En el comunicado que informa la medida, el gobierno fascista del norte dice explícitamente que busca "abordar las políticas, prácticas y acciones recientes del gobierno brasileño que constituyen una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional, la política exterior y la economía de Estados Unidos", debido a “los ataques insidiosos de Brasil a las elecciones libres y al derecho fundamental de los estadounidenses a la libertad de expresión", en referencia a la sentencia contra el expresidente Jair Bolsonaro y las medidas tomadas contra X por el Tribunal Supremo. Es decir que manifiesta abiertamente su intención de interferir en forma directa en la política interna brasileña, algo que de todas maneras quedaba en evidencia en razón de que, como Estados Unidos tiene superávit comercial con respecto a Brasil, los aranceles carecen de su fundamento principal que es lograr un balance económico en este sentido.
Si Brasil impusiera aranceles recíprocos, como había amenazado Lula cuando logró que el Congreso brasileño le diera luz verde para tomar todas las medidas excepcionales que considerase pertinentes para contrarrestar los aranceles, Estados Unidos se vería afectado al ser el que más mercado de consumo tiene para perder en esa relación. Por eso -y en gran parte también por las presiones de los importadores norteamericanos afectados- en las negociaciones Estados Unidos dejó afuera al 43 % de los productos brasileños, casi 700, pertenecientes a las áreas de aviación, energía y minería, entre otros.
En Brasilia, de momento, están descartando aranceles a los productos norteamericanos y solo piensan en dirigir recursos del Estado brasileño para paliar las pérdidas de los capitalistas afectados por los aranceles, tales como brindarles líneas de crédito y posibles ajustes en el seguro de crédito a la exportación y los mecanismos de financiación de las exportaciones. Lula lanzó el plan “Brasil soberano” que consiste, además de estas medidas, en buscar nuevos mercados alternativos. El otro recurso es la devaluación del real que confisca los salarios y las jubilaciones de los trabajadores brasileños. Para los trabajadores norteamericanos, los aranceles también son una confiscación que compensa las pérdidas que sufrió el Tesoro con la baja de impuestos a los capitalistas. Todo este escenario forzado por Trump acentúa la transferencia de recursos completamente regresiva para los trabajadores en todo el mundo. China abrió el mercado a esos productos sancionados, pero su demanda no llega a compensar la pérdida en Estados Unidos. En Norteamérica, por su parte, buscan reemplazar a los brasileños por oferentes de otros países.
Trump acusa al juez de la Corte Suprema Alexandre de Moraes de intimidar a opositores e imponer censura a empresas estadounidenses, a través del congelamiento de activos como una forma de coerción. Por eso ya había anunciado la implementación de sanciones financieras en contra de Moraes, mediante la llamada Ley Magnitsky, una legislación del 2012 que, con la excusa de actuar contra personas responsables de violar los derechos humanos, autoriza al gobierno de Estados Unidos a sancionar discrecionalmente a extranjeros sin que haya intervención judicial de ningún tipo que valide la acusación. Es un instrumento de persecución fascistizante -obra del gobierno demócrata de Barack Obama- del que se sirve Trump. Con esta decisión, Washington ordena congelar cualquier activo que de Moraes posea en Estados Unidos y también puede prohibir a las instituciones financieras estadounidenses realizar transacciones en dólares con una persona sancionada, lo que incluye hasta la utilización de tarjetas de crédito.
El Secretario del Tesoro, Scott Bessent, responsable de implementar y supervisar el cumplimiento de la orden, podría establecer nuevas normas y regulaciones. Pero la cifra de los sancionados puede ser aún mayor ya que se espera una lista de nombres en un plazo de 60 días, entre los que posiblemente estén los legisladores del Congreso de Brasil por rechazar amnistía a Bolsonaro. Esta semana, el máximo tribunal brasileño declaró que la legislación extranjera no tiene incidencia en el país, en respuesta a esta injerencia yanqui.
Este escenario levantó la imagen de Lula en las encuestas y le devolvió la bandera de la soberanía al PT -en gran parte sostenido por la burguesía brasileña que se perjudica con los aranceles-.
Trump busca focalizar su dominio directo sobre América, en donde Brasil es clave, mientras acomoda el rompecabezas para una escalada futura de la guerra en todo el mundo. En función de esto es que autorizó la intervención militar en el continente y ya empezó cercando con submarinos nucleares a Venezuela.
Aldana González
25/08/2025
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