sábado, agosto 22, 2009

Las enseñanzas de la Comuna de París


Se cumplen 138 años de la Comuna, primera conquista del Poder por parte de la clase obrera. Y aunque fue un intento prematuro, pues los obreros de París se vieron obligados por las circunstancias de la guerra franco-prusiana a llevar adelante la Revolución, y sólo pudo mantenerse durante muy poco tiempo, la gloriosa Comuna de París nos ha dejado, tanto en sus aciertos como en sus errores, grandes enseñanzas y fundamentales lecciones revolucionarias.
El 18 de Marzo de 1871, cercada la ciudad por los ejércitos del rey Guillermo y después de los intentos de la burguesía de desarmar a los obreros y someterlos al gobierno huído a Versalles, el Comité Central de la Comuna declaró:
“Los proletarios de París, en medio de los fracasos y las traiciones de las clases dominantes, se han dado cuenta de que ha llegado la hora de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos… Han comprendido que es su deber imperioso y su derecho indiscutible hacerse dueño de sus propios destinos, tomando el poder.”
En su magnífica obra “La guerra civil en Francia”, Carlos Marx analizó detalladamente la experiencia de los heróicos proletarios de París deduciendo, con extraordinaria lucidez, que la Comuna nos enseña ante todo que la clase obrera no puede limitarse a ocupar los aparatos administrativos, políticos y militares del Estado y servirse de ellos para sus propios fines, sino que debe destruirlos sin la menor vacilación, y sustituirlos por sus propias instituciones estatales.
El Estado burgués, instrumento de la hegemonía y de la dominación de clase, y medio para la perpetuación de la explotación de los trabajadores, debe ser demolido hasta sus cimientos por los revolucionarios y el pueblo insurrecto, y sus instituciones militares, policiales, jurídicas e ideológicas, como órganos especializados del Poder de la burguesía sobre la clase obrera, deben ser disueltas sin contemplaciones y sustituidas por el nuevo Poder de los trabajadores armados.
Marx en la obra citada y después Lenin en “El Estado y la Revolución”, insisten en esta idea fundamental de la creación de un nuevo Estado, o Estado de nuevo tipo, caracterizado por la participación directa y consciente de la mayoría de la población antes excluida, en la práctica, de la vida política y de la administración de los asuntos públicos, en la toma de decisiones y en la elección y revocación de todos los representantes, jueces, administradores y funcionarios.
La Comuna demostró la necesidad revolucionaria de abolir el ejército permanente (ya sea de recluta forzosa o “profesional”) y crear en su lugar la organización militar de todo el pueblo o Milicias Populares, que en la Comuna adoptó la forma de Guardia Nacional como consecuencia de la necesidad de defender la ciudad del cerco a que la sometían las tropas prusianas, y que estaba constituida en lo fundamental por obreros armados.
Y sobre la representación política, la administración y la judicatura, en palabras del propio Marx:
“La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. La Comuna no habría de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo. En vez de continuar siendo un instrumento del Gobierno central, la policía fue despojada inmediatamente de sus atributos políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ella y revocable en todo momento. Lo mismo se hizo con los funcionarios de las demás ramas de la administración. Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los que desempeñaban cargos públicos debían desempeñarlos con salarios de obreros. Los intereses creados y los gastos de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron con los altos dignatarios mismos. Los cargos públicos dejaron de ser propiedad privada de los testaferros del Gobierno central. En manos de la Comuna se pusieron no solamente la administración municipal, sino toda la iniciativa llevada hasta entonces por el Estado.”
En cuanto a los errores cometidos por los comuneros, que provocaron su fracaso y su derrota, Marx destaca en su análisis la indecisión de los obreros de París y su excesiva tolerancia con las maquinaciones de la burguesía.
El no apoderarse del Banco de Francia, permitiendo que los versalleses retiraran sin obstáculos los fondos del Estado, y el hecho de no marchar inmediatamente sobre Versalles, desaprovechando el momento de mayor debilidad de la burguesía, hizo posible que el primer ministro Thiers pudiese formar un ejército de mercenarios, sofocar los levantamientos comuneros en otras ciudades de Francia y, por último, con la inestimable colaboración de los ejércitos extranjeros invasores, recuperar los soldados prisioneros en manos de los prusianos para reforzarse de manera decisiva y aplastar sin piedad la resistencia desesperada de los héroes de la Comuna.
La histórica gesta de los proletarios terminó el 28 de Mayo. El gobierno y el ejército de las clases explotadoras se entregaron a una vengativa matanza indiscriminada contra el pueblo de París. Más de treinta mil personas, sin distinciones de edad ni sexo, fueron fusiladas o ametralladas, y otras muchas deportadas a las lejanas colonias del Pacífico.
Con la masacre de los comuneros la burguesía demostró que ante la rebelión de los oprimidos está siempre dispuesta a desatar todo el Poder militar a su disposición, sin cortapisas legales ni morales de ningún tipo. Y que cuando los obreros se atreven a cuestionar su dominación desaparecen inmediatamente, a través del estado de sitio o directamente del golpe de Estado, todas las apariencias hipócritas de la democracia y de los derechos humanos. Ejemplos no nos faltan. España en 1936 o Chile en 1973 son algunos de los abundantes antecedentes criminales de la burguesía capitalista y sus ejércitos siempre dispuestos, preparados y mentalizados para exterminar a los trabajadores revolucionarios y mantener, a cualquier precio, su hegemonía económica y política sobre toda la sociedad.
La Comuna de París fue un intento históricamente prematuro de la toma del Poder por la clase obrera lo que, en definitiva, determinó su fracaso. En 1871 el capitalismo aún no había desplegado todas sus capacidades. Apenas había iniciado el desarrollo de su última fase imperialista que habría de durar más de un siglo.
Es ahora, en la actual etapa de descomposición económica, política y moral del capitalismo, y de retroceso general de las posiciones imperialistas, de la que estamos siendo testigos en este principio del siglo XXI, cuando han madurado las condiciones objetivas para el paso acelerado de la sociedad hacia una nueva época del proceso histórico y del avance de la civilización, con la instauración en todo el planeta del nuevo sistema socialista, justo y solidario que sustituya al injusto, insolidario y ya completamente agotado sistema capitalista.

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