miércoles, junio 26, 2024

Putin-Kim, la guerra europea envuelve al noroeste de Asia


La posición del internacionalismo socialista. 

 El tratado de asistencia recíproca entre Rusia y Corea del Norte que han firmado Putin y Kim Il Jong la semana pasada, extiende al noroeste de Asia el escenario de la guerra mundial que libran la OTAN y Rusia. Es indudablemente una derivación de la decisión de la OTAN de ofrecer armamento de largo alcance a Ucrania para alcanzar territorio de Rusia, que conlleva necesariamente la participación de personal militar de la OTAN en el terreno. Subraya al mismo tiempo las contradicciones de la estrategia política y militar de Moscú en cuanto afecta o incluso perjudica los intereses internacionales y geopolíticos de la República Popular de China. El gobierno de Pekín, el aliado más importante de Moscú en las presentes circunstancias, no ha emitido ningún comunicado, a pesar de que tiene firmado con Corea del Norte, un país fronterizo, su propio tratado de defensa mutua. Con independencia de las justificaciones que cada gobierno esgrime para la firma de este acuerdo político-militar, la extensión de la guerra va contra los intereses de la clase obrera mundial y de la humanidad.
 El pacto Putin-Kim constituye un viraje respecto a las sanciones dictadas contra Corea del Norte por parte de las Naciones Unidas con el voto de la misma Rusia. El objetivo alegado de esas represalias era enfrentar los ensayos nucleares y misilísticos que ha venido desarrollando Corea del Norte. La militarización creciente de este país ha sido siempre un poderoso elemento de presión para forzar, fundamentalmente a la OTAN, a aceptar la integración de Pyongyang al mercado mundial en términos conformes a un continuo monopolio del poder de la dinastía gobernante. El último intento en ese sentido ha sido la negociación que buscó llevar Trump a buen fin, durante su glamoroso encuentro con Kim Il Jong en 2019. La guerra en Ucrania y la participación creciente de Corea del Sur en ejercicios militares con Estados Unidos y Japón, y la derrota electoral de Trunp, pusieron fin a este idilio efímero. Hace pocos meses atrás, el régimen norcoreano adoptó una medida extraordinaria e incluso histórica, al eliminar de la Constitución el objetivo de la reunificación nacional de Corea. Un gobierno socialista se habría valido de esta reivindicación para unificar políticamente a la clase obrera de toda la península tras la consigna de una República Única y Socialista. El propósito de ese repudio a la unión nacional es darle un trazado definitivo a la frontera militar con Corea del Sur. 
 El interés de Putin por este acuerdo político, económico y militar es múltiple. El principal sería obtener provisión de material bélico que la industria rusa produce con déficit, como municiones, drones y algún tipo de misiles, como Putin ha logrado negociar con otros países, por ejemplo Irán. Ofrecería a cambio tecnología de punta y sistemas de hardware, que potenciarían la capacidad militar de Pyongyang. Otro de los propósitos es combatir el sistema de sanciones de la OTAN contra Rusia. Las sanciones inhiben parcialmente, en el caso de China, una colaboración más abierta de Pekin en materia militar. China realiza ingentes compras de petróleo, gas y materias primas de parte de Rusia. Finalmente, un comercio más activo con Corea del Norte serviría para el desarrollo económico de la periferia de Rusia en esa región e incluso al acceso a puertos de aguas calientes. Todo esto podría, hipotéticamente, servir para la privatización de empresas estatales en Corea o para su desarrollo comercial con el exterior. 
Aunque se descuenta que Xi Jinping fue informado previamente de este giro de Putin con relación a Corea del Norte, el acuerdo con Corea del Norte desata un conflicto, al menos potencialmente, que no es menos evidente. China está interesada en el cese de la guerra en Ucrania, en la que ve un obstáculo para su expansión comercial internacional y un acicate para la guerra que prepara la OTAN contra ella. El acuerdo de cese del fuego y el plan de paz que ofreció China, el año pasado, para la guerra en Ucrania reivindica la “integridad territorial”, en referencia a Ucrania, a diferencia de la anexión de los territorios ocupados a Rusia, incluida Crimea, que reclama Putin. Aunque China tiene un pacto de defensa con Corea del Norte, aboga insistentemente por una desnuclearización de toda la península de Corea -no el reforzamiento nuclear que plantea el acuerdo Putin-Kim- algo que rechazan tanto la OTAN como Corea del Sur. El acuerdo de defensa entre Putin y Kim ha dejado a la vista una grieta entre Rusia y China. Es lo que pretendía lograr Trump en su visita a Corea del Norte, y que probablemente vuelva a plantear si retorna a la presidencia de Estados Unidos –en función de desarrollar mejores condiciones para una guerra contra China, insistentemente deseada por el imperialismo norteamericano.
 Muchas corrientes políticas justificarán estos acuerdos como un derecho de defensa de Rusia contra la escalada de la OTAN. En realidad, esta posición justifica el nacionalismo ruso, que no es antiimperialista, pues plantea abiertamente un objetivo de opresión nacional por parte de una oligarquía con intereses propios en el exterior cercano a Rusia, desde Ucrania y Bielorusia a Asia Central y al propio interior de la Federación Rusa, que reúne a varias nacionalidades oprimidas. El derecho de defensa significa, por sobre todo, desarrollar la guerra mundial, que es de conjunto imperialista. En las circunstancias presentes, el único planteo progresivo es el internacionalismo de la clase obrera, lo que significa impulsar la movilización, objetivamente revolucionaria, para terminar con la guerra y con el capitalismo imperialista que alimenta y retroalimenta las guerras de dominación. 

Jorge Altamira
25/06/2024

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