Como es de costumbre, Clarín y La Nación se coaligaron para anunciar en primera plana que la inflación de septiembre, del 3,5 %, ha sido la más baja desde abril de 2021. Con el índice de precios al consumidor en incesante descenso, el de la pobreza batió, el mes pasado, todos los récords de aumento, un descomunal 52,9 por ciento. Si la buena racha inflacionaria prosigue, en pocos meses más todos estarán chapoteando en el hambre.
¿Dónde está la estafa? Con caídas mensuales del consumo del orden del 15/20 %, el fortalecimiento constante del peso sobre el dólar, el retiro del impuesto a las importaciones y los techos salariales, la tasa de inflación debería ser sencillamente negativa. Incluso la inversión está en caída libre, de modo que no aumenta tampoco la demanda por ese gasto. En lugar de financiar el déficit del Tesoro con emisión monetaria, lo que produciría inflación, el gobierno lo hace con emisión de deuda por montos mayores a los que necesita, para guardar los pesos sobrantes (los saca del mercado) en su cuenta en el Banco Central. Si la inflación fuera “siempre y en todo lugar” una consecuencia de la emisión de moneda, como dice el diletante al que le ha tocado gobernar, la inflación debería ser negativa, o sea que los precios deberían caer y entrar en deflación. Pero no, suben las tarifas de los servicios, los alquileres y expensas de viviendas, la alimentación y otros gastos, primero en pesos pero mucho más en dólares, cuya cotización no para de bajar. En resumen, los precios suben en términos internacionales: lo que ‘equilibra’ es que cae la cantidad de mercaderías vendidas y los servicios que dejan de pagarse. Con este régimen monetario, cuando la tasa mensual de inflación llegue a cero, la economía quedará parada. Con inflación en pesos para arriba y cotización del dólar para abajo, la inflación real, en dólares, es un 5 % mensual .
Bajo el gobierno ‘libertario’, la intervención del estado en la economía le gana por lejos al ‘populismo’. Vende dólares que no le pertenecen, para bajar su cotización, y retira de la circulación los pesos equivalentes. Fuerza, de este modo, una venta privada de dólares que, más el blanqueo gratuito de dinero, hace subir la cotización de bonos en dólares y produce una reducción ficticia o precaria de la tasa de interés de los préstamos del exterior. Todo esto redunda en una mayor inflación en dólares y una dolarización generalizada de precios, mientras el poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, que se mide en pesos-dólares, no deja de caer. La burguesía saluda el empobrecimiento general y el enriquecimiento de una minoría exclusiva. En síntesis, la economía se encuentra en una olla a presión de una deuda del Tesoro a corto plazo que crece sin parar, y que fuerza al gobierno a mantener el cepo al tipo de cambio para que no se produzca una estampida al exterior. Para que esta ciénaga no lo trague, el gobierno busca con desesperación un préstamo del exterior.
Jorge Altamira
11/10/2024
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