lunes, octubre 15, 2012

¿Un historiador al servicio de la clase obrera?



A propósito del fallecimiento de Hobsbawm

El historiador Eric Hobsbawm nació en 1917 y acaba de morir el 1° de este mes. Junto a una serie de historiadores británicos como Maurice Dobb, Rodney Hilton, E. P. Thompson y Christopher Hill, fundó en 1952 la revista Past and present y protagonizaró una importante renovación historiográfica. Muchos de ellos abandonaron el Partido Comunista tras la invasión a Hungría en 1956; Hobsbawm permaneció en él desde su afiliación en 1935.
La desaparición de Hobsbawm ha dado lugar a una manifestación de valoración casi unánime en el mundo académico sobre su trayectoria, aunque la mayoría prefiere acentuar que, pese a su adhesión al marxismo, cuyos rasgos juzgan presentes en toda su obra,“su talento de historiador los relativiza y minimiza”.1Sin embargo, el mayor aporte de Hobsbawm lo encontramos en aquellos trabajos que mejor expresan una interpretación marxista de la historia. Sus análisis acerca de las revoluciones burguesas, por ejemplo, constituyen trabajos ineludibles para comprender estos procesos históricos.
Los historiadores de la academia rescatan en Hobsbawm lo que suponen niega o “matiza” su concepción materialista de la historia, el “anti-dogmatismo”, su visión “no esquemática”. Sin embargo, una concepción materialista dialéctica de la historia excluye el dogmatismo, su punto de partida es la propia realidad social y su método permite explicar la complejidad del todo social; el esquematismo que caracterizó a ciertos historiadores que se decían marxistas no tiene nada que ver con el materialismo histórico.
Por otro lado, desde sectores de izquierda se reivindica a Hobsbawm como uno de los más importantes historiadores marxistas; se lo rescata asimismo como un referente de intelectual comprometido con las causas populares. Sin embargo, los límites de su visión devienen de su concepción política que, como sabemos, no puede escindirse de su producción intelectual: la identificación política de Hobsbawm con el estalinismo lo condujo a interpretaciones claramente anti-marxistas. En la misma medida, su ubicación política frente a los hechos más importantes de la lucha de clases del siglo XX, lo colocó en el lado opuesto al de la revolución.

Un historiador del Partido Comunista

Historia del siglo XX es uno de los trabajos en los que Hobsbawm, enfrentado a los procesos históricos, no ya de siglos precedentes, sino los tiempos en los que el estalinismo jugó un rol clave para el sostenimiento y la estabilidad del capitalismo, manifiesta con claridad las consecuencias de su concepción política.2
Tomamos aquí sólo uno de los posibles ángulos para polemizar Hobsbawm, aunque clave tratándose de la Segunda Guerra Mundial. En su libro plantea que esta guerra “había de interpretarse no tanto como un enfrentamiento entre Estados, sino como una guerra civil ideológica internacional, en esa guerra civil el enfrentamiento fundamental no era el del capitalismo con la revolución social comunista, sino el de diferentes familias ideológicas: por un lado los herederos de la Ilustración del siglo XVIII y de las grandes revoluciones, incluida, naturalmente, la revolución rusa; por el otro, sus oponentes.”3
Aquí Hobsbawm encuentra que no puede aplicarse el carácter de guerra interimperialista: entre 1939 y 1945, el enfrentamiento fundamental al interior de los Estados y a nivel internacional se dio entre “fascismo y democracia”, es decir entre ideologías y regímenes y no entre Estados imperialistas en primer lugar, y una guerra contra el Estado Obrero soviético, en segundo.
No podemos desarrollar aquí el debate con esta concepción y todas sus implicancias4, pero digamos que una visión de estas características no logra explicar, por ejemplo, la intervención imperialista en defensa del régimen fascista griego que combatía el proceso revolucionario que se desarrollaba en Grecia por esos años. Esa intervención respondió a profundos intereses imperialistas y desechó por completo toda defensa de la “democracia”.
Lo que esta interpretación le permite “explicar” a Hobsbawm es la “alianza, insólita y temporal, del capitalismo liberal y el comunismo para hacer frente a ese desafío (el avance del fascismo que) permitió salvar a la democracia”.5 Esta visión es utilizada, por ejemplo, para reivindicar la política del Partido Comunista en España, con los “frentes populares” antifascistas, aunque, como sabemos, esta política no pudo vencer al fascismo pero sí derrotar la revolución.
A tal punto llega su afán justificatorio que, para Hobsbawm, los “años dorados” de la posguerra, el “logro” del Estado de Bienestar, son tributarios de la existencia de la propia URSS; a la vez que una justificación de la política estalinista se trata de una gran reivindicación no sólo del estalinismo sino de la “democracia” imperialista que contribuyó a “salvar”. No es gratuito entonces el reconocimiento actual que se le tributa a Hobsbawm.

Historiadores al servicio de la clase obrera

Hobsbawm no ha sido, por tanto, un intelectual neutral. Si ha legado notables análisis históricos, desde su rol de historiador ha contribuido más a la justificación del sistema dominante que a la causa de los explotados.
Es que la historia es un arma poderosa para las clases en pugna; para los trabajadores es un camino para conocer su propia historia –incluidas las traiciones de sus direcciones que los han llevado a la derrota- y no empezar en sus luchas cada vez de cero. El mismo León Trotsky, dirigente de la revolución, escribió la Historia de la Revolución Rusa mostrando, imbricada con los hechos de su propia vida, toda la magnitud del proceso revolucionario más grandioso de la historia; miles de páginas de sus obras están destinadas a acercar a los trabajadores las lecciones de los principales hechos de la lucha de clases mundial.
Historiadores como Pierre Broué, Milcíades Peña, Alberto Plá, son algunos de los más importantes referentes, todos ellos ligados de diferentes maneras a la corriente trotskista, de una verdadera historia militante.6 Está en manos de las nuevas generaciones recuperar estas obras y producir nuevos conocimientos desde el marxismo revolucionario, que constituyan herramientas para comprender y transformar la realidad y aportar un arma en la lucha de la clase trabajadora.

Notas

1. Luis Alberto Romero, Revista Ñ, 6/10/12.
2 .No desarrollamos aquí otro ejemplo de algunos de estos límites, el último libro de Hobsbawm Como cambiar el mundo: Marx y el marxismo, 1840-2011. Hernán Camarero reseñó este libro y, apuntando los aportes del trabajo, concluye: “Pero existe un problema a señalar respecto a este inventario. Hobsbawm aún no ha proporcionado una acabada o convincente explicación teórico-histórica de aquel experimento soviético, más específicamente, del estalinismo (a cuyo universo estuvo vinculado, dada su histórica pertenencia al PC británico).” Y, agregamos nosotros, no considera siquiera al trotskismo como expresión del marxismo revolucionario y sus vicisitudes como alternativa política a lo largo del siglo XX. Revista Ñ, 15/08/11.
3. Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Crítica, Buenos Aires, 1998, pág. 150.
4 Para un análisis completo tanto del carácter de la guerra en sus distintos aspectos, como una polémica específica con Hobsbawm, así como un análisis de las posiciones del trotskismo, ver Guerra y Revolución, Una interpretación alternativa de la Segunda Guerra Mundial, Ediciones CEIP, 2004. Los ensayos introductorios de Andrea Robles y Gabriela Liszt pueden ser leídos en www.ceip.org.ar.
5 .Hobsbawm, op.cit. pág. 17.
6 .Los trabajos de Trotsky y los historiadores que referimos pueden ser consultados en la biblioteca del CEIP “León Trotsky”.

Alicia Rojo

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