jueves, abril 30, 2020

Brasil: Fuera Bolsonaro-Mourão y el régimen corrupto



La crisis política brasileña dio un salto con la renuncia del “superministro” de Justicia, Sergio Moro, el viernes pasado. En una conferencia de prensa final, quien dirigió la operación judicial Lava Jato (y el encarcelamiento de Lula) acusó al presidente Bolsonaro de querer copar la Policía Federal para bloquear investigaciones en su contra. La Corte Suprema (Supremo Tribunal Federal -STF) ordenó investigar las imputaciones que hizo el exministro. Si esa investigación progresa, y el Congreso habilita su desarrollo, Bolsonaro podría ser destituido.
Ya hay más de veinte solicitudes de impeachment (juicio político) en el Congreso. Uno de los jueces del STF, Celso de Mello, instó al titular de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia (del partido Demócratas), a pronunciarse sobre uno de esos pedidos. La habilitación de Maia es necesaria para abrir el juicio político. En ese caso, la situación de Bolsonaro sería casi irremontable, dado que sólo cuenta con un puñado de congresistas propios.
Por su parte, Bolsonaro lanzó medidas aventureras, alentando la vía de un autogolpe: una concentración -con su presencia, frente al Estado Mayor del Ejército en Brasilia- planteando la disolución del Congreso, aunque fue un fracaso en materia de asistencia.
Además de la “vía judicial” y el impeachment, apuntemos la variante de una renuncia por parte del primer mandatario. En esos casos, asumiría la presidencia el actual vicepresidente, el general (retirado) Hamilton Mourão.
El excandidato presidencial del PT, Fernando Haddad, firmó (junto a los excandidatos del centroizquierdista Psol y del PDT, entre otros) un documento que también exige la renuncia. Lula se pronunció en un reportaje por la apertura del impeachment a Bolsonaro, aunque su partido aún no ha presentado un pedido en la Cámara.
El Presidente ha denunciado que existe un complot en su contra para destituirlo, integrado por sectores de la Justicia, del Congreso y los gobernadores de Rio y San Pablo. En las últimas semanas corrieron rumores sobre reuniones del alto mando con el vice, de cara a un potencial relevo de Bolsonaro, y otras versiones que indicaban que había sido apartado del manejo de la pandemia, a expensas del jefe de Gabinete, el general Walter Braga Netto. Las fuerzas armadas juegan un rol determinante en la crisis.

La crisis política brasileña se desenvuelve, así, en medio de amenazas de golpes y autogolpes.

La partida de Moro coincide con el punto más álgido de la crisis social y económica. La línea anti-cuarentena de Bolsonaro, así como las cuarentenas limitadas de gobernadores opositores, han llevado al país a un desastre, cuya mayor expresión son las fosas comunes en el cementerio de Manaos, capital del estado de Amazonas. El lobby patronal ha logrado la autorización para que funcionen todo tipo de actividades no esenciales, para recortar salarios, para aplicar suspensiones masivas, pero eso no ha detenido la crisis económica. Una encuesta de la Confederación Nacional de la Industria señala la preocupación empresaria por la caída de la demanda, el aumento de la capacidad ociosa y el impacto devastador de la crisis en sectores como textiles y calzado. Habla de una “profunda insatisfacción con la situación financiera [acceso a créditos, etc.] y el margen de lucro operacional de sus negocios” (Agencia Brasil, 28/4). El real se ha devaluado un 40% en lo que va del año y el país volvería a caer en recesión.
En este escenario, el “ala militar” del gobierno, caracterizada como “desarrollista”, promueve un plan (“pro-Brasil”) de inversiones públicas y subsidios por 27 mil millones de dólares, en la línea de rescates al capital que están impulsando los principales Estados del mundo. Lo anunció en una conferencia de prensa el general y jefe de Gabinete, Walter Braga Netto, pero en contra de la voluntad del ministro de Hacienda, el ultraliberal Paulo Guedes, quien defiende una línea de privatizaciones masivas, recorte del gasto público y ajuste fiscal, y ni siquiera asistió a la conferencia. Por eso, surgieron versiones de su posible renuncia al cargo. Entre tanto, Guedes fue ‘refrendado’ provisoriamente por el alto mando militar y el gabinete de Bolsonaro como una tregua para no acelerar una crisis y desplome del régimen.
La salida de Moro y las tensiones con Guedes son los capítulos más explosivos de la crisis en un conglomerado que reúne en su seno a un frente heterogéneo: la camarilla fascistoide de Bolsonaro, una poderosa “ala militar” con más de una decena de ministros, dos “superministros” de vínculo directo con el imperialismo (Moro y Guedes) y sectores del agronegocio y el evangelismo.
Esta heterogeneidad condicionó fuertemente a Bolsonaro a lo largo de su mandato, quien había llegado al poder bajo la promesa de un alineamiento con Trump y el imperialismo yanqui. La presión de su vice, Hamilton Mourão y de los exportadores agropecuarios procuró un mayor equilibrio, evitando una ruptura de los vínculos con China, transformado en el principal socio comercial de Brasil.
El acuerdo Mercosur-Unión Europea, suscripto por Bolsonaro y Macri, también desató internas. Mientras el sector agrícola lo apoya con entusiasmo, un sector de la burguesía industrial le teme como a su propia tumba. Este mismo sector puso el grito en el cielo ante el planteo de Guedes de reducir el arancel externo común del Mercosur en un 50%.
Estas contradicciones limitaron a Bolsonaro, quien no pudo imponer sus pretensiones semibonapartistas y fascistizantes. Para lograrlo, por otro lado, hubiese tenido que asestar previamente un golpe decisivo a las masas. Es cierto que propinó golpes muy severos, como la reforma previsional, y que la agenda de ataques y reformas antiobreras -capitaneada por Guedes- fue lo que más o menos unificó a las distintas fracciones de la burguesía en un apoyo a su gobierno. Pero las masas mostraron su beligerancia desde el primer día: el Ele Não, la rebelión educativa, las 2 millones de personas que repudiaron la persecución al colectivo LGBTI y grandes huelgas como la de los petroleros contra los despidos y la privatización. Estos sectores han sufrido golpes, pero no han sido quebrados.

Independencia política

Frente a la crisis, el PT pone el centro de su acción en el terreno institucional, sea el Parlamento o las presentaciones ante la Corte. La central obrera (CUT) emitió un documento que llama al Congreso a “asumir el protagonismo”. Pero ese Congreso es el mismo que destituyó a Dilma Rousseff, fue el protagonista del Mensalão, del Lava Jato y tantos otros escándalos de corrupción. Fue el que dictó la reforma laboral antiobrera y la previsional reaccionaria. El Poder Judicial no está menos corrompido.
La lucha por echar a Bolsonaro tiene que tener como protagonista al movimiento obrero y popular. Debemos alertar fuertemente, al mismo tiempo, sobre el relevo patronal y militar que se insinúa detrás del vice. Los que le bajan el pulgar a Bolsonaro pero conspiran para que lo reemplace su vice, quieren dejar en pie todo el andamiaje de las reformas laborales y previsionales antiobreras y de ataques contra las masas.
Tanto el PT, como el centroizquierdista Psol y el PCdoB plantean la constitución de un frente amplio democrático, un nuevo frente popular donde las masas se subordinan detrás de liderazgos burgueses. La CUT se ha entregado por completo a esta orientación.
Para este 1° de Mayo, las once centrales obreras de Brasil habían convocado a un acto público ‘independiente’ desde el punto de vista formal. La mayoría de estas centrales, sin embargo, se negaron a que figurara la consigna “Fuera Bolsonaro”, agitada cada vez más (cacerolazos, etc.) por amplios sectores obreros y de clase media.
Pero, ‘repentinamente’, la CUT invitó a ser parte del acto (vía streaming) a referentes clave de los partidos patronales, instigadores, en su momento, del golpe contra Dilma, como el ex presidente Henrique Cardoso, el presidente de la Cámara de diputados Rodrigo Maia y otros. Más que nunca, está planteado que la CUT y las centrales obreras rompan con la burguesía y con la política de colaboración de clases que vienen llevando adelante y se lance un plan de lucha organizando la huelga general.
La pequeña central Conlutas ha denunciado la desnaturalización del acto, se ha bajado de la convocatoria propatronal y ha convocado a un acto independiente (virtual) con la consigna “Fuera Bolsonaro-Mourão Ja”.
Es necesario impulsar la organización y movilización independiente de los trabajadores. La consigna “Fuera Bolsonaro, Mourão y el régimen corrupto” apunta no solo a la caída de Bolsonaro, sino que sale al cruce contra las alternativas antiobreras que se están barajando para sucederlo. La lucha por una Asamblea Constituyente soberana aparece como un planteo político transicional para centralizar las luchas en desarrollo, y barrer con todo el régimen y poner fin a todos los avances reaccionarios, empezando por la anulación de las reformas antiobreras laboral y previsional, satisfacer las necesidades populares y proceder a una reorganización integral del país sobre nuevas bases sociales. No será este Parlamento reaccionario cómplice el que convoque una Constituyente soberana.

Gustavo Montenegro

La crisis capitalista es más mortal que el coronavirus

Las fuerzas de choque de la ultraderecha cumplen las órdenes del capital

El confinamiento decretado en Estados Unidos y en muchos países del mundo para hacer frente a la pandemia de COVID-19 ha paralizado la economía capitalista y, por tanto, ha demolido el proceso de la acumulación de capital.
El hecho de que esta parálisis económica arroje a decenas de millones de trabajadores a una crisis de supervivencia es totalmente fortuito para la preocupación de la clase capitalista transnacional (CCT) de reanudar de inmediato la maquinaria lucrativa, ya que el capital no puede permanecer ocioso sin dejar de ser capital. El impulso de reavivar la acumulación explica que en muchas ciudades norteamericanas se hayan producido manifestaciones públicas de la ultraderecha para exigir el levantamiento de la cuarentena, al igual que los sectores más reaccionarios del capital promovieron el Tea Party a raíz del colapso financiero de 2008, movimiento que a su vez se movilizó en apoyo al trumpismo.
Si bien las protestas parecen espontáneas, de hecho han sido organizadas por las agrupaciones conservadoras estadounidenses, entre ellas la Fundación Heritage, FreedomWorks (Obras de Libertad) y el Consejo Americano de Intercambio Legislativo (conocido como ALEC por su sigla en inglés), que reúne a los directores ejecutivos de las grandes corporaciones junto con los legisladores derechistas locales de todo Estados Unidos. El mismo Presidente Trump enardeció a los manifestantes mediante una serie de tweets, entre ellos uno que declaraba “LIBERAR a VIRGINIA, y proteger su gran Segunda Enmienda, que está bajo asedio”. El llamado a defender dicha enmienda de la Constitución norteamericana, que garantiza el derecho a portar armas, prácticamente constituía un llamado a la insurrección armada. En el estado de Michigan seguidores armados de Trump bloquearon el tráfico para impedir el paso a la ayuda. Días atrás Trump adujo tener poder “total” – la clásica definición de totalitarismo – para levantar la cuarentena.
A pesar de su retórica populista, el trumpismo ha servido bien a los intereses de la CCT en implementar un programa de neoliberalismo en esteroides que va desde la reforma impositiva regresiva y la amplia desregulación y privatización hasta una expansión de los subsidios al capital, recortes al gasto social y represión sindical. Trump – él mismo miembro de la CCT – retomó donde dejó el Tea Party a raíz del colapso financiero de 2008 y forjó una base social entre aquellos sectores de la clase obrera mayoritariamente blancos que anteriormente habían gozado de ciertos privilegios, como empleo estable y bien remunerado, y que en años recientes han experimentado una aguda desestabilización socioeconómica y movilidad descendente frente a la globalización capitalista. Al igual que el Tea Party que le precedió, Trump ha sabido desviar la cada vez mayor ansiedad social que sienten estos sectores desde una critica radical al sistema capitalista hacia una movilización racista y jingoísta contra chivos expiatorios como los inmigrantes. Estas tácticas trumpistas han convertido dichos sectores en fuerzas de choque para la agenda capitalista ultraderechista que los ha llevado al borde de un proyecto verdaderamente fascista.
La cada vez mayor crisis del capitalismo global ha acarreado una rápida polarización política en la sociedad global entre una izquierda insurgente y fuerzas ultraderechistas y neofascistas que han logrado adeptos en muchos países del mundo. Ambas fuerzas recurren a la misma base social de los millones de personas devastadas por la austeridad neoliberal, el empobrecimiento, el empleo precario y relegación a las filas de la humanidad superflua. El nivel de polarización social global y de desigualdad no tienen precedentes en estos momentos. El 1 % más rico de la humanidad controla más de la mitad de la riqueza del planeta mientras el 80 % más bajo tiene que conformarse con apenas el 4.5 % de esa riqueza. Mientras se extiende el descontento popular contra esta desigualdad, la movilización ultraderechista y neofascista juega un papel crítico en el esfuerzo por parte de los grupos dominantes de canalizar dicho descontento hacia el apoyo a la agenda de la CCT, la misma disfrazada en una retórica populista.
Es en este contexto donde los grupos conservadores en Estados Unidos se han empeñado en organizar una respuesta ultraderechista a la emergencia sanitaria y la crisis económica, abarcando una mayor dosis de subterfugio ideológico y también una renovada movilización de sus fuerzas de choque que ahora exigen el levantamiento del confinamiento. La movilización de masas desde abajo bien podría exigir que el Estado proporcione ayuda a gran escala a los millones de trabajadores y familias pobres en vez de insistir en la inmediata reapertura de la economía. Pero la CCT y sus agentes políticos buscan a toda costa evitar que las masas pidan un Estado de bienestar social como respuesta a la crisis. Por eso promueven la revuelta reaccionaria contra el confinamiento avivada por Trump y la ultraderecha.
Independientemente de las diferencias políticas en el seno de sus filas, la CCT se ha empeñado en trasladar la carga de la crisis y el sacrificio que impone la pandemia a las clases trabajadoras y populares. Para este fin ha podido contar con el poder del Estado capitalista. Los gobiernos del mundo han aprobado nuevos rescates masivos para el capital mientras se escurren de esta piñata unas migajas para las clases trabajadoras. El gobierno estadounidense inyectó una cantidad inicial de 1.5 mil millones de dólares a los bancos de Wall Street en tanto que la Casa Blanca prometió que su respuesta a la pandemia “estaría plenamente centrada en liberar el poder del sector privado”, es decir, que la ganancia capitalista va primero y la misma impulsaría la respuesta a la emergencia sanitaria. Acto seguido aprobó un paquete de estímulo de 2.2 mil millones de dólares cuyo componente mayor fue rescates a las corporaciones. En Europa los gobiernos miembros de la UE aprobaron paquetes fiscales similares, al igual que hizo la mayoría de los gobiernos en el mundo, que abarcaban la misma combinación de estímulos fiscales, rescates corporativos y cantidades muy modestas de ayudas públicas.
Los gobiernos estadounidense y europeos prometieron al menos 8 mil millones de dólares en préstamos y subsidios a las corporaciones privadas, aproximadamente el equivalente a todas sus ganancias en los últimos dos años, lo que la revista The Economist calificó del “rescate más grande de la empresa privada en la historia”. Se trata de la lucha de clases desde arriba. Mientras estos mil millones de dólares se acumulan en la parte superior del pirámide social, la crisis desatada por la pandemia dejará a su paso más desigualdad, más tensión política, más militarismo y más autoritarismo. La Organización Internacional de Trabajo advirtió que centenares de millones de personas podrían perder su empleo, en tanto la agencia internacional Oxfam calculó que hasta 500 millones están en riesgo de caer en la pobreza. Aún más ominoso, el Programa Mundial de Alimentos advirtió sobre “una hambruna de proporciones bíblicas” y calculó que hasta 130 millones de personas podrían morir de hambre por el posible colapso de las cadenas de abastecimiento de alimentos, lo que la organización calificó de “la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial”.

Se avecinan convulsiones sociales y políticas

El carácter clasista de la pandemia queda al desnudo. Al virus no le importa la clase, etnia o nacionalidad de sus portadores humanos pero son los pobres, los marginados y las clases trabajadoras los que no gozan de las condiciones para protegerse del contagio ni pueden asegurar la atención médica en caso de contaminación. Pueden morir millones de personas, no tanto por la infección viral sino por la falta de acceso a los servicios y recursos de suporte vital. La CCT intentará aprovechar el desempleo y empobrecimiento masivo para reforzar su poder de clase mediante mayor disciplina y austeridad a medida que pase lo peor de la pandemia y la economía global se hunda en depresión. Las clases dominantes utilizarán la pandemia como cortina de humo para consolidar un estado policial global. Por último, la crisis capitalista desatada por el coronavirus será mas mortal para los trabajadores empobrecidos que el mismo virus.
Aun cuando se mantienen el gasto deficitario y el estimulo keynesiano mientras dure una depresión económica, la experiencia de 2008 nos muestra que los gobiernos recuperaron los costos de los rescates mediante una mayor austeridad, en tanto los bancos y las corporaciones utilizaron los fondos de dichos rescates para volver a comprar acciones y emprender una nueva ronda de actividades depredadoras. La estrategia de la CCT parece ser una repetición de 2008, ahora a una escala mucho mayor, dirigida a inyectar cantidades masivas de dinero al sistema bancario privado. A cambio no se impone a los bancos ninguna obligación de utilizar dicho dinero para reinvertir en la economía real o para algún bien social. A raíz del colapso financiero de 2008 los bancos simplemente convirtieron los miles de millones que recibieron en concepto de rescates en especulación en el casino financiero global y para apropiarse de más activos y recursos en todo el mundo.
Además de la movilización de las fuerzas ultraderechistas y neofascistas también se han movilizado sectores populares y las clases trabajadoras. Aunque no sea posible tumbar el sistema, la única salida a la crisis del capitalismo global será revertir las cada vez mayores desigualdades mediante una redistribución del la riqueza y del poder hacia abajo. La lucha por dicha redistribución ya ha comenzado en medio de la pandemia. En Estados Unidos, al igual que en otros países, los trabajadores han emprendido una ola de huelgas y protestas para exigir condiciones de seguridad mientras que los inquilinos hacen llamados a huelgas de alquileres. Los militantes del movimiento a favor de la justicia para de los inmigrantes han rodeado los centros de detención para pedir la liberación de los detenidos, los trabajadores automotrices han salido en huelgas salvajes para obligar a cerrar las plantas, los desamparados han ocupado casas deshabitadas y los trabajadores sanitarios han emprendido protestas ruidosas para exigir los equipos necesarios para realizar su trabajo en condiciones de seguridad.
Los grupos gobernantes no pueden sino sentirse asustados por el creciente descontento de las masas. La crisis erosiona la hegemonía capitalista y tiene el potencial de despertar a millones de personas de la apatía política. El proyecto neoliberal está agotado y a duras penas se podrá resucitar. Para bien o para mal, se reconstruirá el mundo. Hemos entrado en un periodo de cada vez mayor caos en el sistema capitalista mundial. Fuera de una revolución, hemos de luchar ahora para evitar que nuestros gobernantes conviertan la crisis en una oportunidad para resucitar y profundizar el orden neoliberal moribundo cuando pase la tormenta de la pandemia. Se trata de clamar en nuestra lucha por algo en línea de un “Nuevo Pacto Verde” (“Green New Deal”) a escala global como programa interno mientras se acumulan las fuerzas para un cambio más radical del sistema. Las fuerzas progresistas y de izquierda tienen que situarse para hacer retroceder al impulso ultraderechista y neofascista. Se concentran los nubarrones. Se están trazando las líneas de batalla. Se aproximan convulsiones. Está en juego la batalla por el mundo postpandemia.

William I. Robinson, profesor de sociología en la Universidad de California, Santa Bárbara.

A 43 años de la primera ronda de las Madres

El 30 de abril se cumplen 43 años de la primera ronda de las Madres de Plaza de Mayo. Ocurrió en 1977, cuando en Argentina reinaba el terrorismo de Estado, y miles de trabajadores y estudiantes eran secuestrados por los grupos de tareas de la dictadura de Jorge Rafael Videla para ser asesinados en los campos de concentración.
Las madres y familiares de los desaparecidos buscaban a sus hijos en las comisarías, bases militares, juzgados, iglesias. Todos les cerraron las puertas, cómplices o protagonistas directas del genocidio. Pero eso llevó a que las madres de los secuestrados se empezaran a encontrar en los pasillos de las instituciones como tribunales. Todas vivían situaciones iguales y así llegaron a la conclusión de que las desapariciones eran obra de la dictadura. Decidieron juntarse en Plaza de Mayo. A la primera ronda fueron 12 mujeres, con el paso del tiempo se fueron sumando más y más.
Muchas madres eran de la clase trabajadora, amas de casas sin militancia política. La lucha por la aparición con vida de sus hijos y nietos las terminó convirtiendo en un ariete implacable contra la dictadura, con la bandera de los 30 Mil. La dictadura y la Iglesia Católica atacó a las madres y las abuelas -al principio una sola organización- calificándolas como locas y parte de la “campaña antiargentina”.
En diciembre de 1977, mientras preparaban una solicitada para que fuera publicada por el diario La Nación, fueron secuestradas 12 personas: tres madres de Plaza de Mayo incluida su presidenta, Azucena Villaflor, dos monjas francesas y militantes de derechos humanos. El grupo había sido infiltrado por el genocida Alfredo Astiz, que se fingió familiar de desaparecidos.
El mismo día de su secuestro, la solicitada apareció a toda página en el diario La Nación, con unas 2.500 firmas, en su enorme mayoría de mujeres que usaron sus apellidos de casadas para identificar a sus hijos. Entre ellas, nuestra compañera Catalina Guagnini, Marta Vázquez, Graciela Fernández Meijide, Carmen Lapacó, María Adela de Antokolotez, Chela Mignone, Chicha de Mariani y Hebe de Bonafini.
Política Obrera (actual Partido Obrero Tendencia), apoyó desde sus inicios las movilizaciones de las madres y familiares de desaparecidos. Editaba el boletín Libertades Democráticas, donde difundía las persecuciones y desapariciones, y también la resistencia a las violaciones de derechos humanos. Varias militantes de Política Obrera estaban integradas a Madres -como Tona Luna en Lomas de Zamora- y a Familiares de Desaparecidos -la legendaria Cata Guagnini fue una de las fundadoras-. A pesar de la cooptación del kirchnerismo a buena parte de madres y familiares, están las madres que nunca bajaron los pañuelos y denuncia el rol represivo del estado, como la impunidad de ayer y hoy, y rechazan la “vuelta de página” que propone Alberto Fernández, solo otro nombre para la amnistía de los genocidas.
Reivindicamos a las madres que se destacaron por su militancia independiente del estado y leal a los intereses de los explotados: Mirta Baravalle, Elia Espen, Nora Cortiñas, Graciela Ledo, y en ellas a todas las que nunca bajaron las banderas de los 30 mil detenidos-desaparecidos.
A 43 años de la primera ronda de madres, 30 mil compañerxs desaparecidxs ¡PRESENTES! ¡AHORA Y SIEMPRE! Juicio y castigo a los genocidas y a sus cómplices eclesiásticos y civiles.

Lautaro Brodsky
28/04/2020

El Congreso Nacional, de una cuarentena a otra

Entre barbijos y alcohol en gel, luego de chicanas de un lado y del otro, se realizó la reunión de labor parlamentaria en donde el oficialismo y los jefes de bloques de la oposición avanzaron en un acuerdo para que el Congreso vuelva a funcionar, a partir de la semana que viene. La metodología acordada sería mixta: los jefes de bloque estarán presentes en el recinto y el resto de los diputados lo hará de forma virtual.
Queda por definirse la elaboración de un protocolo que establezca en qué condiciones se van a desarrollar las sesiones. Si bien oficialistas y opositores consensuaron que necesitarían aprobar por dos tercios la modificación del reglamento de la Cámara para implementar esta forma de funcionamiento, la oposición quiere ponerle un límite de tiempo a la posibilidad de sesionar de este modo. Sergio Massa señalo que la resolución debería renovarse cada 30 días para evitar “que la situación extraordinaria no se transforme en un hábito”.
El acuerdo, sin embargo, ha dejado heridos en JpC. Previo a la reunión, alrededor de unos 80 legisladores del bloque macrista llegaban desde sus provincias, en lo que denominaron “la travesía por la democracia”, para insistir en hacer una reunión con la presencia de los 257 diputados. Pero otro grupo de 15 diputados, que responden a Emilio Monzó y los radicales del bloque porteño de Evolución, salió a diferenciarse públicamente del ala “dura”, y acompañaron con su firma el pedido de una sesión remota para el jueves 30 de abril. El diario La Nación (28/4) ventiló la reacción del sector de Negri: “Que nos corran con la unidad y jueguen para el enemigo según les convenga no es aceptable. O adentro o afuera, no vamos a llorar por diez diputados ". Esta interna en la oposición ha llevado a que queden suspendidas, por el momento, las reuniones de la mesa chica del espacio macrista.
Los que en nombre del republicanismo reclaman que “funcionen las instituciones” y han caracterizado que en el gobierno se “enamoran del estado de excepción” (Negri en Perfil 23-4), pretenden llevar al Congreso una agenda anti obrera, como es el levantamiento de la cuarentena para los negocios, con la precaución de encerrar a los mayores y a quienes tienen problemas serios de salud. Han adelantado que se opondrán al impuesto, envuelto en prolongado misterio, ‘a los ricos’, pero darán conformidad a los DNU que han eximido a las patronales de los aportes jubilatorios. Es lo que viabilizaría la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo, encargado de legalizar los DNU. La Convención Constituyente de 1994, harto elogiada por el ‘progresismo’, ha colocado al parlamento en el asiento de atrás del gobierno por decreto de necesidad, un poder del Ejecutivo. El ‘estado de excepción’ se viene practicando desde más de un cuarto de siglo.
Mientras tanto, repetimos, sigue sin aparecer el famoso proyecto de ley para “gravar a los ricos”, impulsado por los K y según Infobae (28/4) “No se sabe aún si estará incluido” en la agenda parlamentaria cuando se reactiven las sesiones. Este impuesto ‘in pectore’ se ha convertido en pieza de litigio en la negociación de la deuda externa, por una razón tan evidente como oculta – los ‘ricos’ tiene su ‘riqueza’ en títulos de la deuda pública.
La pelea por el funcionamiento del Congreso no tiene nada que ver con los principios democráticos, porque el parlamento se ha convertido estructuralmente en una escribanía – se pronuncia cuando los hechos han sido consumados. Es lo que ocurre cuando vota el Presupuesto, donde figuran los intereses de la deuda en cuya contratación o renegociación no interviene, o en los acuerdos con el FMI, y nunca discute ni vota nada que tenga que ver con el Banco Central. Es el escenario que sirve para esconder lo que se decide en trastienda. Los parlamentos surgieron para arrebata el poder al Ejecutivo o inclusive ejercer el gobierno en forma directa, lo que ocurre ahora es lo contario – se prestan a funcionar como fachada de un poder que no tienen intención y medios de controlar.
El gobierno actual es ejercido por una cooperativa de ejecutivos, que va desde el binomio presidencial a los intendentes pasando por los gobernadores, tanto oficialistas como opositores. La fracción que quiere romper esta cooperativa, una minoría del macrismo y la mayoría de la UCR y el grupo de Carrió, quiere un Congreso presencial para dar mayor resonancia a sus críticas. En el medio juegan los Lousteau, Graciela Caamaño y el ex peronista y ex macrista Monzó. El parlamentarismo ‘a full’ es reclamado por los lobbistas de los fondos internacionales de deuda y de la gran industria y comercio. El oficialismo prefiere que lo haga a medio motor, como ocurre, por otra parte, en otros países donde la división política patronal es acentuada – Francia, España, Italia.
Una expresión de estos conflictos, muy publicitada, pero por poco esclarecida, tuvo lugar cuando AF ofreció un tiempo y un espacio de salida en el marco de la cuarentena. Días antes Rodríguez Larreta meneaba lo contrario: reanudar actividades económicas y encerrar a los viejos con cuatro cadenas para que no murieran con la disolución de la cuarentena. Los viejos eran la bola del juego para zanjar la disputa acerca de ‘reabrir’ la economía. Tanto el intendente de la Ciudad como el Presidente tuvieron que recular sin disimulo, porque la expansión de la pandemia no daban lugar ni a una ni a otra alternativa. Continuar la cuarentena en las condiciones establecidas ha llegado a un punto de choque que también la convierte en inviable. El impasse político no podría ser más claro – los macaneos sobre el funcionamiento del Congreso son una pantalla de aquellas contradicciones y conflictos. La cuestión de la crisis política se va a resolver en otro terreno y con la participación de todas las clases sociales en una lucha abierta.
En definitiva, la reanudación de las sesiones del Congreso de manera presencial, mixta o como fuera, no sacará de este impasse político a la clase gobernante. Mostrará sin atenuantes la incapacidad del parlamento y de todas las instituciones capitalistas para ofrecer una salida a los problemas acuciantes de los trabajadores. Nosotros, el Partido Obrero (T) estamos sin atenuantes por un funcionamiento presencial, pero advirtiendo los intereses capitalistas y golpistas que se escudan detrás de un reclamo parecido. Como demócratas, pero especialmente como revolucionarios y socialistas, ‘preferimos’ los choques abiertos entre las clases, a los sigilosos, atenuados o manipulados. Pero se trata, de conjunto, de una cuestión secundaria – lo fundamental es que la clase obrera profundice la lucha que está librando, para plantarse como fuerza política independiente de todas las bandas patronales. El Congreso no va a parir nada bueno, ni cabe esperar nada de una acción legislativa – podría convertirse en foro golpista, como ha ocurrido en Brasil, Honduras, Paraguay. Esto con una bancarrota económica generalizada y una negociación de deuda para la que los Fernández piden el apoyo del FMI, Merkel, Macron y Sánchez, y el Club de Paris. Todos estos abren la canilla de los subsidios para rescatar capitales, no trabajadores.
Las asambleas y reclamos que proliferan entre los trabajadores de la salud, la ocupación obrera en Bed Time, el paro de los trabajadores de la carne, de los repartidores y el rechazo de las bases de los gremios a aceptar suspensiones con rebajas salariales, marcan como la clase obrera va abriendo un camino propio. Vamos con todo.

Mariano Hermida
29/04/2020

miércoles, abril 29, 2020

¿Aprenderá Italia de sus errores?

En Italia son casi 200 mil los casos de Covid-19 confirmados, casi 27 mil las personas fallecidas y unas 62 mil las que se han recuperado satisfactoriamente. En las unidades de cuidados intensivos (UCI) aún permanecen unas 2.000 personas.

El norte del país sigue siendo el más castigado. Aquí se concentra más del 70 por ciento de los casos de coronavirus y el 78 por ciento de fallecidos. La región Lombardía encabeza esta dramática lista con el 37 por ciento de las personas contagiadas y casi el 51 por ciento (14 mil) de los fallecidos totales.
Considerando que se trata de datos ampliamente subestimados debido a la gran cantidad de personas asintomáticas y a la falta de test masivos sobre los muertos, la situación en Italia sigue siendo crítica. Sin embargo, la curva de contagios muestra un aplanamiento paulatino.
Esta inversión de tendencia se refleja sobre todo en la cantidad de nuevos casos y de pacientes internados en las UCI.
De acuerdo con los datos del Observatorio nacional sobre la salud en las regiones, para finales de junio todas las regiones italianas deberían llegar a tener cero nuevos contagiados de coronavirus.
Ante este escenario un poco más alentador y una situación económica que va deteriorándose día tras día[1], Confindustria[2] intensificó la presión sobre el gobierno para que permita la reapertura gradual de más actividades productivas y la flexibilización de la cuarentena.
El 4 de mayo será el inicio de la llamada “fase dos”.

¿Una señal de esperanza?

“La presión de los empresarios es muy fuerte, aunque la situación sigue siendo muy complicada”, dijo a La Rel, Vittorio Agnoletto, médico del trabajo y docente de Salud y políticas de la globalización en la Universidad Estatal de Milán.
“La pregunta es si durante estas semanas de cierre los empleadores se han organizado para reabrir bajo estrictas medidas de seguridad, adoptando protocolos que eviten el contagio.
Pienso a la adquisición de dispositivos de protección personal, garantizar la distancia entre trabajadores, horarios escalonados de entrada y salida, reorganización de los comedores.
La impresión ̶ continuó Agnoletto ̶ es que no se ha hecho mucho. Además, la escasa capacidad inspectiva de las autoridades podría desencadenar una reapertura indiscriminada de actividades”.
Por otro lado, las autoridades municipales deberán readecuar las condiciones, la logística y la frecuencia de recorridos del transporte público.
El también ex eurodiputado (GUE/NGL[3]) lamentó que, desde el Estado, no se está promoviendo la realización de test de Covid-19 para las personas que volverán al trabajo.
El alto costo de la prueba (entre 120 y 280 euros) desalentará a las y los trabajadores a practicársela, elevando el riesgo de contagio.
“Reactivar la economía es necesario, pero hay que hacerlo garantizando la seguridad y salud de trabajadores y trabajadoras.
No podemos permitir que se repita lo que pasó con el personal sanitario, con cientos de médicos y enfermeros contagiados y fallecidos, y la tasa de contagio más alta de Europa”, manifestó Agnoletto.

La enseñanza que queda

La pandemia de Covid-19 ha dejado en evidencia que el Servicio sanitario nacional no supo responder de manera eficaz a un problema serio de sanidad pública.
Esto es el resultado de un proceso de privatización indiscriminado de la salud. La región Lombardía es el ejemplo más evidente de ello.
“Aquí el 40 por ciento del gasto sanitario público está destinado a clínicas privadas que tienen convenio con el Estado. Como cualquier empresa, estas estructuras lo que buscan es generar ganancias, y lo hacen curando enfermedades.
Paradójicamente, a la sanidad privada no sólo no le interesa la prevención, sino que la considera un ‘enemigo’ porque le resta clientes y utilidades.
Por esto invierten principalmente en sectores muy rentables de la medicina y casi nada en servicios de emergencia y prevención primaria”, explicó el especialista en Medicina del Trabajo.
Lamentablemente, el modelo sanitario impuesto en las últimas décadas ha llevado a Italia a ser el país miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que menos gasta en medicina preventiva.

El lucro en primer lugar

Además, las políticas de salud pública fueron poco a poco impregnadas por la lógica “mercantilista” del sector privado. El resultado fue una reducción sistemática de personal e infraestructuras sanitarias, unido al abandono de la acción preventiva.
“Durante las primeras semanas de la pandemia, la primera línea de defensa, es decir los médicos de familia, el personal de emergencia, los instrumentos de participación ciudadana, fue abandonada a su suerte.
Esto hizo que el impacto sobre la estructura hospitalaria fuera directo y brutal, y rebasó la capacidad de respuesta”, aseveró Agnoletto.
Para medio paliar las dificultades, las autoridades regionales decidieron reubicar a cientos de personas enfermas en los asilos por ancianos, pagando “generosamente” el servicio.
La muerte por coronavirus de casi 3 mil personas de la tercera edad en las Residencias sanitarias asistenciales (RSA) ̶1.700 solo en Lombardía ̶ es parte de esta lógica mercantilista.
Para Agnoletto, entonces, la tragedia que está viviendo el pueblo italiano muestra el fracaso de un modelo que privilegia lo económico en detrimento del derecho universal a la salud.
“Cambiar no es fácil porque hay una relación de fuerzas e intereses muy desigual. Ojalá que lo que vivimos despierte la conciencia de la gente, de las organizaciones que luchan por la tutela de la salud y que el nivel de concientización de la población crezca”, concluyó.

Giorgio Trucchi

Notas:

[1] En 2020 la caída de la economía será superior al 8 por ciento y la deuda pública alcanzará el 155 por ciento del PIB.
[2] La principal organización representativa de las empresas industriales y de servicios.
[3] Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea / Izquierda Verde Nórdica.

Fuente: Rel UITA

La deuda, la pandemia, la crisis política

La foto que hace quince días unió a Alberto Fernández con Rodríguez “barbijos” Larreta no se volvió a repetir en las sucesivas apariciones públicas del presidente. La razón hay que buscarla justamente en el motivo de aquella conferencia – la oferta de renegociación de la deuda con legislación extranjera. Es que aquella foto le valió a Larreta una reprimenda del macrismo, porque una cosa es “acompañar al gobierno en la crisis sanitaria, y otra cosa es refrendar una propuesta que puede llevar al default” (Kirschbaum en Clarín, 28/4).
La cuestión de la deuda y del default son el telón de fondo de la crisis que comenzó a acelerarse en los últimos días, y que tiene numerosos frentes de batalla. Al anunciar la extensión de la cuarentena este sábado, Alberto Fernández sólo fue acompañado por su gabinete. Al día siguiente, protagonizó un choque con cuatro gobernadores variopintos, que se coaligaron para rechazar las salidas recreativas de hasta 500 metros. En un comunicado común, el cristinista Kicillof, el macrista Larreta y dos pejotistas dejaron pagando al presidente.
El rechazo a las salidas personales tiene lugar cuando en CABA y Buenos Aires se ha acelerado la curva de contagios, después de la cuarentena “administrada”. Pero viene acompañado de otro mensaje: la flexibilización del aislamiento hay que reservarla a la “producción”. Las excepciones deben servir para la vuelta al trabajo a fábricas y comercios, no para la recreación. La monumental presión capitalista para reanudar “la economía” se abre paso de un modo desordenado, y multiplica los choques políticos al interior de la “coalición sanitaria” que pilotea la cuarentena.

La cuarentena y la deuda

El capital financiero y la gran burguesía no sólo cuenta los días para finalizar el aislamiento obligatorio, sino también los que faltan para que Argentina ingrese en default, sino tiene lugar un acuerdo previo de deuda. Es lo que ocurrirá el próximo 22 de mayo, cuando se cumplan 30 días del vencimiento del bono Global que no fue pagado días atrás. En los últimos días, los voceros del gran capital han multiplicado los reclamos “contra el aislamiento de Argentina”, ello, en un escenario de empantanamiento de las negociaciones entre el gobierno y los bonistas. (El “aislamiento” se lee ahora en doble sentido, la cuarentena y el default.)
Pero la discusión en torno de las quitas o plazos de gracia importan poco, frente al problema de los problemas –la evidente insolvencia de la Argentina, en un escenario de derrumbe económico internacional que perdurará después de la pandemia. Por eso, las discusiones entre los acreedores y el gobierno pasan ahora por “iniciativas que reduzcan la incertidumbre sobre los pagos futuros” (Ámbito, 28/4), las cuales exigirían “medidas de carácter institucional” (id). Prat Gay, hace 48 horas, fue más directo, cuando le dijo a la prensa que el valor presente de los bonos podía subir -y mejorar el humor de los acreedores- si el gobierno avanzaba en un acuerdo con el FMI. En otras palabras, si suscribía un plan de ajuste bendecido por el “organismo”. Pero un ajustazo, en medio o después de la pandemia, sólo sería el anticipo de una rebelión popular. No hay que olvidarse que la improvisada coalición pejotakirchnerista que gobierna desde diciembre subió enancada a la repulsa popular provocada por un derrumbe económico y un ajuste.
La exigencia capitalista de una “normalización económica” tiene dos carriles –el levantamiento del aislamiento, por un lado, y un arreglo leonino de la deuda, del otro. Las dos cuestiones aparecen unidas por otro reclamo del capital: que la crisis sirva para poner en marcha una reestructuración social antiobrera, donde los actuales recortes de salarios, despidos o paralización de paritarias adquieran un carácter permanente.
Este choque en ciernes tiene un alcance continental, como lo demuestra la crisis desatada en torno del Mercosur y su “continuidad”. Los restantes países del bloque, acaudillados por el Brasil de Bolsonaro, han redoblado sus acuerdos de apertura económica bilateral con Corea del Sur, Japón y otros, con la oposición del gobierno argentino. Fernández-Solá dicen tener el apoyo de la UIA, pero las entidades agrarias argentinas ya salieron en apoyo de las tratativas librecambistas que encabezan Bolsonaro-Piñera-Lacalle. Con relación a este desplante de Fernández, Carlos Pagni, vocero del bloque “antiaislamiento”, señaló que “en un tiempo estaremos revisando esta decisión” (LN, 28/4). ¿A qué gobierno se refiere?
Cuando asumieron FF, señalamos en estas páginas su debilidad para arbitrar entre la crisis continental e incluso sus tendencias golpistas, de un lado, y la inviabilidad de un nuevo ataque a los explotados, del otro. Lejos de congelar estos antagonismos, el Covid-19 los ha agravado. La crisis política en ciernes comienza al interior del gobierno, como se demuestra en los choques sobre los permisos de la cuarentena; la liberación de presos -que ha enfrentado a AF con Massa y con Berni- y, por último y lo más importante, la cuestión de la deuda, que tiene al propio Massa discutiendo en paralelo con los acreedores.
La iniciativa de los trabajadores, que se va moldeando en la lucha contra el colapso sanitario y la crisis social, tiene que abrirse paso, en oposición a los conspiradores capitalistas y el gobierno que está empeñado en rescatarlos.

Marcelo Ramal
28/04/2020

¿Se rompe el Mercosur?



Detrás del portazo virtual que pegó el gobierno argentino al apartarse de la agenda de negociaciones de los acuerdos de libre comercio del Mercosur, asoma un dislocamiento de bloque regional.
Cuando la Cancillería argentina comunicó el viernes 24 que se abría de las tratativas para la firma de acuerdos comerciales con Corea del Sur, Canadá, India, Singapur y el Líbano -que vendrían avanzando impulsadas por Brasil, Uruguay y Paraguay-, el Mercosur entró en un impasse, porque los países socios deben negociar este tipo de tratados obligatoriamente en forma conjunta.
Desde el gobierno argentino aseguran que de todas maneras no obstaculizarían las gestiones, sino que proponen un funcionamiento a “dos velocidades” para no romper el bloque. El resto de los gobiernos afirma que la agenda prevista para alcanzar los acuerdos de libre comercio seguirá su curso. Además, Argentina no dejaría las negociaciones para avanzar en la implementación de los tratados con la Unión Europea y el EFTA (compuesto por Suiza, Noruega, Liechtenstein e Islandia). Pero el asunto es complicado, y es el bloque mismo el que peligra.
Desde la Casa Rosada fundamentaron la decisión en los reclamos de las patronales industriales, tanto argentinas como brasileñas, ya que el día anterior fue publicada una solicitada conjunta de la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Confederación Nacional de la Industria (CNI) de Brasil que expresa "gran preocupación” por el impacto de un eventual acuerdo con Corea del Sur.
De esta manera, Alberto Fernández presenta su política como una defensa de la industria nacional, contra la orientación liberal de los otros gobiernos que favorece una apertura que reforzaría la primarización de la economía ¿es así?
En realidad no. El centro de gravedad de la decisión oficial es preservarse de cualquier acuerdo que limite la potestad de fijar retenciones a las exportaciones, que es una de las posibilidades que se barajan en las negociaciones bilaterales. No es una política de desarrollo nacional, porque las divisas que se recaudan finalmente se fugan en el pago de la deuda.
Pero el apartamiento de la cocina de los tratados del bloque regional puede traer serias complicaciones, y ya todos los sectores clave de la burguesía criolla pusieron el grito en el cielo.
Es que si efectivamente se firmaran tratados de libre comercio con países como Corea del Sur, Canadá o India sin la participación argentina, el cuadro sería aún peor. Finalmente, sin ningún beneficio, ingresarían al país –triangulados a través de los otros países del mercado común- los productos de industrias de mayor escala y productividad. El Mercosur quedaría así reducido a ser una zona de libre comercio, lo que golpearía de lleno a la industria nacional y pondría al agro a competir con los otros países sudamericanos (motivo por el cual la actitud oficial fue enérgicamente criticada por la Mesa de Enlace).
Según las cámaras patronales, un acuerdo con Corea del Sur afectaría directamente a las industrias de electrodomésticos y electrónica; mientras que la Copal (Alimentación) advierte por las graves consecuencias de un acuerdo con Canadá. Pero son las automotrices, que ya antes de la pandemia venían cayendo en picada, las que están en el ojo de la tormenta.

Iván Hirsch

La Viena de fin de siglo, de Carl Schorske: Klimt, Freud y compañía, en tiempos de la agonía liberal



Lecturas en cuarentena.

Publicado en 1979, Viena fin de siglo- Política y Cultura constituye un ejemplo extraordinario de lo que se ha dado en llamar historia cultural, escrito por el norteamericano Carl Schorske (a quien debemos también La socialdemocracia alemana 1905-1917 - La gran escisión, un libro de inconmensurable valor que lamentablemente permanece sin traducción al castellano).
Apasionado e inquisitivo, erudito y pedagógico, minucioso y universal, Viena… aborda a la capital del entonces imperio austrohúngaro en un momento de transformación que excede por mucho el de las fronteras de esa ciudad: el de la agonía del liberalismo a fines del siglo XIX (acorde con el salto del capitalismo a su etapa imperialista). Una agonía que trae consigo el auge del irracionalismo y el corrimiento de eje desde la historia hacia el individuo atormentado y las construcciones mitológicas, y que halla su expresión en manifestaciones culturales y políticas de Viena que -de Freud a las doctrinas antisemitas, de Klimt al sionismo- extienden hasta el día de hoy su influjo.
El libro se compone de siete ensayos, escritos durante los ‘60 y ‘70 (un período en que la vida intelectual en Estados Unidos, con su carga de desmoralización de liberales y radicales, se le aparecía a Schorske similar al de aquella Viena).
El primero de ellos, “La política y la psiquis: Schnitzler y Hofmannstahl”, desprende a partir de las obras de estos escritores cómo el arte pasa para los intelectuales burgueses de ser una forma de asimilación con la aristocracia a una vía de escape ante una realidad amenazadora, signada por el desarrollo de movimientos de masas antiliberales que representaban nuevos grupos sociales, tanto por izquierda (socialismo) como por derecha (el socialismo cristiano y el pangermanismo antisemitas, el nacionalismo eslavo). Schorske sentencia que “en la definición del hombre moderno como un ser condenado a recrear su propio universo, la cultura vienesa del siglo XX había encontrado su voz”.
El ensayo dedicado a la Ringstrasse (la calle amplia que separa a la ciudad histórica de los suburbios de Viena) es catalogado en un texto de Beatriz Sarlo, con justicia, como la “base de unidad” del libro. Los liberales que gobernaban desde 1860 buscaron plasmar en las obras construidas (que, por su concentración, tuvieron “un impacto visual como ninguna otra reconstrucción urbana del XIX”), sus ideales de individualismo y de preeminencia de la vida civil y política sobre la iglesia y el poder militar, construyendo los edificios de gobierno, la universidad, el teatro en distintos estilos históricos. Así “pasó de ser un cinturón de aislamiento militar a uno de aislamiento sociológico”, ante las masas de los suburbios. Luego, la agonía del liberalismo se hará sentir en los críticos tradicionalistas de la Ringstrasse (que la acusan de “arquitectura deshumanizada”) pero -con más efectos prácticos- en quienes traen el mensaje del modernismo urbano, y en edificaciones para instituciones de “asistencia social” de inspiración religiosa y antisemita.
La agudeza de Schorske para combinar biografía e historia brilla en “La política en un nuevo registro: un trío austríaco”, que recorre la carrera de tres figuras desde su origen liberal a convertirse en prominentes doctrinarios antiliberales, que expresan una “rebelión contra la razón” que tendrá trascendencias -diversas- en el ámbito político. Mientras que los recorridos de los antisemitas Georg Von Schönerer (referente del pangermanismo) y Karl Lueguer (del socialismo cristiano) interesan particularmente para ver las bases sociales y la dinámica constructiva de sus collages ideológicos, con importantes similitudes con el nazismo y ultraderechas actuales; el de Theodor Herzl, padre del sionismo, muestra el carácter arcaizante e irracionalista de esta doctrina y cómo el concepto de “nación judía” es acuñado por el entonces denominado “Rey de los judíos” en pos del control de masas a las que antes había despreciado y temido.
En el punzante capítulo dedicado a “La interpretación de los sueños” y a las circunstancias biográficas en las que fue creado, Schorske echa mano de las propias armas del psicoanálisis para trazar un camino que va de las expectativas políticas y profesionales de Sigmund Freud a su frustración y a la creación de una “teoría ahistórica del hombre y la sociedad”, con la que volver tolerable un mundo político que está fuera de órbita y fuera de control.
Mientras Freud escribía aquel texto canónico, afirma el autor, “Gustav Klimt se dedicaba a una tarea no muy distinta como explorador del arte”. Schorske sitúa toda una etapa de su producción pictórica en el marco de la crisis del yo liberal, en la que plasma las potencias -y las amenazas- del deseo, la frustración psicológica y el malestar metafísico ante la vida moderna. Y muestra como frustrantes experiencias públicas, en particular con unos murales por encargo, son el eslabón intermedio hacia su conversión en un “pintor de la buena vida de una clase alta aislada”.
El libro concluye con dos capítulos relativos a la figura del jardín en el arte, que al decir de Schorske buscan mostrar “el cambio radical que experimenta gradualmente el arte al perder el vínculo con la realidad social durante los cincuenta años de decadencia liberal”. Al primero, que recorre expresiones literarias de la fase inicial del proceso, siguen los “estallidos” de dos grandes de la vanguardia expresionista, el pintor Oskar Kokoschka y el músico Arnold Schönberg.
Una lectura formidable.

Tomás Eps

La tentación del confinamiento



El capitalismo, que no piensa, es una estructura que nos obliga a pegarnos voluntariamente un tiro en la nuca para mantener con vida una estructura de la que dependemos para podernos pegar un tiro en la nuca unos días más.

Real, escribía hace unas semanas, es la independencia del mundo.
El ejemplo más banal es el hijo. Un hijo es real porque no se puede escapar de él, porque no tiene final; porque no podemos querer –ni siquiera imaginar– su final, aún más real que su existencia misma precisamente porque su existencia es lo más real que existe. No se puede escapar de él; no podemos desprendernos del hijo como de una tablet o de un coche viejo. Nadie, que yo sepa, ha huido de un hijo que llora; es imposible, en efecto, imaginar a una madre de cualquier sexo que, al oír llorar a su bebé, suelta el pañal y huye escaleras abajo. Esa barbaridad pusilánime ni se nos pasa por la cabeza. Si el niño llora en su cuna, acudimos a tranquilizarlo o a alimentarlo o a cubrirlo con una manta. Es completamente real: sabemos que no hay escapatoria.
Tampoco podemos escapar de los brazos del amado o de la amada. Y mientras estamos ahí, “cual vid que entre el jazmín se va enredando”, nos decimos y hasta lo decimos en voz alta: me pareces un sueño. Todas aquellas cosas de las que no podemos escapar y de las que nos decimos que “parecen soñadas” son reales. La realidad, cuando aparece, parece irreal, lo que no deja de ser ilógico y extravagante. Porque al hijo lo hemos esperado durante nueve meses, sabíamos de su inminente llegada, y, sin embargo, su nacimiento, su existencia, su estancia repentina en el mundo nos parece completamente inesperada. No nos lo esperábamos. Eso ocurre también, sí, con el amor, pero asimismo, a escala colectiva, con la revolución, la guerra o la catástrofe. Por eso mismo la realidad, cuando se presenta, lo hace al modo de un déjà vu. Es inesperado el hijo que esperamos nueve meses; y también al revés, lo inesperado, si comparece, revela hasta qué punto lo estábamos esperando. Creo que todos tenemos la sensación de que estábamos esperando, sin saberlo, esta crisis: nos sorprende justamente porque nos había sido anunciada. Y eso explica en parte, más que el miedo o junto al miedo, la mansedumbre y el sentido de la responsabilidad con que hemos aceptado el confinamiento.
La realidad, cuando aparece, parece irreal. ¿Pero qué ha aparecido en este caso? ¿Y por qué nos parece irreal?
Por primera vez nuestras vidas, todas las vidas, en Roma, Madrid, Túnez, París, están sincronizadas por el virus. No ha ocurrido nunca antes. La pandemia de coronavirus no es –ni mucho menos– lo peor que le ha ocurrido a la humanidad, pero sí lo primero que le ocurre a la humanidad como sujeto-especie consciente. La amenaza nuclear desde 1945 y el cambio climático, anunciado desde los años 70 del siglo pasado, definía ya una temblorosa Humanidad común, pero inalcanzable para la experiencia cotidiana. Todas las catástrofes, hasta ahora, han sido “locales” o livianamente ignoradas desde lejos. Lo mismo puede decirse de las revoluciones y de los placeres. Por muchos millones de espectadores que vieran una final olímpica o un Madrid-Barça, esa sincronización no era universal y además duraba, como máximo, un par de horas. Por muchos millones de personas que murieran –y mueran– en guerras y tsunamis esa experiencia era –y es– invivible fuera del lugar de la tragedia, donde la realidad común se ciñe a un espacio limitado. La sincronización entre las vidas que produce el virus es por primera vez, precisamente, la vida. Nuestra vida. Nuestra nueva vida, volteada por el virus y regulada por las medidas tomadas contra él. ¿Qué vida es ésta?
He dicho que hasta hoy la humanidad no había compartido nada. No es verdad. Hay una cosa que compartimos todos los humanos al mismo tiempo mientras estamos vivos: la mortalidad. Ahora bien, de la mortalidad, como de la miseria, sí podemos huir por procedimientos antropológicos, estupefacientes o imaginarios; y eso es normal y casi bueno. Las sociedades humanas serían inviables si estuviesen presididas por la conciencia inmediata de la muerte individual; si escuchásemos sin parar el tic-tac de la degradación de los órganos en nuestros cuerpos. Pero una cosa es no vivir ininterrumpidamente la mortalidad, condición de la supervivencia, y otra muy distinta no tomarla en cuenta ni siquiera delante de un cadáver. De hecho, si algo caracterizaba a nuestras sociedades occidentales es que sus habitantes, más que compartir la realidad de la mortalidad, compartían la ilusión de la inmortalidad, y con tanta más seguridad cuanta más gente de otras razas u otras geografías moría a nuestro alrededor. Y de pronto el virus y las medidas tomadas contra él hacen que nuestras vidas sincronizadas se vean sincronizadas por la realidad irreal de la mortalidad, así como por unas rutinas de confinamiento que alteran de manera simultánea el tiempo individual y el tiempo del capitalismo.
La cuestión es que esa realidad –como el sexo en la conocida película japonesa El imperio de los sentidos, de Nagisa Oshima– se ha vuelto completamente dominante, y ello hasta el punto de que no sólo ha desterrado las ilusiones de la normalidad fantasiosa en la que vivíamos sino que ha puesto fuera de juego, cautelarmente, todas las otras realidades. El 27 de marzo, pocos días después del establecimiento del estado de alerta, en el pueblo donde paso el confinamiento murió un hombre. Murió a sesenta metros de mi casa, a dos calles de distancia. La sacudida de la noticia quedó enseguida sumergida en una indiferencia fría y casi desdeñosa al enterarnos, pocos segundos después, de que no había muerto a causa del coronavirus. ¡Había muerto asesinado a hachazos! Una noticia que en cualquier otro momento habría conmovido y excitado a todos los habitantes del pueblo, y habría generado habladurías febriles y estremecimientos numinosos, y abundante amarillismo periodístico, nos dejó a todos indiferentes y –por qué no decirlo– aliviados. Frente a la sincronía de la pandemia, esa muerte –tan espantosamente real– era una muerte acrónica, a destiempo, que no sincronizaba nuestras vidas sino que más bien las desajustaba de un modo casi inoportuno y, por eso mismo, inatendible e irrelevante. Si no había muerto por el virus, ¡es que no había ocurrido nada! Me acordé de las primeras páginas de La montaña mágica, cuando Hans Castorp empieza a “aclimatarse” al tiempo enfermizo del sanatorio, presidido por la sombra de la Tuberculosis, que va deslizándose en todos los pulmones y que “distingue” –pero como una distinción nobiliaria– a los residentes en tratamiento en la Montaña de los banales hombres sanos del valle (“allá abajo”), donde se muere siempre de otra cosa. Hasta tal punto el bacilo de Koch ha sincronizado esas vidas descritas por Thomas Mann que, cuando uno de los huéspedes acude a la consulta médica aquejado de una enfermedad fulminante que lo matará sin remedio en pocos días, el dr. Behren le dice, tranquilizador, tras examinarlo: “No tiene de qué preocuparse. No es tuberculosis”. Cuando pase la pandemia, me temo, va a quedar un gran vacío en nuestras vidas. Tendremos mono, por así decirlo, de realidad. Nos encontraremos en un mundo vacío de acontecimientos que habrá que llenar de nuevo en una sociedad inevitablemente transformada. ¿Lo haremos mejor que antes? ¿Dejaremos entrar las otras realidades –desigualdades sociales, guerras, catástrofes climáticas– que la ilusión de inmortalidad llamada “normalidad” excluía o buscaremos y nos chutaremos dosis intensas de irrealidad elitista o –del otro lado– de realidad salvaje, instantánea y feroz? ¿Tantearemos una nueva sincronía plural o nos entregaremos al “sálvese quien pueda” de las acronías paralelas y los destiempos sin nexo (época neovieja de solitarios con mascarilla y comunidades enmascaradas y autoconfinadas en identidades de grupo sin ventanas y con troneras)?
Lo inquietante, en todo caso, es que esta “sincronizacion vital” sin precedentes es indisociable de nuestra dependencia tecnológica, que el confinamiento ha agravado, revelando todas sus ventajas y todos sus peligros. La “conciencia de especie”, digamos, es digital y, por eso mismo, impura, paradójica, llena de riesgos antropológicos. No sólo porque económicamente estamos reforzando el capitalismo digital (Amazon y compañía) sino porque esta dependencia consuma una tendencia o tentación de confinamiento tecnológico ya presente en nuestras vidas “normales” de “allá abajo”. El confinamiento nos ha encerrado en el espacio físico, del que huimos a través de los intestinos de la red, de cuya existencia sin interrupciones dependemos para abastecernos no menos que para comunicarnos con el exterior. Telatrabajamos, tele-estudiamos, telecompramos. Así que el confinamiento, que entraña la posibilidad de recuperar el cuerpo y su mortalidad, también induce la tentación de abolirlo definitivamente. Especialmente las nuevas generaciones, nacidas y moldeadas en la “distancia social” del móvil y la tablet, ¿sentirán la necesidad de volver a la calle o, por el contrario, la infinita pereza de tener que afrontar de nuevo el espacio lento y sin vida de las plazas, los autobuses, los cuerpos, las montañas? En este sentido aún nos podría ocurrir algo peor que una pandemia: y es un apagón informático, una catástrofe digital que nos confinara en nuestros cuerpos y nos obligara, como en el neolítico, a usarlos para pedir amor y pan. Imagino que en algún momento, antes de eso, cuando se levante el confinamiento, habrá que hacer campañas de recuperación de la fisicidad; y hasta montar piquetes revolucionarios –cuando ya no esté prohibido pero sí mal visto– que agarren manos, roben arrimos y den palmaditas en la espalda a conocidos y desconocidos. Habrá que ver asimismo cómo cambian las relaciones sexuales. ¿Se producirá un estallido de sexualidad indiscriminada o, al contrario, una inhibición onanista a la japonesa? Puede que, tras esta experiencia, un cuerpo desnudo y cercano nos parezca demasiado “crudo”. Y vestido demasiado desnudo.
¿Y el tiempo? El tiempo del aburrimiento es lento, es tiempo estancado en el cuerpo, pero en la memoria, retrospectivamente, se percibe como tiempo uniforme que ha pasado en un solo bloque y de una sola vez. El tiempo de la aventura, de la variedad, del acontecimiento, es al contrario rápido, pero en la memoria se presenta diferenciado, rico y denso. En cuanto al tiempo del confinamiento, es paradójico: porque, encajonado o aprisionado en un espacio estrecho, él mismo se vuelve espacio, de manera que se recorre la jornada en los mismos cuatro pasos con que recorremos la habitación: de un solo paso, sí, ha llegado la noche. ¿Y el tiempo de las nuevas tecnologías? No es tiempo estancado y no es tiempo variado. Es el discurso mismo del tiempo desplegado en una ráfaga erosiva, pulverizado en una aceleración de fotogramas más rápidos que el universo. Hay memoria de la costumbre y hay memoria de la aventura. No hay memoria del tiempo tecnológico. Internet es un órgano rumiante que no distingue entre la ingestión y la evacuación. Y una escupidera que no devuelve la saliva.
El capitalismo no es un sujeto y, por lo tanto, no piensa. Es una estructura que determina los márgenes de intervención de los sujetos –y sus pensamientos– y que se reproduce a su vez a través de las decisiones individuales que moldea. Por este motivo se hace presente, de manera simultánea, como un modo de producción, una civilización y una medida del tiempo que, por su propia dinámica interna, ha acabado por ceñir los límites mismos del universo, por fuera y por dentro: un estado del mundo y un estado del alma, como diría Kafka. Por eso mismo, y al contrario que otros modos de producción y otros modelos civilizacionales, ya no tiene exterior. No hay ningún “afuera” en el que cultivar un huerto ni ningún desierto al que huir de las tentaciones. Todos dependemos de él, los ricos y los pobres, los veganos y los caníbales, los fachas y los comunistas. No cabe ya en él ni un Thoreau ni un Unabomber. O mejor dicho, caben perfectamente en él, y con sus extravagancias reproducen también esa estructura que no piensa ni desea pero que aquilata nuestros pensamientos y deseos; y que no tiene ningún plan pero que obliga a sus gestores y beneficiarios –heterogéneos y pugnaces– a hacer solo planes a muy corto plazo.
Que no piensa –y que sólo hace planes a corto plazo– se demuestra en el hecho de que ha generado un sistema de dependencias que, como decía alguien hace poco, no es ni viable ni transformable, y ello precisamente porque convierte todas las bendiciones en maldiciones y todas las utopías en distopías. Un ejemplo particularmente paladino es el del petróleo. Ayer leía en la página The oil crash, de Antonio Turiel, una buena noticia, de la que ofrezco aquí una versión muy simplificada y narrativa: el consumo del petróleo ha disminuido en un 30% gracias a la pandemia y es muy probable que su caída –tanto en consumo como en precio– se precipite en picado todavía más. Esto debería ser saludable para el planeta y esperanzador para las economías individuales. Pero resulta que no. Es una maldición. Porque el capitalismo se ha preparado para producir petróleo, no para dejar de producirlo, y hay que sacarlo de la tierra sin parar, a riesgo de que los pozos se petrifiquen sin vuelta atrás; y el ya sacado no se puede almacenar más de seis meses sin que su putrefacción genere más problemas ecológicos de los que ahorra su combustión en el aire. Así que, con independencia ya de los beneficios, la supervivencia material de todos depende de que minemos sin cesar las condiciones materiales de supervivencia de todos. O de otra manera: el capitalismo, que no piensa, es una estructura que nos obliga a pegarnos voluntariamente un tiro en la nuca para mantener con vida una estructura de la que dependemos para podernos pegar un tiro en la nuca unos días más.
Otro ejemplo –para terminar– es el de la medicina. Hace unos días leía con inquietud un artículo de David Cayley, discípulo y amigo del teólogo y filósofo Ivan Illich, en el que se resumían las advertencias recogidas en Némesis Médica, un polémico libro de finales de los años 70 del siglo pasado. Allí Illich exponía los peligros de la institución médica, a partir del presupuesto de que todas las instituciones empiezan haciendo el bien y, si no saben mantener el equilibrio, acaban haciendo el mal. La institución médica, que nació para ampliar a todos los desconocidos –según su visión religiosa– el radio de acción de la caridad cristiana, devino en la segunda mitad del siglo XX un “sistema” autónomo y omniabarcante de anulación y confiscación de los cuerpos, expropiados de sí mismos y de su propia muerte. La medicalización de la vida se tradujo, según Illich, en una dictadura iatrogénica; es decir, en una dictadura de los efectos colaterales negativos de esta intervención médica masiva y minuciosa. Illich se refería no sólo a las muertes en hospitales, por errores o infecciones adventicias, sino, sobre todo, a la iatrogénesis social y cultural; al hecho, es decir, de que los ciudadanos occidentales hemos puesto nuestras vidas –y nuestras muertes– en manos de una Medicina a la que pedimos y que promete garantizarnos una Seguridad Total; una Medicina “sistematizada” que busca anticiparse siempre a todo riesgo y que, en nombre de la protección prospectiva, induce y satisface “un deseo patológico de salud”, colaborando tentacularmente en lo que Foucault llamó “biopolítica”.
A partir de aquí, David Cayley cuestiona el modo en que se ha abordado, desde este Sistema Médico, la pandemia del coronavirus, apostando de algún modo por la necesidad de “correr riesgos” frente al confinamiento severo y universal. No es que Cayley asuma la posición inicial de Trump o de Johnson. Su texto es provocativo pero prudente. Lo que hace es utilizar las medidas de los gobiernos –dictadas por expertos en epidemiología– para revelarnos esta “dictadura médica” que venimos asumiendo desde hace años como natural y beneficiosa, olvidando no sólo los miles de muertos de la iatrogénesis clínica sino, sobre todo, la dejación de derechos existenciales que ella entraña: de la farmacologización de la vida –de trágica vigencia– a la muerte en residencias, en soledad y sin despedida ceremonial. Y Cayley se pregunta si no habrá muchos abuelos que –como él mismo– elegirían, si se los dejara, sacrificarse en favor de los más jóvenes: que elegirían, es decir, la libertad de arriesgarse y morir en lugar del “confinamiento en la supervivencia” impuesto por una Medicina que, en su afán de asegurar la salud, reprime libertades antropológicas y metafísicas elementales. Este derecho a la “libertad del riesgo”, por cierto, se ha hecho presente en España estos días en las protestas de nuestros mayores, que exigen que no se les excluya, por razones de edad, del futuro alivio del confinamiento y se les reconozca, como ciudadanos mayores de edad, su derecho, no lesivo para los demás, a salir a la calle –y exponerse, si así lo deciden– en igualdad de condiciones que sus vecinos más jóvenes.
Illich y Cayley explican mucho mejor que yo algunas de mis reflexiones de los últimos años. Lo único que le reprocharía a Cayley, quien por lo demás, como digo, es bastante prudente en sus propuestas, es que la pandemia en ningún caso ha permitido plantear una alternativa fuera del Sistema. Lo más inquietante es que esta crisis ha revelado precisamente la ausencia de un exterior y, en todo caso, la lucha entre dos Sistemas muy entrelazados o –dicho del modo más rotundo– íntimamente conniventes, provisionalmente separados por la disrupción de la pandemia. Cuando Trump cuestiona el Sistema médico no lo hace desde el cristianismo illichiano sino desde el Sistema capitalista neoliberal, que sería el que, en lugar del Médico y en lugar del abuelo mismo, decidiría la cuestión de “qué hacemos con el abuelo”. Por desgracia nos movemos en esta disyuntiva, pues hace tiempo que hemos sobrepasado esa fase –“mesopotamia humana”, la llamaba yo, “equilibrio”, dice Illich– en la que los seres humanos estaban lo bastante dotados de cuerpo como para ver en el cuerpo mismo un equilibrio reñido entre la vida y la muerte y no un “sistema” potencialmente confiado a la eternidad y amenazado desde fuera por una muerte siempre injusta y –como el dios de los judíos– ya casi innombrable. El cuerpo como “sistema”, tecnológicamente explorado y vigilado, es nuda vida; el cuerpo previo al sistema era tan vulnerable y friolero que sería un error echar de menos la Peste Negra, pero integraba, en todo caso, la vida y la muerte en un solo molde, confundidas en el mismo lecho. Antes del capitalismo, por así decirlo, éramos bígamos: nos acostábamos con la vida y con la muerte al mismo tiempo; y algo de eso habría que salvar al hilo de la crisis. Creo que la obra de Illich es en estos momentos más valiosa que nunca, no para llamar a dejar morir a los ancianos, claro, sino para entender ese contexto sistémico en el que ya no está en nuestras manos decidir, en ningún campo, sobre nuestros cuerpos. Y mucho menos sobre su final. Pero no nos equivoquemos. Porque la alternativa real, al contrario de lo que piensa o propone Cayley, no es “que decida el abuelo”. En estos momentos –incluso en términos de modelo de Estado– el conflicto no se da entre dictadura médica y libertad de morir; tampoco entre libertad de morir y dictadura de mercado. Se da entre Dictadura Médica y Dictadura de Mercado. “Riesgos” y “sacrificios” ya sólo los pide esa economía neoliberal que niega la corporalidad misma que ella explota, distribuye y encadena. Frente a eso el hospital público, incluso infradotado de recursos, se nos antoja Jauja y Cucaña y Utopía. Habría que arrancar esos términos –como tantos otros– de las manos de los neoliberales que citan a Adam Smith con el propósito de destruir países enteros y devolvérselos a los “cristianos” como Illich y Cayley. No vamos desgraciadamente por ese camino. No queremos ni riesgos ni sacrificios y dejamos, por tanto, que se nos “arriesgue” y se nos “sacrifique” (como ocurre estos días con los trabajadores no confinados o despedidos). Por eso deberíamos aprovechar el confinamiento, que ha desmedicalizado radicalmente nuestra vida cotidiana (porque nadie va ya al hospital si no tiene el coronavirus y porque, según me cuenta un amigo médico, ha disminuido drásticamente el número de ictus e infartos desde el 14 de marzo) para cuestionar también el Sistema Médico, basado en los protocolos tecnológicos, las urgencias “masculinas” y la farmacologización de la existencia. Ahora bien, para poder hacer eso no basta con oponerse al Sistema Médico, que es sólo relativamente autónomo, y defender en su lugar la medicina como ciencia y como arte; atrapados como moscas en la red de dependencias de la civilización capitalista, sólo podremos desmedicalizarnos –y recuperar nuestro cuerpo y su cónyuge la Muerte– si cuestionamos el Sistema Capitalista, secuestrador de cuerpos y cuidados, que quizás es contemporáneamente inviable e indestructible; que quizás sólo permite elegir entre la protección institucional de vidas pasivizadas, con sus efectos iatrogénicos a veces terribles, y la desprotección selectiva de la mayor parte de la población.
Aferrémonos a este quizás con todas nuestras fuerzas colectivas.

Santiago Alba Rico, filósofo y escritor. Nacido en 1960 en Madrid, vive desde hace cerca de dos décadas en Túnez, donde ha desarrollado gran parte de su obra. El último de sus libros se titula Ser o no ser (un cuerpo).

Estrategias para el Pensamiento Crítico

Intervenir en los núcleos de las contradicciones

No hay Pensamiento Crítico que valga si no comienza por sí mismo. Si no tiene como “primera parada” el rigor de interrogar, sistemáticamente, sus fines y sus principios, sus herramientas, sus horizontes y sus limitaciones. El pensamiento crítico que se auto-exceptúa es exceptuable del todo. Por más salvoconductos que se invente, el Pensamiento Crítico que no echa sus barbas a remojo, que no se tiene a sí mismo como objeto de estudio permanente, termina siendo coartada dogmática idéntica a las que nos han hartado a lo largo de la historia. Por más ingeniosos que sean sus personeros de moda, agazapados en el burocratismo, en las farándulas, en las máquinas de guerra ideológica, en las iglesias o en los santuarios de fake news… por más “críticos” que parezcan, si no pasan por sí mismos son sospechosos. ¿Más claro? Prudencia no es sinónimo de debilidad. El panorama está convirtiéndose en un campo minado donde cualquier payaso pretende detonar un debate fuera de su alcance. Abundan tirios y troyanos. Pero las direcciones políticas están obligadas a profundizar la autocrítica si quieren profundizar la confianza. “Irreverencia en el debate, lealtad en la batalla”.
Mal nos irá si al revisar los daños causados por las ideas de la clase opresora, nos creemos inmaculados, indemnes o a salvo. El problema no es aceptar que somos (también) engendros de la ideología de la clase dominante, el problema es identificar qué tan orgullosos estamos y qué hacemos con eso. Ya no se puede validar un Pensamiento Crítico que coquetee con utopías o se vuelva emboscada puramente especulativa. Necesitamos el Pensamiento Crítico para pensar y hacer la transformación de la realidad pero con un sustento metodológico de autocrítica y reelaboración permanentes, al alcance efectivo de los pueblos, para superar el orden económico-social al uso. Y es que las ideas de la clase dominante se expresan, primero, como modelo económico y, por eso, desarrollar la crítica ha de servirnos para ganar fuerza organizadora contra las peores herencias de clase, es decir, su economía, sus leyes y sus valores morales.
Hay que romper desde sus entrañas las formas y usos del razonamiento convencional inoculadas en nuestra cotidianeidad más invisible. Desarrollar un cambio, no sólo de formas, con un método nuevo entrenado para superar toda lógica hegemónica que, huérfana de cuestionamiento a la esencia de la actividad productiva y a las relaciones de producción dominantes, nos ha adoctrinado con su contenido y pertenencia de clase y su capacidad de paralizarnos las funciones intelectuales y políticas. Que nos ha convertido en defensores de nuestro verdugo.
El Pensamiento Crítico que necesitamos debe contener un efecto subversivo, incluso sobre él mismo, si quiere tenerlo para cualquier otro campo de subversión. La praxis del Pensamiento Crítico puede tomarse como una síntesis de humanismo de nuevo género que pone el interés social por encima de todo. Pensamiento Crítico sometido, él mismo, al principio de desarrollo histórico, operando en las entrañas de la coyuntura, con afirmaciones revolucionarias rigurosas incompatibles con los mitos de “estabilidad” conservadora. Para evitar la emboscada de vivir reconstruyendo, abstractamente, categorías escapistas, es preciso re-politizar al Pensamiento Crítico, alejarlo de gurúes y santorales academicistas y trazar su desarrollo científico al lado de las luchas sociales. Cada renovación del Pensamiento Crítico debe ser respuesta a necesidades transformadoras de la práctica histórica dispuesta a intervenir en el corazón de todas nuestras contradicciones.
Hay que producir un estatuto científico del Pensamiento Crítico cuya condición, primera y ultima, sea no estancarse entre reformulaciones, abandonos y revisionismos de moda, ni entre puros conceptos o proposiciones que no estén vinculados a la lucha por la transformación del mundo. El Pensamiento Crítico no pude desarrollarse independiente de la historia del pueblo trabajador cuyas luchas determinan sus avances y retrocesos, sus transformaciones y rectificaciones. No puede depender de los “modelos de futuro” o de las prescripciones en abstracto. Al contrario, debe expresar el movimiento real de las luchas sociales, no como una “teoría acabada” sino como una intervención organizada y popular contra la lógica y las acciones de reproducción dominante, a gran escala, y de acumulación acelerada del capital. Especialmente la lucha contra la ideología opresora que es como un virus inoculado en la razón para superponerse a las conexiones lógicas y a las evidencias científicas mismas, hasta convertirse en una tara contra el razonamiento crítico.
Ciertamente, en la vida diaria, la actual valoración del Pensamiento Crítico dista mucho de ser la de una necesidad teórico-práctica entrenada desde nuestra infancia. Mayormente está escindido de su fuerza revolucionaria y se lo reduce al catálogo de los buenos propósitos casi exclusivamente, “intelectuales”. Desvirtuado. Esa es la emboscada academicista para evitar que el Pensamiento Crítico avance contra los focos ideológicos esparcidos hasta los rincones más insospechados de la mente, de la tecnología y del cuerpo, como expresión dinámica de dominación. Por eso hay que intervenir contra la alienación, la ignorancia y las condiciones hegemónicas de producción, simultáneamente.
De lo que se trata no es (sólo) de interpretar el mundo sino de transformarlo, suprimiendo las clases sociales. Eso necesita un florecimiento mundial del Pensamiento Crítico capaz de llevarlo hasta el terreno de las emociones, de los sentimientos, de las creencias, de los gustos. Pensamiento Crítico del modo de producción y de las relaciones sociales impuestas por el capitalismo… en su modelo de Estado, de “sociedad civil”, de división de clases, de partidos sin democracia real, de arte y de ecología mercantiles y mercantilizados Y, necesariamente Pensamiento Crítico para la vida diaria, para interpelar qué somos, cómo somos y qué debemos ser para dejar de ser sociedades sometidas al capricho de los opresores. Pensamiento Crítico, pues, sujeto y objeto, también, de la crítica. La praxis, pues, como arma de la Crítica.

Fenando Buen Abad Domínguez

La Persistencia en La Lucha



Dentro de las memorias de la lucha obrera, por preservar las conquistas y el permanente enfrentamiento a la privatización, los trabajadores del Gas han dado una pelea ejemplar y ejemplarizante, sosteniendo siempre en alto las banderas de la dignidad.

Resumen de 25 años de Lucha contra la Privatización

15 de enero de 1995. El conjunto obrero de la Compañía del Gas, se encontró sometido ante la adversidad de haber sido ofrecida esta Compañía en concesión a privados (al no haber quedado amparada, tras el Plebiscito del 13/XII/92, como resto de las empresas públicas, que fueron eximidas de ser privatizadas, por resolución popular).
Hasta el año 1995, este servicio público, estuvo intervenido por el Estado, desde de la Expropiación conferida por Ley 14142, luego del abandonado y retiro de la Compañía inglesa en 1970.
Quedando desamparada de la resolución popular de diciembre del 1992, (por devenir de una empresa privada nunca estatizada), fue adjudicada en concesión a la multinacional, Le Gaz de France. (Gaseba Uruguay SA). La cual se posesionó desde el comienzo, con sus objetivos claros: “Su política antisindical, no se hizo esperar” Dijo el francés director, ya en el arranque: “Yo me arreglo con 50 empleados”

Y Empezó La Lucha:

En marzo de 1996 se producen los primeros cuatro despidos de dirigentes sindicales. Luego de una huelga de hambre de más de 30 días se logra un acuerdo: en el cual quedan estos compañeros vinculados, pero sin poder trabajar.
El 7 de diciembre de 1996, se despide a 33 trabajadores, entre ellos a toda la dirección sindical y los delegados. Situación que se saldó en marzo de 1997. Con este acuerdo que reintegraba a 14 trabajadores, y se adjudicaba retiro incentivado a 16 y tres quedaban vinculados, pero sin la posibilidad de presentarse a trabajar.
A partir de 1999, la combinación de tercerizaciones y retiros incentivados, provocaron la disminución de la plantilla laboral a menos de la mitad (pasamos de 476 trabajadores a poco menos de 200).
En el año 2003 la empresa pasa a llamarse Gaseba Natural.
En el año 2005 luego de 9 años de luchas continuas, y en el marco de una huelga de hambre y ocupación, el sindicato logra el reintegro de los siete dirigentes sindicales despedidos.
En el año 2006, es trasferida la concesión a Petrobras, siendo denominada a partir de entonces Montevideo Gas.
Bajo la administración de Lula se produjo la renovación total de la defectuosa red de hierro fundido, por la de polietileno. En este período se pudo reconstruir un esquema de relaciones laborales que, más allá de las diferencias, se fue concretando la posibilidad de mejorar el servicio, reforzándolo con personal áreas fundamentales, consolidándose la recuperación de los derechos anteriormente perdidos.
A partir del 2016, se concreta la destitución de Dilma Rousseff y comienza un cambio en la actitud de PETROBRAS- Uruguay, con el gobierno ahora encabezado por Temer. Tras esa instancia, fue generándose un creciente deterioro en las relaciones laborales, sumado al establecimiento en 2017 de dos demandas arbitrales infundadas contra el Estado uruguayo por U$S 170.000.000, tras exigir el pago de la garantía asociada al Canon anual (el cual no se pagaba a cabalidad), habiéndose acumulado hasta entonces, casi U$S 7.000.000 de deuda.
La empresa procede a enviar a los primeros 25 trabajadores al Seguro de Paro, de un total de 51, que eran su meta en esa etapa. La congelación de salarios y el retiro de varias partidas laborales, se sumaron a su estrategia.
La actitud de PERTROBRAS de desentenderse del Servicio Público de Gas Natural por cañería termina de consolidarse. La pérdida de usuarios continúa mes a mes (llegando a los 6.000 en forma acumulada).
En junio de este año proceden a un drástico recorte en materia laboral: Seguros de Paro, y denuncia unilateral de la mayoría de los Convenios Colectivos: (estabilidad laboral, capacitación, subrogaciones, fueros sindicales, etc.) . El 28 de setiembre el Poder Ejecutivo presenta a PETROBRAS dos iniciativas económicas que implicaban un ahorro monetario de U$S 400.000, a cambio de que no hubiera seguros de paro o despidos. En la primera semana de octubre la empresa contestó de hecho su negativa, al enviar al Seguro de Paro a 21 trabajadores.
Esto motivó una nueva huelga de hambre entre el 16 de octubre y el 9 de noviembre. Incluyendo un paro general parcial del PITCNT con una inmensa movilización de 30.000 personas y un acto frente a PETROBRAS.
Ese día se logró alcanzar un acuerdo que reintegraba a los compañeros al término de dos meses de seguro de paro. Habían pasado 19 meses, de salarios y algunas partidas de carácter salarial congelados.
El 2019 comienza con la asunción del presidente Jair Bolsonaro de corte fascista y política neoliberal; lleva a la reafirmación por parte de PETROBRAS de su estrategia.
Logra reducir 30 puestos de trabajo al no reponer los lugares de quienes se han ido jubilando en los últimos dos años, pero siguen sosteniendo que “aún no alcanza”. - El 11 de marzo envían 20 trabajadores al Seguro de Paro, el tercer envió masivo en poco más de un año, y a principios del mes siguiente se le suma el anuncio de 37 despidos directos. Todo esto apuntaba a la eliminación hasta llegar al “óptimo” de 50 trabajadores despedidos, como primera etapa.
El 3 de abril la empresa rechazó una propuesta del Ministro de Trabajo y Seguridad Social, expuesta por Ernesto Murro, que intenta dar una solución. La misma implicaba el reintegro de los compañeros en el seguro de paro al 1 de mayo y la conformación de una comisión tripartita para alcanzar una reestructura laboral con fecha máxima al 31 de mayo. El sindicato la aceptó, y PETROBRAS la rechazó.
Frente a ello decidimos llevar a cabo una medida con pocos antecedentes en Uruguay, ocupar las instalaciones de Montevideo Gas y establecer el control obrero y la gestión de la misma desplazando a la multinacional. A la vez que exigir el retiro de PETROBRAS de la concesión debido a los perjuicios causados al país, a los usuarios y la fuente de trabajo.
- El 25 de abril, a la hora 06:00, concretamos el control obrero, que duró hasta las 18:30 de ese día, cuando fuimos desalojados mediante orden judicial, pero con gran repercusión pública, donde se estableció claramente el carácter del problema del gas natural, de la situación laboral y del Servicio. - El 27 de abril se confirma la voluntad de retiro del país de PETROBRAS. Y el comienzo de negociaciones con el gobierno para acordar la salida de la distribución del gas natural por cañería. Sin embargo esto, no dejan de insistir con seguros de paro y despidos. Por lo que se abre una necesidad de intervención directa del Poder Ejecutivo del Uruguay a través del MIEM.
Lamentablemente el MIEM ha mostrado una actitud totalmente prescindente de su responsabilidad, aduciendo que “ni puede ni va a hacer nada” - El 30 de abril nos vimos obligados a instalar la tercera huelga de hambre, estableciendo la Carpa frente a dicha cartera ministerial, exigiendo un cambio de actitud en el gobierno.(Peatonal Sarandí y J.C. Gómez) - El PITCNT, dejaba claro en el acto del 1º de Mayo que no se mantendría ajeno a este conflicto.
- El conflicto se agrava con el despido de 7 compañeros que estaban en el seguro de paro, y la confirmación por parte de PETROBRAS ante el Presidente (Fernando Pereira) y el Secretario General (Marcelo Abdala) del PITCNT que no sólo no iba retroceder en su decisión, con esos despidos, sino que necesitaba reducir el costo laboral equivalente a 23 puestos de trabajo más.
Hemos pasado de 205 trabajadores a 164 en dos años debido al retiro de los trabajadores jubilables.
Esta propuesta fue contestada políticamente por la empresa en la mesa tripartita de negociación colectiva convocada por el MTSS el 14 de mayo. Fue clara y contundente al anunciar que en represalia por haber llevado a cabo el control obrero el 25 de abril se aplicarán 53 suspensiones de 14 días con apercibimiento de despido y 4 despidos directos.
- Esto, elevó la espiral de confrontación con el país mediante un lock out patronal que implicaba, junto a las medidas antes anunciadas, desafectar 94 puestos de trabajo de 164 (el 60% de la plantilla laboral), lo que hubiera afectado seriamente al servicio público y a sus usuarios, ya que no puede haber seguridad que pueda prestarse correctamente sin personal.
- El viernes 17 de mayo se anunciaron que el lunes 20 comenzaban a ejecutarse los despidos y suspensiones. Lo que dejó en todas las áreas menos personal del necesario, incluso en los casos de reposición de gas a los hospitales y sanatorios con un solo oficial de guardia para atender cualquier interrupción del suministro las 24 horas del día, un tercio de los Tomaconsumos, y un quinto de los telefonistas del Call Center, quedando cientos de llamadas sin atender.
También implicó una represión antisindical, ya que todos los involucrados en los despidos o semidespidos por el control obrero, son miembros de la organización: dirigentes, delegados de sector y activos militantes.
El lunes 13 de mayo, la Mesa Representativa del PITCNT, votó por la unanimidad de los 44 miembros un paro general parcial de 09:00 a 13:00 para el miércoles 22 de mayo, con una movilización desde Ejido hasta la sede de Montevideo Gas – Petrobras, en Plaza Independencia donde se realizó un masivo acto en repudio a la acción de la multinacional y se entregó una misiva al presidente de la República, Dr. Tabaré Vázquez en el Edificio Torre Ejecutiva, la que establecía la visión de los trabajadores uruguayos, respecto a las características que se debía asumir en lo inmediato, para una posible solución.
La propuesta establecía:
1. Dejar sin efecto los actuales despidos y descartar otros futuros.
2. Establecer una comisión tripartita que acuerde una reestructura laboral con un plazo de funcionamiento adecuado a la transición hacia el retiro de PETROBRAS.
3. Todos los trabajadores con causal jubilatorio podrán optar por seguir trabajando o acordar el retiro voluntario individual con la empresa.

Última Etapa

A pocos días tuvimos una respuesta del Poder Ejecutivo, Tabaré Vázquez, se comprometió a interceder ante la multinacional. En esa circunstancia dijo más o menos textualmente: “En un gobierno de izquierda no vamos a permitir que se destruya un sindicato ni sea avallasada la clase trabajadora”
Los primeros días de Junio seguimos con medidas de paros perlados, sin obtener respuesta. Para ese entonces en Asamblea General se vota por unanimidad, la resolución de instalar una Huelga General y una Carpa en Plaza Independencia, sobre el pasaje central de la misma, a mitad de camino entre la Torre Ejecutiva y el edificio Plaza Mayor, donde se encuentran las oficinas de PETROBRAS.
Detenidas totalmente las actividades menos las guardias, y el manteniendo del suministro. Permanecimos instalados durante un mes y medio, coordinados por turnos; donde recibimos la solidaridad de infinidad de sindicatos, agrupaciones y vecinos.

Persistencia en la Lucha

En los últimos años fue muy dura la lucha. Se tensó más la confrontación, ya que Petrobras, tenía una actitud intransigente. Pretendía intimidar, hostigándonos siempre, creando incertidumbre en muchos, amenazando con despidos masivos de 57 de nosotros. Despojándonos de nuestros derechos y nuestras conquistas tan caramente logradas.
Fue necesario realizar en estos años, tres huelgas de hambre por 25 y 30 días, paros coordinados, varias ocupaciones, y una instancia de Control Obrero. Una Huelga General por más de un mes, con carpas instaladas en la vía pública, en las inmediaciones de la Plaza Independencia, en las puertas de Petrobras, en la Plaza Matriz a metros del MIEM, y otra vez en la Plaza Independencia. Decenas y decenas de Asambleas, de reuniones tripartitas con el MIEM, el MTSS, la Empresa y el Sindicato. Siempre llevando la posición democrática vertida por la Asamblea General.
Tras arduos meses de lucha y de presión, es cuando finalmente el Poder Ejecutivo decide tomar cartas en el conflicto, concertando una entrevista con el presidente de Petrobras Brasil. Reunión que se llevó a cabo coincidiendo con una Cumbre Internacional que se daba por esos días en la República Argentina.
Y el 16 de julio de 2019 nos llega la noticia: “Triunfamos” “otro Maracanaso”. Tras el acuerdo de gobiernos, Petrobras se iba, y Montevideo Gas y Conecta pasaban a la órbita del Estado bajo la égida de ANCAP, consolidándose el traspaso, el 1 de octubre.
Pero la victoria no era completa, teníamos siete compañeros despedidos, por acumulación de suspensiones tras el control obrero y medidas de orden gremial.
Por tanto, siguieron las deliberaciones ya que la Jefatura de la Empresa, como la Dirección de ANCAP, se negaban a retomarlos.
Pero nosotros teníamos que hacer cumplir el compromiso del PE de que en esta transición no se iba a despedir a nadie. Debieron pasar cuatro meses más para que después de muchas reuniones con el MIEM, con el MTSS, y ANCAP, se cristalizara nuestra demanda. En eos días fueron muchos los aplazamientos de reuniones con estos Ministerios, y muchas las Asambleas postergadas esperando una respuesta favorable.
Hasta que el viernes 15 de noviembre de 2019, en la mañana nos juntamos nuevamente. La resolución de la Asamblea votó la última medida a tomar antes del acto eleccionario nacional, dándole como último plazo para definirse los días lunes y martes de la semana siguiente. De lo contrario, el miércoles 20, nos presentaríamos en las oficinas del Plaza Mayor con los compañeros despedidos, para que se hiciera efectivo su reintegro. Y si seguían las negativas, el jueves 21, ocuparíamos las instalaciones de ANCAP.
No fue necesaria tal medida. El mismo viernes a la tarde en una reunión tripartita, previamente concertada por un lado con MTSS, Jorge Mesa, por la Empresa M. Busquet y F. Pérez Tabó, y por nuestra parte, la Comisión del Sindicato; se reúnen. Después de deliberar por veinte minutos, se resuelve la reincorporación de los siete compañeros.
Podemos reflexionar, que esta fue una lucha ejemplar, y ejemplarizante, que se puede defender las fuentes laborales, ¡manteniendo en alto la Dignidad Obrera!
Es imprescindible destacar y agradecer toda la Solidaridad de los compañeros de Clase, todos los gremios, todas las instituciones, todos los grupos humanos que con su aporte, con su apoyo moral, nos fortalecieron. A la Agrupación de Mujeres Pan y Rosas, con la organización de un Festival Cultural Solidario, a las colectas en las Facultades, a los aportes en dinero y comestibles para sostener la Huelga, también a los vecinos. Y a todos los que estuvieron siempre a nuestro lado ofreciendo su mano fraternal y solidaria.

Ricardo Curcho, trabajador de Montevideo Gas
Domingo 26 de abril | 10:13

Fuentes:

Archivo Sindicato del Gas.
Memorias propias

Resurrecciones en Cuba y otros timos



El diario español ABC hablaba de “un sistema de salud (el cubano) sostenido más sobre el discurso político del régimen que en la eficacia de sus estructuras”. ¿Quién lo escribía? Jorge Enrique Rodríguez, del equipo de “Diario de Cuba”, un medio digital que recibe 300 mil dólares anuales de la Casa Blanca.

martes, abril 28, 2020

Grey’s Anatomy: un sistema de salud privatizado



A 15 años del estreno de la serie, la producción ha suspendido las grabaciones de esta para evitar la propagación del Covid-19.

Grey’s Anatomy, una serie creada por Shonda Rhimes, narra el día a día de les residentes y cirujanes en un hospital ficticio de Seattle (Seattle Grace Hospital luego fusionado con Mercy-West Hospital y posteriormente Grey-Sloan Memorial Hospital).
En el transcurso de las primeras 5 temporadas nos adentramos en la vida de les residentes, particularmente en Meredith Grey (hija de la reconocida cirujana Ellis Grey), Cristina Yang, Alex Karev, Izzie Stevens, y George O’Malley donde la trama no solo se ve envuelta en la medicina, sino que nos vuelca diferentes géneros como el melodrama familiar, romance, y suspenso.
En nivel jerárquico nos encontramos a les cirujanes especialistas como Derek Shepherd (neurocirujano y vinculo de Meredith), Mark Sloan, Callie Torres, Arizona Robbins, entre otres. Estes se ven en la obligación de salvar vidas a diario, y en paralelo formar les jóvenes residentes.
La serie hace un balance de la vida personal y profesional de les personajes y pone de manifiesto la realidad de les profesionales de la salud exponiendo que el 80% del tiempo de sus vidas lo pasan en el hospital donde los pintan como heroicos, al momento de realizar una cirugía gratuita, cuando en realidad viven en un contexto de precarización laboral. La falta de insumos y los recortes tanto en salario como en profesionales son una denuncia clave al sistema de salud estadounidense.
En Grey’s suelen empatizar con les pacientes pagando sus consultas pero la realidad es completamente diferente.

“Es un hermoso día para salvar vidas”

En cada episodio hay casos médicos que resolver, pero la gran parte de ellos son urgencias o accidentes. Así, el entorno en el que se encuentran les personajes es de constante movimiento y urgencias de vida o muerte.
Muchas veces una escena de cirugía que parece controlada cambia sin mucha explicación (el momento clave donde escuchamos sonidos de máquinas de ritmo cardiaco o aparece un desfibrilador), esto despierta a les espectadores y les entrega a la acción médica.
Aunque ello no es el eje central de la serie, sino que sirve como contrapunto y catalizador para desarrollar las relaciones entre les personajes.
Comenzamos a frecuentar un sistema de salud privatizado donde una gran parte de la población no cuenta con una cobertura médica y como solución debe acceder a planes deficientes para poder realizar una consulta. Más preocupante es el hecho de quedar en bancarrota luego de un episodio médico. Entonces, ¿de qué sirve un sistema de salud rico en tecnología cuando una gran parte de la población no puede acceder a ella?
Si bien, Grey’s Anatomy no es una serie que cambie mucho su estructura tiene la capacidad de perdurar en el tiempo debido a que su verdadera esencia se basa en el haber conocido las diferentes fases de les personajes, superando sus duelos y problemas vitales. Nos encontramos en cuadros donde no siempre pasa lo que desearíamos que pasara y creo que ese es el secreto de la longevidad de la serie.

Flor Di Natale