domingo, julio 13, 2025

Hace 45 años falleció Vinicius de Moraes


O Poetinha

 Cuando la gran, y enigmática ella misma, Clarice Lispector, lo entrevistó, introdujo el diálogo de una forma inusitada, pero que resumía mucho del hombre que tenía ante sí: «Vinicius, pienso que vamos a conversar sobre mujeres, poesía y música. Sobre mujeres porque corre la fama de que tú eres un gran amante. Sobre poesía porque tú eres uno de nuestros grandes poetas. Sobre música porque tú eres nuestro trovador. 
Vinicius, ¿tú realmente amaste a alguien en la vida? Llamé a una de las mujeres con la que estuviste casado y ella me dijo que tú amas todo, a todo te das por entero: a hijos, mujeres, amistades».
 Marcus Vinitius da Cruz de Mello Moraes (Río de Janeiro, 19 de octubre de 1913 – 9 de julio de 1980), Vinicius de Moraes, fue, sin duda, una naturaleza creadora: uno de los principales poetas en lengua portuguesa; músico y de los forjadores de la bossa nova; cronista, crítico de cine, dramaturgo… y un enamorado pertinaz del whisky y de las muchachas hermosas, tanto, que se casó nueve veces y tuvo diez hijos. 
 Son esos, sin embargo, apenas apuntes de una vida cuyo verdadero significado debe buscarse en la belleza de su obra, que tanto en la música como en la literatura sigue causando admiración.
 Canciones como Chega de saudade, Insensatez, y Eu sei que vou te amar, o la inmortal Garota de Ipanema (La chica de Ipanema), en colaboración con Tom Jobim –entre las más versionadas e interpretadas de la música contemporánea– hablan del indiscutible aporte de Vinicius a un género que borró fronteras entre lo culto y lo popular, y entrelazó la samba y el jazz, para hacer universales muchas y sucesivas voces y temas brasileños. 
 Entre sus grandes obras se cuenta el disco resultante de las grabaciones en el café-concert La Fusa de Buenos Aires, en 1970, con la voz de Maria Creuza y la guitarra de Antonio Pecci (Toquinho). 
 Según De Moraes, aquel show lo habían registrado con el «mismo espíritu de íntima comunicación e informalidad que nos gusta para transmitir nuestras canciones».
 Ese afán de intimidad está también en sus poemas –publicó más de 20 libros– en los cuales el amor ocupa lugar preeminente: Que yo pueda decirme del amor (que tuve): / Que no sea inmortal, puesto que es llama, / Pero que sea infinito mientras dure. (Soneto de fidelidad). 
 La poesía era para él la manera de volver mágica la realidad ante sus ojos, de «envolverla con ese tejido que le da una dimensión más profunda y consecuentemente más bella», si bien no separaba aquella que estaba en los libros de la de las canciones: «No hablo de mí como músico, pero sí como poeta». 
 Cariñosamente, sus amigos le llamaban O poetinha, pero el pequeño poeta era un poeta grande; las letras universales le deben poemas tan bellos como La ausente: …Ven a sumergirte en mí / Como en el mar, ven a nadar en mí como en el mar / Ven a ahogarte en mí, amiga mía / En mí como en el mar…; o Patria mía: Que ganas me vienen de quedarme dormido / Entre tus dulces colinas, patria mía / Atento al hambre en tus entrañas / Y los latidos de tu corazón. 
 Diplomático de carrera, aunque detestaba «todo lo que oprime al hombre, incluso la corbata», fue cesado de sus labores luego de que se instaurara la dictadura militar en su país. Un informe del Servicio Nacional de Inteligencia de 1966, lo calificó como «marginado, que es al mismo tiempo diplomático y sambista»; y en otro del Centro de Informaciones del Ejército se le describía como un bohemio que parecía haberse equivocado de profesión. 
 No obstante, desde aquellas primeras presentaciones en el escenario, de completo traje formal, Vinicius sabía que su vida ya no podría separarse del arte: «las raíces y la sangre hablaron más alto. Encuentro muy difícil que un hombre no vuelva a su interior, para llegar o por lo menos aproximarse al conocimiento de sí mismo».
 Y así fue, el hombre que escribió versos para niños, y bandas sonoras para telenovelas de Rede Globo, el admirador del cine mudo, y el que escapó dos veces de la muerte en graves accidentes de avión y de auto, creó incesantemente en la búsqueda de lo que creía el paradigma máximo, aunque no estuviese seguro de si sería humanamente alcanzable: la calma en el seno de la pasión. 

 Yeilén Delgado Calvo | nacionales@granma.cu
 11 de julio de 2025 22:07:17

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