jueves, febrero 28, 2019

Feminismo y posmodernismo: qué hay detrás del libro Teoría King Kong



Existe desde hace mucho tiempo en el feminismo y el movimiento de mujeres a nivel mundial una vertiente que defiende la práctica de la prostitución. Esta defensa parte de una caracterización de la prostitución como “trabajo sexual” (ver “Trabajo sexual”: el caso alemán), es decir como una forma de explotación indiferenciada de cualquier otra como por ejemplo, el trabajo en una fábrica textil, en una oficina, o incluso el trabajo doméstico. En Europa en particular, esta defensa no puede ser separada de los procesos de legalización de la prostitución llevados a cabo en varios países y que permitió no sólo el aumento del PBI de los países más pobres de la Unión Europea, sino que también facilitó la movilización de mujeres para explotación sexual de manera legal de un país a otro dentro de la UE. Es decir que esta vertiente representa la cobertura feminista de un enorme negociado capitalista a costa de las mujeres más pobres.
Esta cepa del feminismo forma parte a su vez de un corpus posmoderno más amplio llamado “política de la identidad”, que pone el foco no en las diferencias de clase, sino en las formas políticas basadas en las diferencias de etnia, color, género, etc. Se basa en la consideración de formas de opresión “paralelas” (el patriarcado, el racismo, etc.) negando que sean formas de sometimiento reproducidas y profundizadas por el régimen capitalista. Por lo tanto, estas corrientes son ajenas no sólo a la importancia de forjar la unidad de todos los sectores oprimidos de la sociedad, sino principalmente pasan por alto a la clase obrera como sujeto político. En definitiva, esta política no refleja otra cosa que la desmoralización respecto de poder terminar con el capitalismo y con todas las formas de opresión.
El libro Teoría King Kong, de Virginie Despentes (2007), que ha sido recientemente reeditado con un gran éxito en ventas y al que muchos toman como una referencia, es un claro exponente de esta vertiente posmoderna y defensora de la prostitución dentro del feminismo. El texto relata las vivencias de la autora en su juventud, y describe muy bien varios aspectos acerca de la opresión que sufrimos las mujeres en esta sociedad machista. A partir de una violación sufrida durante su adolescencia – episodio que somete a un polémico análisis –, la autora narra su experiencia como prostituta y desarrolla reflexiones acerca de esta práctica. Finalmente analiza cómo todas estas vivencias fueron cambiando su forma de ser/actuar mujer, cómo ella aprendió a “jugar el juego” en esta sociedad.

Libertad para NO ser violadas

La experiencia personal de Despentes como joven que sufrió una violación, y como mujer que más tarde ejerció la prostitución de forma “placentera y agradable” – según su propia descripción – es el eje que atraviesa el libro. La autora quiere combatir una visión que ella considera condescendiente acerca de cómo son afectadas las mujeres violadas (por ejemplo la manera en que muchas veces el sólo hecho de haber sobrevivido a una violación es presentado como la prueba de que “tan desagradable no fue, si no, hubieras peleado con tu vida para evitarla”), pero se termina pasando al campo de la total banalización de las violaciones, en este sentido cita a la escritora norteamericana Camille Paglia quien sostiene que “la violación es un riesgo inevitable que las mujeres que quieran salir de sus casas deben correr, y si te sucede desempólvate y sigue la vida (give us the freedom to risk rape)” [Danos la libertad de arriesgarnos a ser violadas]. En cuanto a la violación sufrida por la autora, ella la define como el precio que ella pagó por su libertad. Inmediatamente después plantea una respuesta “tecnológica” y punitivista al problema, una especie de dispositivo que las mujeres se podrían colocar en la vulva y que destruiría a los penes que quieran “entrar sin permiso” – como si la penetración vaginal fuera la única forma de agresión sexual. Es importante destacar que no hay ninguna reflexión acerca de qué lleva a los hombres agresores a actuar de esa manera, sus raíces sociales, y por lo tanto, qué se puede hacer para terminar con ello. No plantear otra cosa que salidas individuales a la opresión de las mujeres es una constante en este libro.

Prostitución

Otra cuestión que aborda el libro es la de cómo deberíamos actuar las mujeres en esta sociedad que es machista y patriarcal. “Jugar el juego” es una frase que aparece de forma constante en este libro, lo cual representa una tremenda contradicción: si se critica a esta sociedad por el rol sumiso y dominado que la misma le asigna a las mujeres, ¿cómo es que “jugar el juego” ayudaría a cambiar algo? Nos encontramos siempre con la misma cuestión: este no es un libro que plantee cambiar nada de fondo.
Una forma de “jugar el juego” sería, para esta autora, el ejercicio de la prostitución, en la cual las mujeres tomarían el control de la situación. Sin embargo, ella misma es crítica del hecho de que las mujeres que ocupan los mejores puestos laborales son “aquellas de entre nosotras que saben mejor doblar la rodilla y sonreír bajo la dominación”. No dedica una sola línea a mencionar que la condición de clase es fundamental a la hora de acceder a los mejores puestos laborales. Siguiendo la lógica de Despentes, ¿cómo es posible que esto y la prostitución sean algo diferente?, o mejor dicho, ¿por qué uno estaría bien y lo otro mal? ¿Acaso no serían ambas maneras de “jugar el juego”?
Por otra parte, para Despentes las mujeres que “viven de sus maridos o ex maridos no pueden juzgar a las prostitutas, porque ellas hacen lo mismo pero aceptado socialmente”. Llevado al extremo este argumento, quizá Despentes estaría de acuerdo con un “salario de esposa”. Es decir que frente a la opresión en el seno del hogar, se pregona como salida la mercantilización de la mujer, en la cual la propia mujer decidiría “libremente” a quien vender y comprar su cuerpo-mercancía. Es una apología notable de la degradación y cosificación del cuerpo bajo el capitalismo.
Esta visión apologética se basa en la experiencia personal de Despentes sobre la prostitución: una experiencia de mujer blanca, de clase media, que podía elegir a sus clientes. Pero el sometimiento del cuerpo de la mujer como mercancía es lo contrario de la “libertad”. Este sometimiento sigue todas las tendencias del capitalismo en descomposición. Por eso, su caso de prostitución “agradable” no es representativo de la prostitución como fenómeno social mundial. La trata de personas para explotación sexual involucra a 4.8 millones de personas (en su gran mayoría mujeres y niñas) a nivel mundial, número que crece exponencialmente si se le suma la prostitución que es considerada “voluntaria”. La legalización y la explotación clandestina son dos caras de la moneda de esta explotación capitalista, como lo muestra el caso alemán. La autora, sin embargo, no niega que existan distintos tipos de prostitución, pero ella los quiere ´compartimentar´ de esta manera para terminar defendiendo la práctica en su conjunto. Por el contrario, no exhibe ningún interés en profundizar el análisis del fenómeno y considerar cuáles formas de prostitución tienen más peso, de cuál participan más mujeres, cuáles son los riesgos que existen para estas personas, cuántas mujeres tienen realmente la posibilidad de hacer algo diferente, etc.
En estas condiciones, la apología de la prostitución “agradable” es, para las masas, una utopía pequeño burguesa y reaccionaria.

Feminismo de adaptación al régimen

“La revolución feminista no ha reorganizado el cuidado de los niños ni las tareas domésticas”. Esta es una de las conclusiones de Despentes respecto de la llamada Segunda Ola del Feminismo. Lamentablemente no hay ningún desarrollo o reflexión acerca de por qué eso no ha cambiado, cuáles fueron los límites de aquel movimiento, ni tampoco acerca del mecanismo social por el cual al sistema capitalista le es funcional que dichas tareas sean realizadas por las mujeres. Muchísimo menos una estrategia para terminar con dicho sistema. Esto, sin embargo, es totalmente coherente con las ideas políticas de la autora, quién en diversas entrevistas ha sostenido que no ve ninguna posibilidad de una revolución, si bien confiesa no desarrollar ninguna práctica política cotidiana.
Bajo la forma de una apología de la prostitución como “toma de control” por parte de la mujer, se cuela una apología de todo el régimen, que se basa en la igualdad formal en la producción de mercancías. Por eso omite sistemáticamente cómo la pertenencia a determinada clase social limita muchísimo las formas de actuar con más o menos “libertad”. Los límites teóricos del enfoque que separa una crítica a la opresión de la mujer de una crítica al capitalismo quedan crudamente expuestos. Sus “conclusiones” responden a una mentalidad que tiene a este régimen social como única posibilidad de organización de la humanidad hasta el fin de los tiempos.
¿Por qué entonces este libro es tan exitoso y considerado como una referencia insoslayable en el feminismo? ¿Por qué Virgine Despentes es llamada “una referente indiscutible del feminismo”? Pues porque estamos frente a una variante feminista de adaptación a este régimen social. No es casualidad entonces que Teoría King Kong sea material de lectura de la mesa chica de la Casa Rosada, según Clarín (24/02).
Estamos en un momento en el cual las luchas de las mujeres, o del movimiento LGTB alcanzan una gran masividad, pero conservan enormes ilusiones en salidas que no cuestionen el régimen capitalista en su conjunto. Las teóricas de la pequeña burguesía, como Despentes, empalman con esta subjetividad proponiendo “salidas” individuales en el marco del régimen. Como socialistas, en cambio, llamamos a tomar conciencia de que en un cuadro de bancarrota capitalista, y crisis políticas, el movimiento de la mujer tiene un potencial revolucionario enorme para terminar con el régimen social que está en la base de todas las formas de opresión.

Luciana Layton

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