sábado, mayo 11, 2019

Cómo ganar las elecciones con Whatsapp desde Brasil hasta la India

Bajo la lupa

El omnipotente conglomerado GAFAT (Google/Apple/Facebook/Amazon/Twitter), asociado al Pentágono en su segmento Defence Innovation Board, desató una intensa polémica con Trump, quien critica el monopolio cibernético de Silicon Valley (https://wapo.st/2J3H1nj), y con Europa, donde se exige su regulación y atomización (https://econ.st/2Y3JTE6).
Hoy Twitter México/Latinoamérica se encuentra en la picota por sus usuarios debido a la flagrante parcialidad de su director Pepe López Ayala: proto-fascista aliado del Partido Popular español quien no oculta su intrusión en las elecciones (https://bit.ly/2vaEVZJ) y quien ha sido expuesto por su proclividad neofranquista/neoliberal/neopinochetista (https://bit.ly/2vmxf6V).
El común denominador de las críticas altisonantes versa sobre el manejo cautivo de los bots y su “granja de trolls” con el fin de modular a la opinión publica y redireccionar el voto manipulado de los electores.
Cambridge Analytica, hoy extinguida, redireccionó el voto a favor del Brexit y la elección de Trump (https://bit.ly/2TPXEUO).
Ahora la aplicación Whatsapp ha sido colocada en la picota, a lo que se ha sumado en forma sorprendente The Financial Times (04/05/19) vinculado por medio del grupo Pearson, junto con The Economist, a la Banca Rothschild y a su instrumento George Soros: señalado de ser socio del mandamás de Facebook (https://bit.ly/2R2Lhnl).
Whatsapp fue adquirida en 2014 por Facebook en 22 mil millones de dólares y cuenta con 500 millones de usuarios, siendo la aplicación más popular en India (300 millones: la mayor del mundo) y Brasil, además de Gran Bretaña, España y Francia.
En India, Financial Times alerta que se puede escenificar una elección Whatsapp, la cual podría también configurar su futuro político.
El partido gobernante Bharatiya Janata, del nacionalismo hindú, utiliza Whatsapp para librar una de las más sofisticadas campañas políticas digitálicas en el mundo.
John Gapper (FT 16/04/19) había advertido que Whatsapp es una versión sombría de la democracia y que la elección general en India, donde votarán del 11 de abril al 19 de mayo 900 millones, demuestra los riesgos de las plataformas de las redes sociales.
Ahora los clásicos mensajeros del odio (palabra de moda) son quienes acusan a sus adversarios de imitarlos, como si el odio fuera monopolio exclusivo de un tipo dado de supremacismo racista.
Financial Times admite que Bolsonaro ganó la elección ayudado en parte por una ola de rumores tóxicos y desinformación, la mayoría propalados por Whatsapp. Ahora se requiere de mercadólogos creativos de las mentiras tóxicas para ganar una elección, como sucede en México con el uso vicioso y antidemocrático del grupo panista de los ex presidentes Fox y Calderón y sus conspicuos aliados propaladores de la trama rusa y la Operación Berlín (https://bit.ly/2UrdBVm), con el fin de desestabilizar al gobierno y pretender obtener por vías subversivas lo que perdieron en las urnas electorales.
En Brasil, con 120 millones de usuarios de Whatsapp, se manejó que la manipulación con fake news ayudaron a la elección a la presidencia del ex capitán Jair Bolsonaro. The Conversation denunció que la “postura sesgada de Whatsapp “en la elección de Brasil, demuestra el peligro a la democracia de las redes sociales debido a la desinformación (https://bit.ly/2J56o8m).
Los gobiernos masoquistas y los ciudadanos afectados por la obscena toma de partido del GAFAT, al unísono de su extraterritorialidad jurídica y su atentado a la soberanía cibernética de los países, no han tomado medidas precautorias y regulatorias ante el totalitarismo orwelliano de las plataformas monopólicas que controlan las redes sociales.
La tecnología en si es neutral y depende del uso que se le da. Lo grave radica en el monopolio de las plataformas.
El combate a los monopolios y la democratización de las plataformas –donde Latinoamérica, África, Europa y gran parte de Asia se encuentran ausentes– sería el antídoto para la deliberada propagación selectiva de fake news.

Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada

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