sábado, diciembre 31, 2016

Despidos y crisis industrial en EE.UU.



A escasas semanas de la asunción de Trump.

En vísperas de Navidad, cuando estamos a pocas semanas del ascenso de Trump, los trabajadores de General Motors recibieron la noticia de la decisión de la empresa de cerrar un turno y despedir a 1.192 operarios en la planta de Detroit de la compañía. Los despidos se inscriben en un plan más general de cesantías temporales y efectivas anunciadas por GM en las últimas semanas, que afectan a 10.000 trabajadores en Ohio, Michigan, Kansas y Kentucky. Además de Detroit, el plan incluye la planta de montaje de Lordstown, en Ohio, y Lansing, en Michigan, con la pérdida de 2.000 puestos de trabajo.
En las últimas semanas, tanto Fiat Chrysler como Ford también han anunciado recortes de empleo, incluyendo despidos de trabajadores temporarios en las plantas de construcción de la camioneta pickup Ford F-150 y en la planta de Fiat Chrysler de Sterling Heights. Fiat Chrysler acaba de anunciar que suspendería la producción para la semana de Año Nuevo en dos fábricas en Brampton y Windsor.
Los trabajadores del automóvil en la planta de Detroit expresaron su rechazo a los recortes de empleos y su disgusto con el sindicato United Auto Workers (UAW), que ni siquiera hizo un simulacro de oposición. El sindicato tiene una participación accionaria en la empresa -lo que acentúa, aún más, su rol patronal. El mismo salió a justificar los despidos planteando que la compañía tiene derecho a defender “la rentabilidad”.
En 2015, el contrato entre UAW-GM abrió el camino para los despidos actuales, al permitir que las compañías automotrices pudieran duplicar el número de trabajadores temporarios que están autorizados a contratar, creando así una franja nueva de trabajadores superexplotados que pueden ser despedidos sin tener que pagar una indemnización. Este contrato fue diseñado para permitir a las empresas de automóviles la reducción de los costos de los despidos, ante la menor señal de caída de las ventas.
Los despidos tendrán un impacto devastador sobre los trabajadores, los cuales no sólo están perdiendo ingresos, sino también beneficios cruciales tales como el cuidado de la salud. Al tener menos de un año de antigüedad, los afectados carecen de beneficios de desempleo suplementarios y sólo reciben 20 semanas de beneficios estatales.
Estas medidas se están llevando a cabo a pesar de las ganancias de los fabricantes de automóviles de Estados Unidos. Pero son un indicador, asimismo, del carácter absolutamente precario de la recuperación económica: los recortes de producción apuntan a una desaceleración en las ventas de automóviles, que están en declinación después de aumentar durante varios años. Presagian nuevos y feroces ataques por parte de los automotrices en el empleo y el nivel de vida.

Los planes de Trump

La reducción de los costos laborales no ha impedido evitar las tendencias a una nueva recaída en un sector estratégico como las automotrices. Importa destacarlo, pues esta estrategia es la que Trump apunta a llevar a escala de toda la economía norteamericana. El proteccionismo, la defensa de los puestos de trabajo “americanos” que agita el presidente electo, van de la mano con un recorte de salarios y una mayor flexibilidad y precariedad laboral en el mercado, con el cuento de mejorar la “competitividad” de Estados Unidos frente al resto del mundo.
No es ocioso señalar que la reducción de los costos laborales del personal ocupado en las plantas dentro de sus fronteras, no ha evitado que las grandes automotrices norteamericanas sigan dependiendo para su producción de los insumos importados, en especial de México, aprovechando la mano de obra más barata.
Los planes de Trump, de un modo general, chocaban con los intereses de las grandes corporaciones cuya actividad se apoya en un esquema global de producción y negocios.
Trump acaba de anunciar con bombos y platillos un acuerdo con la empresa de aire acondicionado Carrier para que desista de sus planes de trasladarse a México y decida quedarse en suelo estadounidense. Esta empresa ubicada en el estado de Indiana ocupó un lugar especial en la campaña presidencial del magnate, que la tomó como un caso emblemático de su proyecto de defensa del empleo. La empresa recibirá 16 millones de dólares de incentivos y recortes fiscales que permitiría, según las promesas del magnate, salvar 1.100 puestos de trabajo. Se trata de un costo inmenso para rescatar a una cifra irrisoria de trabajadores -si tenemos presente la envergadura de los afectados. Los anuncios realizados este año por las empresas con proyectos de relocalización totalizan 250.000 puestos de trabajo, a lo que hay que sumar los despidos en curso, como consecuencia de la crisis industrial que está asomando. Aunque Trump se ha mostrado decidido a aumentar el déficit fiscal, no hay cuentas públicas que resistan a una sangría de esta naturaleza. En este escenario se inflarán las situaciones de crisis para obtener la ayuda oficial.
Por otra parte, como si no fuera suficiente lo dicho, ya han aparecido denuncias, empezando por el propio sindicato, que señalan que el anuncio es engañoso, pues no serían 1.100, sino apenas 800 los beneficiarios y, lo que es más importante, Carrier no detendría el traslado de otra de sus plantas que reúne a 700 empleados.
Los anuncios del magnate están plagados de contradicciones e imposturas. Habrá que ver si reúne los medios y se dota de los recursos económicos y políticos para pilotear la crisis mundial. Lo que está claro es que Trump apunta hacia una reforma laboral (recorte de salarios y de conquistas),sin que eso asegure revertir la desindustrialización norteamericana y promover una recuperación económica duradera. Esto anuncia un escenario convulsivo que va a tener seguramente a la clase obrera como uno de los animadores de la resistencia contra los ataques que se preparan.

Pablo Heller

Charla: "La Revolución cubana y la Izquierda" // Jorge Altamira





Charla realizada en el local del Partido Obrero de Munro el 28/10/2016.

La revolución como un sueño eterno

Andrés Rivera fue un narrador que estuvo siempre alerta a las demandas del mundo y a las condiciones de la época no tanto para impugnar sino para combatir. Combatir –entre tantas luchas y desvelos y compromisos y derrotas y ajustes de cuenta– el estropicio de que es capaz la ignorancia: es contra ella que batalló incansablemente en su narrativa porque había aprendido de Bertold Brecht que, en última instancia, la relación de la literatura con lo político pasaba también por una cuestión didáctica: bastaría recordar algunas preguntas inquietantes y, por eso mismo, iluminadoras, que surgen de su ficción narrativa para darse cuenta con qué ahínco y paciencia intentaba forjar un pensamiento crítico más allá del realismo, de las motivaciones de los personajes, de las tramas de la representación, y del dominio del lenguaje que, con el tiempo, se le fue adelgazando tanto que parecía de pronto escurrírsele y quedarse tan sólo con un puñado de palabras. Estas, por la forma de arracimarse en el blanco de la página, se volvían fragmentos de poemas o pequeñas constelaciones organizadas a través del ritmo y las repeticiones. Una de esas preguntas incómodas pero reveladoras, recordemos, interpela a quemarropa: qué militar del siglo XX es capaz como Bartolomé Mitre de traducir La divina comedia de Dante Aleghieri entre batalla y batalla. Extensible a lo que va del siglo XXI, la interrogación parece demoler a la Historia misma al tiempo de permitir esa lucidez tan suya orientada a no aceptar ninguna actitud complaciente. Por eso Brecht: ambos estaban persuadidos de que después de una puesta en escena o de la lectura de una novela, el espectador o el lector de la necesidad de tomar consciencia del lugar que ocupan en la sociedad y del rol que se espera que sigan cumpliendo bajo las formas cada vez más alienantes de la vida moderna. Es cierto que hubo un salto en su forma de narrar: de un relato más apegado al realismo a uno que comienza a interiorizar la forma, inscripta en la estela de la literatura norteamericana y, por supuesto, de Borges, como si Rivera hubiera comprendido de pronto la necesidad de desanclarse del imperativo categórico de las intencionalidades quizás para recuperarlas en la dimensión de la lengua que tanto trabajó en las narraciones escritas después del desvío de su poética.
Quisiera detenerme en este punto donde la ficción se encuentra con lo político entendido éste como un efecto y no como la causa del relato. Rivera entendió la forma literaria, el protocolo estético de los procesos creativos de la narración, a partir de la reapropiación de su propia escritura atesorada, del modelo borgeano y, sobre todo, del uso singular de la poesía: entendió que ésta podía renovar su prosa si inculcaba el principio de laconismo y reticencia, si producía en el interior de la prosa una discontinuidad o un extrañamiento anteponiendo a los recursos específicamente narrativos la imagen, la sugerencia, el eco de las palabras o las anáforas, todos rasgos constitutivos de la poesía que Rivera presta y cede a la construcción de una prosa que pone al servicio del desvío de la poética de sus últimos libros. Mientras el relato en Onetti se basa en narrar los procesos mismos de construcción del relato, el de Rivera lo conjugó bajo la forma del poema en prosa, concentrado más en los recursos de la lengua de la poesía y menos en las certezas de los referentes y refractario a la prosa poética como una instancia esteticista. Cambió esa certidumbre por el tembladeral de las palabras y no pretendió hacerles decir lo que él mismo como narrador quería que dijeran sino que se abandonó a ciegas a la corriente del lenguaje como lo hacen los poetas que desconfían de él. Andrés Rivera, que practicó la desconfianza, enfrentó al narrador con el poeta y consumó ese viraje de su narrativa tan original después de todo por cuanto implicaba no desechar sino reaprovechar los materiales y los temas y las indagaciones sociales de su propia obra para ponerlos en otra órbita. Hizo de la desconfianza su propia filosofía del lenguaje que es siempre la paradoja de confiar en la lengua después de desconfiar de ella.
¿Pero qué sentido de poesía esgrimió para dar vuelta como un guante su propia escritura narrativa? Próximo al laconismo rulfiano, ese talante de decir menos para decir más, el suyo encontró algo que es crucial para todo poeta: el silencio, la suspensión de la palabra, una sustracción material cuya potencia reside en continuar por otro medio el modo de seguir diciendo a través de borraduras, elipsis, reticencias, escamoteos o mediante esos blancos entre los párrafos que, al mejor estilo Mallarmé, incorpora las disposiciones tipográficas propias de la poesía en su prosa narrativa. El laconismo de Rulfo tiene otra historia, en él gravitan no sólo los muertos que no se deciden a morir sino los que han sido arrasados por el trauma de la conquista, la gran hendidura, la herida histórica del extermino. El de Rivera acude al silencio de los oprimidos y explotados en las ciudades industrializadas del capitalismo moderno y su inflexión neoliberal. Para decirlo con el título de una de sus novelas: sus ficciones no olvidan jamás el precio que hay que pagar para sobrevivir en un mundo regido por la desigualdad social. ¿Acaso el escritor tiene derecho a olvidarse de este gravamen, de esta llaga abierta de la condición humana? ¿Puede un narrador mirar para otro lado y desentenderse de la injusticia del mundo? ¿Acaso, por debajo de sus estructuras laberínticas asediadas por las brújulas y los jardines que se bifurcan al mejor estilo de los leibnizianos mundos, no es posible leer en Borges el horror de la Historia? ¿Es lícito que el narrador haga caso omiso del compromiso con los que sufren desde Sartre a Fanon, pasando por Césaire y antes por el cholo Vallejo con el que Rivera se iba acercando cada vez más a partir de esa mirada ávida por captar el lugar del sufrimiento en el mundo, sin desentenderse al mismo tiempo de la exigencia de la forma?
Como un fructífero efecto de sentido, los títulos de sus obras tienen la capacidad de interpelar de un modo mordaz el presente, revelando el carácter visionario de su literatura, su pasmosa lucidez como narrador. Cómo leer hoy, si no, ese sintagma que condensa toda su obra narrativa: La revolución es un sueño eterno. Por esta razón su literatura, atravesada por el fuego escéptico de la lucidez, no deja de hablar y referirse a la derrota en todos sus sentidos (y no solamente en el de lo político) y sin embargo no deviene nunca una literatura derrotada. En la novela mencionada, leemos:
“¿Qué nos faltó para que la utopía venciera a la realidad? ¿Qué derrotó a la utopía? ¿Por qué, con la suficiencia pedante de los conversos, muchos de los que estuvieron de nuestro lado, en los días de mayo, traicionan la utopía? (…) Escribo la historia de una carencia, no la carencia de una historia”
La narrativa de Rivera se lanza a una reescritura de la Historia y muestra, bajo la alegoría de la revolución como un sueño eterno o como una pesadilla sin fin, la visión de los vencidos, su épica de la derrota, su miseria humana, su relato de la violencia, la constante traducción del pasado en el presente de la historia. A diferencia de la actitud del Iván de Los hermanos Karamazov de Dostoievski que quiere devolverle el boleto al universo, Rivera como narrador no querrá devolverlo nunca: sus ficciones se narran contra toda esperanza y la derrota es siempre el pretexto para comenzar la narración.

Enrique Foffani

jueves, diciembre 29, 2016

Paraguay: crónicas del exilio



Al igual que treinta mil coterráneos, Agilio abandonó su país debido a la persecución política. Un relato verídico de dictaduras, torturas, rebeldía y sueños en guaraní.

El mitaí indomable

Agilio estaba convencido de que su nombre era único en el mundo. Cuando nació, en 1923, sus padres quisieron homenajear a San Agileo. Pero ni ellos ni el cura del barrio –que llevaba el registro de los recién llegados- eran duchos en ortografía, y confundieron las vocales. Quedaba claro que el niño no sería un santo.
A los nueve años aprendió a cultivar y criar animales. Había heredado el oficio de su abuelo, un inmigrante dálmata que en 1889 fundó la primera asociación de socorros mutuos de Paraguay: la “Union Slava”. Aunque su apellido no lo sugiriera, la familia de Agilio utilizaba principalmente el guaraní. La maestra le pegaba en las manos con la regla, si osaba a hablarlo en clase: para la escuela, ésa era una lengua de segunda.
En 1935, el joven trabajó en una talabartería que fabricaba perneras para los combatientes de la Guerra del Chaco. Con diecisiete años, en 1940, realizó el servicio militar obligatorio. Allí se iniciaría, casi por accidente, en la vida política. Luego de pelear con un oficial perteneciente al ANR-Partido Colorado, a Agilio no se le ocurrió mejor idea que aparecer con un burro pintado de ese color. Logró su cometido mezclando agua caliente y tierra colorada característica del lugar. La represalia fue inmediata.
Sólo una inesperada revuelta en el regimiento -producto de los tiempos convulsionados que vivía el país- lo salvaría. El militar en cuestión fue desplazado y el conscripto volvió a sus tareas. “Al principio no fue por valiente, fue por pícaro”, confesaría. Lo cierto es que pronto abrazaba la militancia.

El retorno de los colorados

Ese mismo año, el general Higinio Morínigo asumía el gobierno de forma ilegítima, en el marco de una importante debacle económica. La herida de la guerra continuaba abierta y reinaba la inestabilidad. No casualmente, se prohibió la libertad de prensa así como las reuniones públicas o privadas, y apareció la pena de muerte por motivos políticos. A la par, avanzaba el remate de las tierras campesinas e indígenas en favor de los latifundistas.
Frente a la resistencia inicial que libraron algunos sectores, Morínigo dictaminó la apodada “Ley de Tregua Sindical”. Ésta establecía que los trabajadores que no cumplieran sus funciones podrían ser criminalizados como “traidores a la patria” y habilitaba la disolución de sindicatos no alineados con el gobierno.
En 1946, minada por las propias contradicciones internas y los cuestionamientos a nivel internacional, la dictadura enfrentaba una fuerte crisis. Sofocado un golpe en el interior de la Caballería, se conformó un Gobierno de Coalición. Como consecuencia de multitudinarias manifestaciones, en agosto y septiembre de ese año tomó lugar la mal llamada “Primavera Democrática”, que implicó el retorno al país de importantes líderes de la oposición. En aquellos meses, el Partido Comunista Paraguayo conoció diez mil nuevos afiliados.
En enero de 1947, de la mano de una nueva escalada represiva, se desarmó la coalición. Fue entonces cuando Morínigo colaboró con el ala más derechista del Partido Colorado –denominada “Guión Rojo”- desatando un proceso de enfrentamientos al interior del país. La alianza del Partido Comunista con los militares “institucionalistas”, los liberales y los “febreristas”, encorsetó la lucha de los trabajadores y campesinos, y el bando oficialista se impuso. Se instauraba así la hegemonía colorada.

Primer exilio

El agitado 1947, encontraba a Agilio como empleado público. Mientras las calles se teñían de sangre, los ministerios se vestían de colorado. Por su negativa a afiliarse al ANR-PC, debió abandonar su puesto, no sin antes esconder su credencial de trabajo en el bolsillo. Valiéndose de ese papel para esquivar los controles, se exilió por primera vez hacia Argentina.
En el país vecino le deparaba una vida dura. Lejos de su esposa y sus hijos, sin un centavo, se las rebuscó como obrero en una fábrica de zapatos, electricista y obrero de la construcción. Los encuentros con otros expatriados lo mantenían vivo. En sus reuniones había discusiones, lamentos, y se sentía olor a sopa, mbeju o vorí vorí. Todos los domingos a las 16 horas aguardaba la llegada del ferrocarril que venía desde Asunción para conocer noticias de sus pagos. Así se enteró que su padre había sido apresado y golpeado en la comisaría por no apañar el adherir al régimen colorado.

Premoniciones terrenales

En 1948 retornó a Asunción por dos años. Repartía el tiempo entre la construcción de su casita (la cual demoraría más de veinte años) y el trabajo como albañil. Una mañana le advirtió a su compañera de vida: “soñé con una jaula”. “Eso significa cárcel”, respondió ella rápidamente. Su presagio no era divino, estaba dictado por una vida de opresión y desobediencia.
Ese día, por la tarde, un hombre desconocido fue a la casa de Agilio y consultó por su paradero. Él mismo lo recibió. Osado, como siempre fue, se presentó como un amigo de la familia ante el hombre que, por suerte, no conocía su cara. Luego de que el intruso se fuera, consiguió un arma y se instaló en la casa de su hermana Ana. Ésta, a la vez, fue a la embajada de Argentina buscando asilo. Le respondieron que no existía tal prerrogativa “en tiempos de paz”.
Disfrazado de guarda, sobre un colectivo que manejaba su cuñado, Agilio decidió trasladarse nuevamente. Junto a él se encontraba también su otra hermana, quien se hacía pasar por enferma para que los policías no requisaran el vehículo.
A pesar de que llegó a destino, por pecar de inocente, fue capturado. Entre trompadas y patadas, transcurrió un tiempo indeterminado en el calabozo. En una ocasión, cuando se resignaba a sufrir una nueva ronda de torturas, un oficial se acercó a él y le habló. “¿Me conocés?, preguntó el mercenario. Algo había su tono de voz. “¡Aníbal Rojas! Sos de Luque, compartimos estudios”, exclamó Agilio. Al tiempo, fue liberado y regresó a la Argentina.

La tragedia, la farsa

Sus precedentes, oposición a los colorados y diversas acciones consideradas como subversivas (que van desde la construcción clandestina de pozos de agua para los vecinos de su barrio hasta la puesta en pie de un centro cultural), convirtieron a Agilio en un pasajero asiduo del ya extinto Ferrocarril Central del Paraguay. Su vida, al igual que la de tantos hombres y mujeres anónimos, estuvo envuelta por el remolino de la lucha de clases. Y nos recuerda la historia que se pretendió enterrar en el olvido.
En 1954, mediante otro golpe de Estado, Alfredo Stroessner se hizo con el poder. Permaneció en su cargo por 35 años, convirtiendo a la suya en la dictadura más larga de la región. En ese período, más de 30 mil paraguayos debieron abandonar su país, otros miles fueron secuestrados y cientos perecieron en los centros clandestinos de detención. Nunca se había visto mayor concentración de tierras.
Cuando cayó el stronato en 1989, Agilio lloró. El ANR-PC, de todas formas, gobernaría ininterrumpidamente hasta el 2008. Actualmente el coloradismo conduce bajo la presidencia con Horacio Cartes. Se trata de un empresario y narcotraficante multimillonario, famoso por su machismo y homofobia, que reivindica la tradición de su partido.
Queda pendiente que nuevas generaciones retomen la fuerza desplegada por los rebeldes en el pasado, y pongan fin a este régimen de explotación y oprobios.

Jazmín Bazán

Postales de Trotsky en España



Se cumplieron cien años de la visita de León Trotsky a España. Si bien fue fugaz, desde septiembre a diciembre de 1916, dejó una marca en el pensamiento y en la obra del dirigente revolucionario.

En tres meses Trotsky pasó por cinco ciudades españolas. Años más tarde compilaría todas sus experiencias e impresiones de su viaje en una serie de escritos publicados 10 años más tarde bajo el título Mis peripecias en España, traducido al español por su entonces amigo Andrés Nin. También dedicaría un capítulo de su autobiografía Mi Vida: “De paso por España”. Esta particular atención sobre el país peninsular nos lleva a preguntarnos ¿cómo fue la estadía de Trotsky en España? Para responder este interrogante primero tenemos que adentrarnos en el momento político y social que atravesaba el continente por aquellos años.
Europa se encontraba atravesada por una guerra imperialista conocida como “guerra total” o la Gran Guerra (la primera de semejante magnitud) y protagonizada por 32 países divididos en dos bandos imperialistas que se disputaban el dominio del territorio mundial con el fin de repartirse las colonias y sus mercados. El continente entero era un hervidero social y político. La carne de cañón la proveían los trabajadores quienes eran reclutados masivamente por sus respectivos gobiernos. El viejo marxismo (II Internacional)se encontraba dividido frente a la contienda bélica entre quienes votaron los créditos de guerra y apoyaron a sus respectivos gobiernos burgueses (sobre todo el Partido Socialdemócrata Alemán, que influenciaba millones de trabajadores) y quienes remaron contra la corriente denunciando el carácter imperialista de la guerra, la terrible carnicería humana en la que se habían convertido los campos de batalla y el rol traidor de los marxistas devenidos en patriotas. Entre estos últimos se encontraban Rosa Luxemburgo, Lenin, Karl Liebknecht, Max Mehring y León Trotsky. Todos ellos perseguidos, encarcelados o exiliados según sea el caso. Para ningún gobierno era negocio tener en sus tierras a marxistas internacionalistas convencidos que agitaban la consigna de Liebknecht “El enemigo principal está en el propio país”, sobre todo desde 1916 cuando el descontento en las trincheras y en las grandes ciudades comenzó a crecer cada vez más. Allí, las ideas revolucionarias calaban más profundamente en el imaginario colectivo. Por eso Trotsky, uno de los grandes agitadores de estas ideas, era una amenaza para las burguesías europeas desde hacía por lo menos una década. El hecho de tener como antecedente haber sido uno de los dirigentes más destacados de la revolución rusa de 1905, con apenas 26 años, le daba renombre internacional y prestigio entre las masas.

Postales previas a 1916

Desde su huida al occidente europeo en 1906, luego de haber sido condenado por el régimen zarista al destierro siberiano, Trotsky acumuló una serie de experiencias que formarán su temple y reafirmarán sus convicciones revolucionarias, claves en su desempeño como dirigente de la revolución rusa de 1917. Pasó por Londres (donde fortaleció la relación política con Rosa Luxemburgo), Berlín y en Viena donde estuvo siete años en los que publicó durante tres un periódico ruso llamado Pravda (una versión anterior a la de Lenin), mantuvo contacto con una organización clandestina de marineros en el Mar Negro, estudió sobre la industria y el comercio para comprender las relaciones de dependencia y mantuvo polémicas con Lenin y los bolcheviques; además de arreglárselas para dar charlas y conferencias a estudiantes y emigrantes rusos.
En 1912 se convirtió en corresponsal de El pensamiento de Kiev en la guerra de los Balcanes poniéndose en contacto directo con la guerra y con las “cuestiones militares”, conocimientos puestos en práctica, años después, al frente del Ejército Rojo que derrotó a once ejércitos imperialistas y al nefasto régimen del zar. En noviembre de 1914 se trasladó a Francia y desde su nueva prensa Nuestra palabra, contra todas las profecías de aquel entonces, anunciaba que la guerra tendría “una duración desesperante y que de ella saldrían agotados todos los pueblos de Europa” (Mi Vida, pág. 272 ed. CEIP). Su presencia en la Conferencia de Zimmerwald en 1915 donde se impulsó una tribuna contra la guerra, sumado a la presión de la embajada rusa–ahora aliada de la República– agudizó la disconformidad del gobierno francés con la estadía de Trotsky en París. Los espías y movimientos de la policía a su alrededor se multiplicaron en pocos días. Primero cancelaron la publicación de Nuestra Palabra y luego fue deportado con destino a España, un país que se mantenía neutral a la guerra y, hasta ese momento, fue el único que frente a la urgencia de su exilio aceptaba recibirlo.

“Sus ideas son muy avanzadas para España”

Dos policías se encargaron de trasladarlo en tren desde París a Irún, zona de frontera entre España y Francia. Desde allí partió en tranvía a San Sebastián, ciudad del norte que costea el Golfo de Vizcaya sobre el Océano Atlántico, desde donde pudo apreciar la belleza del mar. Tomó nuevamente un tren con destino a Madrid. Trotsky que no sabía hablar español se sentía un extraño más entre la multitud. Nadie daba señales de conocerlo y aprovechó para sumergirse en el lenguaje del arte: “Los dos años de guerra me habían hecho casi olvidar que existía arte en el mundo. Me lancé como un hambriento sobre los inapreciables tesoros del Museo del Prado, y volví a sentir como en otros tiempos lo ‘eterno’ que había en este arte. Velázquez, Ribera…Los cuadros (Jeroen van Aeken) de Bosch [El Bosco], genial en su simple goce de vivir” (Mi Vida, pág. 281). Pero España era un lugar de paso, su objetivo era asentarse en Suiza o Italia donde podría entrar en contacto más fácilmente con el movimiento revolucionario europeo. Los primeros días los pasó leyendo los periódicos nacionales con diccionario en mano. Gracias a un contacto francés y socialista instalado en Madrid se enteró que el socialismo español estaba muy influenciado por el socialpatriotismo francés y que sólo en Barcelona había comenzado a organizarse una oposición seria a la guerra dirigida por los sindicalistas.
El 9 de noviembre dos hombres fueron a buscarlo a la pequeña pensión donde residía y se lo llevaron detenido a la Jefatura de Policía. El comisario, por medio de un intérprete, lo invitó a irse de país lo antes posible, “sus ideas son trop avancées (muy avanzadas) para España”. Trotsky fue “hospedado amablemente” en la cárcel modelo de Madrid donde pasó cuatro días. Allí escribió sobre la situación carcelaria y las desiguales condiciones en las que vivían los prisioneros.
El 13 fue trasladado por la fuerza a Cádiz. La Prefectura de París se había encargado de avisar a la Policía española de la llegada del “peligroso anarquista ruso”. En Cádiz le informaron que se embarcaría con destino a La Habana pero la insistente negación de Trotsky convenció a las autoridades para que espere en la cárcel hasta que el próximo barco con destino a Nueva York zarpe. Mientras tanto envió telegramas a amigos, al secretario del Partido Socialista español, al primer ministro y a la prensa liberal, entre otros; con la intención de ponerlos al tanto de su paradero. Durante las semanas que pasó en la ciudad portuaria se dedicó a estudiar la historia de España y prepararse para su llegada a EE.UU. El barco que lo trasladó junto a su familia a territorio americano zarpó finalmente de Barcelona el 25 de diciembre de 1916.
“1° de enero de 1917 –dice en su autobiografía- En el barco todo el mundo se saludaba por el Año Nuevo. Dos años nuevos en Francia, el tercero en el océano. ¿Qué nos deparara el año 1917?” Trotsky aún no lo sabía. Varios meses más deberá esperar antes de retornar a Rusia, en mayo de 1917, para organizar y dirigir junto a Lenin la revolución más importante de la historia.
Durante la década del 30 retomó sus estudios sobre España, recordando su fugaz visita, y realizó una serie de escritos sobre la Revolución Española que el CEIP compiló en La Victoria era posible. En estas notas no sólo hizo un balance del proceso revolucionario, reconociéndolo como una escuela superior de estrategia revolucionaria, sino que también esa experiencia había fortalecido su convicción acerca de la necesidad de construir un partido revolucionario.

A continuación invitamos a leer el “Prólogo a mis peripecias en España”*

Junio de 1929

Este libro es fruto de la casualidad. A fines de 1916 yo no había planeado viajar a España, y menos aun hacer un estudio del interior de la cárcel “modelo” de Madrid. El nombre Cádiz sonaba en mis oídos casi como algo exótico. Mi imaginación lo asociaba a los árabes, al mar y a las palmeras. Hasta el otoño de 1916 jamás me había preguntado si la bella ciudad sureña de Cádiz contaría con una fuerza policial. No obstante, debí pasar algunas semanas bajo su custodia. Toda esta experiencia fue para mi fortuita, a veces me parecía estar viviendo un agradable sueño. Pero no fue una fantasía ni un sueño. Los sueños no suelen dejar huellas digitales. A pesar de eso las huellas de todos mis dedos están en la oficina de la cárcel modelo de Madrid. Ningún filósofo podría dar mejor prueba de la veracidad de lo ocurrido.
En la cárcel de Madrid, en el tren, en el hotel de Cádiz, anoté mis impresiones sin ningún propósito ulterior en mente. Mis cuadernos de apuntes hicieron conmigo la travesía del Atlántico; permanecieron en mi equipaje las semanas que gocé de la hospitalidad del rey de Inglaterra, en el campo de concentración en Canadá, y volvieron a atravesar conmigo el océano y la Península Escandinava hasta llegar a Petrogrado. En medio del torbellino de los acontecimientos de la revolución y la Guerra Civil, olvidé su existencia. En 1925, en una conversación con mi amigo Voronski, mencioné al pasar mis impresiones y mis notas de España. En aquella época Voronski editaba la mejor revista literaria mensual de la república soviética, y con su talento de periodista nato aprovechó inmediatamente de mi indiscreción para arrancarme la promesa solemne de buscar mis cuadernos para que él los copiara y ordenara de alguna manera. Así nació este libro. Otro amigo, Andrés Nin (1) resolvió traducirlo al español. Yo tenía grandes dudas de que valiera la pena hacerlo, pero Nin insistió mucho. Él es el principal responsable de la aparición de este libro en español.
Mi conocimiento del idioma español era muy elemental: el gobierno español no me dejó aprender mejor la lengua de Cervantes. Basta esta circunstancia para explicar el carácter superficial y simplista de mis observaciones. Sería inútil buscar en este libro un cuadro más o menos completo de las costumbres o de la vida política y cultural de España, lo que demuestra que su autor no abriga ninguna pretensión. No viví en España como investigador, ni como observador, ni siquiera como turista en libertad. Ingresé en el país expulsado de Francia y viví en él alojado en la cárcel de Madrid y sometido a vigilancia en Cádiz, mientras esperaba una nueva expulsión. Estas circunstancias restringieron el radio de mis observaciones y al mismo tiempo condicionaron de antemano mi reacción ante los aspectos de la vida española con los que entré en contacto. Sin una buena pizca de sal irónica, el libro de mis peripecias en España constituiría, inclusive para mí, un plato imposible de digerir. Su tono general expresa, con toda espontaneidad, mis sentimientos en el viaje desde Irún hasta Cádiz, pasando por San Sebastián y Madrid, y luego desde Cádiz nuevamente a Madrid y Barcelona, hasta abandonar la costa de Europa y desembarcar del otro lado del Atlántico.
Pero si este libro suscita el interés del lector español y lo induce a penetrar en la psicología de la Revolución Rusa, no tendré ocasión de lamentar que mi amigo Nin se haya tomado el trabajo de traducir estas páginas sencillas y carentes de toda pretensión.

* Prólogo a Mis peripecias en España. Traducido [al inglés] para este volumen [de la edición norteamericana] por Fred Buchman. Este librito sobre las experiencias de Trotsky en España en 1916, publicado en Rusia con el titulo Qué sucedió en España, se tradujo al castellano y se publicó en Madrid en 1929.

Claudia Ferri

1. Andrés Nin (1892-1937): ex secretario de la Internacional Sindical Roja, había sido deportado de la URSS por oposicionista de izquierda. Pronto iba a volver a España y convertirse allí en el dirigente más destacado de la oposición. Al profundizarse sus diferencias con Trotsky, descriptas en La Revolución española (1935-1939), rompió con la Oposición y en 1935 estuvo entre los fundadores del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Fue secuestrado y asesinado por los stalinistas en la Guerra Civil española.

miércoles, diciembre 28, 2016

Rosa Luxemburgo, los años de juventud



La biografía de Rosa Luxemburgo está atravesada por tantos acontecimientos históricos que podría ocupar el guion de varias películas. A los 15 años comienza su militancia socialista.

Su vida esta cruzada por grandes luchas de la clase obrera en Europa, la revolución rusa de 1905, huelgas de masas en varios países, la emergencia de las tendencias reformistas en la socialdemocracia, la primera guerra imperialista, la revolución rusa de 1917 y la insurrección de los consejos obreros en Alemania. Todos estos sucesos forman parte de su historia personal y política.
Rosa Luxemburgo vivió tiempos intensos, nació en Polonia el 5 de marzo de 1871, el mismo año de la Comuna de París, y murió asesinada en Alemania a los 47 años, en enero de 1919.
Fue, sin dudas, una personalidad impresionante. Brillante teórica marxista, era también una agitadora de masas que lograba conmover a grandes auditorios obreros y una polemista aguda. Uno de sus lemas favoritos era “primero, la acción”, estaba dotada de una fuerza de voluntad inquebrantable para transformar la realidad.
León Trotsky escribió en 1932 que era imprescindible rescatar la memoria de Rosa Luxemburgo para “transmitirles a las jóvenes generaciones proletarias, en toda su grandeza y fuerza inspiradora, esta imagen realmente hermosa, heroica y trágica.”
Su vida es una fuente de inspiración revolucionaria, como parte de una lucha contra todos los estereotipos establecidos para una mujer en su época. Luxemburgo enfrentó largos períodos en la cárcel y la persecución de la burguesía imperialista, pero también los ataques a traición y las calumnias dentro del movimiento socialista reformista. “Rosa, la sanguinaria”, la llamaban en los periódicos burgueses. “Violenta”, “pedante”, la acusaban los reformistas dentro de su propio partido. Al igual que en el caso de León Trotsky, asesinado por el estalinismo, múltiples enemigos concentraron sus ataques sobre su persona, porque su nombre era sinónimo de Revolución.
Cuando tenía dos años y medio de edad, su familia se mudó desde la localidad agraria de Zamosc hacia Varsovia, donde transcurre su niñez. Al poco tiempo, la pequeña Rozalia se vio afectada por una enfermedad de la cadera, mal diagnosticada, que la deja en cama durante un año y le produce una leve renguera permanente. Perteneciente a una familia judía de comerciantes, sus primeros años de juventud están marcados por su apasionado interés por la lectura y por una marcada rebeldía.
La actividad revolucionaria de Rosa Luxemburgo comienza a los 15 años, cuando se integra al movimiento socialista en Polonia. Rosa devora los libros de marxismo que llegan a sus manos, así como otras obras de filosofía y literatura.
En ese entonces el movimiento socialista polaco era fuertemente perseguido. Los dirigentes del primer núcleo del partido Proletariado habían sido arrestados y cuatro de ellos (Bardowski, Kunicki, Ossowski y Pietrusinski) fueron colgados en la horca en enero de 1886, en un famoso caso que impactó fuertemente. Warynski, fundador del primer grupo socialista polaco, fue condenado a 16 años de trabajos forzados en una prisión rusa, donde murió pocos años después. En una Polonia oprimida bajo la bota del zarismo ruso, golpeada por una constante represión policial, una nueva generación nacía a la vida política.
“Durante sus últimos años en la escuela, Rosa Luxemburgo estuvo indudablemente en contacto con un grupo de revolucionarios ilegales. Tenía quince años cuando se cumplieron las cuatro sentencias en la horca, las primeras desde 1864. En su último año de escuela era conocida como políticamente activa y se la juzgaba indisciplinada. En consecuencia, no le concedieron la medalla de oro por aprovechamiento académico, a la que era acreedora por sus méritos escolares. Pero la alumna más sobresaliente en los exámenes finales no solo era un problema en las aulas; para entonces era, de seguro, un miembro regular de las células subsistentes del Partido Revolucionario Proletariado, que habían escapado a las pesquisas policíacas y que formaron el número del segundo Proletariado.” (J.P. Nettl, Rosa Luxemburgo)
Según cuenta su biógrafo Nettl, después de dos años de agitación entre los estudiantes en Varsovia, Rosa sintió más cerca el peligro de ser arrestada. Aconsejada por miembros más experimentados del movimiento, Rosa pide ayuda a su familia para partir al exilio en Suiza, donde podrá proseguir sus estudios. La joven socialista atraviesa la frontera de forma ilegal, escondida bajo la paja de una carreta.
“Rosa estaba, seguramente, deseosa de partir. (…) Debe de haber sabido que en Suiza no solo encontraría instituciones de aprendizaje de una sociedad más libre y más crítica, sino también la presencia de los marxistas más distinguidos.” (J.P.Nettl)
En su nueva vida en el exilio en Zurich, se dedica a los estudios y a la política. Entre el grupo de emigrados rusos destacaba la figura de Plejánov, con su grupo Pro Liberación del Trabajo. Pero la relación de Luxemburgo con el pope del marxismo ruso no será muy buena, mediatizada por las diferencias que mantenía éste con Leo Jochiges, una de las figuras más influyentes en la vida de Rosa desde entonces. Jochiges es también un exiliado con experiencia, que a los 18 años ya había fundado un grupo socialista en Vilna, Lituania. Luxemburgo y Jochiges establecen una intensa relación personal y política.
Desde 1888 el movimiento obrero polaco atraviesa un nuevo período de luchas: se forman cajas de resistencia y nuevos sindicatos. El 1 de mayo de 1892 se realizan acciones masivas, cuando miles de trabajadores van a la huelga en Varsovia y Łódź. En esta localidad la represión se cobra 46 muertos y cientos de heridos. Ese mismo año se unifica el Partido Socialista Polaco, al que adhieren los diferentes grupos en la emigración.
“El órgano de ese partido se llamaba Sprawa Robotnicza [La Causa Obrera], había sido fundado en 1893 y se publicaba en París. Su fundador era Leo Jogiches; su redactor Adolf Warsky, y su cabeza intelectual, la joven Rosa Luxemburg.” (Paul Frölich, Rosa Luxemburg, Obra y vida)
Desde entonces Luxemburgo mantiene una disputa teórica y política con diferentes tendencias socialistas sobre la cuestión de la independencia de Polonia y sobre la relación política de los socialdemócratas con la burguesía polaca.

La guerra imperialista y el internacionalismo de Rosa Luxemburgo

En esta cuestión Luxemburgo tenía una posición que destacaba la necesidad de una estrategia política independiente del proletariado respecto a la burguesía polaca – lo que era fundamental frente a los socialistas que cedían cada vez más a una política de conciliación de clases-, pero erróneamente negaba la importancia de la cuestión nacional en Polonia como un motor de la lucha revolucionaria, sin ver la importancia de que el partido socialdemócrata levantara audazmente el derecho a la autodeterminación. Una polémica que más tarde volverá a retomar con Lenin, en el marco de la revolución de 1917.
En este contexto, las diferencias se trasladaron al terreno internacional, en una disputa sobre qué delegados podían obtener el reconocimiento en los Congresos internacionales. Con 23 años, Rosa Luxemburgo tuvo su primera batalla en el congreso de 1893, en el que no le reconocieron su mandato como delegada. Este primer traspié sin embargo no la intimidó y poco tiempo después pasaría a dirigir un nuevo partido la Socialdemocracia del reino de Polonia (SDKP).
Hacia 1896 el movimiento socialista polaco es golpeado por una nueva ola represiva, con detenciones de sus principales dirigentes, llevando a un importante retroceso. Estos años Rosa los invierte en Zurich en completar sus estudios, terminando su tesis doctoral sobre “El desarrollo industrial en Polonia”, al mismo tiempo que comienza una colaboración permanente con la prensa socialista alemana, como analista de cuestiones polacas.

Red Rosa: la novela gráfica de Rosa Luxemburgo

Poco después, deseosa de ubicarse en el centro de la organización Internacional, decide trasladarse a Alemania para integrarse al partido más importante de la Internacional.
Luxemburgo llega a Berlín en 1898 y comienza su actividad política haciendo agitación electoral revolucionaria entre los obreros mineros y metalúrgicos. Al poco tiempo de su llegada conoce a Clara Zetkin, con quien sella una amistad que dura toda su vida.
En las filas de la socialdemocracia alemana comenzará un nuevo período de su vida, en defensa del legado de Marx contra el revisionismo, que la colocará en el centro de las disputas teóricas de la internacional. Pero eso ya pertenece a otro capítulo de esta historia.

Josefina L. Martínez
Historiadora | Madrid

La Internacional Comunista y los debates sobre el frente único



La publicación de Los primeros 5 años de la Internacional Comunista de Trotsky, por primera vez de manera completa, permite reflexionar sobre la importancia del frente único para esa organización.

Dentro de la izquierda se dan debates que se deben profundizar para desarrollar una poderosa fuerza política en los lugares de trabajo y estudio. ¿Qué tiene para decir la experiencia de la Internacional Comunista acerca de la táctica del frente único? En esta nota comenzamos una serie destinada a explicar la actualidad del último volumen de las Obras Escogidas de León Trotsky publicada por Ediciones IPS y acercar sus principales textos a los lectores interesados.

En los orígenes de la táctica del frente único

Tras la derrota de la Revolución en Italia y Alemania en 1921, como parte de la onda expansiva de la Revolución rusa, uno de los problemas centrales que aborda la III Internacional es cómo los comunistas pueden conquistar influencia e ir preparando los requisitos subjetivos (un partido comunista con influencia de masas y organismos obreros que tiendan a disputarle el poder al Estado burgués) para llegar lo mejor preparados posible a una situación revolucionaria. En este contexto, de una estabilización relativa del capitalismo tras la derrota de la ola revolucionaria que surgió tras la Primera Guerra Mundial, surge en principio la táctica llamada de “frente único”, en su modalidad defensiva. Pero, por otro lado, esta última también juega un rol fundamental en el pasaje hacia el contraataque por parte de los trabajadores hacia la conquista del poder, es decir, tiene además una modalidad propiamente ofensiva.
Esta política consistía, en un principio, en la propuesta de los comunistas hacia todas las organizaciones obreras (tanto las políticas como las sindicales) de impulsar una lucha por demandas elementales y peleas defensivas. Como explicamos en el prólogo del libro, sus antecedentes están en Alemania entre fines de 1920 y comienzos de 1921, pero también antes, en la política bolchevique durante la Revolución rusa de 1917 en el enfrentamiento contra el gral. Kornilov y luego para la preparación directa de la insurrección que le siguió.
En las filas comunistas hubo un gran debate sobre el frente único que incluyó una importante oposición. Algunos dirigentes se preguntaban ¿Qué sentido tenía que los comunistas se hubieran separado de la socialdemocracia formando un partido aparte y combatiéndolos si ahora había que volver a dirigirse hacia ellos para entablar acuerdos?
En esos términos, la pregunta estaba mal formulada. Eran necesarias tanto la independencia de los partidos comunistas como la unidad de acción con las otras corrientes del movimiento obrero. La tarea estratégica seguía siendo la superación de las organizaciones tradicionales de masas que dirigían a los trabajadores, para lo cual era necesaria la independencia organizativa. Al mismo tiempo, esto no se podía lograr solamente mediante la propaganda y la denuncia. La conciencia de los trabajadores no avanzaba principalmente por este camino y difícilmente aceptaran a los nuevos partidos comunistas o se unieran a ellos solo por ese medio. Hacía falta que el movimiento obrero hiciera una experiencia profunda con sus dirigentes tradicionales, y el medio privilegiado para ello era testear “de qué madera estaban hechos” por un lado los comunistas y por el otro las organizaciones obreras no revolucionarias. Para que los trabajadores avancen en su conciencia y organización hacía falta luchar por unificar sus filas, aumentar la confianza en sus propias fuerzas, ponerse en pie y verse como una clase poderosa y potencialmente dirigente y gobernante. Para esto debía emprender sus luchas en las mejores condiciones posibles, y la unificación de su frente de clase era un requisito.
Las formas que podía tomar el frente único eran múltiples. Iban desde la construcción y la participación en sindicatos, pasando por la puesta en pie de organismos para coordinar y organizar huelgas, combatir a los carneros, enfrentarse a las organizaciones represivas estatales y para-estatales con milicias, la organización de comisiones de controles de precios y de lucha contra el desabastecimiento, la construcción de comités de fábrica, ejercer el control obrero de la industria. Todas estas son las formas que puede tomar el frente único en su modalidad defensiva. En cambio, en una situación revolucionaria, al conducir una serie de batallas defensivas parciales victoriosas que templan al movimiento obrero y le dan confianza en sí mismos, pueden surgir formas ofensivas de frente único, como los consejos obreros o soviets. Ya la sola aparición de estos organismos evidencia una crisis profunda en la autoridad y el poder coercitivo del Estado burgués, en la medida en que tiendan a constituirse como una alternativa de poder de los trabajadores y enfrentarse al dominio de los capitalistas. Los comunistas debían luchar por ganar la mayoría de esas organizaciones para poder dotarle claramente ese carácter ofensivo a la forma más desarrollada de frente único que constituían los consejos obreros.
Estas grandes discusiones pueden rastrearse en el libro a lo largo de los documentos relacionados con el Tercer y Cuarto congresos de la Internacional Comunista, entre los que se destacan, por ejemplo, “Una escuela de estrategia revolucionaria”, un discurso de Trotsky frente a la regional moscovita del PC ruso en julio de 1921 o las “Tesis sobre el frente único”.

Deformaciones de la táctica del frente único

La táctica del frente único ha pasado a la historia y es parte del acervo estratégico de la izquierda marxista revolucionaria pero, aún así, normalmente se la presenta de dos formas distorsionadas.
Por un lado, se suele entender el frente único en términos de “unidad” en general, ya sea como “unidad de las fuerzas progresistas”, por fuera de las clases sociales o, mejor dicho, como unidad entre fuerzas de clases sociales opuestas, al estilo de la tradicional propuesta de los PC estalinistas, que ponen un signo igual entre “frente único” y “frente popular”, o de “unidad de la izquierda en general”, proponiendo frentes políticos o incluso partidos comunes entre reformistas y revolucionarios. Muchas veces este tipo de propuestas incluso tienen formulaciones parecidas en corrientes que se reclaman de la tradición trotskista. Ya sea con representantes directos de la burguesía “progresista” (como proponen los PC) o con corrientes reformistas que actúan como abogados de esos sectores patronales supuestamente amigos de los trabajadores, se trata de frentes políticos que llevan a paralizar las fuerzas de la clase obrera en vez de su contrario, transformarlas en un activo en la balanza de sus enemigos de clase.
Por otro lado están quienes consideran al frente único obrero como una suerte de “unidad de los revolucionarios” o de las fuerzas clasistas, algo parecido al “frente único desde abajo”, criterio con el que se guiaban los comunistas italianos, que en los hechos era la negación del frente único, negándose en forma sectaria se negaban a toda acción en común con organizaciones obreras reformistas o centristas frente al ascenso del fascismo.
En ambos casos se trata de visiones opuestas a la táctica tal y como fue diseñada por la Internacional Comunista.
Es la primera vez que Los primeros 5 años de la Internacional Comunista se publica completo en castellano y es una oportunidad para conocer a fondo sus fuentes. Precisamente muchos de los textos más filosos y polémicos de este libro previamente no estaban disponibles en nuestra lengua.
En próximos artículos seguiremos desarrollando la actualidad de las lecciones de la época “leninista” de la III Internacional y recomendando distintos aspectos de la obra y de sus mejores textos.
El libro se puede adquirir en nuestra sede (Riobamba 144, Buenos Aires), a través de nuestra página web y en librerías de todo el país.

Guillermo Iturbide
Ediciones IPS-CEIP

Navidad: un cuento nada inocente



En la mayoría del mundo occidental se festeja la Navidad, incluso lo hacen algunos de los que pertenecen a otro credo o no lo tienen. Pero ¿desde cuándo se festeja la Navidad? ¿Cuál fue su origen y objetivo?

La Navidad es un relato ficticio, aunque nada inocente. Según la Enciclopedia Católica, “la Navidad no estaba incluida entre las primeras festividades de la Iglesia”. El sacerdote Orígenes señalaba que “no vemos en las escrituras que nadie haya guardado una fiesta ni celebrado un gran banquete el día de su natalicio” [1]. El día de Navidad fue establecido por un decreto del Papa Julio I en el año 350 a instancias de las necesidades políticas del emperador Constantino [2], quien asimiló el cristianismo como religión oficial del Imperio romano para consolidar su unificación. En este sentido, Constantino y los obispos introdujeron premeditadamente el relato de la Navidad el día del solsticio de invierno (el día más corto del año), fecha que coincide con la festividad celebrada por todos los pueblos paganos que adoraban a los dioses del sol [3], intercambiando regalos. De ese modo, el cristianismo se fue incorporando gradualmente en los pueblos paganos, sirviendo a las necesidades del Imperio romano.

Un punto de inflexión

La revolucionaria polaca Rosa Luxemburgo señalaba que había un punto de inflexión entre el cristianismo primitivo y el cristianismo desarrollado desde el siglo IV [4]. Es en este marco donde la Navidad desempeña un rol fundamental. El cristianismo primitivo, también llamado cristianismo comunista, funcionaba como el partido político de los campesinos pobres, víctimas de los grandes señores romanos que se apoderaban de las tierras y el cereal. Para sobrevivir huían a la ciudad, pero como el trabajo era realizado por los esclavos, quedaron reducidos a un ejército de mendigos que vivía de la limosna. La imposibilidad de hallar una salida ante la brutalidad de la soldadesca romana [5], empujó a estos campesinos a abrazar la religión que decía que los ricos debían compartir el pan con los pobres. Ese comunismo cristiano era impotente para suprimir las desigualdades entre pobres y ricos, pues se basaba en la propiedad común de los bienes de consumo y no en los medios de producción como la tierra y los animales de labranza, dejando intacto incluso el régimen esclavista. Así a medida que se desarrollaban las comunidades cristianas comenzó a generarse una burocracia eclesiástica corrompida, separada de los campesinos pobres, para administrar el dinero y los negocios. A principios del siglo IV, Constantino advirtió la influencia popular del cristianismo, mientras el Imperio estaba atravesado por luchas faccionales. Así Constantino asimiló el cristianismo como religión de Estado para restablecer la homogeneidad del Imperio, otorgando grandes prebendas a los obispos como funcionarios de Estado. Sin embargo, aún subsistían las discusiones del cristianismo primitivo sostenidas por San Basilio y San Juan Crisóstomo [6]. Para acabar definitivamente con este pasado, Constantino pactó un acuerdo con los obispos y convocó el primer Concilio de Nicea [7] en el año 325 donde adquirió primera relevancia el establecimiento institucional de la Navidad y la Pascua con la finalidad de imponer un nuevo dogma del culto estatal, apoyado sobre la veneración del nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesús. En consecuencia, el establecimiento de la Navidad forma parte del punto de inflexión observado en el siglo IV, cuando la Iglesia se incorpora definitivamente como institución de las clases dominantes, rol que desempeña hasta la actualidad, manteniendo en la ignorancia a las grandes masas y apoyando cuanta cruzada reaccionaria exija el poder de turno.

Todo va mejor con Santa Claus

El procedimiento del solsticio de invierno también fue utilizado en la evangelización de Latinoamérica. En México los sacerdotes agustinos introdujeron el nacimiento de Jesús en la fiesta del advenimiento de Huitzilopochtli, dios del sol y la guerra. Así sustituyeron al dios prehispánico por el dios cristiano para dominar a los pueblos originarios mediante las ideas como complemento de la coerción y el asesinato.
Las clases dominantes se valieron de la popularidad de las fiestas navideñas para incorporar tradiciones funcionales a sus intereses. En ese sentido, probablemente la figura de Papa Noel sea el mejor exponente. Papa Noel, también conocido como San Nicolás o Santa Claus, remite al obispo Nicolás de Bari, muerto en el año 345, quien solía hacer regalos a los niños pobres [8]. Esta figura fue reinventada en EE.UU. en 1863 por Thomás Nast, aunque adquirió su fisonomía actual en 1931 a partir del influjo publicitario de la Coca Cola. De ese modo, la multinacional norteamericana vistió con sus tradicionales colores rojo y blanco a Papa Noel y extendió sus negocios, y su sello de marca, a todo el mundo. Hoy en día, la figura de Papa Noel corporiza el llamado “espíritu de la Navidad”, esa mística inexplicable capaz de transformar hasta al más ruin y perverso de los capitalistas en un “buen hombre”, aspecto difundido por infinidad de películas norteamericanas.

Miguel Raider

Notas

[1] Citas de Natal Day, The Catholic Enciclopedia, 1911.
[2] www.es.wikipedia.org/wiki/Navidad
[3] Cuando el emperador Julio César introdujo su calendario en el 45 a.C., el 25 de diciembre se ubicaba entre el 21 y el 22 de diciembre de nuestro calendario gregoriano.
[4] Rosa Luxemburgo. El socialismo y las iglesias. www.mia.org.ar
[5] Los esclavos constituían la única clase que podía proporcionar una alternativa, pero estos se hallaban dispersos y sumamente debilitados después de la gran derrota del ejército de Espartaco en el año 71 a.C.
[6] Rosa Luxemburgo. El socialismo y las iglesias. https://www.marxists.org/espanol/luxem/05Elsocialismoylasiglesias_0.pdf
[7] Constantino termina con las diferencias entre “cismáticos” y “herejes” e institucionaliza el cristianismo tal como lo conocemos en la actualidad.
[8] www.navidadlatina.com.ar

* La versión original de esta nota, que publicamos en La Izquierda Diario en 2014, fue escrita para el periódico La Verdad Obrera Nº 263 (19/12/2007).

La profecía de Fidel

“Se fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”

(Apocalipsis 2, 10)

“Muere Fidel”. Con diez letras cubrían sus portadas los diarios batistianos al reportar el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. El dato, obviamente falso, ponía al desnudo, al mismo tiempo, una clara amenaza. Casi todos los asaltantes capturados después del combate habían sido asesinados a sangre fría y a él estaba reservado igual destino sólo frustrado por la conducta valerosa de un oficial honorable que advirtió a sus soldados: “Las ideas no se matan”.

“Muere Fidel”. La frase ocupó nuevamente los grandes titulares en diciembre de 1956. Solo que ya no la ocultaba el anonimato sino que era fruto de una operación mediática de gran envergadura fabricada por la United Press International (UPI), entonces uno de los principales instrumentos de la poderosa maquinaria de propaganda del imperialismo. Para muchísimos, en todas partes, que nunca habían oído hablar de él, se trababa de un joven desconocido, descubierto apenas cuando terminaba su vida. La inventada noticia se convirtió en verdad demostrada, repetida incesantemente por los medios que en aquellos tiempos no tenían alternativa y eran dueños absolutos de la información.
En Cuba, hace sesenta años, la angustia y la incertidumbre invadieron los hogares. Aquella fue una Navidad triste y sombría. Concluyó el año, pasó enero y buena parte del siguiente mes. Poco a poco, trabajosamente, se iba conociendo la verdad entre los luchadores clandestinos. Fidel y un puñado de sobrevivientes habían logrado internarse en la Sierra Maestra resistiendo largas jornadas de hambre, frío y lluvias y la persecución de miles de soldados, fuertemente armados, equipados, entrenados y asesorados por el mismo Imperio que propalaba por todas partes la mentira. Hasta que en febrero de 1957, Herbert Mathews, rara avis del periodismo estadounidense, lo entrevistó para The New York Times y reveló con fotos y detalles el surgimiento del foco guerrillero. Allá en la montaña el núcleo revolucionario comenzaba a crecer con la incorporación de campesinos y combatientes del llano.
Deberían encarar además el aislamiento que quería imponerles la dictadura y al que se sumaron, casi sin excepción, los partidos y organizaciones de una oposición que criticó tanto al Moncada como al Granma como irresponsables aventuras condenadas al fracaso. Bastaron, sin embargo, poco más de dos años para que el Ejército Rebelde entrase victorioso en La Habana.
Había derrotado a quienes quisieron matarlo. A los que trataron de aniquilarlo con bombas y metralla y a los otros que se afanaron en sepultarlo en el descreimiento y el olvido. Llegaba vencedor, invicto, frente a la muerte, el dogma y la mentira. Pero sabía y así lo advirtió en su primer discurso en la capital liberada, que en lo adelante nada sería fácil y habría que encarar los mismos demonios.
La historia nuevamente le dio la razón. Durante más de medio siglo la Revolución conducida por él ha tenido que enfrentar una agresión ininterrumpida en la que el Imperio ha echado mano a cuanto pudo. Sabedor que Fidel y su pueblo eran uno y lo mismo impuso a los cubanos un genocidio que aún perdura mientras que contra el líder de la Revolución concibieron y planearon centenares de atentados. Fidel tuvo que sortear más intentos de asesinato que nadie.
Sus enemigos, los que no fueron capaces de matarlo nunca, no se cansaron de anunciar su muerte y los medios la divulgaron, como un hecho, una y otra vez. Tanto que el propio Fidel en alguna ocasión, sonriendo, dijo que el día que el muriese muchos no lo iban a creer.
Así ha sido y será. La profecía se hace realidad. Ahora con Martí, nos asegura:

Mi verso crecerá bajo la yerba

Yo también creceré

Ricardo Alarcón de Quesada

martes, diciembre 27, 2016

La muerte de Andrés Rivera: un enorme escritor y su tragedia



El autor de "La revolución es un sueño eterno" murió a los 88 años.

Como en pocos escritores, algunos datos biográficos de Andrés Rivera son indispensables para entenderlo: nació de madre ucraniana y padre polaco, judío y comunista, perseguido por ambas cosas. Marcos Ribak (tal su nombre de nacimiento) respiró su primer aire en 1928, en la porteña Villa Crespo. Como su padre, ingresó prontamente en el Partido Comunista y fue, también él, obrero textil durante seis años (entre sus 20 y 26 de edad) en una fábrica en Villa Lynch. En 1993, en una entrevista con Guillermo Saavedra, diría que del trabajo fabril aprendió dos recursos estilísticos presentes en toda su literatura: la economía de palabras y de movimientos.
Su primera novela es de 1956, El precio, seguida de otra, Los que no mueren. En los años siguientes publicó tres libros de cuentos: Sol de sábado, Cita y El yugo y la marcha. Hasta El yugo y la marcha (1968) sigue la línea que el estalinismo le imponía a toda producción artística: el “realismo socialista” (no era realista y mucho menos socialista). Ambientadas en el mundo fabril, aquellas obras describen las huelgas y las luchas de los trabajadores con un optimismo sin fisuras, en medio de un avance lineal hacia la revolución. La representatividad de los personajes está dada sólo por la realidad social, por su lugar en las relaciones de producción.
Sin embargo, en 1964 se había producido un hecho clave para toda su evolución posterior: fue expulsado del Partido Comunista por sus observaciones críticas a las posiciones del PC en materia de política y de arte. Es muy notable en Rivera la influencia determinante de sus posturas políticas en su obra literaria.
En 1972 publicó Ajuste de cuentas, y sobrevino luego un silencio de una década. Se trataba, en verdad, de un ajuste de cuentas con su propia literatura, de un punto de inflexión que depararía un giro radical en su escritura. Cuando en 1982 vio la luz Nada que perder había transcurrido la dictadura militar, la casi clandestinidad, la oscuridad silenciosa. Su novela El verdugo en el umbral, escrita en 1975, no se publicó hasta 1994, reescrita casi por completo. Es sintomática en la producción del Rivera pos-dictadura la reescritura, la reelaboración y el entrecruzamiento de personajes de distintas obras. Esos personajes, ahora, adquieren dimensión existencial propia, individual, aunque persiste lo colectivo, el contexto social en el que se desenvuelven.
En este “nuevo” Rivera, el poder ya no es un monstruo compacto, sin fisuras, un simple andamiaje económico. Siniestro, umbrío, ahora el poder es también azaroso, cambiante, muchas veces imprevisible. El determinismo económico da paso a la política y la política es, ante todo, relaciones de fuerza entre individuos y grupos. La lucha de clases queda, en buena parte, diluida en esas relaciones.
Por la obra de Rivera desfila la historia y tiene en ese punto dos obras monumentales: El amigo de Baudelaire (1991) y La sierva (1992). También En esta dulce tierra, que empieza a transcurrir en 1835, durante el segundo gobierno de Rosas; y La revolución es un sueño eterno, con la lucha entre jacobinos y conservadores en Mayo, según la visión del escritor sobre aquel episodio histórico. No se trata de novelas históricas sino de personajes que viven en una determinada época, pero el lector ve pasar por las páginas de Rivera las invasiones inglesas, Artigas, la guerra española, el gobierno del general Justo, el surgimiento del fascismo italiano, el movimiento sindical argentino de comienzos del siglo XX y hasta la invasión a Ucrania por Simón Pletiura, y Rosa Luxemburgo, el alza revolucionaria en la América latina de los años 60, Perón y el peronismo. En todos esos procesos, Rivera sugiere su propio desánimo, su decepción, las luchas enormes y la inevitabilidad de la derrota, como si el estalinismo hubiera roto las ilusiones del artista hasta que le fue imposible reconstruirlas. Así, incluso desde el punto de vista estilístico Rivera se replegó en la brevedad del cuento y la nouvelle.
Fue la tragedia, política y artística, de un enorme e imprescindible escritor argentino.

Alejandro Guerrero

Laiseca: la muerte de un gigante que jugaba como un niño con las letras



El autor de la monumental Los Soria falleció a los 75 años. Su obra es única en la literatura argentina. Fue maestro de grandes escritores de hoy.

Enorme. Así como físicamente era alto e imponente, la obra literaria de Alberto Laiseca ostentaba esas mismas cualidades. Baste decir que Los Soria -que Ricardo Piglia definió como la mejor novela argentina desde Los siete locos, de Roberto Arlt- tenía más de 1300 páginas y durante mucho tiempo permaneció inédita, leída solamente por una cofradía de amigos de Laiseca, que esparcieron el mito interminable (como se ve, todo es desmesura en cuanto a Laiseca se relaciona). La novela transcurre en geografías dominadas por totalitarismos desaforados. El texto muchos años después de haber sido escrito fue editado por Simurg y más tarde tuvo una reedición por Gárgola. Entonces, si bien no llegó a las masas, al menos los lectores de esa novela mítica crecieron en extensión.
Desorbitado, su estilo fue denominado por él mismo como “realismo delirante”. Se trata del uso del delirio como método para ver la realidad: magnifica o reduce elementos de la realidad para que esas distorsiones sirvan para verla mejor, según explicaba acerca de su método Laiseca. Con ese método -que incluye el humor como un elemento fundamental- además de su novela monumental escribió las novelas El jardín de las máquinas parlantes, La hija de Keops o el libro de cuentos Matando enanos a garrotazos. Una literatura elogiada por lectores disímiles como César Aira, Fogwill u Horacio González.
Laiseca fue peón rural (recorría las provincias al ritmo de las cosechas), trabajador telefónico y corrector en el diario La Razón. Luego recibió la beca Guggenheim y pudo estabilizarse en oficios referidos a la literatura, como el escribir o los talleres literarios. Sus talleres son muy recordados: mientras bebían cerveza en su departamento en el barrio de Caballito -rodeados por una biblioteca secreta ya que los libros en los estantes estaban todos forrados en papel blanco y acompañados por los perros y los gatos blancos de “Lai”, como le decían sus talleristas- escribieron algunos de sus textos autores jóvenes y talentosos como Leo Oyola, Alejandra Zina, Juan Guinot, Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara Leandro Ávalos Blacha.
A diferencia de muchos otros escritores argentinos, Laiseca fue popular, masivamente popular -aunque quizás no tan leído-. A principios de este siglo el canal I-Sat emitió unos segmentos protagonizados por Laiseca en el que el escritor fumaba y leía histriónicamente cuentos de terror (así también se llamaba el ciclo). Entonces se hizo muy conocido y ofrecía lecturas ante la mirada y escucha atenta de su público, que adquirió la categoría de fan.
También incursionó en el cine al protagonizar la punzante película El artista, dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat. Fue muy elogiado al interpretar a un hombre mayor en un geriátrico cuya obra es apropiada por un enfermero que ingresa en los círculos del mercado del arte de esa manera.
Durante el último tiempo su salud se resintió. Falleció el jueves 22 de diciembre. Su obra permanecerá entre aquellas destacadas de la literatura nacional.

Antonia Torrebruna

La heroica hazaña de la alfabetización.




Mesa Redonda
Emitido en directo el 22 dic. 2016

El día que Subiela enseñó a armar una molotov



Un cortometraje poco conocido del cineasta recientemente fallecido es una de las piezas más extrañas del cine militante de los ’60.

En el año 2008 apareció por vez primera Bombita Rodríguez, uno de los personajes más populares del programa de TV Peter Capusotto y sus videos. La estrella ficcional cruzaba los ritmos de la música comercial de los ’60 y ’70 –conocidos por su prédica de una juventud “rebelde” pero respetuosa de los mandatos familiares y las instituciones–, con la lírica del foquismo peronista, llamados al armamento popular y evocaciones de Mao Tse Tung, dando un resultado hilarante.
En el árbol genético de Bombita debería incluirse Didáctico sobre las armas del pueblo, un cortometraje que el cineasta recientemente fallecido Eliseo Subiela realizó en 1969, prácticamente desconocido, si se lo compara con sus films comerciales Hombre mirando al sudeste, Últimas imágenes del naufragio y El lado oscuro del corazón.
Didáctico… es una verdadera rara avis en el llamado “cine militante” del período. El corazón del corto (que formó parte del film colectivo Argentina, mayo de 1969: los caminos de la liberación, en el que también participaron Rodolfo Kuhn, Pino Solanas, Humberto Ríos, Octavio Getino y Jorge Cedrón, entre otros) es un pedagógico instructivo sobre el armado de una bomba molotov, con el formato de un programa televisivo de cocina. El absurdo presente en esta combinación heterodoxa resulta notoriamente original, incluso en contraste con otras mixturas cómicas del cine militante.
El absurdo, sin embargo, no impugna el llamado a armarse. Subiela pone así de manifiesto su pertenencia de juventud a la JP y a Montoneros, organizaciones que ligaron sus iniciativas foquistas al seguidismo a Perón –el padre de la Triple A–, operando (como la mayoría de la izquierda) como un gran obstáculo a la tarea fundamental del período: la estructuración de una dirección independiente de los trabajadores. Una gran contradicción con las aspiraciones revolucionarias que proclama el director –contradicción presente en el conjunto de los cortos de Argentina, mayo de 1969…
Como otras tantas obras del cine militante, Didáctico sobre las armas del pueblo llegó más alto en sus destrezas narrativas que en sus conclusiones políticas.

Tomás Eps (@tomaseps)

El arma principal de Cuba es su memoria histórica

“El arma principal de Cuba es su memoria histórica”, aseguró una estudiante universitaria de Relaciones Internacionales en un interesante y conmovedor conversatorio que sostuvieron futuros jóvenes diplomáticos de la nación caribeña con dos grandes hombres agradecidos, el Héroe antiterrorista Gerardo Hernández, y su gran amigo el afamado actor norteamericano Danny Glover.
Esa frase, entre tantas estremecedoras escuchadas en el decano archipiélago antillano tras la desaparición física de su líder histórico, Fidel Castro, retumbó en un auditorio informal en el que los interlocutores coincidieron en que el eterno Comandante en Jefe permanecía allí, entre ellos.
La emocionada estudiante, como todos los presentes en el encuentro escenificado en el Instituto de Relaciones Internacionales (ISRI) de la bautizada Isla de la Dignidad, afirmó: Fidel está aquí y fue quien nos enseñó que la memoria histórica ha sido y será el arma fundamental de nuestro pueblo en su largo batallar por su independencia y soberanía.
Por su parte, el destacado cineasta estadounidense manifestó en su dialogar estar comprometido con la Cuba de Fidel y del presidente Raúl Castro, y que todo lo que ha encontrado en sus visitas a la mayor de las Antillas ha sido agradecimientos y más gratitudes.
Aseguró que los jóvenes del país caribeño ocupan hoy un lugar prominente en el mundo, y por esa razón viajó a La Habana en esta ocasión para escuchar e intercambiar con las nuevas generaciones.
El incansable luchador norteamericano por la liberación de Los Cinco Héroes cubanos, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, condenados injustamente a largas penas de cárcel en Estados Unidos, recordó que Fidel prometió que volverían y lo cumplió.
Rememoró, con inmensa alegría en su rostro, cuando el ahora vicerrector del ISRI lo llamó por teléfono desde La Habana, hace poco más de dos años, el 17 de diciembre de 2014, y le dijo: hermano estoy en casa, soy libre.
A su vez, Gerardo resaltó la sincera amistad y entrañable solidaridad hacia Cuba demostradas por Glover, quien lo visitó en 11 ocasiones cuando permanecía preso en Estados Unidos.
El actor norteamericano pudo constatar, como muchos visitantes que por estos días de tristeza han convivido con el pueblo cubano, que su juventud está presta a hacer realidad el inmenso legado dejado por Fidel, y defender la invicta Revolución del 1 de enero de 1959 que él lideró y a la cual le entregó toda su vida.
Precisamente fueron los más jóvenes quienes, acompañados por sus abuelos y padres, se convirtieron en los principales protagonistas del multitudinario e impresionante tributo que los habitantes de la nación caribeña le rindieron a su Comandante en Jefe, luego de su partida física el pasado 25 de noviembre.
Demostraron así al mundo que las nuevas generaciones de cubanos están armadas de ideas y de la memoria histórica necesarias para enfrentar cualquier “turbulencia” que se pretenda generar en lo adelante contra su Revolución victoriosa, la cual en pocos días cumplirá su 58 aniversario.

Patricio Montesinos

Los 10 ecocidios del 2016 en Latinoamérica

Hoy recordaremos los mayores problemas ambientales del año 2016. Una serie de ecocidios que destruyeron los recursos naturales latinoamericanos, tras el paso devastador de doce meses llenos de sangre, dolor y lágrimas.
Cuando el dinero impone sus propias reglas de juego en el planeta Tierra, se establece un desequilibrio ecológico en nuestros territorios latinoamericanos, que se acrecienta con la inacción judicial de los organismos públicos, que son incapaces de aplicar las leyes ambientales vigentes, para castigar con celeridad los hechos delictivos presentados.
La gran delincuencia en contra de la Pachamama, es un problema multifacético dentro de las regiones latinoamericanas, ya que cada empresario, latifundista, guerrillero o político, tiene sus propias ambiciones económicas que deben ser rápidamente alcanzadas, violentando la santidad del Medio Ambiente y fructificando la ignorancia de sus decisiones.
Desde el municipio de Utuado en Puerto Rico, pasando por el estado de Mato Grosso en Brasil, y llegando hasta la ciudad de Salta en Argentina, existen terribles inconvenientes ambientales que se vienen ocultando en paquetes turísticos, en hoteles cinco estrellas y en enormes centros comerciales, que NO reflejan la realidad socio-ambiental de la geografía latinoamericana.
Por eso, explicaremos los 10 principales ecocidios visualizados en América Latina durante el año 2016, para NO quedarnos calladitos en el abismo de la impunidad, y para alzar la voz de protesta social junto a la ciudadanía.
En el puesto número diez, encontramos el derrame de fuel oil en las aguas del río Paraná en Argentina, específicamente en el kilómetro 1078 a la altura de la localidad de Bella Vista de la provincia de Corrientes, donde un buque remolcador paraguayo en pleno proceso de hundimiento tras chocar con un objeto en el fondo marino, ocasionó la gran mancha de hidrocarburos que pudo ser registrada y difundida gracias a un vehículo aéreo no tripulado. Si bien los integrantes de la embarcación marítima salieron ilesos del incidente, nuestra querida Madre Naturaleza no tuvo la misma suerte en las profundidades del colosal río.
En el puesto número nueve, tenemos la tala ilegal de 129 árboles nativos en el Humedal de Mantagua en Chile, que afectó casi 4000 metros cuadrados de la vegetación autóctona presente en el ecosistema chileno, y que generó la tala indiscriminada de 109 maitenes, 16 huinganes, 3 molles y un litre. La construcción de un cerco privado para dividir terrenos, fue la excusa perfecta para deteriorar el hábitat de las aves acuáticas, ribereñas y migratorias, que ayudan a preservar los tesoros de la región de Valparaíso.
En el puesto número ocho, resaltan los 45 galones de combustible búnker derramados en el río Daule de Ecuador, por culpa de la impericia de un calderista de la empresa Balsera Sudamericana (Balsasud), que se tradujo en el racionamiento preventivo del agua potable para todos los habitantes de Guayaquil, quienes por miedo al desabastecimiento del vital líquido realizaron compras nerviosas en los supermercados, pues la gran mancha aceitosa puso en riesgo la calidad del agua en la planta potabilizadora La Toma.
En el puesto número siete, se hallan los 250 árboles talados en la ciudad de Medellín en Colombia, para dar paso a otro espectacular centro comercial que se come los recursos naturales neogranadinos. El sector Belén La Mota ubicado en el occidente de Medellín, fue la zona geográfica del atropello ambiental que acelera la peligrosa desertificación de la capa vegetal, y que pese a los esfuerzos de los activistas colombianos para detener el proyecto del ecocidio, no se pudo evitar que la codicia de la empresa Cimento y la inacción del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, lograran dejar sin techo y sin alimento a la fauna silvestre del extinto micro-hábitat urbano.
En el puesto número seis, señalamos el voraz incendio perpetrado en el basurero de Kara-Kara en Bolivia, donde se encuentra el llamado “Cementerio de llantas” ubicado a 10 kilómetros de Cochabamba. Miles de litros de agua necesitaron los valientes bomberos bolivianos, para controlar las llamas del fuego ocasionado por la irracionalidad de personas inescrupulosas, que planificaron el incendio con gasolina para forzar el cierre del mencionado basurero. La toxicidad del humo desprendido en tres hectáreas de llantas quemadas, aceleró la grave contaminación del aire en las comunidades de Pampa San Miguel y Arrumani, porque las partículas sólidas de cenizas, hollín y polvo, acrecentaron las enfermedades respiratorias para los lugareños que inhalaron el letal monóxido de carbono, azufre y metano.
En el puesto número cinco, visualizamos el derrame de 25.000 barriles de petróleo en el sur del estado Anzoátegui en Venezuela, tras la ruptura de un oleoducto de 36 pulgadas a cargo de Petro-Anzoátegui. La descomunal mancha de hidrocarburos llegó hasta el río Aribí en el pueblo de Santa Clara, y aunque la tragedia ambiental intentó ser ocultada por la empresa estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), se supo que el derrame alcanzó las aguas del río Pao que tiene desembocadura en el ancestral río Orinoco, y también afectó lagunas, quebradas y morichales, que yacen en los predios aledaños al accidente petrolero.
En el puesto número cuatro, recordamos las 57 hectáreas de manglar devastadas en el malecón Tajamar de la ciudad de Cancún en México, para facilitar la construcción de más infraestructura comercial en la capitalista nación azteca. El ecocidio en Tajamar fue cometido en horas de la madrugada, permitiendo que la vileza de los ladrones pudiera violar y boicotear el oxígeno del manglar. Reptiles y aves que custodiaban gratuitamente las bondades naturales del hermoso paisaje mexicano, fueron arrasadas y sepultadas vivas para que el flujo hidrológico del bosque pantanoso, jamás defendiera sus derechos patrimoniales con la olvidada Ley General de Vida Silvestre.
En el puesto número tres, subrayamos los más de 900.000 galones de melaza derramados por el ingenio azucarero La Magdalena en El Salvador, ubicado en el distrito de Chalchuapa del departamento de Santa Ana. Una significativa porción de esa melaza llegó con rapidez hasta las aguas del río San Lorenzo y La Magdalena. La magnitud del derrame ocasionado por la elevada temperatura que sobrepasó al contenedor de melaza, hizo que los litros de su dulce travesía viajaran hasta el fronterizo río Paz, el cual desemboca en el Océano Pacífico y opera como línea divisoria entre El Salvador y Guatemala. La emergencia sanitaria para ambos países centroamericanos, se intensificó por el mal olor de los peces muertos, por el riesgo de intoxicación que sufrieron decenas de familias humildes, y por la dificultad para aplacar la viscosidad de la sustancia expandida en la superficie.
En el puesto número dos, destacan las más de 600.000 hectáreas de madera de pino taladas en Honduras, para combatir la agresiva plaga del gorgojo de pino (Dendroctonus frontalis), que ha provocado una altísima tasa de deforestación en suelo hondureño durante el año 2016. No hay duda que el majestuoso Parque Nacional La Tigra, que simboliza el gran pulmón vegetal de la biodiversidad hondureña, fue brutalmente deforestado por culpa de la malapraxis gubernamental para frenar el ataque del insecto. Paradójicamente, el salvaje motor de todas las motosierras utilizadas para cortar los pinos, no pudo erradicar totalmente el contagio del gorgojo en los bosques de coníferas, y ahora existe temor en la ciudadanía por el posible aumento de la sensación térmica, de las inundaciones, de la sequía extrema, y de la disminución en la obtención de fuentes confiables de agua.
Y en el puesto número uno, se encuentran los diez derrames de petróleo que socavaron la región amazónica de Perú en el año 2016, siendo una seguidilla de destrucción ambiental que perjudicó directamente a los pobladores de los departamentos de Loreto y Amazonas. Las oxidadas tuberías de PetroPerú destruyeron el modo de vida de los pueblos originarios y de los campesinos, quienes vislumbraron en primera fila como el grandioso Oleoducto Norperuano, se robó la dignidad humana y el respeto al Medio Ambiente.
Falta de estudios de impacto ambiental, contratos carentes de seguridad laboral, fugas de crudo en el canal de flotación, fallas en los planos que demarcan los cruces de agua, alertas de contingencia a destiempo, instalación de grapas en ductos obsoletos, fisuras y filtraciones en los tanques de distribución, y declaraciones públicas llenas de cinismo y desinformación.
Los diez derrames de petróleo en la amazonía peruana a lo largo y ancho del 2016, se cansaron de envenenar el alma de los ríos Marañón, Chiriaco, Utcubamba, Nieva, Ucayali y Morona. Se cansaron de asesinar el espíritu de los lagartos, del sachavaca, del puma, del sajino, del bagre, de la trucha, del zungaro y del ronsoco. Y se cansaron de asfixiar el corazón de la orquídea, del copaibo, de la bromelia, del cedro y de las palmeras.
El libertinaje corporativo de la empresa estatal PetroPerú, hizo que los más justos pagaran el precio del barril por los más pecadores. Como un reflejo perfecto de la sociedad moderna, los indígenas peruanos que NO necesitan billetes en los bolsillos para disfrutar de la vida, terminaron ahogando su riqueza cultural en un mar de impotencia, frustración y resignación.
La desesperación convierte la riqueza cultural en una lucha de supervivencia. Es consabido que obreros e ingenieros de PetroPerú, reclutaron ilegalmente a niños indígenas de la selva peruana, y les pagaban menos de cinco soles por llenar un balde con el petróleo derramado, sin importarles que los jóvenes exponían su propia salud, para rescatar el valor bursátil del maldito dinero.
Gracias a la empresa PetroPerú, las comunidades indígenas peruanas se quedaron sin agua, sin pesca, sin agricultura, sin yuca, sin plátano, sin cacao, sin maíz, sin tierra y sin sueños. Y gracias a la empresa PetroPerú, las comunidades indígenas peruanas se quedaron con bronquitis, con diarrea, con verrugas, con dolores de cabeza, con vómitos, con llanto, con hambre y con muchísima desesperanza.
Recorrimos la hermosa geografía de América Latina, y sufrimos el dolor de una cicatriz en la Amazonía, que arde con la sal enrojecida del planeta Tierra.
Es imposible soñar con la sustentabilidad de un Mundo claramente insostenible. Vimos que el capitalismo salvaje compra las mejores licencias ambientales, compra el silencio de los corruptos entes gubernamentales, y compra la desenfrenada barbarie genocida que impera en el siglo XXI.
Usted y yo conocemos muchísimos más ecocidios perpetrados en el año 2016, pero si nos quedamos callados y no denunciamos los problemas ambientales de nuestras comunidades, pues estaremos siendo cómplices de las corporaciones nacionales y extranjeras, que se dedican a polucionar los territorios latinoamericanos que habitamos a diario.
Con el poder de las redes sociales en nuestras manos, ya NO hay excusas para evadir el compromiso ecológico a favor del planeta. Denunciemos los delitos en Facebook, en Twitter, en Instagram y en WhatsApp. Utilicemos las herramientas tecnológicas para el bienestar del Medio Ambiente, olvidando la eterna indiferencia y despertando una nueva conciencia.
De enero a diciembre y de lunes a domingo, la Madre Tierra exige respeto, amor y voluntad de cambio en los Seres Humanos, para convertir la amarga pesadilla ambiental del año 2016, en una luz de esperanza positiva que ilumine los caminos del 2017.

Carlos Ruperto Fermín
Ekologia.com.ve

Diciembre de 2001 y el presente



Quince años de una crisis que muchos quisieran olvidar y se empecina en aparecer en el instante de peligro.
Un estudio de opinión reciente del consultor Gustavo Córdoba arroja resultados verdaderamente reveladores. A un año del experimento de Cambiemos, un 60% de los argentinos considera que Mauricio Macri hizo menos de lo que esperaba, un 65% se siente incómodo o muy incómodo y casi un 60% lo ve débil o muy débil para tomar las resoluciones que la economía requiere. Finalmente, un 70% de los que respondieron el cuestionario evalúa que es lento o muy lento para resolver los problemas de los argentinos.
Sin embargo, un porcentaje significativo sigue respaldando a Macri o esperando que la situación mejore. Para Gustavo Córdoba esto se explica porque: “En realidad la gente no está pensando para atrás, haciendo un análisis retrospectivo de la gestión o del desempeño gubernamental. Todavía está en una etapa de proyección de deseos o aspiracional. Es tan fuerte todavía el recuerdo del kirchnerismo como modelo contrapuesto, que mucha gente todavía cree que lo que votó en algún momento va a ser realidad.”
Tanto los números como su fundamento permiten plantear una conclusión preliminar: las grandes adhesiones a los referentes y partidos políticos tradicionales se basan en una especie de “consenso negativo” de rechazo hacia el otro, antes que en un apoyo entusiasta a quienes dicen respaldar y menos a su programa político o de gobierno.
La crisis que explotó hace 15 años en las jornadas de diciembre de 2001 prácticamente destruyó la representación política tradicional.
El radicalismo se hundió a niveles insospechados para el histórico partido y el peronismo sobrevivió al amparo del manejo de aparatos estatales y territoriales y a condición de ser “escondido” tras bambalinas en los primeros años de la experiencia kirchnerista.
El “homenaje” que tanto el kirchnerismo como el macrismo hicieron a la existencia latente de esa “crisis de representación”, es que construyeron sus relatos para la opinión pública como los outsidersque nunca fueron: unos habitaron siempre el corazón del peronismo y el otro es parte de una familia tradicional del empresariado local. Sin embargo, construyeron su imagen, unos como almas bellas venidas del sur patagónico sin responsabilidades pasadas ni futuras o el otro como un exitoso entre preneur que quiere ordenar las cosas porque no le interesa la política.
Pese a la meticulosa restauración y reconstrucción que llevó adelante el kirchnerismo, el peronismo es hoy una federación de caudillos, parafraseando Ricadro Sidicaro, “con cada vez menos recuerdos en común”. Incluso con menos territoriosy ascendencia en baja sobre los sindicatos. Una realidad que empeoró luego de la derrota electoral del año pasado. Una muestra paradojal de esta situación es que la fracción que detentó el poder del Estado durante doce años es hoy una minoría rechazada dentro del universo peronista.
El acuerdo que terminó firmando el Gobierno por los cambios en el impuesto a las ganancias fue significativo: los cerraron con los sindicatos, el peronismo político tuvo su segundo de gloria parlamentaria y unidad, para terminar cediendo protagonismo a manos de los que detentan un poder real por controlar las organizaciones más poderosas de la “sociedad civil”.
El radicalismo se redujo a partido soporte de la nueva coalición y controla algunos territorios. Pese a eso sigue siendo clave para Macri que –con excepción de María Eugenia Vidal– no tiene gobernaciones del PRO “puras”. Por eso todavía respalda la detención ilegal de Milagro Sala por parte de Gerardo Morales en Jujuy, pese a la condena de varios organismos internacionales e incluso la crítica de los referentes mediáticos más a fines.
Las elecciones del año que viene, en un marco de deterioro económico interno y un mundo que amenaza con viento de frente, son una lotería para casi todos a los que hace quince años se les gritaba que se vayan. El peronismo dividido y sin jefatura clara y Cambiemos con amplias posibilidades de poner en riesgo varios de sus inesperados triunfos, entre ellos, el más seguro: la “meca” de Córdoba.
En una entrevista reciente para el portal La Política Online, el encuestador y analista Hugo Haime afirmaba: “La dirigencia tiene miedo de 2001. Los gobernadores piensan que si a Macri le va mal, les va mal a todos. No quieren encontrarse con el 2001 porque saben que se los lleva puestos también a ellos. Por eso, lo van a sostener a Mauricio hasta el último día. El tema para la oposición y para el peronismo es cómo ganar las legislativas del año que viene sin poner en peligro la gobernabilidad”.
Cuando una fracción de la casta dirigente tiene miedo a ganar una simple elección porque ese sólo hecho pondría en riesgo la gobernabilidad, confiesa las bases endebles en las que se sustenta su representación política.
El fantasma del 2001, una crisis que desató un movimiento social que fue contenido, más no revertido, sigue latente e irrumpe como un traumaa los que mandan en la Argentina.
En sus reconocidas Tesis de Filosofía de la Historia, Walter Benjamin escribe una de sus reflexiones más conocidas y citadas: “Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido sino adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro”.
Para los dueños del país y sus representaciones políticas, el 2001 fue el año en que estuvieron en peligro, por eso relampagueó en varios presentes de estos tiempos. No fue conocido como verdaderamente ocurrió y mucho menoshan podido lapidar elrecuerdo de ese hecho maldito inauguró el nuevo siglo.

Fernando Rosso
Diario Alfil

domingo, diciembre 25, 2016

Andrés Rivera: El verdugo en el umbral de la literatura argentina



En “La revolución es un sueño eterno”, Andrés Rivera nos muestra a Juan José Castelli como un Oliver Cromwell criollo y sentencia que un hombre solo no va más allá de su propia sombra.

La dura condición de los revolucionarios cuando la revolución abandona el escenario de la historia y sólo quedan las palabras y la memoria; que intentan ser sepultadas bajo la hediondez de una montaña de perros muertos mediante la calumnia y la lógica miserable del sentido común, que afirma su autoridad en el supuesto orden natural de las cosas.
En el mismo libro cita "Kote Tsintsdze, antiguo bolchevique, preso en los campos de concentración de José Stalin, envía a León Davidovich Trotsky, en el papel que utilizaban los detenidos para armar cigarrillos, la siguiente misiva: Muchos, muchísimos de nuestros amigos y de la gente cercana a nosotros, tendrán que terminar sus vidas en la cárcel o la deportación. Con todo, en última instancia, esto sería un enriquecimiento de la historia revolucionaria: una nueva generación aprenderá la lección". Porque mientras siga viva la lengua de las insurrecciones y su memoria, la revolución sigue vigente, latiendo en los solitarios que se empecinan en enfrentar la derrota y encarnar la resistencia para volver.
Rivera es un escritor imprescindible que dio voz en sus libros, de una manera exquisita, a los combatientes revolucionarios, a los militantes proletarios, a los que se atrevieron a tomar en sus manos la antorcha de Prometeo en el asalto a los cielos. Uniendo en un mismo relato la revolución rusa y la clase obrera argentina, una herejía en un país donde el peronismo le niega a los trabajadores su pertenencia a una clase internacional.
Su Guido Fioravanti, una figura olvidada de nuestra clase, llamo a afiliar al Partido Comunista a un Maquiavelo que afirmaba que quien quisiera fundar una república en un país lleno de nobles sólo podía hacerlo a condición de matarlos a todos. Rivera que reivindicaba a su tío Fishale, recién torturado por la policía, anunciando con orgullo: no cante, soy trotskista.
Supo también exprimir hasta la última gota de sangre y pasión a la historia argentina y sus personajes. Construir por ejemplo, un Juan Manuel de Rosas amargado por la estafa de sus primos, los de Anchorena, y el exilio, indignado por los comuneros de 1871, afirmando brutalmente que él los hubiera empalado en Plaza de Mayo. O al despreciable oligarca que le tira a su empleada un pedazo de carne para tratarla como una perra y considera a Charles Baudelaire su lacayo.
Rivera era un escritor económico, a lo Hemingway. Que renunciaba a las pompas y las destrezas de la descripción de un lenguaje sobrecargado, para concentrarse en el andamiaje del relato usando la palabra precisa y las imágenes que desbordan violencia, erotismo y belleza. Amante de William Faulkner, había logrado sintetizar el sonido y la furia de la lengua en la construcción de sus historias.
Junto a Ruth Werner, con quien escribimos el libro “Insurgencia Obrera en la Argentina 1969-1976”, lo vimos irse refunfuñando de la librería del IPS Karl Marx cuando salió la primer edición del libro, allá por el 2007. Él se hizo presente en la casona de la palmera de la calle Riobamba 144 en CABA para buscar su ejemplar y se retiró malhumorado por el atraso en la entrega de la imprenta. Un orgullo pensar que leyó nuestro trabajo o al menos se interesó en él.
Participó de la lucha de clases como obrero y de gran parte de la vida de la izquierda argentina, junto a su compañera Susana Fiorito. Hizo de su literatura un campo de batalla. Alguna vez dijo que quería que en su lápida figurara que allí yacía un militante. Que así sea recordado.
Gracias por el sueño eterno de la revolución.

Facundo Aguirre