jueves, mayo 09, 2019

El salvataje del Titanic



La función política de los 10 puntos de Macri y el FMI

Mientras los funcionarios y economistas ligados al oficialismo seguían anunciando un inminente rebote de la economía, las estadísticas conocidas de marzo y abril pusieron las cosas en su lugar. Por el lado de la industria y la construcción, el retroceso de marzo se convirtió en derrumbe: un 13,4 y un 12,3%, respectivamente. Peor le fue a la producción de autos en abril, con una caída del 34%. En este cuadro no deben sorprender los anuncios de cierres de fábricas dispuestos por las principales empresas del país. Es lo que acaba de hacer Arcor con su planta de La Campagnola de Mendoza, dejando a 100 trabajadores en la calle. Una decisión aún más grave estaría por anunciar la principal exportadora de frutas del país, Expofrut. El cierre de su negocio de exportación sería el anticipo de su retiro del país. Y ya es un hecho el cierre de la planta de 200 trabajadores de Loma Negra, en las cercanías de Tandil. A esta altura, ya nadie duda que los próximos datos de la desocupación muestren registros de dos dígitos.
Como las malas noticias vienen todas juntas, la bancarrota local está siendo potenciada por la crisis capitalista mundial. La decisión de Donald Trump de imponer nuevos aranceles a las importaciones de China ha provocado una caída de las bolsas y una nueva ola de devaluaciones de las monedas de periferia. El salto en el dólar afectó la cotización de la soja, que rompió el piso de los 300 dólares la tonelada. Concretamente, para la fundida economía macrista esto equivale a que la cosecha traerá menos dólares de lo previsto. La otra decisión de Trump, en este caso el envió de la flota a Irán, impactó en un nuevo salto del precio del petróleo. Rápidamente, las petroleras decidieron aumentar las naftas en un 5%, mostrando la inviabilidad de los ‘precios esenciales’ anunciados por Mauricio Macri. Sin embargo, las petroleras reclaman un aumento aún mayor porque la suba del dólar no fue transferida en su totalidad al precio de las naftas. ¡En vez de caída de los precios, tendríamos inflación reprimida! Así, sólo queda esperar que lo peor está por venir.

Salvataje

Sin recursos para hacer frente a este derrumbe económico, el macrismo ha resuelto maniobrar en pos de salvar al gobierno y la candidatura de Macri. Para evitar que la clase capitalista se pase definitivamente a la posición de un recambio político, sea forzando la sustitución de la candidatura de Macri por María Eugenia Vidal o sea apoyando a Roberto Lavagna o algún otro candidato del Peronismo Federal, o por una combinación de ambas alternativas, el gobierno lanzó los 10 puntos para buscar un pacto con la oposición. La iniciativa es muy simple: enarbolar de modo abierto el programa de la patronal y el FMI, y colocar a la oposición en la disyuntiva de firmar o rechazar. La incorporación de modo explícito de la reforma laboral y previsional, y del pago de la deuda pública, contradice el marketing político-electoral, pero es adecuado para pelear el respaldo de la clase capitalista, sobre todo en momentos donde ésta debate otras alternativas electorales. El respaldo de las centrales empresariales al operativo de los 10 puntos esperanza al gobierno en mantener el apoyo de la clase capitalista a la candidatura de Macri y condicionar a la oposición. El respaldo de varios sectores del PJ, empezando por Miguel Pichetto y Juan Manuel Urtubey, constituye un acto de salvataje del gobierno.
El ‘éxito’ de Macri puede rápidamente volverse en su contra. Si el objetivo es preservar un programa de seguridad jurídica al capital, evitando la ‘vuelta al populismo’, entonces su propia candidatura está cuestionada al no ofrecer garantías de un triunfo sobre Cristina Kirchner. Es lo que le han dicho desde el radicalismo Alfredo Cornejo y Martín Lousteau. Para éstos, la firma de los 10 puntos debiera cobrar una forma electoral. Así, mientras para el gobierno es una forma de salvar a Macri, para sus aliados de Cambiemos da la excusa ideal para sacarlo del medio. De paso, los radicales se ilusionan en este cambio de figuritas. Y así ellos se beneficien quedándose con candidaturas más importantes, como ser la vicepresidencia o la jefatura de Gobierno de la Ciudad. En la política burguesa, las apetencias de las camarillas son un factor de agravamiento de las crisis.

Más allá de la suerte que corra la maniobra del gobierno, lo que importa destacar acá es que han servido para poner de manifiesto los acuerdos de fondo que unen a la burguesía y al conjunto de los partidos patronales. Los puntos sugeridos por cada uno de ellos para arribar a un acuerdo contemplan, en todos los casos, el pago de la deuda pública, mantener el tutelaje del FMI y, de modo general, reducir impuestos al capital y bajar el llamado ‘costo laboral’. En diciembre de 2017, todos los bloques políticos, incluida la burocracia sindical, habían puesto su firma en los tres proyectos diseñados por el macrismo: la reforma laboral, previsional e impositiva. La irrupción obrera de las jornadas del 14 y 18 de diciembre y luego la aceleración de la crisis financiera, impidieron que el gobierno avance en el total de este programa antiobrero. La búsqueda de una ‘unidad nacional’ para una nueva intentona en esa misma dirección es la confesión de que la clase capitalista es consciente que necesita sumar fuerzas si es que quiere propinarle una derrota histórica a la clase obrera.

Abajo la unidad nacional con el FMI

Para todo el pueblo que vive de su trabajo y sufre el despojo cotidiano de la banca acreedora sobre los recursos de la nación, la negociación de los bloques patronales por arribar a un acuerdo programático tiene el valor de una clase magistral de clarificación política. Ningún bloque ni partido plantea el salario igual a la canasta familiar, el 82% móvil para los jubilados, la prohibición de despidos y suspensiones, y ni qué hablar del repudio a la deuda usuaria, la nacionalización de la banca, del petróleo y el gas. Esto vale también para el kirchnerismo, que está más preocupado por hacer buenas migas con los acreedores y fondos de inversión que en la demagogia electoral. Alberto Fernández, Kicillof y su ex vice ministro Alvarez Agis ya han declarado que un eventual gobierno de Cristina Kirchner cumplirá los compromisos de pago de la deuda.
Aunque difícilmente la unidad nacional que reclama el FMI pueda asumir la forma de un pacto político en regla, lo cierto es que, mientras tanto, cumple su función de extenderle la vida al fundido gobierno de Macri. La lucha a fondo para poner fin al régimen del FMI es una tarea que sólo pueden llevar adelante los trabajadores y la izquierda mediante una acción histórica independiente. Es en función de esta política que volvemos a insistir en nuestro llamado al Frente de Izquierda para que reforcemos una acción integral de acción política y movilización. La campaña electoral que está en plena marcha en las provincias y comienza a nivel nacional debe abordarse con métodos que superen la mera propaganda electoral. La lucha por separar a los trabajadores del nacionalismo burgués, parte necesaria de la pelea contra Macri y el FMI, reclama un combate a fondo de programas y de organización y movilización. La realización de un Congreso del FIT, convocando a los sectores de vanguardia de los trabajadores, las mujeres y la juventud, se desprende de esta caracterización de conjunto. Urge que el FIT desembarque con su programa y sus candidatos en la arena de la crisis de régimen y la lucha electoral.

Gabriel Solano

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