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domingo, mayo 01, 2011
Mitos y realidades de la catástrofe de Chernobil
Hace 25 años, el 26 de abril de 1986, en la central nuclear de Chernobil se produjo un accidente.
De acuerdo con los datos del сentro federal de Estudios Biofísicos Burnazián, más de 8,4 millones de personas fueron expuestas a radiación.
¿Son los 25 años pasados desde entonces un lapso de tiempo suficiente para evaluar las secuelas médicas de aquella tragedia? A pesar de que toda una generación ha crecido desde 1986, parece un período demasiado breve para poder detectar todas las consecuencias de la explosión, pero es a la vez, un período demasiado largo para se sigan multiplicando mitos sobre Chernobil.
Los médicos aconsejan no exagerar el peligro
En vísperas del aniversario de la catástrofe los médicos reprochaban a los ecologistas y a los personajes públicos de sembrar innecesariamente el pánico en relación con las secuelas de la explosión. Por supuesto, de un modo u otro se compara el accidente en Chernobil con el de Fukushima en Japón, provocado por el terremoto del pasado 11 de marzo.
El ecologista Alexei Yáblokov en más de una ocasión ha alertado de los efectos dañinos para la salud incluso de dosis pequeñas de radiación. Doctor en Biología, investigador del Instituto de estudios genéticos, Yuri Dubrova, estudió los historiales médicos de 127 niños de la provincia de Mogilióv, afectada por la nube radioactiva, que nacieron después de la explosión.
De acuerdo con los resultados obtenidos, la frecuencia de mutaciones en los niños de la zona afectada es “dos veces más alta que de los niños nacidos de padres que no habían sufrido los efectos de la radiación”. En el extranjero también se han llevado a cabo investigaciones, por ejemplo, la de John Goffman titulada “Cáncer causado por exposición a pequeñas dosis de radiación. Análisis independiente del problema” (1994).
No obstante, los médicos manifiestan a menudo que del tema de los efectos de la radiación derivan demasiados mitos. Uno de estos mitos fue comentado en su entrevista a RIA Novosti por el Director de la Cátedra de Hematología y Geriatría de la Academia de Medicina Séchenov de Moscú, Pável Vorobióv: “el físico Andrei Sájarov creía que cada roentgen de más ocasionaba otro caso de cáncer. Es, por supuesto, una exageración”.
“Sin lugar a dudas, hay que mostrar preocupación por los efectos de la radiación para la salud, porque pueden presentar cierto peligro”, manifestó en su conversación con RIA Novosti el investigador del laboratorio de erosiones del suelo y de estudios de los cauces de la Facultad de Geografía de la Universidad Estatal de Moscú, experto del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Valentín Gólosov. No obstante, no hay motivos para el pánico.
Los males de Chernobil
Pavel Vorobiov señala que después del accidente en la central nuclear de Chernobil en Bielorrusia y Ucrania, las zonas afectadas por la emisión de yodo-131, provocada por la primera explosión, entre quienes en aquel 1986 eran niños se detectaron 200 casos adicionales del cáncer de tiroides.
Serguei Dudarenko, del Centro de medicina de emergencia y de radiación del Ministerio de Situaciones de Emergencia de Rusia, es más preciso: “En las provincias de Briansk, Kaluga, Tula y Oriol la tasa de los enfermos de cáncer de tiroides aumentó después del accidente de Chernobil en dos milésimas, es decir, en 2 casos por cada 1000 personas. Para los oncólogos la norma está superada”. Sin embargo, añade, el cáncer de tiroides en la actualidad responde bastante bien a los tratamientos médicos.
Tras el accidente de Chernobil, los médicos detectaron también “un aumento de casos de enfermedades somáticas, causadas por factores de carácter no radioactivo”, es decir, los psicológicos y los sociales. El estrés, la fobia a la radiación, unos cambios bruscos del régimen de vida y de alimentación, explica Serguei Dudarenko, causaron un aumento de los casos de hipertonía, infartos de miocardio, derrames cerebrales isquémicos y úlceras de estómago.
Entre las personas que padecían este miedo irracional e incontrolable a la radiación aumentó el número de trastornos del sistema nervioso central: entre los encargados de liquidar las consecuencias del accidente se registraron varios casos de esquizofrenia y suicidios, añade Vladimir Babeshko, Director del Centro de Medicina radioactiva adscrito a la Academia de Medicina de Ucrania.
El catedrático Loganovski, quien estudió también el estado de salud de los habitantes de la zona de Chernobil, llegó a la conclusión de que las personas que fueron expuestas a altas dosis de radiación, se volvieron extremadamente sensibles y delicadas. Sin embargo, parece ser tan sólo una hipótesis.
A los socorristas encargados de liquidar las consecuencias del accidente, bautizados liquidadores, se les reprocha a menudo el alcoholismo. “Eran en su mayoría hombres jóvenes de profesiones obreras, ese segmento siempre es más proclive al abuso del alcohol. Además, fueron afectados por “las suposiciones de que quedarían estériles, contraerían enfermedades, etc.”
A la espera de avisos oficiales
Los expertos rusos, gracias a la experiencia de Chernobil, están dando recomendaciones a sus colegas japoneses: el Centro de medicina radiológica de Obninsk facilita datos sobre la salud de los habitantes de la zona de la explosión de 1986.
De momento no existe amenaza directa derivada de la explosión en Fukushima para los habitantes de Kamchatka, Sajalín o las Islas Kuriles”, asegura el Director del laboratorio de espectrometría del Centro de medicina de emergencia y de radiación del Ministerio de Situaciones de Emergencia de Rusia, Voldemar Tarita.- En caso de surgir el más mínimo peligro por la emisión de yodo-131 a los habitantes del Lejano Oriente ruso se les avisaría de los medicamentos que habrían de tomar y de las dosis recomendadas”.
Es importante tener en cuenta, subraya el experto, que por propia iniciativa tomar grandes cantidades de yodo, sin que para ello exista necesidad alguna, puede ser peligroso: pueden producirse reacciones alérgicas, así como trastornos del aparato digestivo y del funcionamiento del esófago y tiroides.
Olga Sobolevskaia y Marina Selina
RIA Novosti
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