martes, diciembre 31, 2013

La segunda juventud de Marx



El marxismo, desterrado tras el derrumbe soviético, revive en algunos círculos académicos y culturales. En el 15-M los referentes van desde Hessel a Mafalda.
El libro más vendido de la historia es la Biblia. El segundo es el Manifiesto comunista, de Karl Marx, una obra que ha visto resurgir sus ventas en los últimos años. Lo mismo sucede con El Capital, otra obra del filósofo alemán que vende cientos de miles de ejemplares en todo el mundo en versiones que sorprenderían sobremanera a su autor. En España, acaba de llegar a las librerías una edición de El Capital en versión manga (Herder), traducción de un volumen japonés del que se han vendido la friolera de 120.000 ejemplares. Se trata de una adaptación libre en la que se ha inspirado el director chino de teatro He Nian para convertirlo en un musical.
‘El Capital’ en versión manga ha vendido 120.000 ejemplares en Japón
Reaparecen, además, obras centradas en analizar la figura del pensador, como la biografía Karl Marx: A Nineteeth-Century Life, que acaba de publicar el profesor de la Universidad de Missouri Johathan Sperber. Y a ambos lados del Atlántico asistimos a representaciones de Marx en el Soho, del estadounidense Howard Zinn, una obra en la que el filósofo es enviado por error al SoHo neoyorquino de finales de los noventa en lugar de al Londres de la revolución industrial. El actor Brian Jones ha llevado esta obra durante los últimos años a decenas de salas universitarias (en abril la representó en el Massachusetts College of Liberal Arts) en EE UU y en Madrid se estrenó recientemente la versión adaptada Marx en Lavapiés.
La imagen y el pensamiento del pensador alemán, casi desterrados de los círculos políticos, académicos y culturales tras la caída soviética, resurge en un momento en el que una severa crisis promueve la búsqueda de respuestas alternativas al capitalismo convencional. Sin embargo, cuando de lo que hablamos es de grandes movimientos sociales como el 15-M o los Indignados, Marx comparte cartel con una ecléctica lista de referentes filosóficos y morales, que abarcan desde los documentales de Michael Moore hasta la película Inside Job, pasando por las obras de autores como Stéphane Hessel y José Luis Sampedro, el creador de cómics Ivà (Historias de la puta mili) o personajes como Mafalda.
La obra ‘Marx en el Soho’, de Howard Zinn, retorna a las salas en varios países
En lo académico, hay autores que llegaron al marxismo en los sesenta y setenta y siguen considerándolo una herramienta válida para interpretar la realidad. Entre ellos figura Juan Ramón Capella, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona, que sostiene que “el marxismo resulta clave para entender el presente”. Una tesis similar a la del historiador Carlos Martínez-Shaw o el filósofo francés Jacques Rancière. Otros han descubierto a Marx tras una larga trayectoria en la otra orilla. El economista grecoaustraliano Yanis Varoufakis, profesor en la Universidad de Texas tras ser asesor de George Papandreu cuando este gobernaba, declaró recientemente: “La única forma en que he podido hacerme inteligible el mundo es a través de los ojos metodológicos de Marx. Hecho que basta para hacer de mí un teórico marxista”. En una línea similar estaría el filósofo italiano Gianni Vattimo, que llega al marxismo desde el cristianismo y Heidegger.
En los antípodas se sitúan autores como Miquel Porta Perales, autor del libro La tentación liberal, quien sostiene que “el marxismo, como teoría de interpretación y transformación del mundo, entró en crisis hace décadas: el materialismo dialéctico es una entelequia; el materialismo histórico, una manera más de aproximarse a la historia; la lucha de clases, una pugna que busca más trabajo y mayor salario; el proletariado, un ente que desea integrarse en una prosperity capitalista hoy en crisis; la democracia real, una forma de despotismo; la sociedad sin clases, el paradigma de la sociedad cerrada”. Pese a su dura diatriba, Porta Perales reconoce que el marxismo retorna “porque ofrece certeza antiliberal y confort radical: la certeza que permite confirmar ¡por fin! la verdad última del capitalismo explotador; el confort que se obtiene al proponer ¡por fin! una alternativa al sistema”.
El economista Joaquín Trigo, del Instituto de Estudios Económicos, que en su juventud se sintió atraído por el marxismo, sostiene hoy que carece de vigencia y que Marx “nunca estuvo en una fábrica”, así que sus análisis ni sirven ahora, ni servían antes.
El teórico no tuvo en cuenta cuestiones como la ecología o el género
Joana García Grenzner, feminista vinculada a los Indignados, sostiene que el marxismo sí sirve para cubrir un vacío a la hora de analizar la realidad social y económica. Grenzner toma a Marx como una de sus referencias a pesar de que apenas trató dos de los asuntos centrales para ella: el feminismo y el ecologismo. La activista insiste en que sus opiniones son solo suyas y no representan a ningún movimiento. Una precisión que también hacen varios adheridos al 15-M en Barcelona, que para pronunciarse sobre este asunto tuvieron que celebrar una asamblea para recoger opiniones, todas “individuales”.
Según estos activistas, su acercamiento al marxismo es indirecto. “Tenemos en común la crítica al capitalismo”, dicen Paco y Pepe. Cuando repasan los autores que les han influido citan a Sampedro, Hessel, Chomsky, Orwell, Huxley y Kropotkin. Un miembro de la asamblea cita también a Marx y Trotsky. Paco destaca la fuerte influencia para él de las historias antimilitaristas de Ivà, las tiras de Mafalda o un libro como La economía no existe (Los libros del lince), del periodista Antonio Baños. Varios de los participantes en el debate señalaron que sus principales fuentes de inspiración son la calle, los movimientos sindicales y vecinales, la plataforma antidesahucios y las redes sociales, además de las llamadas “primaveras árabes”. “Bebemos más de los autores underground que de los clásicos”, “los clásicos son muy duros”, dice Pepe.
“Lo que le da sentido es la lucha contra la injusticia”, dice Manuel Cruz
La dificultad que algunos de estos textos suponen para parte del público fue algo que tuvo en cuenta la editorial Nórdica Libros a la hora de publicar el Manifiesto Comunista en versión ilustrada, uno de los libros más vendidos en la feria del libro de Madrid de 2012. Según su editor, Diego Moreno, “uno de los motivos por los que publicamos el libro es la vigencia de muchos de sus apartados, pero también queríamos hacer una edición que llegase a un público amplio. Se trata de uno de los clásicos del pensamiento occidental. Queríamos alejarnos de los prejuicios que sienten muchos”. Su colega, Raimund Herder, afirma: “Hemos editado libros como Comunismo Hermenéutico de Gianni Vattimo y Santiago Zabala o la versión manga de El Capital porque, 23 años después del fracaso soviético, tenemos que reconocer que su oponente, el liberalismo, también ha fracasado, con consecuencias fatales para la sociedad, la democracia, la ecología”. “Vattimo no propone volver al comunismo o un marxismo metafísico, señala, sino recuperar sus ideas aún vigentes”.
El aparente reverdecer de Marx ha sido reseñado por autores como Stuart Jeffries, columnista del diario británico The Guardian, que tituló uno de sus recientes artículos casi con una declaración: Por qué el marxismo renace de Nuevo. El escritor Jonathan Sperber se preguntaba en sus mismas páginas: ¿Es Marx aún relevante? Y la respuesta era afirmativa, con mención especial de su valía para entender las crisis recurrentes del capitalismo.
Según el catedrático Juan Ramón Capella, “los instrumentos de análisis de Marx, en general, siguen siendo válidos”. En particular, para explicar “tres fenómenos: las crisis cíclicas del capitalismo, la concentración del poder económico y la contrarrevolución política, consecuencia de la caída del beneficio capitalista”. El profesor considera que no hay que tomar a Marx como un dogma: “Él conoció la primera revolución industrial y nosotros estamos en la tercera”. Además, “era un convencido del progreso técnico y no vio algunos de los peligros del desarrollismo. Por ejemplo, no comprendió la elasticidad indefinida de las necesidades humanas”. Pero la idea que expresa el lema “socialismo o barbarie” sigue siendo válida, opina. “La barbarie es una sociedad sin reglamentar, a merced solo del mercado”, señala, para concluir: “Hay quien defiende el ultraliberalismo con el argumento de que el Estado no entiende de economía. Bueno, el mercado tampoco”.
“Ofrece certeza antiliberal y confort radical”, afirma Miquel Porta Perales
Que Marx permite formular respuestas a los retos actuales es algo que sostienen también el catedrático Carlos Martínez-Shaw, el economista Carlos Berzosa, el filósofo Manuel Cruz o el dirigente del PCE José Luis Centella, entre otros. Según Berzosa, “Marx nunca ha perdido vigencia, aunque sí ha habido intentos de anularlo, de relegarlo a la historia”. Tras el hundimiento del socialismo real, señala, “se le atacó con el argumento de que había perdido vigencia, pero hoy podemos ver la importancia de sus análisis”. Berzosa, como Capella, no pretende que Marx acertara en todo. “Hay que leer a Marx de forma abierta, porque él no tuvo en cuenta aspectos como la ecología o la lucha de género”. En un sentido similar se expresa Centella. “Marx no es un catecismo ni una máquina de dar respuestas, pero nos permite entender que la crisis no es cosa de unos golfos, sino que está vinculada a la estructura económica del capitalismo”.
Manuel Cruz, profesor de Filosofía en la Universidad de Barcelona, reflexiona: “La crisis del marxismo suele presentarse como algo evidente, a partir del fracaso del denominado socialismo real. Pero el marxismo no es solo eso. No caben descalificaciones genéricas: quienes cuestionen la cientificidad de los análisis marxianos vienen obligados a demostrar científicamente su falsedad o sus errores”. En su opinión, “el elemento que proporciona sentido y coherencia al marxismo es el impulso moral por acabar con la injusticia. Por eso no tiene derecho a reclamarse del marxismo ni el marxista de salón ni el oscuro burócrata del aparato de partido, sino quien, desde el conocimiento y la voluntad de transformar, posee también la sensibilidad que le hace vivir como intolerable el sufrimiento humano provocado por un orden social injusto”.
Carlos Berzosa: “Nunca ha perdido vigencia, aunque se intenta anularlo”
Para Albert Recio, profesor de Economía de la Universidad Autónoma de Barcelona, “Marx no solo no ha caducado, es un gran clásico y está ganando vigencia y aceptación social debido a la crisis”. Sus ideas valen especialmente para explicar “los conflictos de clase, la crítica al capitalismo y el empleo del ejército industrial de reserva”, expresión que Marx emplea para referirse a los parados. En El capital, no deja de anotar la relación directa entre el salario y el número de personas en paro. En cambio, dice Recio, “Marx no vio la importancia de las estructuras nacionales, un asunto que llevó a la segunda generación de marxistas [Lenin y Rosa Luxemburgo, sobre todo] a abrir el debate sobre el imperialismo”. Tampoco pudo atisbar “la cuestión ecológica por su visión del progreso tecnológico ni la importancia real de las relaciones de género, pese a que Engels sí hizo algunas aproximaciones”. Donde el marxismo sigue en franco retroceso, apunta Recio, es en la Academia “dominada por el pensamiento neoliberal, que ha emprendido una fuerte ofensiva contra las visiones críticas hacia el capitalismo”.
Joan Coscubiela, diputado por ICV, y Fernando Lezcano, portavoz de CC OO, recurren al pensador italiano Antonio Gramsci para referirse a la “hegemonía” de las ideas liberales. Según Coscubiela, “la ofensiva de la derecha en los ochenta colocó al marxismo a la defensiva”. “La sociedad vio cómo todo se convertía en producto a merced del mercado. Hasta la educación o la sanidad”. Lo peor, asegura, es que aquella gran ofensiva ideológica hizo mella en “cierta izquierda”. Cree Coscubiela que un momento culminante de la rendición ideológica de la izquierda se aprecia en la renuncia del PSOE al marxismo, a propuesta de Felipe González: “Es el gran triunfo de una derecha que obliga a la izquierda a renunciar a su ideología”. Lezcano lo resume así: “La derecha consigue hacer creer a la mayoría de la población que sus valores son los valores de toda la sociedad. Que No caben otros”.

Francesc Arroyo

Años malos para Estados Unidos

2013 tuvo malos resultados internos e internacionales para el poder norteamericano.
Esos fracasos pueden llevarlo a un intento de solución usando la fuerza. El odio no es extraño a su forma de capitalismo.
Tener un presidente negro es un motivo secundario pero adicional.
En lo interno el enfrentamiento entre los republicanos y la Casa Blanca es paralizante.
Obamacare en la salud, el techo de la deuda pública, las leyes migratorias, el control de las armas de fuego, las ayudas a los desempleados, los cupones de alimentos de la ley de agricultura… son desacuerdos belicosos que los paralizan.
La opinión pública sobre los políticos es mala y la aceptación al gobierno de Obama bajísima.
La economía crece con dificultades y ya hay señales de nuevas burbujas que se suman a peligros financieros no solucionados. Los países emergentes buscan la forma de poner fin al predominio del dólar, elemento fundamental del predominio estadounidense.
En lo internacional la aceptación de Obama al retiro de armas químicas de Siria y al acuerdo de control de la energía nuclear iraní encuentran oposición política, se llevan adelante con vacilaciones y muestran a Washington detrás de Rusia. Además lo han alejado de la confianza de Israel y Arabia Saudita.
Las filtraciones sobre el espionaje mundial a gobiernos, industrias y particulares han sido, hay nuevas informaciones por salir, un golpe a las relaciones con sus aliados.
El gobierno de Afganistán no firma un acuerdo para la permanencia de sus soldados después de 2014 si no cesan los ataques a la población civil y el de Paquistán lo acusa internacionalmente por sus ataques con drones. Egipto, Libia, y posiblemente un Japón imperialista, escapan a su control.
China penetra con fuerza en África y América Latina.
Jugado por una derrota electoral desestabilizadora del presidente Maduro, a quien no reconoce, en la elección municipal se encontró con otro triunfo del chavismo.
En la ONU el rechazo a su bloqueo a Cuba fue prácticamente absoluto.
Como prueba de su debilidad externa Estados Unidos ha tratado de reunirse para lograr un acuerdo con el Frente Islámico en Siria, vinculado con Al-Qaeda y a los talibanes de Afganistán.
La visión generalizada de su futuro es que en pocos años pasará a ser la segunda potencia mundial detrás de China.
La élite en el poder de Estados Unidos sabe que ni con el empleo brutal de las armas su porvenir será mejor porque el sistema de producción y consumo de las transnacionales será inviable.
Sobre Estados Unidos pende una violencia interna desatada.

Rómulo Pardo Silva

Este mundo no es justo. Hay que cambiarlo

Recordemos una vez más la respuesta de Warren Buffet a una pregunta sobre la crisis en The Wall Street Journal: “Por supuesto que es lucha de clases y mi clase, la de los ricos, gana”. Buffet es uno de los hombres más ricos del mundo y su desvergonzada contestación introduce una especie de balance de los dos últimos años de crisis, que prefiero llamar saqueo.
¿Saben que el 1% de la población de Estados Unidos (Estados Unidos) se quedó con el 95% del aumento de ingresos del país de 2009 a 2012? ¿Y que se apropió de casi el 70% del ingreso familiar real generado desde 1993 hasta el año pasado? En esos diecinueve años, los ingresos del 1% rico aumentaron un 86%, pero los del 99% restante, solo un 6,6%. Esclarecedor, ¿no? Pues eso muestra el reciente estudio de la Universidad de California en Berkeley, Striking It Richer: The Evolution of Top Incomes in the United States.
Tiene un nombre: Desigualdad. Desigualdad astronómica. Pero no sólo en Estados Unidos. Cuanto más se empobrece un país, más desigualdad hay. Hiriente, obscena. Y cuanta más desigualdad, más pobreza.
En España, la llamada crisis ha sido pretexto perfecto para perpetrar un recorte de salarios sin precedentes desde 2000. Y un aumento de jornada laboral con menos retribución. Mientras se destruyen empleos en casi todos los sectores económicos. Según un informe sobre grandes empresas de la Agencia Tributaria, éstas despidieron 1,5% de sus plantillas solo en octubre. En tanto que los salarios disminuían 2,5% de media en 2012. Por eso los beneficios de las 35 mayores empresas españolas aumentaron 13% más en los primeros nueve meses del año. Y en 2014 superarán esa cifra con creces.
Más beneficios no por mejor gestión empresarial ni por atender con mayor acierto las necesidades del mercado. Los beneficios de los grandes suben porque el empleo disminuye y los salarios bajan. El mismo FMI constata que las empresas españolas exportadoras rebajan salarios para aumentar beneficios. Los beneficios están tan ligados a las rebajas salariales que la banca pide salarios aún más bajos. El BBVA ha propuesto rebajarlos un 7% para crear un 10% de empleo. ¿De dónde sacan cifras tan gratuitas? Porque los salarios no cesan de bajar, pero no se crean empleos, como pretende el neoliberalismo, sino todo lo contrario. Y aún dejando de lado que la disminución de la demanda, concomitante con las rebajas salariales y destrucción de empleo, hará crónica la crisis.
En el sector financiero hasta finales de 2012, las ayudas públicas totales al sector sumaban ya más de 1,42 billones de euros, como nos recuerda Sánchez Mato. Algo más de 87.000 millones de euros, en forma de capital y 1,33 billones de euros en ayudas públicas diversas. Por cierto, esas ayudas públicas al sector financiero son como todo el PIB español y un tercio más. Mientras se recorta en educación, sanidad, servicios sociales, ciencia...
Y broche de oro para tan capitalista sinrazón; la perniciosa y muy peligrosa sinrazón de beneficios por encima de todo. Como ha contado la revista Diagonal, en el encuentro internacional en Varsovia, COP19, para hace frente al calentamiento global, cambio climático y sus tremendas consecuencias, las empresas industriales y extractivas más contaminantes del mundo han tenido un papel protagonista. Una rendición en toda regla ante el poder corporativo en beneficio de los contaminadores. En vez de controlarlos y obligarlos a respetar el medio ambiente y la Tierra. De momento han logrado aplazar hasta 2015 tomar medida alguna contra la contaminación y el cambio climático. Da igual que días antes de COP19 el tifón Haiyan devastara buena parte de Filipinas. Las industrias contaminantes, a lo suyo: cuantos más beneficios mejor. Caiga quien caiga.
Como ha escrito Simon Torney, la gran esperanza es que la gente común ha visto que este modelo no funciona y, siguiendo a Marcos Ana, “el cambio a fondo, revolucionario, no se produce en un pispás. Continuar adelante es una lucha eterna. No hay otro camino: este mundo no es justo y hay que cambiarlo”.
Y sí se puede. En la América Latina con gobiernos progresistas, la pobreza ha bajado del 41,5% al 29% de 2003 a 2009, tras dos décadas de mantenimiento o aumento de la pobreza. Y más que se puede cambiar.

Xavier Caño Tamayo

Los caminos del viento

La "trampa" de las comunidades zapatistas que no entienden los de arriba, es que cada paso, cada construcción de autogestión y resistencia, tiene sentido en sí misma

Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.
Eduardo Galeano

Apenas consumado el asalto legal más tremendo de la historia reciente de México, la privatización del petróleo, cuando van las trasnacionales por otro de sus tesoros: el maíz. El 19 de diciembre, Agrobio (asociación "civil" de las trasnacionales Monsanto, Syngenta, Pioneer, Dow y Bayer) emitió un boletín celebrando que el juzgado que en septiembre ordenó la suspensión de la liberación de maíz transgénico en tanto dirimía las demandas de una acción civil colectiva, ahora había rechazado la demanda en su totalidad y por tanto ya se podía autorizar la siembra transgénica. Les duró poco el festejo, porque el Tribunal Unitario aceptó la apelación de los demandantes y se reafirmó la suspensión en la misma semana. (Angélica Enciso, La Jornada, 24/12/13).
El saqueo de los recursos de México ha sido brutal en las últimas décadas: los sistemas hídricos han sido privatizados, directa o indirectamente, por contaminación, represas y concesiones absurdamente beneficiosas para grandes empresas, al igual que en minería, donde las concesiones ocupan más de la cuarta parte del territorio nacional, con un saldo de enorme devastación ambiental y saqueo impune por las mineras trasnacionales. Todo acompañado de un proceso de urbanización salvaje, nuevamente a favor del lucro empresarial, que contamina y roba territorios campesinos e indígenas dejando en su lugar casuchas que parecen celdas, grandes basureros, autopistas para acelerar la devastación. Y mucho más, como lo ha documentado la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales.
En muchas iniciativas cunde la ilegalidad (pese a decisiones contrarias de tribunales, se procede con obras de alto impacto), pero la mayoría son supuestamente legales, aprobadas por gobiernos y aparatos legislativos, en los que al igual que en petróleo, maíz, minería y agua, así como en la contrarreforma indígena de 2001, contaron con la participación de todos los partidos políticos. A contrapelo, la resistencia de comunidades y organizaciones de base, rurales y urbanas, sindicatos democráticos, está presente en todos los casos, pese a la represión que no cesa y al cerco mediático mayoritario que oscila entre el silencio y la calumnia.
Ante esta devastación, silenciamiento y farsa legal y de representación, se comenzó a tejer desde abajo una acusación internacional ante el Tribunal Permanente de los Pueblos, por desvío de poder: el uso del aparato del Estado y los diversos recursos públicos para favorecer a una minoría empresarial contra los intereses de la mayoría de la población. En sus primeras sentencias temáticas en noviembre 2013, este Tribunal Iinternacional dictaminó, entre otros puntos, que los delitos presentados (más de 300 casos en tres audiencias) son "encuadrables en la categoría de crímenes de lesa humanidad, como están definidos en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, en tanto se verifican en el marco de un ataque generalizado y sistemático en contra de la población civil mexicana" (afectadosambientales.org). El Tribunal señaló la responsabilidad de la degradación y represión progresiva de los sucesivos gobiernos de México desde el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz en la década de 1960, así como su agravamiento a partir de la firma del TLCAN.
Por todo ello, es aún más notable y digno de reconocimiento que se cumplan 20 años del levantamiento zapatista y muchos más de la organización desde abajo y en las comunidades de este territorio chiapaneco donde "el pueblo manda y el gobierno obedece". Tal como declaraban en 1994, son "producto de más de 500 años de luchas" y también por ello, sus tiempos y formas son muy diferentes y van más allá de "caídas, traiciones y derrotas", aunque las conocen y reconocen. Hace 20 años, el levantamiento zapatista cambió el escenario político de México y de muchas partes del mundo, inspirando a millones de jóvenes y organizaciones de base con un discurso y una forma diferente, comunitaria y autogestionaria de organizarse, una huella viva que sigue marcando. En estas décadas, mientras el país ha sido asolado por la privatización, con el consiguiente aumento de la pobreza y la devastación económica, social y ambiental, las comunidades zapatistas han construido sus propios sistemas de educación, de salud, de autogobierno.
La "trampa" de las comunidades zapatistas que no entienden los de arriba, es que cada paso, cada día, cada construcción de autogestión y resistencia, tiene sentido en sí misma. No pide la aprobación o migajas de los que se arrogan el poder, no espera ni se desespera, sigue caminando. Muchos mensajes nos han legado los zapatistas pero quizá este es el más importante. Un mensaje que también nos llega de las muchas luchas permanentes de pueblos, campesinos, comunidades urbanas, en la defensa del maíz, de los territorios, del agua, del derecho a decidir sobre sus vidas, de la dignidad.
Por eso, antes tantas traiciones y saqueos, es bueno recordar que muchas veces las urbes impiden ver el horizonte y tampoco nos dejan ver lo que crece desde abajo, tenaz como flor que rompe el asfalto y ofrece su polen al viento. La historia que se construye así, como nos recuerda Galeano, sólo dice hasta luego.

Silvia Ribeiro
* Grupo ETC
La Jornada

lunes, diciembre 30, 2013

Cine de Base: un arma revolucionaria



Nuestro compromiso no es con el cine, sino con la Revolución. Nuestro cine será revolucionario en tanto nuestra práctica militante sea de revolucionarios consecuentes

Artículo aparecido en la Revista Nuevo Hombre, el 4/01/1974. El artículo es una suerte de presentación/manifiesto del Grupo Cine de la Base. Nerio Barberis, integrante del grupo, nos cuenta que desconoce al autor del texto, pero que por el estilo coincide con nosotros en que debe haberlo escrito Raymundo Gleyzer. Ante nuestra consulta, nos sugirió: “Dejémoslo como firmado por Cine de la Base, dado que así apareció”. Nos parece lógico el planteo, que hace justicia con el accionar colectivo del grupo.

Cine de Base: un arma revolucionaria

La clase obrera y el pueblo a través de sus distintas expresiones de lucha, desarroladas durante los últimos años, han hecho fracasar el intento del imperialismo y la burguesía de perpetuar a la dictadura en el poder.
Protagonizando heroicas jornadas de luchas UNITARIAS, el pueblo ha ido madurando su organización para las luchas y el combate. A partir del 25 de mayo se abre un proceso de características particulares, que significa un avance en la conquista de las libertades democráticas reclamadas por el pueblo.
Los sucesos de Ezeiza revelaron bien prointo, que el repliegue de la derecha era transitorio. Que no vacilarían en recurrir a cualquier medida a finde recuperar la zona del poder necesario para continuar con su política antipopular que significa en la práctica acallar al pueblo para seguir adelante con su política de superexplotación. La ausencia de medidas reales de corte antiimperialista, el triste papel jugado frente a los asilados del fascismo chileno, el desesperado intento de desmovilizar al pueblo reprimiendo a sus organizaciones, etc. etc., nos replantea la URGENTE necesidad de integrarnos a un instrumento político UNITARIO y COMBATIVO con todos aquellos sectores del campo popular que estén comprometidos con el proceso hacia el socialismo.
El FRENTE ANTIMPERIALISTA Y POR EL SOCIALISMO (FAS) ha asumido ese compromiso. El FAS contiene la propuesta política de coincidencia de las dos vertientes históricas que se han dado los sectores populares en los últimos años de lucha. Vertientes que se reconocen en el Peronismo Revolucionario y Combatiente y la Izquierda Clasista y Revolucionaria. El FAS es la alternativa de unidad estratégica desde LAS BASES, desde la clase obrera, desde el campesinado y sectores del pueblo comprometidos con el proceso hacia el socialismo.
La dirección obrera en el Frente es la única auténtica garantía de desarrollar sin medias tintas la lucha de clases. Esa lucha de clases que se da en todos los sectores, incluso en el de la cultura.
En una sociedad en que la lucha de clases se define y se agudiza, el arte necesariamente será la expresión de cada una de esas clases en lucha. No hay arte neutral, el arte no está por encima de las clases sociales.
Cuando el “artista” trata de mantenerse neutral apela a los valores “universales”. Pero estos valores: amor, igualdad, libertad; problemas psicológicos o metafísicos del hombre; se ven reflejados en hombres concretos y los hombres concretos tienen una específica ubicación social.

“La cultura nacional de la burguesía es un hecho. El nacionalismo burgués es militante; embruteciendo, idiotizando, dividiendo a los obreros para ponerlos a remolque de la burguesía. Este es el signo de la sociedad contemporánea. Nos hacen falta intelectuales que sean capaces de comprender y asimilar la política de la clase obrera de este país y que estén dispuestos a realizarla concienzudamente”. LENIN

El artista es un trabajador intelectual, forma parte del pueblo y necesariamente debe optar: o coloca su instrumento de trabajo al servicio de la clase obrera y el pueblo, impulsando sus luchas y el desarrollo de un proceso revolucionario; o se coloca abiertamente del lado de las clases dominantes, sirviendo como transmisor y reproductor de la ideología burguesa.
El arte es siempre utilitario. Las clases dominantes siempre lo utilizaron como medio para imponer sus valores morales, éticos, filosóficos.
El artista revolucionarios debe utilizar ese mismo medio para desarrollar, desde las bases, una escala de valores, una visión del mundo que corresponda a la ideología del proletariado, única clae social auténticamente revolucionaria. La tarea central del artista revolucionario es insertarse para su trabajo en el seno de las masas, establecer con ellas una relación dialéctica, un dar y recibir; desarrollar los valores del pueblo, valores que han sido castrados y mutilados por toda una cultura impuesta por la fuerza desde la colonización europea y la penetración imperialista yanqui.
Existen ejemplos concretos y palpitantes dela utilización que hace la burguesía del supuesto “cine popular” para reproducir su ideología.
A través de los medios de comunicación de masas que tiene en su poder, lanza bajo la forma de “entretenimeinto” un opio que embrutece, que distrae de los problemas reales, cotidianos. Cuando no hace abiertamente una apología del orden burgués reprimiendo y tergiversando toda expresión cultural surgida realmente del pueblo.
De esta manera:
Pretende ignorar o encubrir la lucha de clases
Resta importancia a los conflictos sociales y los convierte en conflictos existenciales del individuo
Muestra al mundo como algo estático (que siempre fue y seguirá siendo igual). “La desigualdad entre los hombres es inevitable”
Para oponerse eficazmente a la penetración ideológica de la burguesía convocamos a desarrollar grupos de cine clasista y militante: los GRUPOS DE CINE DE LA BASE. Por un cine hecho desde el punto de vista del proletariado, que sirva como arma de combate para impulsar sus luchas, su toma de conciencia como clase. Cine de base que se inscriba en la perspectiva de la lucha revolucionaria y ataque frontalmente a su enemigo, la clase explotadora.
El Cine de la Base halla su destinatario en los que luchan. Y en los problemas de éstos encuentra su temática y en esa temática adquiere su lucidez. En este proceso se integrarán naturalmente compañeros obreros, gente de los barrios y lugares de trabajo que busquen en el cine una forma de expresión de sus necesidades.
Los trabajadores de la cultura que se acerquen a nosotros deben saber que la tarea es tan dura como necesaria; especialmente ahora frente al avance del engendro fascista; resucitado hoy por las clases dominantes para intentar conseguir lo que en 18 años de dictadura militar no consiguieron: quebrar a las organizaciones populares.
Nuestra propuesta es propagandizar en las bases, a través del cine, la historieta, la foto-novela, y por todos los medios gráficos y audiovisuales, las ideas del socialismo y el programa del FRENTE ANTIMPERIALISTA Y POR EL SOCIALISMO (FAS).
Nuestro compromiso no es con el cine, sino con la Revolución. Nuestro cine será revolucionario en tanto nuestra práctica militante sea de revolucionarios consecuentes.

LAS PELICULAS DEL CINE DE BASE

Ponemos a disposición de todas las organizaciones populares –barriales, villeras, sindicales, estudiantiles- todo nuestro material filmado, para su proyección en las bases. Dado que CINE DE LA BASE cuenta con regionales que cubren gran parte de nuestro país, los materiales se canalizarán por intermedio de las mismas. Para establecer la conexión dirigirse a la regional del FRENTE ANTIMPERIALISTA Y POR EL SOCIALISMO (FAS) correspondiente a cada zona. Todos aquellos compañeros que quieran integrarse a las tareas de los grupos de Cine de la Base (en las distintas regionales) o bien organizar nuevas regionales para producción, distribución e intercambio de materiales pueden, igualmente, establecer la relación a través del FAS.

2013, lo que de hecho cambió en el mundo

Como siempre, se acumulan una cantidad de hechos –entre elecciones, muertes, conflictos– que cada año se destacan periodísticamente, pero que dificultan la comprensión de los cambios en las relaciones de poder, las que efectivamente cuentan en la evolución de la situación internacional.
En la compleja trama de acontecimientos, lo más importante fue el cambio de clima en el escenario internacional. Desde que triunfó en la guerra fría, Estados Unidos ha adoptado la postura, frente a los conflictos internacionales, de imponer la militarización. Transferir el enfrentamiento al campo militar, donde su superioridad es manifiesta, ha sido la característica principal de la acción imperial. Así ocurrió en Afganistán, en Irak y en Libia por medio de fuerzas intermedias. Y todo llevaba a una repetición de este tipo de acciones en Siria e Irán.
Pero, de repente, tomando la palabra al secretario de Estado norteamericano, John Kerry, el gobierno ruso propuso un acuerdo para Siria que desconcertó al gobierno de Obama, el que finalmente no tuvo más que aceptar. Esto fue posible porque el gobierno de Estados Unidos no logró crear las condiciones políticas para una nueva ofensiva militar.
Primero, el Parlamento británico negó, por primera vez, el apoyo a Washington para un ataque a Siria. Después fue evidenciándose que ni la opinión pública, ni el Congreso, ni tampoco los militares de Estados Unidos estaban a favor de la ofensiva anunciada o de un tipo de ataque propuesto por el gobierno de Barack Obama.
El resultado es que Estados Unidos fue conducido a aceptar la propuesta rusa, lo que abrió las puertas a otras posibilidades, entre ellas, coincidiendo con las elecciones en Irán, hacia negociaciones políticas, confirmando el vínculo estrecho entre el conflicto sirio y el iraní.
Otro de los desenlaces ha sido que Israel, Arabia Saudita y Kuwait han quedado aislados en sus posiciones favorables a acciones militares directas contra Siria e Irán. Se fue instalando un clima de negociaciones pacíficas de los conflictos, convocándose una nueva conferencia de paz para la segunda quincena de enero, en Ginebra, para discutir un acuerdo de paz sobre Siria. Una conferencia que no plantea como condición la salida de Bashar Assad del gobierno, como se intentaba hacer anteriormente.
La oposición moderada en Siria tuvo que aceptar su participación, incluso en estas condiciones. Y aún más, tuvo la sorpresa de que Estados Unidos y Gran Bretaña suspendían su apoyo militar, dada la hegemonía en el frente opositor de los grupos fundamentalistas, apoyados por Arabia Saudita y Kuwait.
Como dos puntos determinan un plan, las pláticas sobre Siria abrieran espacio para una negociación, por primera vez desde 1979, entre Estados Unidos e Irán. Se ha dibujado así, en pocas semanas, un escenario totalmente diverso de aquel que había imperado a lo largo de los años anteriores.
Estados Unidos pasó de la ofensiva a la defensiva, en tanto Rusia pasó de actor marginal a central en las negociaciones de paz, al punto de que la revista Forbes, por primera vez, ha elegido a Vladimir Putin como el hombre más influyente del mundo, por encima de Barack Obama. Eso se debe no al poderío militar o económico de Rusia, sino a su capacidad de iniciativa política.
Así, junto a la capacidad de países del sur de resistir a la recesión en el centro del capitalismo, por sus intercambios mutuos y por la expansión de sus mercados internos hacia el consumo popular, expresando un tipo de multilateralismo económico en el mundo, la mayor novedad política internacional de 2013 ha sido un embrionario multilateralismo político que proyecta hacia 2014 las negociaciones políticas sobre Siria e Irán como los temas más importantes en la consolidación de ese nuevo clima en las relaciones internacionales.

Emir Sader
La Jornada

sábado, diciembre 28, 2013

Ventana a Oesterheld



Publicado por Sudestada, Oesterheld, la biografía. Viñetas y revolución, de Hugo Montero, recorre la trayectoria vital y artística del autor de El Eternauta. Aquí la reseña de uno de los hitos editoriales del 2013.

Transitando noviembre, ya podemos comenzar a hacer una especie de balance de lo editado en nuestro país en este 2013. Sin menospreciar una profusa cantidad de títulos de indudable importancia cultural, política y social, sobre todo en el campo editorial independiente, creemos que Oesterheld, la biografía. Viñetas y revolución, de Hugo Montero -publicado por Editorial Sudestada- es una de las verdaderas joyas del año.
Lo es por el reconocido estilo narrativo de su autor, por su rigurosidad analítica, por su labor crítica respecto de la obra del mayor historietista de estos pagos, y por la imbricación que logra realizar de la vida de Oesterheld con su contexto histórico, lo cual permite dar cuenta de su radicalización política sin caer en falsos mecanicismos ni en lugares comunes.
Montero nos otorga una amplia ventana para conocer a Héctor Germán Oesterheld, y así lo vemos en entrañables escenas de entrecasa en el coqueto barrio de Beccar, oímos la voz de Víctor Jara o el álbum blanco de Los Beatles mientras discute política con sus hijas y con entusiastas y jóvenes vecinos en eternas madrugadas, percibimos su acelerada escritura sobre el filo de los tiempos de entrega de sus trabajos o el dictado telefónico de sus guiones al dibujante de turno durante la clandestinidad, notamos cuando se convierte definitivamente en otro al apasionarse por la vida del Che Guevara, momento en el que comienza su paulatina inserción en el compromiso militante.
Lo vemos a Héctor, también, escribir decenas de textos a la vez para Hora Cero y fracasar comercialmente con su proyecto editorial Frontera, desandar entonces sus días grises entre grises redacciones luego de haberse transformado en vanguardia de los relatos de aventuras y de ciencia ficción. Lo sentimos discutir, prometer y no poder cumplir con la mentada cooperativa que iba a conformar. Aparece así el autor y sus contradicciones, Oesterheld, un hombre entre los hombres que eligió un camino, el de vivir la aventura y el de aferrarse a la Revolución.
Al igual que en su previo Rodolfo Walsh, los años montoneros (Continente, 2010, escrito junto a Ignacio Portela), en Oesterheld, la biografía… el momento de militancia política en la guerrilla peronista ocupa gran espacio del relato biográfico. Pero no se centra meramente en ello Montero, pues en estas páginas nos rinde cuenta de la vida del autor desde sus comienzos literarios hasta su desaparición -previo paso por Campo de Mayo, el Regimiento de Monte Chingolo, El Vesubio y el Sheraton de Villa Insuperable-. Así conocemos su primer cuento -“Truila y Miltar”, de 1943-, su recorrida laboral por los campamentos patagónicos de YPF, sus estudios de Geología que tanto aportarán a sus relatos de aventuras, el comienzo de su carrera como historietista años más tarde en Cinemisterio, su relación con Elsa, el vínculo que generó con sus cuatro hijas -Beatriz, Estela, Diana y Marina, todas asesinadas también por la dictadura militar-, su estadía en Chile a finales de los sesenta, su definitiva entrega a la práctica revolucionaria.
Montero escribe esta biografía manteniendo su estilo fragmentario. Mediante breves secuencias de un par de páginas va construyendo la historia de vida de Oesterheld alternando situaciones cotidianas, análisis literarios, posicionamientos políticos, emprendimientos editoriales, testimonios de quienes lo frecuentaron y debates respecto del uso -y abuso- de sus creaciones (no se deja de lado en este aspecto la discusión respecto de la utilización de la figura de El Eternauta con el rostro de Néstor Kirchner en nuestra política contemporánea).
Su estudio crítico abarca prácticamente la totalidad de su obra, texto por texto va discerniendo los rasgos constitutivos de Ticonderoga, Ernie Pike, Bull Rocket, Sargento Kirk, Mort Cinder, Che, La guerra de los Antartes y, por supuesto, El Eternauta. A ello agrega la relación de Oesterheld con la otra gran pata de sus producciones, los dibujantes, tanto con el Tano Pratt como con Solano López, Alberto Breccia y José Muñoz, por nombrar a los principales.
Además, parte de los pasajes que nutren este libro se componen de ficcionalizaciones de su vida y suman la inserción de fragmentos de sus propios guiones. Montero integra a su texto la escritura del autor y recupera los comentarios de compañeros, familiares y amigos, todo lo cual le sirve de base para recrear escenas que transforma en narrativa testimonial para acercarnos a la intimidad de El Jovato, como lo llamaban sus jóvenes compañeros de Montoneros.
Mención aparte merecen los cuatro breves capítulos dedicados a la militancia de sus hijas, donde se destacan sus entrevistas a Martín y Fernando, los nietos de Oesterheld. Allí se grafica la labor social y política de la juventud peronista en las barriadas populares durante los años setenta, la llegada del golpe militar y la continuidad de la tragedia a través de la vida de los sobrevivientes, aquellos niños que hoy, ya hombres, narran con orgullo el pasado de sus madres y de su abuelo, y recorren su propia vida desde el restablecimiento de la democracia hasta la actualidad.
El libro, entonces, no es solamente sobre la vida de Oesterheld, pues a través de su biografía surge un derrotero familiar, un colectivo político, una época histórica, una lucha social.
Con Oesterheld, la biografía… Montero consolida su bien ganado lugar entre los más valiosos escritores de nuestro país y profundiza un camino iniciado años atrás con Por qué Stalin derrotó a Trotsky (Continente, 2009), De Nicaragua a La Tablada. Una historia del Movimiento Todos por la Patria (Continente, 2012), y sus biografías Polo, el buscador (Catálogos, 2006) -dedicada a Fabián Polosecki y realizada también en dupla con Portela- y la mencionada Rodolfo Walsh, los años montoneros, todos títulos editados dentro de la colección Cuadernos de Sudestada, de cuya revista homónima es fundador y co director junto al propio Portela y a Walter Marini.
Con esta clase de escritos, el autor continúa la misma línea que catapultó a la ya célebre revista a un lugar de privilegio entre las publicaciones independientes. La coherencia intelectual de más de una década y la calidad de su narrativa hacen de estos emprendimientos un motivo de orgullo para la práctica cultural y periodística construida desde el campo popular.
Por todo lo dicho, Oesterheld, la biografía. Viñetas y revolución resulta una herramienta fundamental para quienes pretendemos continuar el sendero intelectual y político que la última dictadura intentó inútilmente desterrar al olvido y la desaparición, y también para aquellos que buscan una lectura amena sobre uno de los más grandes escritores del siglo XX argentino, uno de los pocos, además, que dedicó su labor a la construcción de una innovadora producción cultural popular, el que revolucionó la historieta y el relato de aventuras, además de su propia vida en curso. Oesterheld, el hombre que ya entrado en años se animó no solamente a continuar escribiendo aventuras, sino a comenzar a vivirlas.

Leonardo Candiano

El régimen político vuelve a decir "felices pascuas"



La generalización de los motines policiales a 17 provincias, con situaciones como las de Tucumán o Salta (entre otras), que repiten los hechos vividos en Córdoba la semana pasada y que ya produjeron cerca de 20 muertes; son una manifestación más del “fin de ciclo” político del kirchnerismo.
La mayoría de los gobiernos provinciales, avalados por el gobierno nacional, están otorgando de forma inmediata todos los reclamos de la corporación policial, siguiendo los pasos del gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota. Pese a esto, en muchas provincias, las protestas continúan y los uniformados aumentan su “pliego de reclamos”. No es solo la cuestión “salarial”, sino también exigen amnistías, impunidad y ascensos para fuerzas policiales que venían cuestionadas por su íntima relación con el narcotráfico, la trata de personas, los desarmaderos de autos y otros negocios ilegales. Venía quedando en evidencia ante la sociedad que las policías son las organizadoras del “gran delito” que está detrás del “pequeño delito”, ese que tanto agitan los gobiernos y los medios de comunicación en sus campañas de “seguridad” y que terminan en la demonización de los sectores más pobres de la población y en el fortalecimiento de los “criminales de uniforme” (amparados por el poder político y judicial).
En estos momentos dramáticos que vive el país, el gobierno se predispone a “festejar” los 30 años de democracia, con músicos y “acrobacia”, mientras cede ante apriete armado de una las instituciones más represivas del Estado. Los que se llenan la boca hablando de la democracia, mientras ceden todos los días ante las corporaciones económicas, hoy demuestran la bancarrota de su pseudo-democratismo, arrodillándose ante la prepotencia patotera de una de las corporaciones mafiosas y armadas de sus propio Estado.
El “modus operandi” de la mafia policial se repite a lo largo del país. Zonas liberadas e impulso coordinado de los primeros saqueos indiscriminados. En una situación social donde se mantienen altos niveles de pobreza y precarización laboral, agravados por la inflación creciente; el cuadro deriva en crisis que llevan al enfrentamiento de pobres contra pobres o de los sectores más vulnerables de la población trabajadora, con el resto de la clase obrera y las clases medias empobrecidas.
El chantaje armado de las fuerzas policiales busca de esta manera generar una base social de derecha y un re-prestigio, además de mejores condiciones para su función represiva. La escenas de linchamientos vistas en Córdoba, por parte de sectores de clases medias contra jóvenes de los barrios populares, basadas también en la cultura de la segregación social impulsada como política de estado; muestran lo peligroso y lo criminal de la operación política que lleva adelante uno de los principales brazos armados del estado.

El “partido policial”

Con la concesión de prácticamente todas las reivindicaciones de los policías, en el marco una protesta nacional, fortalecen el poder material y político que esta corporación ya venía obteniendo en los últimos años, en el marco de la crisis histórica del resto de las FFAA. Más allá de los resultados inmediatos de la crisis en curso, las policías logran un triunfo material y un reconocimiento como un nuevo y peligroso actor político nacional. Con este aval político, logrado con los métodos del “vandorismo policial” (“golpear para negociar”), esta corporación gana terreno. Incluso las concesiones del poder político, ante el chantaje de las policías, puede alentar también a las otras fuerzas armadas a intentar recuperar terreno (y puede abrir peligrosamente paso a intentos de actuar como un “partido policial”, de tutelaje del régimen político argentino).
Los efectos colaterales “no deseados”, como el impulso a la lucha que provocó en otros sectores estatales de trabajadores (como los de la salud de Córdoba), por la bronca ante la respuesta inmediata que tuvieron los uniformados, mientras cualquier conflicto normal de trabajadores nunca tiene esta resolución; no pueden soslayar este dato político que fortalece a un enemigo estratégico del movimiento obrero y los sectores populares y uno de los pilares del régimen y el estado capitalista argentino. El desprestigio con el que todavía cargan estas fuerzas (más escandalosamente en provincias como Santa Fe o Córdoba), es una “ventaja” que debe ser utilizada para impulsar la movilización, no sólo por el aumento de salarios (plus de fin de año y demandas similares), sino también contra la represión y la impunidad, contra la criminalización de la juventud y los sectores populares.

La izquierda y la clase obrera ante los motines policiales

El motín policial tuvo distintas respuestas en la izquierda, desde aquellos que “alegremente” toman el elemento de crisis del régimen y las luchas que desató en otros sectores de trabajadores, pero sin delimitarse claramente del chantaje policial; hasta aquellos que, como Vilma Ripoll, directamente le dan su apoyo y llaman al aumento de salario y a la sindicalización.
La extensión nacional de la protesta y los métodos (impulso al enfrentamiento de pobres contra pobres), dejan en evidencia la contradicción de aquellos que, desde la izquierda, han llamado a apoyar las huelgas y los reclamos policiales. Luego de su triunfo en Córdoba, la policía salió inmediatamente a la caza en los barrios populares, entrando ilegalmente a los hogares, con el objetivo presunto de “cumplir” con la orden de De La Sota, de recuperar las mercaderías. Ahora están mejor pertrechadas, con mejores condiciones y más salarios para salir a reprimir a la juventud y a los trabajadores, por ejemplo a aquellos que hoy tienen 11 hospitales tomados.
Frente a la crisis en curso la posición elemental de la que hay que partir es la de ningún apoyo a los motines policiales y la denuncia a todos los gobiernos patronales (sean oficialistas y opositores) que se han entregado ante el chantaje de los uniformados. No se puede dar apoyo a un movimiento que fortalece no solo materialmente a uno de los brazos armados del Estado, sino que además le da entidad de actor político. La negra trayectoria de las policías en la historia nacional, que tiene en su haber “hitos” como el Navarrazo en Córdoba, hasta su función esencial en la organización de la Triple A, debería ser una muestra suficiente para que algunos autodenominados “marxistas”, revean su posición de apoyo a estos motines.
No es casualidad que la posición de la burocracia sindical vaya desde la “prescindencia” al apoyo activo a los motines, como hizo el jefe del SMATA Omar Dragún en Córdoba, ladero del gobernador De la Sota. Su función “policial” y de contención del movimiento obrero, los “hermana” con la función de la policía en la sociedad.
La burocracia sindical es la que se está encargando de contener al movimiento obrero, en momentos en que la inflación crece cada día más; y permite que la crisis del régimen político y las debilidades que son producto del “fin de ciclo”, sean aprovechadas por derecha por las fuerzas policiales. Micheli de la CTA opositora habla tardíamente de la necesidad de un paro, sin oponerse claramente a los motines. Por esto se vuelve más urgente la recuperación de los sindicatos, para que la clase obrera pueda intervenir con su programa y sus métodos. Para imponer un paro que unifique todos los reclamos de los trabajadores a nivel nacional. Rechazando el chantaje policial, exigiendo un salario mínimo igual a la canasta familiar, ajustado por la inflación. Terminar con la precarización laboral. Reclamando por un plan de obras públicas para dar trabajo y vivienda a los sectores más necesitados. Y ante las necesidades inmediatas, hay que encauzar la lucha por alimentos y vivienda dirigiéndola hacia el poder político reclamando la entrega inmediata de bolsones de alimentos en todos los barrios carenciados del país bajo el control de delegados barriales elegidos democráticamente y que trabajen en común y coordinadamente con las organizaciones obreras. Esto evitaría el método desesperado de los saqueos que son utilizados (y hasta impulsados) por la policía y en muchos casos llevan al enfrentamiento de pequeños comerciantes contra los pobres.
La vanguardia obrera, empezando por las agrupaciones clasistas y siguiendo con las comisiones internas, cuerpos de delegados y seccionales sindicales recuperadas por los trabajadores, las organizaciones estudiantiles combativas y pro-obreras, deben tomar esta perspectiva. Sólo clase obrera, acompañando y acaudillando al resto de los sectores oprimidos y el pueblo pobre, sobre que el “opera” impunemente la policía, puede dar una salida progresiva a la crisis a la que está llevando al país, la mafia policial.

Fernando Rosso

Todos por la patria



En estos días salió a la venta La Tablada. A vencer o morir. La última batalla de la guerrilla argentina un libro de Pablo Waisberg y Felipe Celesia. Marcha dialogó con uno de los autores sobre los distintos aspectos de este libro que repasa la historia del Movimiento Todos por la Patria (MTP).

Pablo Waisberg es periodista del diario Página 12 y de la revista Crisis entre otros medios. Es coautor de una biografía de Rodolfo Ortega Peña y otra de Mario Firmenich. Su libro más reciente es La Tablada. A vencer o morir. La última batalla de la guerrilla argentina, escrito en conjunto con Felipe Celesia.
Marcha dialogó con Waisberg sobre los distintos ejes que atraviesan el libro que recorre la historia del Movimiento Todos por la Patria (MTP), responsable del asalto al cuartel de La Tablada el 23 de enero de 1989.
Además de la redacción del libro los autores han digitalizado todos los números de la revista Entre Todos que publicaba el MTP durante la década de 1980 brindando así la posibilidad de un acercamiento mayor a la experiencia de esta particular organización de izquierda de nuestro país.
-Dentro de la historia de las organizaciones de la izquierda argentina el MTP ocupa un lugar cuanto menos incómodo. ¿Eso se replicó a la hora de la recolección documental y testimonial? ¿Qué trabajos previos al de ustedes se pueden marcar como aportes para entender al MTP?
-El asalto a La Tablada quedó como en una nebulosa en la historia reciente. Entendemos que eso no sólo tuvo que ver con que el MTP no terminó de explicar cómo fue ese asalto y el silencio posterior en el que entró la organización sino también con que en la recuperación del cuartel se repitieron, en plena democracia, los crímenes cometidos durante la dictadura: ejecuciones sumarias, torturas y desaparecidos. Esa situación hizo que los sobrevivientes necesitaran un tiempo para poder retomar el tema. Hay varios trabajos previos, como el libro de Hugo Montero (De Nicaragua a La Tablada) o las memorias de Gorriarán Merlo. También un paper de Claudia Hilb.
-Cuando se piensa en el Todos por la Patria inmediatamente aparece una ligazón con los hechos de La Tablada, pero hay una riquísima historia previa, ligada a experiencias de trabajo político bien diferentes ¿Cómo aparece esto en el libro?
-El libro está estructurado en dos ejes: la crónica del asalto y la historia del MTP, que fue un partido que nació con una concepción frentista que intentaba recoger las enseñanzas políticas del proceso sandinista. Esto es un amplio frente político que tomó muy encuentra el rol de los cristianos y de los distintos sectores que podían avanzar en el sentido de la liberación.
-Sintetizar las culturas políticas de comunistas, guevaristas, cristianos, peronistas y hasta radicales de cara a tareas de "Liberación Nacional" aparecía como un eje estratégico de su grupo fundador ¿hasta que punto esto pudo desarrollarse?
-Se desarrolló entre 1986 y fines de 1987 o principios de 1988, cuando se produjo el debate interno que generó un cambio de línea política del MTP. Aunque hay que aclarar que antes de la fundación del MTP, en mayo de 1986, todo el grupo fundador se dio una política de ir sumando distintos sectores que incluyó las experiencias de las revistas Frente a la realidad del país y del mundo (editada en 1982) y Entre Todos, que apareció en noviembre de 1984. Mientras se mantuvo esa línea frentista desarrollaron trabajos en barrios, colegios secundarios y gremios.
-Hay una muy controvertida historia entre el MTP y esa otra experiencia de los ochenta que espera un historiador como lo fue el Partido Intransigente (PI) ¿Qué pudieron averiguar acerca de esto? ¿Cual era la relación con otros espacios, como la Renovación peronista y el MAS?
-El nacimiento formal del MTP arrastró a muchos militantes que hasta ese momento estaban en el PI. En su mayoría eran ex presos políticos que habían buscado en el PI un partido de militancia. Se habían sumado a esa fuerza luego de salir de la cárcel, en los primeros años de la democracia. Pero al poco de andar se dieron cuenta de que ese partido era una forma de volver a conectarse, a reinsertarse políticamente, pero que no era su lugar de militancia. Muchos de ellos terminaron rompiendo, con mayor o menor ruido político, y se sumaron al MTP. Ese proceso está desarrollado en el libro y hay varios casos concretos.
- Entre todos, los comienzos de Página 12 y un extendido trabajo entre los trabajadores de prensa ¿Conforman una serie de intentos de repensar la forma en que se articulaban las tareas de prensa y comunicación en una organización?
- El MTP se dio una fuerte política comunicacional y de relación con los periodistas de los medios de comunicación comerciales. El financiamiento de Página 12 y de otros proyectos editoriales tiene que ver con la necesidad de crear otros espacios de comunicación, con esa línea amplia con la que nació el MTP.
-"Tomar La Tablada para salvar la democracia del golpe" es el razonamiento público de Gorriarán y el resto del MTP para explicar la toma del batallón ¿Encontraron datos que confirmaran esas hipótesis y análisis? antes que esto ¿ven un proceso de militarización del MTP previo y desligado a la amenaza real o hipotética de golpe?
-No había golpe en marcha en el cuartel de La Tablada y la conducción del MTP y todos los militantes que participan del asalto lo tenían en claro. No encontramos un proceso claro de militarización del MTP pero sí un proceso en el que van enfocando toda su política en la idea de que los militares estaban conspirando para un golpe de Estado. Esa idea, en un país con alzamientos militares, no parecía tan descabellada.
-El accionar represivo durante y posterior juicio sobre los hechos de La Tablada forman parte de las páginas más oscuras de la práctica estatal desde el regreso de la democracia ¿Cómo se refleja esto en el libro?
-Durante la recuperación del cuartel hubo asaltantes rendidos que aparecieron muertos. Eso lo denunciaron los sobrevivientes y hay fotos de detenidos que luego tenían varios balazos en el cuerpo, como es el caso de Pablo Ramos. Además, hay otros dos detenidos que están desaparecidos. En el libro tenemos la secuencia fotográfica de esa detención, que tomó el fotógrafo Eduardo Longoni. Pero además, hubo torturas y hay otros dos dirigentes del MPT que estaban vivos al momento de la rendición y permanecen desaparecidos, Pancho Provenzano y Samojedny.

Federico Araya

Mandela. Una propuesta de cine-forum



Aparte de los fastos, del derroche de hipocresía institucional que ha convergido en el sepelio de Mandela, también ha tenido lugar un cierto debate sobre su actuación política. Un debate que tiene un sentido aquí y ahora.

Una introducción. Mandela fue un líder revolucionario intransigente que defendió la no-violencia, pero que también justificó una lucha armada como una contraviolencia.
Se negó a deslegitimar esta respuesta armada a cambio de su libertad, y esto lo hizo un hombre que había pasado la mayor parte de su vida en la prisión. Pero su liberación era inaplazable, hacía ya mucho tiempo que en Sudáfrica la lucha por la justicia, renacía cada día en movilizaciones sociales que desafiaban la extrema brutalidad de un régimen –el del “apartheid”-, que Mandela situaba solamente un escalón más bajo que el nazismo.
Una vez liberado por la lucha de su pueblo, Mandela, el ”terrorista” más denostado por los EEUU y la apabullante “nomenclatura” neoconservadora, arrasó electoralmente. Su mandato estaba escrito desde los años sesenta, y tenía un nombre: la Carta de la Libertad. Una propuesta unitaria que unía libertad, igualdad y fraternidad. Unos principios a los que Nelson dedicó su vida, y por los que se declaró dispuesto a morir.
Sin embargo, una vez en el poder, Mandela no dijo nada de expropiar a los expropiadores. No tocó los privilegios de una minoría blanca que practicaba el fascismo cotidiano.
Optó por la “reconciliación”, por una puesta en escena de una Comisión de la Verdad en base las cuales los que habían perpetrados crímenes contra el pueblo, pudieron pedir disculpar y expiar sus atrocidades. Esta medida incluyó justamente las páginas más sucias de la guerrilla, pero no tocó la parte más alta y más sórdida del “Gulag” blanco. El propio de Klerk, como antes Kissinger o el repulsivo sionista Begin (por cierto, el Estado de Israel fue un amigo incondicional del gobierno de Pretoria) o el venal Obama, recibió el Nobel de la Paz.
Está claro que Mandela y el ANC tuvieron sus razones para optar por este camino. Se trataba de evitar el chantaje de una “guerra civil” en la que la fracción más fascista del “Poder blanco” tenía el monopolio de las armas, así como el apoyo del “nuevo orden internacional”. El contexto histórico no podía ser más reaccionario: la victoria de la “contra” servida por el fascismo exterior USA en Centroamérica, era un buen ejemplo. Mandela optó por la “reconciliación”, y creó puentes entre la mayoría negra y la minoría blanca Pero en esta victoria, la mayoría trabajadora no estuvo invitada al convite.
El ANC, con el apoyo del viejo SAPC (que había sido siempre sus aliados), se dedicó a “gestionar” el “tratamiento de shock”, el horror económico del neoliberalismo, de manera que no han hecho más que destruir las conquistas sociales y aumentar la miseria de los condenados de la tierra. De paso, esto ha beneficiado a un sector de la clase media nacionalista y antiguos líderes y cuadros de la “revolución”, se han enriquecido. Entre ellos, la propia familia del propio Mandela. Este mismo acabó convertido en un héroe asimilado por las grandes multinacionales de la información…
Mandela es un héroe tan admirable como discutible. Admirable por su la extraordinaria integridad de su lucha, discutible porque se olvidó de las clases sociales. Ni tan siquiera se planteó aquello de las etapas, primero lo que era posible, dejando para después lo que era necesario.
Se ha hablado de su nexo con Gandhi, se ha reivindicado su carácter de líder “comunista!” y “tercermundista”. Se le ha dado un protagonismo quizás excesivo en detrimento del movimiento de masas, un movimiento que, como sucedió aquí en la Transición, fue cooptado por las cúpulas.
Por otro lado, el destino de Mandela es indisociable del destino de África, el continente más expoliado del pasado y del presente. Hay que ver a Mandela en el rostro de los que mueren o son maltratados en Lampedusa o Ceuta.
2. El cine puede ayudar a debatir. A diferencia de otras experiencias claves en la historia social, la sudafricana cuenta entre nosotros con una potente bibliografía, aunque en los años ochenta, solamente las editoriales militantes como IEPALA (1), publicó obras contra el “apartheid”. También cuenta con una abundante filmografía (2), en la que Mandela juega un justo papel protagonista. Dicha filmografía cuenta tanto con documentales como con películas de ficción y, por lo tanto, la posibilidad de efectuar una buena discusión sobre Mandela y su legado, es perfectamente posible.
El sistema del cine-forum solamente es asequible con el formato documental, con metrajes de alrededor de una hora. Se pueden encontrar en cualquier parte, en los rastrillos sin ir más lejos, esto por no hablar de emule o del Ares. Al contrario que las películas, no suelen plantear problemas de derechos de emisión. Una sugerencia: el trabajo de Joyce Shelton para Dsicovery Channel, Apartheid: un futuro incierto. Por lo general, estos documentales, aunque producidos por canales normalmente conservadores, asumen plenamente la denuncia del “apartheid” e informan de las intensas luchas que precedieron la libertad de Mandela.
Pero el personal que tenga verdadero interés en el debate, tienen a la mano ver por su cuenta las dos películas que tratan especialmente el perfil reconciliador de Mandela, una es, Invictus, muy reciente y conocida y nos presenta al Nelson más pacificador, aunque su director, Clint Eastwood, no se olvida de subrayar al final el tremendo asunto de la miseria del pueblo, aquel pueblo que se jugó su vida y su libertad en la lucha por la libertad de Sudáfrica y de Mandela.
La segunda es Adiós Bafana (3), cuyo contenido se puede resumir en la siguiente sinopsis: Narra la vida de James Gregory, un sudafricano blanco, guardián de prisión a cargo de Nelson Mandela, desde la encarcelación de este último en los años 60 hasta su liberación en 1990. Durante 25 años, Gregory se ocupó de Mandela día tras día. Fue su carcelero, su censor, pero también su confidente, desde Robben Island hasta Pollsmoor, y finalmente en Victor Verster, donde fue liberado en 1990…Es entre todas, la que mejor explica la estrategia de Mandela de darle la vuelta al odio, tratando a sus carceleros como querían que le trataran a él: como un ser humano con sus circunstancias…
Su director, el sueco Billi August, ganó prestigió con su adaptación Pelle el conquistador, una saga proletaria danesa magistralmente interpretada por Max Von Sydow, si bien su carrera ulterior resulta muy discutible.
La película de August describe una situación paradójica: se plantea quien de los dos, el preso o el guardián, es que está realmente el preso y cuál el hombre libre. Mientras que Mandela sufre en sus carnes las vejaciones y las humillaciones, su dignidad y su imaginación permanecen libres, y las de Gregory en cambio, están sujetas a unas cadenas invisibles, está presa de sus miedos y su indignidad.
La base argumental está basada en las propias memorias del carcelero, un tal James Gregory (Joseph Fiennes), es por lo tanto otra historia sudafricana contada por un hombre blanco. Pero a la postre, la historia de Gregory es la prueba de las ideas de Mandela sobre la capacidad de cambio, explica el cineasta. Se demuestra la importancia de la reconciliación en un mundo con más conflictos que nunca. El tal Gregory es un arquetipo de blanco racista que considera a los negros como una especie subhumana. Creció en una granja de Transkei y aprendió a hablar xhosa de niño, de ahí que sea el escogido para vigilar a Mandela (Denis Haysbert) y a sus compañeros en la prisión de Robben Island. En un principio, Mandela reacciona con ira, luego recapacita. A las malas todo puede ser peor, se trata de saber cambiar las actitudes, y así es, lentamente la lealtad del carcelero se incline poco a poco hacia la lucha de liberación de Sudáfrica.
Dado el escaso conocimiento del público sobre la historia real, es de agradecer a August el empeño de recreación del momento histórico y las vicisitudes de Mandela a través del rodaje en escenarios naturales y de una documentación rigurosa. La narración no escatima información de las tres décadas que Mandela pasó una cárcel ideada para destruirlo. Como ya hemos contado en otro lugar, en 1963 se le acusa de sabotaje, traición y de conspirar COI otros líderes políticos, por lo que es condenado a cadena perpetua. Cuando el presidente Frederik De Klerk levantó la prohibición que pesaba sobre el CNA, Nelson Mande! fue liberado en medio de la movilización más impresionante de la historia africana.
4. Notas aparecidas en Filmaffinity Tras Hotel Ruanda, el Señor de la Guerra, el Jardinero Fiel, el Último Rey de Escocia y Diamante de Sangre llega otra producción, esta vez para narrar a través de la experiencia del carcelero de Nelson Mandela la historia de éste último y de Sudáfrica. La narración es tranquila y está bien llevada, sin sobresaltos, lo que provoca que a veces caiga en una monotonía un tanto plana y previsible. Sin embargo tampoco cae en un sentimentalismo barato y facilón y hay que dar gracias por que se siente como el aprecio entre Mandela y su carcelero es mutuo y sincero sin necesidad de exagerar las emociones. Por otro lado, la transformación del carcelero es un poco artificial y no se explica muy bien y el papel de la mujer se queda a medio camino entre una coprotagonista y una secundaria lo que deja un extraño sabor de boca. Aún así, a pesar de cierta superficialidad en algunos aspectos en el aspecto narrativo, el aspecto documental está mejor cuidado y se traza de forma clara e instructiva la historia de Sudáfrica y la evolución política del país. Y eso afín de cuentas no deja de ser tal vez lo más importante de una película como esta.
Sugerente historia que narra la vida de un oficial de prisiones sudafricano -blanco, por supuesto- cuya vida se ve inexorablemente unida a la del preso político probablemente más famoso de todos los tiempos: Nelson Mandela.
A lo largo de la historia, el director va trenzando de modo pausado y sin sentimentalismos fáciles las historias del joven oficial y de la propia Sudáfrica. Sin profundizar en la convulsa vida política de esa extraña nación, trata de reflejar el punto de vista de la minoría blanca, simple y llanamente, intentando comprender cómo se ha podido mantener el apartheid prácticamente hasta el año 90, año de la liberación de Mandela.
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La película es digna. Ésa podría ser una buena crítica/resumen. En algunos momentos se cae, pero tiene secuencias que son preciosas, tanto por su contenido sentimental como por su sutileza. Joseph Fiennes está razonablemente bien, y esto es mucho decir, porque es uno de los actores británicos más sobreactuados del panorama actual, que hasta para servirse el té hace aspavientos. Quizá lo acobarda tanto la sombra de su hermano que no puede contener ni disimular la pataleta.
Dennis Haysbert, que ha venido siendo, a su pesar, la versión B azucarada de Denzel Washington, también cumple con el papel: es un personaje biográfico, así que poco podía hacer el hombre por "crear" y "moldear" a su antojo el encargo, que es algo que tanto gusta a los actores.
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Valga decir que todas aquellas películas que abarquen el tema carcelario son de mi agrado y este aunque no es explícitamente detallada en el asunto, hay que verla. Teniendo en cuenta que el guión se rige por un hecho real es más sencillo de presentar en pantalla, tiene algunas lagunas en lo que tiene que ver sobretodo con la parte de Nelson encarcelado, y es poco creíble el comportamiento de Joseph Fiennes en todo el metraje, ya que su buen comportamiento abarcaría casi 30 años y no se le ve ningún castigo por ejemplo.
Hay partes de ella que son un poco lentas, con unos diálogos muy largos, pero a la vez muy interesantes acorde con las ideas políticas, no inclina la balanza de forma directa, dejándonos en entredicho si el joven Mandela era un terrorista o una persona que luchaba por la igualdad de Sudáfrica. Lo mejor de ella, la transformación ideal de James Gregory a medida que avanza el film, pasando incluso por el mismo drama que el protagonista, la tristemente muerte de un hijo. Lo dicho, no se arrepentirán de verla. Me ha parecido una película muy interesante, de un director que se caracteriza por la frialdad de sus trabajos. Aquí esa sensación también permanece, pero me parece que el film merece la pena.
Naturalmente, he visto frecuentemente a Nelson Mandela en la tele, pero nunca me había informado de lo que realmente pasaba con este señor, y la película, estando basada en las memorias del que fuera su vigilante en la cárcel, me ha parecido un acercamiento muy fiel a la vida de este hombre. Dennis Haysbert está perfecto, tiene una presencia en escena increíble y me ha convencido. El británico Joseph Fiennes no es santo de mi devoción, pero hay que reconocer que no está tan mal como en otras ocasiones, además está muy atractivo. Quien me ha sorprendido para bien ha sido la alemana Diane Kruger, me ha demostrado un muy buen hacer, con un personaje que no permite destacar demasiado. La fotografía es realmente preciosa y la recomiendo, no para conocer la historia de un país como Sudáfrica, porque históricamente no es muy válida, pero sí para conocer un poco más a Nelson Mandela y su vida.
Impresionante historia en la proximidad inmediata del hombre más destacado del Siglo XX, Nelson Mandela (Dennis Haysbert), prisionero político durante 27 años, contada por su carcelero James Gregory (Joseph Fiennes), un hombre que por su conocimiento de la lengua Xhosa puede hablar con los prisioneros políticos negros, censurar su correspondencia, vigilar las conversaciones con las visitas y enterarse de las conexiones con las organizaciones sudafricanas que luchan contra el "apartheid". El carcelero va cambiando sus convicciones segregacionistas a causa de las flagrantes injusticias que presencia, la cercanía con el prisionero e incluso la lectura de "La carta de la libertad" de Mandela de 1955. En este cambio tiene que vérselas con su conservadora mujer Gloria (Diane Kruger). No podemos saber desde aquí hasta qué punto el relato es verídico o cuáles son las incursiones ficcionales del guionista, pero la historia, con actuaciones muy discretas, vale la pena.
Pd. Hay mucha tela que cortar entorno a Mandela y el nuevo proceso constituyente que tuvo lugar en Sudáfrica. Un buen cine-forum –lo que significa contar con un monitor o monitora adecuado-, permitirá un debate que, de otra manera, quizás no fuese posible, o al menos, no tan asequible. Los temas son obvios: Gandhi –se podía revisar la primera parte del célebre “biopic” interpretado por Ben Kingsley-, la violencia fascista la del poder “democrático”, la no violencia y la política de reconciliación, relación entre la democracia y la igualdad, el destino trágico de África, las pateras y “nuestros negros”, la política institucional “socialista” ante el régimen del “apartheid”, la complicidad del neoliberalismo, etcétera.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Notas

/1. En esta época, los medias se referían a Sudáfrica como un “país democrático” (los blancos votaban), y Mandela era prácticamente un desconocido (la biografía que le dediqué y cuyo original he extraviado, no fue publicada en una editorial importante porque “el personaje no era suficientemente conocido”). Pero hubo excepciones como las de IEPALA (Instituto de Estudios Políticos para América Latina y África), que publicaba la magnífica revista África internacional que dedicó monográficos a Sudáfrica (Nº) y el apartheid (nº 8). En sus diversos números colaboraron “africanistas” (en el mejor sentido de la palabra, ya sabéis que también existe el peor), como Ferran Iniesta, Alfred Bosch (actual diputado en las Cortes por ERC), Antoni Castells, etc.
/2. Me remito a mis trabajos sobre el cine y el apartheid publicados en Els arbres de Frarenheit (Grita libertad. El cine contra el “apartheid”), y en diversos artículos aparecidos especialmente en Kaosenlared. También a la recopilación Nelson Mandela "El largo camino...para volver a comenzar", editada en La Cosecha anticapitalista, la “edito” de Kaosenlared.
/3 Goodbye Bafana (2007, Coproducción GB-Alemania-Francia-Bélgica-Italia). Director: Bille August. Guión: Greg Latter, Bille August. Música: Dario Marianelli, Johnny Clegg. Fotografía: Robert Fríase. Reparto: Joseph Fiennes, Diane Kruger, Dennis Haysbert, Shiloh Henderson, Tyron Keogh, Megan Smith, Jessica Manuel, Faith Ndukwana, Terry Pheto

Memoria que quema



Memoria del fuego es una trilogía imprescindible del uruguayo Eduardo Galeano que nos propone revisitar la América, sus latitudes, sus personajes, lo real y lo fantástico. Es, como esta nota, una invitación al descubrimiento.

Eduardo Galeano es la autoconciencia, la lucidez de América. Desprestigia todos los premios que no ha ganado, a todas las academias que lo han rechazado. Sus herejías le han valido la condena de los eunucos de las respectivas iglesias literarias. No tiene género: a su periodismo le sobra belleza, a sus ensayos les falta rigor, a su literatura le sobra conciencia. Galeano no es solo un poeta, periodista, ensayista y dibujante. Es también un trovador, un cuentacuentos, quizás el más grande antropólogo americano desde Bernardino de Sahagún, aquel misionero franciscano tan celoso de nuestra cultura primigenia, cuyas desventuras él mismo narrara. El uruguayo ha comprendido como nadie que los pueblos de nuestra Patria Grande necesitan historia y memoria, pero también y fundamentalmente, fantasía y belleza. Galeano no ha inventado nada y a la vez lo ha reinventado todo, como Rodolfo Walsh, como Ryszard Kapuściński, como John Reed, como todo cronista que se precie.
Su trilogía Memoria del Fuego, alumbrada entre 1982 y 1986, espabila la historia colonial de nuestra tierra americana, destila de su herencia milenaria y de sus siglos de conquista todo lo que tiene de trágico, de hermoso y de épico. Cada fragmento, concebido según la máxima de que nunca es demasiado breve, nunca demasiado simple, deja de lado todo ornamento. Cuando la historia brilla por cuenta propia, de sobra están los decorados y los fuegos de artificio. Cada prosa breve es como una estocada al alma: un amor y une ternura inmensa sobrevuelan estos tres grandes volúmenes de relatos, testimonios, mitos y oralidades.
Esta obra sacude violentamente nuestra conciencia colonial, nos incomoda, nos acribilla a preguntas. Todo lo que cuenta parece maravilloso, fundacional, impostergable, y sin embargo, desfilan los nombres, figuras y latitudes, pequeñas crónicas y grandes acontecimientos que nos son absolutamente desconocidos. Galeano parece preguntarnos: ¿Hasta dónde puede uno ser extranjero de la tierra que pisa? ¿Cómo es posible que seamos extraños en nuestra propia historia? Al leerlo solo nos entristecen los pobres alcances de la memoria. Son tantas y tan vastas las historias que no han arrebatado, que han silenciado, que ha censurado la basura colonial que no ha cesado de verter nuestra cultura eurocéntrica. Una ojeada al índice onomástico convencerá a los indecisos de esta verdad: no sabemos nada de nosotros. De Cajamarca a Cayo Hueso y de Barbados a Tlatelolco, desfila una geografía que nos es ajena. De Zumbí a los Flores Magón, de las cochabambinas a Carillo Puerto, unas biografías que han sido desarraigadas de nuestra memoria colectiva.
Galeano nos propone revisitar la América, de forma tan similar y tan distinta (en suma, tan llena de paradojas), a la que ya nos planteara con Las venas abiertas de América Latina. El primer tomo comienza con la etapa precolombina y se extiende hasta el siglo XVII, y nos ofrece las aventuras y desventuras de los conquistadores, la crónica de la resistencia indígena y el origen mítico de estas tierras en la voz de las diferentes cosmogonías americanas. El segundo tomo, que comprende los siglos XVII y XVIII, narra todo el ciclo de las luchas de independencia con sus grandes y modestos protagonistas y nos lleva a preguntarnos, legítimamente, por el origen de la barbarie en estas tierras arrasadas. El tercer y último tomo abarca el siglo XX, narrado, en sus propias palabras, “a través de las pequeñas historias de cada día, como quién mira el universo por el ojo de la cerradura”.
La reciente edición a precios accesibles de su biblioteca completa por parte de Editorial Siglo XXI, es una oportunidad inmejorable para acceder a esta obra imprescindible. Es indudable que después de leerla, podremos sentirnos hermanados con el entrañable uruguayo, quién sin ninguna solemnidad, se declara “orgulloso de haber nacido en esta maravilla, en esta mierda, durante el siglo del viento”.

Lautaro Rivara.

La cultura plebeya, el clasismo y la política



Nueva entrega de los Fragmentos de historia popular*. Izquierda e izquierdismo; anarquismo, socialismo y cultura de izquierda en Argentina en las últimas décadas del siglo XIX.

Con el surgimiento del movimiento obrero y la difusión del anarquismo, el socialismo, el sindicalismo revolucionario y el comunismo, el antagonismo de clase se expresó de manera clara y firme entre las clases populares. Los militantes de las diversas tendencias y también los independientes desarrollaron desde las últimas décadas del siglo XIX una febril tarea propagandística y de formación. Publicaron incansablemente periódicos, revistas, folletos y libros baratos que pronto circularon por decenas de miles en los varios idiomas que hablaban los trabajadores. Diarios como los célebres La Protesta (anarquista) o La Vanguardia (socialista) llegaban cotidianamente a miles de lectores. Organizaron asimismo infinidad de charlas y conferencias y fundaron centenares de bibliotecas y asociaciones culturales. Tuvieron sus propias escuelas y también sus propios grupos de teatro, que por todas partes representaron obras con contenido político para niños y adultos. A través de todos estos canales llegaron incluso hasta pueblos pequeños y remotos. Así, aunque todavía en esta época sólo una pequeña minoría de los trabajadores estaba afiliada a algún sindicato, las ideas del movimiento obrero alcanzaron una gran proyección. El pensamiento y los valores izquierdistas y de avanzada –desde la crítica de la propiedad privada y un furioso ateísmo, hasta las iniciativas a favor de la emancipación de la mujer o el amor libre– causaron gran preocupación en la clase dominante. La cultura de izquierda traspasó el mundo popular, imprimiendo un sentido clasista y anticapitalista en parte de los sectores medios.
En verdad, la circulación de ideas fue en ambos sentidos. Si bien el izquierdismo ingresó primero y principalmente a través del movimiento obrero, también sectores estudiantiles, intelectuales, profesionales y de la pequeña burguesía se vieron atraídos por esa tradición política. Entre ambos ámbitos sociales hubo en esta época intensos contactos e intercambios y no poca solidaridad e incluso luchas en común. Pero también existieron tensiones. En la raíz de esas tensiones hubo un componente cultural y otro de nivel social. La cultura de la izquierda europea, en la que todos buscaban inspiración para la lucha, se había desarrollado combinando la reflexión política con las prácticas y costumbres de los obreros del viejo continente. Mucho de los valores, el vocabulario, los códigos de conducta y hasta la estética que definía al izquierdismo se habían forjado muy lejos de la Argentina. Y aunque buena parte de los activistas del movimiento local habían venido de Europa o eran hijos de europeos, también existía una gran porción de las clases bajas cuya experiencia y cultura eran las del mundo criollo anterior a la gran inmigración. No todos dentro del fragmentado universo plebeyo conocían o se sentían cómodos con esas pautas venidas de lejos, que a veces se contraponían a hábitos locales muy arraigados. Hubo así un cierto desfase entre el bajo pueblo real y el ideal del “buen obrero” que algunos tenían en mente. Aunque la cultura de izquierda de esos años llegó a ser un verdadero lenguaje en común para las clases populares, al menos en las principales ciudades, también es cierto que no terminó de integrarse del todo bien con la herencia criolla. Así, para algunos activistas, lo criollo aparecía como sinónimo de incultura o “atraso” político. Divertimentos muy queridos por los más pobres, como por ejemplo el carnaval, solían ser duramente atacados por los comunistas, anarquistas y socialistas, que veían en él una distracción de la lucha clasista. Entre los que pensaban de este modo, no era extraño que surgieran sentimientos de superioridad respecto de la baja plebe. No todos los militantes izquierdistas, en cualquiera de sus vertientes, fueron inmunes a la prédica de las clases superiores, que también valoraban más todo lo que viniera de Europa y despreciaban a los criollos pobres (especialmente si tenían rasgos aindiados o piel morena).
Esta tensión entre dos culturas diferentes que se iban fusionando se potenció con otra, que tenía que ver con la procedencia social de algunos militantes. El movimiento izquierdista internacional confiaba en los trabajadores como el grupo social que conduciría a la humanidad a un mundo nuevo. Pero en los hechos también había dado la bienvenida a intelectuales y gente de la pequeña burguesía, que con frecuencia conseguía instalarse en la dirección de los partidos y organizaciones obreras. Los trabajadores muchas veces recelaban esa influencia no obrera en la cima; sin embargo, en la Europa del siglo XIX solían aceptarla o incluso preferirla porque resultaba útil a la causa y servía para ampliar el radio de apoyos sociales. Esa diferencia de clase fue fuente de tensiones en todas partes y Argentina no fue la excepción. El izquierdismo en todas sus variantes compartía el ideal de un porvenir en el que todos los hombres serían libres e iguales. Pero en la mente de muchos militantes, especialmente los que venían del mundo de los profesionales e intelectuales (o aspiraban a llegar a él) este ideal se combinó con otro diferente. Imbuidos por la confianza en la razón y la ciencia típica del cambio de siglo, muchos imaginaron el futuro como una sociedad racional en la que cada persona desempeñaría su tarea en un orden perfecto. La planificación científica de la vida social aparecía como un ideal poderoso y atractivo, uno que prometía acabar con el caos de enfrentamientos al que conducía el capitalismo. Aunque no siempre era el caso, esta imagen del futuro se trasladaba a veces al presente. Así, quienes se creían dotados de las capacidades intelectuales para planificar y coordinar las organizaciones de la manera más racional, también solían considerar que les correspondía por derecho propio ocupar el lugar de dirigentes. Y para justificar esa pretensión, muchas veces de manera inconsciente, se imaginaban a sí mismos “superiores” al común de los trabajadores o incluso al grueso de los militantes. Para quienes sentían de ese modo, la plebe criolla aparecía doblemente marcada por el atraso y la incultura: porque no se comportaba a la manera de los trabajadores europeos y porque carecía de las capacidades “racionales” necesarias para hacer avanzar la causa. Así, el lugar de superioridad que implícitamente se autoasignaban algunos militantes intelectuales o de mayor educación, conspiraba secretamente contra su vocación igualitarista y democrática.
Un buen ejemplo de los efectos concretos de este sentido de preeminencia de los profesionales es el del Partido Socialista. Aunque se proclamaba un partido obrero, entre sus máximos dirigentes predominaron desde el comienzo los profesionales universitarios que no procedían de familias trabajadoras. El peso de los profesionales se hizo sentir en la doctrina y en la vida interna del partido. El PS asociaba la causa de los obreros y al socialismo con el “progreso” y con “el advenimiento de la ciencia a la política”. Sus máximos dirigentes se concebían a sí mismos como “guías” con la función de “educar” a las masas incultas en la doctrina del socialismo europeo. Aunque en general los dirigentes del PS se mantuvieron por ahora como fieles defensores de las clases bajas, su desdén por la cultura plebeya y criolla se hacía muchas veces evidente. Por ejemplo, para desacreditar a Yrigoyen –que solía tener más predicamento entre las clases populares que ellos– afirmaban que la UCR movilizaba apoyos entre los “bajos fondos”, el “malevaje” y el “gauchaje” (como queriendo decir que el PS lograba en cambio el apoyo de los obreros mejor “educados” antes que de esa chusma). Los socialistas no eran la única corriente en la que se manifestaba esta tensión: también estuvo presente entre los comunistas e incluso entre ciertos anarquistas. En su apego a lo “culto”, a la ciencia y a lo europeo, como si fueran lo opuesto a la masa popular “inculta”, algunos izquierdistas se emparentaban peligrosamente con la misión “civilizatoria” de Sarmiento y de la élite de tiempos de la Organización nacional. Unos y otros coincidían en que el pueblo real no tenía la capacidad de conducirse a sí mismo. No todos –ni mucho menos– en el movimiento obrero y en las organizaciones de izquierda tenían esta concepción “elitista” de la política. Pero esta tensión, que permaneció por ahora como una grieta casi imperceptible, pronto adquiriría un significado mayor e inesperado.

Ezequiel Adamovsky.
Fragmento del libro Historia de las clases populares en la Argentina: desde 1880 hasta 2003, Buenos Aires, Sudamericana, 2012.

Ante la muerte de Nelson Mandela



A los 95 años falleció Nelson Mandela, sin duda una de las figuras políticas más destacadas del siglo XX. Lejos de las cínicas declaraciones de los representantes de los países imperialistas, millones de trabajadores y el pueblo pobre de Sudáfrica estarán de luto al conocer la muerte de quienes ellos identifican como uno de los pilares de la lucha contra el Apartheid. Mandela representó para millones la lucha de los negros en Sudáfrica contra el régimen racista que rigió en el país por casi cincuenta años. Los 27 años en las cárceles del régimen le dieron la autoridad sobre millones que se movilizaban. Respetamos el sentimiento aunque no compartimos las ilusiones en lo que representaba la figura de Mandela ya que su lucha fue por lograr la “igualdad de oportunidades” sin cuestionar la explotación capitalista de la burguesía blanca y el imperialismo sobre las grandes mayorías en Sudáfrica.
Su elección como primer presidente negro en Sudáfrica representando al Congreso Nacional Africano (CNA) y la Triple Alianza (alianza entre CNA, el Partido Comunista (PCSA) y la central sindical COSATU) fue la culminación de su lucha y al mismo tiempo lo que permitió que en Sudáfrica la caída del Apartheid, jaqueado por las movilizaciones obreras y populares, no se diera en forma revolucionaria.

La intencionada reivindicación de Mandela de parte de la burguesía

El funeral de Mandela realizado en el emblemático Estadio de Soweto en las afueras de Johanesburgo (la ciudad más importante del país) ante más de 60.000 personas, reunió a los principales dirigentes y políticos mundiales. El acto buscó destacar al Mandela que firmó el pacto con el gobierno blanco De Klerk (y el aval del imperialismo), que impuso un fin ordenado y pacífico al Apartheid. El que buscó la “paz y unidad nacional” y puso en funcionamiento (durante su mandato como Presidente) la Comisión para la Verdad y la Reconciliación que garantizó la impunidad a los autores de los crímenes racistas y la violación de derechos humanos, dejándolos libres de culpa y cargo simplemente por reconocer sus actos, como forma de lograr la “pacificación nacional”.
Se quiere mostrar a millones de oprimidos que el camino es la conciliación, la búsqueda de la reforma dentro del régimen que oprime y explota a millones.
El cinismo del acto fue mayúsculo, la reivindicación de Mandela de parte de los representantes de los gobiernos imperialistas, como Barak Obama, busca ocultar el papel que cumplieron durante el Apartheid apoyando durante décadas el régimen racista que les garantizaba fabulosas ganancias.
El intento de sacar provecho por parte del actual presidente sudafricano Jacob Zuma (responsable de la masacre de 32 obreros durante la gran huelga minera en Marikana en 2012) terminó en la silbatina de todo el estadio cuando dio su discurso

La lucha contra el Apartheid, el CNA y Mandela

Lejos de las reivindicaciones intencionadas, para entender cuál fue el rol de Mandela, es necesario ubicarlo dentro del proceso que durante años enfrentó a la mayoría negra (y también mulatos, asiáticos y todo el que no fuera blanco) contra el régimen racista y que tuvo a la clase obrera a la vanguardia de esos combates.
Luego de la huelga general de los trabajadores mineros de 1946 la burguesía blanca y el imperialismo comienzan a configurar la estructura legal del Apartheid (segregación o separación). Con el Partido Nacional en el gobierno se impone este nuevo régimen en 1948 que le quitará los derechos no solo al movimiento obrero que comenzaba a organizarse, también a una creciente pequeño burguesía negra que aspiraba a transformarse en socia de los negocios de las empresas multinacionales.
Esto llevó a que un sector de la juventud (como Mandela) de clase media negra se transformara en la vanguardia de la lucha por los derechos civiles e ingresará al CNA. Esta juventud que proponía luchar por los derechos civiles e incluso se planteaba el enfrentamiento armado al régimen, junto al ingreso del PCSA (que había abandonado la lucha por la revolución obrera y socialista y proponía la “liberación nacional” como etapa previa) transforman al CNA. De un partido pequeño que buscaba hacer reformas en el capitalismo colonialista sudafricano y hasta combatía la creciente influencia del PCSA en el movimiento obrero, pasó a convertirse en un partido de masas y a hegemonizar la lucha contra el régimen.
El Apartheid fue la respuesta reaccionaria en Sudáfrica al proceso que comenzaba a surgir cuestionando el régimen colonialista y que era parte del avance en la década del ‘50 y el ‘60 de los movimientos anti coloniales en toda África. Es en este periodo cuando el CNA comienza a tener una influencia de masas, acrecentada por la unión con el Partido Comunista (que había sido declarado ilegal) que había abandonado la perspectiva de la revolución obrera para adoptar la lucha por la liberación nacional como etapa previa. La ilegalización del CNA por parte del régimen racista y la persecución y encarcelamiento de sus principales dirigentes, entre ellos Mandela, les permitió ganar un mayor prestigió entre las masas oprimidas. Pero Mandela ante el tribunal durante el juicio en 1964, dejó absolutamente claro que ni él ni el CNA eran socialistas. Para él, los marxistas "quisieron subrayar las diferencias de clase... el CNA busca armonizarlas”.

La masacre de Soweto y el comienzo del fin del Apartheid

Durante las décadas del ‘70 y ‘80 se radicaliza la lucha contra el Apartheid, así como la represión, la brutal explotación y las condiciones a las que eran obligados la mayoría trabajadora y del pueblo pobre negro. Una nueva ley que exigía el uso del idioma afrikans (de los blancos) en todas las escuelas incluyendo las de los negros, desató un gran movimiento de lucha centrado en el movimiento estudiantil y en el gueto de Soweto (una cárcel a cielo abierto donde se hacinaban 1,5 millones de negros diseñada por los blancos y ubicada a 20km de Johannesburgo para sacar a los negros de la ciudad). La masacre de los estudiantes en Soweto (1976) producto de la represión policial (que mató más de 1000 personas, entre ellas 500 niños en un solo día) no hizo más que extender la bronca y las protestas entre la juventud y el movimiento obrero. Todos los guetos alrededor de Johannesburgo se levantaron y en la propia ciudad miles y miles de obreros entraron en huelga. Durante varios días las protestas recorrieron los guetos y las ciudades más importantes del país haciendo temblar al régimen. Aunque el levantamiento fue ahogado en sangre, la resistencia de las masas continuó y el Apartheid quedó herido para siempre. Al año siguiente fue detenido y cruelmente asesinado el dirigente estudiantil S. Biko pero la lucha tampoco cedió y los estudiantes llegaron a levantar como consigna “liberación antes que educación”.
En 1984 el presidente blanco y férreo defensor del Apartheid, Pieter W. Botha, intentó implementar algunas reformas mínimas con el objetivo de evitar que creciera aún más el descontento entre las masas y contener el creciente aislamiento internacional producto del Apartheid. Sin embargo el régimen se mantuvo intacto y hacia fines de los ’80 (junto a otros factores como la derrota en la guerra de Angola) la situación se hizo insostenible. La burguesía colonial blanca y el imperialismo comienzan a ver al CNA y el PCSA como la carta para evitar una caída revolucionaria del Apartheid e implementar una “transición ordenada”. La liberación de Mandela (en 1990 junto a la legalización del CNA), que había sido una de las principales reivindicaciones de los manifestantes, se transforma en una carta que busca descomprimir la situación.

Terminó el Apartheid pero continúo la desigualdad y la explotación

La alianza entre el CNA, el PCSA y la central sindical COSATU se pone a la cabeza de pactar con la burguesía blanca y el imperialismo la salida del Apartheid para evitar que este caiga producto de la movilización. Las negociaciones duraron varios años, durante los cuales Mandela llama a mantener la transición pacífica y luchar por la “unidad nacional” ante los ataques de los sectores blancos racistas contra dirigentes negros. Tras un proceso de desmantelamiento del Apartheid que duró 4 años se realizaron elecciones donde por primera vez los negros pudieron votar y Mandela ganó por abrumadora mayoría. Sin embargo, la conquista de los mínimos derechos democráticos fue a cambio de mantener los grandes negocios burgueses y la sumisión al imperialismo y cimentar la “unidad nacional” a costa de la impunidad de los represores y asesinos.
Para ese momento la CNA, el PCSA y la burocracia de la COSATU habían cumplido un rol fundamental para mantener la estructura capitalista.
Mandela luchó por la caída del Apartheid para lograr la igualdad de oportunidades de negros y blancos, para lograr la “libertad” dentro del marco del capitalismo. Para Mandela y para los dirigentes de la Triple Alianza la construcción de la democracia en Sudáfrica daría la oportunidad de terminar con la pobreza y la explotación que sufría la mayoría de la población. En sus discursos decían que la caída del Apartheid incluiría la nacionalización de las minas en manos de empresas imperialistas, la garantía de los servicios básicos para la mayoría de la población pobre y la respuesta a las demandas democráticas de la mayoría trabajadora y popular.
Lejos de esto, el gobierno de la Triple Alianza fue el que garantizó la estabilidad capitalista y, sobre todo desde la segunda presidencia del CNA (Thabo Mbeki), la aplicación de los planes neoliberales, las privatizaciones y la entrega de las riquezas nacionales al imperialismo a cambió de transformarse en socios menores de las multinacionales. Esto permitió que surja un sector minoritario de la población negra (que incluye a los propios burócratas sindicales mediante el control de las empresas tercerizadas, como ocurre en el sector minero) que se benefició con el fin del régimen del Apartheid y dio lugar a una nueva élite y burguesía negra, mientras para la mayoría negra (80% de la población) las condiciones sociales fueron las mismas, viviendo en ciudades hacinados, con la desocupación que llega el 25% y con explotadoras condiciones laborales.
Desde entonces, el gobierno de la CNA y la triple alianza es el encargado de proteger los intereses imperialistas ante la creciente movilización obrera. El presidente de Sudáfrica, J. Zuma, que pidió "recuperar los valores por los que luchó Madiba" es el que ordenó la represión que en 2012 terminó con la vida de 32 mineros durante la huelga en Marikana.
Esto es lo que viene acelerando la experiencia de que luego de la conquista de los derechos civiles y hasta de un gobierno negro, no se resolvió ninguno de los problemas profundos, estructurales ni sociales más acuciantes.
Es así que luchas y huelgas obreras y nuevas organizaciones independientes de la burocracia sindical vendida, se vienen desarrollando en los últimos años al calor de un creciente descontento obrero y popular que ahora se expresó en el abucheo al presidente J. Zuma durante el funeral de Mandela.
En los últimos años la economía sudafricana ha tenido grandes tasas de crecimiento beneficiando a las empresas imperialistas, a sus socios locales y a un sector minoritario de la población negra mientras millones siguen viviendo en las peores condiciones y son explotados y discriminados. Esto es una muestra de que sólo un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre podrá resolver los grandes problemas de las masas, atacando los intereses de los capitalistas y el imperialismo.

Diego Sacchi