viernes, febrero 23, 2018

Cuando las obreras textiles tomaron el cielo por asalto



La industria textil es uno de los sectores que mayor precarización y condiciones aberrantes les impone a las mujeres trabajadoras bajo el capitalismo. Un trabajo que desde sus orígenes, se nutrió de niñas y mujeres.

Algunos dicen que es porque tenían manos pequeñas y condiciones físicas particulares que permitía realizar con mayor eficiencia que a los varones, los trabajos que requería la industria estrella, que llegaría de la mano de la revolución industrial.
En medio de los extenuantes ritmos de producción, durante más de 170 años, entre fibras, hilados y telas, las mujeres trabajadoras tejieron su historia de organización y lucha. Con huelgas que fueron vanguardia, con luchas emblemáticas, algunas victoriosas, otras derrotadas a punta de fusil y represión, pero todas conforman una cantera inagotable de lecciones para las futuras batallas.
León Trotsky en 1923 escribió que "Quienes luchan con más energía y persistencia por lo nuevo son quienes más han sufrido con lo viejo’ y en una rama de la industria donde las trabajadoras se encuentran entre las más oprimidas y explotadas de la clase obrera, los dichos del revolucionario ruso se vuelven un grito de guerra hacia el futuro.

Las primeras huelgas de trabajadoras textiles

En 1853 trabajadoras del algodón de Manchester, de los talleres de Preston lanzan una huelga de ocho meses. 21 mil mujeres llegarían a tomar las calles. La huelga fue derrotada por hambre. Dos tercios de los huelguistas eran niñas menores de 13 años.
En 1857 el sindicato de costureras de la compañía textil de Lower East Side, de Nueva York convoca a una marcha en el mes de marzo en reclamo por una jornada laboral de 10 horas.
Una década después, en 1867, también en el mes de marzo, tuvo lugar una huelga de planchadoras de cuellos de la ciudad de Troy, en Nueva York, quienes formaron un sindicato y pidieron un aumento de salarios. Tres meses de paro y una dura lucha, culminaría con las huelguistas obligadas a regresar a su trabajo sin haber logrado la conquista de sus demandas.
A comienzos del siglo XX, son numerosas las movilizaciones y huelgas de obreras en Estados Unidos.
Un 8 de marzo de 1908, en una fábrica textil de Nueva York, 129 obreras murieron incendiadas de manera brutal por el dueño de la fábrica, que buscaba poner fin a la protesta de las trabajadoras.
Ese mismo año, en el teatro Garrick de la ciudad de Chicago las mujeres del Partido Socialista Norteamericano impulsarían el llamado Woman’s Day, que era una campaña por el derecho al voto femenino y contra la esclavitud sexual.
En 1909 veinte mil obreras de distintas fábricas salen a las calles en apoyo a la huelga de la Compañía de Blusas Triangle, de la ciudad de Nueva York. El Sindicato Internacional de Trabajadores del Vestido inicia la huelga. Días después sumarían su apoyo el movimiento de mujeres norteamericano, la Liga Nacional de las Mujeres Sindicalistas, las sufragistas y socialistas.
En diciembre de ese año la Liga Nacional de las Mujeres Sindicalistas, encabezado por Mary Dreier, convocaría a una marcha de protesta contra la represión policial que reuniría a 10 mil mujeres. Las sufragistas realizan una concentración masiva en apoyo.
En febrero de 1910 se pone fin a la huelga. La gran mayoría de trabajadoras regresa a la fábrica sin haber conseguido la totalidad de sus demandas: salidas de emergencia, la prohibición de mantener las puertas cerradas durante la jornada laboral. Nunca se pusieron en funcionamiento las escaleras de seguridad.
Un año después, el 25 de marzo de 1911, un incendio destruiría gran parte de las instalaciones de Triangle y 146 trabajadoras perderían la vida. La historiadora feminista Ana Lau Jaiven relata que la prensa acusó del incendio a un trabajador que fumaba en esos momentos. La Liga Nacional de Mujeres Sindicalistas comenzó entonces una campaña para que se legislara contra los incendios y por leyes que brindaran protección a las trabajadoras.
En Copenhague, Dinamarca, se realiza la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas donde se presenta una propuesta del Partido Socialista Norteamericano, a través de sus delegadas Lena Morrow Lewis y May Wood Simons, de establecer el Día Internacional de la Mujer. Esta propuesta es apoyada por Clara Zetkin. La resolución final indica que, "siguiendo el ejemplo de las camaradas norteamericanas", se dedicará un día especial a las mujeres para promover el sufragio entre las obreras, entre otras reivindicaciones. En Estados Unidos, el Woman’s Day se siguió celebrando el último domingo del mes de febrero hasta 1914.
El 19 de Marzo de 1911 se celebra el primer Día Internacional de la Mujer en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, conmemorando un levantamiento ocurrido en Prusia en esa fecha. Las demandas fueron el derecho a voto, la igualdad de oportunidades para ejercer cargos públicos y el derecho al trabajo. En Alemania, el periódico de las mujeres Die Gleichheit (La Igualdad) que dirige Clara Zetkin, tiene una tirada de 100 mil ejemplares. En Berlín se realizan cerca de 45 manifestaciones ese día.
En 1912 en EEUU, en la ciudad de Lawrence, Massachusetts, las obreras textiles iniciaron una lucha histórica al grito de "queremos el pan pero también las rosas”. Durante la huelga sus trabajadoras pusieron en pie comités de huelga, montaron comedores comunitarios para los hijos e hijas de quienes sostenían una dura pelea, con una patronal que no retrocedía, pero ellas tampoco. La huelga de Pan y Rosas conquistaría el reconocimiento de los sindicatos, el aumento de salarios y la reducción de la jornada laboral.
En 1913 las mujeres rusas celebran por primera vez el Día Internacional de la Mujer, conocido como Día Internacional de las Obreras. Se produce una fuerte represión de la policía zarista y algunas de las organizadoras son deportadas a Siberia. Esta manifestación se realiza en vísperas de la Primera Guerra Mundial.
El 8 de marzo de 1914 se realizan diversos actos en Alemania, Suecia, y Francia. En Alemania la actividad se centra en jornadas de protestas contra la guerra, el militarismo y el derecho al sufragio.
1915 en Oslo, Dinamarca, un gran contingente de mujeres sale a las calles el 8 de marzo para repudiar la Primera Guerra Mundial.
En 1917 en una fábrica textil de San Petersburgo, en Rusia, las trabajadoras deciden conmemorar el Día Internacional de las Mujeres organizando una huelga, al grito de “¡Pan, Paz y Abajo la autocracia!”. Cuatro días más tarde, el Zar abdica y el Gobierno Provisional otorga a las mujeres el derecho al voto.
Esa huelga allanaría el camino a la primera revolución triunfante de la historia del movimiento obrero: la Revolución Rusa, que bajo la dirección del Partido Bolchevique de Trotsky y Lenin, derrotaría al régimen zarista, pondría en pie un gobierno de los trabajadores, basado en organismos de masas: consejos obreros (soviets) y desarrollaría un programa y una estrategia probados en la realidad, para derrotar a los capitalistas, su régimen y su Estado.
Resulta increíble pensar que hace cien años con la revolución rusa, las mujeres conquistarían derechos que hoy nos son negados en la gran mayoría de los países del mundo. Derechos tan elementales como el poder decidir sobre nuestros cuerpos y poder acceder al aborto legal, seguro y gratuito.

Cuando la precarización tiene rostro de mujer

Mientras vemos algunos derechos conquistados en el marco de las democracias capitalistas, las mujeres continuamos cargando en nuestras espaldas con la opresión patriarcal y la explotación que somete a millones en todo el mundo a la precarización, las guerras, el hambre, la miseria, la desocupación, la esclavitud asalariada, como definiría Marx al proletariado moderno. En la actualidad existe más gente en la esclavitud que en cualquier otro momento de la historia y el 70% de los pobres del mundo son mujeres y niñas.
La industria textil baja los costos de la producción en base al trabajo esclavo y precario. Su mayor inversión se destina a la publicidad de las marcas, el menor gasto posible en mano de obra esclava y es aquí donde descansa el verdadero secreto de las ganancias exorbitantes que amasan los empresarios.
Mujeres inmigrantes, de pueblos originarios y sostenes de hogar son quienes llenan los talleres en todo el planeta. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo dice que desde el año 2014 a la actualidad "el 80% del trabajo forzoso es manejado por agentes privados, de los cuales el 64% tiene como única finalidad la explotación económica, generando ganancias a los empresarios que superan los 150 mil millones de dólares anuales".
En nuestro país, sólo en la provincia de Buenos Aires se contaron tres mil talleres clandestinos. Más de 40 mil personas esclavizadas, el 80% son miembros de la comunidad boliviana con una jornada laboral que va de 10 a 16 horas diarias.

La pelea por el pan y por las rosas

En Textil Neuquén las condiciones laborales eran terribles. Sólo tenían diez minutos para almorzar, salarios bajísimos, ataques a los derechos laborales, ambiente insalubre. Trabajadoras con un promedio de edad de los 30 a 60 años. Madres solteras y sostenes de sus hogares eran las primeras en acceder a trabajar en Textil Neuquén. La patronal tenía un perfil específico, contrataba a trabajadoras que no faltaran ni aun estando enfermas.
Pasaron once años, aguantando los atropellos de una patronal que incluso llegó a amenazar a las delegadas con "prenderlas fuego con un bidón de nafta si hacían paro", cuando las obreras le advirtieron la decisión de tomar alguna medida ante el incumplimiento en el pago de producción y otros ítems. Y en otro episodio amenazó a una obrera con "hacerle desaparecer al marido por 300 mangos si seguían rompiendo…".
Se iba acumulando la bronca y masticando la impotencia ante una clase explotadora que descargaba toda la humillación y el desprecio hacia las obreras.
Los empresarios Huerta tenían la impunidad que gozan los capitalistas. El aval del gobierno, con quien tenían negocios millonarios, la justicia de clase a su favor y las fuerzas represivas del Estado al servicio de cuidar sus intereses.
Así llegó el 31 de enero del 2017, con obreras que levantaban la cabeza, decididas a luchar y a no bajar la mirada ante ningún patrón nunca más.
Su lucha nos recuerda que sobran motivos para pelear contra los patrones y sus gobiernos, y cobra fuerza como un ejemplo vivo hacia las futuras generaciones de obreras y obreros que están llamados a cumplir la tarea histórica de ser quienes tomen el destino de sus vidas en sus propias manos, conquisten la igualdad ante la vida y la liberen de toda explotación y opresión.
Las leonas del Parque Industrial Neuquén, en condiciones muy difíciles plantaron batalla. Conquistaron su herramienta de trabajo, lograron sostener los puestos de trabajo, hicieron retroceder al gobierno y a una patronal vaciadora. Y sobre todo escribieron un nuevo capítulo en la historia de la lucha de clases del Parque Industrial Neuquén, que tiene experiencia en luchas obreras y organización de los trabajadores y trabajadoras.
A días de un nuevo 8 de marzo, donde nuevamente haremos tembar la tierra, se vuelve necesario rescatar la historia de obreras que con sus luchas van tejiendo experiencias valiosas y como dice el himno de las obreras de Lawrence: no seremos explotadas de nacer hasta la muerte...es por eso que luchamos por el pan y por las rosas.

Mayra Pérez

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