Ayer, 4 de noviembre, tuvieron lugar numerosas elecciones en Estados Unidos. La mayor parte de ellas fueron municipales, algunas para gobernadores y hasta referendos acerca del rediseño de las secciones electorales en varios estados. En la totalidad de estos eventos ganó el Partido Demócrata, incluso con exfuncionarios de la CIA como candidatos, por ejemplo, en Virginia, o en otros con candidatas musulmanas. Fue una jornada de derrotas generalizadas para Trump y su pandilla MAGA. La que adquirió, sin embargo, dimensión nacional e internacional fue la que dio el triunfo a Zohran Mamdani, 34 años, miembro de la fracción Socialista Democrática del Partido Demócrata, en Nueva York, la metrópoli del imperialismo mundial. Mamdani no contó con el apoyo del aparato oficial de los demócratas, ni de sus figuras relevantes. Apenas le ofreció un gesto la gobernadora del estado de Nueva York, cuando participó en el acto de cierre, donde fue abucheada. Mamdani movilizó para su campaña a cien mil voluntarios (no rentados) y obtuvo la mayoría absoluta de los votos (50,4 %) en una elección que recogió la mayor participación electoral de los últimos sesenta años.
Donald Trump y el capital financiero norteamericano desataron una campaña furiosa y grotesca a la vez contra Mamdani, a quien califican como “un comunista”. Trump anunció, por de pronto, que privaría a NY de fondos federales a partir del 1 de enero, cuando el ganador asumirá como Intendente. En un brulote antisemita, el mismo Trump acusó de “estúpidos” al gran número de judíos que votaron por Mamdani, un musulmán; NY es la urbe que reúne al mayor número de judíos del planeta. El jefe de la bancada demócrata en el Senado, Chuck Schumer, Obama y Kamala Harris, negaron su apoyo. La elección neoyorquina no ha sido, definitivamente, una elección municipal.
Sin embargo, la crisis social de “la ciudad que nunca duerme” es ostensible: una crisis de costo de vida, una crisis habitacional, laboral, del transporte y urbana. El compromiso de congelar los alquileres protegidos; la gratuidad del cuidado de la niñez y del transporte urbano; el financiamiento de un plan de viviendas populares; la contratación de diez mil maestros y profesores fue un factor decisivo para ganar el voto de los trabajadores. Mamdani se ha pronunciado también a favor de la sindicalización en las empresas tecnológicas y ha conseguido apoyo de los trabajadores de aplicaciones para organizar sindicatos. Un columnista del insospechable The Wall Street Journal (3/11), para quien Mamdani es “un defensor de causas perdidas”, advierte, sin embargo, que el programa de este resuena en todo Estados Unidos y que se trata de “un regalo” que Trump y los políticos patronales deberían “desempaquetar con cuidado” (como una bomba de reloj). La derecha concuerda, definitivamente, en que Estados Unidos, el centro nervioso del capital financiero, es un polvorín social. El WSJ advierte a Trump que, si quiere convertir a NY en un terreno de combate a las masas, es necesario que adopte parte del programa de los socialistas para esta guerra. Bernie Sanders, el senador que oficia de abuelo de los SDS, ya ha elogiado numerosas medidas “industrialistas’ e “intervencionistas” de Trump.
Más allá del programa que lo llevó a la victoria electoral, Mamdami se destacó por llamar a una “Intifada global” y denunció el genocidio en Palestina, algo que otros miembros de la corriente Socialista Democrática y acompañantes evitaron hacer. Pero fue precisamente en NY donde la movilización contra la masacre sionista alcanzó mayor envergadura, al igual que la represión policial contra ella, incluyendo la invasión de los campus universitarios. El apoyo a Mamdani y el voto de ayer expresan un rechazo a la guerra imperialista, precisamente cuando Trump reúne las fuerzas para un ataque contra Venezuela y, desde otro lado, se dispone a reanudar los ensayos nucleares. En una forma, por cierto, confusa y todavía poco desarrollada, la lucha contra la guerra mundial imperialista se convierte en la lucha contra los gobiernos imperialistas de cada país. Es, por otra parte, lo que hace inversamente Trump, en forma consecuente: llevar la guerra imperialista contra los trabajadores, en Estados Unidos, mediante una ofensiva política y militar en las grandes y pequeñas ciudades del país.
Mamdani, conscientemente o no, intenta eludir estas condiciones, o sea, la lucha de clases que encierra. Ha anunciado, por ejemplo, que desea conservar a la actual jefa de la Policía neoyorquina, que ejecuta una política de “delito cero” con todos los medios de represión a su alcance. Ha planteado, textualmente, en su discurso de cierre de campaña: “vamos a trabajar con los oficiales de policía para reducir la criminalidad, mientras creamos el Departamento de Seguridad Comunitaria” – una Defensoría diluída para supervisar a ‘la peor del mundo’. Se trata, naturalmente, de una espada de Damocles contra la movilización popular, que es el instrumento insoslayable de lucha contra la ofensiva reaccionaria. Es cierto que “el desarme de la burguesía”, ni qué decir del “armamento del proletariado” no puede ser la consecuencia inmediata de una elección municipal, pero esto no autoriza a lo contrario, a dar un voto de confianza a la fuerza militar de la burguesía y a desarmar la iniciativa combativa de los trabajadores. En la tradición política del movimiento obrero estadounidense, el llamado a los “piquetes obreros armados” contra los piquetes de rompehuelgas y de la policía ha sido una reivindicación política de primera línea, en las grandes luchas de la década del 30 del siglo pasado. Mamdani reivindica con insistencia al intendente ‘reformista’ de esos años, Fiorello H. La Guardia, partidario de la economía política del gasto público, pero deja a un lado las huelgas y piquetes que jalonaron a los nuevos sindicatos industriales de aquella época.
Mamdani, poseedor de un discurso carismático y poético (dijo, textualmente, que ahora hay que convertir la poesía de la campaña electoral en la prosa de los hechos) no ha esclarecido cómo se propone gravar a los ricos y desgravar a los pobres, para financiar los planes de vivienda, la gratuidad y la contratación de personal de educación, cuando el Código Fiscal es una jurisdicción del estado provincial y no del municipio, y cuando Trump ha amenazado con cortar los fondos nacionales. Para zafar del impasse recurrirá a negociaciones con la gobernación y en el Congreso, los cuales podarán los gastos por lo menos a la mitad. Una gestión municipal tiene límites insalvables, cuando no hay un proyecto revolucionario nacional. Por esto también Mamdani ha comenzado a ‘conversar’ con la oligarquía del “real estate” (inmobiliarias) para conciliar propósitos acerca de la propiedad urbana. El contenido político de la movilización electoral de masas se confronta con las limitaciones de una estrategia de conciliación de clases. Pero esto mismo es ya un grado más elevado de la lucha de clases en EE. UU. y en los países desarrollados en su conjunto.
Bien mirado, bajo la expresión de una rebeldía popular, el planteo de Mamdani y la corriente socialista del Partido Demócrata –un partido patronal e imperialista– es conservador. Mamdani repite con reiteración el propósito de retornar al pasado, cuando el ascenso social y el “american way of life” caracterizaba a la sociedad norteamericana, así como retornar al ‘laborismo’ de antaño del Partido Demócrata. “Nuestro trabajo es, dice, reconstruir un sistema quebrado”. “Cómo sería el cambio sistémico”, se pregunta un vocero de The Nation, de la progresía norteamericana, en un programa radial sin encontrar respuesta. El “eterno retorno” se ha convertido en la línea maestra del socialismo de clase media.
La crisis del régimen político de la capital del mundo; el derrumbe del Partido Demócrata en su versión oficial; la crisis del régimen político norteamericano en su conjunto, que se ha manifestado en la jornada electoral de ayer, pero con epicentro en Nueva York, ha dejado las puertas ampliamente abiertas para una experiencia revolucionaria. En este desarrollo, “el eterno retorno” no sería hacia el ascenso fugaz del capitalismo, como en la posguerra, sino a la barbarie. La categoría central de esta fase del capitalismo es la guerra total contra la clase obrera y la humanidad. Con independencia de sus intenciones, los socialistas democráticos no podrán rescatar al partido Demócrata, ni ‘reencauzar’ a las masas en la vieja política. O surge un partido obrero independiente históricamente demorado, en una fase muy avanzada de la decadencia capitalista, o se derrumba el sistema bipartidista para abrir paso a un régimen de excepción, la dictadura y el fascismo. El agotamiento prematuro de los socialistas democráticos (que, de todos modos, vegetan desde tiempos inmemoriales), lo refleja un artículo de la revista Jacobin (“Out of the dark”), que adelanta el pronóstico de que la responsabilidad de un fracaso de Mamdani recaería por completo en la clase obrera y no en los SD. “Si Mamdani ganara, dice el autor, el pueblo va a radicar el sujeto político en él y se quedará observando desde las laterales. Me interrogo acerca de esto cuando veo el pedestal en que lo ponen sus partidarios, como si elevar a alguien más alto no significara, justamente, que caerá desde más arriba”. Las masas deben moderar sus expectativas, porque, dice, “la realización de su agenda depende de los legisladores del estado y de la gobernadora”. La prosa que reemplaza a la poesía es el viejo compromiso con el poder de turno.
Jorge Altamira
05/11/2025














