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jueves, octubre 04, 2012
En memoria de Eric Hobsbawm (1917-2012)
En recuerdo del viejo Hobsbawm, que cuando vino a la Argentina dio una conferencia reivindicando “a mi compañero Rodolfo Walsh” según sus propias palabras
POSTALES DEL FUTURO
(A propósito del libro «Entrevista sobre el siglo XXI» de Eric Hobsbawm)
La posguerra europea vivió en el terreno de las ideas una paradoja inesperada. Mientras el marxismo iba decayendo cada vez más a nivel político, paralelamente se iba insertando cada vez más en las universidades y los ámbitos académicos.
El historiador británico y antiguo director de la New Left Review Perry Anderson, uno de los principales estudiosos de este fenómeno estrictamente occidental, describe ese proceso en dos de sus mejores libros (Consideraciones sobre el marxismo occidental y Tras las huellas del materialismo histórico). Allí Anderson concluye en que una de las principales escuelas de pensamiento en este sentido ha sido la de los historiadores socialistas británicos entre los cuales se encuentra Eric Hobsbawm, junto a otros nombres célebres como Edward Thompson, Christopher Hill, el medievalista Rodney Hilton y el historiador de la economía Maurice Dobb.
Eric Hobsbawm es quizás el mayor de todos ellos (y seguramente el más famoso). Nacido en una familia judía en Alejandría en 1917, fue educado en Viena y Berlin, así como también en Londres y en Cambridge. Ha sido profesor del Birkbeck College de la Universidad de Londres hasta su jubilación y posteriormente de la New School Research de Nueva York. Con el correr de los años se convirtió en “el historiador vivo más conocido del mundo”, como señaló en su oportunidad Orlando Figes.
¿Qué ha distinguido a Hobsbawm de la historiografía tradicional? El hecho simple y al mismo tiempo complejo de una escritura llana que no renuncia a la perspectiva totalizante, ya que da cuenta tanto de los procesos económicos a largo plazo, como también de los fenómenos políticos, la dinámica del cambio social, los descubrimientos científicos y sus aplicaciones tecnológicas y los acontecimientos culturales, sin desechar ni unilateralizar ninguno de todos ellos.
Este libro-entrevista, de lectura fácil, amena y llevadera, no está dirigido a la comunidad especializada de historiadores profesionales sino a un público general. En ese sentido constituye la natural prolongación de un pensamiento que ha rehuido sistemáticamente todo hermetismo y todo barroquismo profesoral.
En el prólogo, Josep Fontana -otro historiador- se explaya sobre las virtudes de la obra de Hobsbawm y sobre sus ventajas en comparación con otras “historias del siglo XX” realizadas poco tiempo después que la de Hobsbawm (quien publicó su trabajo Historia del siglo XX en 1994). Estas otras historias alternativas fueron emprendidas por la Universidad de Oxford y por la de Columbia con el mismo título. Ambas son, según Fontana, inferiores a la de Hobsbawm pues han sido estructuradas o partiendo de una visión completamente eurocentrista (la de Oxford) o de una simple sumatoria de trabajos monográficos dispersos sin hilación lógica (la de Columbia). En cambio la de Hobsbawm proporcionaría la ganancia de haber dibujado como un todo coherente al siglo XX, integrando las múltiples determinaciones del proceso histórico.
¿Qué aporta entonces esta Entrevista sobre el siglo XXI que no estuviera ya en su Historia del siglo XX? Un balance posterior, siempre de conjunto. Por ello podría leerse este nuevo libro suyo como un complemento o apostillas al anterior.
En éste último intenta un balance no sólo de problemas históricos del siglo “corto” (como él bautizó al siglo XX pues habría comenzado con la primera guerra mundial en 1914 y habría terminado con la caída de la URSS en 1991) sino también de experiencias biográficas y personales, uno de los tramos más atrapantes del texto. La obra viene entonces a coronar las cuatro “eras” redactadas por el historiador británico: La era de la revolución 1789-1848; La era del capital 1848-1875; La era del imperio 1875-1914 y finalmente el ya mencionado Historia del siglo XX, pero con el aditamento de que esta vez Hobsbawm se convierte en uno de los protagonistas de la trama.
Los temas alrededor de los cuales gira la entrevista son muy variados y vuelven a poner en el tapete la pluralidad de ángulos desde los cuales Hobsbawm aborda la historia.
El texto comienza por la justificación del entrevistador italiano Antonio Polito de pedirle a un historiador del pasado la opinión sobre el futuro. Allí Hobsbawm afirma que “dentro de ciertos límites, nosotros debemos hacer un esfuerzo de previsión, pero sin olvidar nunca el peligro que se corre de convertir esa previsión en caricatura”. De este modo Hobsbawm deja planteadas sus diferencias con la metafísica futurológica tan a la moda en este cambio de siglo.
Más adelante, continúa con un balance acerca de la guerra y en particular la más reciente de todas: la de la ex Yugoslavia. Frente a este conflicto que dividió tajantemente las aguas de la intelectualidad europea Hobsbawm expresa de manera explícita y polémica su “escepticismo sobre las motivaciones morales de la guerra de Kosovo”. Una visión crítica que contrasta con el triunfalismo belicista de muchos otros intelectuales “lúcidos y bienpensantes”.
Los dos capítulos siguientes están centrados en el análisis de la situación geopolítica actual y futura del reinado de los Estados Unidos sobre el resto de Occidente. En ese rubro Hobsbawm también deja escuchar su voz crítica y en alguna medida desconfiada del actual nuevo orden mundial, aunque sin desbarrancarse nunca en un juicio apocalíptico sobre el mismo.
También se explaya ampliamente sobre la discutida globalización, frente a la cual reclama al lector no confundir ese proceso de mundialización imparable con la ideología neoliberal defendida por von Hayek y Milton Friedman (los teóricos de la “Escuela de Chicago”), objeto de la crítica del empresario George Soros y hasta de los economistas liberales Krugman o Bhagwati.
En esa órbita atravesada por la mundialización Hobsbawm se esfuerza por hacer un balance de la experiencia de la izquierda europea y norteamericana partiendo del presupuesto de que las categorías de “izquierda” y “derecha” siguen existiendo (para él las coordenadas de la izquierda estarían delimitadas por la continuidad entre la revolución francesa de 1789 y los socialismos del siglo XX, incluyendo dentro de ese amplísimo paraguas integrador hasta al Partido Demócrata –¡presidente Clinton incluido!- de los Estados Unidos)…
En uno de sus principales tramos Hobsbawm sienta posición sobre su relación con el otro grande de la historiografía británica: E.P.Thompson (expulsado del PC inglés en 1956, institución de la cual Hobsbawm nunca se fue terminantemente aunque sí se alejó de a poco hasta su posterior disolución).
En los segmentos finales, Hobsbawm analiza los efectos presentes y potenciales de la globalización y sus repercusiones en la vida cotidiana (área donde el entrevistador llega a preguntarle hasta su opinión sobre el Viagra y lo que denomina “cosmética del bienestar”, rebajando innecesariamente por momentos el nivel de las preguntas). También se interna en los lazos que unen a Hobsbawm con la cultura de Italia (país de origen del entrevistador).
Mirado en su conjunto, este nuevo libro de Hobsbawm nos deja un abigarrado collage de postales a mitad de camino entre la perspectiva histórica “macro”, la previsión histórica y el libro de memorias, realizado por uno de los intelectuales más prestigiosos de las últimas décadas.
Néstor Kohan
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