domingo, agosto 09, 2009

Nuevas miradas sobre Ferrer i Guardia


Ser trabajador (y no digamos trabajadora) en 1909, era ser menos que nada.
No existía ningún derecho social establecido, ni a la salud, ni a la escuela, y mucho menos a la justicia. La justicia era el orden, y el Estado aparecía por los barrios proletarios para castigar y amedrentar. Para el desahucio, la leva, cuando no persiguiendo a un agitador. Los que habían sido carne de cañón como soldados en cubra, y ahora en Maruecos, sobrevivían como mendigos. Pero los grandes amos a los que servían, aquellos que además se beneficiaban del expolio colonial (un “totalitarismo” sin cuentos según Hannah Arendt, un detalle de su obra que los intelectuales domesticados descuidan), aún se atrevían a efectuar sus ceremonias con sus escapularios y estampitas. Amos como el marqués de comillas, grandes señores que habían aprendido a ceder parte de sus ganancias a una “beneficencia” gestionada por la Iglesia católica.
Señores que como el marqués de Comillas, el “pirata” Juan March o Francesc Cambó al que se le ha erigió un monumento en la Avinguda Pau Claris de Barcelona que de hecho, tenía que haber inaugurado un general Franco agradecido, amasaron cuantiosas fortunas, y sirvieron a sus majestades, a una monarquía que se sostenía en una casta militar tan desorbitada como carente de los valores más elementales. Y entre unos y otros la “gran canalla”, una Iglesia que no había levantado un dedo contra la esclavitud en las colonias, y que tenía como misión las escuelas, y que debía amansar a los pobres con las migajas de la caridad y con la sumisión…Contra todo estos se estaba construyendo un movimiento obrero, dos años después de la Semana Trágica se creaba la CNT, unos años más tarde CNT y UGT animaban la primera huelga general (agosto de 1917). Y también estaban los intelectuales algunos de los cuales como Unamuno tuvieron una relación episódica con el socialismo marxista o libertario…
Ninguno llegó tan lejos en su rechazo a este estado de cosas como Francecs Ferrer i Guardia (Alella, Barcelona, 1859-Barcelona, 1909), célebre fundador de la Escuela Moderna que, al ser fusilado por la reacción, se convierte, como dice la estatua que le dedicó el ayuntamiento socialista de Bruselas, en «un mártir de la causa de la libertad de conciencia». Verdadera «bete nôire» para la derecha, incluso para los liberales (uno de ellos, Jesús Pabón, escribe «el gran hombre era un nombre a media. Medio Landrú; a medias inteligente e ilustrado; educador a medias y a medias hombre de acción; a medias trabajador material, maestro sin título, y burgués adinerado» (Cambó, 1876-1918, Alpha, Barcelona, 1952, pp. 334-335).
Maldecido durante la época franquista por sus adictos, querido y respetado por el pueblo llano y sobre todo por los “trabajadores conscientes”, Ferrer fue objeto en los años siguientes de una nueva mirada y de una importante revalorización; en Barcelona se creó una Fundación con su nombre, nombre que contiene una tentativa educativa que, ante todo, expresaba la necesidad y la voluntad por parte de los trabajadores por acceder a una educación plena y libre. Surgido en el seno de la una familia campesina, Francecs era el séptimo en una prole de once hijos. Su primera experiencia escolar le causó una impresión imborrable, que le hará decir décadas más tarde: «Educar equivale a domar, adiestrar, domesticar (…) para hacer la bases de la Escuela Moderna no tengo más que tomar lo contrario de lo que viví en mi infancia». Más tarde conoció una experiencia más liberal y llegó a planear el acceso a estudios superiores a través de los jesuitas ya que no tenía otros medios posibles, pero se opuso su familia que tenía poderosas convicciones anticlericales.
Francecs emigró a Barcelona y en 1879 consiguió trabajar como revisor en una empresa ferroviaria, iniciando por esta época sus lecturas librepensadoras y libertarias, y haciéndose sospechoso al organizar una biblioteca ambulante entre los obreros de la compañía. En 1884 ingresó en la masonería. Exiliado a París con motivo de su participación en la intentona republicana del general-brigadier Villacampa. En 1864, dará clases de castellano, al tiempo que conoce y hace amistad con algunos destacados anarquistas como Malato y Grave. Rompe con el republicanismo y militará en el Partido Socialista francés en cuyo nombre tomará parte en el Congreso de Londres, en 1896, de la Internacional Socialista. Gracias al legado económico de su discípula Jeanne-Ernestine Meunier —sus biógrafos lo presentan como un hombre con una activa vida sentimental, aunque en este caso concreto, Ferrer aseguró siempre que se trataba de una relación estrictamente intelectual—, le permite regresar a Barcelona para instaurar la Escuela Moderna que, en pocos años, entre 1903 y 1906, consigue funcionar normalmente y convertirse una alternativa a la enseñanza vigente, tanto religiosa-oscurantista como a la liberal-burguesa. Influenciado por el sindicalismo revolucionario francés y por anarquistas españoles como Anselmo Lorenzo —que colabora estrechamente en el proyecto—, Ferrer destaca, no tanto como teórico ni siquiera como pedagogo inminente, sino como un militante que ha sido capaz de poner en pie una institución que consigue la admiración de los desposeídos y el odio visceral de la Iglesia y del Estado.
En sus clases, así como en su boletín pedagógico, así como en su editorial, Ferrer desarrolla una impecable labor de negación de los valores dominantes. En sus clases de historia y de aritmética, por citar un par de ejemplo, se enseña, en el primer caso, que la historia ha sido hecha por el pueblo y por el trabajo, en el segundo, se explica la economía capitalista y como explota a los trabajadores. Denuncia tanto la escuela religiosa como la burguesa, porque tanto una como otra son meros instrumentos de la clase dominante, y se plantea la necesidad de «demostrar a los niños que mientras un hombre dependa de otro hombre se cometerán abusos, habrá tiranía y esclavitud, estudiar las causas que mantienen la ignorancia popular, conocer el origen de todas las prácticas rutinarias que dan vida al actual régimen insolidario, fijar la reflexión de los alumnos sobre cuanto a la vista, se nos presenta, tal ha de ser el programa de la escuela racionalista».
Como la escuela tradicional en un instrumento de opresión y de transmisión de dogmas sociales reaccionarios, Ferrer quería que la suya fuese la «negación positiva de la escuela del pasado perpetuada en el presente. Para ello se apoya en, la ciencia vigente en aquel entonces» aunque sobrevalora sus posibilidades por que ve en el materialismo positivista una ruptura con la ciencia anterior y la considera libre de una determinación de clase. Su sistema pedagógico puede ser definido sobre la base de los siguientes elementos: laicismo, científismo, antiautoritarismo, antiestatismo, igualitarismo y: respeto a la personalidad del alumno. Convencido antimilitarista e internacionalista, Ferrer ha pasado, a pesar de sus limitaciones obvias, a la galería de los clásicos del socialismo en materia escolar.
Ya en 1906, Ferrer fue acusado de complicidad en el atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII, pero tuvo que, ser exculpado (ver en este punto la nota sobre Alban Rossell). Al salir, reanuda sus actividades, promueve la revista L´Ecole Renouvée y funda la Liga Internacional para la Educación de la Infancia, en la que colaboraron entre otros, G.B. Shaw, Berthelot y Gorki. Tras un par de años de actividad libre, su nombre pasa a ocupar las primeras páginas de los periódicos cuando es detenido, juzgado y condenado a muerte como «autor y jefe de la rebelión», o sea por los acontecimientos de la Semana Trágica, durante la cual, precisamente, la intervención de Ferrer estuvo carente de significado militante. Se trataba, a todas luces, de un pretexto que apuntaba en doble sentido: castigar a un «chivo expiatorio» (y Ferrer sustituía la ausencia de líderes reconocidos por la clase obrera} y de paso, liquidar una institución contestaría que preocupaba hondamente a la derecha.
Este asesinato, llevado a cabo por el gobierno Maura con el consentimiento del monarca y el entusiasmo de la Iglesia y del ejército, fue un revulsivo que unificó a grandes muchedumbres en toda Europa, en las dos América y hasta en el Japón. Ferrer que poseía un relativo prestigio, se vio catapultado a la celebridad y la corriente anarquista vivió numerosos intentos de reproducir su experiencia, al tiempo que lo convirtió en mártir emblemático a una altura que le ha permitido ser comparada con la de Galileo o de Miguel Servet, entre otras cosas porque simbolizaba el martirologio libertario en España. En aquel entonces, la Internacional Socialista desplegó una considerable actividad solidaria, en tanto que el anarquismo internacional lo hizo su principal referente en materia pedagógica.
Desde mediados los años setenta se fueron multiplicando las ediciones de sus escritos sobre La Escuela Moderna (la más asequible quizás fue la de la paradigmática editorial ZYX, Madrid), Tusquets-Acracia (Barcelona), ambas en 1976; y Júcar en 1977; La vida y la obra de Ferrer i Guardia, de su hija Sol Ferrer, la editó Tusquets-Acracia; Ferrer i Guardia y la pedagogía libertaria, de Jordi Monés y Pere Sola apareció en Icaria (Barcelona 1977), sin olvidar una incisiva película documental, ¡Viva la Escuela Moderna!, de Adolfo Dofour Andía, emitida por televisión…ahora nos está llegando un aluvión de nuevas aportaciones, algunas de las cuales ya mencionábamos en un artículo anterior. Entre ellas he podido repasar la de Julián Granado, De la humanidad y la polilla. Todas las caras de Ferrer i Guardia (anagrama, Barcelona, 2009, que me parece una buena novela que se acerca a Ferrer desde la rica biografía de su hija Sol, y que ofrece una lectura muy detallada y abierta de la personalidad de Ferrer así como de quien trató de mantener viva su memoria y su ejemplo en un mundo cambiante y convulso.
Hablamos de Sol Ferrer, pero quizás habría que hacerlo también de Joan Puig i Elías, que fue el máximo exponente de la escuela racionalista anarquista después de Ferrer i Guardia (Sallent, Barcelona, 1895-Porto Alegre, Brasil, 1972). Fue el director de la escuela "Natura" creada en 1918 en la barriada del Clot por el sindicato "La Constancia" del Arte Fabril y Textil, y durante la guerra pasó a presidir el Consejo de la Escuela Nueva Unificada (CENU) creada tras un decreto firmado por Companys en cuyo preámbulo se decía: "La voluntad revolucionaria del pueblo ha suprimido la escuela de tendencia confesional. Es la hora de una nueva escuela inspirada en los principios racionalista del trabajo y de la fraternidad humana". Presidente de la sección de maestros del Sindicato de Profesiones Liberales de la CNT, Puig i Elías fue también concejal del Ayuntamiento de Barcelona y miembro de su Comisión de Cultura. Su actitud un tanto egocéntrica y su beligerancia a favor del idioma catalán provocaron agrias críticas en determinados sectores del anarcosindicalismo. Cuando Segundo Blanco ocupó la cartera de Instrucción pública, Puig i Elías fue nombrado subsecretario de dicho ministerio. Ya en el exilio fue designado en 1945 secretario del CN del Movimiento Libertario Español. Los últimos años de su vida transcurrieron en Sudamérica, y falleció en Porto Alegre, Brasil. En 1970 publicó su única obra: El hombre, el medio, la sociedad.

Pd. El pasado miércoles (29-07-09), la señora Rahola lanzaba desde su plataforma en el diario del conde Godó “La Vanguardia sus rayos y truenos contra los que habían conmemorado el centenario de la Semana Trágica con una serie de pintadas en la que se repetía que “La única Iglesia que ilumina es la Iglesia que arde”. Parece obvio que el gesto y el infortunado “slogan” le ha recordado sus cuentas pendientes con la izquierda extramuros, y la novia de Sharon despliega su dimensión insultante contra “la empanada mental de estos revolucionarios de bolsillo”. Luego, en una de sus cabriolas intelectuales, la periodista neoliberal habla en nombre de Ferrer al que trata de “gran pedagogo” para efectuar una descripción de los hechos en los lo único hermoso es la correspondencia entre Unamuno y Maragall…
No voy a entrar en el extraño detalle de la fobia que el primero mantuvo hacia Ferrer i Guardia, en cuanto al segundo, en una de sus cartas proclama que nunca una Iglesia le pareció tan digna y auténtica como después de ser quemada. Le recordaba aquella otra Iglesia que ganó el fervor de los esclavos, y que vivía en una cierta comunión de bienes y personas. No era esto lo que había antes…La quema de Iglesias fue un desastre, pero sobre todo porque desvió la ira proletaria hacia los cómplices, y no hacía los responsables, en primer lugar la monarquía. La señora Rahola no dedica ni media línea a hablar del abismo social, del horror de la guerra colonial (sobre todo para todo los “islamistas” masacrados y convertidos en “cafres” que no merecían sino odio). Ni media línea sobre la clase trabajadora, y su situación esclavizada. El problema son pues las pintadas que, hay que decirlo, vuelven a caer en lo mismo: apuntan mal.
No sé si habrían pintado las fachas de iglesias como la del Pi o la de Sant Medir, que como muchas otras, sirvieron en su día como “catacumbas” para la lucha clandestina contra el franquismo, y todavía en fechas recientes, sirvieron de “santuario” para los emigrantes que luchaban por ser reconocidos como personas de pleno derecho.


Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red

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