En la asamblea de primavera del FMI y el Banco Mundial, Kristalina Georgieva aseguró que el plan económico de Milei-Caputo marchaba sobre ruedas y sólo podía llegar a descarrilar como consecuencia de los resultados electorales. La directora ya le ha encontrado el chivo emisario al fracaso. Pero, ¿por qué un plan encarrilado necesitó un nuevo préstamo del FMI y de otros organismos internacionales por 25.000 millones de dólares? Lo mismo dice Milei: “hicimos el ‘ajuste’ antes de recurrir al FMI”. El liberticida ´olvida´ que Argentina se encuentra bajo la tutela del FMI desde 2018, renovada en 2022 por los Fernández y Martín Guzmán.
Desde que se firmó el acuerdo con el Fondo, sin embargo, han llamado a los especuladores a volver al ‘carry trade’, que permite obtener grandes beneficios con la compra de deuda pública en pesos. Es lo que Milei les dijo a los capitalistas agrarios: no importan los precios de la soja, lo que importa es que conviertan los dólares de exportación en títulos públicos, al 40 % anual, con un tipo de cambio congelado. Esta bicicleta se había derrumbado con la corrida cambiaria que precedió -y precipitó- al acuerdo con el FMI.
El Gobierno debe comprar divisas a un precio bajo, porque de otro modo no le alcanzarían los pesos del superávit fiscal para pagar deuda externa; en junio hay un vencimiento por seis mil millones de dólares y, en enero de 2026, otro tanto. El Gobierno se vio obligado a poner los pesos de un fondo de reserva escaso, cuando no consiguió renovar el 30 % de los vencimientos de la deuda en pesos. El Banco Central ha transferido “utilidades” contables e incluso ficticias al Tesoro, por 12 billones de pesos o el equivalente a 10.000 millones de dólares, por medio de emisión monetaria. Las utilidades “devengadas” o contables se diferencian de las utilidades efectivamente realizadas en que aquellas son todavía hipotéticas y sólo las últimas producen el ingreso equivalente de dinero. Sin este ingreso, la transferencia al Tesoro sólo puede realizarse por medio de emisión de dinero sin respaldo. Cuando el Tesoro use ese montón de dinero para pagar la deuda no renovada, la emisión entrará en circulación, acicateando la inflación. La inflación abarata aun mâs el dólar, quitando capacidad de exportación y aumentando la de importación. El saldo comercial se convierte en negativo, en perjuicio de la acumulación de reservas internacionales por parte del Banco Central.
En estas condiciones, los préstamos por 25.000 millones de dólares no han sido suficientes para “empujar el dólar a 1.000 pesos” y abaratar la compra de divisas para pagar la deuda externa. La divisa, por el contrario, cotiza en torno a los 1.200 pesos, lo que implica una devaluación del 16 por ciento. Los que participan del ‘carry trade’ quieren entrar con un dólar más alto y un peso más barato, y mantener la inversión a una tasa de interés superior a la devaluación. El Gobierno no cuenta con el recurso al ‘carry trade’, sino en forma muy limitada. Como se ve, la cosa no está “encarrilada”. El ‘carry trade’, por otra parte, es pernicioso para la inversión productiva, porque ofrece una tasa de beneficio superior en un tiempo menor. El Gobierno y el Banco Central se han convertido en una “cueva”; en tanto que la inversión real de capital es igual a cero, o sea, no supera la tasa de amortización o desgaste del capital invertido. La mayor parte de lo que se presenta como inversión, por ejemplo minera, es en realidad una adquisición de derechos de explotación. Todo esto explica que el ‘riesgo país’ se mantenga por encima de los 700 puntos (el valor de la deuda argentina no repunta), aunque numerosos boletines financieros aseguran que algunos bonos (los de mayor plazo) subirán entre el 10 y el 20 % en los próximos meses. Consciente de que Milei y Caputo caminan, en realidad, sobre la cornisa, el secretario de Tesoro de Trump aventuró la posibilidad de un préstamo extraordinario del Tesoro norteamericano, para el caso de un “evento” –o sea, de un colapso cambiario y financiero-.
Estallido inflacionario
Con mucha menos ´prensa´, la tendencia hacia la desorganización económica ha desatado una carestía que supera con creces las previsiones oficiales; la ‘desaceleración’ de los precios se ha invertido desde hace siete meses. La carne y los lácteos, componentes fundamentales de la canasta de alimentos, se han disparado en estas dos semanas en valores que van del 15 al 25 %. El reemplazo de la carne por alimentos más baratos dispara el precio del pollo y los huevos. Mientras tanto, el transporte público tendrá desde mayo un salto en los colectivos y subtes para todo el AMBA. El gasto promedio de transporte de un trabajador sube a los 55.000 pesos por mes. A la motosierra de despidos y recortes, se agrega ahora la confiscación inflacionaria. A nadie escapa que esta situación convierte en una hoja al viento a las paritarias del 1 % o 2 %, a la cual la burocracia de todos los pelajes se había aferrado con entusiasmo. A este cuadro, se le agregan los anuncios de Sturzenegger sobre nuevos despidos: los departamentos afectados son la atención a enfermedades como el cáncer, la atención a la discapacidad y la cancelación de la entrega de medicamentos para afecciones potencialmente terminales. La burocracia y los partidos capitalistas ocultan este escenario explosivo. A despecho de este trabajo consciente de derrota de los trabajadores, la deliberación en las fábricas y en las reparticiones es creciente. El Primero de Mayo es una oportunidad para exponer un programa de acción para una lucha de conjunto de los trabajadores.
Marcelo Ramal
30/04/2025
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