miércoles, noviembre 16, 2022

50 años de la vuelta de Perón, para un “acuerdo nacional” contra el movimiento obrero


“El Día de la Militancia” que va a celebrar Cristina en La Plata. 

Este 17 de noviembre, en el Estadio Único de La Plata, Cristina Fernández encabezará un acto por el aniversario número 50 de la vuelta de Perón, que fue en el año 1972 y luego de 17 años de exilio. Formarán parte de la convocatoria las dos CTA, el moyanismo y la Corriente Federal de Sergio Palazzo, así como una tropa de intendentes peronistas y grupos empresariales pyme. 
 El encuentro por venir tendrá lugar en un país signado por una bancarrota económica y social sin parangón, y por un tutelaje cada vez mayor del FMI, aspectos que explican en buena medida la crisis que pende hace tiempo sobre el Frente de Todos, cuyas facciones constituyentes se encuentran prácticamente en guerra. Ninguna conmemoración o celebración militante oficial puede ocultar este cuadro. 

 La vuelta 

Detrás de los móviles que empujaron a Perón a regresar al país, en 1972, se escondían los intereses de la clase capitalista, cuestionada por un ascenso muy marcado de la lucha de clases. 
 La dictadura de Juan Carlos Onganía, al cual Perón llegó a calificar como “soldado de la patria” y apoyó llamando a “desensillar hasta que aclare”, quedó herida de muerte en 1969, como producto de un auge de la lucha obrera y popular, cuyo momento cumbre fue el Cordobazo. Esto se desarrolló al compás de un derrumbe en todos los planos de la política económica del onganiato. Argentina asistió a un cuadro revolucionario, en el cual el proletariado encabezaba movilizaciones y batallas superando la contención de la burocracia sindical. 
 En ese marco, la burguesía, el clero y el alto mando militar, temerosos de la actividad álgida de la clase obrera, delinearon el operativo de regreso del político capitalista con más autoridad frente a las masas. Perón era líder del mayor movimiento popular dirigido por la burguesía nacional. El Gran Acuerdo Nacional (GAN), del que participaron los principales partidos burgueses, y Lanusse, que llegó al poder por medio de un golpe contra el milico Levingston, ha sido una pieza fundamental de esa empresa, cuyo intelecto rector fue el propio Perón. 
 Se trató de la tentativa de encapsular ese ascenso revolucionario de la clase obrera en un proceso de características constitucionales, y posteriormente con el desarrollo de elecciones. El GAN fue precedido por la formación de “La Hora del Pueblo”, un agrupamiento de partidos burgueses que pedía la dimisión de Levingston. El retorno fue el mecanismo de la clase capitalista y del imperialismo para reconstituir, a través de Perón, la autoridad del Estado burgués. La vuelta del régimen democrático se iba a convertir en la negación de los intereses históricos de los obreros movilizados. A esta orientación se habían sumado hasta Montoneros y la Juventud Peronista. 
 Perón, como parte del GAN, le ordenó a la burocracia sindical ruccista que desactive los procesos de lucha que se desenvolvían, mientras Lanusse ratificaba la no convocatoria a paritarias. Preparaba, así, el terreno para la consumación del Pacto Social de 1973, que el peronismo en el gobierno selló con la CGT y las patronales nucleadas en la CGE con el objetivo de congelar los salarios.
 Lanusse proscribió en los hechos la candidatura de Perón, con la exigencia de que este debía estar en el país antes del 25 de agosto del ‘72. Perón retorna casi 3 meses después, pero termina aceptando las condiciones puestas por la dictadura y decide que su “delegado” Héctor Cámpora sea el candidato del Frejuli, acompañado por el conservador Vicente Solano Lima. El Frejuli tuvo la banca de la Unión Industrial Argentina y la Bolsa de Comercio. 
 Con Cámpora en el gobierno, asociado en parte a la izquierda del peronismo, Perón preparó su desembarco definitivo. Las Fuerzas Armadas reclamaron la presencia directa de Perón en el poder, lo que fue apoyado incluso por el imperialismo. Perón asumió el desafío, y una vez en el sillón de Rivadavia, desarrolló una política para doblegar al movimiento obrero, que venía de protagonizar otras luchas como el Viborazo, el Mendozazo, el Rocazo, el Rosariazo o el Correntinazo; para lo que reforzó el poder de la burocracia sindical y colocó a elementos fascistas al interior de la maquinaria estatal, como José López Rega. 
 Perón creó la Triple A, junto a López Rega, un grupo terrorista de choque diseñado para exterminar físicamente a la vanguardia proletaria. La Triple A se enfrentó a la movilización popular, que siguió latente a pesar del operativo retorno. Arremetió, por ejemplo, contra el Villazo de los obreros de Acindar, Marathon y Metcon, que tuvo lugar en la santafesina Villa Constitución, en marzo de 1974. El somatén continuó operando bajo el gobierno de Isabel Perón, el cual ejecutó el Rodrigazo, un plan de ajuste en beneficio de la clase capitalista cuyas consecuencias terminaron por detonar las huelgas de junio y julio de 1975 y diversos procesos de lucha, que derrotaron al gobierno terrorista de Isabel.
 La burguesía y el imperialismo se encontraron nuevamente frente a un ascenso de la lucha de masas. El recurso que utilizaron para detener eso fue la dictadura de Videla, que llevó el terrorismo de Estado al paroxismo. 

 Por un movimiento popular con banderas socialistas

 La descomposición y el agotamiento histórico del peronismo como movimiento popular alcanzaron grados altísimos. El peronismo, como expresión del nacionalismo burgués, se terminó convirtiendo en un instrumento del imperialismo funcional a la expoliación y el sometimiento de Argentina por parte de las grandes potencias capitalistas. Su política de integración de las masas al Estado, de ubicarlas bajo su ala a través de la regimentación, la cooptación y el rol contenedor de la burocracia de los sindicatos, siempre ha sido en aras de reforzar la dominación del capital. El peronismo no representa bajo ningún punto de vista una tentativa de emancipación nacional y de transformación social del país. 
 El peronismo es una tendencia política que ha encarnado las necesidades de la burguesía en distintas etapas históricas. Esto explica su carácter camaleónico, ha sido “neoliberal” con el gobierno de Carlos Menem, y “nacional y popular” con los gobiernos de Néstor Kirchner y CFK. Actualmente, en el poder, se encuentra desarrollando un ajustazo contra los trabajadores, al servicio del FMI. La orientación fondomonetarista del gobierno de los Fernández y Massa ha llevado a que más de la mitad de los niños del país sean pobres y a que una porción gigantesca de trabajadores labore en la informalidad. Asimismo, el peronismo se halla rematando los recursos del país, en función de los intereses del capital financiero; y en el marco de la guerra en Europa, se ha alineado con la Otan contra Rusia. No se puede separar la decadencia en la que ha ingresado Argentina de la política reaccionaria, proburguesa y proimperialista del peronismo y de todas sus alas, incluido el kirchnerismo. 
 Por esto es que desde el Partido Obrero queremos que el movimiento popular adopte otras banderas; no de contenido burgués, sino socialista, que luche por un gobierno de los trabajadores, por la dirección del país, y que rompa con el imperialismo y las patronales explotadoras. Este es el desafío de la etapa. 

 Nazareno Kotzev

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