viernes, agosto 16, 2019

Italia: ¿Un gobierno de la derecha soberanista?



Matteo Salvini. líder de la Lega, busca reconvocar elecciones y ungir un gobierno propio.

Luego de una intensa guerra de nervios, que predice nuevos encontronazos, el viceprimer ministro italiano, el soberanista Matteo Salvini, pasó a la ofensiva y rompió, en los hechos, la coalición gobernante con sus ex socios del M5S (Movimiento Cinco Estrellas), con el objetivo de reconvocar elecciones y ungir un gobierno propio.
Este golpe de mano, largamente anunciado, es el resultado del ascenso de Salvini como figura de la derecha europea y de un nuevo fracaso del régimen parlamentario italiano. Su discurso combina, con una impronta demagógica y chovinista, el rechazo a los inmigrantes con la crítica a los abusos de la Unión Europea y de los empresarios.

Crisis política

El desenvolvimiento de la crisis política y la fragmentación de la burguesía italiana, reflejada en nuevas escisiones partidarias y en los resultados de las recientes elecciones europeas, ha colocado en un lugar central la falta de legitimidad del actual Parlamento italiano, cuya correlación de fuerzas ha mutado por completo en poco más de un año, otorgándole la mayoría a los bloques que hoy se encuentran en minoría, y viceversa.
Por caso, y bajo el nuevo liderazgo de Salvini, la Lega -la ex Liga del Norte- pasó de resultados electorales modestos a alzarse con el 34% de los sufragios al Parlamento europeo. Diferentes medios periodísticos coinciden en que prácticamente fagocitó a sus ex aliados del M5S. Ahora, las encuestas le otorgan una intención de voto de entre el 30 y el 40%. De convocarse a elecciones, La Lega sumaría a sus socios de Hermanos de Italia (FdI) y, de acuerdo con los resultados de las negociaciones, a los resabios de las huestes de Berlusconi (FI), colocando a la derecha en condiciones de formar gobierno con un resultado equivalente al 50% del apoyo electoral.
Esta situación marca un fuerte contraste con la crisis de la principal fuerza de oposición, el Partido Demócrata (PD), virtualmente escindido entre la minoría que responde al ex primer ministro Matteo Renzi y la mayoría alineada con su actual secretario general Nicola Zingaretti. A esto se agrega el problema de que los parlamentarios de Renzi, a punto de retirarse del partido, son “mayoría” en Senadores. Es decir que una fuerza política que tiene una intención de voto del 5% concentra la mayor cantidad de parlamentarios con mandato vigente. Renzi, intentando reagrupar para afrontar las próximas elecciones, busca dilatar la convocatoria a las urnas, mientras que su adversario interno del PD, pronto a hacerse con el control total del partido, quiere adelantarlas. Luego de su reciente fracaso como gobierno, las fuerzas centrífugas que atraviesan a la otrora poderosa centroizquierda italiana se relacionan con su postración política a los dictados de la Comisión Europea y sus planes de austeridad.
Contrasta, también, con el ocaso del “anti-sistema” M5S y de su joven promesa, el actual viceprimer ministro Luigi di Maggio. Esta formación anti-partido, que nucleó a sectores populares descontentos y hasta a movimiento sociales, bajo un programa ecléctico, alberga en su seno contradicciones insalvables que la han colocado al borde del estallido. Su ingreso al gobierno en coalición con la derecha, luego de criticar la política oficial durante años, marcó el abandono definitivo de cualquier reivindicación democrática.
La ofensiva de Salvini se valió de esta improvisación. En un intento desesperado por recuperar parte de su identidad política opacada por La Lega, el M5S desempolvó, por primera vez durante su gestión, una vieja bandera: el rechazo a la construcción del TAV, un tren de alta velocidad que unirá Torino con la localidad francesa de Lyon. Este negociado privatista, pergeñado a comienzos de los '90 y reflotado en los últimos años, es repudiado por un amplio espectro de organizaciones sociales por su impacto ambiental y social. Las trabas del M5S al proyecto del TAV en el Parlamento, a todas luces demagógicas, fueron la excusa de los soberanistas para poner fin al matrimonio por conveniencia.
Sin embargo, aún no está dicha la última palabra. Giuseppe Conte, primer ministro y cabeza de gobierno “en los papeles”, debe optar entre renunciar a su cargo y convocar nuevas elecciones parlamentarias, o bien, enfrentarse a Salvini e intentar formar un nuevo gobierno con el Parlamento votado el año pasado (con menor peso de los partidarios de La Lega). Conte, un abogado con poca trayectoria política, fue la figura ungida para actuar como primer mandatario “de compromiso” en el gobierno de coalición. Sin una base de poder real, aunque con una imagen positiva en la población, se avizora detrás de sus pasos un intento de maniobra de los sectores de la burguesía europeísta.
La formación de un nuevo gobierno sobre la base del antiguo Parlamento busca hacer realidad, aunque pasando por encima de la correlación de fuerzas actual, una coalición entre el M5S y el PD, la fórmula que más le cierra a la burguesía y que, en vano, intentó concretar en las últimas elecciones de 2018. Esta variante llevó al absurdo de que el totalitario Salvini realizara fuertes declaraciones “en defensa de la democracia” contra un hipotético nuevo gobierno de Conte con los “republicanos” del PD.
Esta semana, las maniobras de ambos bandos continuaron. El martes 12, luego de perder la votación sobre la fecha en la cual Giuseppe Conte deberá rendir cuentas al Parlamento, Salvini tiró la pelota afuera y propuso la discusión de un proyecto del M5S que plantea reducir la cantidad de escaños en el Parlamento. A pesar de su dudosa viabilidad constitucional, la jugada de Salvini permitió crear una nueva desavenencia entre el M5S (favorable al proyecto) y el PD (contrario), además de emblocar consigo a Berlusconi (que se pronunció a favor). En las últimas horas, Salvini adelantó que avanzará con su ruptura formal (voto de desconfianza) durante las presentaciones del primer ministro, dilatadas para el próximo 20 de agosto.
La posibilidad de formar gobierno excluyendo a la Lega de Salvini requeriría la unión del PD (Zingaretti y Renzi), del M5S, de las fuerzas regionales y de Izquierda Italiana (SI), además de su extensión sin límites a la derecha, incluyendo a la fuerza de Berlusconi. Este armado, de dudosa viabilidad política, fue bautizado por algunos analistas internacionales como la “Alianza Ursula”, porque el único punto programático común de la heterogénea coalición sería haber votado a la candidata de consenso europeísta Ursula von der Leyen para presidir la Comisión Europea. A confesión de partes, relevo de pruebas.

El trasfondo económico

Sea cual fuere el camino, incluyendo opciones negociadas, como un gobierno técnico basado en el Parlamento actual o un gobierno a cargo del Ejecutivo, el centro del problema es la aprobación de la ley de Presupuesto 2020, que debe ejecutar un gran ajuste para cumplir los compromisos de austeridad con la Unión Europea, incluyendo la reducción del déficit público correspondiente al 2% del PBI. Además de la baja del gasto, el presupuesto incluye impopulares aumentos en los impuestos al consumo (IVA). Este cuadro, que ha generado fuertes roces con la Cofindustria (cámara industrial), se agrava con la guerra comercial, la recesión alemana y con la penetración de mercancías industriales baratas provenientes de China, que asesta nuevos golpes a las automotrices del norte. Mientras tanto, el desempleo ya roza los dos dígitos y se eleva al alarmante 28% entre los jóvenes.
A su turno, la introducción de mayores impuestos al consumo agravará la recesión. Las últimas mediciones trimestrales reflejan un crecimiento nulo del PBI, luego un aumento del 0,1% en los primeros tres meses del año, que compensó el déficit del 0,1% de los últimos tres de 2018. La incertidumbre sobre las medidas que tomará un gobierno con La Lega a la cabeza ha llevado a un voto de desconfianza de los mercados, provocando la caída de las bolsas y un aumento significativo del interés de la deuda pública italiana en los bonos a 10 años, trepando al 1,8%, 0,6 puntos por encima de la referencia del Bund alemán.
Ocurre que Salvini promete gambetear las medidas de austeridad aumentando el déficit y elevando el monto de la deuda, que ya se ubica en el 134% del PBI, consolidándose, dentro de la Unión Europea, como la más alta en términos absolutos, incluso por encima de la deuda griega. Sin embargo, el fantasma de la ruptura con el euro y el retorno de la lira es, por el momento, desechado por Salvini. Todo parecería indicar que su cruzada soberanista y su enfrentamiento con Bruselas avanza con pies de plomo, contenido dentro de los marcos de la Unión Europea y dentro de la pelea por el control de Consejo Europeo. Esto tiene que ver con que Salvini es consciente de la desconfianza de la burguesía hacia los planteos de ruptura con la UE y hacia él mismo.
Así las cosas, la muy probable formación de un gobierno relativamente homogéneo de la derecha pone nuevamente en debate ya no sólo el lugar común de la crisis de la república italiana y de los partidos tradicionales, sino también de las nuevas formaciones políticas parlamentarias que la burguesía pergeñó para saldar esa crisis. El golpe de gracia final, que puede estar en manos de un líder que no oculta sus intenciones de elevarse como árbitro y hacerse con la suma del poder político, estaría al servicio de la salida reaccionaria de la vieja burguesía del norte rico y de los terratenientes del sur pobre, que intentan retomar el control luego de décadas de subordinación al diktat alemán. En esta línea se entienden las pretensiones de un mayor acercamiento con Trump y con Putin, quienes, haciendo su propio juego, alientan las medidas del regionalismo conservador italiano.

Desafíos políticos

Ante esto, la clase obrera ha quedado corrida de escena. Diversas manifestaciones de descontento, incluyendo paros y movilizaciones democráticas, tienen aún un carácter aislado y parcial. Se encuentra mal pertrechada para enfrentar la enorme ofensiva que se viene, ya sea que la ejecuten los eurófilos o los euroescépticos. La Lega ha logrado despertar ilusiones en sectores populares cansados de años de crisis económica. Pero la batalla también debe concentrarse en una crítica a la experiencia fallida del PD y en las presiones pro-Unión Europea, así como a las vicisitudes de formaciones tipo Syriza o Podemos, reivindicadas en la península por el conglomerado Izquierda Italiana (SI).
El planteo de la CRCI, en base al rechazo a la Unión Europea imperialista y a la lucha por gobiernos obreros y una federación socialista de Europa, continúa con plena vigencia.

Luciano Arienti

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