Los últimos días de 2024 mostraron que los “grandes éxitos” del gobierno en la estabilización de la inflación y la economía tienen unos cimientos un poco precarios. La suba de los dólares paralelos, unos defaults de empresas de agronegocios y sobre todo la pérdida de reservas del Banco Central hicieron que se colara en los brindis de fin de año de los hombres de negocios una inquietud sobre la capacidad de Milei y Caputo de mantener el veranito cambiario a fuerza de bicicleta financiera.
Un episodio en particular ganó la atención del mercado. El mismo día en que el Banco Central comunicaba sus planes para avanzar este 2025 hacia la prometida “competencia de monedas” y los pasos necesarios para remover el cepo cambiario, tuvo que vender nada menos que 600 millones de dólares de sus reservas. Fue para satisfacer la demanda de divisas generada por el desarme de posiciones de algunos de los grandes capitalistas que se bajaron del carry trade.
El carry trade es la bicicleta financiera que, gracias a la apreciación de peso, ofrece ganancias en dólares difíciles de igualar en el mundo. Los problemas que eso genera los analizamos en un artículo reciente. Para lo que vamos a ver ahora, el punto es el siguiente: como eso se sostiene exclusivamente porque el cepo cambiario permite al gobierno fijar una tasa de devaluación menor a la inflación, la suba de los dólares paralelos en las semanas previas ya había encendido alertas y el gobierno venía rifando bonos para contener la brecha cambiaria. Pero la cosa se puso más peluda, y en total en la semana navideña perdió 800 millones de dólares, además de rematar 870 millones en bonos para contener las cotizaciones financieras.
Los ruidos empezaron cuando el gobierno anunció una baja de las tasas de interés, que ocasionó un alza del dólar blue. Sumado a la presión devaluatoria que genera la caída del real en Brasil y la perspectiva de mayor encarecimiento de la moneda norteamericana a nivel internacional, hizo que algunos desarmen sus posiciones para evitar pérdidas. Las malas lenguas señalaron a Toyota y otras automotrices.
Como pompas de jabón
Hay en juego una burbuja gigantesca. Es que el veranito financiero se sostiene porque crece la oferta de dólares en el mercado cambiario. Además del blanqueo, esos billetes vienen de las empresas que venden dólares para ponerse a lucrar con la tasa en pesos: los exportadores anticipan la liquidación, los importadores demoran los pagos, las empresas que pueden se endeudan con los bancos en moneda extranjera y las que no -porque no exportan- emiten obligaciones negociables en dólares. Detrás del festejo por las bajas tasas de interés que están consiguiendo se evidencia que es solamente para meter la guita en el carry trade, no para inversión (que acumuló entre enero y noviembre una caída del 17,1%, según la consultora Orlando Ferreres).
Que la versión que circuló haya responsabilizado a Toyota por la corrida es indicativo de un problema que puede volverse bastante grande. Es que en un año, entre mediados de 2023 y de 2024 (último informe disponible del BCRA), las automotrices duplicaron su deuda externa privada hasta superar los 10.000 millones de dólares. Son multinacionales que se endeudan con sus casas matrices en el extranjero solo para ponerse a facturar con la timba financiera, como se ve si comparamos los datos de Adefa (la cámara patronal de fabricantes de automóviles) que muestran que la producción cayó 17% de un año a otro y apenas se utiliza poco más de la mitad de la capacidad instalada de la industria.
Lo dicho prueba de que nada de lo que ganaron las automotrices con los Bopreales, la remoción del impuesto País, o la baja en los derechos de exportación tuvo como destino una reactivación productiva. Para 2025 Toyota espera incrementar la cantidad de unidades fabricadas… pero con 180 operarios menos. Ni las exenciones impositivas al capital ni la reforma laboral derraman ventajas para los trabajadores. Lo que atenta contra la competitividad de la industria argentina es el “costo empresario” de este régimen de saqueo.
Para dimensionar, la deuda externa privada supera ya los 100.000 millones de dólares y más de la mitad corresponde a préstamos entre empresas del mismo grupo. Este endeudamiento en moneda dura por parte de las multinacionales es uno de los pasivos del Banco Central que traba la posibilidad de levantar el cepo cambiario sin provocar una estampida al dólar, ante la demanda para girar al exterior dividendos “adeudados” (que se estiman en más de 8.000 millones de dólares) y cancelar estas deudas intragrupo cuando el tipo de cambio todavía está barato.
Pagadiós
Otro incidente que captó las miradas fue la decisión de Los Grobo y otras firmas de los agronegocios de incumplir el pago de algunos vencimientos en dólares. No son sumas importantes, pero revelan la intención de reestructurar sus deudas ante situaciones de “iliquidez”. Si bien no estamos ante una oleada de quebrantos, en el sector aseguran que es el retrato de un cuadro más general.
Empresas del grupo Grobocopatel y la compañía de agroquímicos Surcos defaultearon el pago de pagarés bursátiles, que son un mecanismo de endeudamiento prácticamente sin control alguno ni relación con la capitalización real de las compañías. Una consultora especializada en el mundo de los pooles de siembra afirmó que estos incumplimientos son la punta de un iceberg, porque “muchas empresas tomaron estrategias de expansión basándose en el apalancamiento” pero ahora vinieron “tiempos de bajos márgenes, tasas positivas y costos en dólares crecientes”, debido a la apreciación del peso y la caída en los precios internacionales de las comoditties (La Nación, 29/12).
Si el endeudamiento intragrupo fue uno de los mecanismos de las multinacionales para burlar el cepo, los pagarés bursátiles fueron una forma fácil de financiamiento en dólares para las firmas locales. Según estimaciones privadas, lo que los fondos comunes de inversión tienen colocado en estos instrumentos supera los 830.000 millones de pesos (El Cronista, 2/1). La Comisión Nacional de Valores “libertaria” se apuró a emitir nuevas regulaciones para aminorar la inquietud del mercado.
Estos defaults sirvieron también para que muchos sojeros renovaran sus reclamos al gobierno para que avance en la prometida rebaja en los impuestos a la exportación, ante el rechazo oficial a proceder a una nueva devaluación. Hasta el momento, Milei y Caputo siguen haciendo oídos sordos. Esto desnuda que el cepo cambiario y las retenciones no eran una ceguera distorsiva del intervencionismo kichnerista, sino una necesidad para honrar el pago de la deuda externa impagable. El Estado argentino, en última instancia, actúa como el garante último de todo este ciclo de saqueo por el capital imperialista.
Una más, y no jodemos más
En el gobierno descuentan que la bicicleta financiera puede seguir girando, aunque sea hasta las elecciones legislativas. Es probable, pero incluso si lo logra los costos serán cada vez mayores. Las Lecaps emitidas por el Tesoro y que sustentaron el carry trade, ofreciendo un rendimiento del 70% en dólares, acumularon en medio año 16 billones de pesos en intereses capitalizados (unas siete veces el superávit financiero de 2024 tan celebrado por Milei).
A favor del entusiasmo libertario tenemos que los capitalistas siguen pedaleando. Tanto es así que, para ampliar las posibilidades de la timba, los bancos privados de capitales nacionales nucleados en Adeba salieron a pedir un cambio en la normativa que les permita reducir los encajes bancarios (porción de los depósitos que queda inmovilizada en el BCRA como garantía a los ahorristas) y agrandar así los fondos que pueden prestar a sus clientes. También reclaman que se los habilite a prestar dólares a empresas que solo facturan en pesos, es decir que no exportan.
Los bancos extranjeros no se solidarizaron con estos pedidos. Son partidarios de sostener las regulaciones preventivas -instauradas después del recordado corralito de 2001-, y evitar así modificaciones perjudiciales en la calificación de las aseguradoras internacionales por un mayor riesgo para los inversionistas.
En el gobierno los desestimaron, como era cantado: los encajes son una parte sustancial de las reservas brutas del Banco Central, de las que echan mano para intervenir en el mercado cambiario. Es que las reservas netas siguen en terreno negativo, lo que explica que el riesgo país siga siendo alto incluso a pesar que el Tesoro haya anunciado que ya compró las divisas necesarias para pagar buena parte de los vencimientos del año.
Este tironeo da la pauta de los riesgos ocultos de todo el esquema. Si efectivamente se desarma la bicicleta y se genera una corrida, los alcances pueden ser más profundos que una devaluación forzada y un nuevo shock inflacionario. Los fondos del blanqueo pueden retirarse con un simple clic, y de hecho ya salieron casi 3.000 millones de dólares. A eso se agrega que los bancos pueden sacarse de encima las Lefi en cualquier momento y el BCRA está obligado a comprarlas (son las letras emitidas en reemplazo de las Leliq, que como vemos no desarmaron el pasivo). En conclusión: el “ajuste más grande de la historia” no despejó las posibilidades de que terminemos otra vez en una hiperinflación y a las puertas de un default.
Con este panorama, ¿cuál es la apuesta del gobierno y los capitalistas? Un nuevo préstamo del FMI o de fondos de inversión. Eso puede inyectar sobrevida para sostener la rueda girando, pero no resuelve ningún problema de fondo. Milei lo sabe, si recordamos que en campaña electoral acusaba a Caputo de haberse “fumado” 15.000 millones de dólares del BCRA financiando el desarme de posiciones de los que se bajaban del carry trade durante el mandato de Macri. El megacrédito del Fondo Monetario se fue así en financiar la fuga de los capitalistas, mientras nosotros seguimos pagando la cuenta.
Como en una espiral descendente, si se vuelve a repetir una estampida cambiaria nos dejaría ahora en peores condiciones que la crisis anterior. Solo si derrotamos el plan de guerra de Milei contra los trabajadores podemos salir de este laberinto, poniendo fin a todo este régimen de saqueo capitalista de la Argentina mediante la nacionalización de la banca y del comercio exterior bajo control obrero.
Iván Hirsch
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