miércoles, febrero 14, 2018

Costureras colombianas en 1920: ¡mujeres a la huelga!



Las obreras de la textil Bello reclamaban reducción de la jornada laboral y cese de los abusos sexuales. A pocos días del #ParoInternacionalDeMujeres, recordamos la primera huelga de mujeres en Colombia.

Fue la primera huelga de Colombia en que la mayoría eran mujeres, la primera de la región en reclamar contra la violencia que ellas sufrían de parte de los supervisores en sus puestos de trabajo. La Compañía Antioqueña de Tejidos Bello era una importante fábrica textil ubicada a pocos kilómetros de la ciudad de Medellín.
“No tenemos ahorros para sostener esta huelga, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad, y nuestra energía”
Después de algunos intentos y retomando el ejemplo de otras luchas, las jóvenes trabajadoras frenan la producción más de veinte días, consiguen apoyo de los pobladores y finalmente de sus compañeros varones. Se enfrentan al gobierno y a la iglesia. Reclaman también mejoras en sus condiciones laborales. Logran un triunfo, en los meses posteriores, miles de trabajadoras y trabajadores de la región seguirán su ejemplo.

Una nueva región industrial

Con un lento proceso de industrialización la ciudad de Bello, a pocos kilómetros de Medellín, ubicada en la región de Antioquia, noroeste de Colombia, empezaba a convertirse en un centro urbano y fabril en las primeras décadas del Siglo XX.
Quienes comerciaban con oro y café acumulaban riquezas que serán invertidas en una actividad inexplorada aún en aquella región: la producción industrial. De esta manera, con créditos y apoyo económico del Estado al empresariado, ligado a capitales extranjeros, se desarrolla un proceso de sustitución de importaciones de bienes de consumo que, hasta ese momento, eran importados de otros países y no se producían en Colombia.
“(…) Los paños, los tejidos y las telas eran altamente necesarios y rentables y en apariencia fáciles de producir; el sector textil había sido clave para la industrialización inglesa y fue uno de los sectores que priorizaron los temerarios capitalistas antioqueños cuando decidieron incursionar como empresarios fabriles a principios del siglo XX”. [1]
Entre las nuevas industrias, la textil era la que más crecía: “en las dos primeras décadas del siglo XX se constituyen 13 empresas textiles que son fruto de la iniciativa de acaudalados comerciantes” [2] . En 1904 Vásquez, Ospina y Restrepo, representantes de la casa comercial Álvarez y Cía. y del Banco Popular, fundan la Compañía Antioqueña de Tejidos Bello que se convertirá en una fábrica importante para la producción local.

La explotación tiene cara de mujer

En aquellos años de desarrollo industrial, las condiciones de explotación eran terribles. La cara más despiadada del capital se dibujaba en los cuerpos de las obreras y obreros, jóvenes y niños que dejaban sus vidas en aquellas fábricas, por un escaso salario.
Las mujeres predominaban en algunas industrias como en las fábricas de tejidos, cigarros y cigarrillos, fósforos, alimentos y bebidas. Muchas de ellas eran oriundas de zonas rurales, se habían trasladado a la ciudad buscando trabajo y la ilusión de un futuro mejor.
La iglesia recibe a esas jóvenes en los patronatos de obreras, lugares destinados a servir de alojamiento a todas aquellas mujeres trabajadoras provenientes del campo que estuvieran solteras. La vida allí era similar a la de un convento. La mayor parte del tiempo se dedicaban a misa o a las conferencias de formación moral dictadas por los sacerdotes de la Compañía de Jesús, cuando no a talleres de bordado, tejido, etc.
La idea de estos espacios para obreras surge de la necesidad de mantenerles controladas para que sirvan a la iglesia y al patrón. Los patronatos se construyen con aportes financieros de empresas, del Arzobispado y de la Compañía de Jesús. Buscaban manipular masivamente la conducta de las obreras para evitar ser influenciadas por las ideas de la Revolución Rusa que llegaban desde Europa y empezaban a tener eco en grupos de trabajadoras y trabajadores de Colombia. Al mismo tiempo, con el pretexto de estar bajo la tutela de la Iglesia para “cuidarlas” de “inmoralidades” a las que se veían expuestas al aterrizar en la ciudad, buscan evitar la organización sindical de las obreras y reuniones fuera de la fábrica.
En la Compañía Antioqueña de Tejidos Bello casi el 80% eran mujeres, muchas de ellas niñas de entre 13 y 15 años, las más grandes no tenían más de 24 o 25 años. Trabajaban largas jornadas de más de diez horas y en general, como en todos los sectores, ganaban menos que sus compañeros varones por la misma tarea. El salario de las obreras de la fábrica oscilaba entre un 250% y un 270% menos que el de un trabajador varón por la misma tarea. Además sufrían en silencio la amenaza constante de abusos sexuales por parte de supervisores, quienes creían que por ser propietarios de la fábrica, también lo serían de los cuerpos de aquellas jóvenes.

El 14 de febrero de 1920 estalla la huelga

El año previo había sido de un gran movimiento huelguístico en el país. “En sólo ese año se declararon 15 huelgas, la mitad de ellas lanzadas por los trabajadores del sector correspondiente al transporte. El siguiente año no sería mejor en términos laborales: estallaron 31 conflictos, 13 en las industrias manufactureras y 12 en transportes. Una de las huelgas más famosas de esa época, fue la de las trabajadoras de la fábrica textil de Bello” [3] .
La clase obrera daba los primeros pasos en construir sus propias organizaciones de lucha para enfrentar la explotación de las patronales y la represión del gobierno. “Por todas partes surgían agrupaciones que, defendiendo reivindicaciones sentidas, planteaban de alguna forma la necesidad de una organización nueva, diferente de los partidos tradicionales” [4] .
Las obreras de la textil de Bello ya habían intentado parar la fábrica, pero habían fracasado. Pero el 14 de febrero de 1920 estaban más organizadas. La jornada empezó a las 6 de la mañana, quienes lideraban el movimiento, entre ellas Betsabé Espinal, permanecían paradas frente a la puerta de ingreso para convencer a sus compañeras y compañeros de ir a la huelga. Ya no hubo vuelta atrás. El paro era total. Hubo amenazas de capataces, ruegos del cura de la parroquia; más tarde se hizo presente el alcalde de Bello y las autoridades eclesiásticas de Medellín. Pero nada logró doblegarlas.
Sus demandas eran revulsivas para los patrones, las mujeres exigían que cesen los abusos sexuales de parte de sus supervisores. Esta denuncia pública ponía en cuestión la moral impartida por la iglesia y echaba luz sobre la opresión que sufrían día tras día solo por ser mujeres: los abusos sexuales existían y se daban dentro de los talleres. Estos reclamos eran apoyados por sus compañeros y marcaron un camino para otras trabajadoras que, más tarde también se animaron a hacer estas denuncias.
Las mujeres exigían que cesen los abusos sexuales de parte de sus supervisores
Además exigían aumento salarial, reducción de la jornada laboral, abolición de la prohibición de usar calzado (debían trabajar descalzas por una comodidad del patrón) y derecho a un tiempo para almorzar.
Unos días después de comenzada la huelga, una delegación encabezada por Betsabé viajó a Medellín a buscar solidaridad y a poner en conocimiento de la prensa sus reclamos. “No tenemos ahorros para sostener esta huelga, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad, y nuestra energía”, afirmaba Betsabé en la prensa.
De esta manera, lograron que su lucha se conociera públicamente y generara una enorme simpatía entre los pobladores, tanto de Bello como de Medellín. Expresión de eso fue el Comité de Socorro que se organizó en Medellín, cuyo objetivo era juntar alimentos y dinero para las huelguistas para que nos las vencieran por hambre.
Finalmente, el 4 de marzo, las trabajadoras consiguen un triunfo. Firman un acuerdo en el cual se estipulaba que la jornada de trabajo no sería mayor a nueve horas y cincuenta minutos; logran un aumento salarial del 40% y la desvinculación de los abusadores. Para ratificar el acuerdo, una delegación de obreras encabezada por Betsabé Espinal viaja a las oficinas de la empresa en Medellín, donde fueron recibidas por una movilización en su apoyo.

La huelga de Bello fue un gran ejemplo para el movimiento obrero colombiano.

La huelga de Bello fue un gran ejemplo para el movimiento obrero colombiano. Marcó una ruptura con el rol tradicional de la mujer, de quien se esperaba que permaneciera silenciosa ante la explotación laboral y la opresión. Sin ir más lejos, las mujeres en Colombia recién pudieron votar 37 años después de esta huelga.
Betsabé Espinal y sus compañeras marcaron un camino, en los años que siguieron hubo otras huelgas de mujeres. Por ejemplo, en 1929 las obreras de la fábrica Rosellón realizaron un paro para protestar por la rebaja de salarios y para exigir la destitución de algunos administradores abusivos.
Esta huelga de mujeres muestra que nuestros reclamos no son nuevos, que el capitalismo condena a las trabajadoras, a las jóvenes, a las mujeres a lo peor de la explotación y la opresión. Pero también nos demuestra que las mujeres tenemos una gran tradición de lucha y organización, muchas veces oculta detrás de la historia. El próximo 8 de marzo en el #ParoInternacionalDeMujeres retomemos estos ejemplos de lucha y hagamos que la tierra tiemble.

Ana Sanchez

Bibliografía de consulta:

A. C. Reyes Cárdenas y M. C. Saavedra Restrepo, Mujeres y trabajo en Antioquia durante el siglo XX: formas de asociación y participación sindical. Ediciones Escuela nacional Sindical. Colombia 2005.
AAVV, Las mujeres en la Historia de Colombia: Tomo II. Grupo Editorial Norma. Colombia. 1995

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