jueves, octubre 31, 2019

Chile: por la huelga general para echar a Piñera



Abajo la represión y las maniobras “institucionales” contra la rebelión popular

Tras la movilización de un millón de personas del viernes pasado en Santiago, el gobierno de Sebastián Piñera procedió a un recambio parcial de gabinete que dejó afuera algunas de las figuras más odiadas del régimen, como el ministro del interior Andrés Chadwick (uno de los máximos responsables de la represión, que había salvado su cabeza en una ocasión anterior, cuando el asesinato a manos de las fuerzas represivas del referente mapuche, Camilo Catrillanca, desatara una crisis política), o el ministro de Economía Juan Andrés Fontaine, que había llamado a los chilenos a levantarse más temprano para sortear el aumento del subte que detonó la rebelión (dado que de madrugada había un precio diferencial).
La maniobra de Sebastián Piñera cosechó algunos elogios en la oposición, pero no entre los manifestantes, que reclaman que se vaya el presidente y han puesto en tela de juicio todo el régimen democrático heredado del pinochetismo (“no son 30 pesos [monto del aumento en el subte], son 30 años”, se dice en las calles). El martes volvió a haber movilizaciones. Los estudiantes movilizados interpretan como una provocación la permanencia en el cargo de la ministra de Educación. La comunidad mapuche protagonizó una movilización de 5 mil personas en Temuco, que denunció la militarización de sus territorios. Decenas de miles de personas unieron en una caminata de protesta las ciudades de Viña del Mar y Valparaíso el pasado fin de semana. Pese a que el gobierno se vio obligado a levantar el toque de queda y el estado de emergencia, el ejército volvió a cargar contra las manifestaciones del lunes.
El movimiento obrero es otro de los factores de la rebelión. Este miércoles se desarrolló un nuevo paro general con movilizaciones convocado por la Unidad Social, que reúne a la CUT y otras organizaciones gremiales y sociales. Los portuarios se adelantaron, empezando el cese de tareas el martes. Lo mismo ocurre con la Confusam (trabajadores de la salud municipal), que denuncia el desfinanciamiento del sector sanitario y anticipó que retomará el paro el lunes 4, tras los feriados que habrá esta semana. Iniciaron un paro general este martes también los mineros de Escondida, en apoyo a las protestas y contra los “abusos” de la patronal.
También empiezan a desarrollarse en algunos distritos asambleas comunes de estudiantes y trabajadores. En tanto, la Unidad Social impulsa cabildos abiertos de debate ciudadano.

Instituciones

Como la represión no ha servido para detener la movilización popular (el Instituto Nacional de Derechos Humanos denuncia 20 muertos, 1.092 heridos y 17 querellas iniciadas por violencia sexual contra detenidxs, en tanto que la Justicia impuso la prisión preventiva a 380 de los arrestados, mientras el gobierno prepara las acusaciones), se ha puesto en marcha un operativo político que aspira a desactivar la rebelión por la vía parlamentaria-institucional.
Este operativo se basa, en primer lugar, en la discusión de una “agenda social” de reformas para emparchar el régimen pospinochetista, consensuada entre el oficialismo y un sector de la oposición (Democracia Cristiana, PS, radicales, etc.).
Al mismo tiempo, hay sectores que impulsan un plebiscito para reformar la Constitución. El Partido Por la Democracia (PPD), integrante de la Concertación Nueva Mayoría, presentó un proyecto de reforma constitucional con un único artículo que habilita al Congreso o al presidente a convocar un plebiscito para iniciar un proceso constituyente. En dicho plebiscito, plantea el PPD, los votantes deberían elegir el órgano encargado de llevar adelante el proceso: una Constituyente de “ciudadanos” electos a ese fin específico; el Congreso Nacional; o un mix de ambos. Es una variante de Constituyente absolutamente regimentada.
Beatriz Sánchez, la última candidata presidencial del Frente Amplio, se mostró proclive también a un plebiscito. “Hay una forma interesante y directa en que la gente puede participar y es a través de un plebiscito (constituyente)” (El Desconcierto, 29/10).
Mientras proclaman el rechazo a acuerdos de cúpula, en una carta que se acaba de dar a conocer, firmada por los presidentes de los principales partidos del Frente Amplio (Revolución Democrática, Comunes, Convergencia Social, Partido Humanista y Partido Liberal) invitan al nuevo ministro del Interior, Gonzalo Blumel, a sentarse a conversar y poner en marcha un "diálogo abierto y transparente". O sea, el FA fogonea una salida negociada con el gobierno. En este contexto, lo único que podría alumbrarse es un plebiscito amañado que oficiaría de salvavidas del régimen actual.
Una línea similar es la que sostiene la CUT (central obrera de Chile), que no promueve la partida de Piñera, sino que éste convoque a un proceso de diálogo a las organizaciones.
Pero el pueblo chileno ya decidió. El plesbicito ya se hizo en las calles. La movilización de millones expresa la voluntad de que se vaya Piñera ya mismo, no de un proceso constituyente tutelado por el gobierno.
El denominador común de estas iniciativas en debate es que buscan darle un cauce institucional al proceso e incluso preserva al mismo Piñera. Son un intento artero por estrangular la rebelión.
El Partido Comunista y algunos sectores del Frente Amplio impulsan en el Congreso una acusación constitucional contra Piñera, incluso a sabiendas de que tiene pocas chances de prosperar, dada la capacidad de bloqueo de la derecha (la iniciativa requiere un quórum especial) y las vacilaciones del PS. En la mejor de las variantes, inclusive, desembocaría en un nuevo proceso electoral o un nuevo presidente electo por el Congreso, donde son amplia mayoría la derecha y los concertacionistas.
La acusación contra Piñera es la variante más izquierdista de los planteos en danza para darle un cauce institucional al proceso de rebelión popular.
Lo que ha dejado planteada la movilización es que se puede y se debe echar a Piñera por medio de la movilización popular y la huelga general, para abrir paso a una Constituyente libre y soberana, convocada por las masas en lucha. En esta perspectiva, ha quedado planteado también el desarrollo de asambleas populares y un congreso de delegados de base del movimiento obrero, que incorpore representantes electos por el movimiento estudiantil y la población que participa activamente en la actual rebelión. La función de este congreso sería impulsar la huelga general y discutir un programa de salida a la crisis nacional, que remueva y ponga fin a la herencia pinochetista que se ha mantenido en pie en estos 30 años y proceda a una reorganización económica, social y política integral del país sobre nuevas bases sociales.

Gustavo Montenegro

Reconectando a Gramsci con las tradiciones del marxismo revolucionario



Desde la publicación del libro Hegemonía y lucha de clases. Tres ensayos sobre Trotsky, Gramsci y el marxismo (Bs. As. Ed. IPS, 2017), de Juan Dal Maso, hemos publicado distintos debates con intelectuales y militantes de la Argentina y otros países. En esta oportunidad publicaremos sucesivamente tres artículos sobre este libro de destacados investigadores como Panagiotis Sotiris, Warren Montag y Pietro Basso, quienes hacen cada uno su propia valoración de este trabajo, estableciendo un diálogo crítico con sus elaboraciones para pensar sobre la actualidad. En esta edición, le cedemos la palabra a Panagiotis Sotiris.

Oponer a Gramsci a las tradiciones del marxismo revolucionario e intentar presentar su obra como una especie de anti-leninismo, ha sido un lugar común en las discusiones marxistas desde finales de la década de 1960 y en el intento de Norberto Bobbio de oponer a Gramsci a algunos de los principios de una teoría marxista clásica del Estado [1]. Este fue también un elemento muy fuerte en la forma en que se lo interpretó como justificación de la política reformista de los años setenta, ejemplificada en el uso de Gramsci como punto de referencia en los debates sobre el eurocomunismo y, en particular, en los debates en el seno del Partido Comunista Italiano [2]. La posibilidad de encontrar alguna conexión entre algunas de las tensiones del pensamiento de Gramsci y las variantes posteriores del comunismo reformista fue el punto central del conocido artículo de New Left Review de Perry Anderson sobre las antinomias de Antonio Gramsci, recientemente reeditado [3]. A finales de los años setenta, Louis Althusser fue también bastante crítico con la noción de hegemonía, insistiendo en que podría llevar a una concepción reformista del Estado [4]. En escritores que simpatizan más con las corrientes neo-anarquistas que emergen en los movimientos sociales contemporáneos, como Richard Day, podemos encontrar una crítica a la conceptualización gramsciana de la hegemonía como exponente de los problemas más generales de una posible concepción marxista de la política [5]. Por otro lado, hemos tenido una serie de lecturas de Gramsci que, a pesar de sus diferentes alcances o referencias políticas, han tratado de subrayar la originalidad e incluso la singularidad de Gramsci, pero también su constante diálogo con las diversas tradiciones del marxismo revolucionario [6]. Todo esto es un testimonio de que la obra de Gramsci sigue siendo un terreno en disputa de lecturas opuestas [7].
En este sentido, Hegemonía y lucha de clases de Juan Dal Maso es un retorno más que bienvenido a la relación entre Gramsci y las tradiciones del marxismo revolucionario, y un importante recordatorio de la pertinencia de Gramsci para los debates estratégicos contemporáneos de la izquierda. El libro está compuesto por tres artículos de Dal Maso, uno sobre los usos de la noción de hegemonía en los escritos de Trotsky, el segundo sobre las referencias a Trotsky en los Cuadernos de la cárcel de Gramsci y el tercero es un retorno crítico al texto de Perry Anderson sobre las antinomias de Antonio Gramsci.


1. Trotsky sobre la hegemonía

El primer ensayo es una contribución importante a la literatura sobre Trotsky y el concepto de hegemonía. Como es bien sabido, la noción misma de hegemonía surgió en los debates de la socialdemocracia rusa y representó un intento de pensar la dirección del proletariado sobre el campesinado y otros estratos en la lucha contra la opresión zarista. Más tarde reaparecerá en los debates dentro del Partido Bolchevique en el período de la NEP [8]. Es a partir de este período (y de las referencias críticas que hace Gramsci con respecto a Trotsky en los Cuadernos de la Cárcel) que surge la acusación de que Trotsky no tenía una estrategia para la hegemonía. Así es como Bujarin formuló esta acusación en ese debate:
Por lo tanto, a pesar de lo que dice el camarada Trotsky, el camarada Lenin consideró que la teoría de Trotsky subestimaba el papel del campesinado. Y por mucho que el camarada Trotsky quiera evitar reconocer este fundamental y cardinal error, no puede. No se puede jugar a las escondidas. Hay que decir clara, precisa y definitivamente quién tiene razón. Porque está perfectamente claro que ante nosotros hay dos teorías diferentes: según una teoría, el campesinado es un aliado, según la otra, es un enemigo inevitable; según una teoría, podemos llevar a cabo una lucha exitosa por la hegemonía sobre el campesinado, según la otra teoría, esto fracasará; de acuerdo con una teoría, un conflicto agudo con el campesinado es inevitable; según la otra teoría, este conflicto puede ser evitado si nuestra política es dirigida de una forma inteligente, etcétera.
¿No está claro que esta cuestión “permanente” de una teoría “permanente” es la contradicción “permanente” entre el trotskismo y el leninismo? [9]
Dal Maso asume la tarea de responder a esta crítica. Subraya que la hegemonía tiene una larga historia en los debates de la socialdemocracia rusa y que Trotsky realizó una importante contribución en los mismos, haciendo un uso complejo de la noción de hegemonía para referirse a las relaciones internacionales y a las jerarquías interestatales, pero también a las cuestiones de la alianza obrero-campesina y al desafío de la dirección del proletariado en esta alianza. Dal Maso destaca el hecho de que Trotsky tuvo una aproximación muy interesante a la cuestión de la hegemonía con respecto a las relaciones entre los Estados en el terreno del imperialismo moderno. Refiriéndose a la descripción de Trotsky de la hegemonía estadounidense en términos no sólo de fuerza político-militar sino también de superioridad técnica y financiera, presenta la relación dialéctica de la economía y la política en el plano internacional.
Dal Maso ofrece una lectura muy detallada e informada de los debates sobre la revolución de 1905 y la cuestión de la hegemonía proletaria. Destaca la importancia de las observaciones de Trotsky con respecto a los soviets, como instituciones de lucha:
En la perspectiva de Trotsky, el soviet se constituía como un órgano de poder revolucionario que ejercía la hegemonía en la ciudad y garantizaba a su vez la hegemonía del proletariado en la revolución (p. 48).
Vuelve a la noción de revolución permanente y a su desarrollo en el pensamiento de Trotsky después de la experiencia de la Revolución rusa, pero también a la luz de los acontecimientos posteriores, los debates dentro del partido Bolchevique y acontecimientos como la Revolución China de 1925-27. Insiste en que la lógica de la revolución permanente es, en efecto, una lógica de hegemonía.
En síntesis, manteniendo la estrecha conexión entre hegemonía, lucha de clases, tareas de la revolución democrático-burguesa y de la revolución proletaria, la hegemonía era un momento en la dinámica de la revolución permanente, que a su vez era la única que permitía que la hegemonía no se detuviera, avanzando hacia la dictadura del proletariado apoyada en el movimiento campesino (p. 59).
El autor subraya la importancia de los escritos de Trotsky sobre el Frente Único, insistiendo al mismo tiempo en que la cuestión de la revolución socialista supone la cuestión de la hegemonía y no una negación de la misma, y subrayando la importancia de la oposición entre el Frente Único y el Frente Popular en la que Trotsky insistió. De particular importancia es el regreso de Dal Maso a la conceptualización de Trotsky de la noción de la dualidad de poderes y su relación con la cuestión de la hegemonía. Con respecto a este punto, vuelve también sobre las lecturas del poder dual y de la dualidad de poderes como parte de cualquier proceso de transición, en las obras de Carlos Nelson Coutinho, René Zavaleta Mercado y Daniel Bensaïd en su original contribución sobre este tema a finales de los años setenta, criticando la posición de Zavaleta Mercado sobre la tendencia de Trotsky a generalizar la noción de la dualidad de poderes.
Dal Maso conecta la “última batalla” de Lenin con los análisis de Trotsky sobre el surgimiento de la burocracia como intentos de pensar una estrategia revolucionaria. Su conclusión es que la noción de hegemonía puede ser parte integral de una estrategia de revolución permanente y hace hincapié en que la lucha por la hegemonía sigue siendo crucial en el proceso de transición, a diferencia de cualquier concepción de la hegemonía como simple dirección antes de la revolución.

2. La crítica de Gramsci a Trotsky revisitada

El segundo ensayo del libro trata de la cuestión de cómo leer las referencias a Trotsky en los Cuadernos de la cárcel. Este es un ensayo importante con un sólido enfoque "filológico", que incluye la revisión de la cuestión abierta de la extensión del conocimiento real de Gramsci sobre los escritos de Trotsky después de su encarcelamiento [10].
Dal Maso lee cuidadosamente los párrafos de los Cuadernos de la cárcel en los que Gramsci discute algunas de las posiciones de Trotsky. Comienza con las conocidas referencias críticas de Gramsci a la noción de revolución permanente y cómo ésta fue “sistematizada, desarrollada, intelectualizada por el grupo Parvus-Bronstein” [11]. Dal Maso subraya que esta oposición entre la teoría abstracta y el realismo político en relación con la noción de revolución permanente será un tema recurrente en Gramsci. Luego pasa al rechazo de Gramsci de la crítica de Trotsky a Labriola, que él atribuye a la oposición de Gramsci a cualquier materialismo vulgar como el de Plejánov. Partiendo de las referencias críticas de Gramsci a las posiciones de Trotsky sobre la militarización del trabajo, Dal Maso insiste en que se trata de intervenciones coyunturales y que, de hecho, hay una mayor convergencia entre Gramsci y Trotsky en cuanto a la relación entre la cultura, la industria, la política y la hegemonía en el período de transición. Dal Maso intenta responder a la consideración de Gramsci sobre Trotsky como el teórico por excelencia de la “guerra de movimiento” en contraposición a la “guerra de posición”, señalando el hecho de que Gramsci probablemente no tuvo acceso a los escritos posteriores de Trotsky que ofrecían un enfoque mucho más equilibrado a tales preguntas. Al mismo tiempo, resalta que las referencias de Gramsci al primer Plan Quinquenal y la forma en que insiste en un plan que “se ejecute democráticamente y con la participación de los trabajadores” también se acercan a las críticas de Trotsky al estalinismo. Además, Dal Maso dirige nuestra atención a la importancia del C13 §14 donde se puede encontrar una apreciación más positiva de Trotsky, más cercano a la distinción de Gramsci entre ‘Oriente’ y ‘Occidente’, ‘guerra de movimiento’ y ‘guerra de posición’.
Un intento de comenzar una revisión de los métodos tácticos actuales fue quizás el esbozado por L. Dav. Br. [Trotsky] en la cuarta reunión, cuando hizo una comparación entre los frentes oriental y occidental. El primero había caído de inmediato, pero entonces se habían producido luchas sin precedentes; en el caso del segundo, las luchas tendrían lugar "de antemano". La cuestión, por lo tanto, era si la sociedad civil se resiste antes o después del intento de tomar el poder; dónde tiene lugar este último, etc. Sin embargo, la cuestión se planteó sólo de forma brillante, literaria, sin directrices de carácter práctico [12].
Esta es una visión menos negativa de Trotsky y un reconocimiento por parte de Gramsci de que Trotsky estaba considerando la estrategia y las tácticas del Frente Único, es decir, la estrategia política que es el punto de referencia para el pensamiento de Gramsci de una “guerra de posición” que apunta a la hegemonía proletaria. Por otro lado, en C14 §68 Gramsci es de nuevo más crítico con Trotsky insistiendo en que con la teoría de la revolución permanente no podía entender la importancia de la hegemonía y la necesidad de la clase obrera de “nacionalizarse” (en el sentido de “nacional-popular”) como parte de la lucha por la hegemonía. Dal Maso insiste en que tales pasajes representan el lado más débil de la crítica de Gramsci a Trotsky, en la forma de una asociación de la revolución permanente con el ataque frontal y con la ausencia de una práctica política hegemónica. Por último, Dal Maso se ocupa de los famosos párrafos sobre el “parlamentarismo negro”. Estos son algunos de los pasajes más densos de Gramsci, una teorización paralela tanto de la evolución del fascismo como del estalinismo, con la expulsión de Trotsky presentada como evidencia de que la Unión Soviética se mueve incluso más allá de la versión soviética del “parlamentarismo negro”.
Dal Maso insiste en que algunas de las críticas de Gramsci a Trotsky estaban más dirigidas a una cierta caricatura de Trotsky, cuando en realidad ambas intervenciones surgieron en el mismo contexto histórico y trataron problemas similares. En particular, subraya el hecho de que la teoría y la práctica de la revolución permanente requieren de hecho la problemática de la hegemonía, en el sentido de que una estrategia para la hegemonía no sólo puede fortalecer la unidad de las clases subalternas, sino también el potencial para avanzar hacia posiciones revolucionarias.

3. “Las Antinomias de Antonio Gramsci” nuevamente en debate

Finalmente, Dal Maso retoma el texto de Perry Anderson sobre las antinomias de Antonio Gramsci. Dal Maso subraya la importancia que tuvo este texto, con su apoyo a Trotsky sobre los presuntos límites de Gramsci y las formas en que reforzó la posición errónea de que había una continuidad estratégica entre Gramsci, Togliatti y el eurocomunismo. Su crítica comienza con el rechazo de la elección metodológica de Anderson de describir las antinomías en términos de deslizamientos que acercan a Gramsci a las posiciones reformistas. Dal Maso no se limita a la reproducción de la demostración [13] de Gianni Francioni de los errores que Anderson comete en su cronología de los pasajes de los Cuadernos de la cárcel en los que basa su análisis de los tres enfoques diferentes de Gramsci sobre la cuestión de la relación entre el Estado y la sociedad civil. En cambio, quiere examinar todos los aspectos del argumento de Anderson. Critica a Anderson por tergiversar la profundidad y riqueza de la lectura de Gramsci sobre el papel del Estado y el papel del parlamentarismo en el fortalecimiento de la hegemonía de la burguesía. Del mismo modo, y en contra de la crítica de Anderson, expone la complejidad de la teorización de la hegemonía de Gramsci y el hecho de que para Gramsci la hegemonía no sólo es “ético-política”, sino que también está relacionada con la estructura económica, en el mismo sentido de que no se trata sólo del Estado, sino también de las formas autónomas de organización de las clases subalternas. En este sentido, la hegemonía está directamente ligada a la cuestión de la independencia política y al partido revolucionario o “Príncipe Moderno”. Además, recuerda la importancia de las referencias de Gramsci a la “relación de las fuerzas militares” [14], que también ofrece una manera de darse cuenta de que Gramsci tenía un enfoque bastante dialéctico tanto de la hegemonía como del poder. Por eso Gramsci no tiene una concepción de la “hegemonía cultural”, sino una concepción compleja del Estado y la hegemonía que incluye a la cultura como terreno de lucha.
Dal Maso insiste en que, en contraste con la posición de Anderson, hay distancia entre la guerra de posición de Gramsci y la estrategia reformista de Kautsky. Desde su óptica, la guerra de posiciones no se refiere a una estrategia parlamentaria, no se trata de conseguir el apoyo electoral de la mayoría, sino de un proceso de movilización global, social, política y militar con el centro puesto en la relación de las fuerzas políticas tal y como están definidas por la relación de las fuerzas militares. Además, para Dal Maso una lectura detenida y atenta de los Cuadernos de la cárcel puede aportar la complejidad de la relación entre la guerra de movimiento y la guerra de posición, pero también la importancia de la vinculación entre la noción de revolución pasiva y la estrategia de la guerra de posición. Es precisamente la noción de revolución pasiva la que permite repensar el surgimiento del fascismo y sus límites, las nuevas formas de parlamentarismo negro y las nuevas condiciones de la lucha política. Todo esto, según Dal Maso, sugiere que en contraste con la posición de Anderson de que Gramsci de alguna manera perdió el rumbo, de hecho abrió nuevos caminos.

Conclusión: repensando la estrategia revolucionaria a través de Gramsci

En resumen, estamos ante una contribución importante. Este libro no trata simplemente de cuestiones filológicas o de interpretación. Hay cuestiones estratégicas importantes, pertinentes para los debates contemporáneos. En este sentido, es un libro que tiene un alcance más amplio que la cuestión de la relación entre Gramsci y Trotsky. De la misma manera que Dal Maso insiste en que algunas de las críticas que plantea Gramsci tienen más que ver con posiciones específicas (o “caricaturas” de posiciones) que con la intervención real de Trotsky, podemos decir que este libro no trata simplemente de restablecer un diálogo entre Gramsci y Trotsky o de encontrar afinidades reales entre sus proyectos teóricos y políticos. Es también un libro que insiste en que la obra de Gramsci debe ser un aspecto integral de cualquier intento de repensar cuestiones de estrategia revolucionaria hoy en día.
Y yo sugeriría que hay aspectos del pensamiento de Gramsci que son cruciales para cualquier intento de repensar la posibilidad de una estrategia revolucionaria en la actualidad. Las dinámicas sociales y políticas contemporáneas, que incluyen la crisis del neoliberalismo, el retorno de la política de masas en ciertas formaciones sociales, el hecho de que en algunos casos la crisis política se haya convertido en crisis de hegemonía de carácter orgánico, los cambios bruscos en la representación política, todo esto ha vuelto a hacer pertinente la cuestión de la ruptura radical y la transición. Ha habido intentos de sugerir que esto puede tomar la forma de una traducción parlamentaria de las dinámicas sociales y políticas y la aparición de formas de gobierno de izquierda, pero al mismo tiempo los límites del gobierno de izquierda han sido evidentes en muchos casos, siendo Grecia uno de los ejemplos con la debacle del gobierno de SYRIZA.
¿Cuáles eran esos límites? Por un lado, tuvimos la ausencia de una estrategia de rupturas, de una transformación social e institucional más profunda que habría afectado aspectos de las relaciones sociales de producción y reproducción y los muchos vínculos con el imperialismo. Por otro lado, hubo una relativa ausencia de formas de poder popular desde abajo con un potencial de movilización masiva contra el chantaje del capital internacional y de organizaciones internacionales como la UE y el FMI y los constantes contraataques de las fuerzas del capital. Todas estas contradicciones y relaciones de fuerzas se condensaron materialmente en el Estado, pero también se expresaron en la condición política real de las clases subalternas y en el hecho de que permanecieron hasta cierto punto desagregadas. Éstas exigían una estrategia de hegemonía y de construcción de un nuevo bloque histórico, en el sentido de una transformación más profunda de la relación de fuerzas y el surgimiento de nuevas formas de politización expansiva, radicalización y transformación cultural de la clase subalterna, y una estrategia de poder que no se limitara a las dinámicas electorales, sino también al surgimiento de nuevas y originales formas de poder dual, en el sentido de las nuevas formas de poder popular que se presentan a continuación, formas de auto-organización, autogestión, solidaridad y, en algunos casos, autodefensa. Esto apunta a la necesidad de una “guerra de posiciones” que no sería una “larga marcha a través de las instituciones” sino la creación de condiciones que permitieran de nuevo formas muy originales de “guerra de movimientos”, una guerra de posiciones que también continuaría después de cualquier ruptura política como un proceso duradero de transformación y experimentación. Esto es exactamente lo que hace urgente un regreso a Gramsci como parte de un regreso a la cuestión de la estrategia revolucionaria. No como una vuelta a la fantasía de una versión idealizada de la “revolución”, sino como una reconexión con las tradiciones del marxismo revolucionario como un medio para repensar la originalidad radical y el carácter experimental de cualquier proceso revolucionario potencial en nuestros días.

Panagiotis Sotiris
Traducción: Federico Roth

Referencias
Althusser, Louis (2006), Philosophy of the Encounter. Later Writings 1978-1986, Londres: Verso.
Anderson, Perry (2017), The Antinomies of Antonio Gramsci, Londres: Verso.
Bobbio, Norberto (1979), “Gramsci and the conception of civil society”, en Gramsci and Marxist Theory, editado por Chantal Mouffe, Londres: Routledge and Kegan Paul.
Buci-Glucksmann Christine (1980), Gramsci and the State, Londres: Lawrence and Wishart.
Corney, Frederick C. (2015), Trotsky’s challange. The ‘Literary Discussion’ of 1924 and the Fight for the Bolshevik Revolution, Leiden: Brill.
Coutinho, Carlos Nelson (2012), Gramsci’s Political Thought, Leiden: Brill.
Day, Richard F. (2005), Gramsci is dead. Anarchist Currents in the Newest Social Movements, Londres: Pluto.
Francioni, Gianni (1984), L’officina gramsciana. Ippotesi sulla struttura dei “Quaderni del carcere”, Nápoles: Bibliopolis.
Gramsci, Antonio (1971), Selections from the Prison Notebooks, Londres: Lawerence and Wishart.
Liguori, Guido (2012), Gramsci conteso. Interpretazioni, dibattiti e polemiche, Roma: Editori Riuniti.
Portantiero, Juan Carlos (1981), Los usos de Gramsci, México: Folios Ediciones.
Poulantzas, Nicos (2000), State, Power and Socialism, Londres: Verso.
Rosengarten, Frank (2014), The Revolutionary Gramsci of Antonio Gramsci, Leiden: Brill.
Thomas, Peter D. (2009), The Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism, Leiden: Brill.

Notas

[1] Bobbio, 1979.
[2] La excepción fue Nicos Poulantzas, quien en State, Power and Socialism (Poulantzas, 2000) acusó a Gramsci de permanecer básicamente dentro de los contornos de una concepción leninista muy clásica del poder dual.
[3] Anderson, 2017.
[4] Ver en particular su manuscrito Marx in his limits, publicado después de su muerte (Althusser, 2006) y su manuscrito Que faire (Althusser, 2018).
[5] Day, 2005.
[6] Estos incluyen la muy rica tradición gramsciana latinoamericana, desde José Arico, Juan Carlos Portantiero (1981) y Carlos Nelson Coutinho hasta una generación más joven, parte de la cual es Dal Maso, pasando por libros de gran importancia como Gramsci and the State de Christine Buci-Glucksmann (1980) o The Gramscian Moment, de Peter D. Thomas (2009). Véase también Rosengarten 2014.
[7] Para las muchas lecturas de Gramsci en Italia ver Liguori, 2012.
[8] Para este debate en particular ver Corney (ed.) 2015.
[9] Bujarin, en Corney (ed.) 2015, p. 536.
[10] Los primeros contactos de Gramsci con Trotsky en el contexto de las funciones de la Tercera Internacional han sido documentados por Rosengarten (2014).
[11] Gramsci 1971, p. 85.
[12] Gramsci 1971, p.236.
[13] En Francioni, 1984. Véase también la extensa crítica de las posiciones de Anderson en Thomas 2009.
[14] Gramsci 1971, p. 182
CAT

Chile: “La política del Partido Comunista y el Frente Amplio es negociar con Piñera”

Publicamos extractos del reportaje del programa de radio Pateando el Tablero de Neuquén, Argentina, a Dauno Tótoro dirigente del Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR) de Chile, sobre la situación de las protestas, y los intentos del Gobierno junto a la oposición, incluyendo la izquierda parlamentaria, de establecer una mesa de diálogo para evitar la caída de Piñera y descomprimir la situación en las calles.

Queríamos que nos comentes cómo fueron las movilizaciones de esta semana en Chile
DT: Este miércoles se cumplieron 13 días desde que estalló la movilización acá en Chile, han sido 13 días de movilizaciones permanentes, tanto en la capital, acá en Santiago, como en la mayoría de las ciudades del país, y esta semana se repitió nuevamente. Desde el lunes con movilizaciones muy masivas en el centro de la ciudad, yo hablo desde Santiago ya que vivo acá, fueron movilizaciones en las que se llenó de gente la Plaza Italia, la principal plaza de la ciudad, se llenó la Alameda, donde había un ánimo muy importante de todos los jóvenes, los trabajadores, sectores populares que nos movilizábamos, de exigir la salida de Sebastián Piñera. Había mucha rabia, no solo porque es uno de los sostenedores de la herencia de la dictadura militar, que es lo que se ha puesto en cuestión, sino porque ha respondido como bien sabrán con una enorme represión, desde ya hace 12 días había establecido el estado de emergencia, que retiró luego de una semana. Ha habido decenas de muertos, casos de torturas, de violaciones al interior de las comisarías, entonces se expresó la continuidad de un hastío con este gobierno, y en general con el régimen político heredado de la dictadura militar.
La Mesa Social convocó a esta movilización pero sacando literalmente del petitorio la consigna de “Fuera Piñera”, es decir, traicionaron la principal demanda y la principal motivación de quienes nos venimos movilizando
Piñera anunció un cambio del Gabinete. ¿Cómo se tomó esto? Porque las movilizaciones obviamente siguieron, los hashtag planteando que no quedaba ahí. ¿Cómo se tomó, cuál es el estado de ánimo con este cambio de gabinete que planteó Piñera?
DT: Sebastián Piñera hizo un cambio de Gabinete intentando descomprimir, pero al día siguiente volvimos a llenar las calles, o sea, fuimos decenas de miles mostrando que no nos íbamos a comprar ese desvío. Porque además fue un enroque de rostros. Sacaron al odiado Andrés Chadwick que era ministro del Interior, responsable directo de la represión, pero mantuvieron a ministros que son muy detestados por la población como la ministra de Educación, Marcela Cubillos, que se la llama “la displicente” por cómo trató a los profesores cuando se movilizaron hace unos meses atrás; mantuvo a Jaime Mañalich que es ministro de Salud y fue expulsado del Colegio Médico por temas medios turbios, entonces el cambio de Gabinete fue ampliamente rechazado por todos quienes nos seguimos movilizando y se expresó el día martes. O sea, el lunes hubo muy importantes movilizaciones, y al día siguiente luego del cambio, de nuevo las calles se volvieron a llenar, y como te decía, el grito “Fuera Piñera” e incluso “Vamos a La Moneda para tirar a Piñera” de un sector importante de la movilización se siguió planteando claramente. Las redes sociales se llenaron de burlas con el cambio de Gabinete porque se veía que era un cambio de rostros para que siguieran dirigiendo los mismos dinosaurios.
Sobre la huelga de este miércoles, quisiera que nos comentes cómo fue el paro, que entiendo también fue importante en un sector independiente
DT: La convocatoria del paro nacional de este miércoles fue realizada por la Mesa de Unidad Social. Esa mesa agrupa a la Central Unitaria de Trabajadores, la Confederación de federaciones estudiantiles de universidades, la Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios, la Coordinadora NO+AFP, que son todas organizaciones u organismos sindicales y estudiantiles dirigidos principalmente por el Frente Amplio y por el Partido Comunista. Nosotros nos plegamos a la movilización.
En este momento el Frente Amplio y el Partido Comunista, vienen planteando la política de una negociación sin exclusiones, es decir, que el Gobierno acepte negociar con la Mesa de Unidad Social. Están planteando una política de negociación con el Gobierno, y por eso mismo es que han sacado del pliego de demandas la salida de Sebastián Piñera.
Se repitió la imagen de decenas de miles en las calles, y hasta la tarde había enfrentamientos en Plaza Italia y en el centro. Nosotros participamos en forma independiente, como dices tú, porque nos pareció un hecho escandaloso que la Mesa Social convocó a esta movilización pero sacando literalmente del petitorio la consigna de “Fuera Piñera”, es decir, traicionaron la principal demanda y la principal motivación de quienes nos venimos movilizando. Sin consultarle a nadie, levantaron un petitorio que no integraba esa consigna fundamental que ha movilizado a tanta gente durante todo este tiempo. Entonces, nosotros participamos no solamente como organización política sino en los lugares donde venimos organizándonos, como el Cordón Santiago Centro, donde estamos junto al sindicato del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), uno de los principales centros culturales que está asentado en un edificio enorme que está en el corazón de Santiago, ahí en la Alameda. Nos organizamos para plantear primero que todo que nuestra principal consigna hasta ahora es mantener la necesidad que se vaya Sebastián Piñera, y que no se negocia con los muertos del pueblo.
Por el contrario los trabajadores del Centro Cultural Gabriela Mistral discutieron en su asamblea, colgar un enorme lienzo que decía "Fuera Piñera, no negociamos con los muertos del pueblo"
Hoy el Gobierno está ofreciendo un paquete de migajas, son nada más que subsidios, y bueno, lo que hicieron los trabajadores del GAM, discutieron en su asamblea, fue colgar un enorme lienzo que decía justamente eso: Fuera Piñera y no negociamos con los muertos del pueblo, que ha sido un tema importante a lo largo de toda la movilización.
Me gustaría que expliques para los oyentes qué es el Frente Amplio, y la política que está levantando junto al Partido Comunista para intentar canalizar la rebelión vía una salida constitucional
DT: El Frente Amplio es un nuevo conglomerado político que agrupa a una serie de organizaciones que van desde grupos que se consideran de izquierda hasta el Partido Liberal, que tuvo incluso funcionarios en el primer Gobierno de Piñera. El Frente Amplio nace de los principales dirigentes del movimiento estudiantil del 2011, como Giorgio Jackson o Gabriel Boric, quienes fueron además quienes desviaron esas mismas movilizaciones hace ocho o nueve años atrás. Y en estos momentos, junto con el Partido Comunista, ellos vienen planteando la política de una negociación sin exclusiones, es decir, que el Gobierno acepte negociar con la Mesa de Unidad Social, como te comentaba, es decir, que negocie con la CUT, con la Confech, y también con ellos, como Frente Amplio y como Partido Comunista.
De hecho este miércoles, los principales partidos del Frente Amplio elevaron una carta al nuevo ministro del Interior Gonzalo Blumel, para pedirle una reunión para el jueves. El Gobierno convocó a esa reunión y el Frente Amplio aceptó asistir.
Entonces están planteando una política de negociación con el Gobierno, y por eso mismo es que han sacado del pliego de demandas la salida de Sebastián Piñera.
Además, se han negado a desarrollar cualquier tipo de organización de base, de coordinadoras, de asambleas, y esa ha sido una de las peleas más importantes que hemos venido dando nosotros, no solo acá en Santiago, donde levantamos como te decía este Cordón Centro junto a sindicatos y activistas, sino también con mucha fuerza en una ciudad del norte, en Antofagasta, donde se levantó un Comité de Emergencia y Resguardo, un Comité que fue levantado y votado desde el Colegio de Profesores de la región junto a otros sindicatos, estudiantes secundarios, estudiantes universitarios, buscando levantar un espacio de coordinación de base que dotara de fuerza y de raíces al movimiento, que todavía está muy poco arraigado en los lugares de estudio y de trabajo.
Eso ha permitido organizar movilizaciones de miles en la ciudad, ha permitido que los estudiantes secundarios se organicen a través del propio comité, de hecho organizaron una asamblea de 200 estudiantes secundarios en la ciudad e hicieron un llamado nacional a que se tomen los liceos, como espacio de organización también de la lucha.
Lo mismo en Valparaíso, donde venimos impulsando una política junto a decenas de activistas, de levantar una asamblea coordinadora regional. A comienzos de esta semana, si no me equivoco, levantó un comunicado de que no se iba a bajar del paro hasta que se fuese Piñera, como primer punto de partida. Y esto porque vemos que el Frente Amplio y el Partido Comunista, mientras busca sentarse a negociar, posan por izquierda, podría decirse, levantando una acusación constitucional contra Sebastián Piñera, es decir, tratan de hacerle creer a la población que es posible que a través del Parlamento se pueda votar la destitución del presidente.
Esta acusación constitucional viene también de la Constitución legada por Pinochet, ¿no?
DT: Claro, o sea, es basarse en los mismos mecanismos que heredó la dictadura militar, y que ha demostrado ser totalmente utópico y ha sido un fracaso. Hace dos meses atrás impulsaron una acusación constitucional contra la ministra de Educación y se la rechazaron. Se necesitan dos tercios en el Senado, el Senado es la cámara alta, donde está lleno de políticos de los partidos tradicionales, tanto de la derecha como de la Nueva Mayoría, o exConcertación, que ya dijeron que evidentemente no van a votar en una acusación constitucional en contra de Sebastián Piñera.
Nosotros planteamos y denunciamos claramente que eso está relacionado con el intento de desviar la movilización y la enorme fuerza y energía que se ha expresado
Incluso los mismos miembros del Frente Amplio y el Partido Comunista lo han reconocido así, que es muy difícil que eso se pueda impulsar. Entonces nosotros ahí planteamos claramente que la forma de enfrentar a este Gobierno no va a ser confiando en la institucionalidad del viejo régimen político totalmente podrido que las mismas calles han rechazado, sino que va a ser levantando una huelga general con plan de lucha, con movilización, arraigadas a través de coordinadoras y asambleas de base, donde se discuta un programa para tumbar a este Gobierno.
Con respecto al Partido Comunista, quería preguntar cómo cae en las movilizaciones que dirigentas como Camila Vallejo se hayan plegado al discurso de Carla Rubilar, que es hoy una de las voceras de Piñera, condenando supuestamente los hechos de violencia, es decir, la manifestación popular, de esta rebelión popular que hay en Chile.
DT: Bueno sí, eso es parte de la operación que están orquestando en este momento no solamente la derecha y la exConcertación, sino también están subidos a ese carro el Partido Comunista y el Frente Amplio en su desesperación por negociar, lo que en última instancia ha sido salvarle el pellejo a Sebastián Piñera. Como tu bien decías, Carla Rubilar hizo un llamado a condenar la violencia e inmediatamente, no solo Camila Vallejo sino también los principales dirigentes del Frente Amplio, como Beatriz Sánchez, que fue candidata presidencial, Giorgio Jackson, Gabriel Boric, Daniel Jadue, que es un representante importante del Partido Comunista, salieron también a repudiar estos hechos de violencia.
Están operando en las alturas para desviar esta movilización y que nuevamente queden en nada (...) Se está orquestando esta operación a la cual se han sumado el Partido Comunista y el propio Frente Amplio
Nosotros planteamos y denunciamos claramente que eso está relacionado con el intento de desviar la movilización y la enorme fuerza y energía que se ha expresado. Es una batalla muy importante que venimos dando porque el movimiento, al no estar estructurado en lugares de estudio y de trabajo, cuesta que vea que aquí hay claramente partidos políticos que están operando en las alturas para desviar esta movilización y que nuevamente queden en nada. Entonces hemos salido con mucha fuerza a decir claramente que se está orquestando esta operación a la cual se han sumado el Partido Comunista y el propio Frente Amplio.
Es una pelea política actual que venimos dando, porque además se complementa con la pelea que vienen impulsando de Cabildos constituyentes o Cabildos ciudadanos, que son totalmente estériles porque no son vinculantes y son para terminar elaborando un documento para de aquí a dos años pueda servir para presentar algún tipo de proyecto de ley, pero que no va a resolver la exigencia central de esta movilización que ha sido la expresión de un hastío, como te decía en un comienzo, con toda la herencia de la dictadura de Pinochet.
Hablando de la herencia de la dictadura de Pinochet, un reclamo que es muy importante es la lucha por una Asamblea Constituyente. Hay sectores, que plantean que sea Piñera o las instituciones actuales las que llamen a esta Asamblea Constituyente. Ustedes plantean otra salida, contanos un poco.
DT: En Nosotros y nosotras venimos planteando como una salida de emergencia, frente a esta situación política y social, la necesidad de una Asamblea Constituyente, pero que sea libre y soberana, que sea basada en la fuerza de la movilización, y que sea en base a la caída de este Gobierno y este régimen político. Es decir, no vamos por una Asamblea Constituyente amañada, que sea controlada por la institucionalidad de este régimen, como ha propuesto incluso no solo del propio Partido Comunista y el Frente Amplio, sino incluso sectores como la Corte Suprema, que salió a decir que había que escuchar la voz de la población y hacer una nueva Constitución, no.
Nosotros lo que queremos plantear es que en base a la movilización, en base a voltear a este Gobierno, se pueda abrir la posibilidad de poner en cuestión todo, a través de una Asamblea Constituyente que sea democrática, con 1 diputado, 1 delegado por cada 20.000 electores. Porque tenemos que partir de un punto, que las demandas que hoy se han puesto en la palestra no solo en esta movilización sino a lo largo de todos estos años, como No+AFP, educación gratuita o los problemas del salario y el endeudamiento, no lo vamos a resolver si no atacamos las ganancias de los grandes capitalistas y de los grandes empresarios en Chile, donde vemos que hay un puñado de 10 familias, como los Lucsik, los Matta o Angelini, que tienen en su poder una enorme cantidad de capital, la propiedad de bancos, de forestales, de mineras, y para avanzar sobre esas demandas tenemos que enfrentar a esos poderes reales que son estas grandes familias que están íntimamente relacionadas al mismo tiempo con los partidos políticos del régimen, tanto de la derecha como la exConcertación. Entonces nosotros planteamos esta Asamblea Constituyente como un espacio y una oportunidad para discutir y poner en cuestión todo este régimen, como te decía, heredado de la dictadura militar, y avanzar a derribarlo, no para maquillarlo, no para darle una salida institucional a un conflicto que si es por esa vía no se terminará de cerrar.

Bolsonaro, incriminado en el crimen de Marielle Franco



A los más que numerosos elementos que vinculaban al clan Bolsonaro con el asesinato ,en marzo de 2018, de Marielle Franco -edil carioca del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL) y referente de luchas populares- y su chofer Anderson Gomes, se sumó ahora un testimonio que implica con nombre y apellido al mandatario ultraderechista en la causa. El potencial de la causa para desatar una crisis política fue reconocido por el vicepresidente Hamilton Mourao, que salió al cruce sosteniendo que aquella “no hará caer al gobierno, pero perturba el buen funcionamiento de las cosas” (Télam, 30/10).
En marzo de este año habían sido detenidos los policías Ronnie Lessa y Elcio Vieira de Queiroz, los presuntos autores materiales de la balacera acometida contra Franco, ligados con el presidente y su familia por múltiples vías laborales, contables y domésticas y a las mafiosas milicias paramilitares que asolan los barrios populares, cuyos jerarcas fueron homenajeados por Flavio Bolsonaro -el hijo de Jair- en ceremonias oficiales.
Ahora, el noticiero de TV Globo, Jornal Nacional, recogió un testimonio filtrado de la investigación, del portero del complejo de viviendas en Río en el que vivían tanto el actual presidente -entonces diputado- como Ronnie Lessa. Acorde al sereno, aquel 14 de marzo de 2018, en horas previas al asesinato, Queiroz se hizo presente allí diciendo que iba a visitar la casa de Bolsonaro, desde la cual autorizaron su ingreso. Cuando el portero notó que el auto no se dirigía allí sino a lo de Lessa, avisó a la casa del actual mandatario, y desde allí le indicaron que estaban al tanto de su destino. Si bien el testigo afirma que fue el propio Bolsonaro el autorizante, algo difícil porque ese día estaba en Brasilia, de cualquier manera la orden provendría de su hogar. O Globo apunta en una carta que “la mera mención del nombre del presidente lleva a la Corte Suprema a analizar la situación”.
El gobernante respondió al informe con un video desde Arabia Saudita, donde se encuentra en una gira, en la que contradice a los gritos al portero, pese a que la Policía Civil de la ciudad confirmó que el ingreso de Queiroz figura en el libro de visitas. Incluso afirma, en clave mafiosa, que se comunicó con Sérgio Moro y que “‘nosotros’ le ‘vamos’ a tomar una nueva declaración al portero que reveló la información”. Hoy el ministro de Justicia (que ya debió poner las barbas en remojo más de una vez por las pruebas de sus operativos golpistas) acató y solicitó al Ministerio Público Federal que investigue tal testimonio (Vermelho, 30/10), buscando colocar como querellante al gobierno cuando debería estar en el banquillo de los acusados.
En este escenario, la lucha por el castigo para los responsables materiales y políticos del crimen de Marielle no puede quedar limitada a las acciones judiciales: reclama una comisión investigadora independiente con pleno acceso a los archivos y todas las garantías para su funcionamiento, y, ante todo, una masiva movilización de la clase obrera y el conjunto de los explotados. Las enormes jornadas contra las reformas educativas y previsional a mediados de este año mostraron el potencial de la lucha popular en Brasil, que es sin embargo contenida por las direcciones sindicales ligadas al PT y la centroizquierda, permitiendo avances de los planes de ajuste. Se hace preciso copar las calles por justicia para Marielle y por la derrota del gobierno mafioso y antiobrero de Bolsonaro.

Tomás Eps

Deuda externa: bajo el FMI, todos los caminos conducen al infierno



Kristalina Gueorguieva. Titular del FMI

La deuda externa impagable que supera los USD 283 mil millones, es uno de los principales desafíos para el gobierno de Alberto Fernández, mientras intenta bajar las “expectativas” de una mejora. Las renegociaciones a la uruguaya sólo patean el problema para adelante. Macri se va pero el ajuste y el FMI se quedan.

Indudablemente, el macrismo se va dejando una economía en terapia intensiva, como se refleja en las mediciones oficiales de los principales indicadores económicos y sociales (pobreza, desempleo, inflación, etc). Pero no todos perdieron en los 4 años de gobierno de los CEO.
Sectores como los bancos, el campo agroexportador, las mineras y aquellos ligados a las energéticas, entre otros, lograron aumentar de forma escandalosa sus ganancias. En la cuenta de lo ganado, la gran burguesía local también podría anotar que se vio beneficiada por el blanqueo de capitales.
En la primera semana de la transición hacia el 10D pudo verse el retorno de un cepo recargado y el acercamiento entre Macri y Alberto Fernández para dar calma a los “mercados” y al FMI. Todo parece indicar que desde el lado de la política primará el consenso entre las fuerzas mayoritarias. Esto no quiere decir que se puedan descartar sobresaltos en otros terrenos. Las tensiones existentes en el plano cambiario y económico siguen latentes.
Asumiendo una “transición ordenada”, la principal contradicción que heredará el albertismo es la impagable montaña de deuda que, según datos del Indec, ascendió a U$S 283.567 millones a fines de junio (stock de deuda externa bruta total). Eso implica un incremento del 79 % en dólares desde enero de 2016.
Se calcula que esta suma equivale a que cada habitante de Argentina "debe" U$S 6.310 (o $ 380 mil). Se trata de una cifra un 72,5 % mayor a la de diciembre de 2015. Una deuda demasiado pesada repartida entre las mayorías populares -golpeadas por el ajuste- para financiar la fiesta de unos pocos.
La relación de la deuda/PBI llega ya al 100 %. En los próximos 4 años, el país deberá afrontar vencimientos en promedio -entre capital e intereses- por alrededor de U$S 51 mil millones anuales. Se trata de montos imposibles de pagar.
Ni siquiera destinando a ello todos los recursos de las exportaciones anuales, se lograría hacerse de los fondos necesarios para cumplir con los “compromisos” que promete Alberto.
La deuda es impagable. Aún con el ajuste fiscal cercano a 2 puntos porcentuales de PBI que exigiría el FMI, los números no cierran. El crecimiento económico “recomendado” por distintos economistas no está en las perspectivas de 2019 ni de 2020.

Renegociaciones que ya fracasaron

En su discurso de campaña, Alberto Fernández reiteró que no pagaría la deuda sobre la base del sufrimiento de la población. Sin embargo, al mismo tiempo afirmó que respetaría el pago completo de la misma. En la actual situación, ambos objetivos son incompatibles.
Una renegociación de la deuda no resuelve el problema que implica para las mayorías populares el saqueo en curso, organizado hoy por los grandes especuladores y organismos como el FMI.
En países atrasados y dependientes como Argentina, la deuda externa funciona como un mecanismo de extracción de las riquezas que producen los trabajadores y trabajadoras del país. Se trata de un verdadero mecanismo de extorsión que hunde a la nación. No romper con este chantaje sólo garantiza un camino de mayor ajuste y miseria asegurada para los trabajadores.
En un reciente artículo Pablo Anino remarcaba que: “En la historia reciente, las renegociaciones (Plan Baker, Plan Brady, blindaje, megacanje, canjes de 2005 y 2010), exhiben que cualquier "reperfilamiento", en la combinación que se quiera imaginar (con quita, sin quita, con extensión de plazos, a la uruguaya, a la ucraniana), sólo beneficia a los sospechosos de siempre -los buitres- y redunda en enormes ganancias para los bancos intermediarios: J.P. Morgan, Citibank, Santander, Deutsche Bank, BBVA Francés y sigue la lista.”
Durante la campaña electoral, Alberto Fernández sostuvo que buscaría alcanzar una acuerdo a la “uruguaya”. Para resumir, significa una extensión de los vencimientos paga ganar tiempo, sin quita alguna de capital o de intereses. Bajo el mando del FMI esta renegociación incluyó las recetas de siempre: fuerte ajuste fiscal, que implica menos recursos para salud y educación, desplome de la economía y la aplicación de impuestos regresivos.
La salida "a la portuguesa", o el caso de reestructuración de Ucrania, fueron otras propuestas esbozadas por los referentes económicos del albertismo en estos meses.
Sin embargo, tal como señaló la especialista Noemí Brenta, en Ucrania pasaron largos años de acuerdo Stand By, luego Facilidades Extendidas. Se trató de años y años de padecimientos para el pueblo trabajador. Lo mismo ocurrió en Portugal que no evitó el ajuste. La recuperación posterior se hizo sobre la base del enorme ataque a las masas hecho previamente.

Evitar el infierno, salir del Fondo

Alberto Fernández se sentará a negociar con el FMI las condiciones de un nuevo programa económico para garantizar el desembolso de los fondos que necesita. A cambio el organismo presidido por la Kristalina Georgieva, ha dejado trascender que buscará que se imponga una quita del 40 % a los privados.
Paga la deuda y al mismo satisfacer las aspiraciones genuinas del pueblo trabajador -que votó en gran medida contra el ajuste macrista- es una utopía.
Fernández lo sabe. Por eso propone poner en pie un pacto social entre empresarios, sindicatos y la oposición, con el objetivo de garantizar condiciones de paz social. Muy necesarias para hacer pasar un brutal ajuste.
Los discursos de campaña y los anuncios de un crecimiento futuro no pueden tapar el bosque. Si se sigue por el camino del FMI, a las mayorías populares del país les espera un infierno aún mayor.

Guadalupe Bravo
Economista | @GuadaaBravo
Jueves 31 de octubre | 00:54

Gustavo Beliz, del Opus Dei, posible miembro del gabinete de Fernández

El exministro de Justicia de Néstor Kirchner, echado por este por una interna con el espía Jaime Stiuso, compañero de fórmula de Domingo Cavallo en el 2000, sería premiado por Alberto Fernández con un ministerio.

Ya en plena campaña electoral comenzó a sonar su nombre. Una foto de Beliz, junto a Eduardo Valdes (amigo del Papa, anti derechos de las mujeres y otro operador del Frente de Todos) participando de un acto de Alberto Fernández, hizo conocida su cercanía al armado político del PJ y el kirchnerismo que gobernará a partir de diciembre.
Ayer ya trascendió que está entre los nombres de quienes Fernández quiere cerca de él en puestos políticos claves y que serán los encargados de liderar los equipos del Frente de Todos que llevarán adelante esta etapa de transición haciendo acuerdos con Mauricio Macri.

Los cuatro lugartenientes de Fernández

Santiago Cafiero (nieto de Antonio Cafiero, un histórico peronista que como ministro de Isabel Perón acompañó con su firma el decreto que habilitaba a aniquilar a la guerrilla), fue asesor de Sergio Massa cuando era opositor a Cristina Kirchner, hoy es hombre de confianza de Fernández.
Wado De Pedro, líder de La Cámpora, que suena para dirigir el Ministerio del Interior.
Vilma Ibarra fue senadora de la Alianza (esa nefasta experiencia para el pueblo trabajador, del radicalismo y la centro izquierda), y autora del libro “Cristina versus Cristina”, desde donde discutía contra Cristina Kirchner y su capacidad de acomodar su discurso a fin de preservar cuotas de poder.
El cuarto “lugarteniente” sería Beliz, que fue desplazado del primer gobierno de los Kirchner, con la excusa de que debeló un secreto de Estado: había mostrado en televisión la foto de Antonio “Jaime” Stiuso, el histórico jefe de operaciones de la ex SIDE, que el mismo Néstor colocó al lado del fallecido Alberto Nisman para investigar el atentado a la AMIA.
Beliz en ese momento acusó a Stiuso de “armar una SIDE paralela”, eso le valió la enemistad con Kirchner. Sucede que el servicio de inteligencia fue, en esos tiempos, su hombre de confianza en las cloacas del Estado.
Después de eso, el ex ministro se autoexilió en Estados Unidos y formó parte del staff del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), una de las organizaciones prestamistas de los países centrales, con fuerte peso de Estados Unidos.
Pero Gustavo Beliz conoció a Alberto Fernández bastante antes de que estuvieran juntos en el mismo gobierno. En el año 2000 también estuvieron juntos, compartiendo lista. Beliz era el candidato a Vice Jefe de Gobierno de la Ciudad, el primero en esa fórmula era Domingo Cavallo.
Hasta Diego Santilli, el segundo de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires, fue parte de esa lista.
Antes de eso, en los 90´s fue parte del Gobierno de Carlos Menem, siendo en 1992, ministro del Interior.
El ultra católico, de orientación económica liberal, también adhiere a la mano dura.
Como ministro de Kirchner impulsó la ley llamada “Blumberg”, en alusión al ingeniero trucho que propició una serie de normas que endurecían el aparato represivo del Estado. Cuando Beliz deja el gobierno, el falso ingeniero declaró: “Como argentinos no nos conviene que Beliz deje de ser ministro”.
Un rápido repaso por su historia pública nos muestra quién es uno de los hombres de confianza de Alberto Fernández, en quien piensa para que sea uno de los que dirija estos meses de transición y para ser su mano derecha (nunca mejor usada esa expresión) en su próximo gobierno.

Mirta Pacheco

Bolivia: Evo Morales coloca a la OEA como árbitro de la crisis



Morales ha entregado el reconocimiento electoral y la continuidad de su gobierno al arbitrio de la OEA.

Evo Morales tuvo, el domingo 20, una votación mayoritaria sobre sus oponentes de la derecha, de alrededor de 10 puntos. Pero éstos alegan que por unas décimas (que habrían sido adulteradas) se tendría que convocar a una segunda vuelta, oportunidad en que la derecha se unificaría detrás de la candidatura de Carlos Mesa, ex presidente reconocido en etapas represivas de Bolivia. Ante la proclamación por Morales de su triunfo, Mesa llamó a la resistencia ciudadana “en defensa de la democracia”, lo que ha dado lugar a movilizaciones, bloqueos de ruta y choques entre los ‘demócratas’ derechistas y las masas de seguidores del MAS, partido del presidente Morales. Están proliferando los Cabildos y otras organizaciones que se arrogan la representación de la ‘ciudadanía democrática’ y plantean la renuncia o el derrocamiento de Evo Morales. Por su lado, el MAS está movilizando a diferentes sectores “contra el golpe” que quiere instrumentar la derecha. Los mineros entraron marchando a La Paz haciendo estallar cartuchos de dinamita. Lo que abrió una campaña de la derecha porque es ilegal el uso de dinamita (debates parecidos con los que se atacan a los piqueteros en la Argentina), Juan Carlos Huarachi, secretario ejecutivo de la Central Obrera (COB), respondió: “Ustedes conocen que la democracia se ha defendido con dinamita, históricamente, no es de ahora, desde la creación de esta matriz de los trabajadores (COB), del '52 (…) Ese derecho lo hemos obtenido hace 37 años, que hemos recuperado la democracia con dinamita, con marchas en las calles y en las carreteras, y hoy estamos haciendo lo propio, vamos a defender, no es que queremos entrar a la confrontación sino llamamos a la paz social” (Página Siete, 30/10).

La intervención de la OEA

La semana pasada, caracterizábamos que el ‘revolucionario’ presidente de Bolivia, Evo Morales, había respondido a la “presión internacional” de diferentes sectores imperialistas para que se revean los resultados del comicio electoral que le habría adjudicado el triunfo en primera vuelta, “invitando a la OEA a que venga auditar el escrutinio definitivo. Y la OEA respondió -por nota escrita- que acepta, con la ‘condición’ que su dictamen debe tener ‘carácter vinculante’ para ambas partes. De aceptar estas condiciones, Evo Morales se estaría colocando bajo el arbitraje del ministerio de colonias yanqui, de la OEA”.
Efectivamente, éste es el paso que ha dado Evo suscribiendo un acuerdo con la OEA. A partir del 31 de octubre desembarcarán en Bolivia decenas de fiscales para dictaminar la validez o no de las elecciones. El martes, 29 Mesa aceptó la fiscalización de la OEA, lo que significó, de hecho, un freno a gran parte de las movilizaciones ‘democráticas’ que impulsó la derecha. Pero el miércoles, según versiones no confirmadas aún, Mesa se habría desdicho, rechazando el acuerdo firmado por el gobierno de Morales con la OEA. De confirmarse, es posible que se trate de una maniobra para presionar-condicionar la auditoría del escrutinio definitivo.
La OEA oficializó -oportunamente- la candidatura, a pesar de que era anticonstitucional, de Evo Morales, para presentarse como candidato presidencial por un cuarto mandato. El gran capital consideraba al gobierno del MAS como un mal menor: sacó a Bolivia de una situación revolucionaria (la llamada guerra del gas), ha sido y es un instrumento de contención eficaz de la movilización de masas utilizando métodos bonapartistas (cooptación y represión) y le ha dado una cierta estabilidad a los negocios en creciente convergencia con el gran capital. Pero ha tenido que bancarse la verborragia latinoamericanista en oposición al Grupo de Lima, creado para organizar la ofensiva diplomática-económica-política- y, eventualmente, militar- contra el gobierno de Maduro en Venezuela. Probablemente, el precio que se querrá cobrar la OEA, en representación del imperialismo yanqui, es que dé unos pasos atrás en el apoyo político-diplomático del gobierno de Maduro, etc.
Lo concreto es que Evo Morales ha entregado el reconocimiento electoral y la continuidad de su gobierno al arbitrio de la OEA. El MAS ha renunciado a organizar una real movilización de masas que rechace la ofensiva derechista y la intervención directa del imperialismo. Para ello, tendría que producir un giro de su política, avanzando en medidas antiimperialistas (nacionalización de la industria minera y otras) y de satisfacción de las reivindicaciones de las masas, obreras, campesinas y estudiantiles. Evo Morales, exponente del nacionalismo burgués de Bolivia, está pavimentando el camino para un envalentonamiento de la derecha.

Congreso de bases

Lamentablemente, no se vislumbran aún movilizaciones independientes de los trabajadores. Un factor coadyuvante de esta situación es la política de gran parte de las organizaciones de izquierda. El Partido Obrero Revolucionario (POR), de histórica trayectoria, que ha hecho su centro político en el rechazo al ‘circo electoral’, ahora es una parte activa en los “Cabildos” y “Comités Cívicos”, siendo cómplice de los intentos golpistas de la derecha. Por más que, para cubrirse, digan que estos organismos deben ser independientes “de los partidos”, es evidente que son instrumentados por Mesa y la derecha.
En este marco, la consigna de Congreso de Bases de la Central Obrera de Bolivia (COB) cobra especial vigencia como canal para que la clase obrera irrumpa como factor autónomo en la crisis, diferenciada de los Comités Cívicos pluriclasistas (especie de las multisectoriales como instrumento de colaboración de clases y de soporte de la reacción). Para esto, hace falta avanzar en un reagrupamiento independiente de la vanguardia obrera, campesina y estudiantil que discuta y apruebe un programa de reivindicaciones transitorias para acelerar la experiencia y movilización de la vanguardia obrera. Algunas organizaciones políticas de izquierda y sindicatos de trabajadores y campesinos están elaborando una convocatoria a un “Encuentro Nacional Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular” para desarrollar una iniciativa independiente de las masas trabajadoras, delimitada del gobierno explotador y capitulador de Morales y de la derecha que busca un alineamiento más comprometido con el capital financiero. Iniciativas de este tipo pueden contribuir en ese camino.

Rafael Santos

miércoles, octubre 30, 2019

Los aires de la victoria peronista



La previsible victoria en primera vuelta de Alberto Fernández estuvo marcada por un enorme avance del macrismo -de más de dos millones de votos- y hasta un retroceso porcentual del peronismo del 49,49% al 48,04%. Esta elección fue la segunda de mayor concentración de votos entre la primera y segunda fuerza desde 1983, llegando al 88,5% de los votos.
¿Cuál fue el camino hacia semejante resultado, después de dos devaluaciones durante el interregno entre una elección y otra, un congelamiento de combustibles frustrado, tres tandas de remarcaciones de precios, el comienzo del default, la caída de u$s20 mil millones de reservas, el agravamiento de la recesión, el estallido de los índices de pobreza y hasta del hambre?
Semejante remontada del macrismo -que incluyó victorias en Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, San Luis, además el estiramiento de la diferencia en Córdoba y Capital y varias victorias impensadas en municipios bonaerenses- sólo se explica por la derechización de la campaña del propio Alberto Fernández. El candidato de la coalición conservadora entre el kirchnerismo, el PJ disidente de los gobernadores y Massa, centró su campaña en los mercados, contra la calle.
Desde la reivindicación del “dólar razonable” hasta el cepo, pasando por las sucesivas “misiones” a EEUU en las que Sergio Massa (el hombre de Rudolph Giuliani en América Latina) fue un enviado privilegiado, hasta las reuniones con los grupos mineros más concentrados del planeta y especialmente los fondos de inversión; la tarea central de Alberto Fernández fue seducir al capital. Uno de los puntos fuertes de esta tarea fue la reunión con aires refundacionales en Tucumán con el mandamás de la UIA y Héctor Daer de la CGT, en el camino del pacto social para garantizar la gobernabilidad de la continuidad del ajuste fondomonetarista.
La cuestión del repago de la deuda estuvo en el centro de esa cruzada de seducción del capital del nuevo presidente. Al punto que le ha valido alguna rispidez con el FMI, que quiere imponer una quita en la inevitable reestructuración de la deuda, para garantizar su propio pago. Pero en esta disputa no figura cómo “encender la economía”, una de las frases acuñadas para hacer la plancha ante un electorado urgente, víctima de la catástrofe social de la crisis capitalista a toda orquesta en la que se ha desenvuelto la campaña y en la que se desenvolverá en la transición.

Contra la calle

Contra toda tradición electoral del peronismo, la convocatoria a ganar la calle vino por parte de la derecha. Por parte de Alberto Fernández, la orientación que dominó hasta el último minuto, y hasta la última organización popular del variopinto universo de la cooptación del Frente de Todos, fue evitar la calle. Macri movilizó una base social agitando sus ejes contra la corrupción y el “populismo”, contra “Venezuela y el pasado”, mientras toda la burocracia sindical y piquetera jugaba un formidable papel de contención ante una crisis social que no tiene nada que envidiarle a las que han desatado rebeliones en Ecuador o en Chile.
Mientras Macri reforzaba sus invocaciones a Dios en cada discurso y se calzaba con decisión el pañuelo celeste para absorber los votos de Espert y Gómez Centurión, Alberto Fernández -que fue votado por buena parte de la Ola Verde- hacía campaña electoral con la cúpula de la Iglesia Católica.
Ya Nicolás Dujovne se había jactado de que en ningún momento de la historia argentina se hizo un ajuste semejante sin que cayera un gobierno. La coalición de los Fernández y Massa, junto a todas las variantes de la burocracia sindical -desde Daer hasta Cachorro Godoy, pasando por Moyano y Yasky- garantizaron que siguieran los capítulos más agudos del ajuste sin que ello ocurriera y sin que las masas ganaran las calles.
El caso más representativo de esta situación fue la enorme huelga de docentes y estatales de Chubut, que fue criminalmente aislada en función de su desgaste por ambos polos de la disputa política. Los paros de Ctera, ante el desmadre de la represión paraestatal de la burocracia petrolera y ante la muerte de dos docentes, sólo disimularon el operativo de contención que incluyó la súplica de incorporación a la CGT.
El centroizquierda y la izquierda que se subsumió en el apoyo al peronismo: Patria Grande, el PCR, el degennarismo, la CTA Yasky, los grupos del Trío Vaticano, fueron furgones de cola que cedieron totalmente la iniciativa a la derecha peronista. Los sectores del movimiento de la mujer ligados al kirchnerismo cedieron toda iniciativa de lucha por el aborto legal y los derechos de la mujer a los grandes operadores celestes como Manzur, que fue el eje de la liga de los “24 gobernadores” con los que promete gobernar Fernández.

Argentina y Chile

El contraste entre el Chile, que cuestiona treinta años de gobiernos de ambos polos de la democracia pinochetista -la Concertación y la derecha de Piñera- y su herencia de superexplotación y entrega, y la Argentina, donde vota el 81% del padrón a dos fuerzas sociales responsables de la deriva que ha llevado a una de las crisis capitalistas más explosivas de América Latina, es evidente. A esto habría que agregar que el 98% de la elección fue a parar a las fuerzas responsables del desastre argentino, cuando el peronismo -más los Lavagna, los Massa y los Pichetto- fueron artífices de la gobernabilidad de la tentativa capitalista de libertad de capitales y endeudamiento como salida a la crisis de los finales del kirchnerismo. No porque los trabajadores argentinos no tengan voluntad de lucha, como se expresó en los grandes paros nacionales o en la huelga de Chubut, sino porque el peronismo ha trabajado sistemáticamente para canalizar toda la bronca hacia el proceso electoral.
Esto habla de un dominio de la burguesía de la escena política nacional. Algo que ya había sido anticipado por las elecciones provinciales, donde se constató que el voto mayoritario fue acaparado por los partidos patronales. La cuestión no nos toma de sorpresa: desde las páginas de Prensa Obrera fuimos llamando la atención sobre ese hecho y alertando sobre la transición, los realineamientos y el relevo que se estaba orquestando frente al derrumbe del macrismo. El voto a Alberto Fernández tiene un carácter contradictorio: explica el descontento y el hartazgo con el gobierno responsable de las privaciones a que vienen sometiendo a la población, pero por otro lado expresa la ilusión y el apoyo a una salida patronal que pregona una política de rescate y estímulo al capital y al empresariado, y de compromiso con el FMI y los acreedores. En otras palabras, la ilusión de que se podría sacar al país de la crisis sin afectar los intereses del capital, prescindiendo de una política anticapitalista.
Todo el peronismo se jacta de que Argentina no es Chile. Sería la versión nacional y popular de Dujovne, es la otra cara del ajuste y la descarga de la crisis capitalista sin el desmadre de la rebelión popular.
Pero el Frente de Todos tendrá que gobernar, y de inmediato las contradicciones entre las expectativas populares y la administración de la crisis capitalista empezarán su erosión política y pasarán la factura. Es cierto que han transmitido astutamente el mensaje de que “esto será muy difícil” y “llevará tiempo”. Pero lo que han marcado las rebeliones latinoamericanas de Ecuador y de Chile, y aún el retroceso político de Evo Morales en Bolivia y del Frente Amplio en Uruguay, es la inviabilidad de las políticas de contención ante la agenda de la crisis mundial que desembarcó con la recesión y las crisis de deuda en toda América Latina.
Las burguesías latinoamericanas no han cambiado la agenda, insisten en las reformas laborales, jubilatorias e impositivas para rescatar a los Estados quebrados por los rescates a la banca acreedora, con el FMI de por medio o sin él. En la Argentina no renuncian a meter esa agenda en la mesa del pacto social fernandista, con el agravante de que -a diferencia de Chile- en la Argentina el FMI ha dado el mayor crédito de su historia y tiene que cobrar la deuda. El reloj de Argentina hacia la nueva realidad en América Latina, donde las masas empiezan a intervenir, se ha puesto en marcha. En la etapa de las rebeliones populares de principio de siglo, los nacionalismos cumplieron una vital función de contención para la clase capitalista en la región. Se procesará esta nueva experiencia respecto del nacionalismo de colaboración de clases, cuando le toca la función contrarrevolucionaria de defender al sistema contra las masas en condiciones de agravamiento de la crisis mundial.

La transición

Bien mirada, la transición empezó el 12 de agosto. El compromiso entre el macrismo y el peronismo fue permanente en las medidas de arbitraje del Estado en el mercado de cambios, la postergación de tarifazos, los miserables bonos salariales aceptados por la CGT y los paliativos impositivos de dudoso alcance.
En ese tránsito el macrismo llega a su rol de oposición con un caudal electoral importante, pero implosionado entre un radicalismo que proscribió a Macri de las últimas elecciones desdobladas, Carrió que ni fue al bunker y Vidal que hizo un acto sin Macri ni colores amarillos, después de habilitar el corte de boleta para salvar intendencias del naufragio bonaerense.
El peronismo llega al poder con un rejunte de los punteros del PJ disidente, el kirchnerismo y el massismo, que ya tuvo algún chispazo entre un Massa que reconoció a Guaidó y Cristina que aprovechó la noche de la victoria para saludar el polémico triunfo de Evo Morales, mientras Alberto Fernández recibía la gentil invitación de Trump a no abandonar el grupo Lima si quiere algún tipo de atención ante el cuadro desesperante de la deuda externa.
Las reservas netas de libre disponibilidad del Banco Central orillan los u$s6.500 millones de dólares, según Ámbito Financiero. Se trata de un monto que no alcanza al mínimo de manual para atender el comercio exterior de un país como Argentina. Por otro lado, el cepo restringe al máximo la demanda, pero los exportadores agrarios no ingresan un dólar, ya que siguen reteniendo la coshecha a la espera de una devaluación final antes del prometido acuerdo de precios y salarios.
Un golpe de esta naturaleza -que haría todavía más explosiva la cuestión de las tarifas dolarizadas y de los combustibles- presenta un potencial inflacionario absolutamente insoportable para las masas. A estas tendencias se suma el desarme de las Leliqs, que se está produciendo al costo de incorporar pesos que alimentan las presiones sobre el dólar y que han llevado al Contado con Liqui a $80. Bajo la forma de un desdoblamiento cambiario o de una devaluación lisa y llana, los golpes a las masas que están en el horizonte hacen explosiva la situación social.
La transición empezó con una foto fraternal entre Fernández y Macri, pero operará arriba de un volcán: el lunes, por lo pronto, el riesgo país subió a 2.275 puntos y cayó la bolsa. Empezó el baile…
El carácter de la situación achica el margen de maniobra a Alberto Fernández. La luna de miel de la que gozará AF es tremendamente acotada. La aguda crisis lo obligará a tomar definiciones en la propia transición, antes de asumir. Esta vez no puede escudarse en el hecho de que no ha sido electo, y va a tener que dejar marcada sus huellas digitales, aunque pretenda desmarcarse y endosarle el costo del trabajo sucio al macrismo.

El Frente de Izquierda y su campaña

El Partido Obrero, desde su XXVI Congreso y aún antes, caracterizó que la batalla central sería con el peronismo, que en cada elección anticipada fue transformándose en canal de la bronca popular contra la creciente bancarrota macrista.
Pero el retroceso de la votación respecto de las PASO marcó una novedad del FIT, algo que no ocurría desde las primeras primarias centradas en el planteo democrático de superar el piso proscriptivo en 2011.
El corte de boleta que llegó a extremos del 100% en Salta y en CABA, y fue también importante en la Provincia de Buenos Aires duplicando el corte de 2015 en la categoría a diputados, se operó centralmente en favor de la fórmula del peronismo. Eso indica que en un cuadro de polarización que no tiene antecedentes desde 1983, el FIT - Unidad sufrió una fuga de votos de su propia base electoral. Fuera de toda discusión, la elección presidencial ha sido débil, al igual que las elecciones ejecutivas de las provincias. La avalancha de Larreta nos hizo retroceder ante la polarización de un 90% en la Capital, a pesar de la gran campaña política de Gabriel Solano, reconocida por propios y extraños.
En este cuadro, otra vez el voto a Zamora -aunque cada vez más marginal- nos impidió el acceso de un diputado por la Capital, y el doble piso electoral en la Provincia nos dejó a centésimas del ingreso de la banca. El carácter de la campaña de Bregman diputada, no obstante, merece un análisis aparte, puesto que estuvo dirigida por parte del PTS a un compromiso con un sector del kirchnerismo, que incluso llevó a esa fuerza a retraer la presencia del candidato a presidente en la campaña regional.
En el haber tenemos que destacar la campaña política del Frente de Izquierda como la más radicalizada desde que tiene existencia. Eso por haber colocado la ruptura con el régimen del FMI y el no pago de la deuda en el centro de la agitación política cuando esa cuestión sacudió a toda América Latina, y por haber marcado el eje de que la crisis la paguen los capitalistas. Ambos planteos cobraron más vigencia objetiva a cada día del transcurso de la lucha política.
Por otro lado, ganamos las calles contra la indicación de Alberto Fernández. Desarrollando una campaña de lucha de clases, por Chubut, junto al Polo Obrero y el movimiento piquetero independiente, con los sindicatos que salieron a luchar y el Plenario Sindical Combativo, con las ocupaciones de fábrica como Kimberly Clark, con los familiares del gatillo fácil de Monte, movilizando miles de mujeres a dar la batalla política en el 34º Encuentro. Tal vez no casualmente, el flamante Frente de Izquierda de Chubut hizo la mejor elección del país.
Como corolario de una campaña de independencia política de los trabajadores y de lucha de clases, el Frente de Izquierda - Unidad cerró su campaña frente al consulado de Chile, donde ya nos habíamos movilizado. Un sello de tipo revolucionario que marca diferencias abismales entre esta alianza de izquierda y todas las que hubo en el pasado en la Argentina.
La política del Partido Obrero será impulsar la intervención en cada lucha reivindicativa y desarrollar una agitación política que permita a la vanguardia obrera y de los movimientos de lucha superar lo más aceleradamente posible esta nueva experiencia nacionalista que la burguesía ha sacado de la galera ante la crisis gigantesca de su régimen económico y social. La agitación política apuntará a desenmascarar la política y las salidas patronales en danza frente a la crisis nacional. Estará dirigida a poner de relieve sus efectos devastadores sobre las masas y, al mismo tiempo, dar cuenta de sus contradicciones explosivas y su inviabilidad, por referencia a la envergadura de la bancarrota capitalista mundial, de la cual Argentina es uno de sus eslabones más sensibles; oponiendo a la política capitalista un programa y una salida política de los trabajadores. Nuestra intervención apuntará a promover la irrupción de la clase obrera como un factor independiente en el escenario político, y transformarla en una alternativa de poder. El Frente de Izquierda, que se negó a cumplir ese papel en el período previo al proceso electoral, será puesto a prueba para superar sus propias limitaciones en torno a ser un polo de intervención política en la lucha de clases, que establezca una continuidad con la lucha electoral librada.

Néstor Pitrola

“Bipartidismo” de crisis



El resultado polarizado de la elección presidencial llevó apresuradamente a algunos analistas a hablar de un nuevo “bipartidismo”. Mientras en elecciones anteriores primaba una tendencia a la dispersión política, ahora las alternativas se concentraron en dos grandes campos. En 2011, la oposición a Cristina Fernández se presentó en un estado de disgregación muy evidente. En 2015 el massismo intentó una “ancha avenida del medio”, que terminó naufragando luego de apoyar a Macri en Davos y terminar recalando en el pejotismo.
Ahora, el resabio de esa línea, Lavagna-Urtubey, quedó reducido a su mínima expresión. La centroizquierda terminó recalando en el Frente de Todos, incluido el PCR. Lo mismo los gobernadores del PJ después de desdoblar las elecciones provinciales.
El macrismo, por su parte, asimiló a Pichetto del peronismo federal y terminó chupándose buena parte del voto de la derecha evangélica y vinculada a las fuerzas de seguridad de NOS, de un lado, y de los liberales “antisistema” truchos de Espert.
El Frente de Todos canalizó la oposición al macrismo en un marco de bancarrota económica, pero jugando siempre un rol de contención en relación a las luchas y preparando una transición continuista. Contra las denuncias de “chavismo”, la coalición opositora siempre tendió a una conciliación con las fuerzas sociales que dieron origen al macrismo. Las perspectivas de reactivación de Vaca Muerta que levanta Fernández están atadas a pactos de fondo con el imperialismo. La pretensión, irrazonable, de una renegociación sin quita de la deuda apunta en el mismo sentido.
El macrismo asumió frente a la derrota de agosto un rol de arbitraje económico ante la bancarrota económica, restableciendo (y ahora reforzando) el cepo al dólar, “reperfilando” la deuda y tratando de contener la bancarrota con métodos de intervención estatal. Ambos fueron tendiendo puentes sobre la “grieta” para amortiguar el efecto explosivo de la crisis económica y la penuria de las masas. Es la expresión de una colaboración política que tuvo su origen en la votación masiva de las leyes de Macri por parte del peronismo, y en la actitud servil de la burocracia sindical con el plan de ajuste.
El macrismo, a contrapelo de la bancarrota, logró movilizar masas de la pequeña burguesía tras un planteo de relanzamiento de su gobierno. Explotó por un lado el impasse continental del nacionalismo. Por otro, la amenaza de un agravamiento de la crisis económica bajo Fernández, utilizando la devaluación post Paso como un mecanismo extorsivo. Por último, las causas de corrupción y la agenda de seguridad. El éxito de esta operación de movilización política de un gran sector de la pequeña burguesía traduce una enorme ilusión en una salida para el país de la mano de un alineamiento completo al capital financiero y el imperialismo.

Precariedad

Desde un punto de vista histórico, el carácter precario de los armados políticos salta a la vista. Los partidos de masas de la burguesía argentina se gestaron en grandes causas populares, luego tempranamente abandonadas: la defensa de la democracia política, en el caso de la UCR, la “independencia económica, soberanía política y justicia social” en el del peronismo. El “revival” pejotista debuta como una coalición inestable de rasgos marcadamente pro imperialistas, en una etapa de declive del nacionalismo continental y de quiebra de todos los regímenes políticos en Latinoamérica. El macrismo amenaza levantar cabeza cuando se hunde irremediablemente su “modelo chileno” bajo el peso de la rebelión popular. Macri deberá revalidar su liderazgo de la oposición cargando con la hipoteca de haber llevado al país a la peor bancarrota desde el 2001.
El punto central para Alberto Fernández será, por un lado, la renegociación de la deuda, y por el otro la imposición al movimiento obrero de un pacto social que tiene todas las características de un nuevo ajustazo o, a lo sumo, convalida la pulverización actual del salario. Este arbitraje precario lo tendrá que llevar adelante con una coalición también precaria, donde los factores de disgregación saltan a la vista a cada paso.

El golpe a la izquierda y lo que viene

Bajo el peso de esta polarización extrema, la izquierda redujo su caudal electoral en forma acusada. El FIT no fue capaz de estructurar al activismo obrero, juvenil y de la mujer en torno a una salida propia a la crisis. La debilidad de la izquierda y los límites propios del FIT para actuar como frente único pesaron en este resultado.
El movimiento de mujeres votó masivamente a Alberto, que cobija en sus listas a la iglesia católica y evangélica. Quienes históricamente repudiaron a la burocracia sindical votaron por las listas que promueven la unificación CGT-CTA y el pacto social. La advertencia sobre el carácter ajustador y pro imperialista de una renegociación de la deuda externa fue dejada de lado en nombre de lograr un contrapeso “popular” a la presión del FMI. Primó la expectativa en una salida electoral sobre la tendencia a la movilización y la acción directa, que sin embargo atravesó toda la campaña electoral con luchas importantes.
La campaña electoral confrontó salidas de fondo. Los apoyos a la izquierda recogidos en elecciones anteriores sobre la base de la adhesión a una agenda parlamentaria o a reclamos puntuales fueron puestos a prueba por la nueva situación. La izquierda plantó bandera con consignas y planteos estratégicos para la etapa. El no pago de la deuda, la nacionalización de la banca y el comercio exterior, la necesidad de romper con el FMI fueron el corazón de la campaña. Este desarrollo de planteos estratégicos es una base para abordar la etapa que se abre.
La bancarrota económica, la presión de la Iglesia frente al movimiento de mujeres, la precariedad del pacto social de ajuste que se viene, van a poner en cuestión todo el apoyo popular a Alberto Fernández en un plazo muy breve. La contradicción entre la expectativa popular depositada en el peronismo y el carácter anti obrero de su política emergerá rápidamente. La prueba de fuego estará en la capacidad del movimiento popular para desarrollar los reclamos en forma independiente de la tutela estatal. Bajo el impacto de la crisis mundial, las luchas se abrirán paso en forma inevitable.
Para desarrollarse como un factor político en la nueva situación, el FIT debe sacar un balance claro de la experiencia recorrida y superar sus límites.

Juan García

El bloqueo arreciado contra Cuba

¿Por qué en Cuba no hay estallidos sociales?

Una amiga brasileña que como periodista ha estado unos días en Cuba me comentaba su asombro acerca de cómo todos los cubanos con quien habló saben quién es Bolsonaro, quién es Dilma y quién es Lula, lo que no le sucedía en otros países latinoamericanos que había visitado recientemente.
El excepcional interés con el que los cubanos siguen los acontecimientos internacionales es algo muy particular que suele pasar inadvertido para quienes vivimos en la Isla. Ahora mismo, los estallidos sociales en Haití, Chile, Panamá y Ecuador, el conflicto de poderes en Perú, las interminables represiones y asesinatos de líderes sociales en Honduras y Colombia, la ingobernabilidad heredada que obliga al gobierno de México a liberar a un narcotraficante, la prisión injusta del líder de la izquierda brasileña para impedir su segura victoria electoral y las elecciones en Bolivia y Argentina, las agresiones constantes de Estados Unidos contra Venezuela, o el Ucraniagate en que anda sumido Donald Trump, pueden ser tema de conversación en cualquier lugar de Cuba, desde una esquina donde se juega dominó a un aula universitaria.
Por supuesto, esas conversaciones no evaden las graves dificultades que atraviesa la economía cubana contra la que cada semana se dan a conocer nuevas sanciones del gobierno estadounidense, ni tampoco cualquiera de las deficiencias en los servicios con los que choca la ciudadanía, en los que el impacto del bloqueo económico se puede mezclar con la desidia burocrática y provocar molestias e insatisfacciones injustificadas. Sin embargo, esa mezcla de guerra económica con insuficiencias internas no provoca estallidos sociales y cuando el sistema -socialismo de Partido único- se ha sometido a la prueba de las urnas, como en el reciente referendo constitucional, a pesar de la intensa propaganda contra el proceso a la que cada año Estados Unidos destina decenas de millones de dólares y una bien financiada “Cuba Internet Task Force”, los resultados le son aplastatantemente favorables a la dirección revolucionaria que Washington lleva seis décadas tratando de derribar.
La explicación de la maquinaria mediática dominante es que la mezcla de la “intensa represión del régimen” y el “relajo cubano” impiden un estallido. Pero en la historia de Cuba -de la reconcentración de Weyler a la dictadura de Batista, pasando por la de Machado- ningún régimen basado en la represión logró permanecer por tiempo prolongado al frente del país, a pesar de un “relajo” en el que la corrupción era la dinámica de funcionamiento de la política y la economía a todos los niveles.
Por el contrario, si en vez de en febrero, la consulta electoral se efectuara ahora, en medio de un bloqueo recrudecido, el por ciento de aprobación superaría con creces los obtenidos entonces, y eso sería fruto, sin dudas, de la combinación de tres factores coyunturales y dos estructurales.
Coyunturales:
.El recrudecimiento de la agresividad del gobierno estadounidense fortalece el sentimiento patriótico y la unidad nacional.
Eficacia política del gobierno cubano, explicando de modo convincente la relación de las escaceses con el incremento de la agresión y el modo en que la estrategia para enfrentar las sanciones estadounidenses busca aminorar su impacto en la vida cotidiana del pueblo.
Situación internacional con visible fracaso de las políticas neoliberales y descrédito de las fórmulas de la democracia burguesa.
Estructurales:
Cultura política masiva entre los cubanos, asentada durante 60 años por la pedagogía de Fidel Castro, acerca de la naturaleza del imperialismo y del proyecto de justicia social y soberanía nacional de la Revolución.
Vínculo la dirección revolucionaria con el pueblo, renovado por el gobierno de Miguel Díaz Canel, que ha reforzado la pecepción de que el gobierno escucha al pueblo y trabaja para él.
Ningún país latinoamericano de los que ahora mismo reprime con disparos y gases la protesta social y/o viola abiertamente las reglas de la democracia formal que ellos mismos defienden ha sido sometido a la guerra económica, al financiamiento multimillonario para crear una oposición artificial y mucho menos al linchamiento mediático y académico global permanente hacia sus líderes y su proyecto político y social.
Pero a pesar de todo eso hay reconocer que hay gente insatisfecha en Cuba y muchos de esos insatisfechos se van a Miami. La acumulación de casi seis décadas de privilegios migratorios junto al desarrollo de capacidades educativas y el estado de salud propiciados por el socialismo cubano les hacen muy competitivos con respecto al resto de las comunidades no nativas, pero no los convierten en más libres: Más de un millón de cubanos en Estados Unidos sufren graves limitaciones para relacionarse con sus familias en Cuba gracias a las medidas de Trump, sin embargo no hay noticias de que eso provoque protestas allí. Tampoco leemos en ninguna parte que esa ausencia pública de desacuerdo se atribuya a la corrupción y las prácticas represivas nada democráticas que la clase dominante en la Isla hasta 1959 parece haber implantado en Miami durante su ya larga permanencia en esa ciudad, sin desdeñar el ejemplo edificante que le ha ofrecido un sistema que hoy pone a competir en corrupciones a Donald Trump y Joe Biden.

Iroel Sánchez

¿Por qué socialistas?

La tradición política más dilatada y arraigada en la nación cubana es la de la revolución socialista. Esa realidad tiene un valor no solo ideológico, sino también psicológico, simbólico.
El primero de enero de 1959 triunfó una revolución que se propuso cambiar radicalmente el país con la intención de alcanzar la plena independencia y soberanía nacional y toda la igualdad y justicia social posible. Las energías revolucionarias emanaban de la gigantesca deuda social que había dejado el capitalismo dependiente y su eficaz canalización la organizaba una dirección, si bien joven, inteligente, valiente y decidida a cambiar el estado de cosas.
Se inició un rápido proceso de empoderamiento popular a través del cual el pueblo trabajador tomó en sus manos las riendas del país. La revolución de enero generó un cambio cultural integral, transformó la mentalidad de la población, revaluó cabalmente la historia nacional, arrinconó al individualismo e instauró la solidaridad, recuperó para el pueblo las capacidades productivas y las riquezas del país, democratizó la educación, la salud pública, la seguridad social, amplió generosamente las oportunidades de crecimiento individual, impulsó el florecimiento universal de la cultura, pobló la geografía cubana de lugares emblemáticos, el primero de ellos la Plaza de la Revolución José Martí, sitio simbólico por excelencia de la República Socialista de Cuba.
Si bien en condiciones de equilibrio bipolar en el mundo, la revolución cubana desafió el poder hegemónico estadounidense en el hemisferio occidental del modo más radical posible y la reacción imperialista no se hizo esperar; dura hasta hoy cuando se recrudecen el bloqueo y la retórica anticubana. La contradicción entre los intereses del imperialismo estadounidense y los del pueblo cubano empeñado en mantener incólumes la soberanía, la independencia nacional y el derecho al desarrollo con justicia social refleja hoy como un una gota de agua el enfrentamiento universal entre el capitalismo tardío codicioso y depredador y el nuevo mundo que pugna por surgir.

Lo que dijo Einstein

El sabio alemán Albert Einstein en un muy conocido artículo cuyo título he tomado prestado para este, publicado en Monthly Review hace 70 años, denunció como "verdadera fuente del mal" al caos económico del capitalismo, puso al desnudo la dominación que ejerce el capital sobre la política y los medios de comunicación que emplea para conculcar los derechos políticos de la ciudadanía, denunció la competitividad descontrolada que mutila la conciencia social de los individuos lo que calificó como "el mayor mal del capitalismo" y la deformación del sistema educativo en dirección al individualismo, y concluye que el único modo de superar los graves males del sistema está en un modo socialista de organizar el metabolismo socioeconómico sin descuidar la educación de los seres humanos.
De la inteligencia de Albert Einstein es imposible dudar. Él, que apreció la sociedad desde el razonamiento científico, llamó a no sobrestimar a la ciencia y recordó que una economía planificada no es todavía "socialismo" ya que ella puede conducir a la completa esclavitud del individuo, y como buen científico llegó hasta donde su leal razonamiento le permitió y concluyó el breve, pero enjundioso ensayo preguntándose ¿Cómo es posible con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser poderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?
Es cierto que el peligro del burocratismo no aparece solo por la implantación de la planificación socialista. El ordeno y mando y el verticalismo constituyen realidades que existen desde que la sociedad se dividió en clases, y ambos y el burocratismo se potencian en el Estado capitalista con formas más o menos abiertas de manifestarse, teniendo como principales generatrices la propiedad privada y la concentración de la riqueza: "el dueño manda".
La humanidad durante siglos se ha formado bajo el influjo de estas prácticas. El burocratismo no es un invento del socialismo aunque este, desde la cultura heredada, lo reproduce en el proceso de planificación y de adopción de las decisiones. Sería ingenuo desconocer las causas reales, objetivas, del fenómeno del burocratismo. Si no se ataca el mal desde sus raíces este se reproducirá. De ahí la validez de las preguntas que Einstein se hizo y la necesidad de cambiar la mentalidad.
El contrapeso democrático al que él se refirió no se alcanzó en los experimentos socialistas abiertos por la Revolución de Octubre, los cuales transcurrieron -hay que decirlo- en medio del conflicto Este-Oeste, la Guerra Fría, la carrera armamentista. Cualquier limitación de los derechos del individuo, cualquier abuso de poder, cualquier falta de transparencia en los asuntos públicos podían justificarse con la necesidad real de protegerse del enemigo. La ausencia de ese contrapeso democrático se reveló dramáticamente durante el colapso finisecular del socialismo en Europa del Este y aunque es elemental reconocer los avances en materia de democracia en nuestra realidad ello constituye todavía un desafío para el presente y el futuro socialista de Cuba. No en balde Raúl llamó a conquistar toda la democracia posible. Pero no es un asunto sencillo, hay mucho por aprender y también por desaprender, como recordara recientemente el respetado filósofo cubano Gilberto Valdés.
¿Qué tenemos en contra para alcanzar la plenitud democrática? Pueden enumerarse no pocos factores, pero hay que señalar entre ellos ante todo la herencia cultural negativa del ordeno y mando que existe en la humanidad desde que existen las clases sociales, los intereses egoístas, el individualismo, la todavía insuficiente cultura jurídica de la sociedad, las limitaciones en la eficacia organizativa de la economía y de la sociedad, los errores en las precauciones imprescindibles para defenderse de los golpes bajos del imperialismo, el secretismo, la incapacidad, también la escasez y el bloqueo ahora recrudecido, que obliga a complicar los mecanismos de distribución y sirve de justificación de lo mal hecho, y también el conocido y denunciado "bloqueo interno", una forma de nombrar al burocratismo.

¿Es solución la propuesta socialdemócrata?

Existe aún hoy el criterio de que la socialdemocracia es una ideología y cosmovisión que conviene más a los trabajadores pues combina exitosamente tres factores: democracia, bienestar y propiedad privada. Pero eso esconde una realidad: si persiste el predominio de la propiedad privada, persiste el capitalismo, ergo la ideología socialdemócrata es una forma de justificar el sistema capitalista, en ningún caso sería una ideología socialista, tan grande es el contrasentido: un socialismo capitalista [1].
Por el contrario, el capitalismo como sistema, hoy en su etapa globalizadora neoliberal, ha logrado mediante otro trío de factores: el consumismo, la psicología de la competencia de "winners" y "loosers" y la manipulación mediática yuxtaponer ideológicamente en la sociedad los intereses de la gran propiedad privada escondidos detrás de mitos del sistema como la integridad y pureza natural de su democracia representativa, su libertad de prensa, la imparcialidad de su justicia, el individualismo como cualidad superior de la naturaleza humana; o sea, su gran victoria ha sido la de construir una narrativa generalizada, en la que prevalecen otros mitos como el del capitalismo como fenómeno insuperable, la propiedad privada como panacea, la pobreza como responsabilidad única del individuo, etc.

El camino socialista tiene que ser socialista

La solución de la democracia socialista en nuestro país tiene que ser totalmente nueva y específicamente cubana sin desconocer la buenas prácticas universales, pero no puede tomarse prestada del modo capitalista de la política, esas son también armas melladas.
Al capitalismo no le interesan las consecuencias sociales negativas de su actuación, esas las registra como "el orden natural de las cosas". El ideal socialista contiene un principio: la sociedad tiene responsabilidad con el individuo y este con la sociedad, pero al socialismo nadie le puede sobrar, mientras que le resulta letal no tener en cuenta las consecuencias de los errores.
El debate sobre la construcción social de orientación socialista en Cuba toca dos extremos elementales: el de su viabilidad y el de su inviabilidad. Este último no suele aparecer como abiertamente no socialista, sino mimetizado en fórmulas de un pragmatismo irresponsable que sin negar de plano el socialismo, lo comprometen estratégicamente propugnando medidas puramente mercantiles.
También están presentes la inercia, el temor al cambio, la incapacidad para experimentar, la ignorancia y la mediocridad, que no pocas veces se escudan detrás de los principios ideológicos de una ideología revolucionaria, que por ser tal niega de plano tales conductas. Alguien puede pensar que es posible ubicar el desarrollo económico de Cuba en la lógica del capitalismo y suponer que ello no traerá consecuencias negativas para la existencia física y mental de la nación, que las bondades del socialismo se mantendrán.
Por más que la vida demuestra con creces lo contrario, hay quien pone un signo de igualdad en las leyes de la economía cuando predomina la propiedad privada que cuando predomina la propiedad socialista de todo el pueblo, como si los trabajadores reaccionaran del mismo modo en unas y en otras condiciones y como si el andamiaje supraestructural del sistema pudiera ser esencialmente el mismo.
Lo anterior no contradice la importancia de los emprendimientos privados como parte consustancial de todo el metabolismo socioeconómico del país, tampoco la inversión extranjera, sino que recuerda la importancia estratégica de preservar el papel decisivo del predominio de la propiedad socialista de todo el pueblo base económica del poder político socialista.
No podrá avanzarse en la construcción social de orientación socialista sin relaciones mercantiles, pero estas siempre deben estar subordinadas a los intereses generales de la sociedad y no habrá socialismo posible sin educación socialista y leyes socialistas. En el pasado, en condiciones de un escaso papel de las relaciones mercantiles era menos complicado luchar contra el individualismo y el egoísmo. En el presente, cuando crece el papel de las relaciones mercantiles, junto con su papel ordenador de las relaciones sociales, crecen la desigualdad y el afán de lucro, factores ambos que van en dirección contraria al ideal socialista, por lo que requieren de políticas públicas que los contengan.
No obstante, hay quien supone que el logro de una mentalidad socialista de productores, de una conciencia de constructor del socialismo es un asunto puramente de educación, de información y demostración teórica, y no una convicción y sentimiento que se forman en una cotidianidad socioeconómica en la que el trabajador apropia la condición de propietario colectivo a través del reconocimiento del valor de su trabajo, imprescindible para que se desarrolle en su personalidad el trabajo como un valor y de su papel real en las deicisiones.
No se trata de una fórmula imposible en la que una superestructura política impoluta administra una sociedad contaminada con el mercado donde funcionan las leyes económicas que por ser tales aseguran en este mundo profundamente desigual el éxito de la gestión y el derrame de las riquezas mediante su justa distribución, como si fuera posible que la jerarquía del mercado -la que opera afuera y la que opera adentro- no termine afectando a la superestructura. Se trata de lograr un proceso ascendente de empoderamiento de la ciudadanía en el que cada vez más se identifiquen Estado y sociedad en general gracias a un modo de hacer en el que primen la transparencia, las decisiones colectivas, el papel de los colectivos laborales en las decisiones, la constante re-elaboración del consenso, el control social, la educación socialista, las normas socialistas de convivencia universalmente aceptadas.

El socialismo es necesario y posible

La orientación socialista de la construcción social en Cuba no es un capricho ni una utopía, sino una necesidad para lograr un derrotero del país en lo social, lo económico, lo ecológico, lo ambiental, lo cultural, capaz de preservar el lugar geográfico y la cultura de la nación cubana, esa realidad que permite a los cubanos que en él viven y a los que viven fuera, mantener, fortalecer y desarrollar el referente identitario que nos distingue en el conjunto de los terrícolas.
Es que no se trata de una identidad en el vacío, sino de una indisolublemente asociada al presente y al futuro vivo de los cubanos, a la garantía de un desarrollo propio, frente a un mundo lamentablemente transversalizado por infinidad de conflictos, de intereses corporativos, de crisis civilizatoria.
Pensar que en condiciones de un capitalismo dependiente (el que volvería a tocarnos) es dable sostener nuestra identidad con la plenitud imprescindible para autoreferenciarse inequívocamente y defender los intereses legítimos de la sociedad cubana, es la más perversa de las utopías.
Las nuevas iniciativas que en materia económica pueden y deben desarrollarse deberán hacerse desde las premisas de la ideología de la revolución socialista cubana. Plantear que esa ideología es por naturaleza contraria a las nuevas iniciativas significa descalificarla de oficio, cuando en realidad la preservación de la justicia social de la revolución depende de si se hacen estas reformas desde esas premisas.
La plenitud a la que hacemos referencia está asociada a la independencia nacional, a la soberanía, a la preservación del espacio físico de la nación, donde está la Patria, espacio que hay que preservar de las dentelladas de las transnacionales, de las amenazas del imperialismo construyendo desde la iniciativa de todos una autonomía económica en armonía con la naturaleza y el medio ambiente y una sólida defensa.
Ser patriota cubano hoy pasa por comprender que para la defensa de la soberanía y de la independencia nacional no basta -sin por ello descalificarlas- con la buenas intenciones y las más bellas declaraciones por conmovedoras que estas sean, sino que entrañan ante todo la comprensión del significado integral, económico, cívico, jurídico, organizativo, cultural, ideológico y político del respaldo real de ese patriotismo para que sea verdadero.
La revolución socialista ha creado las formas organizativas encargadas de articular, viabilizar y fortalecer la cohesión nacional, la unidad en la diversidad. La recientemente proclamada Constitución resume las características de país que apoya la mayoría del pueblo. Corresponde a estas formas organizativas la constante actualización de sus contenidos, estructuras y funciones, y en esa tarea hay que diferenciar su papel de como actores sociopolíticos y su carácter institucional.
La necesidad de estandarizar determinadas actividades en modo alguno pueden convertirse en sí mismas en un objetivo. La sociedad no necesita que esas organizaciones simplemente funcionen, por bien que lo hagan institucionalmente hablando, sino que viabilicen en sus espacios privilegiados de actuación y de conjunto, las energías e inteligencias de la sociedad, para lo cual es imprescindible que den cuenta del protagonismo de la ciudadanía, que no la sustituyan. La construcción social de orientación socialista es necesaria en Cuba por los mismos factores esenciales que explicó Einstein en su breve ensayo y tiene ante sí las mismas interrogantes que el sabio se planteó. El camino no puede ser otro que el del empoderamiento creciente de la ciudadanía, la transparencia y el control popular, proceso que requiere de la voluntad política del partido y del Estado y de educación cívica socialista.

Darío Machado Rodríguez

Nota:
[1] El modelo que más a menudo se emplea como prueba de la viabilidad de estos argumentos liberales es el de Noruega.