jueves, mayo 30, 2019

El paro y después



Patricia Bullrich declaró estar “harta de los paros y piquetes”, pero el paro demostró que la clase obrera y amplias capas populares están hartas de ella, de Macri y de las consecuencias del régimen del FMI. Fue el mayor paro durante el gobierno de Macri, cuando falta poco para que expire su mandato. A 50 años, el Cordobazo mostró su vigencia histórica en dos sentidos contradictorios: que la clase obrera argentina tiene su enorme potencial entero a pesar de los golpes que está recibiendo y que su gran obstáculo es la burocracia sindical y el nacionalismo burgués, tan colaboracionistas como los participacionistas de aquella época. Por su lado, Macri, los gobernadores, la burguesía en su conjunto, han mostrado, en otra tentativa capitalista fracasada, que son una clase que agotó su capacidad de sacar al país del agravamiento de su dependencia semicolonial y de una espiral de miseria social.
La huelga de 24 horas fue unánime en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza, Tucumán y también desde Santa Cruz hasta Salta y Jujuy. Resulta interesante que el gobernador Juan Manzur en Tucumán informó que no descontará el día a los administrativos y el gobernador Gerardo Morales en Jujuy lo contrario, que descontará rigurosamente. Pero en ambas provincias el paro estatal fue fuertísimo.
En la industria el paro fue macizo. En los bancos y servicios también. Sólo se mostraron fisuras en enclaves donde la flexibilización laboral y la desarticulación sindical ha dado tal dominio a la patronal que prima el terror al despido, por caso ciertos supermercados, centros gastronómicos, en varios ingenios azucareros o en Arsat. Pero, por otro lado, pequeños comercios cerraron sus puertas por miles en todo el país; por protesta o porque no venderían nada, da igual. El paro aeronáutico fue total, las low cost pudieron volar parcialmente debido al paro de dos horas por turno de los controladores aéreos -cumplido a rajatablas por los trabajadores- por su carácter de “servicio esencial” semimilitarizado que proviene de la época del kirchnerismo y que respeta la burocracia sindical de esa actividad.
El “muro” de Bullrich emplazado en el Puente Pueyrredón, usado en el G20, pasible de ser electrificado mediante generador incorporado, y el impresionante operativo conjunto de tropas que terminó hiriendo a Mary Medina, del Polo Obrero, sólo retrató un régimen en ruinas, que apela al resorte último del Estado: el aparato represivo. Es la “herencia” que le preparan a los Berni que puedan asumir ante los inevitables tiempos tormentosos que vendrán antes o después de octubre.

La burocracia

La foto patética de Héctor Daer, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y Carlos Acuña, pidiendo soluciones urgentes al gobierno del FMI, no pudo ocultar que la estrategia es que éste será el último paro ante Macri, a quien le sacaron las papas del fuego durante todo el mandato. La queja de Daer por la “salud” en particular, indica que el mensaje cifrado es “larguen algo de los fondos de las obras sociales”, ilegalmente retenidos. Por lo demás, a negociar algún puestito en las listas del PJ, porque las de Macri son un quemo.
Hugo Moyano, el sindicalista que hizo campaña con Macri, pero generosamente aceptado por el kirchnerismo, hizo conferencia de prensa aparte, pero no tuvo un discurso distinto. Un ala y otra confluyen en la mesa del PJ para apoyar a la fórmula Fernández-Fernández. Roberto Baradel, desde un acto muy modesto en Córdoba, no desentonó con el resto de la burocracia sindical. “Con este paro, la gente va tomando conciencia”, “tendríamos que unirnos todos como en el Cordobazo”. Resulta de un cinismo impresionante. Tal vez ocurra que cuando “se unan todos” pase efectivamente como en el Cordobazo, que obreros y estudiantes pasen por arriba de él y de toda la burocracia sindical que le firma las paritarias a la baja, sin lucha alguna, al Macri final. Al que está golpeado, debilitado, repudiado y colgando del hilo de un Fondo Monetario que corre el peligro de hundirse junto con él.

Los piquetes y el Plenario Sindical Combativo

Las “ollas para visibilizar el hambre” del Fresimona del moyano-kirchnerismo, junto al trío San Cayetano, fueron una orientación funcional al paro matero. También consistente con el llamado a la “unidad nacional” del Vaticano para “cuidar a Macri” de manera que termine el mandato aunque cierre diez fábricas por día, nos castigue a tarifazos y reviente la Anses. Pero no se hicieron o no tuvieron relevancia alguna. Incluso la izquierda que se adaptó a ellas quedó en ridículo, como ocurrió con cierto sector en la zona norte.
En cambio, una potente voz del paro fueron los piquetes del Plenario Sindical Combativo, el Polo Obrero y la izquierda. Y luego, el acto central en el Obelisco (ver páginas centrales). Un papel parecido jugó este sector en distintas localidades del país, como en el acto de la Plaza Independencia en Tucumán, donde Ariel Osatinsky, secretario general de Adiunt y candidato a gobernador del FIT por el PO, cerró un acto de frente único. Lo mismo hicieron Raquel Blas, secretaria general de la CTA en Mendoza y Alejandro López, secretario general de ceramistas en Neuquén, ambos oradores en importantes actos obreros de esas provincias.
Desde el Puente Pueyrredón, un piquete de más de mil compañeras y compañeros, desde la primera hora se plantó frente a las tropas y desarrolló una jornada combativa explicando y explicando nuestra posición en favor de un paro activo nacional de 36 horas con abandono de tareas, como fue hace medio siglo el Cordobazo. Lo propio hicimos en La Noria, la Panamericana o la Autopista del Oeste, donde confluyeron delegaciones obreras con piqueteros y militantes de izquierda: el Sutna, AGD, Ademys, metrodelegados, la seccional Oeste del Sarmiento, los Suteba combativos, internas gráficas, plásticas, choferes de la 60, Expreso Lomas y otras líneas, internas de ATE, el infaltable Polo Obrero, centros de estudiantes y militantes de la izquierda.
Señalamos que el desarrollo del paro muestra que es posible el paro activo, que es el camino que muestran las grandes luchas de la etapa, evocando la movilización masiva de cien mil mujeres por el aborto legal un día antes. Explicamos a los cuatro vientos que una jornada como ésta podría movilizar a millones de trabajadores desde sus lugares de trabajo, lo que sería el réquiem de Macri y abriría una situación donde los trabajadores tomen la iniciativa política para derrotar a un régimen en crisis.
Desde las reuniones preparatorias y la conferencia de prensa previa, el Plenario Sindical Combativo mostró su sentido y vigencia, al ser la única voz opuesta a la de las distintas alas de la burocracia sindical y postulando al clasismo como dirección alternativa de la clase obrera, como lo resaltaron Alejandro Crespo, Ileana Celotto y otros compañeros oradores. Ellos marcaron también una perspectiva política y programática al llamar a la vanguardia obrera y a los trabajadores a apoyarse en el Frente de Izquierda, que es la única fuerza política que plantea la ruptura con el FMI y una salida de los trabajadores para que la crisis la paguen los capitalistas.

El FIT

El paro no tendrá continuidad. Pero colocó a la clase obrera marcando presencia. Una bocanada de aire cuando el escenario político es anestésico, plagado por la politiquería de las combinaciones y crisis de los partidos que se preparan para administrar la quiebra argentina y pasarle la factura a la clase obrera. La convención radical votó, con más número que en 2015, seguir en Cambiemos, aunque explote el desplome de Macri para pedir puestitos. Pero el rumbo adoptado es de la clase capitalista. El de los diez puntos que ninguna fuerza política firma, pero que tampoco enfrentan, porque toda la burguesía los apoya.
Ya está claro que la defección de Cristina está en línea con la homilía del Tedeum que bajó del Vaticano el día de la patria. La “unidad nacional” para garantizar la gobernabilidad de un ajuste fondomonetarista que fracasará una y otra vez y llevará a convulsiones sociales inevitables. Esa es la función del contrato social que impulsan los Fernández-Fernández: maniatar a los sindicatos como hace cincuenta años, cuando vino Perón a enfrentar el proceso revolucionario abierto por el Cordobazo. Aprendieron la lección y nosotros tenemos que llevar a la clase obrera y los explotados la lección del Cordobazo: romper con el nacionalismo de conciliación de clases, luchar por el gobierno obrero y popular.
Lo que hoy significa confrontar con el recambio del pejotismo ante el derrumbe de Macri. Combinando cada día la acción de lucha y la disputa electoral en la perspectiva de la independencia política de los trabajadores, con la fórmula Del Caño-Del Plá a la cabeza.
Llamamos al resto de la izquierda a una lista común para trazar una línea divisoria nítidamente marcada entre los partidos de la burguesía y nosotros. Más que nunca por un Congreso de toda la izquierda, que inicie una gran campaña política para que la crisis la paguen los capitalistas. Por una salida de los trabajadores y la izquierda.

Néstor Pitrola

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