurisdicción acerca de las expulsiones de inmigrantes y su confinamiento en las megacárceles extranjeras o extraterritoriales, por ejemplo, de El Salvador o Guantánamo.
El caso del ciudadano salvadoreño Kilmar Armando Abrego García, quien fue expulsado e internado en la megacárcel del fascista Bukele por un “error administrativo”, ha desatado una crisis internacional. No se trata del único caso de “errores” admitidos, pero es paradigmático en tanto Abrego García ha caído en un laberinto jurídico y diplomático que Kafka no hubiera imaginado. La Corte Suprema ha ordenado el retorno de Abrego desde El Salvador, a lo cual el gobierno responde que no tiene cómo hacerlo. En una reunión de Trump con Bukele, en la Casa Blanca, el dictador salvadoreño declaró que no pensaba devolver a Abrego García, a quien calificó caprichosamente de “terrorista”. Abrego había sido procesado en 2019, y un juez había ordenado su deportación (pero prohibiendo que fuera expulsado a El Salvador), en base a una evidencia policial un informante confidencial que lo señaló como miembro activo de la (pandilla) MS-13, sin brindar una prueba material. Abrego, por otra parte, se encuentra casado con una ciudadana estadounidense con la cual tienen hijos en común. El senador demócrata Chris Van Hollen de Maryland (donde residía Abrego García) viajó a El Salvador a reunirse con el prisionero y realizar gestiones para su retorno, y denunció al gobierno por “desafiar rotundamente” las órdenes judiciales de retornar al deportado.
La voluntad de Trump de desacatar las órdenes judiciales ha quedado aún más clara tras el diálogo sostenido con Bukele (que fue grabado y reproducido por la prensa) en el cual el presidente le plantea al salvadoreño que van a seguir las deportaciones hacia la megaprisión… incluso de ciudadanos de EE.UU., algo que es todavía más inconstitucional.
El 19 de abril, la Corte Suprema emitió un fallo por mayoría de 7 a 2 para prohibir en forma temporal el reinicio de los vuelos de deportación de inmigrantes a la prisión de Nayib Bukele. Trump reaccionó con furia: “Estoy haciendo lo que me eligieron para hacer: expulsar a los criminales de nuestro país, pero los tribunales parecen no querer que lo haga” (X, 21/4). En relación al debido proceso, señaló: “No podemos juzgar a todos, porque hacerlo tomaría, sin exagerar, 200 años. Algo así es imposible. ¡En qué situación tan ridícula nos encontramos!”.
Stephen Miller, subjefe del gabinete de la Casa Blanca, reclamó, sin atenuantes, la instalación de un estado de excepción: “O nos unimos y apoyamos al presidente Trump para expulsar a estos terroristas de nuestras comunidades, o dejamos que un sistema judicial de izquierda radical y rebelde paralice la maquinaria de nuestro aparato de seguridad nacional. El presidente Trump hará de esta nación un lugar más seguro que nunca, y lo hará a pesar de la lucha y la oposición de los jueces comunistas de izquierda” (Fox News, 23/4).
Trump intenta agitar a su base en un tema en que se siente fuerte, y en el cual la “oposición” demócrata ha mantenido una complicidad escandalosa (muchos de sus legisladores han votado las leyes migratorias trumpistas en ambas Cámaras). La cuestión migratoria es de las pocas cuestiones en las cuales las encuestas parecen darle un buen puntaje al gobierno, aunque en el caso de Abrego García el 50 % de los estadounidenses reclama su regreso. El trumpismo, sin embargo, no ha convocado a la calle a los partidarios de las deportaciones sin juicio; por el contrario, las calles tienden a ser ocupadas por las protestas de los trabajadores y los jóvenes, tanto contra las deportaciones como contra la masacre sionista en Palestina, como por los despidos masivos de empleados estatales.
La guerra comercial, en pausa
La opinión pública es claramente contraria a la guerra arancelaria desatada por Trump. Las grandes corporaciones y los tenedores de bonos estadounidenses, por su lado, han respondido a la guerra comercial con una fuga del mercado de deuda pública. El presidente dejó en suspenso por 90 días los aumentos de los aranceles, con excepción de los aplicados a China (que subieron hasta el 245 %), para atenuarlos luego en algunos casos. Aunque afirma que varios países le están “besando el trasero” (sic), Trump acusó recibo de la prohibición de China a la exportación de “minerales raros” ya refinados, donde tiene un monopolio sin rivales.
La ola de corridas financieras, sin embargo, se reanudó, cuando Trump anunció su interés en echar al presidente de la Reserva Federal, Jared Powell, por la reluctancia de éste a reducir la tasa de intereses general. “Jerome Powell debería haber bajado los tipos de interés, como el Banco Central Europeo (BCE), hace tiempo, pero sin duda debería bajarlos ahora. ¡El despido de Powell no puede esperar!”, declaró Trump en su red social. “No tengo intención de despedirlo”, se desdijo después. La Reserva Federal es una federación de bancos estaduales y se encuentra bajo la supervisión del Congreso.
¿Divorcio por conveniencia?
Otra expresión de crisis se manifiesta en la muy probable salida de Elon Musk de su rol de director de la llamada “Oficina de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés). Musk había volcado a los oligarcas de las grandes empresas tecnológicas hacia la candidatura de Trump. Musk se ha vuelto crecientemente impopular por su política de despidos y cierres de departamentos oficiales creados por el Congreso, convirtiendo en un activo tóxico para el gobierno. Musk se encuentra en una posición contradictoria con Trump con respecto a China, que es su principal mercado.
Los ataques a Musk pronto se trasladaron a un boicot a sus empresas, con concentraciones frente a las concesionarias de Tesla en todo el país -e incluso en el exterior- en el movimiento denominado “Tesla Takedown” (o “Derribemos a Tesla”)-. Paralelamente, se comenzaron a producir actos vandálicos contra vehículos de esa marca, al punto que el propio Trump salió a amenazar a quienes los realicen no ya con ser perseguidos judicialmente sino directamente con ser tratados como terroristas y deportados a la megacárcel salvadoreña.
Musk generó indignación internacionalmente con el saludo nazi en la asunción de Trump, y al apoyar públicamente a diversos partidos y candidatos fascistas en Europa. En el mercado europeo las ventas de autos autónomos de Tesla automotriz han caído incluso más que en EE.UU.: un 44 % en apenas dos meses, mientras que las ventas de autos eléctricos subían, y en particular las marcas chinas subieron un 82 %. Tras el apoyo los neonazis de AfD, las ventas en el mercado alemán (el mayor de Europa) cayeron un 75 % en apenas un mes.
El empresario sufrió un revés político en las elecciones de un juez de la Corte de Wisconsin, donde se jugó a fondo por su campaña, quien fue derrotado en un Estado que había votado mayoritariamente a Trump unos meses atrás.
La afectación al valor de las acciones de Tesla por el rol político, llevó a los accionistas a pedirle que o bien renuncie al gobierno o bien deje de presidir la empresa.
Los choques con el asesor presidencial Peter Navarro -el ideólogo de la guerra arancelaria- tienen el carácter de una crisis de características políticas. Navarro había afirmado que Tesla “no es un fabricante de coches, sino un ensamblador de coches” (cuyas partes son fabricadas en el exterior, en especial en China). El CEO de Tesla ha evitado criticar públicamente la política trumpista, aunque en una reunión con analistas de Wall Street hizo una afirmación significativa: “seguiría argumentando que la administración Trump debería reducir los aranceles impuestos…” (NTY, 23/4). Los ataques a Navarro son disparos por elevación contra el propio presidente. Es cierto que la empresa del magnate “estaba menos expuesta a los aranceles que otros fabricantes de automóviles estadounidenses como GM, Ford y Stellantis” según el analista de la industria tecnológica, Dan Ives (BBC, 8/4), pero no menos real es que “Los aranceles en su forma actual afectarán a Tesla, a toda su cadena de suministro y a su presencia global, que ha sido una clara ventaja a lo largo de los años frente a competidores en ascenso como BYD” (ídem).
La duración del contrato de Musk como líder de DOGE estuvo en discusión desde el principio. El megamillonario ha tenido choques con varios integrantes del gabinete, como el Secretario de Estado Marco Rubio y el secretario del Tesoro Scott Bessent, en su condición de “asesor’ no funcionario. También ha generado resistencias entre los congresistas republicanos, que enfrentan una creciente bronca de sus bases electorales a consecuencia de los despidos y recortes sociales. Trump ha filtrado a su “círculo íntimo” y a los miembros del gabinete que Elon Musk dejaría su cargo en las semanas siguientes. La primicia fue furiosamente desmentida por la vocera Karoline Leavitt, “Elon Musk y el presidente Trump han declarado públicamente que Elon dejará el servicio público como empleado especial del gobierno cuando complete su increíble trabajo en DOGE.” Musk anunció que reducirá el tiempo que dedica a DOGE a “uno o dos días a la semana, mientras el presidente lo necesite”.
Continúan las protestas
Tras las enormes manifestaciones del sábado 5, se ha producido una segunda ola de protestas contra el gobierno apenas dos semanas después. El sábado 19 se realizaron marchas y concentraciones en al menos 700 ciudades, menos masivas que la anterior movilización. La nueva demostración nacional adquirió un carácter más combativo y crítico de la “oposición” demócrata. Las denuncias a la política del trumpismo adquiere un carácter cada vez más destacado. “La democracia corre un gran peligro”, declaró a AFP Kathy Valyi, de 73 años, quien participaba de la protesta en Nueva York. Hija de supervivientes del Holocausto, advierte que lo que le contaron sus padres sobre la llegada de Adolf Hitler al poder en la década de 1930 en Alemania “está ocurriendo aquí ahora”.
Existe una creciente conciencia de la necesidad de echarse a las calles. Otro manifestante declaró: “Hay que ponerle freno” a Trump, “El mecanismo que tenemos para hacerlo ahora mismo es salir a la calle y hacer oír nuestras voces”, aseguró a la AFP “mientras sostenía una pancarta con la foto del adolescente venezolano Merwil Gutiérrez, otro detenido por agentes migratorios y deportado a una cárcel de máxima seguridad en El Salvador, pese a que no era un objetivo” (DW, 20/4). En la ciudad costera de Galveston, Texas, también se produjo una concentración: “Generalmente, esperaría con los brazos cruzados a las próximas elecciones”, dijo la escritora Patsy Oliver, de 63 años. “No podemos hacer eso ahora. Ya hemos perdido demasiado”, agregó (ídem).
En las marchas se pedía por el retorno y la liberación del salvadoreño Ábrego García, por la liberación del estudiante palestino Mahmoud Khalil de la Universidad de Columbia -detenido para su deportación pese a tener residencia legal- y contra los ataques contra la enseñanza y la salud. La apariencia de omnipotencia del gobierno es cosa del pasado.
Rafael Fernández
26/04/2025