
Acaba de fallecer esta escritora cuyo nombre como guionista está ligado al mejor cine argentino, a títulos como La tregua (1974), La historia oficial (1986), Caballos salvajes (1995), y dejó una huella que merece ser reconocida.
Aída Bortnik (Buenos Aires, 1938-2013), periodista, dramaturga y también guionista de televisión, escritora y militante de larga andadura. Su trayectoria es determinante en el cine argentino de combate que sucede la caída de la agencia de la Trilateral, la dictadura genocida de Videla, que tantas complicidades suscitó en su momento aunque ahora eso este tan olvidado como la Trilateral a la que quizás haya quien la confunda con una ONG.
Aida estudió Derecho y Letras en la Universidad de Buenos Aires, pero se inclinó por el periodismo de investigación, de los “desentierramierda” como lo llamaban en los Estados Unidos a principios del siglo XX. Escribió en la revista Primera Plana y el periódico La Opinión, entre 1967 y 1976, ambos ligados con el célebre periodista argentino de origen ucraniano, Jacobo Timerman, que fue torturado por los “milicos” a las órdenes de Ramon Camps, célebre entre otras cosas porque llegó a considerar como “subversivo” al mismísimo Platón. Fue acusado colaborar con los Montoneros. Aida también colaboró con las revistas Siete Días, Panorama, Semanario y Humor, reconocida por mantener la crítica y sortear con sagacidad la censura del último régimen militar que aplastó al pueblo argentino con el aplauso de las élites neoliberales. Un año antes del golpe de Estado (1976) que derribaría el Gobierno de Isabel Perón, por entonces, el cartel parapolicial llamado Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) mataba disidentes sin control en este país, Bortnik se exilió en España mientras que el alto clero colaboró.
Su “currículo” como autora y adaptadora teatral es desconocido pro estos lares, pero no es tanto su papel como guionista, tarea que inició con La tregua, adaptación del libro homónimo de Mario Benedetti que dirigió Sergio Renán en Uruguay con un Héctor Alterio pletórico como el patético oficinista que se da el gusto de decirle a sus jefes lo que piensa creyendo que le había tocado la lotería, en realidad todo era una broma pesada de sus aburridos compañeros. La película fue la primera de Argentina en ser nominada al Oscar en el apartado de mejor filme extranjero que ganó obviamente Amarcord, de Federico Fellini que será mucho más recordada que la de habla inglesa de aquel año, El golpe.
En 1981 regresó a Argentina, y entre otras muchas otras cosas, escribió el guión de La historia oficial (1985), que ganó el Oscar a la mejor película extranjera y ella misma estuvo nominada para el mejor guión. Al margen de sus indudables méritos –que los tenía, baste recordar simplemente las interpretaciones de Norma Aleandro y de Héctor Alterio-, la película fue la primera que abordó como tema central la denuncia contra la dictadura militar (1976-1983), abordando uno de los casos de “niños robados”, otro de los buenos ejemplos que Videla y CIA tomaron de su maestro, el general Franco. En la trama, había un momento luminoso que es el del encuentro entre el personaje de oportunista que encarnaba Alterio y su padre, un viejo carpintero que no renuncia a sus ideales libertaros por más que le pueda pesar ser “un perdedor”; estaba claro del lado de quien estaba Aída Bortnik. Después de aquel éxito, Bortnik se convirtió en la primera escritora latinoamericana en ingresar como miembro permanente de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.
Aida escribió otras películas recordadas. Entre ellas Gringo Viejo (1989), que fue dirigida por Luís Puenzo y que adaptaba al mejor Carlos Fuentes para contar la asombrosa historia del inclasificable “reaccionario” llamado Ambroce Bierce que murió luchando con Pancho Villa, y que fue encarnado por un inmejorable Gregory Peck que había sustituido a Burt Lancaster; Tango Feroz: la leyenda de Tanguito (1993), de Marcelo Pinheyro, que también estuvo detrás de las cámaras en otro dos títulos importantes Caballos salvajes (1995) y Cenizas del paraíso (1997). Caballos salvajes en una suerte de “western” protagonizado por un anarquista de antes, de mucho antes, o sea de los tiempos de la FORA, alguien que en su ancianidad no duda en expropiar el banco en pleno “corralito”.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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