miércoles, marzo 01, 2017

Francisco revictimiza a las víctimas de abuso sexual eclesiástico



Por acción o por omisión se puede revictimizar. En este caso, el Papa utiliza ambas.

Una o un sobreviviente es una persona que ha sido víctima. Por eso cuando le agregamos el prefijo “re”, revictimización, nos referimos a su repetición, a la experiencia que victimiza a una misma persona en varios momentos de su vida y puede ser ejecutada por más de una persona, grupos sociales u organismos del Estado (Policía, Poder Judicial, etc.).
Quienes son sobrevivientes y sus familias atraviesan varias revictimizaciones en su camino, ya sea porque desmienten su testimonio, porque se burlan, porque reciben agresiones, se les estigmatiza, se les excluye, se les señala, se intenta instalar el “por algo será”, “fue con su consentimiento” o “buscan plata”. Eso, muchas veces, les lleva incluso hasta mudarse de ciudad.
La revictimización genera impactos psicosociales, porque remueven las situaciones traumáticas generadas por la violación de la dignidad y de derechos.
La revictimización genera condiciones que empeoran, que producen mayor vulneración, reactualización de angustia, impotencia, bronca, manifestación de síntomas corporales, desesperanza y todas las secuelas que ha dejado el hecho traumático.
Las personas sobrevivientes siguen expuestas no solamente a la continuidad de violación de sus derechos sino de ser invisibilizadas. Es por ello que fue creada la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico y una de sus funciones principales es la contención y el apoyo a quienes han atravesado esa situación y han estado años sin poder contarlo.
Ahora, cuando quien revictimiza es el Papa, lo que se da es un claro ejercicio de poder. Hay una clara asimetría.
¿Por qué digo por omisión? Porque nunca escuchó a las víctimas, porque pareciera que no les cree, porque dice que “la Iglesia llora por el dolor provocado por los sacerdotes”, porque habla de tolerancia cero y no hace nada en consecuencia. O sí, pero nunca es a favor de las víctimas.
Quien tuvo que cuidar, abusó. Quién tiene que sancionar, revictimiza.
¿Y por qué digo por acción? Porque pide misericordia, perdón, clemencia, reflexión para los curas y las monjas responsables de los abusos.
Por ahora la sanción eclesiástica, la expulsión, no aparece. Pero sí asoma la Justicia Penal, como los 13 años de condena para el cura Pacheco, de Goya, que logró con tanta lucha y valentía Osvaldo Ramírez.
Ojalá este camino se reproduzca en Justicia para tantas y tantos. El otro sigue siendo la condena social. Y ése sí nos pertenece a la sociedad en su conjunto.

Liliana Rodríguez
Psicóloga
La autora integra la red de Profesionales Latinoamericanos/as contra el Abuso de Poder y es asesora profesional de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico

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