lunes, junio 04, 2007

De los nexos de la Casa Blanca con el terrorismo.

El 16 de agosto de 1989 el entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush (padre), incurrió en una contradicción que más tarde pareció exigir de él una aclaración respecto a su postura sobre el terrorismo, que nunca tuvo lugar.
Por un lado reclamó una mejoría en la situación de los derechos humanos en Cuba y, por otro, favoreció la candidatura al Congreso de la defensora de un gángster que hasta la CIA y el Departamento de Justicia norteamericano valoraron como peligroso terrorista.
"Algún día me gustaría ver relaciones mejoradas, normalizadas con Cuba. Pero eso no podrá ocurrir y no ocurrirá mientras Castro continúe violando los derechos humanos de su propia gente", dijo.
Esas palabras del mandatario tuvieron lugar en un acto de recaudación de fondos para Ileana Ross-Lehtinen, quien participaría en una elección 13 días más tarde para ocupar un puesto vacante en la Cámara de Representantes.
El respaldo del Presidente a Lehtinen, demostrado en varias ocasiones, estuvo subrayado por el hecho de que su hijo Jeb, hoy Gobernador de la Florida, fungía como jefe de la campaña de esta.
Un despacho cablegráfico de la agencia británica Reuter hizo notar que la señora Ross-Lehtinen se encontraba entre las figuras de Miami que defendían con vehemencia al terrorista Orlando Bosch Ávila, amenazado de deportación por las autoridades del país.
El 12 de agosto, la AP se hizo eco de una carta que el detenido envió al director de Inmigración y Naturalización de Miami, Perry Rivkind, en la que trató de justificar el crimen de Barbados.
Bosch, uno de los principales autores de ese genocidio, dice en su carta a Rivkind que "el hecho de que haya muerto allí gente inocente, aunque muy lamentable, está gobernado por las duras realidades de las leyes hipotéticas de la guerra".
Aquel apoyo de Bush (padre) a Ross-Lehtinen, erigida en la más cálida defensora de Bosch, trae a la mente otro caso en que el mandatario se relacionó de cierta forma con otro terrorista: Luis Posada Carriles, prófugo de la justicia venezolana también mezclado en el sabotaje de Barbados.
A mediados de septiembre de 1988, el conocido agente de la CIA Félix Rodríguez, de origen cubano, admitió a la prensa en Washington que en 1985 él se hizo cargo de esconder a Posada Carriles, luego de que a través de un bien montado operativo lo "fugaron" de una cárcel venezolana.
Un asesor militar estadounidense que fue capturado en Nicaragua, Eugene Hasenfus, había declarado antes que Posada Carriles estaba en El Salvador formando parte de una red de la CIA que abastecía a los grupos antisandinistas y dio a conocer que su protector —Félix Rodríguez— tenía estrechos vínculos con la oficina del entonces vicepresidente George Bush.
El consejero de este último para Asuntos de Seguridad Nacional, Donald Gregg, dijo por aquellos días a la prensa: "No creo que el Vicepresidente supiera que Posada Carriles estaba trabajando con Félix, de manera que ¿para qué vamos a pedir una investigación?".
Apenas un mes después, a mediados de octubre del mismo año, el entonces candidato presidencial republicano George Bush volvió a incursionar en el campo de terroristas de origen cubano.
Sucedió durante la segunda y última confrontación televisiva que mantuvo con su rival demócrata, Michael Dukakis, cuando Bush expresó que Armando Valladares era uno de los "héroes" que inspiraban a los Estados Unidos.
Valladares, como demuestra su expediente de la época, formó parte de la policía del tirano Fulgencio Batista, y luego del triunfo de la Revolución en 1959 estuvo ampliamente involucrado en acciones terroristas, algo muy divulgado en la prensa.
A pesar de ese abultado fardo de antecedentes, este sórdido personaje fue nombrado embajador de Washington ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, y el Bush padre le brindó los más solemnes homenajes.
Junto a lo anterior, como se apuntó al inicio, el mandatario se erigió en recaudador de fondos para Ross-Lehtinen, quien tenía entonces como héroe a un terrorista al que rechazaban hasta las autoridades norteamericanas.
Si todo lo dicho fuese sumado, resulta muy comprometida la percepción de George Bush (padre) respecto al terrorismo, pues, además, era el jefe de la CIA cuando el crimen de Barbados que organizaron hombres de esa agencia de espionaje.
Su hijo le está siguiendo los pasos con absoluta fidelidad. Lo demuestra el caso Posada Carriles, que propina un fuerte golpe a los proclamados afanes de la Casa Blanca contra el terrorismo.

Nicanor León Cotayo
27 de Mayo 2007

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