viernes, noviembre 07, 2025

El gobierno reivindica al verdugo de los trabajadores: Bullrich rebautiza la Escuela de la PFA con el nombre de Ramón Falcón


El gobierno de Javier Milei, a través del Ministerio de Seguridad encabezado por Patricia Bullrich, resolvió restituir a la Escuela de Cadetes de la Policía Federal Argentina el nombre del coronel Ramón Lorenzo Falcón, jefe policial responsable de la masacre del 1° de Mayo de 1909, cuando las tropas a su mando asesinaron a más de una decena de obreros e hirieron a centenares en Plaza Lorea. El anuncio se hizo el 31 de octubre, sólo tres días después del megaraid en que 2500 efectivos de policía y fuerzas de élite de Rio de Janeiro masacraron a 130 personas –muchos de ellos muy jóvenes–, habiendo ejecutado sumariamente a la mitad. El acto de “renominación” no es una simple maniobra simbólica: expresa una radicalización reaccionaria del Estado, en un momento de crisis económica, descomposición política y creciente disconformidad social. 

 Falcón: el verdugo de la Semana Roja 

Ramón Falcón fue jefe de la Policía de la Capital durante el régimen oligárquico del roquismo. En 1909, dirigió un violento operativo contra los trabajadores y trabajadoras anarquistas que marchaban el 1° de Mayo en Buenos Aires, que quedó en la memoria como la represión más sangrienta contra el naciente movimiento obrero argentino de comienzos del siglo XX. 
 La jornada represiva dejó una veintena de muertos y más de un centenar de heridos. Falcón fue el ejecutor directo de las órdenes de exterminio del movimiento obrero en su etapa de surgimiento. No fue una “figura de orden”, como dice Bullrich, sino un criminal de Estado al servicio de la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio y los grandes trusts extranjeros que dominaban la economía argentina. 
 Como jefe de la Policía de la Capital, persiguió y encarceló a dirigentes anarquistas y socialistas, desplegó un aparato de espionaje y tortura contra sindicatos y centros obreros y fue el brazo armado del poder oligárquico. Su nombre quedó asociado al terrorismo estatal y a la defensa armada de la propiedad capitalista. 

 Radowitzky: la venganza del pueblo 

En noviembre de 1909, el joven obrero anarquista Simón Radowitzky, de apenas 18 años y de origen ucraniano, lanzó una bomba contra el carruaje en que viajaban Falcón y su secretario Lartigau. Ambos murieron en el acto. Radowitzky fue detenido, torturado y condenado a reclusión perpetua en el penal de Ushuaia, donde pasó más de veinte años. Su nombre quedó grabado como símbolo de resistencia obrera frente al crimen estatal. No fue un “terrorista”, como lo repite la prensa burguesa, sino el vengador de los caídos el 1° de Mayo de 1909. Fue finalmente liberado en 1930 y siguió participando en luchas obreras y antifascistas hasta su muerte en México. 
 El contraste entre Falcón y Radowitzky -entre el verdugo y el rebelde- vuelve hoy con toda su carga histórica, en un momento en que el Estado argentino refuerza su aparato represivo al servicio del ajuste y la entrega nacional. 

 Alberto Villar: continuidad represiva 

En el mismo acto en que Bullrich anunció la restauración del nombre de Falcón para la Escuela de Cadetes, resolvió que la Escuela de Suboficiales y Agentes pasara a llamarse “Comisario General Alberto Villar”, en homenaje al jefe de la Policía Federal durante el tercer gobierno de Perón y fundador de la Triple A, la banda parapolicial responsable de centenares de asesinatos políticos entre 1973 y 1976. 
 Por otra parte, durante 1974, se produce una ola de conflictos obreros: huelgas metalúrgicas en Villa Constitución, ocupación de fábricas en Córdoba, movilizaciones docentes y de la salud en distintas provincias, protestas contra el Pacto Social firmado entre el gobierno peronista, la CGT y la burguesía industrial. El aparato policial bajo la dirección de Villar y López Rega participó directamente en la represión de estas luchas: allanamientos a comisiones internas combativas, detenciones de dirigentes clasistas y, en muchos casos, entregas de activistas a los grupos de tareas de la Triple A, que los secuestraban o asesinaban. 
 Villar fue también un difusor temprano de la “doctrina de la seguridad nacional”, importada del Pentágono y aplicada luego por las dictaduras del Cono Sur. Esa doctrina equiparaba la lucha obrera y social con el “terrorismo”, justificando la represión preventiva. (Cualquier similitud con la actualidad no es ninguna coincidencia.) Su gestión fue un eslabón directo entre el aparato policial del peronismo y el terrorismo de Estado del 76. 
 Villar murió en noviembre de 1974, en un atentado atribuido a Montoneros. Desde entonces, las fuerzas represivas y los gobiernos de turno lo convirtieron en un símbolo de la “lucha contra la subversión”, ocultando su papel criminal. El homenaje de Bullrich –ponerle su nombre a la Escuela de Suboficiales– revive esa tradición de impunidad y reivindicación del terrorismo de Estado. Reivindicado por el gobierno de Milei como “víctima del terrorismo”, fue en realidad uno de los arquitectos del terror estatal que anticipó la dictadura. Su nombre, reimpuesto sobre una institución de formación policial, simboliza la continuidad del aparato represivo del Estado burgués: de Falcón a Villar, del garrote oligárquico al terrorismo de Estado. Bullrich y Milei reeditan esa herencia bajo nuevos ropajes “libertarios”, modernizando la represión con el mismo contenido de clase. 

 La “montonera” Bullrich y el retorno del orden burgués

 La actual ministra, que ha dejado correr la versión de que es una “ex-montonera arrepentida”, hace de esa supuesta biografía una coartada para legitimar la persecución actual contra el movimiento popular. Su recorrido –del progresismo juvenil al macri/mileísmo represor– condensa el trayecto político de toda una franja de la pequeña burguesía argentina: del voluntarismo foquista al servicio abierto del capital financiero. La ministra que reivindica a Falcón y Villar es la misma que hoy dirige la represión de piqueteros, estudiantes y trabajadores ocupados, desocupados o jubilados que enfrentan los despidos y un ajuste feroz. Su “renominación” de la escuela policial es un mensaje directo al aparato represivo: prepararse para intervenir con mano dura contra la resistencia social. 

 La “memoria” del Estado y la falsedad del progresismo burgués 

En 2011, la entonces ministra de Seguridad, Nilda Garré, bajo el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, había eliminado el nombre de Falcón de la Escuela de Cadetes y rebautizado el establecimiento como Comisario General Juan Ángel Pirker, un funcionario policial fallecido en democracia y vinculado a los servicios de inteligencia. El gesto fue presentado como un acto de “memoria y derechos humanos”, en sintonía con la retórica del kirchnerismo. 
 Pero aquel reemplazo no alteró ni un ápice la estructura represiva del Estado ni su función de clase. Fue un maquillaje “progresista” del mismo aparato que siguió reprimiendo huelgas, desalojando fábricas recuperadas y militarizando los barrios pobres. La quita del nombre de Falcón fue equivalente a la remoción del retrato de Videla de la Casa Rosada: una operación simbólica sin ruptura con la burguesía que impulsó y financió el golpe del 76, que hoy sigue gobernando bajo nuevas siglas. 

 Bayer, la memoria libertaria y el nuevo ataque simbólico 

En este marco cobra relevancia el derribo del monumento a Osvaldo Bayer en Santa Cruz, ocurrido en marzo de este año por orden de la Dirección Nacional de Vialidad. Bayer, historiador y militante anarquista, fue el autor de Los Vengadores de la Patagonia Trágica y de Los anarquistas expropiadores, donde rescató las luchas obreras y la figura de Simón Radowitzky. En esas páginas describió a Falcón como “la mano de hierro de la oligarquía” y a Radowitzky como la expresión del odio de clase de los oprimidos. La demolición de su monumento es la contracara del homenaje al represor: un intento de borrar la memoria libertaria y reafirmar la impunidad de los verdugos. Incluso a través de la rapiña lingüística, por parte del mileísmo, que arrebata el adjetivo sustantivado “libertario”, que en los orígenes del anarquismo funciona como sinónimo de “anarquista”: a muy grandes rasgos, un trabajador que parangona la libertad con la ausencia de cualquier tipo de Estado. 

 Una política de clase contra los trabajadores 

La redenominación de la Escuela de Cadetes y la de Suboficiales, con la reivindicación de las figuras de Falcón y de Villar, no es un gesto aislado, sino un eslabón más de la ofensiva del Estado capitalista contra los trabajadores. Mientras tanto, el gobierno pacta con el Tesoro norteamericano, profundiza la desocupación y la miseria y reconstituye el culto a los símbolos represivos. Frente a esta ofensiva, la clase obrera debe reagruparse independientemente, retomar la tradición de lucha y resistencia que encarnaron los mártires de 1909 y preparar su propia salida a la crisis: la huelga general y el gobierno de los trabajadores.

 Ceferino Cruz 
 05/11/2025

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