sábado, diciembre 02, 2006

70 Aniversario de la muerte de Buenaventura Durruti



El 14 de noviembre de 1936, ante el asedio fascista de Madrid, llegan 3.000 milicianos de la columna de Durruti. Los mismos estalinistas que pocos días antes calumniaban a las milicias aragonesas de la CNT, acusándolas de dedicarse a la revolución en vez de a la guerra y de sabotear el frente de Aragón, aclaman ahora a la columna de Durruti. El gobierno republicano ya había huido de la capital sin organizar su defensa. Ante el pánico de ministros y estalinistas, la población obrera de Madrid hacía frente a la agresión y los bombardeos fascistas. La Columna es enviada sin descanso alguno a defender la posición más difícil, la Ciudad Universitaria. Es precisamente el grupo de Durruti el que debe contener la ofensiva fascista; el tamaño del ataque es de tal magnitud que los milicianos no tienen más remedio que retroceder, aunque dos días después mediante rabiosos contraataques y a costa de numerosas bajas logran reconquistar la posición. Casi 2000 milicianos han caído en la batalla.
Pocos días después, en el mismo frente, una bala atraviesa el corazón de Buenaventura Durruti en la Ciudad Universitaria de Madrid. La madrugada del día 20, a la edad de 40 años, posiblemente muere uno de los dirigentes obreros más consecuentes de la revolución española y la guerra civil. En su maletín encuentran nada más que una muda de ropa interior y cuchilla de afeitar, gafas de sol y prismáticos, un cuaderno y dos pistolas. Su funeral será de los más masivos en la historia del movimiento obrero del Estado español.

Durruti y la República

Obrero metalúrgico desde los 12 años, Durruti se dio a conocer en la comarca minera de León participando activamente en una huelga muy dura cuando tenía 18 años. Posteriormente se acercó a la CNT y así empezó su vida militante. La reacción ante el reformismo y la colaboración de clases del PSOE y la UGT le empujó a abandonar al sindicato reformista por el anarco-sindicalismo igual que decenas de miles de activistas de la clase obrera. Participó en las luchas del trienio bolchevique 1917-1919 en España, cuyos desencadenantes fueron el rápido desarrollo de una joven clase obrera, la crisis económica de la posguerra y la Revolución rusa. Sucesivamente se hizo Durruti anarquista, colaborando en la fundación de la FAI. A finales de los años veinte su experiencia en los métodos del terrorismo individual y la perseverancia en la agitación clandestina habían hecho de él uno de los militantes anarquistas más respetados.
No es posible entender la vida de Durruti fuera del contexto del desarrollo de la CNT y FAI en los años veinte y durante la Revolución española de 1931-1937. Para ello es muy útil leer el artículo de Ulises Benito
Parece que Durruti dio su primer mitin a la edad de 33 años, hasta entonces se había distinguido más bien como militante de acción. Su actividad política de masas comenzó una vez entrada de la República, en 1931. En julio de 1932 el gobierno republicano de Azaña decidió su deportación junto con decenas de cenetistas en un barco que erró de un puerto a otro de África para encerrarles en una isla canaria. La prensa aprovechaba los métodos de terrorismo individual y las insurrecciones aisladas del anarquismo para justificar la deportación de los denominados ‘delincuentes’. Hasta que la protesta obrera e internacional obligó a Azaña a poner fin a tres meses de deportación. El 1 de diciembre Durruti se dirigió a la clase obrera barcelonesa en un mitin multitudinario: “…Esperemos que esta manifestación sea una advertencia para el gobierno, para la burguesía y para los socialistas. Es muy posible que el Gobierno creyera que, con la deportación de un centenar de trabajadores, la CNT se iba a rendir, pero es evidente que el señor Azaña como sus seguidores se equivocaban (…) un Durruti “malhechor” es algo que los trabajadores no pueden concebir, pues ellos saben que los delincuentes no son gentes que se levantan a las seis de la mañana para ganar el pan con el sudor de la frente (…) Que los republicanos y los socialistas lo sepan: si no resuelven ellos el problema social, tendrá que ser el pueblo quien lo resuelva. Nosotros creemos que la República no podrá resolverlo (…) Obreros que me escucháis, ya sabéis, pues, a qué ateneros, porque en el fondo es de vosotros solamente de quienes depende el cambio del curso de vuestras vidas”.
Durruti siguió participando en la dirección de los planes insurreccionales de la CNT, que aunque enormemente crecida en militancia hasta 1.200.000 y con la autoridad de haber hecho pedazos la intentona de Sanjurjo en Sevilla, no se paraba a reflexionar acerca del grado de maduración revolucionaria del conjunto de la clase obrera y actuaba con la impaciencia propia de su dirección anarquista. De hecho, las insurrecciones aisladas sufrieron una feroz represión por parte de Azaña. Es famoso el caso de Casas Viejas (Cádiz), donde los jornaleros insurrectos fueron masacrados. Azaña mismo recomendó no hacer prisioneros, sino disparar para matar.
Un año después vinieron las elecciones de 1933, en las que la CNT aprovechó la quemazón de la clase obrera con las promesas incumplidas de la República para pedir la abstención, con cierto éxito. Durruti intervino en muchos mítines tras la afirmación electoral de la derecha y la amenaza del fascismo que iba materializándose. Compartía el aventurerismo de su organización, que lejos de querer aprender las duras lecciones de la experiencia ultra-izquierdista de los partidos comunistas europeos de la década anterior, pedía la abstención aún cuando la clase no había construido organismos de poder alternativos al parlamento burgués.
A pesar de todo, el instinto revolucionario de Durruti anticipaba la futura reacción de la clase obrera de octubre de 1934 y el giro a la izquierda en la agitación de Largo Caballero y de las Juventudes Socialistas. En una ocasión dijo Durruti, tras una arremetida contra las últimas elecciones burguesas en Alemania: “El dilema era muy simple: revolución o fascismo. No había ninguna otra salida. Pues bien, hoy, nosotros estamos en la misma situación. En este sentido, España constituye una esperanza formidable para el mundo, porque podemos ser la barrera que detenga al fascismo, influyendo así en el curso de la historia europea y mundial (…) Trabajadores, la tormenta se acerca, y para hacer frente a toda eventualidad, la FAI aconseja a los trabajadores de la CNT, puesto que son ellos quien controlan las fábricas y los centros de producción, que no abandonen sus trabajos, que permanezcan juntos a las máquinas, que comiencen a hacer funcionar los consejos obreros y técnicos, puesto que ellos deberán ser los organismos de base de la nueva economía social y libertaria. Los anarquistas, como siempre, cumplirán con su deber siendo los primeros en lanzarse al combate… La ocupación de las fábricas en Italia debe ser para nosotros una lección a seguir. Las ocupaciones deben moverse siempre, por supuesto, hacia el exterior, pues como todas insurrecciones deben ser ofensivas. La defensiva es la muerte de la insurrección. En ese aspecto, la ocupación de las fábricas sin cohesión con el exterior es algo destinado a morir por aislamiento. Recordadlo bien: los trabajadores no tienen otra cosa que perder más que sus cadenas… ¡Viva la revolución social!”
En su referencia a Italia, Durruti hablaba de la gran toma de las fábricas septiembre de 1920, cuya derrota empezó a abrir paso al fascismo ( www.engels.org/marxi/marxis11/mh11_3.htm). En este discurso revelaba Durruti conceptos soviéticos bajo las semblanzas de anarquismo. La CNT improvisó inmediatamente una insurrección que tuvo en Zaragoza su puntal y que lógicamente fue derrotada en el medio de la confusión. Llegado el momento crucial, en octubre de 1934, la CNT tan sólo participó decididamente en la insurrección de Asturias, codo con codo con la UGT, el PSOE y las Juventudes comunistas, mientras que en el resto del estado no llegó a organizar la insurrección lanzada por el llamamiento de Largo Caballero. El resultado general de la falta de visión política, de estrategia y táctica de la FAI y del anarco-sindicalismo dio lugar a una importante crisis de la CNT que marcó un progresivo giro reformista de la dirección entre 1934 y 1937. Este giro dejó aislados a los pocos dirigentes anarquistas como Durruti, que se mantuvieron fieles a la clase obrera hasta el final y pagaron con su propia vida, igual que el conjunto de la clase obrera.

El 19 de Julio en Barcelona

Durruti jugó un papel muy importante en la insurrección obrera de Barcelona contra el golpe fascista. La CNT llevaba desde el 12 de julio preparándose para reaccionar contra el golpe en Catalunya. Tuvo que pelear contra la indiferencia del Frente Popular y el boicot de la Generalitat gobernada por el presidente Companys y su partido ERC (Esquerra Republicana de Catalunya, fundada en 1931). Desde el 14 de julio, Durruti era miembro del Comité de Defensa de la CNT de Barcelona. El día 16, Companys jugó a neutralizar a la CNT y la FAI, pero su Policía no pudo con las masas obreras cenetistas. El 18 de julio Durruti dirigió el asalto a las salas de armas de los barcos en el puerto de Barcelona, haciéndose la CNT con la primera buena cantidad de fusiles y municiones. Ante la protesta de un capitán de Policía, enviado por Companys, replicó: “Los uniformes apenas representan nada en estos momentos, ya que no existe más autoridad que el orden revolucionario, que es el que exige que esos fusiles sigan en mano de los trabajadores”.
El 19 de julio fue el día del cuerpo a cuerpo entre la clase obrera catalana y los sublevados de Franco y Mola. Durruti dirigió el asalto a la Telefónica, que quedará en manos cenetistas hasta la provocación estalinista de mayo del año siguiente. El control de Barcelona, calle tras calle, pasaba a la clase obrera organizada. La mañana del 20 de julio tan sólo quedaba sin rendirse el cuartel de Atarazanas, frente al puerto. Durante el largo sitio al cuartel, el amigo y compañero de muchos años de lucha Francisco Ascaso murió de una bala en la frente, no lejos de la barricada en la que estaba Durruti. Su reacción fue desesperada. Se lanzó sin cobertura hacia la puerta del cuartel, arrastrando tras sí a todos los obreros. Los soldados quedaron aterrorizados y se rindieron de inmediato. En 32 horas desde el alzamiento fascista, la CNT era dueña de toda Catalunya.
Se sabe que la FAI y la CNT renunciaron a borrar del mapa a una Generalitat burguesa paralizada e indefensa ante el triunfo de la clase obrera. De hecho renunciaron no solamente a establecer el primer estado obrero en Catalunya, sino que no pusieron en marcha ni siquiera el “comunismo libertario” con el que habían educado a una parte de la clase obrera durante 25 años de lucha. A pesar de contar con la fuerza de más de 1.500.000 militantes en todo el estado, perdonaron la vida a las sombras de las instituciones burguesas catalanas (policía, Generalitat, jueces, etc.) y el 21 de julio constituyeron un Comité Central de las Milicias Antifascistas de Catalunya con esta composición: 3 de la CNT, 2 de la FAI, 3 de la UGT, 1 del PSOE, 1 del POUM, 3 de ERC, 1 de Unió des Rebassaires, 1 de Acció Catalana. El anarquismo aceptaba ser apenas el 33% del CC que existía gracias a su hegemonía absoluta en toda Catalunya. Se escondía detrás de la sombra de la burguesía y de los dirigentes reformistas. Durruti no vio la cosa nada clara y tan sólo participó pocos días, criticando que las decisiones del CC cayesen desde arriba sobre las masas obreras y fuesen demasiado condicionadas por los partidos de la burguesía. Tal vez ya veía que la FAI y la CNT podían perder el rumbo de la revolución. Abandonó el CC de las Milicias y obtuvo el permiso de salir rumbo a Zaragoza con una columna de 3.000 combatientes, para tratar de fortalecer la revolución, liberando a todo Aragón y Zaragoza de los fascistas.
Con la salida de la Columna cuyo responsable político era él mismo, comienza la lucha de Buenaventura Durruti contra el CC frente-populista de las Milicias, la Generalitat y el gobierno de Largo Caballero. Durruti criticaba a sus compañeros de Barcelona el no estar dando continuidad a la insurrección del 19-20 de julio, mientras que García Oliver justificaba: “Formando parte del CC de las Milicias, los anarquistas siempre estarán en posición de poder utilizar a la fuerza armada del pueblo, como una amenaza contra cualquier intento de volver a instaurar el viejo poder, pudiendo además organizar una economía proletaria (…) Pero a todo esto hay que darle un carácter de legalidad. En otras palabras, debemos llevar la revolución a su término, pero de forma clandestina”. Durruti respondía: “Cuando los trabajadores estén a punto de expropiar a los burgueses, cuando se comiencen a tomar medidas contra la propiedad extranjera, cuando el orden público esté en manos de los obreros, cuando las milicias sean controladas por los sindicatos, cuando, en definitiva, se esté a punto de hacer la revolución por la base, ¿cómo va a ser posible conferirle a todo ello una sanción legal? La legalidad hará más fuerte al gobierno de la Generalitat y debilitará el poder del CC de las Milicias, integrando así la economía – regida en parte hoy por la clase obrera – en el aparato del estado. En resumen, esto significará que la CNT, de hecho, va a contribuir no solo a reafirmar el poder del Estado, sino también a poner en manos de éste el control de la economía”.
A finales de septiembre de 1936, no sólo la CNT no empezaba a combatir a la Generalitat, sino que entró a formar parte de ella, junto al POUM. La burguesía logró así la autodisolución del CC de las Milicias el 1º de octubre.
El gobierno de Tarradellas-Companys legalizó en un primer momento buena parte de las conquistas de la revolución, para inmediatamente suprimir los instrumentos que la hicieran posible. Cuando el trabajo sucio estaba hecho, expulsó del gobierno al POUM (diciembre de 1936) ante el silencio cómplice de la dirección de CNT, que tanto había mimado a Andreu Nin. El biógrafo de Companys, Ossorio y Gallardo, relata así la situación: "Companys, que ha reconocido el derecho de los obreros a gobernar e incluso les ha ofrecido abandonar su puesto, maneja las cosas con tal arte, que poco a poco reconstituye los organismos legítimos de poder, deshace la acción de los consejos y deja a los organismos obreros reducidos a su papel de auxiliares, de asesores, de ejecutores. A los cuatro o cinco meses estaba restablecida la normalidad". ( www.engels.org/marxi/marxis3/mar3_4.htm)

La Columna Durruti: guerra y revolución al mismo tiempo

La columna Durruti, igual que las otras milicias obreras, rechazaron el modelo burgués del ejército. Ese modelo que la República tardará más de un año en imponer contra la revolución. La Columna Durruti estaba formada por varias agrupaciones, cuyos delegados elegidos por la milicia constituían el Comité de Guerra junto con Durruti mismo y los asesores nombrados por el CC de las Milicias. Cada agrupación estaba formada por cinco centurias y cada una de ellas por grupos. El sistema de comités de delegados funcionaba también a cada nivel de la organización miliciana. Ante las críticas de Pérez Farras, el técnico militar de la columna, Durruti replicó: "Ya lo dije, y vuelvo ahora a repetirlo: durante toda mi vida me he comportado como anarquista, y el hecho de haber sido nombrado delegado responsable de una colectividad humana no puede hacer cambiar mis convicciones. Fue bajo esa condición que acepté cumplir la tarea que me ha encomendado el Comité Central de Milicias. Pienso -y todo cuanto está sucediendo a nuestro alrededor confirma mi pensamiento- que una milicia obrera no puede ser dirigida según las reglas clásicas del Ejército. Considero pues, que la disciplina y la coordinación en la realización de un plan son cosas indispensables. Pero todo eso no se puede interpretar según los criterios que estaban en uso en el mundo que estamos destruyendo. Tenemos que construir sobre bases nuevas. Según yo, y según mis compañeros, la solidaridad entre los hombres es el mejor incentivo para despertar la responsabilidad individual que sabe aceptar la disciplina como un acto de autodisciplina. (…) la finalidad de nuestro combate es el triunfo de la revolución. Esto significa no solamente la victoria sobre el enemigo, sino que ella debe obtenerse por un cambio radical del hombre. Para que ese cambio se opere es preciso que el hombre aprenda a vivir y conducirse como un hombre libre, aprendizaje en el que se desarrollan sus facultades de responsabilidad y de personalidad como dueño de sus propios actos. El obrero en el trabajo no solamente cambia las formas de la materia, sino que también, a través de esa tarea, se modifica a sí mismo. El combatiente no es otra cosa que un obrero utilizando el fusil como instrumento, y sus actos deben tender al mismo fin que el obrero. En la lucha no se puede comportar como un soldado que le mandan, sino como un hombre consciente que conoce la trascendencia de su acto. Ya sé que obtener esto no es fácil, pero también sé que lo que no se obtiene por el razonamiento no se obtiene tampoco por la fuerza. Si nuestro aparato militar de la revolución tiene que sostenerse por el miedo, ocurrirá que no habremos cambiado nada, salvo el color del miedo. Es solamente liberándose del miedo que la sociedad podrá edificarse en la libertad". La Columna Durruti se componía de mineros del Alt Llobregat convertidos en guerrilleros y dinamiteros, marineros del Sindicato de Transportes, militantes de confianza de la CNT y obreros metalúrgicos. La Columna tenía doble naturaleza de ejército y guerrilla, variando su táctica según las circunstancias.
Preguntado por un periodista canadiense poco antes de la salida de Barcelona, Durruti así describió su visión de la guerra revolucionaria: "Los fascistas tienen Zaragoza y Pamplona. Ahí es donde están los arsenales y las fábricas de municiones. Tenemos que tomar Zaragoza y después saldremos al encuentro de las tropas compuestas de Legionarios Extranjeros, que ascienden desde el Sur, mandadas por el general Franco. Dentro de dos o tres semanas nos encontraremos entregados en batallas decisivas. Dos o tres semanas o quizá un mes. La lucha se prolongará como mínimo todo el mes de agosto. El pueblo obrero está armado. En esta contienda el Ejército no cuenta. Hay dos campos: los hombres que luchan por la libertad y los que luchan por aplastarla. Todos los trabajadores de España saben que si triunfa el fascismo vendrá el hambre y la esclavitud. Pero los fascistas también saben lo que les espera si pierden. Por eso esta lucha es implacable. Para nosotros de lo que se trata es de aplastar al fascismo, de manera que no pueda levantar jamás la cabeza en España. Estamos decididos a terminar de una vez por todas con él, y esto a pesar del Gobierno...
¿Por qué dice usted a pesar del Gobierno? ¿Acaso no está este Gobierno luchando contra la rebelión fascista? preguntó sorprendido el periodista.
"Ningún Gobierno en el mundo pelea contra el fascismo hasta suprimirlo – respondió Durruti-. Cuando la burguesía ve que el poder se le escapa de las manos, recurre al fascismo para mantener el poder de sus privilegios. Y esto es lo que ocurre en España. Si el Gobierno republicano hubiera deseado terminar con los elementos fascistas, hace ya mucho tiempo que hubiera podido hacerlo. Y en lugar de eso, temporizó, transigió y malgastó su tiempo buscando compromisos y acuerdos con ellos. Aún en estos momentos, hay miembros del Gobierno que desean tomar medidas muy moderadas contra los fascistas. ¡Quién sabe –dijo Durruti, riendo- si aún el Gobierno espera utilizar las fuerzas rebeldes para aplastar el movimiento revolucionario desencadenado por los obreros!
¿Entonces usted ve dificultades aun después que los rebeldes sean vencidos?
"Efectivamente. Habrá resistencia por parte de la burguesía, que no aceptará someterse a la revolución que nosotros mantendremos en toda su fuerza" contestó Durruti.
El periodista le señaló la contradicción en que se encontraba la revolución que mantenían los anarquistas: "Largo Caballero e Indalecio Prieto han afirmado que la misión del Frente Popular es salvar la República y restaurar el orden burgués. Y usted, Durruti, me dice que el pueblo quiere llevar la revolución lo más lejos posible. ¿Cómo interpretar esta contradicción?"
"El antagonismo es evidente. Como demócratas burgueses, esos señores no pueden tener otras ideas que las que profesan. Pero el pueblo, la clase obrera, está cansado de que se le engañe. Los trabajadores saben lo que quieren. Nosotros luchamos no por el pueblo sino con el pueblo, es decir, por la revolución dentro de la revolución. Nosotros tenemos conciencia de que en esta lucha estamos solos, y que no podemos contar nada más que con nosotros mismos. (…) Para la Unión Soviética lo único que cuenta es su tranquilidad. Para gozar de esa tranquilidad, Stalin sacrificó a los trabajadores alemanes a la barbarie fascista. Antes fueron los obreros chinos, que resultaron victimas de ese abandono. Nosotros estamos aleccionados, y deseamos llevar nuestra revolución hacia adelante, porque la queremos para hoy mismo y no, quizá, después de la próxima guerra europea. Nuestra actitud es un ejemplo de que estamos dando a Hitler y a Mussolini más quebraderos de cabeza que el Ejército Rojo, porque temen que sus pueblos, inspirándose en nosotros, se contagien y terminen con el fascismo en Alemania y en Italia. Pero ese temor también lo comparte Stalin, porque el triunfo de nuestra revolución tiene necesariamente que repercutir en el pueblo ruso. (…) Puede ser que los intereses en conflictos de imperialismos diferentes tengan alguna influencia en nuestra lucha. Eso es posible. El general Franco está haciendo todo lo posible para arrastrar a Europa a una guerra, y no dudará un instante en lanzar a Alemania en contra nuestra. Pero, a fin de cuentas, yo no espero ayuda de nadie, ni siquiera, en última instancia, de nuestro Gobierno."
Preguntó el periodista “¿Pueden ustedes ganar solos? Aún cuando ustedes ganaran, van a heredar montones de ruina". Durruti contestó suavemente, pero con firmeza:
"Siempre hemos vivido en la miseria, y nos acomodaremos a ella por algún tiempo. Pero no olvide que los obreros son los únicos productores de riqueza. Somos nosotros, los obreros, los que hacemos marchar las máquinas en las industrias, los que extraemos el carbón y los minerales de las minas, los que construimos ciudades... ¿Por qué no vamos, pues, a construir y aún en mejores condiciones para reemplazar lo destruido? Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a heredar nada más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia. Pero -le repito- a nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones, dijo, murmurando ásperamente” Y luego agregó: “Ese mundo está creciendo en este instante".
La CNT ya contaba con 2 millones de militantes.

El Frente de Aragón

Conforme la columna avanzaba, liberaba pueblos por Aragón. Igual que en el resto del estado, pero a nivel generalizado, los campesinos pobres ocupaban las tierras y organizaban colectividades bajo las indicaciones de la CNT. Durruti no se cansaba de repetir: “Ocupad las tierras, hacedlos sin ninguna clase de parásitos. Si vosotros no hacéis esto, será inútil que nosotros sigamos adelante. Es necesario crear un mundo diferente del que comenzamos a destruir, porque en caso contrario no merecerá la pena que nuestra juventud vaya a morir al frente. Pensad que nuestro verdadero campo de batalla es la revolución”. En poco tiempo, hasta el 70% de la población aragonesa llegó a colectivizar las tierras. Los comités de la CNT-FAI administraban la ley, la justicia junto con el campesinado pobre. El comercio privado llegó a ser abolido. La adhesión a las comunas por parte de los artesanos y pequeños propietarios se daba de forma voluntaria, para poder disfrutar de los servicios colectivos y para no quedarse al margen de la obra colectiva. El comité sindical de cada localidad administraba el almacén comunal. La superficie cultivada aumentó y así también el rendimiento de la tierra, los métodos de trabajo se perfeccionaron. La socialización de la agricultura demostró su superioridad sobre la gran propiedad privada de la tierra.
Como no podía evitarse, todo eso alarmó la Generalitat y el gobierno de Largo Caballero. El 15 de octubre de 1936, Durruti asistió a la conformación del Consejo de Aragón, bajo la presidencia de Joaquín Ascaso. Se trataba de un gobierno obrero y campesino, paralelo a los gobiernos burgueses de Barcelona y Madrid. El Consejo de Aragón empezaba a lograr lo que no hizo el CC de las Milicias Catalanas: un organismo de poder exclusivamente obrero y campesino, independiente de la burguesía. Los republicanos y estalinistas respondieron boicoteando el Consejo de Aragón y esperando el momento para atacarlo. Las armas y financiación que Largo Caballero había prometido a Durruti a principios de octubre – se hablaba de 530 millones de pesetas - nunca llegaron a Aragón ni tampoco a las industrias de Barcelona, que la clase obrera había adaptado a las necesidades de la guerra. La aprobación del presupuesto, que Largo Caballero dio a entender a Durruti como un hecho, fue bloqueada inmediatamente por Stalin incluso antes de la instalación oficial del Consejo de Aragón.
La dirección nacional de la CNT (García Oliver, Abad de Santillán, Montseny, etc.) justificaba las trabas que el Frente Popular oponía al frente de Aragón y a la colectivización. En Septiembre de 1936 la dirección de la CNT estaba preparando su ingreso en el Frente popular y Durruti significaba un obstáculo; era el dirigente más incómodo porque se oponía rotundamente a la participación de su organización en un gobierno contrarrevolucionario. A cambio de cuatro ministerios en Madrid, la dirección de la CNT estaba retirando su apoyo a Durruti en el frente de Aragón.
El efecto global fue el estancamiento del frente aragonés, sin poder las milicias tomar Zaragoza por falta de armas. La única alternativa que tuvo Durruti fue aceptar el llamado a defender Madrid, que se encontraba sitiada por los fascistas y en graves dificultades debido a los bombardeos. Solo ante el triste espectáculo de la colaboración de clases por parte de todas las organizaciones obreras – menos el pequeño grupo de los Bolcheviques-Leninistas que se habían separado del POUM – el dirigente obrero Durruti aceptó la lucha cuerpo a cuerpo que la situación parecía imponerle en Madrid. Tras la muerte de Durruti, el nuevo Gobierno republicano, burgués y estalinista de Negrín, logró suprimir la revolución en Aragón. El coronel Enrique Líster (PCE), en lugar de marchar sobre Zaragoza, atacó al Consejo de Aragón con tanques y tropas. La represión contrarrevolucionaria fue muy dura y no solo se contentó con el asesinato de la vanguardia del sector revolucionario aragonés, sino que devolvió las tierras y todo el resto a los anteriores “dueños” burgueses (agosto-septiembre de 1937).
Si hubiese existido en la Revolución española un partido marxista suficientemente cohesionado y maduro, con raíces en la clase obrera y firme en el principio de la independencia de la clase obrera contra la burguesía, luchadores como Durruti hubieran sin duda confluido en él junto con decenas o cientos de miles de militantes. La ausencia de dicho partido fue la tragedia de la Revolución española y de la historia mundial hasta nuestros días. Sin embargo, la lucha de Durruti no ha sido inútil. Los marxistas de la Corriente Marxista El Militante estamos construyendo, 70 años después, descansa sobre los hombros de quienes nos precedieron. La visión del futuro de Durruti es también la nuestra:
"Siempre hemos vivido en la miseria, y nos acomodaremos a ella por algún tiempo. Pero no olvide que los obreros son los únicos productores de riqueza. Somos nosotros, los obreros, los que hacemos marchar las máquinas en las industrias, los que extraemos el carbón y los minerales de las minas, los que construimos ciudades... ¿Por qué no vamos, pues, a construir y aún en mejores condiciones para reemplazar lo destruido? Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a heredar nada más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia. Pero a nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones, y ese mundo está creciendo en este instante”.

[Los discursos y declaraciones de Durruti han sido extraídos de dos libros: “Durruti” de Julio C.Acerete, Barcelona 1975 y “Durruti en la Revolución española” de Abel Paz, Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 1996]

No hay comentarios.: